Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

12 sept 2015

Arqueologías del cine................................................................................. Antonio Muñoz Molina

Las personas de mi generación serán las últimas en recordar un tiempo en que la televisión aún no existía y el cine era la forma suprema del entretenimiento.

 

Patio de butacas del cine Fígaro de Madrid, en 1966. / EFE

Las personas de mi generación serán las últimas en recordar un tiempo en que la televisión aún no existía y el cine era la forma suprema del entretenimiento. 
En las ciudades pequeñas, en los pueblos de mayoría campesina, el cine se integró en un rico ecosistema de ficciones que eran sobre todo orales, complementando a la radio pero sin competir con ella, integrando sus mitologías en los repertorios de la imaginación popular. La mayor parte de los géneros narrativos cultivados por los autores de radionovelas eran los mismos que ofrecía el cine: el melodrama, las historias de misterios y crímenes.
 Había veces que una misma historia se difundía en la radio y después en el cine, o incluso en el teatro, y eso multiplicaba los fervores colectivos, la identificación emocional entre el público y los personajes de las fábulas que lo subyugaban
. En una época en la que la única música que se escuchaba en la radio eran variantes diversas de copla o canción española aflamencada, el oyente reconocía su propia vida y su propia lengua en esas canciones, que no eran ajenas casi nunca a las heredadas de la tradición oral, y muchas veces se mezclaban con ellas.
Hablo de mis propios recuerdos. Cuando se estrenó con un éxito inmenso ¿Dónde vas, Alfonso XII?, el romance que da el título a la película y que cantan en ella unas niñas formaba parte ya del repertorio de las canciones infantiles que oíamos cotidianamente en la calle. Joselito, Antonio Molina, Lola Flores y algo más tarde Marisol pasaron de la radio al cine, y durante años se movieron entre esos dos medios, convertidos en héroes que provocaban una identificación más poderosa por su cercanía. Joselito o Pablito Calvo eran idénticos a cualquier niño de clase trabajadora; Antonio Molina era el joven obrero que se abre paso gracias a su talento y su coraje, y a quien el don de su voz y la bondad de su carácter le permiten al mismo tiempo salir de la pobreza y permanecer fiel a sus orígenes, es decir, al público innumerable, hombres y mujeres, que lo escucha cantar en la radio y llena los cines cada vez que se estrena una película suya.
Pero el cine también se contaminaba de otro modo de la tradición oral. 
Cuando yo era niño, la gente, también los adultos, dedicaba mucho tiempo y esfuerzo a contar películas, y así un producto de Hollywood, hecho y difundido gracias a las tecnologías más costosas, se convertía en lo más primario y lo más humilde, un cuento contado en voz alta en un corrillo. Cuando mi madre volvía de ver una película de mayores yo le pedía que me la contara con el máximo detalle.
 Algunos de los cuentos de miedo que más me han sobrecogido en mi vida me los contaba un tío mío en la oscuridad del dormitorio que compartíamos, cuando volvía de una película de vampiros o monstruos.
 El grado máximo de entusiasmo narrativo era cuando nos juntábamos en un grupo en el que todos habíamos visto la misma película, y competíamos los unos con los otros alzando la voz para rememorar la escena que más nos había gustado.
Algunos de los cuentos de miedo que más me han sobrecogido me los contaba un tío mío en la oscuridad del dormitorio
Ni siquiera faltaba el relato por entregas.
 Durante un tiempo, en nuestra clase, había solo un alumno que tuviera televisión en su casa.
 Un día a la semana, nada más llegar al patio, nos reuníamos en torno a él para que nos contara el último episodio de una serie que ya nos estremecía de miedo nada más que con su título: Belfegor, el vampiro del Louvre.
  Recuerdo ese nombre y la imaginación se me llena de sombras de película expresionista deslizándose por escalinatas, siluetas enmascaradas y envueltas en capas de mucho vuelo
. Semana a semana aguardé el día en que llegara a clase nuestro compañero trayéndonos un capítulo más de la historia, como llevaban los veleros a América los cuadernillos recién impresos de las novelas por entregas de Dickens.
En Úbeda, con 30.000 habitantes, había dos cines grandes de invierno, y llegó a haber cinco de verano, incluyendo la plaza de toros, donde cada domingo se llenaban las gradas y las sillas de madera plegables instaladas en el ruedo
. El cine era el pan nuestro de cada noche de verano.
 En las copas de los pinos contiguos al cine de la Cava, colgaban racimos de espectadores polizones, a horcajadas de las ramas, más altas que la tapia. Como sucede siempre con las ficciones populares, la mayor parte de las películas correspondían a las normas estrictas de un género: de indios y vaqueros, de crímenes, de risa, de romanos, de espadachines, de piratas, “de llorar”. Estas últimas eran dramones mexicanos en blanco y negro que gustaban exclusivamente a las mujeres y provocaban oleadas de sollozos e insultos contra los malvados de bigotillo negro que ultrajaban a las heroínas indefensas
. Algunas modas duraron años, originadas por un éxito repentino: la moda de los spaghetti westerns después de La muerte tenía un precio, que desató fervores multitudinarios como yo no he visto nunca; la de los espías internacionales seductores, con despliegues de anatomías femeninas y de artefactos de tecnología mortífera.
 En las de gladiadores, subgénero de las de romanos —que incluían cualquier antigüedad, más o menos disparatada en sus vestuarios y decorado—, algunos aficionados precoces prestábamos más atención a los muslos y los escotes de las bellas esclavas con túnicas de apertura lateral que a los combates de héroes aceitosos en el coliseo.
 A nadie le sorprendía que todos aquellos personajes, de tantas épocas y países, con tantos vestuarios distintos, hablaran siempre un robusto español.
En las copas de los pinos contiguos al cine de la Cava, colgaban racimos de espectadores polizones, a horcajadas de las ramas
Vivíamos espléndidamente alimentados a base de malas películas que tal vez estaban incluso peor hechas de lo que recordamos
. Pero la emoción era legítima, la generosidad incondicional de nuestra expectativa, el momento de la llegada al cine, de caminar por un suelo de grava oliendo a dondiegos de noche, de escuchar la música amplificada por los altavoces cuando la pantalla estaba plenamente iluminada y todavía en blanco, la gran lona sujeta a sus bastidores laterales y estremecida por un rastro de brisa, la Vía Láctea atravesando el cielo, entonces muy cuajado de estrellas, la gran bóveda lujosa de nuestro cine de verano.
 Hubo un año en el que por esos altavoces, entre las canciones que ponían antes y después de la película, sonó cada noche Black is Black, como un vendaval de algo nuevo que no sabíamos lo que era, pero que merecía nuestra fervorosa aprobación, aunque no entendiéramos el idioma en el que la cantaban.
La radio, y luego el cine, habían irrumpido en la cultura popular y se habían hecho parte de ella. La televisión la destruyó, o la cambió irreparablemente, en muy poco tiempo, como esas especies invasoras que arrasan un ecosistema antes de que otros organismos desarrollen defensas.
 No es un juicio de valor, sino la constatación de un hecho.
 Fue en la televisión donde por fin empezamos a ver buenas películas, antes de viajar a las capitales en las que nos volvimos adictos a otras formas de cine, a salas más cerradas y recogidas a las que íbamos a solas y en las que ahora escuchábamos las voces verdaderas de los actores, la bella música desconocida de otros idiomas.

