Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

20 sept 2015

Escenas veraniegas...................................................................... Javier Marías

El pasado agosto viajé por España, un país en el que cada ciudad, cada aldea y hasta cada barrio montan festejos más o menos brutos, más o menos despilfarradores, todos con el denominador común de lo que aquí más priva: el ruido, el estruendo, el estrépito, sea en forma de petardos y tracas o de la omnipresente música atronadora.
 Bien, ya se sabe, es el mes de la Virgen de los Jolgorios.
 Pero a la vez se ven con frecuencia escenas como la siguiente.
 Un pequeño y agradable pueblo marino, asolado –como todos– por masas interesadas sólo en comer a dos carrillos (los insoportables programas de cocina de las televisiones no hacen sino reflejar la realidad de numerosos compatriotas: gente que ha dejado de lado casi cualquier inquietud para dedicarse a engullir animalescamente).
Aquel no era sitio de manteles, si acaso de mantelitos de papel, el típico lugar de tapas y raciones
La terraza de un local, en una plaza muy grata, está de bote en bote, pero no hay muchas personas esperando de pie a que se quede libre alguna mesa
. Carme y yo decidimos aguardar un poco, a ver si hay suerte.
Delante sólo tenemos a un grupo, eso sí, de ocho o nueve, como son ahora todas las familias, que no se separan ni a tiros, la española pasión por el gregarismo.
Por fin se liberan las suficientes mesas (cercanas, un milagro) para juntarlas y dar cabida a la patulea. Las camareras las están preparando, y de vez en cuando se aproxima a ellas “el padre”: un tipo de cuarenta y tantos años, con aspecto innoble: pantalones de esa longitud criminal que aniquila al más apuesto, por encima o por debajo de las rodillas, y que por tanto lleva hoy todo el mundo; una camisola por fuera, a la vez holgada y prieta (quiero decir que no le contenía las grasas y sin embargo le realzaba los vergonzosos pechos que estaba desarrollando); un sombrerito ridículo; chanclas; una barriga infame que le impediría verse los pies desde hace tiempo.
Este sujeto había decidido supervisar el trabajo de las camareras, les daba órdenes impertinentes y sobre todo les ponía pegas.
 No era hora ni lugar para poner ninguna, conseguir mesa para tantos era para darse con un canto en los dientes.
Regresaba a la “cola” y alardeaba de sus intervenciones ante su mujer y una cuñada (supongo), con no mejor aspecto ni tampoco más educadas.
 “¿Qué les has dicho a esas tías, qué pasa?”, le preguntaban ellas.
 “Qué coño les voy a decir, que no nos gusta esa mesa, que queda fuera de los toldos; que la corran para allá, no nos va a dar esta puta solanera”. Aquello era imposible, no había hueco para correr nada. “Y ni siquiera nos ponen mantel”, agregaba, “les he mandado ir por uno”.
Aquel no era sitio de manteles, si acaso de mantelitos de papel, el típico lugar de tapas y raciones. “¿Qué se creerán las tías?”, exclamaba una de las mujeres, como si estuvieran en el Ritz y les hubieran faltado al respeto, a ellos, que tenían dinero.
 Porque iban hechos unos pingos, como se decía antes, faltando al respeto a cuantos tuviéramos la mala pata de verlos, pero era indudable que les sobraba el dinero.
 Y a demasiada gente que aún lo conserva, en esta España depauperada, no hay manera de enseñarle modales.
 Al contrario, cuanto más empobrecidos a su alrededor, más se crece y más exige y más molesta y desprecia.
 No hace falta añadir que la familiola formó tal tapón con sus demandas que dimos por imposible que nos llegara alguna vez el turno.
Cada paseo se me convertía en un sufrimiento por las decenas de críos que triscaban por allí sueltos como cabras
Otra escena contradictoria y curiosa
. Como saben, hoy los niños nacionales son una especie de idolillos a los que todo se debe y por los que se desviven incontables padres estúpidos.
 Están sobreprotegidos y no hay que llevarles la contraria, ni permitir que corran el menor peligro. Son muchos los casos de padres-vándalos que le arman una bronca o pegan directamente al profesor que con razón ha suspendido o castigado a sus vástagos. Pues bien, visité un lugar con muralla larga y enormemente elevada.
 El adarve es bastante ancho, pero en algunos tramos no hay antepecho por uno de los lados, y los huecos entre las almenas son lo bastante grandes para que por ellos quepa sin dificultad un niño de cinco años, no digamos de menos
. El suelo es irregular, con escalones a ratos
. Es fácil tropezar y salir disparado.
 Al comienzo del recorrido, un cartel advierte que ese adarve no cumple las medidas de seguridad, y que pasear por él queda al criterio y a la responsabilidad de quienes se atrevan.
 Si yo tuviera niños no los llevaría allí ni loco, pero con ellos soy muy aprensivo, y los sitios altos y sin parapeto me imponen respeto, si es que no vértigo propio y ajeno.
Aquella muralla, sin embargo, era una romería de criaturas correteantes de todas las edades, y de cochecitos y sillitas con bebés o casi, no siempre sujetos con cinturón o correa.
 Algunos cañones jalonan el trayecto, luego los padres alentaban a los niños a encaramarse a ellos (y quedar por tanto por encima de las almenas) para hacerles las imbéciles fotos de turno
. Miren que me gusta caminar por adarves, recorrer murallas.
 Pero cada paseo se me convertía en un sufrimiento por las decenas de críos que triscaban por allí sueltos como cabras, sobre todo en los tramos sin parapeto a un lado.
 A veces pienso que estos padres lo que no toleran es que a sus hijos les pase nada a manos de otros; pero cuando dependen de ellos, que se partan la crisma.
Ya echarán la culpa a alguien, que eso es lo que más importa.
elpaissemanal@elpais.es

