Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

3 oct 2015

Frases de Groucho Marx que nunca pasarán de moda

No es cierto que Groucho Marx tenga la mejor frase del mundo en su lápida (aquello del "disculpen que no me levante" es una leyenda urbana) pero tampoco necesitaba una última gran despedida.
 Las verdaderas citas célebres de Groucho Marx son tantas que, con motivo del 125º aniversario de su nacimiento, nos hemos puesto a recordarlas.
El genio del gran actor, humorista y escritor no pasa de moda. ¡Lo que hubiera dado de sí en la era de Twitter! Aquí va una recopilación de algunas de nuestras frases que Groucho Marx escribió en libros y pronunció en entrevistas y conversaciones:

Frases de Groucho Marx que nunca pasarán de moda



LIBROS DE ESTA SEMANA

LIBROS DE ESTA SEMANA / E. L. Doctorow y la gran historia

"Los cuentos de E(dgar) L(awrence) Doctorow, narrador norteamericano hijo de inmigrantes judíos rusos, nacido en el Bronx en 1931 y fallecido en Manhattan este mismo año, proceden de tres colecciones de cuentos publicadas en vida.
 Este volumen los reúne todos, no en su orden originario, sino en el que su autor les dio, justo antes de morir, en colaboración con sus editores españoles
. El libro es, pues, una primicia mundial, una primera edición completa. E. L. Doctorow pertenece a una generación que se expande en los años sesenta y setenta, de carácter renovador e incluso experimental, que va a provocar una verdadera revolución dentro de la narrativa norteamericana (Hawkes, Berger, Kosinski, Coover, Pynchon, Gass, Barth, Brautigan, Barthelme, Gaddis…), autores afectados en una u otra medida por la contracultura, la guerra de Vietnam y la protesta política, que trajeron una extraordinaria variedad de temas y estilos.
 Era el “posmodernismo”. Por JOSÉ MARÍA GUELBENZU

La mujer que le dijo “no” a Mandela

"En la figura de Amina Cachalia (1930-2013) confluían varios azares que la predestinaban a la mera supervivencia en el gueto de turno: era mujer, sudafricana, de origen indio, musulmana y filocomunista.
 Pero no sucedió así. Amina Cachalia fue, como la mayor parte de los luchadores contra el apartheid, incluido su gran amigo Nelson Mandela, una persona tan singular como convencida de que solo mediante un proyecto colectivo se lograría acabar con la aberración histórica de la segregación racial en Sudáfrica.
 Si bien la comunidad india sudafricana apenas supone el 2% de la población, su lucha contra la discriminación fue determinante en la construcción de un movimiento de resistencia pacífico, transversal e inclusivo, en la estela de Gandhi, que no en vano vivió 21 años en Sudáfrica.
Durante medio siglo Amina trabajó en el Congreso Nacional Africano para tejer lazos de solidaridad y resistencia que estuvieran por encima de la raza, el credo y la extracción social. Amina fue, aunque nunca presumió de ello, un aglutinante que se esforzó especialmente en hacer valer el papel de las mujeres en la lucha antiapartheid
. Entre otras cosas, cofundó en 1954 la Federación de Mujeres Sudafricanas, fundamental para la movilización global de la sociedad, en la que coincidió con brillantísimas activistas como Helen Joseph, Lilian Ngoyi, Albertina Sisulu e Ida Mtwana". Por LUZ GÓMEZ GARCÍA
  • Foto:CATARATA
  • El dolor de los demás

    "Un impactante vídeo de la ONG Save the Children mostraba la vida de una niña londinense a lo largo de meses: cumpleaños, juegos, risas, su primer beso, disfraces, como cualquiera de nuestras hijas.
    De pronto estalla una guerra que alcanza Londres, y su día a día se va oscureciendo hasta acabar en un campo de refugiados.
     Con 50 millones de visionados en YouTube, ¿consiguió sensibilizarnos sobre el drama de los niños sirios? ¿Nos pusimos en el lugar de esas familias —esto es, empatizamos?— ¿O la mayoría lo vimos con la misma fascinación morbosa que apuntaba Ignacio Vidal-Folch en un reciente artículo en El País Semanal sobre el “turismo de la desolación"?". Por ISAAC ROSA
  •  

Munch, la voz detrás del grito....................................................... Andrea Aguilar

La obra del artista noruego resurge en su doble vertiente, pictórica y literaria, con dos exposiciones en Madrid y Ámsterdam y la publicación de una antología de sus escritos.

