Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

24 ago 2015

“Este Gobierno tiene el mandato de hundir el cine y el teatro”....................................... Sergio Lillo

Aitana Sánchez-Gijón critica que el Ejecutivo de Rajoy prometa bajar el IVA cultural y continúe sin hacerlo.

Aitana Sánchez-Gijón en los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. / Pablo Hojas

“Este Gobierno sigue el mandato de hundir el cine y el teatro”.
 Con estas palabras se refirió la actriz Aitana Sánchez-Gijón al gobierno de Mariano Rajoy al referirse a la negativa del Ejecutivo de reducir el IVA cultural.
 La galardonada con la Medalla de Oro de la Academia del Cine de España, hizo estas declaraciones en Santander, en los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
Sánchez-Gijón ha salido al paso de las últimas declaraciones del ministro de Economía, Luis de Guindos, a la agencia Efe, en las que aseguraba que no tienen previsto bajar el actual 21% a los productos culturales. “
No es noticia. Es como el cuento de Pedro y el lobo.
 Es algo que vienen anunciando desde hace tiempo y nunca se lleva acabo”, asegura la artista, que esta noche ofrecerá en Santander una lectura teatralizada del clásico Medea en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

La expresidenta de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas asegura que el Gobierno considera el cine y el teatro solo como entretenimiento.
 “Que el porno pague menos IVA es algo que a mí me sigue sorprendiendo”, lamenta la actriz.
A lo largo de la actual legislatura y después de que en 2012 se modificara el impuesto sobre el valor añadido del 8% al 21% en todos los productos culturales, diferentes asociaciones del mundo de la Cultura han tratado de presionar para cambiar el tipo impositivo
. “No es un fracaso nuestro
. Creo que nosotros denunciamos esta situación, hablamos de sus consecuencias y nos hemos reunido con el Ministerio”, afirma la actriz. La Sociedad General de Autores (SGAE) asegura que desde que se aplicó este tipo impositivo el número de conciertos se ha reducido en torno al 22%.
Andrea Levy, vicesecretaria de Estudios y Programas del Partipo Popular, aseguró el sábado que su partido tiene “sobre la mesa” la bajada del IVA cultural. Al día siguiente,
De Guindos la desmintió.
“Lo interpreto como una falta de responsabilidad y es un mal endémico no considerar la cultura como uno de los bienes primordiales del país”, asegura Sánchez-Gijón.
 Y no duda en afirmar: “El hecho de que en este país la cultura sea considerada solo desde el punto de vista del entretenimiento dice mucho de la mediocridad de quienes nos gobiernan”.

 

Muerte de un escritor......................................................................................................... Juan Tallón

Los escritores no mueren.
 Cuando un escritor muere, si es que muere, regresa.
 Nunca se va. Es un rayo que no cesa, como si de un modo u otro siempre hubiese tormenta, aun en verano.
 Huye lejos y se queda
. Escribe en círculo. ¿Quién diría que Rafael Chirbes se fue, o que está muerto? 
 ¿Murió acaso Robert Stone? ¿Murió James Salter? ¿Y Lemebel, y Tranströmer, y Galeano, y Grass?
 Si sientes muy próximo a un escritor, pues acarreas el peso de sus libros contigo igual que si fuesen las llaves de casa o el dinero justo para el pan que llevas en el bolsillo, su ausencia repentina produce un extraño vacío.
 Es normal. Se llama tristeza y desolación, y posee sus trámites. Pero no duran mucho. De pronto, escuchas otra vez el titileo de los libros, persiguiéndote. 
Un fantasma personal no desaparece, por mucho tiempo que pase. En el fondo, una novela que no olvidas, como La larga marcha o Dog Soldiers o Quemar los días, centellea también dentro del bolsillo, y en ocasiones, la fricción entre frases causa un incendio que te alcanza.
 Es grato.
La muerte del escritor, si eso fuese posible, al principio resulta inhumana, pues crees que te adeudaba un nuevo libro.
 Abre un enorme socavón en el salón de tu casa, justo en el lugar que ocupa la novela que no escribió.
 Lentamente, releyendo lo viejo, que no deja de ser nuevísimo, te repones.
Al poco de fallecer Truman Capote, en agosto de 1984, Gore Vidal, a quien lo unía una enemistad profunda y querida, hizo unas enigmáticas declaraciones a una periodista: "¿Su muerte? Creo que es buena para su obra".
 La frase, observada desde lejos, parece una de esas maldades que exige años armar. A medida que uno se aproxima, sin embargo, y repara en los entresijos de la oración, ya duda.
 Después de todo, cuando la obra es lo único que queda de un autor, siempre refulge.
El escritor nunca desaparece completamente; no sabe.
 Fallece sólo para decir que está aquí, presente, y que es hora de releerlo. Pongamos que muere mal, y eso es bello. 
Sigue escribiendo, para sembrar la idea de que su fallecimiento fue un crimen injusto que se puede reparar. 
La muerte es un invento de la literatura, igual que el amor, el paso del tiempo o Nueva York.
 Si el autor es bueno se va diciendo "me voy, me voy, me voy, pero me quedo, pero me voy, desierto y sin arena". 
Al final muere, sí, aunque no mucho; de mentira.

