Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

16 ago 2015

Encendida loa a los bares.......................................... Rosa Montero

El bar español es un lugar a donde van las familias con los niños, una especie de modesta iglesia laica comunal.

 

Hace un par de semanas cerraron de la noche a la mañana y sin aviso previo el café Comercial de Madrid, uno de los locales más emblemáticos de la ciudad
. Inaugurado en 1887, llevaba casi 130 años siendo lugar de encuentro y cobijo de varias generaciones de españoles
. ¿Cómo es posible que puedan cerrar de repente una joya así? ¿Cómo es que no está protegido y ayudado por la Comunidad, por el Ayuntamiento?
Yo también fui asidua del Comercial hace mucho tiempo, durante los últimos años del franquismo.

En aquellos días agitados previos a la Transición, el café se puso de moda entre los jóvenes más o menos peludos y hippiosos, de modo que allí nos juntábamos sin ningún problema una colección de ancianos vetustos arrimados a los veladores de mármol como gárgolas y una marabunta de veinteañeros con melenas y barbas enmarañadas, pantalones de campana y faldas floridas, servidos con la misma imperturbable profesionalidad por una legión de camareros formidables.
Esa mezcolanza extrema y pacífica era una de las señas de identidad del Comercial: siempre fue un lugar de intercambio y convivencia.
 Hace un par de meses volví por allí y todo seguía exactamente igual: las mismas mesas, las mismas sillas, el mismo manso sol atravesando los ventanales y estancándose en el suelo.
 Estoy segura de que aún quedaba algún fotón de la luz de 1887 pegado al mármol.
Hace dos meses, el único cambio que pude apreciar en el lugar era que yo empezaba a gargolizarme.
La escritora Cristina Fernández Cubas tiene un hermoso libro de memorias titulado Cosas que ya no existen.
 Qué acierto de frase: es verdad que envejecer es, entre otros fastidios, asistir a la desaparición progresiva del mundo.
 Se van perdiendo calles, fuentes, cines, bares, jardines. Incluso pueblos enteros, tragados por un pantano o por un terremoto.
Se van perdiendo personas, que es lo peor de todo
. Y la realidad se va borrando y transformando.
 Puedes volver a hacer tuyos los nuevos lugares, por supuesto, e incluso disfrutarlos intensamente. Pero los espacios perdidos empiezan a acumularse en tu memoria como muebles viejos.
 Toda una geografía paralela, cubierta por el fino polvo del recuerdo.
La desaparición del Comercial, en fin, es una ausencia clamorosa que va a ser llorada por muchísima gente.
Y es que los bares son la piedra esencial de la cultura española.
 Nuestra seña de identidad más evidente no son las sevillanas ni el baile flamenco ni la Semana Santa ni el sol ni la siesta ni por supuesto los toros, que sólo son apoyados por un 35% de la población
. No, señores: la identidad nacional se expresa esencialmente en nuestro amor a los bares.
Hay 350.000 establecimientos de hostelería en España, lo que supone uno por cada 132 habitantes.
Cerca del 30% de los españoles le dejarían al camarero las llaves de su propia casa
El doble que la media de la UE.
 Durante mucho tiempo fuimos el país con más bares y cafés per cápita de la Unión, hasta que entró Chipre y nos desbancó
. Por desgracia, también aquí se nota la crisis; en los últimos años han cerrado 50.000 establecimientos y las ventas han caído un 22%.
 Aun así, los españoles todavía invertimos el doble en restauración que la UE: un 15% de los gastos de consumo frente a un 7%.
 Y, la verdad, no creo que por ello seamos unos manirrotos ni unos irresponsables… O no más que la media de los humanos.
Porque lo que de verdad indican estos datos es la importancia crucial que el bar tiene en nuestras vidas
. Es toda una institución, el centro en torno al cual pivota nuestra vida social.
Hará un par de años, Coca-Cola realizó un estudio sobre el tema en España y obtuvo unos resultados despampanantes.
Como, por ejemplo, que más de dos tercios de los españoles conocen el nombre del camarero de su bar favorito.
Pero aún hay más: cerca del 30% le dejarían al camarero las llaves de su propia casa como muestra de confianza.
Y es que los bares y cafés sirven para todo tipo de recados y encomiendas: se dejan y recogen llaves, paquetes, cartas, avisos.
 Son como una oficina de correos, una central de mensajería, una conserjería del barrio
. Resulta muy difícil explicar a los extranjeros, sobre todo a los anglosajones, tan puritanos respecto al alcohol, que el bar español no tiene nada que ver con esos tugurios de perdición que ellos imaginan; que, por el contrario, es un lugar a donde van las familias con los niños, el techo bajo el que se reúnen los vecinos, una especie de modesta iglesia laica comunal (según la Coca-Cola, el 36% de los españoles va habitualmente a los bares, es decir, los frecuenta varias veces a la semana, mientras que sólo hay un 13% que asiste a misa todos los domingos)
. Con esa entusiasta y arraigada querencia al bar, ¿cómo no vamos a llorar al Comercial?
@BrunaHusky
www.facebook.com/escritorarosamontero
www.rosamontero.es