Edvard Munch pinta en la playa de Wandermünde, en Alemania. Autorretrato fotográfico (1907). / Munch Museum

En un estado de ánimo
intenso
un paisaje ejercerá
cierto efecto sobre
la persona— al representar
este paisaje [la persona] llegará a
una imagen de su propio estado —
y esto— este estado de
ánimo es lo principal

Como prueban sus propias palabras, Edvard Munch (Loten, 1863-Ekely, 1944) abogó por un arte en el que el sentimiento indefectiblemente turba la vista.
 El filtro emocional inunda de color y de fuerza sus lienzos
. Las escenas, siempre figurativas y narrativas —con historias y personajes— se transforman.
 Y el arrebato establece un potente vínculo con el espectador: atrás queda el plano objetivo, llega el ensalzamiento de lo subjetivo sin disimulo y con una notable carga de sentida sinceridad.
 Fue criticado y ridiculizado por críticos que clamaban que sus cuadros arañados no estaban acabados.
Él, incluso ya en la madurez y plenamente consagrado, montaba sus estudios al aire libre; le gustaba el efecto que la naturaleza y los elementos podían tener sobre los lienzos.
'Agonía' (1915), obra de Edvard Munch. / Munch Museum
La conexión que Munch trataba de establecer con el público no apela simplemente a la reproducción de ese mundo exterior común a todos, sino que busca el nexo en el crudo sentimiento, la angustia o la pasión que todo ser humano ha padecido.
 A golpe no sólo de pincel sino de pluma, en miles de cartas, en notas, aforismos, apuntes, versos y algún que otro relato, el icónico y prolífico artista noruego trató también de explicarse y defender su postura.
Este otoño ambas vertientes de Munch, la pictórica y la literaria, cobran un nuevo impulso.
 A la exposición Arquetipos en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid —que reúne desde el 6 de octubre hasta el 17 de enero cerca de 80 obras del artista noruego y ha sido organizada conjuntamente por el Munchmuseet de Oslo—, se suma la publicación por primera vez en castellano de una antología de sus escritos en El friso de la vida (Nórdica).
"La escritura fue muy importante para Munch.
Sintió la necesidad de expresarse por este medio, algo que resulta evidente a la vista de la cantidad de material que legó y el cuidado que puso en que no se perdiera", explica por correo Hilde Boe, autora del prólogo de El friso de la vida y directora del archivo digital del Munchmuseet.
 A pesar de sus frecuentes viajes el pintor guardó sus apuntes. Rara vez fechaba sus textos, usaba los mismos cuadernos para escribir y dibujar a veces durante décadas.
 Su tía Karen y su hermana Inger le ayudaron a conservarlos, como prueba la larga correspondencia que mantuvo con ellas.
 La publicación en la Red —en noruego y alemán— del conjunto del archivo del artista dentro del proyecto emunch arrancó en 2011 y ya permite acceder a un 60% del material.
 El libro Cuadernos del alma (Casimiro), aparecido en septiembre, reúne una selección tomada de esta web.
"Ahora sus escritos están jugando un papel muy importante en la preparación de las exposiciones que sobre su obra se están realizando", añade Boe.
 Por ejemplo, en la muestra Munch: Van Gogh que este otoño, tras su paso por Oslo se ha instalado en Ámsterdam.
 La exposición enfrenta por primera vez la obra de los dos pintores que nunca llegaron a conocerse personalmente, aunque fueron contemporáneos y compartieron una aproximación similar al lienzo. Algo de lo que el noruego era claramente consciente:
El horno del infierno del alma –
es extremadamente
agresivo para
los sistemas nerviosos
(P[or ejemplo] Van Gogh…)
(En parte yo mismo)

