Miguel no pierde la gracia cuando se cuenta a sí mismo y eso engrandece cada detalle en el que se regodea.
Estuve en Málaga con Miguel Ríos,
en una charla del Festival de Cine. Evocó sus estrafalarias aventuras
como actor en dos películas del subsuelo —una con Pili y Mili— antes de explotar en el rock,
en los años sesenta.
Miguel no pierde la gracia cuando se cuenta a sí mismo y eso engrandece cada detalle en el que se regodea.
Desde que se bajó de la montaña rusa de la música, sus días son plácidos y hace, exactamente, lo que le da la gana, que es el colmo del éxito.
Participa en cosas que le permiten apoyar a gente que le gusta o acepta propuestas como grabar su versión de Cuéntame, para la nueva temporada de la serie
. A menudo se escapa con su amor, Regina, a la guarida que le compró a su madre gracias al Himno a la alegría, su primer golazo por la escuadra.
Se duerme pegado al transistor, con el runrún de los espacios deportivos, y ya no apaga la radio en toda la noche.
Ha llegado en el rock lo más lejos que se puede aspirar en España.
Durante medio siglo resistió en la primera línea de un mundo formidable y endiablado, en el que han perdido la cabeza, la dignidad o la vida demasiados talentos. 50 años dentro de una selva como esa brindan infinidad de ocasiones para ensuciar la propia biografía.
En Cosas que siempre quise contarte, confiesa que aún siente vergüenza de su debilidad —bajo la tortura de la policía franquista— al delatar a tres amigos con los que fumaba canutos.
Ese acto de expiación le retrata pero nadie lo hubiera echado de menos.
Él puede dormir muy tranquilo, al arrullo de los goles de la jornada.
Miguel no pierde la gracia cuando se cuenta a sí mismo y eso engrandece cada detalle en el que se regodea.
Desde que se bajó de la montaña rusa de la música, sus días son plácidos y hace, exactamente, lo que le da la gana, que es el colmo del éxito.
Participa en cosas que le permiten apoyar a gente que le gusta o acepta propuestas como grabar su versión de Cuéntame, para la nueva temporada de la serie
. A menudo se escapa con su amor, Regina, a la guarida que le compró a su madre gracias al Himno a la alegría, su primer golazo por la escuadra.
Se duerme pegado al transistor, con el runrún de los espacios deportivos, y ya no apaga la radio en toda la noche.
Ha llegado en el rock lo más lejos que se puede aspirar en España.
Durante medio siglo resistió en la primera línea de un mundo formidable y endiablado, en el que han perdido la cabeza, la dignidad o la vida demasiados talentos. 50 años dentro de una selva como esa brindan infinidad de ocasiones para ensuciar la propia biografía.
En Cosas que siempre quise contarte, confiesa que aún siente vergüenza de su debilidad —bajo la tortura de la policía franquista— al delatar a tres amigos con los que fumaba canutos.
Ese acto de expiación le retrata pero nadie lo hubiera echado de menos.
Él puede dormir muy tranquilo, al arrullo de los goles de la jornada.
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