Me incluyeron en un registro de morosos por una deuda inexistente
Intenté arreglarlo por las buenas, pero no conseguí hablar con ellos
Así que recurrí a los tribunales. Y gané
Hace algo más de un año decidí cambiar de compañía telefónica.
Entonces no imaginaba que la ruptura con mi antigua compañía iba a ser tan traumática.
Tuvo los ingredientes de las peores rupturas: no respondían a mis llamadas, luego me despertaban con telefonazos a las tantas de la madrugada y finalmente no hubo más remedio que acudir a los tribunales.
A continuación os lo explico.
Tengo una empresa de óptica en Málaga que se llama Natural Visión.
En concreto, se trata de un centro especializado en valoración cognitiva y de procesamiento visual, auditivo y motórico de cara al desarrollo infantil.
¿A que te quedas igual? Venga, dejémoslo en que tengo una óptica.
Para ofrecer un buen servicio, me toca renovar constantemente las máquinas
. Así que compré una nueva máquina, como había hecho tantas veces. Todo seguía su curso hasta que el banco me dijo que no podía financiarla porque mi empresa figuraba en una lista de morosos.
¿Cómo?
Jamás había tenido una sola deuda, ni una factura impagada.
Además, en una situación así, los bancos no suelen decirte de dónde viene el golpe
. Pero no me llevó mucho tiempo relacionarlo con esas cartas y esas llamadas (una a las tres de la madrugada) que reclamaban a mi empresa el pago de una supuesta deuda de 907,90 euros con Vodafone.
Según ellos, aún debía dinero por haber roto el contrato de permanencia
. Pero eso no era cierto. De hecho, las cartas hacían referencia a un número de contrato que yo no había firmado jamás
. Meses antes, cuando mi empresa dejó Vodafone para irse a Orange, había satisfecho la cantidad que me exigían.
Lo kafkiano de la situación solo empeoró al ponerme en contacto telefónico con Vodafone para resolverlo.
Imagino que la secuencia que viene a continuación le sonará a mucha gente. Primero, música de espera. Luego, sí claro, le transfiero con la persona responsable.
Otra vez, música de espera. Después, la persona responsable diciendo que tomará nota y que se la pasará al departamento de reclamaciones. Y luego, nada. Y así, una vez tras otra.
Debido a mis nulos avances por teléfono y por correo electrónico, recurrí a un abogado, que me recomendó que volviera a los clásicos: les enviamos un burofax.
Pero seguimos sin respuesta. Con la intención de desenredar esta situación, y de hacerlo por las buenas, planteamos un acto de conciliación.
A mí me bastaba con que me sacaran del registro de morosos y con que dejaran de reclamarme esa deuda inexistente.
Pero, ¿a que no sabéis qué? NO SE PRESENTARON AL ACTO DE CONCILIACIÓN.
Aquello ya me pareció un insulto, por lo que decidimos ir un poco más allá: pusimos una demanda reclamando la anulación de la deuda y el pago de 1.092 euros en concepto de daños morales. La escena del juicio fue algo así:
YO: Reclamo el pago de 1.092 euros por los daños morales que me han causado.
VODAFONE: Cri, cri, cri [sonido de grillos].
Efectivamente, TAMPOCO SE PRESENTARON AL JUICIO.
Por orden del juez, la deuda quedó anulada, el nombre de mi empresa desapareció de los registros de morosos y Vodafone pagó esa cantidad, aunque lo hizo justo cuando acababa su plazo.
Pero la sentencia incluía una coletilla a la que no hicieron caso: también tenían que pagar "los intereses legales desde la interposición de la demanda". Los calculé junto a mi abogado y nos salió la cantidad de 8,71 euros.
Se lo planteamos a Vodafone, pero, muy en su línea, ni pagaron ni presentaron alegaciones.
Solo lo dejaron pasar.
Por eso recurrimos otra vez al juez, que ha decretado el embargo de bienes de la compañía.
Si no me pagan el dinero, podré disponer de alguno de sus bienes, correspondiente al importe que me deben
. Voy a cobrarlo, aunque sea embargando el cenicero de la mesa del presidente de la compañía.
Las buenas historias deben contener una moraleja.
Y, en esta ocasión, la moraleja es que merece la pena enfrentarse a estos abusos. Al principio, muchos conocidos me recomendaban que pagase la "deuda" para acabar con los quebraderos de cabeza.
Pero ni yo ni mi abogado somos así. Y, además, eran 907,90 euros, que no es poco. Estoy convencido de que mucha gente, en las reclamaciones inferiores a 100 euros, acaba pagando con tal de dejarse de problemas
. Pero yo creo que para acabar con estos abusos debemos pelear siempre. No hay que tener miedo a su rodillo. Aunque sean 8,71 euros.
