Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

22 sept 2015

Absueltos la abuela, el padre y la tía de la Reina por insolvencia punible

Los familiares alegaron que habían pedido una hipoteca para pagar una deuda y no con la intención de evitar que la acreedora y denunciante pudiera embargar sus bienes.

 

El padre, la abuela y la tía de la reina Letizia.

El Juzgado de lo Penal Número 2 de Oviedo ha resuelto absolver al padre, la tía y la abuela de la Reina de la acusación por un delito de insolvencia punible, según ha informado este martes el Tribunal Superior de Justicia de Asturias.
 En el juicio celebrado el pasado 11 de septiembre, Jesús Ortiz, Henar Ortiz y María del Carmen Álvarez, padre, tía y abuela de doña Letizia, rechazaron la acusación por alzamiento de bienes.
Los familiares alegaron que habían solicitado una hipoteca inversa para pagar una deuda familiar de 135.000 euros con una entidad bancaria.
 Y explicaron que su intención no era, tal como exponía la denunciante, evitar el embargo de sus bienes para cubrir esa otra deuda, con Sandra Ruiz, que les reclamaba el pago de 20.000 euros.

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La querella se produjo como consecuencia de las relaciones comerciales entre Sandra Ruiz, la mercantil Henar Ortiz Decoración S.L. y Henarmonía S.C., de la que era administradora Henar Ortiz. Sandra Ruiz reclamaba a Henar Ortiz el pago de más de 20.000 euros, una deuda contraída por la tía de doña Letizia cuando esta regentaba una tienda de regalos en Cangas de Onís.
Tras la denuncia, la fiscalía determinó que Henar Ortiz, pero además su madre y su hermano, podrían haber incurrido en ocultamiento de bienes para no afrontar la deuda contraída por la tía de la Reina.
Con la hipoteca inversa, la abuela de la Reina recibió 239.000 euros; de estos, 135.000 fueron destinados para saldar la deuda con el banco y 65.000, para el pago de intereses.
 Con los 38.000 euros restantes, la propietaria de la vivienda en Sardéu (Ribadesella) realizó obras de reforma.
La demandante aseguró durante la vista que no había recibido ningún pago de la deuda por parte de la sociedad Henar Ortiz Decoración S.L., cuyos administradores eran Henar Ortiz y su hermano Jesús, hasta que puso la denuncia en fiscalía.
Según la versión de Sandra Ruiz, nunca tuvieron intención de pagarle
. Sin embargo, el padre de la Reina ha manifestado la deuda sí fue saldada antes de la denuncia.
El juzgado de Oviedo ahora ha dado la razón a los acusados, al alegar que el dinero que no se dio a la acreedora fue empleado en el pago de otras deudas realmente existentes.
 "El pago en parte de las deudas, otorgando preferencia a unos sobre otros, impide apreciar el ánimo defraudatorio general, que es el que da vida al tipo penal estudiado", señala la sentencia, contra la que cabe un recurso de apelación.
La acusación particular pedía para cada uno de los demandados 2 años y 6 meses de prisión, y una multa de 10 euros diarios durante 16 meses.
 Además, para Henar y Jesús Ortiz pedía la inhabilitación especial para el desempeño del cargo de administrador o apoderado en cualquier persona jurídica, así como para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la condena.

21 sept 2015

¿Cuál es tu cartel de cine favorito?

¿Cuál es tu cartel de cine favorito?

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Seguramente no haya carteles más originales que los realizados en Polonia, aunque presentan el pequeño inconveniente de hacer que todas las películas parezcan del género de terror… Un buen póster debería ser capaz de transmitir de un vistazo algunos aspectos fundamentales acerca de aquello que anuncia —su género, sus protagonistas, el público al que va dirigida— y a estas alturas la industria del cine ya ha elaborado una semiótica en torno a una serie de clichés de los que hablamos en su momento
En esa tensión entre la originalidad y la eficacia descriptiva unos pocos carteles logran convertirse en pequeñas obras de arte por sí mismos, han llegado a resultar icónicos y adornan las paredes de nuestras casas e incluso se convierten en objetos de coleccionismo que alcanzan cientos de miles de euros en subastas.
 Naturalmente resulta difícil en muchos casos llegar a distinguir si uno de ellos nos atrae porque es la película la que nos gusta; es lo que intentaremos a continuación, aunque por supuesto cada lector es muy libre de votar según el criterio que le plazca así como de añadir otros ejemplos si lo desea.















