Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

6 jul 2015

Tres formas de ser C. J. Cela............................................................................Manuel Vicent


El actor Francisco Rabal, segundo a la izquierda, y Camilo José Cela, segundo a la derecha, en el rodaje de 'La colmena'. / RAÚL CANCIO

Eusebio García Luengo era un viejo escritor caballeroso y lleno de talento, abúlico y casi secreto, que consumía sus tardes en la tertulia de poetas del café Gijón.
 Un día le pregunté: “Eusebio, si ya has renunciado a escribir, ¿a qué te dedicas ahora?”. Sonriendo maliciosamente me contestó: “Estoy muy ocupado. Me dedico las 24 horas del día a odiar a Camilo José Cela”.
 Sin duda Eusebio recordaba los viejos tiempos de posguerra, cuando un Cela tremendo y famélico asistía a la tertulia de la Juventud Creadora en el café Gijón y compartía los sueños de gloria con poetas y escritores, entonces con todo el futuro por delante, ahora devastados. Cela fue el único de aquel cotarro de artistas en alcanzar gran renombre.
La familia de Pascual Duarte (1942) lo puso en órbita de repente.
 En medio de la represión política y el hambre colectiva, con este violento chafarrinón ibérico Cela había recuperado la cadencia de los clásicos, que aprendió leyendo entero el Rivadeneyra antes de la guerra en el pabellón de reposo para tuberculosos en Guadarrama.
 Con palabras duras, metálicas, que venían a caballo de un poderoso ritmo interior, su literatura recuperaba la gran tradición del Siglo de Oro frente a la hueca faramalla literaria que exaltaba aquel imperio en alpargatas del franquismo.
Luego Cela bajó el tono y escribió El viaje a la Alcarria, con sonoridad azoriniana, y después su obra maestra La colmena, según la estética de Dos Passos, un retablo de supervivientes humillados, que se movían en aquel Madrid de permanganato y olor a sardina de bota.
 Cela abandonó la gabarra del café y sus contertulios allí varados asistieron a sus éxitos mientras veían pasar la vida con los sueños derrotados por el tercer ventanal.
 El escritor era entonces un joven flaco, de cabeza grande y rostro feroz, que se hacía fotografiar siempre malhumorado; tenía los resortes brutales del que cree vivir en un mal país, un hondo desprecio frente a todo y nada, pero el éxito literario sirvió para ocultar negros pasajes de su biografía, la contradicción de haber sido censor y a la vez censurado, y sobre todo aquella maldita solicitud que en el año 1938, en plena Guerra Civil, desde el bando nacional dirigió al entonces comisario de Investigación y Vigilancia.