La pasión según Sherlock Holmes.......................................................... Santiago Roncagliolo

El actor británico Ian McKellen protagoniza la nueva película sobre el detective.

Ian McKellen caracterizado en 'Mr. Holmes'.

El Sherlock Holmes de los libros no es simpático.
 Todo lo contrario. Su exceso de inteligencia lo vuelve despectivo hacia esas torpes bestias llamadas seres humanos
. Su talento para el cálculo anula su empatía.
 Desprecia a los clientes que le piden investigaciones vulgares
. Le da igual que haya desaparecido tu esposa o que hayan asesinado a tu hijo.
 Si tu crimen no representa un reto intelectual, ni lo llames.
Con tales atributos, lo elemental es que no ande sobrado de afectos.
 Su único amigo, el doctor Watson, es en cierto modo su empleado.
 Su único familiar, su hermano Mycroft, se mueve en las altas esferas del poder y solo se cruza con Sherlock cuando algún caso puede afectar a la Corona.
¿Mujeres? Ni una.
El personaje de Conan Doyle practica la misoginia más rigurosa.
¿Hombres? Para eso haría falta sentir algún tipo de emoción.
Hoy en día, los grandes detectives de la literatura son muy humanos
. El Montalbano de Andrea Camilleri es caótico y mujeriego
. El Wallander de Henning Mankell, solitario y melancólico.
 Desde el padre Brown de Chesterton, que resolvía los misterios a partir de su conocimiento del alma humana, los investigadores de las novelas tienen un corazón.
Pero el padre de todos ellos, Sherlock Holmes –igual que sus ancestros, el Auguste Dupin de Edgar Allan Poe o el Maximilien Heller de Henry Cauvain–, es puro raciocinio.
 Su mente es tan brillante que ni el lector puede medirse con él.
La clave última de sus misterios se halla siempre en un tipo de barro proveniente en Afganistán, o en una ceniza que solo produce el tabaco jamaicano.
 Holmes no es únicamente un maestro de la deducción: es una enciclopedia de información científica con la que no podemos competir.
 Nos limitamos a admirarlo.
La mayor parte de los humanos usan sus aficiones para relacionarse en sociedad: juegan al fútbol en equipo o van al teatro con amigos.
 En cambio, los hobbies de Holmes son solitarios e intelectuales: el violín, la química y el consumo de drogas
. Sus pasatiempos le evitan conectar con otra gente.
En definitiva: la pesadilla de un cineasta.
 ¿Qué clase de protagonista se pasa toda la película pensando, actúa de manera detestable y no habla con nadie?
Y sin embargo, Sherlock Holmes ha tenido multitud de rostros en el cine y la televisión
. Desde que John Barrymore le dio vida en una producción de 1922, no ha dejado de aparecer en pantalla.
 Y cada nueva encarnación del sabueso de Baker Street ha mostrado a un personaje distinto, un detective nuevo, arrancado de la imaginación de sir Arthur Conan Doyle para convertirse en un retrato de su propia época.
Más que un cerebro
. El Sherlock más clásico fue encarnado por Peter Cushing para una serie de la BBC de mediados de los años sesenta.
 Por entonces, la imaginación aún no se había inventado.
La televisión se limitaba a adaptar las historias al teatro y ponerles una cámara delante, depurándolas de cualquier detalle incómodo, por ejemplo, la manía del protagonista de andar consumiendo cocaína. Vista desde hoy, la serie muestra correctamente casi todo lo que uno asocia con el detective, y absolutamente nada más.
Por suerte, llegó el intrépido Billy Wilder.
 El director había travestido a Tony Curtis en Con faldas y a lo loco, había hablado de infidelidad y arribismo en El apartamento, y en 1971, dirigió La vida privada de Sherlock Holmes, con Robert Stephens y Christopher Lee.
McKellen, en la última adaptación al cine (2015).
Los locos años sesenta acababan de terminar, así que a Wilder no le asustó hablar de las drogas, ni de los rumores sobre la ambigua relación entre el detective y su asistente, esos dos solteros que viven sospechosamente juntos
. En uno de los diálogos más deliciosos de la película, preocupado por los rumores sobre su homosexualidad, Watson le pregunta a su amigo:
–No quiero parecer indiscreto, pero ¿ha habido alguna mujer en su vida?
Y un Sherlock de pestañas rizadas y mejillas sonrosadas le responde:
–La respuesta es sí: me parece usted indiscreto.
La vida privada de Sherlock Holmes es sobre todo una historia de amor, o lo más cercano posible para el cerebral Sherlock Holmes.
 Cuando la bella Gabrielle Valladon lo abraza desnuda, él solo aprovecha la ocasión para sacarle información
. Cuando duerme con ella en el mismo camarote del tren, se limita a sostener una conversación irónica.
 Holmes es tan sensible al sexo como a los silbatos ultrasónicos para perros.
 En cambio, lo seducen las dotes intelectuales de Gabrielle.
 Se derrite ante una mujer más inteligente que él mismo.
