Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

13 oct 2015

Leonardo DiCaprio llevará al cine el escándalo de Volkswagen

El actor, junto con Paramount, ha comprado los derechos de un libro sobre la polémica automovilística.

Caso Volkswagen: Leonardo DiCaprio llevará al cine el escándalo
Leonardo DiCaprio en una conferencia en Nueva York el pasado septiembre. / afp

El gigante Paramount y la productora de Leonardo DiCaprio, Appian Way, han comprado los derechos de un libro sobre el escándalo del fraude de las emisiones contaminantes del Grupo Volkswagen para llevarlo a la gran pantalla
. El ejemplar aún no ha salido a la venta, pero sí se sabe que lo está escribiendo el reportero del New York Times Jack Ewing y que todavía no tiene título, aunque ya se ha presentado como una investigación sobre uno de los fraudes más grandes de la historia.
El fabricante de automóviles alemán reconoció en septiembre haber instalado un programa informático que manipulaba los datos de emisión para superar los controles técnicos en 11 millones de coches diésel de todo el mundo.
El escándalo provocó en pocos días la dimisión de su presidente, Martin Winterkorn, investigado ahora por la fiscalía alemana.
Leonardo DiCaprio, muy sensible con el medio ambiente, tiene una fundación que lucha contra el calentamiento global y no es la primera vez que trata de concienciar sobre el asunto a través del cine. En 2007 el actor, de 40 años, produjo The 11th Hour, un documental sobre el estado del planeta tierra hoy en día. Además, este verano recaudó 35 millones de euros con su fundación para preservar los últimos lugares salvajes del planeta.
También los estudios de Hollywood han mostrado mucho interés en contar escándalos empresariales. Por ejemplo, 
Lionsgate estrenará el próximo año la cinta Deepwater Horizonbasada en el desastre medioambiental provocado por el hundimiento, en 2010, de la plataforma petrolífera de BP homónima.   

 

12 oct 2015

El hombre que lleva la moda de cabeza................................................................ Carles Gámez

Philip Treacy ha revolucionado el diseño de complementos. Un libro repasa su trayectoria junto a los grandes nombres e iconos de la moda.

La actriz Emma Watson y, a la derecha, la 'top' Naomi Campbell con sombreros de Philip Treacy. / Simon Procter / David LaChapelle

El nombre de Philip Treacy (Ballinasloe, Irlanda, 1967) encendió todas las alarmas informativas cuando la princesa Beatriz, la nieta de Isabel II, acudió a la boda del príncipe Guillermo y Kate Middleton exhibiendo un llamativo sombrero del diseñador irlandés que a punto estuvo de robar el protagonismo a los protagonistas del enlace real.
 Para entonces Philip Treacy ya había dado muestras de sus artes creativas a la hora de coronar las más variadas cabezas del mundo de la moda y el espectáculo, de Lady Gaga, una de sus fans más devotas, a los sombreros de la saga cinematográfica Harry Potter, la incombustible Grace Jones o una personalidad como Daphne Guinness, quien le encargó uno de sus trabajos más insólitos: ¡Un sombrero sembrado de brillantes!
Greg Lotus / Lillian Bassman
No hay que olvidar, según sus propias palabras, que “un sombrero puede cambiar completamente la personalidad del que lo lleva, darle la confianza y personalidad, desde el principio de la humanidad los seres humanos han buscado ornamentos para su cabeza, está en su naturaleza la necesidad de vestir cada parte de su cuerpo”.
Philip y su mascota, 'Mr. Pig', en julio de 1996. / Sandro Hyams
Coordinado por la periodista Marion Hume, Philip Treacy. Hat Designer (Rizzoli,2015) repasa la trayectoria del diseñador, sus trabajos para creadores como Valentino, Karl Lagerfeld y Chanel, Ralph Lauren, Armani, Givenchy, junto con fotógrafos como Irving Penn, Bruce Weber o Nick Knight, o sus almas gemelas, la redactora de moda Isabella Blow y Alexander McQueen, con él colaboraría estrechamente hasta su desaparición en 2010.
 Con sus más de 25 años de ejercicio profesional desde una total libertad creativa, el libro guía a través de la obra de un artista cuya única regla estilística es la absoluta falta de funcionalidad en aras de la fantasía más extrema.
“Desde el glamour más intenso o la provocación más impactante, el sombrero siempre ha suscitado reacciones muy fuertes”, señala Treacy a propósito del complemento de moda.
Philippe Kerlo / Nick Knight
Vanguardia plástica y tradición británica se dan la mano en las cabezas diseñadas por Treacy.
“Uno lleva un sombrero en primer lugar para ser uno mismo, para sentirse bien y único. Todo el mundo quiere algo personal.
 Hoy, cuando las marcas de lujo son como los McDonald's, tenemos una en cada esquina, no hay mayor lujo que el poseer algo único, solo para nosotros”.
En el libro recuerda sus inicios como estudiante en el Royal College of Art de Londres.
 “Mis compañeros de estudios pensaban que diseñar sombreros era una cosa para señoras mayores, sin embargo para mí es algo muy sexy”.

