No es para levantar el ánimo leer las noticias.
No es ya corrupción, malversación, prevaricación, y no es que tengamos asumido que nuestra vida nos la rijen, ladrones ya no de guante blanco porque eso queda muy elegante ante esos rufianos encubiertos por un gobierno que nos lleva a la ruina.
Hay otra ruina que expertos deben analizar, porque no vamos a estar rodeados de locos esquizoides paranoides bipolares y asesinos sin remordimientos, y aunque los tengan no sirve de nada.
El Objetivo es buscarse enemigos y matarlos.
Casualidades de la vida son los más débiles y menos fuerza tienen, Y la manera de matar no es que haya buena ni mala pero son retorcidas, no solo mueren sino mueren con un espantoso dolor.
Un niño quemado vivo, Quemado. así como San Lorenzo que por eso estamos ante las lágrimas de SanLorenzo en caídas de estrellas. Padre que mata a sus dos hijos con una sierra cortándoles el cuello, niños!! y haciendo alarde de su locura antes avisa a la madre y a la guardia civil, mas que nada para morirse contento sabiendo que la noticia de su horror llega y no van a poder hacer nada.
Otro hombre mata a su mujer, por mucha denuncia del maltrato sea físico o psicológico da igual, es Maltrato. ¿Que le ocurre a esos hombres a eso
spueblos que solo matan niños? En paises que matan niños es un genocidio, los hombres trastornados de su propia maldad lo hacen con cierta finura porque eligen ellos como asesinar y si es con una sierra radial mejor.
Lo de los Padres es algo inaudito , porque habrá mujeres que asesinan, pero existe la palabra "parricida" y madricida no. . Y luegos ellos se matan como el Concejal ese en su celda.....si su vida es un asco porque él lo es, que se mate pero deje en paz a sus hijos y esposa ......pero nunca hay una fórmula exacta.
Nada es mejor en un asesinato, nada es peor en un suicidio, pero requiere un estudio y tratamiento de salud mental YA!!!
9 ago 2015
Hallado muerto en una celda el edil de EU acusado de matar a su esposa........................................ Cristina Vázquez
El concejal de Serra, detenido esta semana, se ha ahorcado con una sábana en Picassent.
El concejal de la localidad valenciana de Serra Marcos Cabo, detenido por su supuesta implicación en la muerte de su mujer
en un incendio de la vivienda familiar a finales de julio, ha sido
hallado a primera hora de este domingo muerto en una celda de la cárcel
de Picassent
(Valencia), donde ingresó por orden judicial el viernes pasado, ha
confirmado la Delegación del Gobierno en la Comunidad Valenciana.
Los funcionarios lo han encontrado colgado de una bisagra de la ventana de la celda en la que estaba y, aunque los servicios médicos de la cárcel han intentado reanimarlo, no han podido hacer nada, ha dicho un portavoz gubernamental.
Según ha informado el Tribunal Superior de Justicia valenciano, el Juzgado de Instrucción número 3 de Picassent, en funciones de guardia, ha ordenado sobre las nueve de la mañana el levantamiento del cadáver del interno y ahora investiga las circunstancias de la muerte del edil, que estaba bajo protocolo de vigilancia antisuicidio.
Cabo ingresó en prisión el viernes por orden de la titular del Juzgado 4 de Llíria, con competencias en materia de violencia sobre la mujer, por su presunta implicación en la muerte violenta de su pareja el pasado 29 de julio.
La juez decretó para Cabo prisión provisional, comunicada y sin fianza, así como la suspensión de la patria potestad de los hijos menores de la pareja.
La causa, que está bajo secreto de sumario, se ha abierto por un posible delito de asesinato.
La dirección autonómica de Esquerra Unida -formación de la que la víctima también fue concejal en Serra- cursó la baja inmediata de militancia del edil.
La víctima, Dolores Moya, exconcejal de Esquerra Unida en Serra, un pueblo de 3.000 habitantes enclavado a 30 kilómetros al noroeste de Valencia, falleció en el incendio de su casa a finales de julio.
Según la primera versión que se ofreció del incendio, las llamas se iniciaron en el comedor y la mujer apareció muerta por inhalación de humo en el cuarto de baño. Su marido, policía local de profesión pero sin ejercer como tal debido a un expediente administrativo, declaró que vio las llamas mientras descargaba una furgoneta e intentó rescatar a su esposa sin éxito
. Cabo se dirigió a la comisaría de policía municipal y avisó del fuego.