Aquel niño........................................................................................................ Rosa Montero

Era esencial que se viera en toda su desolación y su crudeza la tragedia en la que estamos instalados.

No sé si cuando lean este artículo ya se habrán olvidado de la estremecedora imagen del niño ahogado.
 O más bien de los niños ahogados, Aylan y su hermano de cinco años.
 No sé si hay estudios científicos fiables sobre cuánto tarda la opinión pública en perder el interés sobre un tema.
En los más de cuarenta años que llevo ejerciendo el periodismo, he podido constatar una y otra vez que la atención de la gente es imprecisa, mudable, vana
. Que recorre fugaz y caprichosamente la realidad de la misma manera que una ráfaga de viento recorre un campo de trigo.
 Por ejemplo, estoy completamente de acuerdo con el escándalo que produce la terrible valla de los húngaros contra los refugiados; pero lo curioso es que no mostramos el mismo horror contra las otras vallas del mundo, empezando por la nuestra, esa reja atroz llena de cuchillas mutiladoras
. Y es que esa valla ya la tenemos arrumbada en el almacén de los recuerdos borrosos.

Sin embargo, creo que la imagen de aquel niño fue tan brutal que por lo menos nadará en la sopa de nuestra desmemoria un poco más: ¿tres semanas, quizá, en vez de dos? Hubo gente que consideró un exceso publicar esa foto.
 Yo soy por lo general bastante reacia a la utilización de instantáneas truculentas, pero me pareció que en este caso era esencial que se viera en toda su desolación y su crudeza la tragedia en la que estamos instalados
. Porque, claro está, no son los primeros niños que fallecen
. Sin ir más lejos, en el aterrador camión de la muerte de Austria, en el que murieron asfixiadas 71 personas, había cuatro niños entre los dos y los diez años
. Esa muerte sin imágenes aún me atormenta más; esa tortura lenta y espantosa.
 Pero al no tener una foto-aguijón, una foto-cuchillada, pudimos perder el recuerdo más fácilmente entre los recovecos de nuestro cerebro.
Y no es que los humanos seamos especialmente malvados, especialmente cínicos, especialmente egoístas por olvidar.
 Bueno, sí, sin duda somos egoístas, pero hay un egoísmo que es necesario para sobrevivir.
 Lo que quiero decir es que estar todo el rato pensando en el dolor del mundo, que es infinito, convertiría la vida en algo insoportable.
 Pero claro, hay maneras de olvidar y grados de olvido.
 En efecto, no podemos estar todo el día obsesionados con el horror; pero tampoco podemos pretender vivir en la mejor y más confortable de las realidades, en una cotidianidad sin ningún malestar, porque, por desgracia, el mundo que nos ha tocado vivir no es así.
Y no tenemos más remedio que aceptar nuestra cuota de incomodidad y de escozor.
No tenemos más remedio que abandonar nuestra zona de confort y adaptarnos a la nueva realidad
Me temo que vivimos en guerra, una guerra distinta a las convencionales, pero guerra al fin.
Es decir, me temo que esto no ha hecho más que empezar
. La mitad del planeta está siendo incendiada; la mitad del mundo es un infierno, de violencia, de intolerancia y de simple y pura hambre, que es otra forma brutal de violencia.
Me parece ver la bola de la Tierra, flotando blanca y verde y azul en el espacio, recorrida por desesperadas, agónicas procesiones de hormigas que intentan salvar la vida.
Y todas convergen hacia un pequeño lugar de relativo refugio, ese territorio protegido en el que hemos tenido la bendita, azarosa, minoritaria suerte de nacer.
 Igual podríamos haber nacido en Nigeria o en Siria, por ejemplo, y ahora esta vida nuestra que nos parece tan enormemente importante, tan merecedora de todos los derechos y tan esencial, estaría siendo pisada, torturada, aterrorizada, despedazada, aniquilada, robada, burlada, violada y asesinada por los Boko Haram, el EI, los esclavistas, los traficantes de personas y demás monstruos que pululan por ahí.
Así que creo que esta vez no tenemos más remedio que abandonar nuestra zona de confort y adaptarnos a la nueva realidad. Mientras escribo este artículo, en Alemania y otros países europeos, así como en algunas ciudades españolas, se están formando redes de ayuda para los refugiados.
 En algunos casos la gente ofrece habitaciones o pisos gratis, es decir, se ofrece a acogerlos en sus casas, lo cual me conmueve y me avergüenza, porque yo desde luego soy incapaz de hacer algo tan generoso y tan valiente.
 Pero saber que existen estos anónimos héroes civiles compensa de algún modo el horror del mundo y, sobre todo, nos obliga a los demás, a la gente normalita, a salir de nuestra pereza, a obligarnos a no olvidar la tragedia global que estamos viviendo, a exigir la implicación de nuestro Gobierno, a colaborar con tiempo, con dinero, con protestas, para paliar tanto dolor y para hacernos cargo de lo que nos corresponde.
 Porque, si no lo hacemos, pronto viviremos encerrados dentro de un pequeño territorio rodeado de muros.
 Es decir, pronto seremos simples prisioneros de nuestra incapacidad y nuestra indiferencia
@BrunaHusky
www.facebook.com/escritorarosamontero
www.rosamontero.es