El regreso sin rencor del hijo pródigo........................................................ Jesús Ruiz Mantilla

Nacho Duato abre la temporada del Teatro Real de Madrid con ‘La bella durmiente'.

El bailarín y coreógrafo Nacho Duato, en julio. / Samuel Sánchez

Los libros convenientemente desordenados sobre la mesa y los estantes de la biblioteca, con una preponderancia del húngaro Sándor Márai y algunos poetas rusos sobre otros autores
. La penumbra inunda liviana y discretamente los pasillos para atenuar el calor que acecha desde una calle cercana a la Puerta del Sol.
La casa de Nacho Duato (Valencia, 1957) en Madrid sigue siendo el refugio donde conserva los tomos encuadernados de periódicos de la primera mitad del siglo XX, heredados de su padre o parte de esa colección con cerca de 60 globos terráqueos, predicción quizás de sus actuales años nómadas y sus últimas aventuras por Rusia y Alemania.
Otro asunto han sido los escenarios del país donde durante casi 20 temporadas fue máximo responsable de una de sus formaciones estrella, la Compañía Nacional de Danza (CND).
 Hace cinco años que no presenta ningún espectáculo suyo en su tierra.
 Pero ese divorcio con resquemores termina el 4 de septiembre cuando se presente junto al Staats Ballet de Berlín en el Teatro Real.
 Lo hará con La bella durmiente montada por él y otro programa variado y diferente en el que repone, entre otras piezas, su coreografía White Darkness.
Conserva la sonrisa que le achina la mirada, el porte de escultura griega y cierto desdén hacia la nostalgia.
 A la pregunta de si ha echado de menos su etapa española, incluso a su público, responde:
 "No mucho, la verdad". ¿Ni aunque en Berlín o en San Petersburgo le agujeree su angulosa cara mediterránea el frío?
"Eso es cierto, pero gozamos de una buena calefacción, siempre lo sufro más en Madrid o en Valencia.
 Por alguna parte quedan rendijas entre las que se cuela el aire".
Nacho Duato, durante un ensayo de la Compañía Nacional de Danza, en 1993. / Gorka Lejarcegui
Luego trata de rectificar:
"No, no es cierto: echo de menos a mis bailarines, a la gente de la ciudad, los del bar de abajo.
 El ambiente cálido del vecindario, el Prado —siempre he vivido cerca del museo— y a mi amigo Velázquez.
 Pero hay que vivir al día y estoy muy contento con lo que me está pasando".
Salió en 2010 un tanto airadamente, cuando llevaba la gestión del Ministerio de Cultura Ángeles González-Sinde.
 "Tampoco por hartazgo, me hubiese ido retirando poco a poco, pero no pudo ser.
 Lo dejé porque cuando no se me quiere, y tenía la sensación de que estorbaba, prefiero alejarme. Ellos contaban con su idea y lo respeto".
 Adujeron que querían proporcionar a la CND un aire más clásico y menos personalista.
 Fue algo para lo que eligieron a José Carlos Martínez, estrella en el ballet de la Ópera de París, hoy todavía a cargo de la compañía.
Duato niega ahora que no quisiera poner en marcha aquello que le echaban en cara
. Repertorio clásico: "Con más presupuesto y un teatro propio, desde luego
. Yo soy de los que creo, por ejemplo, que el Teatro Real debería tener su compañía de danza, como todos los grandes centros de ópera del mundo
. Pero era imposible. La bella durmiente que he montado ha costado millón y medio de euros.
 Solo en Berlín doblan el presupuesto que se destina al ballet en toda España.
 Además, aquí, no quieren que repitas espectáculos".
Lo que es la vida: en cuanto salió de allí, se reconcilió con la escuela de los grandes ballets rusos imperiales.
Solo en Berlín doblan el presupuesto que se destina al ballet en toda España. Además, aquí, no quieren que repitas espectáculos