La Guardia Civil comprobó más tarde que el fuego fue intencionado.
El marido de la fallecida fue detenido el pasado jueves.
La pareja había decidido separarse, según fuentes próximas a la familia.
Los funcionarios lo han encontrado colgado de una bisagra de la ventana de la celda en la que estaba y, aunque los servicios médicos de la cárcel han intentado reanimarlo, no han podido hacer nada, ha dicho un portavoz gubernamental.
Según ha informado el Tribunal Superior de Justicia valenciano, el Juzgado de Instrucción número 3 de Picassent, en funciones de guardia, ha ordenado sobre las nueve de la mañana el levantamiento del cadáver del interno y ahora investiga las circunstancias de la muerte del edil, que estaba bajo protocolo de vigilancia antisuicidio.
Cabo ingresó en prisión el viernes por orden de la titular del Juzgado 4 de Llíria, con competencias en materia de violencia sobre la mujer, por su presunta implicación en la muerte violenta de su pareja el pasado 29 de julio.
La juez decretó para Cabo prisión provisional, comunicada y sin fianza, así como la suspensión de la patria potestad de los hijos menores de la pareja.
La causa, que está bajo secreto de sumario, se ha abierto por un posible delito de asesinato.
La dirección autonómica de Esquerra Unida -formación de la que la víctima también fue concejal en Serra- cursó la baja inmediata de militancia del edil.
La víctima, Dolores Moya, exconcejal de Esquerra Unida en Serra, un pueblo de 3.000 habitantes enclavado a 30 kilómetros al noroeste de Valencia, falleció en el incendio de su casa a finales de julio.
Según la primera versión que se ofreció del incendio, las llamas se iniciaron en el comedor y la mujer apareció muerta por inhalación de humo en el cuarto de baño. Su marido, policía local de profesión pero sin ejercer como tal debido a un expediente administrativo, declaró que vio las llamas mientras descargaba una furgoneta e intentó rescatar a su esposa sin éxito
. Cabo se dirigió a la comisaría de policía municipal y avisó del fuego.
La Guardia Civil comprobó más tarde que el fuego fue intencionado.
El marido de la fallecida fue detenido el pasado jueves.
La pareja había decidido separarse, según fuentes próximas a la familia.
No hay nada más común que una rareza............................................................... Rosa Montero
Creo que ser verdaderamente raro es imposible. Lo cual resulta bastante consolador.
Me encanta la tercera acepción del diccionario de la RAE de la palabra normal:
“Que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas
fijadas de antemano”
. Ojalá fuera esa la primera definición del término, en lugar de la que ahora figura (“que se halla en su estado natural”), porque expresa a la perfección lo que siempre he pensado, a saber, que vivimos presos de un trágico malentendido consistente en creer que, cuando hablamos de normalidad, nos estamos refiriendo a lo más habitual, lo mayoritario, lo “natural”, como dice la primera voz.
Cuando, en realidad, de lo que estamos hablando es de la norma, de la ley, de una convención previamente fijada.
De un marco al que intentamos adaptarnos, pero que en realidad no define a nadie o casi nadie.
Y es que tengo la profunda sospecha de que los individuos “perfectamente normales” son escasísimos
. A veces llego a pensar que en realidad no existen, que son un simple mito, como los dragones escamosos o el unicornio alado.
La vida me ha demostrado que, en realidad, todos estamos llenos de rarezas y de pequeñas manías. Aunque las ocultamos celosamente, por lo general no les damos mayor importancia, y con razón, porque las rarezas se repiten muchísimo: o sea, es más habitual ser raro que normal.
Hace años escribí un artículo sobre esas manías secretas, a raíz de haber descubierto que una conocida, la más sensata, serena y confiable de su grupo de amigos, llevaba toda su vida guardando en cajitas de cerillas las uñas que se recortaba en manos y pies.
A mí me había parecido algo sorprendente, pero luego me escribieron tres lectores diciendo que ellos hacían lo mismo.
Creo que ser verdaderamente raro es imposible. Lo cual resulta bastante consolador.
El pasado mes de julio participé en un curso formidable en El
Escorial, uno de esos de verano de la Complutense.