Entonces no imaginaba que la ruptura con mi antigua compañía iba a ser tan traumática.
Tuvo los ingredientes de las peores rupturas: no respondían a mis llamadas, luego me despertaban con telefonazos a las tantas de la madrugada y finalmente no hubo más remedio que acudir a los tribunales.
A continuación os lo explico.
Tengo una empresa de óptica en Málaga que se llama Natural Visión.
En concreto, se trata de un centro especializado en valoración cognitiva y de procesamiento visual, auditivo y motórico de cara al desarrollo infantil.
¿A que te quedas igual? Venga, dejémoslo en que tengo una óptica.
Para ofrecer un buen servicio, me toca renovar constantemente las máquinas
. Así que compré una nueva máquina, como había hecho tantas veces. Todo seguía su curso hasta que el banco me dijo que no podía financiarla porque mi empresa figuraba en una lista de morosos.
¿Cómo?
Jamás había tenido una sola deuda, ni una factura impagada.
Además, en una situación así, los bancos no suelen decirte de dónde viene el golpe
. Pero no me llevó mucho tiempo relacionarlo con esas cartas y esas llamadas (una a las tres de la madrugada) que reclamaban a mi empresa el pago de una supuesta deuda de 907,90 euros con Vodafone.
Según ellos, aún debía dinero por haber roto el contrato de permanencia
. Pero eso no era cierto. De hecho, las cartas hacían referencia a un número de contrato que yo no había firmado jamás
. Meses antes, cuando mi empresa dejó Vodafone para irse a Orange, había satisfecho la cantidad que me exigían.
Lo kafkiano de la situación solo empeoró al ponerme en contacto telefónico con Vodafone para resolverlo.
Imagino que la secuencia que viene a continuación le sonará a mucha gente. Primero, música de espera. Luego, sí claro, le transfiero con la persona responsable.
Otra vez, música de espera. Después, la persona responsable diciendo que tomará nota y que se la pasará al departamento de reclamaciones. Y luego, nada. Y así, una vez tras otra.
Debido a mis nulos avances por teléfono y por correo electrónico, recurrí a un abogado, que me recomendó que volviera a los clásicos: les enviamos un burofax.
Pero seguimos sin respuesta. Con la intención de desenredar esta situación, y de hacerlo por las buenas, planteamos un acto de conciliación.
A mí me bastaba con que me sacaran del registro de morosos y con que dejaran de reclamarme esa deuda inexistente.
Pero, ¿a que no sabéis qué? NO SE PRESENTARON AL ACTO DE CONCILIACIÓN.
Aquello ya me pareció un insulto, por lo que decidimos ir un poco más allá: pusimos una demanda reclamando la anulación de la deuda y el pago de 1.092 euros en concepto de daños morales. La escena del juicio fue algo así:
YO: Reclamo el pago de 1.092 euros por los daños morales que me han causado.
VODAFONE: Cri, cri, cri [sonido de grillos].
Efectivamente, TAMPOCO SE PRESENTARON AL JUICIO.
Por orden del juez, la deuda quedó anulada, el nombre de mi empresa desapareció de los registros de morosos y Vodafone pagó esa cantidad, aunque lo hizo justo cuando acababa su plazo.
Pero la sentencia incluía una coletilla a la que no hicieron caso: también tenían que pagar "los intereses legales desde la interposición de la demanda". Los calculé junto a mi abogado y nos salió la cantidad de 8,71 euros.
Se lo planteamos a Vodafone, pero, muy en su línea, ni pagaron ni presentaron alegaciones.
Solo lo dejaron pasar.
Por eso recurrimos otra vez al juez, que ha decretado el embargo de bienes de la compañía.
Si no me pagan el dinero, podré disponer de alguno de sus bienes, correspondiente al importe que me deben
. Voy a cobrarlo, aunque sea embargando el cenicero de la mesa del presidente de la compañía.
Las buenas historias deben contener una moraleja.
Y, en esta ocasión, la moraleja es que merece la pena enfrentarse a estos abusos. Al principio, muchos conocidos me recomendaban que pagase la "deuda" para acabar con los quebraderos de cabeza.
Pero ni yo ni mi abogado somos así. Y, además, eran 907,90 euros, que no es poco. Estoy convencido de que mucha gente, en las reclamaciones inferiores a 100 euros, acaba pagando con tal de dejarse de problemas
. Pero yo creo que para acabar con estos abusos debemos pelear siempre. No hay que tener miedo a su rodillo. Aunque sean 8,71 euros.