De ‘Pascual Duarte’ a la concesión del Nobel

La familia de Pascual Duarte, publicada en 1942, lo puso en órbita. El éxito ocultó pasajes oscuros de su vida.
La colmena, su obra maestra, es un retablo de supervivientes humillados. Mario Camus la llevó al cine en 1982.
A partir de los años cincuenta hubo un Cela más pastueño y solariego. En 1957 entró en la Real Academia.
El no dar puntada sin hilo en propio beneficio era marca de la casa.
 Desarrolló el arte de venderse bien.
Con la concesión del Premio Nobel comenzó el tercer Cela, sin norte y de vida despendolada.
Después, a partir de los años cincuenta, hubo otro Cela más pastueño y solariego.
 Se dejó barba como un gesto de hirsuta rebeldía frente a los bigotillos recortados del falangismo y se echó a andar por tierras de moros y cristianos para anotar en su libreta de viaje los paisajes y almas que hallaba en los caminos, con un realismo unas veces tierno, otras cruel, pero siempre con el don musical y violento que al chocar producían las palabras
. No dar nunca puntada sin hilo en propio beneficio constituía la marca de la casa.
 Con un supremo arte para vender, Cela consiguió que el dictador venezolano Pérez Jiménez le soltara un cheque de 50.000 dólares para que escribiera una novela sobre su país.
 El resultado fue el engendro de La catira. Con ese dinero, en 1954, se estableció en Mallorca, en el barrio de Son Armadans, que luego dio nombre a una revista literaria en cuyos papeles fueron convocados algunos escritores del exilio, Salinas, Alberti, Zambrano, Max Aub. En 1957 Cela entró en la Real Academia Española y en aquella época del seiscientos, los primeros bikinis y electrodomésticos, la cultura española se dividía entre dos barbas, la negra de Cela y la blanca de Menéndez Pidal.
El escritor se puso a trabajar a muerte en soledad con el ideal puesto en el Nobel. Fundó la editorial Alfaguara.
 Bajo sus alas de clueca sacaron las primeras plumas algunos literatos jóvenes, mientras escribía otra obra maestra, San Camilo, 1936, con la que se lamía viejas heridas de la guerra y trataba de soterrar un negro fantasma que no conseguía olvidar.
 En ese tiempo Cela se constituyó en un espejo del inconformista, verdadero o falso, con un instinto especial para salir en la foto, con la lengua siempre dispuesta al exabrupto, que al final ni siquiera escandalizaba a las monjas.
 Amigo de los guardianes del régimen y a la vez garduño incontrolado, parecía que su personalidad iba a unir las dos Españas literarias, la de Alberti y Américo Castro en el exilio exterior y la de Vicente Aleixandre en el interior para amasarlas con la de Carlos Barral y su cuadra en las conversaciones de Formentor. Fue su época más feliz
. Ese es el Cela que pudimos admirar.
El escritor mimado del franquismo asistía al café Gijón a compartir sueños de gloria con otros autores
Finalmente todo comenzó a torcerse cuando el rey Juan Carlos lo nombró senador de las Cortes de la Transición.
 Entonces hubo una tercera forma de ser de Camilo José Cela. Llevado por la fuerza de las circunstancias en 1974 se había atrevido a protestar por la muerte a garrote de Puig Antich y ahora el escritor mimado por el franquismo, comenzaba a criticar a la dictadura e hizo amagos de ponerse a disposición de los políticos de la democracia.
Fue entonces cuando sus antiguos camaradas sacaron de algún cajón aquella maldita solicitud al comisario de Investigación del joven Cela de 21 años, fechada en A Coruña, el 30 de marzo de 1938, en que se ofrecía como delator y la publicaron en El Alcázar.
 “Que habiendo vivido en Madrid cree poder prestar datos sobre personas y conductas que pudieran ser de utilidad”.
Es imposible que una puñalada de semejante calibre no te convierta en un zombi.
 Si algo ya se había roto en el cerebro de este escritor la descarga de gloria que le bajó de las esferas con la concesión del Nobel acabó de rematarlo
. Ante esta doble sacudida de miseria y honor comenzó el tercer Cela sin norte su vida despendolada, el divorcio tempestuoso, el pleito económico con la familia, el Cela encorbatado a merced de una sacamantecas, el Cela feriante y marbellero, marqués de Iria Flavia, que subía en parapente, que buscó hasta la muerte dinero bajo las piedras, secuestrado más allá de la tumba por sus falsos amigos. Aunque muchos, como García Luengo, se dedicaron a tiempo completo a odiar a ese Camilo José Cela, pese a todo fue un escritor responsable de varias obras maestras, por las que será leído y recordado.
Bueno su final como escritor se veia venir y desde luego que me está recordando a alguien.