 

La gran dama de los retratos.................................................................. Estrella de Diego

Con sus pinceles, Élisabeth Vigée Le Brun inmortalizó a los protagonistas del siglo XVIII, uno de los más convulsos de la historia europea

Ahora París conmemora a la retratista predilecta de María Antonieta con una retrospectiva en el Grand Palais.

 

'La artista ejecutando un retrato de la reina María Antonieta' (1790). / Grand Palais

París ardía. Era una de las noches más dramáticas de la historia de Occidente.
 La revolución había estallado y las cabezas estaban a punto de rodar.
 No había vuelta atrás.
En medio de aquella situación convulsa, la noche misma en que eran apresados el rey y su esposa, la reina María Antonieta, una mujer frágil y bella huía de la ciudad con su hijita para ponerse a salvo. La pintora Marie-Louise-Élisabeth Vigée Le Brun, nacida en París en 1755 y tantas veces autorretratada y retratada, salía deprisa camino de Italia debido a su muy notoria proximidad con la familia real francesa
. Empezaba de este modo un largo exilio: primero en Italia, luego en Viena y una estancia de seis años en San Petersburgo y Moscú –donde también fue muy próxima a los círculos zaristas–, para regresar a Francia en tiempos de Napoleón I, después de que varias personas intercedieran para facilitar su regreso a la patria, limpia al fin de toda sospecha antirrevolucionaria.
Sin embargo, pese a la cálida acogida, no permanecería mucho tiempo en París, tal vez porque su mundo había cambiado por completo.
 De allí marcharía hacia Londres, donde el propio príncipe de Gales posó para ella, como tantos otros hombres y mujeres de la alta sociedad, protagonistas esenciales de la historia
. Y luego hacia Suiza, donde pintaría el retrato de Madame de Staël que se conserva en el Museo de Ginebra, una de las representaciones más conocidas de la pensadora del XVIII.
Pero Élisabeth Vigée Le Brun era mucho más que la retratista de éxito que, como cuenta en sus Memorias –un testimonio de primera mano para conocer su vida–, no se limitaba a copiar a los modelos siguiendo la moda de la época, sino que trataba de mirar hacia dentro, de retratar también el interior
. Quizá por este motivo, una de las representaciones más curiosas de la propia María Antonieta fue la que realizó en 1787, donde se muestra a la reina rodeada por sus hijos, la monarca como madre.
 Uno de ellos, el delfín –fallecido al poco tiempo–, señala la cuna vacía, haciendo alusión a su hermano muerto
. Precisamente por el recuerdo infausto de la doble muerte, María Antonieta quiso esconder de la vista este cuadro de gran tamaño, que acabaría salvándose de las iras revolucionarias.
Es en este tipo de detalles donde se ve el papel privilegiado de historiadora en primera persona de la decidida Vigée Le Brun, quien sostenía la economía familiar con su producción artística.
De hecho, no solo retrató a muchas personalidades de su tiempo, sino que tuvo ocasión de vivir y ver los grandes cambios en la historia de Europa.
 Este particular, que a veces se tiende a obviar –tanto su memoria como la de Angelica Kauffmann, otra gran artista del periodo y amiga de Goethe, quedan empañadas por su enorme éxito y sus buenas relaciones sociales–, parece esencial a la hora de entender la pintura de Vigée Le Brun y hasta de valorarla.
 Fue, desde luego, una mujer de su tiempo, documentalista de una época y sus modos de mirar, como muestra incluso el retrato de María Antonieta como madre.
 En él se subraya la recién inventada infancia, una de las adquisiciones culturales del XVIII, seguramente siguiendo la moda de lo que Carol Duncan llama “las madres felices”, esas mujeres que pintores como Greuze representaban con sus hijos, atributos de las nuevas diosas, en un momento en el cual en Francia las mujeres empezaban a luchar por sus derechos y, sobre todo, a controlar la natalidad en unos matrimonios de conveniencia. Es la propia representación que Vigée Le Brun hace en sus autorretratos con la hija
. Aunque, al margen de las modas, siempre tuvo claro su trabajo: pintando, pintando, olvidó preparar lo necesario para el nacimiento de Julie.
 Una amiga, Madame de Verdun –cuenta en sus Memorias–, la acusó de “ser un auténtico chico”.
Ser como un chico, la frase que con frecuencia se dice a las mujeres que triunfan, las que a lo largo de la historia han tenido como meta pintar, trabajar, vivir de su trabajo.
'María Antonieta y sus hijos' (1787). / Grand Palais
Hija de un retratista al pastel, Élisabeth Vigée Le Brun pronto manifestó su vocación pictórica y miró hacia los grandes maestros, sobre todo Rubens, Rembrandt, Van Dyck
 A los 15 años mantenía a su madre y a su hermano, y los retratos a personalidades de la alta sociedad no tardaron en abrirle el camino hacia Versalles.
 Por eso, cuando la madre le arregló la boda con un marchante de arte, Jean-Baptiste Le Brun, la artista albergó dudas: “Tenía 20 años y vivía sin preocupación por mi futuro.
