Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

3 ago 2015

Tres cartas halladas en un banco confirman el suicidio del hijo de Sissi

Mary Vetsera, la amante de Rodolfo de Habsburgo, escribió las misivas a su familia.

Detalle de una de las cartas escritas por Mary Vetsera antes de suicidarse junto al príncipe heredero Rodolfo de Habsburgo. / AFP

Tres cartas de despedida de la baronesa Mary Vetsera (1871-1889), la amante del príncipe heredero Rodolfo de Habsburgo-Lorena, con quien presuntamente se suicidó en 1889, han sido encontradas en el cofre de un banco, según informó ayer a Biblioteca Nacional de Austria en un comunicado, donde calificó el descubrimiento de “sensacional” por su importancia para esclarecer algunas incógnitas que aún persisten en torno a la muerte de la pareja.
“Perdona lo que he hecho
. No pude resistir al amor. De acuerdo con él (Rodolfo), quiero ser sepultada junto a él en el cementerio de Alland.
 Soy más feliz en la muerte que en la vida.
 Tu Mary”, reza la misiva de Vetsera a su madre.
 Otras dos están dirigidas a su hermana Hanna y a su hermano Feri. 
El misterio acompaña hasta hoy al llamado drama de Mayerling, un pabellón de caza de la corte imperial situado cerca de Viena en el que los jóvenes amantes se quitaron la vida sin explicar las causas de su decisión.
La historia de la joven pareja tiene los ingredientes de un drama romántico muy propio del siglo XIX, pero al ser el archiduque Rodolfo de Habsburgo (1858-1889) el único hijo varón del emperador Francisco José I y de su esposa la emperatriz Isabel de Austria, conocida como Sissi, su muerte despertó dudas de que hubiera sido un suicidio y desató entonces rumores de que obedecía a una conspiración a nivel internacional.
El texto de la carta a la madre de Mary Vetsera era en parte conocido porque la destinataria lo había dado a conocer mientras vivía, pero los historiadores presumieron que la misiva original podía haber sido destruida.
 La Biblioteca Nacional, que ya posee importantes documentos relacionados con Rodolfo, el príncipe heredero, y con la familia Vetsera, recuerda que hasta ahora no se conservaba ningún documento original de despedida de la pareja, salvo una carta de Rodolfo a su esposa Stéphanie.
Las misivas se encontraban en un tomo de cuero de la familia Vetsera depositados en 1929 en el banco austríaco privado Schoellerbank (fundado en 1833)
. Los documentos han sido cedidos por el banco a la biblioteca en calidad de préstamo permanente y estarán a disposición de los historiadores a partir del próximo mes.

 

Siempre Frida............................................................................................... Andrea Aguilar

Nuevas exposiciones evidencian que la fascinación por la artista no para de crecer.

'Frida sentada en el jardín', fotografía de la exposición 'Frida Kahlo. Mirror, mirror...'. / Florence Arquin

Antes de verla, a Frida Kahlo (1907-1954) se la oía.
 Carlos Fuentes recordaba el tintineo de pendientes, pulseras y abalorios que precedió a la imponente llegada de la pintora una noche al palco del Palacio de Bellas Artes en México
. Nadie quedaba indiferente al magnetismo que irradiaba la mujer del inmenso Diego Rivera, 20 años más joven que él, “una muñeca solo en lo que a tamaño se refiere”, como fue descrita por el fotógrafo Edward Weston.

Casi siete décadas después de su muerte, la fascinación en torno a Kahlo no solo no se agota, sino que crece, dejando a un lado la sombra de su marido.
Centenarios, biografías, películas, documentales, óperas e imanes de nevera aparte, la popularidad de Frida escapa a los márgenes de los mapas y los calendarios de efemérides: en 2015, media docena de exposiciones han celebrado distintos aspectos de su legado en Londres, Detroit, Ciudad de México, Fort Lauderdale y Nueva York.
Este verano, las aproximaciones a Kahlo incluyen desde la exposición de un puñado de sus cartas a la recreación de las plantas de su jardín, pasando por una conferencia sobre sus problemas médicos a cargo de una reumatóloga.