Luchó a fondo por atraer nuevo público
. Con artimañas promocionales, confiesa. "Recuerdo una vez que hablamos y te conté que sería la última vez que bailaba: lo hice para vender entradas, supongo.
 Aparecía desnudo para vender entradas, me liaba con alguien para vender entradas, salía del armario para vender entradas…
Ya que el ministerio no me daba presupuesto para publicidad…
 Primero venían las niñas que tenían mi foto en la carpeta, luego se traían a los novios y después a sus padres.
No es broma. Fue así".
¿Y ahora? ¿Conserva lazos con la compañía a la que entregó 20 años de carrera?
 "No tengo trato, apenas. No sé si es bueno o malo, pero no, no lo tengo.
Más allá de un correo que he intercambiado con el director.
Ni con él ni con otros muchos coreógrafos. Con varios de los bailarines, sí, los veo y hay muy buen rollo".
Fueron moldeados a su gusto.
 Más que virtuosismo, buscaba en ellos una manera de entender la danza.
 "También me moldean a mí o moldeábamos juntos nuestros ballets.
 Trabajábamos de manera muy intensa, muy honesta, tratando de no mentir.
 Hablando de la droga, el terrorismo, la tortura, temas duros.
 Para eso necesitas personas comprometidas con la sociedad: cuerpos que hablan".
En Rusia le cogió gusto al retiro espiritual:
"A 20 bajo cero casi no te queda otro remedio. Lo aproveché para pensar, leer, estar conmigo.
 Rusia es Rusia y Putin ya sabemos de qué va, pero bueno, en todas partes cuecen habas.
 Fui allí y no hay un sitio como aquel país para dedicarse a la danza: adoran el ballet, respetan al coreógrafo".
 Una llamada de Vladimir Kejman bastó para que no se pensara dos veces probar suerte como director artístico en el en el teatro Mijáilovski.
Coregografía de ‘White Darkness’, con el Ballet Estatal de Berlín. / Fernando Marcos
Salió a tiempo: "Voy huyendo de las crisis, me fui de allí en el momento preciso.
 Ahora están peor. Tengo un ángel de la guarda que me va cambiando de sitio cuando conviene".
 Se defendió lo suficiente como para adaptarse a un país tan intensamente distinto a su carácter. "Acabé entendiendo el ruso.
 De hecho, puedo ensayar en ese idioma, captar su alma: son de los pocos espectadores que aún creen en el ballet y de una forma incluso naif.
Temperamentales, también, aunque eso lo da, sobre todo, el vodka".
Berlín se revela como una etapa de aliento crepuscular para Duato.
 En la capital alemana vive encantado, aunque defiende la latente anarquía del sur frente a la tozudez organizada del norte y a Grecia frente a esa incomprensión sistematizada.
"Cuesta, pero sí. Hay que intentar verlo desde su prisma, aunque es muy difícil y muchos nos siguen considerando lo que en aquella parte de Europa llaman pigs.
De todas formas, Berlín es diferente a todo, una ciudad muy civilizada y dinámica".
¿Un lugar para retirarse? "Ya tengo 58 años.
 Muchos para un coreógrafo, debo aceptar que uno se hace mayor y va apareciendo gente joven detrás que ve las cosas de manera más fresca y más interesante.
 Lo que he querido expresar, ya lo he contado.
A veces me copio a mí mismo y empieza a ser muy peligroso, aunque el estilo consiste en eso, también.
 Tampoco acudo apenas al ballet, no me gusta.
 Prefiero ir al teatro en mi tiempo libre o beberme una botella de vino con mis amigos, en casa".
Cada vez cuesta más crear sin sacar del bolsillo recursos que ya has utilizado: "Sin llegar tampoco, creo yo, al amaneramiento
. Llevo desde los 26 años montando dos o tres ballets al año, un ritmo que cansa y desgasta"
. Por eso anuncia: "Creo que Berlín es mi última parada"
. ¿Lo dirá en serio o es que necesita de nuevo vender entradas?