La celebración del 150 nacimiento de Munch en 2013 consolidó la nueva etapa que venía cuajándose desde los años noventa en torno al estudio de su obra.
 El pintor, cuya prolífica e intensa obra había quedado en buena medida sepultada por El grito —más exactamente por los cuatro gritos que pintó en el plazo de 17 años— , resurge con fuerza. Nuevos matices se añaden, como capas de pintura, a la leyenda del artista hipersensible, enfermo y atormentado.
En la infancia Munch perdió a su madre y a una hermana por tuberculosis y se crio junto a su padre médico, estricto y devoto cristiano.
 A los 17 años escribió en su diario que había decidido hacerse artista y efectivamente se entregó a la bohemia y al alcohol, frecuentó a escritores como Hans Jaeger y gracias a una beca se instaló en París en 1899 durante tres años, y poco después en Berlín.
Vivió turbulentas pasiones llenas de celos y desespero, que culminaron en una bronca fatal con Tulla Larsen en la que Munch disparó una pistola y se mutiló un dedo.
 En 1905 ingresó en un sanatorio mental después de sufrir una crisis nerviosa y volvió a ser internado tres años después.
 Fue definido por el poeta Strindberg como "el pintor esotérico del amor, de los celos, de la muerte y de la tristeza".
 En sus cuadros hay angustia, dolor, mujeres vampiro.
Detalle de 'Mujer vampira en el bosque' (1916-1918), de Evard Munch. / Munch Museum
Igualmente cierto es que Munch vivió hasta los 81 años y que su obra, a pesar de haber sido muy criticada al principio, llegó a gozar de un amplio reconocimiento.
 "Fue un artista-empresario muy productivo y de gran éxito que consagró fervientemente su vida a lo único que consideraba su verdadera misión: crear una obra de gran altura y ser respetado como artista", apunta en el catálogo de Arquetipos Jon-Ove Steihaug, director de colecciones y exposiciones del Munchmuseet y comisario, junto a Paloma Alarcó, de la muestra en el Museo Thyssen. "No es su vida lo que nos llama la atención, sino lo que como artista logró producir".
 De hecho, Munch realizó 1.800 óleos, 750 grabados y un ingente número de dibujos que no han sido catalogados.
La sobrevaloración del peso de su biografía en el arte de Munch es uno de los mitos que empiezan a caer.
 Aunque en su biografía se pueda rastrear, y allí resida el interés que tuvo por determinados temas (como la enfermedad o los celos), su plasmación a lo largo de cinco décadas escapa los márgenes de esta estrecha lectura.
Otro mito que ha caído es que su obra posterior a la década de 1890 no valía realmente la pena. Contra esto cargó la exposición Munch: The Modern Eye que en 2012 estudió la influencia del cine y la fotografía en la obra de las últimas etapas de su trayectoria. Munch diseñó rompedoras escenografías teatrales y realizó muchas fotografías, los planos y puntos de vista de sus cuadros tienen un carácter fuertemente cinematográfico.
Ahora, la muestra Arquetipos —que presenta sendos programas de cine y de conferencias— ahonda en otro de los puntos candentes en torno al artista noruego: al tratar la obra de Munch no se debe hablar de copias en referencia a los cuadros que llevan un mismo título y tratan una misma escena, sino de versiones o interpretaciones.
'Autorretrato ante la fachada de la casa' (1926), obra de Edvard Munch. / Munch Museum
La manera en que se mira también depende del estado de ánimo y de cómo se encuentra uno en general.
Esa es la razón por la que un motivo —
puede verse de muchas maneras y eso es lo que hace interesante el arte