11 sept 2015

La fiscalía pide archivar la causa contra la familia de la reina Letizia

El TSJ de Asturias ha juzgado este viernes al padre, a la tía y a la abuela de Letizia Ortiz por un delito de alzamiento de bienes.

El padre, la abuela y la tía de la reina Ortiz.
El Ministerio Fiscal ha solicitado en el juicio celebrado este viernes en Oviedo el sobreseimiento de la causa contra Jesús Ortiz, Henar Ortiz y María del Carmen Álvarez, padre, tía y abuela de la reina Letizia, respectivamente, por un delito de alzamiento de bienes.
 La acusación particular solicita para cada uno de ellos dos años y medio de prisión y una multa de 10 euros diarios durante 16 meses.
El proceso se emprendió a raíz de una denuncia planteada en febrero de 2012 por Sandra María Ruiz, quien reclama a Henar Ortiz el pago de algo más de 20.000 euros. Esta deuda —de la que ya han sido abonados unos 16.000 euros, según informa EFE— habría sido contraída por la tía de la reina Letizia cuando Henar regentaba una pequeña tienda de regalos y recuerdos en la localidad asturiana de Cangas de Onís. Tras la denuncia, la fiscalía investigó el caso y determinó que Henar —también su madre y su hermano— podrían haber incurrido en ocultamiento de bienes para no afrontar las deudas contraídas por la tía de Letizia Ortiz con su empresa Henarmonía.
La sospecha de la fiscalía es que los imputados habrían tratado de evitar el embargo de algunos bienes familiares para hacer frente a la deuda; entre ellos, la casa rural de Sardeu, en Ribadesella, donde habita la abuela de la Reina y madre de Henar desde que se jubiló en la radio asturiana, donde ejerció como locutora e informadora durante décadas.
En su comparecencia ante la juez, Henar Ortiz, que se ha declarado inocente, al igual que sus familiares, ha asegurado que su intención "siempre ha sido y sigue siendo" abonar la deuda, pero ha indicado que su falta de recursos se lo ha impedido. Ha afirmado que su madre y su hermano conocían su mala situación económica, pero ha recalcado que en ningún caso estaban al tanto de que tenía deudas.
Por su parte, la demandante ha apuntado que los pagos que le abonaron los hicieron después de que hubiera presentado la denuncia y ha negado que Henar Ortiz le propusiera alguna fórmula para poder pagar lo que le debía. "No hay ninguna maquinación y lo que se ha intentado es sentar en un banquillo a la familia Ortiz", ha subrayado el abogado de Jesús Ortiz, para el que ha pedido la absolución al entender que su defendido no cometió alzamiento de bienes porque no tenía ninguna deuda con Ruiz ni personalmente ni mediante sociedad alguna.
Los acusados han explicado que la adjudicación de la herencia a favor de María del Carmen Álvarez del Valle se hizo con la intención de pedir una hipoteca inversa para pagar una deuda contraída por Henar Ortiz —y no para tratar de ocultar bienes—, ya que cumplía los requisitos legales: tener 65 años y además se necesitaba que la casa de Sardeu estuviera a su nombre.
 Con esta hipoteca recibió 239.000 euros, de los que 135.000 fueron para pagar la deuda con la entidad.