“La última vez que bailé…”

Creyó que no le convencerían, pero al filo de su despedida en San Petersburgo, hace dos años, Nacho Duato salió a bailar.
Fue en el teatro Mijailovski, del que se había hecho cargo en 2010 como director artístico después de que el magnate de la fruta y dueño de la compañía, Vladimir Kejman, le hiciera una oferta en firme. Quiso regalar al público la esencia pura de su todavía vertebrado movimiento bailando la primera pieza de las Variaciones Goldberg, un derroche de pureza a la que él dotó de música y aire físico en su espectáculo dedicado a Bach.
"Hoy ya no podría, sentí mucho dolor de espalda.
Y los nervios… para qué salir, me preguntaba, pero lo hice convencido de que era bueno para el teatro que me acogió".
En Rusia no solo bailó.
Entró en contacto con sus admiradas figuras. Se reconcilió con los clásicos y buscó romper la rigidez de sus métodos de disciplina educativa.
"Di algunas clases a los niños de la Academia Vaganova en San Petersburgo o en la del Bolshoi (Moscú). Se encontraron un señor que no chillaba y se mostraba cariñoso con ellos.
 Claro que les sorprendió".
Tenían ante sí a una figura fundamental
. Tras 103 años, se trataba del primer coreógrafo extranjero que dirigía un ballet imperial, La bella durmiente
"Cuando me lo pidieron, me sentí todavía lo suficientemente loco como para decir que sí.
 No me arrepiento".

 

23 ago 2015

Un justiciero sin causa......................................................................................... Rebeca Carranco

Pere Puig, el ‘sheriff de Olot’, mató a sus jefes mientras desayunaban en un bar de la ciudad. 

Luego condujo hasta su banco y mató a dos empleados.

Pere Puig reconstruye con los Mossos cómo mató a sus jefes y a dos empleados de su banco. / pere duran

En el plató, sentadas sobre unas sillas de piel negras con las patas metálicas, y sin soltarse de la mano, Joaquima y Meritxell esperan.
 La supuesta médium Anne Germain no se hace de rogar.
Aparece vestida de blanco, las saluda y acto seguido empieza a contarles lo que, según ella, le dicen Joan y Àngel Tubert, padre y hermano de Meritxell, y marido e hijo de Joaquima.
 El programa se emitió el 5 de julio de 2012, dos años y medio después de que Pere Puig disparase con su escopeta de caza mayor y matase a los Tubert, para los que trabajó como albañil durante 13 años.
 Las mujeres querían saber que no sufrieron cuando el conocido como el sheriff de Olot, por su tendencia a disfrazarse con un sombrero, una chapa en el pecho y dos pistolas de plástico en el cinto, les asesinó.
Fue la mañana del 15 de diciembre de 2010.
Pere Puig se presentó en La Cuina de l’Anna a las 7.45 horas.
Sus jefes estaban sentados en una mesa alargada, al fondo del local, con más gente
. Desayunaban bien, con plato, tenedor, cuchillo y porrón, cuando vieron entrar a su empleado, que acababa de aparcar en la puerta.
 Cargaba su rifle semi-automático Verney-Carron de cazador.
 Nadie se extrañó. Puig también era un habitual del bar, un hombre discreto que no había dado nunca un problema
. Puig se colocó frente a Joan, muy cerca, le encañonó y le disparó en el pecho.
 A su hijo sólo le dio tiempo a decir “¡qué hace este loco!”
. Si moverse del sitio, Puig giró el arma y descargó también contra él.
 Varios de los comensales lograron esconderse bajo la mesa.