Exposiciones

Ecos de tinta y papel. De la intimidad de Frida Kahlo. Museo Casa Estudio de Diego Rivera y Frida Kahlo; México DF. Hasta el mes de noviembre.
Frida Kahlo. Mirror, mirror... Throckmorton Fine Art; Nueva York. Hasta el 12 de septiembre.
Frida Kahlo. Art, Garden, Life. The New York Botanical Garden. Hasta el 1 de noviembre.
La fiebre por Frida parece alcanzar un nuevo pico. “Ella mueve muchas emociones en distintos sectores: la mujer engañada, la discapacitada, lo aguerrido de su personalidad a pesar de sus problemas físicos o su lucha política. Y, además, todos nos volvemos confidentes de su vida a través de su obra”, explica por teléfono la fotógrafa Cristina Kahlo, sobrina nieta de la artista y comisaria de la exposición Ecos de tinta y papel. La intimidad de Frida Kahlo. Hasta noviembre, esta muestra reúne correspondencia y fotografías en el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo de México.
En esas cartas dirigidas, entre otros, a su querido doctorcito, Leo Eloesser, queda patente el dolor físico que marcó la vida de Kahlo; también la profunda amistad que la unió a la actriz Dolores del Río o al arquitecto Juan O’Gorman.
 Kahlo llegó a someterse a 30 operaciones y, tras una intervención de columna, su hermana Matilde describe al médico cómo le fijaron las vértebras con hueso y el calvario que padeció.
 Escribe que el dolor no pudo ser paliado con morfina, pues no la toleraba.
Portada del libro 'Frida Kahlo: The Giséle Freund Photographs'.
Maestra de la autoexposición —retratándose obsesivamente en sus lienzos— y, paradójicamente, del ocultamiento —camuflando bajo las folclóricas faldas las secuelas de la polio que padeció de pequeña y del terrible accidente que sufrió más adelante al quedar atrapada en el choque entre un autobús y un tranvía—, Kahlo fue carne de objetivo durante toda su vida.
 Cuando murió, se encontraron en su casa cerca de 4.000 fotografías cuidadosamente archivadas.
Antes del boom de los paparazi o de la explosión de los selfies, la icónica imagen que proyectaba Kahlo resultaba irresistible.
 La lista de fotógrafos que la retrataron arranca con su padre Wilhem Kahlo, e incluye desde Cartier-Bresson hasta Ansel Adams.
“Es excepcional cómo encontró la manera de evocar distintas facetas de sí misma ante cada objetivo. Reflejaba lo que cada uno quería ver”, apunta el catedrático Salomon Grimberg, autor del texto que acompaña el catálogo de Frida Kahlo. Mirror, mirror..., la exposición de la galería neoyorquina Throckmorton que, hasta el 12 de septiembre, reúne medio centenar de instantáneas originales de Kahlo captadas por Dora Maar, Nickolas Muray, o Lucienne Bloch, entre otros.
 Grimberg sostiene que la fotografía fue la entrada de Frida en el mundo de la estética, y se detiene en las imágenes que Lola Álvarez Bravo sacó de la pintora en distintos espejos:
 “Es como si el reflejo fuese el propio sujeto.
 Muestran su lucha por mantener su sentido del yo”.