7 'mentiras' que los madrileños nos contamos a nosotros mismos

saluha via Getty Images
1. ESTÁ A CINCO MINUTOS
El madrileño es un claro ejemplo de la teoría de la relatividad aplicada al espacio-tiempo
. Las unidades de medida las llevamos a lo castizo, o lo que es lo mismo, tenemos un sistema métrico propio.
 Si preguntas a un madrileño y te dice que está a cinco minutos, prepárate a andar por lo menos media hora, a coger el metro, a bajarte cinco estaciones después y a hacer dos transbordos de autobús.
 El kilómetro madrileño es una unidad de medida que debería oficializarse y aparecer en la tabla de equivalencias milla-km-kilometrocastizo.
Si un madrileño te dice que está lejos, entonces prepara el pasaporte.
Nada nos parece lejos a no ser que nos dé una pereza que nos mate lo que nos mueve hasta allí o esté más allá de la M-30, que entonces no nos parecerá que está lejos, sino que nos parecerá que está por Parla (otro punto de referencia del madrileño más allá de los meridianos y paralelos convencionales: el famoso meridiano de Parla).
 Si estás intentando quedar con alguien y te dice que está muy lejos, es que le apetece cero quedar contigo. A buen entendedor...
2. VIVO EN EL CENTRO
Cuando un madrileño le dice a alguien de fuera que vive "en el centro", quiere decir que vive dentro del perímetro de la M-30. Esto quiere decir que está dentro de un radio medio de 5,17 km del centro-centro-Puerta del Sol y dentro de los 32 km de longitud que tiene esta vía.
Todo lo que queda dentro de la M-40 no es centro, pero está cerca del centro. En 10 minutos estoy en el centro (que es ese perímetro de circunvalación de la M-30).
La M-50 ya no cuenta como Madrid.
 Es una carretera interestelar desconocida para casi todos los urbanitas que lleva a una galaxia muy, muy lejana.
3. NO TENGO ACENTO
Los madrileños creemos que somos los únicos habitantes, no solo de España, sino del planeta, que carecemos de acento.
 De hecho, nos extrañamos y horrorizamos cuando nos dicen que lo tenemos
. Lo negamos igual que San Pedro negó a Jesucristo (no nos hace falta gallo que cante): con firme convicción, pensando que al estar en el centro del país se parte de acento neutro que va in crescendo radialmente hacia el resto de España, tomando sus puntos álgidos en Finisterre y Tarifa.
4. ¿DÓNDE ESTÁS? LLEGANDO
Date por jodido (con perdón que nunca digo palabras malsonantes en el blog). Posiblemente esté saliendo de casa o en la decimonovena vuelta intentando aparcar.
 Los madrileños vivimos en un bucle con el tiempo verbal gerundio: llegando, aparcando..., y no es porque seamos mentirosos compulsivos, es porque somos optimistas convencidos.
Creemos firmemente en el tele-transporte, aunque no hayamos encontrado aún la manera de ponerlo en marcha, y que viviendo en Pozuelo y habiendo quedado en el Barrio de Salamanca estás saliendo por la puerta de casa y estás llegando. Y esto es así.
5. EN MADRID SOMOS MUY ACOGEDORES PORQUE TODOS SOMOS DE FUERA
Madrid es una ciudad en la que los grupos de todo la vida son muy endogámicos.
 Es difícil entrar en un cluster (porque son clusteres, que no grupos) de amigos del colegio, porque está científicamente comprobado que entre personas que comparten los años de colegio hay una mutación genética que les hace recubrirse en grupo con una capa invisible resistente a los años, la polución, las inclemencias del tiempo y la gente ajena al colegio.