La muestra Arquetipos abarca un amplio espacio cronológico de más de medio siglo, con obras que van desde 1881 hasta 1935
. Y es precisamente esta dilatada horquilla temporal lo que refuerza la idea que sustenta la exposición
: Munch trabajó a lo largo de su vida con ahínco una serie de asuntos sobre los que volvía una y otra vez. Igual que el dramaturgo Henrik Ibsen hizo en sus obras, podría decirse que Munch también trabajó en torno a moldes o arquetipos que revisitaba incesantemente.
En plena efervescencia del psicoanálisis y el subconsciente, con el arquetipo jungiano que habla del mito cultural que se impone y se traslada generacionalmente con visiones estereotipadas de la mujer y del hombre, pinta Munch.
 En su obra aborda reiteradamente escenas como la de una pareja retratada de espaldas que mira al mar en Los solitarios —imagen plasmada por ejemplo en un grabado de 1894, en una xilografía de 1899 y en un óleo de 1935 presentados en la exposición—.
 Cambian los colores, la postura, el sentido, como un recuerdo cuya evocación va mutando.
 "Había un inventario de temas que le interesaban y repite obsesivamente obras sobre estos arquetipos en óleo, grabado y dibujo.
 Tenía una especie de catálogo de imágenes en la cabeza.
 La repetición es una fórmula moderna de experimentación", explica la comisaria Paloma Alarcó, jefa de conservación de pintura moderna del Museo Thyssen.
 "Quizá porque sus obras son narraciones ha costado leerlas así
. La variación se ha entendido mejor en la abstracción, en las series de pintores como Rothko o de Monet con sus nenúfares".
—El arte es la forma del cuadro—
nacido a través de los nervios—
ojo —cerebro y corazón—
del ser humano
El arte es la necesidad
humana de cristalización
La naturaleza es el reino
infinito del que
se nutre el cuadro—

Melancolía, Muerte, Pánico, Mujer, Melodrama, Amor, Nocturnos, Vitalismo y Desnudos son los ejes que ordenan Arquetipos.
 La muestra arranca con la quietud y luminosidad impresionista de los retratos de sus hermanas, con figuras melancólicas que miran lejos.
 La sección muerte presenta las múltiples versiones de La niña enferma sobre las que Munch trabajó hasta llegar a esa Agonía densa y expresionista
. En la sección del pánico están las litografías y xilografías de El grito, de Ansiedad y de Pánico en Oslo.
El color vuelve al tratar el tema de la mujer, donde surgen las amenazadoras vampiras, que acaban desembocando en Celos y Sorpresa, y en esa habitación de papel verde moteado que presta un fondo repetido en los cuadros que desarrollan el Melodrama.
 Amor recoge el Beso con el que Munch llega a la abstracción. En Nocturnos van desapareciendo las figuras. Aún queda el Vitalismo fresco y Desnudos, el último bloque, que se cierra con El artista y su modelo mirando fijamente desde el lienzo.
Edvard Munch. Arquetipos. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid. Desde el 6 de octubre hasta el 17 de enero.
Munch: Van Gogh. Museo Van Gogh, Amsterdam. Hasta el 17 de enero.

 

Audrey Hepburn, del glamour a los fogones..................................................................Margot Molina

Luca Dotti, el hijo de la actriz, publica un libro en el que mezcla las recetas y la biografía de su carismática madre.

 

Aurey Hepburn con su hijo Luca, en su casa de 'La Paisible' (Suiza), en 1971.

Contemplando algunas de sus famosas fotografías de Vacaciones en Roma, My Fair Lady o Desayuno con diamantes nadie podría imaginar que Audrey Hepburn “era capaz de comerse tres platos de pasta y de atiborrarse de helados”, como desvela su hijo Luca Dotti, quien cuenta que la estrella más glamurosa y delgada de cuantas han brillado en Hollywood no se privaba de nada y disfrutaba cocinando para su familia, “como un ama de casa romana normal”.
 “Mi madre siempre decía que cada uno tiene que escuchar a su cuerpo”, precisa Dotti, quien acaba de publicar Audrey en casa. Recuerdos de la cocina de mi madre, una obra a mitad de camino entre un recetario y una biografía de la actriz británica.
El hijo menor de la actriz está empeñado en mostrarle al mundo que su famosísima madre nunca actuó, ni delante de la cámara ni en su vida privada:
 “Ella era siempre la misma. Se comportaba exactamente igual con sus amigos de Hollywood que con el tendero de la esquina o con las personas que trabajaban en nuestra casa”,
 asegura Dotti (Lausana, Suiza, 1970), fruto del segundo matrimonio de Hepburn y del neuropsiquiatra italiano Andrea Dotti.
Y para conseguirlo ha escrito Audrey en casa, en colaboración con el periodista Luigi Spinola, un libro que mezcla las recetas favoritas de la actriz con fotografías de su álbum familiar y anécdotas de su vida privada.
 La obra, que acaba de salir en castellano editada por Libros Cúpula (Planeta), es como una ventana por la que el lector puede asomarse y sentirse uno más de la familia Dotti-Hepburn, un curioso tándem que se forjó durante un crucero por la costa de Turquía en 1968, en el que se conocieron y enamoraron, y duró 13 años en los cuales la actriz solo aspiró a ser una buena ama de casa y cocinar para los suyos, una vocación que la apartó del cine durante ocho años.
“Engracia, que ahora vive en Talavera de la Reina y nació el mismo año que mi madre [1929], introdujo en nuestro menú el gazpacho y la tortilla de patatas
. Ella fue como una madre suplente para mí”, cuenta Dotti, quien justifica que la receta de gazpacho incluya salsa de Tabasco porque “era una opción de mi papá”. “Él le añadía picante a casi todo”, aclara.