El objetivo de Giséle Freund

Alumna de Theodor Adorno, amiga de Walter Benjamin y miembro de la agencia Magnum, Giséle Freund tuvo un privilegiado acceso al entorno de Rivera y Kahlo.
 Su trabajo se ha mostrado en el Museo de Arte Moderno de México en julio, y alguna de sus imágenes se incluyen en la muestra de la galería Throckmorton de Nueva York, pero es en el libro Frida Kahlo: The Giséle Freund photographs (Abrams & Chronicle Books, 2015) donde mejor se aprecia su conexión con la pareja de artistas.
 “Muchas de sus fotos son bodegones de la casa, una especie de retratos de ambiente donde se destila algo genuino”, explica por teléfono Lorraine Audric, especialista en Freund y autora del epílogo del libro.
 “Son imágenes que no ofrecen respuestas, sino que plantean preguntas, que muestran el arte vernáculo, la magia que les rodeaba”.
 Y la cosmopolita Freund cayó rendida ante aquello
. Como escribió la fotógrafa en un perfil para una revista que se incluye en el libro, Frida “fuma, se ríe, habla con una voz melodiosa y cálida.
 Toda su personalidad irradia una inteligencia viva, una profunda humanidad y una exuberante vitalidad
. Odia todo lo esnob, cualquier cosa falsa, convencional o afectada”.
Su identidad caló —o quizá también se construyó— en un estilo que rebasó el lienzo y cuajó en un rico mundo estético y simbólico.
 Ahí está su vistoso armario (fotografiado al detalle por la japonesa Miyako Ishiuchi, cuyas imágenes se mostraron este año en Londres), claro, pero también su jardín.
 Y es precisamente este decorado botánico lo que recrea Frida Kahlo, Art, Garden, Life. Esta exposición del Jardín Botánico de Nueva York es la primera que se ha centrado en la importancia simbólica que tenían las plantas en el arte de la autora.
“Esta faceta de su creatividad muestra la inteligencia profunda de la artista, su diálogo con ideas muy complejas como la cosmovisión de las culturas prehispánicas, y el discurso del mestizaje no solo en México, sino en el mundo de los años cuarenta y cincuenta, y, sobre todo, su amor por México y por la naturaleza”, explica la comisaria Adriana Zavala. Junto a la reconstrucción de una parte del jardín de la Casa Azul de Kahlo, se han reunido una veintena de cuadros y obras sobre papel —procedentes en su mayor parte de colecciones privadas— en las que las plantas juegan un papel esencial
. “La popularidad de Frida muchas veces tapa su arte y por eso nuestro enfoque no es biográfico”, recalca Zavala. “Pero, sí creo que fue una mujer indomable y eso es muy atractivo hoy.
 También su política”.
En este aspecto reivindicativo y luchador se centraba el Detroit Institute of Art, donde hasta julio se ha podido ver una exposición (con cerca de 180.000 visitantes) en torno a la estancia y el trabajo de Frida y Diego.
 En Detroit dejó Rivera algunos de sus monumentales murales y ella pintó Henry Ford Hospital tras su aborto. También esta primavera la muestra Kahlo, Rivera and the Mexican Modern Art exploraba las conexiones de toda una generación en el NSU Museum de Fort Lauderdale de Florida.
Ya decía Frida en una carta a su madre en 1930 desde San Francisco que “a las gringas las gusto mucho”.
 Pues no solo a ellas.

 

‘Highway 61 Revisited’: Una nueva conciencia......................................................... Ignacio Julià


Bob Dylan en una imagen de 1965.
Reciente el avistamiento del anciano Dylan por tierras hispanas, maravilla la desafiante juventud que el joven Zimmerman vio preservada para siempre en la portada —obra del fotógrafo David Kramer— de su sexto álbum, el primero totalmente eléctrico.
Pocos elepés tienen un arranque tan crucial como ese golpe del batería Sam Lay al inicio de Like a rolling stone, candidata a mejor composición rock de su época o de cualquier otra, tan abismal en su desdén —hacia la musa de Warhol, Edie Sedgwick, pero también hacía sí mismo tras hastiarse del dogma folk— que Greil Marcus necesitó todo un libro para despanzurrarla y observar en sus piezas, como en la hojas de té al fondo de una taza, el vértigo de una época convulsa.
‘’Un toque de batería que suena como un disparo de pistola’’, escribe Marcus.
‘’En Like a rolling stone el tirón del pasado era tan fuerte como el tirón del futuro, y éste era fortísimo’’.
 El casual órgano de Al Kooper, el trotón aliento de blues impresionista, el eco del Studio A de Columbia Records, la torrencial letra y esa pregunta universal en el estribillo —¿cómo se siente uno cuando no encuentra el camino al hogar?— la hicieron una de esas piezas que nunca fallan.
Este ímpetu eléctrico forja otros temas inquietos: los restallantes Tombstone Blues, From a Buick 6 o ese Highway 61 Revisited de arranque bíblico.
 Luego está la solemne diatriba contra los medios de comunicación que todo lo malinterpretan y pervierten, en Ballad of a thin man, conducida por el titilante piano del propio Bob, aquí venenoso cual escorpión arrinconado.
 Una ristra de atípicas, parlanchinas baladas equilibraba el conjunto: la cadenciosa It takes a lot to laugh, it takes a train to cry y su oxidada armónica, la melodiosa Queen Jane Approximately, la desolada Just like Tom Thumb’s blues
 Y la verborrea final que va vomitando Desolation row, once minutos de entropía lírica, con guitarra española puntuando el avance hacia ninguna parte.
‘’Fue la vía principal del country blues, comienza donde yo empecé’’, aclaró Dylan sobre la autovía que titula el álbum. ‘’Mi lugar en el universo, siempre sentí que la llevaba en la sangre’’.
 Pese al sustrato rural, Highway 61 Revisited transluce culto y referencial, aguerrido y sinuoso. Empareja a la cantante de blues Ma Rainey con Beethoven, cita a Jack el Destripador y Dalila en la misma letra, a Einstein y Nerón, a Ofelia y Romeo, a T.S. Eliot y Ezra Pound.
 Las alegorías revolotean cual hojarasca batida por vientos otoñales, mientras la aguda guitarra de Michael Bloomfield impone el estigma rock and roll a la rota matriz del folkie criado en las catacumbas de Greenwich Village.