Descubrir su talento para la intriga lo vuelve loco.
 Este es el único caso que Holmes no resuelve, y por eso mismo, cae en las redes de la mujer que ha conseguido engañarlo.
Este Holmes maduro y lleno de matices hace una regresión para su siguiente encarnación: El secreto de la pirámide (Young Sherlock Holmes, 1985). Ahora, los años setenta han terminado, y con ellos esa temporada gloriosa que dio El Padrino o La naranja mecánica.
El cine ha vuelto a la normalidad.
 Y su nuevo rey es Steven Spielberg, productor de esta versión.
El secreto de la pirámide fantasea con que Holmes y Watson se conocieron durante la adolescencia, en los años del instituto, y resolvieron un caso juntos.
Al público menor de edad hay que ahorrarle las drogas y las ambigüedades sexuales, claro. Holmes se enamora vulgarmente de una chica llamada Elizabeth, y la incluye en sus aventuras.
 Entre efectos especiales, cavernas egipcias y gags de humor blanco, el trío resultante recuerda más a Los Goonies que a Conan Doyle.
Y la secuencia de acción final, con los dos chicos y la chica enfrentados al peligro, será calcada casi 20 años después en las películas de Harry Potter (No es casualidad. Chris Columbus, el gran creador del blockbuster con acné, figura como guionista en aquellas y como director en estas).
A Billy Wilder no le asustó abordar, en su versión de los setenta, las drogas y los rumores sobre su ambigua relación con Watson
El siglo XX aún nos depararía una última encarnación de Sherlock Holmes: nada menos que Charlton Heston, en un insoportable telefilme llamado El crucifijo de sangre (1991).
 Con sus interminables diálogos, escenificación teatral y acción previsible, El crucifijo de sangre marcó la década en que Holmes se jubilaba y Heston dejaba el cine para dirigir la Asociación Nacional del Rifle de Estados Unidos
. A ninguno de los dos le quedaba nada que aportar.
Lifting elemental
. En la última década, de repente, el sabueso ha vuelto.
 O bueno, uno parecido a él.
 En realidad, casi su contrario.
 El Holmes de las últimas versiones ya no es solo cerebro: también puños.
 No solo mente: también pasión. No solo investigación: también humor disfuncional.
Y sobre todo: se ha rebajado la edad a la mitad.
El Benedict Cumberbatch de la serie de la BBC Sherlock podría ser hijo, incluso nieto, del caballero que nos mostraba la pantalla antes.
Su escenario es el Londres actual, mafiosos incluidos.
 Lo único del original que conserva orgullosamente es la pedantería y la incapacidad de comprender a otros seres humanos.
El Holmes de la BBC maltrata a sus clientes cuando no los encuentra interesantes.
 Se burla sin piedad de sus colaboradores
. Celebra su propia brillantez eufórico… incluso frente a las víctimas de los villanos.
El que más sufre todo esto es Watson.
 Le molesta el trato despectivo de su, llamémoslo así, amigo.
 Pero lo peor es que todo el mundo cree que ambos son pareja.
Los gais les guiñan el ojo con complicidad.
Y cuando Watson al fin consigue una novia, no logra explicarle con claridad por qué la abandona todos los días para encontrarse con su excéntrico compañero.
Las adaptaciones de Holmes del siglo XXI se concentran en la relación con Watson, un tema que originalmente ni se planteaba, pero que ahora humaniza al detective.
 En la serie americana Elementary, ambientada en Nueva York, Watson se convierte directamente en chica, la atractiva Lucy Liu, lo que produce una fuerte tensión sexual con un no menos atractivo Jonny Lee Miller de camisa cerrada hasta el cuello.
Para el cine, el último Sherlock ha sido Robert Downey Jr., dirigido por Guy Ritchie
. En el tema Watson, este Holmes opta por los celos enfermizos estilo compañero de borracheras. Siempre que puede, tortura a la novia de su amigo, o le repite a su colaborador cómo echará de menos sus aventuras cuando lo abandone por esa bruja.
 Vive en una despedida de soltero permanente.
Sí. Eso es lo que ocurre cuando Holmes se quita años
. Eso y que Downey Jr. se pasa media película atizando a sus rivales y dando brincos de artes marciales.
 Estamos ante el sabueso de Baker Street representado sin miramientos por Iron Man.
Y así llegamos hasta hoy.
La película Mr. Holmes, con Ian McKellen, estrenada en julio, no está basada en una historia de Conan Doyle, sino en una novela que escribió Mitch Cullin a partir de sus personajes.
 Presenta a un Holmes anciano, senil y muy solo –porque Watson al fin se ha casado–, enfrentado a las consecuencias de haber vivido para la deducción y no para las personas, reflexionando sobre su propia falta de humanidad.
Puede sonar triste
. Pero tras más de un siglo de adaptaciones a la pantalla, y de aventuras sentimentales tan variadas como las criminales, uno debe admitir –incluso Holmes debe entender– que ya es hora de madurar.
elpaissemanal@elpais.com