 Ganaba mucho dinero y no sentía ningún deseo de casarme
. Pero mi madre, que creía que el señor Le Brun era muy rico, me insistió en que no rechazara esta unión tan provechosa.
 Por fin consentí en casarme, deseosa sobre todo de escapar de la horrible vida con mi padrastro.
 En todo caso, tan pequeño era el entusiasmo por renunciar a mi libertad que camino de la iglesia no paré de decirme a mí misma: ‘¿Diré sí? ¿Diré no?’. Una pena. Dije sí y mis viejos problemas se transformaron en otros nuevos”, escribiría.
El marido, un jugador empedernido, acabó por llenarle el estudio de alumnas –clases suplementarias para pagar sus deudas–.
A diferencia de su enemiga y coetánea Adélaïde Labille-Guiard, Vigée Le Brun nunca se retrató pintando al lado de sus alumnas.
 Ella no fue nunca una maestra
. Ninguna fue bien considerada por la artista salvo Marie-Guillemine Benoist.
Otras trataron de dejar muy clara la tutela de Vigée Le Brun, como Marie-Victoire Lemoine, cuyo autorretrato en el estudio con la maestra es un valioso testimonio de esa relación.
Ni sus alumnas fueron jamás bien recibidas por la pintora, ni llegaron a alcanzar el estilo fresco y delicado de Vigée Le Brun, tal vez porque este era personalísimo.
Y difícil de imitar
. En sus más de 600 retratos y algo más de 200 paisajes –presumiblemente realizados durante el exilio– se muestran no solo esa idealización que tanto gustó en su época, sino una percepción de las cosas poco corriente, una delicadeza inusitada y una lectura atenta de los acontecimientos, aunque algunos se obcequen en negarla.
 De cualquier manera, está claro que Vigée Le Brun supo aportar algunas innovaciones, como los retratos al aire libre, tradición establecida que ella reafirmó con esa perfección única al pintar mujeres jóvenes, bellas, alegres y sensuales. Vigée Le Brun fue una artista infatigable a la cual nada, ni siquiera la maternidad, pudo apartar del trabajo.
Vigée Le Brun fue una artista infatigable. Ni siquiera la maternidad la apartó de la pintura
Y pese a todo, entonces como más tarde, estuvo a menudo en el punto de mira, porque resulta siempre muy complicado aceptar a las mujeres triunfadoras. Incluso su entrada en la Academia, en 1783, fue puesta en tela de juicio por estar casada con un marchante de arte y se habló con frecuencia de la presión de la reina misma para su ingreso.
 Con fama de ser la amante de nobles y hombres poderosos, Vigée Le Brun estuvo siempre expuesta a las más oscuras calumnias, tal y como ocurre con la leyenda que nació en torno al retrato del conde de Calonne, encargado de las finanzas de la corte y pintado en 1785.
 A propósito de este retrato, la actriz y soprano Sophie Arnould dijo que le había cortado las piernas en el cuadro “para que no se le escapara”.
 También fue muy comentada la forma en que recibía los pagos por el trabajo: pistachos envueltos en billetes de 300 francos. Historias de la Francia decadente anterior a la Revolución.
Pero sean cuales sean esos pecados que jamás se perdonan a las mujeres triunfadoras, lo cierto es que los cuadros de Vigée Le Brun siguen resplandeciendo con luz propia, la que corresponde a una mujer libre que ­vivió una época de salones y tímidas liberaciones femeninas; la época de la invención de la infancia y la juventud –lo muestra el modo en que retrata a su pequeña–
. Y sigue resplandeciendo esa mujer fuerte que recuerda cómo un caballero adivinó su futuro en una fiesta: “Me dijo que viviría una vida larga y que me convertiría en una viejecita encantadora, porque no era coqueta. Ahora que he vivido muchos años me pregunto si me he convertido en una viejecita encantadora. Lo dudo”.
Y es que hay mujeres que nunca llegan a ser viejecitas encantadoras, sino libres hasta el final de sus días: seres beligerantes como esa Vigée Le Brun madura que en Suiza se encontró con Madame de Staël, otra mujer que con la pluma o el pincel iba a abrir el camino para futuras generaciones.
La primera retrospectiva dedicada a la obra de Élisabeth Louise Vigée Le Brun se expone en el Grand Palais de París hasta el 11 de enero de 2016.
elpaissemanal@elpais.es

11 oct 2015

Camilo Sesto, casi irreconocible por un nuevo retoque estético






¿¡Pero que se ha hecho (otra vez) Camilo Sesto!? Este sábado, el cantante ha dejado a todos sin habla con su nuevo aspecto. Ha acudido al programa Qué tiempo tan feliz de Telecinco y ha mostrado un rostro que no le conocíamos apenas, casi irreconocible. Sumaba retoques estéticos y muchísimo maquillaje -un poco a lo Renee Zellweger- y lo que sí conservaba era su peinado característico.
El contenido de su entrevista con María Teresa Campos no es lo que ha incendiado las redes sociales, sino ese aspecto indescriptible.
 Aquí tienes algunos de los tuits más divertidos generados por esta vuelta de tuerca estética de un artista, como mínimo, único.
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CAMILO SESTO