 

Indiscreta

Sinopsis
Una famosa actriz conoce a un elegante y rico hombre de negocios y ambos se sienten inmediatamente atraídos
. Él le confiesa que está casado y que su esposa se niega a concederle el divorcio.
 A pesar de todo, mantienen una feliz y romántica relación.
 Producida y dirigida por Stanley Donen ("Cantando bajo la lluvia, 1952), se basa en la obra teatral "Kind Sir" (1953), de Norman Krasna, adaptada por éste al cine.
Se rodó en interiores y exteriores de Londres y en los Elstree Studios.
Fue nominada a 3 Globos de oro, 2 BAFTA y un WGA (guión). Producida por Grandon Productions, se estrenó el 20-V-1958 (EEUU).

La acción tiene lugar en Londres, en 1957, a lo largo de varios meses.
 Narra la historia de amor de Anna Kalman (Ingrid Bergman) y Philip Adam (Cary Grant). Ella es famosa actriz de teatro, de unos 33 años, elegante y sofisticada, ha tenido varios desengaños amorosos y se siente desilusionada
. Él, diplomático americano, nacido en San Francisco hace unos 35 años, destinado a la sede de la OTAN en Paris, es experto en finanzas internacionales y, según confiesa, ha tenido una experiencia matrimonial fracasada.
Es aficionado a la música y al ballet y siente aversión al compromiso.
 El encuentro entre ambos hace renacer en Anna las ilusiones perdidas.

La película desarrolla una comedia romántica entre dos personas con experiencias amorosas pasadas y de edades superiores a los 30 años, que se enamoran como colegiales, lo que aporta elementos de humor y de reflexión sobre ls relaciones entre la edad y el amor verdadero
. El film se desenvuelve en un ambiente de lujo y opulencia, que visto con ojos de hoy resulta empalagoso.
 Es destacable el vestuario de Christian Dior para Anna, con el que buscó aunar elegancia e innovación sobre la moda del momento. La historia contiene elementos de transgresión, que elevan el tono del relato y suscitan el interés del público.
 El amor extramatrimonial de Philip se explica con sutilezas y rodeos para evitar la censura.
Ésta no permitió la inclusión de una escena de cama de los enamorados, que el director sustituyó por una doble imagen en la que éstos aparecen separados por una tenue línea de sutura vertical.
Los orígenes del realizador como bailarín explican las referencias al ballet, la alegre escena del baile de la rueda y los vibrantes pasos de baile en solitario de Cary Grant.
 El enredo de verdades y mentiras enardece el interés del relato.