 

15 ago 2015

¿Quieres leer un libro? El Estilo de los otros ............Mauro Libertella

Las condiciones materiales


"Mauro Libertella, hijo del también escritor argentino Héctor Libertella, es el autor de El estilo de los otros, un volumen que reúne conversaciones con escritores latinoamericanos en activo. 
Si analizamos el libro como un tribunal de tesis, podrían surgir algunos peros en cuanto a la selección de los autores con que se rellena la casilla de cada país; la ausencia de ciertos países —Colombia— o la inclusión tangencial de otros —Perú—; la horquilla cronológica en la que se mueven entrevistados cuyas fechas de nacimiento oscilan entre Margo Glanz (1930) y Zambra (1975). 
Pero selección implica amputación y el corte de Libertella aspira a funcionar como “cápsula de futuro”: las interacciones propician una lectura activa a la búsqueda de coincidencias que probablemente tienen que ver con el estado actual de la literatura latinoamericana.
 Surge una red de condiciones de producción del texto que deriva en temas recurrentes: lo autobiográfico ficcional; el interés por una literatura política más preocupada en transgredir los géneros que por las realidades; la tensión entre referencialidad y centralidad del lenguaje; las conexiones con televisión y cine —Gumucio, Bizzio, Lissardi, Fuguet, Villoro, Pauls…—; el binomio, incluyente o excluyente, entre teoría y creación; cosmopolitismo y poliglotismo, así como la vinculación de los escritores con espacios que no son su territorio natal — Tánger y Rey Rosa, Berlín y Villoro, Nueva York y Molloy—; la dificultad de los jóvenes de matar al padre, al referente literario y político, una actitud que explica el conservadurismo de alguna de estas voces y nos lleva a reformular el significado del progresismo
. Las referencias a otros escritores dibujan un mapa de la literatura latinoamericana del siglo XX y de lo que va del XXI: desde la omnipresencia borgeana a Fogwill, Bolaño, Puig, Onetti, Poniatowska, Rivero, Conti, Levrero, Dalton, Lemebel, García Márquez…". Por MARTA SANZ

Ciencia contra ideología en la lucha contra el sida......................................................Pablo Linde

Una narcosala de Vancouver demuestra su eficacia contra la propagación del VIH. 

Es un ejemplo que muchos gobiernos se resisten a imitar.