 

Miguel Ríos........................................................................................ Luis Alegre

Miguel no pierde la gracia cuando se cuenta a sí mismo y eso engrandece cada detalle en el que se regodea.

 

Miguel Ríos en la presentación de 'Miguel Rios 45 canciones esenciales'. / cordon press
Estuve en Málaga con Miguel Ríos, en una charla del Festival de Cine. Evocó sus estrafalarias aventuras como actor en dos películas del subsuelo —una con Pili y Mili— antes de explotar en el rock, en los años sesenta.
 Miguel no pierde la gracia cuando se cuenta a sí mismo y eso engrandece cada detalle en el que se regodea.
Desde que se bajó de la montaña rusa de la música, sus días son plácidos y hace, exactamente, lo que le da la gana, que es el colmo del éxito.
 Participa en cosas que le permiten apoyar a gente que le gusta o acepta propuestas como grabar su versión de Cuéntame, para la nueva temporada de la serie
. A menudo se escapa con su amor, Regina, a la guarida que le compró a su madre gracias al Himno a la alegría, su primer golazo por la escuadra.
 Se duerme pegado al transistor, con el runrún de los espacios deportivos, y ya no apaga la radio en toda la noche.
Ha llegado en el rock lo más lejos que se puede aspirar en España.
 Durante medio siglo resistió en la primera línea de un mundo formidable y endiablado, en el que han perdido la cabeza, la dignidad o la vida demasiados talentos. 50 años dentro de una selva como esa brindan infinidad de ocasiones para ensuciar la propia biografía.
 En Cosas que siempre quise contarte, confiesa que aún siente vergüenza de su debilidad —bajo la tortura de la policía franquista— al delatar a tres amigos con los que fumaba canutos.
 Ese acto de expiación le retrata pero nadie lo hubiera echado de menos.
 Él puede dormir muy tranquilo, al arrullo de los goles de la jornada.

Porcelanosa iba a prescindir de la Preysler, pero ella una vez más tenía un AS en la Manga


Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler, en Nueva York.
Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler, en Nueva York. / EFE

Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler asistieron a la fiesta de inauguración de la tienda estrella de la empresa española Porcelanosa en Nueva York, en lo que fue su primera aparición pública juntos. Preysler es imagen de la fabricante de cerámicas, mobiliario de cocina y baño desde hace tres décadas. El premio Nobel tuvo un papel protagonista en la cita que congregó a 700 invitados. El escritor fue el encargado de cerrar el acto.
 "Me dicen que con la gente de Porcelanosa tengo dos cosas en común: Que siempre trabajamos en nuestras vacaciones.Y que nunca nos retiraremos", dijo. Los asistentes además recibieron como regalo uno de los últimos libros del escritor, Travesuras de la niña mala.
El actor Richard Gere.
El actor Richard Gere. / Miguel Rajmil (EFE)
Preysler también se dirigió a los asistentes a los que dio la bienvenida tanto en castellano como en inglés.
La tienda de la empresa española está situada en el antiguo Commodore Criterion, construido en 1918 y ahora rehabilitado por el arquitecto británico Norman Foster con dirección de proyecto del español Juan Querol Diago
. Este edificio que se enfrenta cara a cara con el Flatiron en el céntrico Madison Square Park, luce las letras de la empresa de la familia Colonques y representa su firme decisión de seguir ganando terreno en el mercado estadounidense.
El embajador de Estados Unidos en España, James Costos y su marido Michael Smith.
El embajador de Estados Unidos en España, James Costos y su marido Michael Smith. / Miguel Rajmil (EFE)
Tras la inauguración de la nueva sede, la plaza, totalmente tomada para la ocasión por carpas blancas y hasta música jazz, fue recibiendo poco a poco a personalidades que se trasladaron hasta allí para la fiesta, como el embajador de EEUU en España Jaime Costos y su marido el decorador  Michael Smith, el actor  Richard Gere, la diseñadora Carolina Herrera, la hija del expresidente Bill Clinton Chelsea Clinton y la actriz Sarah Jessica Parker.
No faltaron tampoco los toreros Cayetano Rivera y Finito de Córdoba, además del viudo de la duquesa de Alba, Alfonso Díez, y las modelos Nieves Álvarez e Irina Shayk. Y amigos de la firma como el expresidente del Congreso José Bono, Tomás Terry y Nuria González.