El arte de repartir dinero, un clásico de la televisión............................................................ Néstor Villamor

Saber y ganar’, ‘Pasapalabra’ y ‘La ruleta de la suerte’ son los concursos más veteranos

Entre los tres, suman ya medio siglo en antena.

 

Jordi Hurtado lleva 18 años al frente de 'Saber y ganar'.

Desde los tiempos de Un, dos, tres... responda otra vez y Un millón para el mejor, los concursos televisivos han sido una fórmula de éxito en la televisión de España
. Algunos ya son clásicos: “Nos gustaría ser el Informe semanal de los concursos, 25 años en antena”, dijo en el año 2002, con motivo del quinto aniversario de Saber y ganar, Jordi Hurtado.
 Quizá esta frase esconda más premonición que deseo, porque el concurso de La 2 de TVE lleva ya 18 años repartiendo dinero durante las sobremesas.
 Además de sinónimo de éxito, es, junto con Pasapalabra y La ruleta de la suerte, el concurso más longevo de la parrilla televisiva en España.

El de Hurtado es, quizá, el caso más paradigmático: casi cuatro lustros en antena han dado lugar a divertidos debates en las redes sociales sobre la supuesta inmortalidad del presentador barcelonés y el periódico satírico El mundo today se hacía eco, hace poco más de un mes, de la noticia de su despido por “un tuit injurioso que publicó en 1610”.
Pero, comentarios jocosos aparte, Saber y ganar es el concurso más veterano del país y ha procurado la fama eterna a su presentador.
En todos estos años, solo ha habido un error (reconocido): hacer la misma pregunta al mismo concursante dos veces, un despiste por el que la dirección del programa pidió disculpas la semana pasada.
El perenne espacio de Televisión Española no es el único caso de éxito. Pasapalabra, de Telecinco, ya forma parte de la memoria colectiva de los telespectadores españoles.
Lleva, desde el año 2000 (empezó, eso sí, en Antena 3 de la mano de Silvia Jato), repartiendo dinero a los más duchos en el arte de adivinar vocablos.
 Su presentador, Christian Gálvez, resume en una frase la ecuación del éxito: “Ofrecer cultura y entretenimiento, que a veces son dos términos difíciles de conjugar en la misma frase, y que el espectador pueda participar y jugar desde casa”.
Ilustra la idea, barriendo para casa, con un ejemplo cercano para él: “Que la gente que nos ve diga: 'Pues hoy he acertado 24 palabras en el rosco' y que se anime a llamar al programa”.
Jorge Fernández en un especial de Halloween de 'La ruleta de la suerte'.
Jorge Fernández, que conduce La ruleta de la suerte desde 2006, aporta un factor más: “Acertar con la franja horaria”
. El suyo es el más antiguo de los concursos televisivos del país, si bien ha tenido una trayectoria irregular: empezó en 1990 en Antena 3 siendo el primer concurso de la televisión privada en España (aquella primitiva ruleta no traía entonces suerte, sino fortuna) con Mayra Gómez Kemp, tres años después se mudó a Telecinco (donde permaneció hasta 1997) y, tras nueve años de parón, regresó a Antena 3 con el formato que hoy perdura.

Los premios

Pero otro factor que lleva décadas manteniendo a la gente pegada a la pantalla es la inexplicable emoción de ver cómo un perfecto desconocido se lleva un premio, ya sea dinero en metálico, una batería de cocina para quien más se acerque sin pasarse a su precio justo, o un apartamento en Torrevieja (Alicante).
Y el que bate el récord en este apartado es Pasapalabra, que en 2006 y con Jaime Cantizano como presentador, concedió al madrileño Eduardo Benito Sayago 2.190.000 euros por completar todo un abecedario de definiciones
. Es, hasta la fecha, el premio de mayor cuantía otorgado por un concurso televisivo en España.