Cuesta, pero al final, la mutación genética se contagia y entonces, un día, sientes que también has estudiado en ese colegio, y que eres uno más del grupo, y esa persona al final es quien mejor conoce la ciudad.
Cuando alguien dice en un grupo de amigos eso de "en Madrid somos todos de fuera", siempre habrá al menos una voz que diga: "Pues yo soy gato".
 Y aunque hay mucha literatura sobre cuántas generaciones tiene que haber de madrileños en la misma familia, de padre y madre y abuelos y demás línea generacional, la mayoría dice que son tres generaciones; y todos, todos, nacidos en Madrid. La versión más radical que yo siempre he oído sube a cuatro las generaciones.
 Ese linaje debe dar derecho a abono de transporte gratuito.
6. UN DÍA LO DEJO TODO Y ME VOY A VIVIR AL CAMPO/MONTO UN CHIRINGUITO DE PLAYA
Por cada madrileño que ha hecho esto, hay un millón que antes se cortan un brazo a terminar viviendo fuera del asfalto
. Y es que el madrileño es de asfalto, de su supermercado al que pueda ir andando, de sus atascos, de gritar valientemente al resto de conductores con la ventanilla subida, de la adrenalina de vivir al límite porque no sabe si va a poder aparcar o dónde va a aparecer una manifestación, de saber que tiene al lado el Museo del Prado aunque no lo pise, de no acordarse de poner el ticket de la hora, de poder ir al teatro, aunque el último espectáculo que pisó fuera el circo de Teresa Rabal unas navidades en los 80...
Un ratito nos gusta el postureo playa o campo, pero lo decimos con la boca pequeña.
 Lo justo para unas fotos para Instagram y vuelta.
7. NO NOS IMPORTA QUE NO HAYA PLAYA
Por eso, en cuanto sale un rayo de sol, emigramos en masa a las costas españolas y somos capaces de hacernos 1200 km en un fin de semana, porque nos conformamos con nuestras réplicas a escala del Mediterráneo, del Cantábrico y del Atlántico, de ladrillitos azules y agua con cloro en el que las olas más divertidas las produce el primo "gordopillow" de la familia haciendo la bomba.
Aunque haciendo el ejercicio de imaginar Madrid con playa sigo pensando que le quitaría encanto. No me gusta la playa (sí el mar, que son dos conceptos distintos), así que no puedo ser parcial en este punto.
Seguro que hay más mentiras que nos contamos a nosotros mismos y que se me escapan.
Los Madrileños son más chulos que un 8 y eso sabrán de dónde viene, son gritones y muy enterados, luego no saben de la misa la mitad, lo mejor es guardar silencio aunque no pase el Ebro.
hay veces que son gritones, y parecen que discuten pero no so chillones, Madrid es la Capital de España y según estés o quieras estar no te queda otro remedio que ir a la capital, y cualquiera dice que prefiere vivir en Barcelona.
Si algo me gusta de Madrid son sus museos y Teatros y musicales. Y claro ver a famosos de la villa y Corte pero nada más. AH los madrileños no saben nadar, y por eso si vas a una piscina vete a la parte en que no hagan pie, porque sino es una olla de garbanzos, en fin puedes ver cosas interesantes, pero que no se ponga a tu lado un madrileño porque te dirá que no sabes hablar. Claro el castellano tiene muchas variantes pero ellos no lo saben.