Apocalypse Now






Imagen:

La alegría de la casa............................................................Juan Cruz

Ha muerto una inteligencia que no ha conocido muchos pares en el oficio de intermediario entre el talento y el lector.

 

Cambió la cultura literaria en lengua española, dice el Nobel Vargas Llosa.
 Y cambió, sobre todo, la vida de todos aquellos cachorros del boom que la siguieron adonde ella quiso.
 Del boom y de los escritores en lengua española que acogió en su seno.
 Les dedicó su tiempo y sus sueños, y ella fue la pesadilla de todos ellos, pero también su alegría. Cuando Juan Marsé cumplió sesenta años le organizó en su casa de Diagonal una fiesta sorpresa en la que el editor Mario Lacruz tocó al piano As time goes by en una atmósfera que se parecía a una fiesta sin fin de las que organizaba Gatsby en su casa llena de melancolía. Cuando a Gabo le dieron el Nobel en Estocolmo ella removió el mundo de las floristerías para que la ciudad sueca se llenara de las flores amarillas que degustaba el de Aracataca.
 Cuando sus amigos festejaban el cumpleaños y cualquier circunstancia feliz de la vida, ella se las arreglaba para que hubiera champán llegado directamente desde una cava catalana.
Su pasión por la amistad convertía la casa en una fiesta movible, continua, de la que no se escapaban los secretos
. Estaban por allí los autores, los amigos, las canciones, la cocina que ella controlaba como una chef de gusto extraordinario; y a nadie se le ocurría irrumpir con insinuaciones sobre el negocio.

Leticia Escario, amiga suya "desde tiempo inmemorial", recuerda esa atmósfera, y añade un dato que prolonga el carácter de Carmen, tan severa, como una amiga a la que le gustaban los guiños del juego
. "Como éramos Leo, así que mandonas las dos", decía ayer Leticia, "habíamos decidido un pacto en virtud del cual un día tomaba una el mando y otro día era la otra quien mandaba".
El mando era sobre cualquier cosa, sobre lo que se comía, sobre lo que se hacía.
"Era un mando doméstico".
 En ella, como agente, como ser que organizaba la vida de los autores, mandaba ella sola, y de qué manera; el sustento de su mando era, sobre todo, el secreto; de aquellas reuniones, de las que tenía con escritores o con periodistas, no se filtraba nada que ello no quisiera que fuera conocido, y a veces hablaba más de la cuenta haciendo creer que hablaba más de la cuenta, cuando en realidad se estaba guardando, astutamente, toda la sustancia.
"La amistad y el trabajo", decía Leticia Escario, "eran dos mundos". Es muy difícil hallar fisura alguna en ese recuerdo de su extrema profesionalidad.
Su pasión por la amistad convertía la casa en una fiesta movible, continua, de la que no se escapaban los secretos.
Estaba en la fiesta.
 Y estaba a las duras también
. Hizo lo imposible, cuando murió Manuel Vázquez Montalbán, para que uno de sus ahijados más cercanos fuera traído a Barcelona desde el lejano Bangkok en el que se había cumplido la tremenda premonición de un poema propio.
Ese día en que ya Manuel era pasado y tristeza en su alma, Balcells comió a solas en su casa; al fondo del salón en el que transitaba de la melancolía al repertorio de órdenes que daba siempre, una fotografía gigante de Manolo V subido a una escalera
. En un momento dado de esta ceremonia casi secreta de despedida, ella levantó su mano y le dijo, dirigiéndose al hombre que ya era memoria y fotografía: "Acá estamos, Manolo, nos vemos".
Cuando le dieron a Mario Vargas el Nobel, hace cinco años, ella se desplazó a Estocolmo, igual que iba a todas partes, desafiando la ley de la gravedad de sus propias dolencias, y nadie supo que se iba, se fue con la elegancia con la que disimuló la angustia y el dolor pero (como aquella mujer de la que escribió Hemingway) nunca estuvo triste una mañana.
Y es que había muerto su marido.
 Era discreta como un secretario de Estado, y locuaz tan solo para disimular con palabras y carcajadas lo que no quería que se supiera.
 Ella tenía un negocio, decía, y eso era incompatible con compartir secretos y con tener más amigos que los que cabían en su agenda chiquita y de bolsillo.