Ficha técnica del asesino

Datos personales. Pere Puig Puntí, de 63 años. Nacido en Sant Esteve d’en Bas, un pueblo de 3000 habitantes, al lado de Olot.
Tipología. Mató a cuatro personas.
Víctimas. Sus jefes, Joan y Àngel Tubert, y dos empleados de su banco, Rafael Turró y Anna Pujol.
Perfil. Puig era un albañil discreto y en ocasiones excéntrico que se vestía de sheriff.
 Estaba soltero y vivía con su padre.
Móvil. Económico.
Su caída. Él mismo se entregó.
¿Qué fue de él? Cumple 60 años de prisión.
Con el rifle en la mano, salió del bar sin que nadie se atreviese a frenarlo, se subió de nuevo a su todoterreno Suzuki de color azul y condujo en línea recta hasta su banco,
 la Caja de Ahorros Mediterráneo, que acababa de abrir.
Dejó el jeep en medio de la calle, que tiene un carril para cada sentido, con los cuatro intermitentes puestos y se bajó
. Dentro del banco estaba el subdirector Rafael Turró, la cajera Anna Pujol y dos clientes.
 Puig disparó dos veces a Turró, que intentó incorporarse tras el segundo tiro.
 Luego cargó contra Anna, acertándole en la cabeza.
 En la calle, dos agentes de la Policía Local de Olot se habían acercado al coche de Puig para multarle cuando una mujer que trabajaba en la tienda de enfrente del banco, salió corriendo. “¡Rafa, ve dentro, que hay un hombre pegando tiros!”, le dijo al policía local.
 No le dio tiempo a hacerle caso. Puig salía ya caminando del banco, tranquilo, con la pistola apuntando al suelo.
En ese mismo instante le detuvieron, sin que se resistiese.
 Contó a los policías que lo tenía planeado, que los Tubert le debían dinero y se había hartado
. Y que en el banco, le habían enredado.
 Que tenía una deuda de 4.500 euros de una tarjeta de crédito y que era imposible que él se hubiese gastado ese dinero.
“Dijo que no quería entregarse, que quería disparar para que le disparasen y lo matasen”, explica el inspector de los Mossos d’Esquadra Josep Monteys
. Pero no lo hizo. “Quizá el hecho de que estuviesen los policías ya en la puerta le impidió reaccionar como había pensado”, conjetura el inspector. “
Vi a la policía que venía, abrí la puerta, levanté los brazos y me entregué”, zanjó Puig durante el juicio.
Los psiquiatras concluyeron que el sheriff de Olot no sufría ninguna enfermedad mental. “Es un hombre desconfiado, con mucha autoestima, y seguridad y con un elevado concepto de sí mismo, que no siempre se comporta según la norma social”, afirmaron durante la vista. “Ni una explicación, ni una carta, ni un mensaje, ni nada...
Ahora mismo ni me mira a la cara, que ya es lo suyo”, le reprochó Joaquima, que declaró ante el juez, con Puig, el que había sido el empleado de confianza de su marido, sentado a escasos metros, cabizbajo.
Luego subió al estrado Meritxell, que llorando admitió: “Me cuesta decirlo, pero de todos los trabajadores que tenían era del que mejor hablaban”.
El sheriff fue condenado a 60 años de prisión.