Aunque el recetario incluye platos nórdicos —Audrey nació en Bruselas de madre holandesa y padre inglés—, españoles, estadounidenses o suizos —donde la actriz tuvo toda la vida su refugio, la casa jardín de La Paisible—, la mayoría son italianos
. “No soy ningún chef, pero me encanta cocinar
. Mi madre me enseñó a apreciar los productos.
 Tomaba mucha verdura y, como casi todos los que vivieron la II Guerra Mundial, patatas, siempre patatas con todo”, comenta el autor del libro.
“Uno de mis platos favoritos son los espaguetis a la puttanesca, que mamá preparaba cuando estaba de vacaciones Giovanna, la celosa cocinera que no dejaba entrar a nadie en su territorio.
 Se cocina muy rápido, con el fuego muy vivo.
 La historia dice que es un plato que se hace en solo 15 minutos, porque era el tiempo que las prostitutas tenían entre cliente y cliente.
 También me gusta mucho el hígado a la veneciana, quizás porque es lo que más comió mi madre cuando estaba embarazada de mí siguiendo los consejos del médico”, cuenta Dotti.

Audrey Hepburn en 'Villa Rolli', a las afueras de Roma en 1954.
“Nuestra primera intención era hacer un recetario.
 Yo me dediqué, a lo largo de dos años, a visitar a familiares, amigos y personas que habían trabajado para mi madre y recopilé unos 200 platos.
 Pero lo que en principio iba a ser un libro de cocina, se transformó en una especie de perfil humano, porque nos dimos cuenta de que era una pena no incluir todas esas anécdotas e historias que había acumulado”, explica Luca Dotti en un casi perfecto castellano con acento argentino por teléfono desde su casa de Roma, la misma en la que creció.
“Aprendí español porque la mamá de mi primer hijo es de Buenos Aires.
 Me resultó fácil ya que me crie hablando francés e italiano y algo de inglés, pero muy poco”, asegura Dotti, diseñador gráfico quien desde 2013 relevó a su hermano Sean Hepburn Ferrer [hijo del actor y director estadounidense Mel Ferrer, con quien la intérprete estuvo casada de 1954 al 1968] al frente del Fondo Audrey Hepburn por la Infancia, una organización que gestiona el legado de la intérprete desde 1995 con el objetivo de financiar proyectos concretos y continuar así la labor que ella desarrolló como embajadora de Unicef.
 Los beneficios que se obtengan de este peculiar libro de cocina, que primero se editó en inglés, en octubre saldrá en italiano y el año próximo se publicará en Alemania y en varios países asiáticos, se destinarán a este fondo.
“Mi madre no fue un icono internacional hasta después de su muerte [falleció en 1993 a los 63 años]. Vivió como una persona común, rodeada por sus amigos y manteniendo su privacidad pero no se escondía de nadie y hablaba con todos.
 Lo que ha venido después es sorprendente, la gente se inventa cosas porque les viene bien”, desvela Luca Dotti, quien recuerda que en una de las exposiciones fotográficas que organizaron en Corea se enteró de que habían escrito que sus padres se conocieron en un crucero en el que él (que era psiquiatra) trabajaba como médico y ella era una pasajera que estaba deprimida.
“Les dije que eso era un error que no tenía nada que ver con la realidad, pero me contestaron que era una historia bonita y a ellos les gustaba así”. Con las estrellas de cine cualquiera se cree guionista.