Lo dirigía Raúl Gómez Gómez, lo organizaba la Fundación Manantial, una ONG que se dedica a la ayuda e integración de los enfermos mentales crónicos, y se titulaba prometedoramente Los excesos de lo normal y los defectos de la cordura, un enunciado que también suscribo.
Pues bien, cuando di mi charla se me ocurrió preguntar a la gente por sus rarezas.
Si tres personas contáis vuestras manías, yo contaré la mía, propuse como quien cambia cromos (en realidad tengo más de una).
La sala estaba llena y me pareció que me miraban con ganas de sincerarse, pero cohibidos
. Con pudor, con recelo, con timidez.
Al cabo, dos o tres se animaron a hablar, aunque relatando comportamientos muy comunes, como, por ejemplo, fijarse en las matrículas de los coches y hacer cálculos matemáticos con ellas.
Pero, cuando el encuentro terminó, unos cuantos se acercaron discretamente a mí y me confesaron en la intimidad unas rarezas estupendas.
Voy a contar dos que me encantaron, por lo diferentes y complejas.
Un hombre me dijo que, cada vez que recogía la colada de la cuerda del patio, dejaba caer a propósito un calcetín; y que luego iba comprobando periódicamente si la prenda seguía allá abajo, en el suelo, o si la conserje lo había rescatado ya, que era lo que, antes o después, terminaba sucediendo. Luego la mujer lo dejaba en un reborde de la escalera, para que lo encontrara el vecino que lo hubiera perdido.
Y ahí nuestro amigo recuperaba su calcetín, todo feliz.
No me digan que no es un relato formidable: qué significará ese calcetín para ese hombre, por qué necesitará comprobar tan a menudo que hay alguien que cuida de él y que no permite que se pierda. A menudo hacemos poesía con nuestras vidas sin saberlo.
La otra rareza también es genial.
Una mujer me contó que, cada vez que viajaba, iba dejando su ropa en las habitaciones de los hoteles y regresaba a casa con la maleta vacía
. ¡Guau! Eso sí que es un viaje liberador, un trayecto hacia la ingravidez, una ceremonia de purificación.
Mientras los demás solemos ir engordando nuestro equipaje en los viajes y regresamos con el doble de la carga con la que nos fuimos (una metáfora de la pesadumbre de la vida), esta mujer vuela.
Ambos hábitos son tan elocuentes y curiosos, en fin, que parecen inventados.
Pero no: son reales. Aún más: estoy convencida de que debe de haber por ahí más gente que haga lo mismo, porque, como he dicho antes, no hay nada más común que una rareza.
La mía, por cierto, es de lo más vulgar: duermo con la almohadita de mi cuna, es decir, soy como Linus, el amigo de Charlie Brown, y su frazada.
¿Y ustedes? Permítanse una pequeña libertad y saquen sus manías del armario.
@BrunaHusky
www.facebook.com/escritorarosamontero
www.rosamontero.es
. Ojalá fuera esa la primera definición del término, en lugar de la que ahora figura (“que se halla en su estado natural”), porque expresa a la perfección lo que siempre he pensado, a saber, que vivimos presos de un trágico malentendido consistente en creer que, cuando hablamos de normalidad, nos estamos refiriendo a lo más habitual, lo mayoritario, lo “natural”, como dice la primera voz.
Cuando, en realidad, de lo que estamos hablando es de la norma, de la ley, de una convención previamente fijada.
De un marco al que intentamos adaptarnos, pero que en realidad no define a nadie o casi nadie.
Y es que tengo la profunda sospecha de que los individuos “perfectamente normales” son escasísimos
. A veces llego a pensar que en realidad no existen, que son un simple mito, como los dragones escamosos o el unicornio alado.
La vida me ha demostrado que, en realidad, todos estamos llenos de rarezas y de pequeñas manías. Aunque las ocultamos celosamente, por lo general no les damos mayor importancia, y con razón, porque las rarezas se repiten muchísimo: o sea, es más habitual ser raro que normal.
Hace años escribí un artículo sobre esas manías secretas, a raíz de haber descubierto que una conocida, la más sensata, serena y confiable de su grupo de amigos, llevaba toda su vida guardando en cajitas de cerillas las uñas que se recortaba en manos y pies.