La música aporta una canción original, "Indiscreet", de Cahn y Hensen
. El score ofrece una variada selección de solos de piano, violín y saxo y composiciones de cuerdas, de aires románticos y clasicistas.
La fotografía, cuidada y bien contrastada, se recrea en grandes espacios interiores, en el vestuario de Anna y en una decoración recargada y suntuosa.
 Los paspartús de colores diversos de los cuadros del salón de Anna crean un curioso y novedoso colorismo. Se agradece la reiterada visión de una aguatinta de Picasso.
 El guión está escrito con habilidad y contiene unos diálogos espléndidos.
 La interpretación de los protagonistas, reunidos tras 12 años desde "Encadenados" (1946), es excelente.
La dirección crea una más que interesante comedia de amor, intriga, celos, enredos, mentiras, engaños y revanchas.

La boda secreta que molestó a Gela Alarcó, la ex mujer de Rodrigo Rato

Rodrigo Rato y Alicia González en una imagen de archivo
¿A qué dos amigos invitarías a tu boda si fueras Rodrigo Rato (66)? "A Teresa Arellano y a Martínez Pujalte". Esta es la respuesta, sin dudar, que los que conocen a Rodrigo Rato ofrecen a La Otra Crónica.
 El ex vicepresidente del Gobierno contrajo matrimonio el pasado 9 de septiembre en una ceremonia secretísima.
El enlace supuso dos cosas: la sorpresa entre varios de los íntimos del economista y la satisfacción de Alicia González (44) que tras 15 años se convierte en señora de Rato, arrebatando el título a Gela Alarcó.
"Lo he leído en la prensa, no tenía ni idea, le felicitaré cuando le vea". Al otro lado del teléfono, Teresa Arellano niega haber estado en la boda de su jefe.
 Es su secretaria personal desde hace más 30 años y testaferro del ex presidente del FMI en, por lo menos, siete de las numerosas empresas de Rato
"Sabía que se había casado, pero desconocía el día", cuenta el diputado Vicente Martínez-Pujalte.
 De los pocos íntimos que aún no han dado de lado al economista tras sus problemas con la justicia, el popular también niega haber estado en el enlace: "No acudí", asegura a LOC.
Pese a que en un primer momento se aseguró que a la boda acudieron las familias de ambos y cuatro amigos, lo cierto es que por parte de Rato ni siquiera estuvieron todos sus hijos. "Fueron las niñas [como explicó ABC, el hijo varón no estuvo porque se encontraba fuera]
. Aunque tienen una relación estrecha con su padre, no estaban de acuerdo con la boda", esta declaración la hace una amiga de Gela, quien no quiere desvelar su nombre..

Solo con sus hijas

No hubo ningún Rato aparte de Gela y Ana, sus dos hijas. "Sus sobrinos no estuvieron, porque ayer hablé con uno de ellos", desvela Martínez Pujalte.
Tampoco María Ángeles Rato Figaredo, hermana de Rodrigo, ni Felicidad Salazar-Simpson, viuda de su otro hermano, Ramón, estuvieron en la ceremonia, que tuvo lugar en Carabaña.
No han trascendido los motivos de los familiares de Rato para ausentarse de la boda.
Lo que sí ha sabido LOC es la opinión que Gela tiene del enlace del que fuera su marido con una chica 22 años más joven.
 Desde su círculo más cercano aseguran que la ex de Rato está "muy molesta" con el enlace, que pensaba que nunca iba a suceder.
"No lo entiende, insiste en que Rodrigo no se ha dado cuenta de que solo ha estado bien durante su matrimonio".
Más contenta tiene que estar Alicia
. A la periodista, que mantiene una columna sobre economía en El País y que es colaboradora del programa La Brújula de Onda Cero, la boda supone formalizar un noviazgo que ha durado años.
Cuando Rato fue nombrado presidente del FMI, en 2004, Alicia viajó con él hasta Washington.
La falta de un enlace matrimonial le impedía ejercer como primera dama
. El protocolo no contempla la compañía de novias en cenas de alto nivel.
 Ese fue uno de los motivos que llevaron a Rato a dimitir a los tres años de mandato. El político del Partido Popular volvió entonces a España para volver a estar con su novia y sus hijos.
Ya de vuelta en Madrid, Rato trabajó como consejero del Banco Santander.
En 2010 fue nombrado presidente de la entonces Caja Madrid.
En ese momento reforzó su amistad con Juan Chozas, ex secretario de Estado, a quien nombró director de Recursos Humanos de Bankia en junio de 2011. Aunque la amistad continúa, tampoco él ha ido a la solitaria boda de Rato.

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