Cuando estuve en su casa, hace algo más de un mes, siguiendo ese dictado suyo que convocaba con imperiosidad a la gente, para saber de ellas, para resumir lo que pasaba, para saber más de lo que ocurría en el periodismo o en la vida, organizó el almuerzo como si estuviera llevando a cabo una obra de ingeniería. Siempre era así.
 Empezaba y acababa bien las cosas, y en aquel momento ya la salud la llamaba imperiosamente al pesimismo, del que nunca hizo gala
. Cualquier cosa, la más simple, la más complicada, tenía en ella a una experta en algo inasible, casi secreto: la capacidad de ordenar, de poner en su sitio las palabras, las broncas y los sueños.
 Esa vez solo soñaba, añadiendo misterio al futuro.
 ¿Por fin, venderás la agencia, Carmen? "¡Eso te lo voy a decir a ti, que eres periodista!"
Reía como vi reír, con tantas ganas, a poca gente; tenía una memoria que no se basaba tan solo en su capacidad para anotarlo todo todo el tiempo, sino en la intuición, en la habilidad para juntar un punto con otro y rellenar los vacíos con el interrogatorio eficaz al que te sometía.
 No solo ha muerto Carmen Balcells; ha muerto, sobre todo, una inteligencia que no ha conocido muchos pares en el oficio de intermediario entre el talento y el lector; una labor que fue decisiva y que desarrolló con un talento feroz y emocionante.
 Además, y esto parece mentira que se pueda decir de alguien que con tanto filo desarrolló el oficio, fue siempre, también, la alegría de la casa, de cualquier casa en la que estuviera.

Retrato indirecto de Liz Taylor......................................................... Begoña Gómez Urzaiz

La fotógrafa Catherine Opie pasó seis meses en la casa de la actriz, justo en el momento de su muerte, y le dedica el libro ‘700 Nimes Road’.

 

Elizabeth Taylor
La actriz Elizabeth Taylor junto a Michael Todd asistiendo al Festival de cine de Cannes en 1957. / CORDON PRESS