A mí me había parecido algo sorprendente, pero luego me escribieron tres lectores diciendo que ellos hacían lo mismo.
Creo que ser verdaderamente raro es imposible. Lo cual resulta bastante consolador.
Aunque las ocultamos celosamente, por lo general no les damos mayor importancia, y con razón, porque las rarezas se repiten muchísimo
Lo dirigía Raúl Gómez Gómez, lo organizaba la Fundación Manantial, una ONG que se dedica a la ayuda e integración de los enfermos mentales crónicos, y se titulaba prometedoramente Los excesos de lo normal y los defectos de la cordura, un enunciado que también suscribo.
Pues bien, cuando di mi charla se me ocurrió preguntar a la gente por sus rarezas.
Si tres personas contáis vuestras manías, yo contaré la mía, propuse como quien cambia cromos (en realidad tengo más de una).
La sala estaba llena y me pareció que me miraban con ganas de sincerarse, pero cohibidos
. Con pudor, con recelo, con timidez.
Al cabo, dos o tres se animaron a hablar, aunque relatando comportamientos muy comunes, como, por ejemplo, fijarse en las matrículas de los coches y hacer cálculos matemáticos con ellas.
Pero, cuando el encuentro terminó, unos cuantos se acercaron discretamente a mí y me confesaron en la intimidad unas rarezas estupendas.
Voy a contar dos que me encantaron, por lo diferentes y complejas.
Un hombre me dijo que, cada vez que recogía la colada de la cuerda del patio, dejaba caer a propósito un calcetín; y que luego iba comprobando periódicamente si la prenda seguía allá abajo, en el suelo, o si la conserje lo había rescatado ya, que era lo que, antes o después, terminaba sucediendo. Luego la mujer lo dejaba en un reborde de la escalera, para que lo encontrara el vecino que lo hubiera perdido.
Y ahí nuestro amigo recuperaba su calcetín, todo feliz.
No me digan que no es un relato formidable: qué significará ese calcetín para ese hombre, por qué necesitará comprobar tan a menudo que hay alguien que cuida de él y que no permite que se pierda. A menudo hacemos poesía con nuestras vidas sin saberlo.
La otra rareza también es genial.
Una mujer me contó que, cada vez que viajaba, iba dejando su ropa en las habitaciones de los hoteles y regresaba a casa con la maleta vacía
. ¡Guau! Eso sí que es un viaje liberador, un trayecto hacia la ingravidez, una ceremonia de purificación.
Mientras los demás solemos ir engordando nuestro equipaje en los viajes y regresamos con el doble de la carga con la que nos fuimos (una metáfora de la pesadumbre de la vida), esta mujer vuela.
Ambos hábitos son tan elocuentes y curiosos, en fin, que parecen inventados.
Pero no: son reales. Aún más: estoy convencida de que debe de haber por ahí más gente que haga lo mismo, porque, como he dicho antes, no hay nada más común que una rareza.
La mía, por cierto, es de lo más vulgar: duermo con la almohadita de mi cuna, es decir, soy como Linus, el amigo de Charlie Brown, y su frazada.
¿Y ustedes? Permítanse una pequeña libertad y saquen sus manías del armario.
@BrunaHusky
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Hollywood se sacude las arrugas de las rodillas.......................................................... Rocío Ayuso
Demi Moore, Sharon Stone y Catherine Zeta-Jones son algunas de las estrellas que se han apuntado al nuevo retoque.
Probablemente todo empezó con esa moda que impuso Angelina Jolie
cuando posó en la alfombra roja mostrando pierna en toda su longitud,
rodilla al descubierto
. O quizá cuando, retocadas las patas de gallo, los senos y según una historia apócrifa de Nick Nolte, hasta los testículos, quedaban pocas partes en el cuerpo de una estrella en Hollywood sin pasar por el quirófano para su mejora.
Sea cual fuera el origen de esta nueva moda, la realidad es que Hollywood no deja de mirarse las rodillas.
Se habla de que hace un par de años Demi Moore pagó en torno a 7.300 euros por un retoquito en sus rodillas
. Y las kninkles o arrugas de rodilla de Sharon Stone y Catherine Zeta-Jones también generaron hasta su desaparición ríos de tinta en la prensa del corazón.