 

Un usuario se inyecta droga en uno de los puestos de consumo. / BCCfE

La evidencia científica no entiende de ideologías.
 Nos puede parecer mal la ley de la gravedad y votar todos en su contra, que seguiremos cayendo si saltamos desde una ventana
. Con los abordajes de la salud de los consumidores de droga sucede algo parecido.
Facilitar a los drogadictos lugares seguros para pincharse puede generar controversia o dudas morales.
Sin embargo, decenas de estudios han demostrado que donde se implantan se reduce la infección de hepatitis y VIH —entre otras—, baja la mortalidad y, por lo general, aumenta la seguridad ciudadana y el porcentaje de quienes comienzan programas de desintoxicación.

En Vancouver (Canadá) un pequeño local sirve de modelo mundial para mostrar la evidencia de que este es el abordaje más eficaz.
“Es el único lugar de Norteamérica en el que entras con drogas y no eres un criminal”, asegura Liz Evans, una de las impulsoras de Insite, un centro de supervisión de inyecciones que se creó en 2003 en Down Town East Side (DTES), un barrio devastado por la droga y el sida en los noventa. Alrededor de 40 papers publicados en algunas de las más prestigiosas revistas de salud del mundo muestran su éxito: la criminalidad ha bajado, el contagio entre quienes se inyectan ha descendido un 90%, las víctimas mortales de la sobredosis han caído un 35% y su presencia ha supuesto un aumento del 35% de la participación en los programas de desintoxicación.
No es el único similar; en el mundo existen alrededor de 90 narcosalas.
 El ejemplo, sin embargo, no parece cundir.
 Aunque la epidemia mundial de VIH está siendo controlada —las infecciones caen y cada vez se producen menos muertes en el mundo por su causa—, existen regiones que se resisten a este descenso.
 La que comprende el Este de Europa y Asia Central sufrió un aumento del 40% entre 2001 y 2014, en buena medida por el contagio de entre drogodependientes. “Es una zona en la que los estupefacientes están muy perseguidos y las políticas para el consumo seguro son inexistentes, cuando no penadas.
 El resultado es que el 70% de los casos de VIH y casi la mitad de los nuevos contagios tienen su origen en el uso de jeringuillas”, explica Michel Kazatchkine, enviado especial de la ONU para el VIH-sida en la región
. También se ha producido un dramático ascenso del contagio del virus del sida en una franja rural del medio oeste estadounidense, donde el consumo de opiáceos sin prescripción facultativa está creciendo y las leyes persiguen incluso los programas que facilitan jeringuillas nuevas a los consumidores.
 En Indiana, por ejemplo, llevar una sin prescripción médica puede suponer penas de cárcel.
Con las narcosalas, la criminalidad baja, el contagio entre quienes se inyectan desciende y las víctimas mortales también, además de suponer un ahorro sanitario
“Es un claro ejemplo de cómo la ideología antepone a la evidencia científica.
 Estos métodos restrictivos no solo han demostrado no funcionar, sino que son a la larga mucho más caros porque tienen una gran repercusión en el sistema de salud”, asegura Chris Beyrer, presidente de la Sociedad Internacional de Sida (IAS, por sus siglas en inglés), que celebró precisamente en Vancouver su congreso el pasado julio.
De hecho, la idea de Insite surgió de Julio Montaner, su antecesor en el cargo.
 El actual director del Centro para la excelencia en VIH-sida de la Columbia Británica (BCCfE, por sus siglas en inglés) y uno de los más prestigiosos investigadores sobre la enfermedad en el mundo no era precisamente favorable a este abordaje.
“A mí en principio no me gustaba la idea de habilitar un espacio para que los drogadictos fueran a inyectarse, pero todo lo demás había fallado, las muertes en el barrio estaban a la orden del día y teníamos que probar algo nuevo.
 Esto resultó”, explica.
Aún hoy, la presencia de la droga se mantiene.
 Los promotores de Insite calculan que de los 16.000 vecinos, 6.000 son adictos.
 Es algo que se palpa en cuanto uno llega al DTES, justo al lado del centro de la que es considerada una de las mejores ciudades para vivir del mundo.
 Las caras demacradas, el mercadeo callejero, los carritos de la compra llenos de posesiones vitales y los asentamientos improvisados para dormir dan a simple vista una idea del problema que aqueja al barrio.