"Tiara de diamantes Mike Todd". La etiqueta, escrita en un humilde rótulo tipo DYMO, como la que usaría cualquiera para poner “ropa de bebé” o “mantas invierno” y pegada en una gastada caja de joyería, lo dice todo.
 Dentro guardaba Elizabeth Taylor la espectacular diadema de diamantes y platino que le regaló su tercer marido en 1957 y que ella, encantada, se puso ese mismo año en Cannes y en los Oscar.
Ese es uno de los muchos detalles que se pueden apreciar si uno se detiene unos minutos en las imágenes que forman 700 Nimes Road (Prestel), el libro con el que la fotógrafa Catherine Opie ha querido hacer un retrato de la actriz a través de sus objetos.
La serie completa podrá verse a partir de enero en el MOCA, el museo de arte contemporáneo de Los Ángeles y en la galería Lehman Maupin de Nueva York.
Opie, cuyo anterior proyecto, Inauguration, consistió en fotografiar a un centenar de las personas que acudieron a Washington para asistir a la primera toma de posesión de Barack Obama, se inspiró en una famosa serie que William Eggleston hizo en Graceland, retratando las pertenencias de Elvis Presley seis años después de su muerte.
Y tuvo acceso a Taylor de manera un tanto fortuita, gracias a que ambas compartían el mismo contable.
Un gato olisquea zapatos de Chanel. / ©Catherine Opie (Courtesy of Regen Projects, Los Angeles and Lehmann Maupin, New York & Hong Kong)
Opie llegó al 700 de la calle Nimes, la (lujosa, pero no babilónica) casa de la actriz en el barrio de Bel Air cuando ésta aún vivía, pero no llegaron a cruzarse, porque Taylor ya pasaba la mayor parte del tiempo en su dormitorio.
Tres meses después, la llevaron al hospital en el que murió, pero la familia insistió en que la fotógrafa siguiese en la casa y completase el proyecto, para el que disparó más de 3.000 imágenes.
 “Al poco, empezaron a desmantelar la casa, así que todo el trabajo se tiñó de cierta melancolía.
 No era sólo el final de una vida, era el final de una vida icónica”, explica la fotógrafa por teléfono.
Había varias cosas que quería evitar.
 Una era plasmar la casa “como si fuese un reportaje de Architectural’s Digest” y otra dejarse deslumbrar por el lujo y prestar demasiada atención a las famosas joyas de la actriz (aun así reconoce que las esmeraldas impresionan en directo).
“Me gusta la idea de que sus objetos eran muy democráticos para ella, que ella los amaba a todos igual”, afirma.
De hecho, una de sus fotos preferidas es la que muestra el manual de instrucciones del mando de la tele, con las páginas gastadas por el uso.
Diamantes, perlas, piedras y cristales eran parte del mobiliario de Taylor. / ©Catherine Opie (Courtesy of Regen Projects, Los Angeles and Lehmann Maupin, New York & Hong Kong)
También le llamó la atención la cantidad de miniaturas que inundaban la casa, que nunca había sido fotografiada antes. Zapatitos. Muñequitos. Muestritas de perfume. Perritos malteses por todas partes. “Les concedí un valor metafórico –dice– Alguien que tuvo una vida tan grandiosa y que de alguna manera monta una producción cada vez que sale de casa, con seguridad y gente alrededor, debía sentirse así en su propia casa”.
Para alguien que construyó tantos hogares distintos, con todos sus maridos, y que viajó a tantos rodajes, sorprende la cantidad de objetos que la actriz llegó a reunir en su última casa
. Allí están las zapatillas de ballet que usaba de niña, que su madre conservó, sus Oscars, alineados sin mucha pompa, las tarjetas de cumpleaños de Andy Warhol y Bette Davis, los guantes de boxeo de Sugar Ray Robinson, el traje de chiffon amarillo que llevaba la primera vez que se casó con Richard Burton y los muchos, muchos trajes de Valentino, Fendi, Halston, Dior o Chanel que coleccionaba y que se subastaron en Christie’s en 2011, apenas meses después de su muerte.
Anillo de diamantes bautizado como Krupp. Richard Burton se lo regaló en 1969. / ©Catherine Opie (Courtesy of Regen Projects, Los Angeles and Lehmann Maupin, New York & Hong Kong)
Ingrid Sischy, la periodista recientemente fallecida, directora durante muchos años de la revista Interview y amiga de medio Hollywood –la mitad buena–, conocía bien tanto a Opie como a Taylor y se encarga de firmar uno de los textos del libro.
Allí destaca las diferencias entre ambas: “Para empezar, Taylor tuvo ocho maridos, si cuentas las dos bodas con Richard Burton, y Opie tiene una esposa .Taylor era una loca de la ropa, que amaba la moda, ya fuese alta costura creada especialmente para ella o un caftán comprado en cualquier lado. Opie no tiene ningún interés ni conocimiento de la moda y lleva cada día y cada noche el mismo uniforme de vaqueros
. Las diferencias son obvias pero son las afinidades las que hacen de estas fotos memorables. Tienen una honestidad y una claridad que es conmovedora y elocuente”.
 La propia fotógrafa también rememora en el libro como, a veces, ponía su zapatilla de deporte al lado de los mules de satén de Chanel de Taylor y “cabeceaba de incredulidad”.
 Pero, como señala Sischy, no enfoca todo ese glamour casi kitsch, esa feminidad exacerbada, como si fuera algo ridículo, ni tampoco grandioso, simplemente como las cosas de una señora mayor bastante interesante.