La solución a este nuevo problema estético que pone las rodillas temblonas a estrellas o esposas de ejecutivos en esta industria no necesariamente pasa por el quirófano
. Es más, son muchos los especialistas en estética y dermatólogos que prefieren otro tipo de solución a la grasilla acumulada en las rodillas más veteranas o a sus arrugas.
De hecho la cirugía suele ser la última solución no tanto por su precio sino por sus secuelas, con una cicatriz que no puede ser escondida y que suele agrandarse cuanto más se doblan las extremidades.
Según la revista The Hollywood Reporter son muchos los dermatólogos que prefieren utilizar tratamientos láser o de ultrasonido con los que atacar los depósitos de grasa de las rodillas de la misma forma que una liposucción.
El precio suele rondar los 2.700 euros lo mismo que esos otros que utilizan inyecciones de colágeno para acabar con las arrugas en estas articulaciones.
Hay quien prefiere esculpir sus rodillas a base de ejercicios y así lo confirma Ashley Borden, entrenadora que cuenta en su cartera de clientes con Reese Witherspoon, Taraji P. Henson o Ryan Gosling, entre otros.
Sus ejercicios para tonificar la pierna y esculpir la articulación consisten en estirar los músculos de esta parte del cuerpo ayudados por un rodillo de goma espuma, un ejercicio con el que asegura hay que ser muy constante para obtener los resultados deseados.
Si todo falla, no da el presupuesto o no hay ganas de someter el cuerpo a otra operación, en Hollywood, tierra donde los maquilladores pueden ganar un Oscar, siempre hay otra solución.
Así lo confirma el maquillador Scott Barnes, quien cuenta entre sus clientes con Jennifer Lopez y Kate Hudson, y quien asegura que su trabajo es capaz de hacer que una rodilla parezca más delgada e incluso cubrir de esta forma algún que otro pecadillo más.
. O quizá cuando, retocadas las patas de gallo, los senos y según una historia apócrifa de Nick Nolte, hasta los testículos, quedaban pocas partes en el cuerpo de una estrella en Hollywood sin pasar por el quirófano para su mejora.
Sea cual fuera el origen de esta nueva moda, la realidad es que Hollywood no deja de mirarse las rodillas.
Se habla de que hace un par de años Demi Moore pagó en torno a 7.300 euros por un retoquito en sus rodillas
. Y las kninkles o arrugas de rodilla de Sharon Stone y Catherine Zeta-Jones también generaron hasta su desaparición ríos de tinta en la prensa del corazón.
La solución a este nuevo problema estético que pone las rodillas temblonas a estrellas o esposas de ejecutivos en esta industria no necesariamente pasa por el quirófano
. Es más, son muchos los especialistas en estética y dermatólogos que prefieren otro tipo de solución a la grasilla acumulada en las rodillas más veteranas o a sus arrugas.
De hecho la cirugía suele ser la última solución no tanto por su precio sino por sus secuelas, con una cicatriz que no puede ser escondida y que suele agrandarse cuanto más se doblan las extremidades.
Según la revista The Hollywood Reporter son muchos los dermatólogos que prefieren utilizar tratamientos láser o de ultrasonido con los que atacar los depósitos de grasa de las rodillas de la misma forma que una liposucción.
El precio suele rondar los 2.700 euros lo mismo que esos otros que utilizan inyecciones de colágeno para acabar con las arrugas en estas articulaciones.
Hay quien prefiere esculpir sus rodillas a base de ejercicios y así lo confirma Ashley Borden, entrenadora que cuenta en su cartera de clientes con Reese Witherspoon, Taraji P. Henson o Ryan Gosling, entre otros.
Sus ejercicios para tonificar la pierna y esculpir la articulación consisten en estirar los músculos de esta parte del cuerpo ayudados por un rodillo de goma espuma, un ejercicio con el que asegura hay que ser muy constante para obtener los resultados deseados.
Si todo falla, no da el presupuesto o no hay ganas de someter el cuerpo a otra operación, en Hollywood, tierra donde los maquilladores pueden ganar un Oscar, siempre hay otra solución.
Así lo confirma el maquillador Scott Barnes, quien cuenta entre sus clientes con Jennifer Lopez y Kate Hudson, y quien asegura que su trabajo es capaz de hacer que una rodilla parezca más delgada e incluso cubrir de esta forma algún que otro pecadillo más.
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