 Al menos, hoy no se encuentran cadáveres en la calle, algo que era prácticamente normal en los noventa, según relata Scott Thomsom, policía de la zona desde 1987:
“He visto tantos que no puedo contarlos”.
Por aquella época, Kevin ya estaba inyectándose heroína.
 Empezó en 1979, cuando tenía 17 años.
 Lo lleva grabado en el rostro
. Comenzó a usar Insite desde que lo abrieron. “Antes de esto yo compartía jeringuilla con siete u ocho personas
. Es un milagro que no tenga VIH, aunque sí contraje hepatitis.
Cuando te drogas en la calle haces cosas que sorprenderían a cualquiera, usas el agua de charcos o incluso del váter”, cuenta
. El centro se basa en en cosas sencillas: tratar a los drogadictos como a personas humanas, ofrecerles limpieza, seguridad, calor, jeringuillas nuevas y un pequeño espacio donde pincharse.
 Y no juzgarles. “Si esto funcionase, lo haríamos, pero resulta que no es así”, afirma Darwin Fisher, director de Insite.
El mecanismo del centro es, como las premisas en las que se basa, sencillo.
 Abre sus puertas a las 10.00 de la mañana cada día
. Los usuarios pasan, dan un nombre (que pueden ser ficticio), se lavan las manos y se sientan durante el tiempo que necesiten en uno de los trece puestos habilitados para inyectarse droga mientras suena música.
 Cada día pasan por él 400 personas. Nadie les hace preguntas si no quieren, nadie les asesora si no lo piden.
 Junto a los puestos de consumo está todo el material que necesitan y enfermeros que les pueden ayudar en caso de que lo soliciten.
 Muchos lo hacen, y la higiene y seguridad con la que se drogan a aumentado; hasta 2013 se habían practicado más de 3.400 intervenciones clínicas entre las más de 9.200 personas que habían pasado por allí
. “Las charlas con el personal, sin embargo no suelen ser sanitarias, sino humanas, eso les hace sentirse cómodos”, explica Fisher.
Europa del Este es la región del mundo donde más sube el contagio del VIH, sobre todo debido a la reutilización de jeringuillas
Cuando terminan en su puesto pueden pasar a una zona de recreo donde conversar con otros usuarios o con los voluntarios exdrogadictos que trabajan en el centro
. Nadie les presiona para ello, pero en el caso de que lo soliciten, existe un programa de desintoxicación a su disposición.
 “Lo bueno es que no tienen que llamar ni que rellenar papel alguno, simplemente lo piden y se lo facilitamos”, cuenta Fisher.
 Aproximadamente un tercio recurre a esta ayuda.
 El problema es que hay más demanda que oferta. En la planta de arriba, lo que llaman Onsite, tienen habilitado un centro con 12 camas, aunque la rotación es frecuente, así que no suelen tardar mucho en acceder al programa.
 Más de la mitad lo completa con éxito.
Tras ese proceso, pueden acceder a otro, que también está en una planta diferente.
 En la tercera duerme Kevin.
 Es un lugar de estancia temporal con habitaciones y baños individuales que son asignados tras la recuperación.
 Es el paso hacia una vida normal. Kevin lleva cuatro meses ahí y está buscando un alojamiento definitivo fuera del centro y, a ser posible, un trabajo.
 “Los he tenido en la hostelería y la limpieza, pero los perdía en cuanto me colocaba, entonces pasaba a ser un delincuente y a hacer lo que fuera para conseguir dinero: desde robar a vender drogas”, relata.
Ejemplos de recuperación como el suyo no sirven para que el Gobierno Federal de Canadá apoye al centro o cree nuevos en el resto del país
. Es más, ha intentado cerrarlo en varias ocasiones, algo que fue denegado por la Corte Suprema, que mantuvo la excepción legal bajo la que se ampara Insite, que sí cuenta con el aliento y la financiación del Gobierno Provincial de la Columbia Británica, donde está Vancouver.
 “Para la administración federal representamos todo lo malo, como si apoyásemos la drogadicción. Creen que iniciativas como esta la alientan, cuando no solo no es así, sino que es la mejor forma de abordar el problema, según se ha demostrado”, explica el doctor Montaner.
No solo ocurre en Canadá. Kazatchkine, que también es miembro de la Comisión Global de Políticas de Drogas, explica que los Gobiernos a menudo no se guían por la evidencia científica:
“No solo pasa en Ucrania o Rusia, tampoco existen centros seguros de consumo en Inglaterra, Francia o Portugal.
Se ha demostrado que la represión es contraproducente, pero los gobiernos parecen no querer verlo”. Quizás, algún día, también legislen en contra de la ley de la gravedad, pero no por ello dejarán de caer.