La máscara voluble.......................................................................................... Antonio Muñoz Molina

Paul Preston lleva publicadas tres ediciones de su biografía de Santiago Carrillo, y en cada una de ellas hay materiales nuevos que perfilan mejor al personaje.

A la derecha, Santiago Carrillo, con peluca gris y lentillas, junto a Teodulfo Lagunero poco antes de cruzar la frontera española en febrero de 1976.

Nunca se acaba de contar una vida
. En los últimos años Paul Preston lleva publicadas tres ediciones de su biografía de Santiago Carrillo, y en cada una de ellas hay materiales nuevos que perfilan mejor al personaje y al mismo tiempo agrandan su misterio, el enigma de una vida volcada en gran parte a la simulación, a la interpretación de papeles, a la simulación de identidades.
Los títulos distintos que tiene el libro en español y en inglés ya son un síntoma de esa dificultad: en español se titula El zorro rojo; en inglés, The Last Stalinist.
 El título de un libro es como la clave en una composición musical: determina su tono dominante.
En la portada en español parece que se alude sobre todo a las cualidades de astucia que solían celebrarse en Santiago Carrillo, su destreza y su flexibilidad de gran político que supo mantener durante muchos años su protagonismo y maniobrar acertadamente en los tiempos confusos del tránsito a la democracia.
La portada de la edición inglesa pone por delante la parte sombría y hasta sanguinaria de la historia: Carrillo como un dirigente comunista de los tiempos de Stalin, entrenado desde muy joven en los métodos y las lealtades de la NKVD, conspirador desde dentro en el cisma del Partido Socialista en vísperas de la guerra civil, detentador de responsabilidades escalofriantes, trepador en el aparato del Partido Comunista en Moscú y en París, delator de disidentes convertidos en traidores, inventor de fantásticos movimientos de masas que estaban siempre a punto de derribar al franquismo y que solo existían en su imaginación; y también, apurando la negrura, ejecutor a distancia de camaradas sospechosos o díscolos o simplemente que le hacían sombra en sus ambiciones.
Acaba de salir en bolsillo una edición aumentada y no he podido resistir la tentación de leer de nuevo la historia completa, y sobre todo su parte más siniestra, que es también la de mayor sacrificio y heroísmo de los militantes comunistas españoles, los años que van desde el final de la guerra civil hasta el viraje político de 1956, cuando se formula por primera vez la política de reconciliación nacional y empiezan los primeros síntomas del abandono del estalinismo; cuando el PCE se compromete abiertamente con el establecimiento de una democracia pluralista en España y al mismo tiempo apoya sin la menor sombra de duda ni de miramiento por las víctimas la invasión soviética de Hungría.
Dos cualidades resumen el carácter de Santiago Carrillo: la falta de escrúpulos y el talento desvergonzado de actor
En esos años, que son los de su ascenso al poder máximo en el Partido, Santiago Carrillo perfeccionó las dos cualidades que tal vez resumen su carácter, la clave del misterio de su biografía: la falta de escrúpulos, el talento desvergonzado de actor.
 Quizás en el movimiento comunista había algo que exageraba hasta el histrionismo la parte teatral inevitable de la política
. O quizás fue un rasgo general de los sistemas totalitarios: lo que nos llama ahora la atención en las filmaciones de la época es lo sobreactuado y hasta lo grotesco de las apariciones públicas de Hitler o Mussolini
. Por comparación, Stalin mostraba una austeridad sepulcral, pero a su alrededor, en las extensiones en las que irradiaba su dominio, lo más habitual era la interpretación exagerada e incluso inverosímil: los aplausos fervientes y unánimes que no terminaban nunca; las confesiones de culpabilidad y humillación abyecta de los condenados en los procesos de Moscú; las declaraciones de fidelidad al Partido y a la causa y los correspondientes exabruptos contra los traidores.
Una parte de la eficacia de las interpretaciones de personajes de Santiago Carrillo proviene sin duda de su falta de escrúpulos.
 A los veinte años, todavía militante de las Juventudes Socialistas pero probablemente ya reclutado por los soviéticos, interpretó el papel de joven discípulo y seguidor devoto del viejo líder Francisco Largo Caballero, casi su hijo adoptivo.
 Los socialistas nunca le perdonaron que aprovechara esa confianza en sus manejos para llevar a las Juventudes a la órbita del Partido Comunista
. En 1939 renegó públicamente de su padre, el socialista Wenceslao Carrillo, con un gran despliegue de violencia verbal que incluía la declaración de amor a Stalin y a la patria soviética, el rechazo de la retahíla habitual de traidores, encabezada por las hienas trotskistas, etc.
 Un camarada que vivía con él clandestinamente en Francia, Manuel Tagüeña, observó luego que, mientras ponía por escrito tales afirmaciones y negaciones virulentas, Carrillo estaba perfectamente tranquilo, incluso risueño, calculando el buen efecto que el repudio público de su padre haría entre sus superiores en el Partido y en la Internacional Comunista.
Cuando más perfecta era una actuación, más numeroso el rastro de víctimas que dejaba, más beneficiosa para la carrera del camarada Carrillo, infatigable en su entrega al Partido, inflexible en su “vigilancia revolucionaria”, término estalinista que encubre la búsqueda y el suministro regular de herejes y traidores. “El Partido se fortalece purgándose”, había escrito Lenin, y confirmado Stalin, de palabra y de obra.
 El papel de descubridor y perseguidor de traidores emboscados en la organización fue el que Carrillo ejerció con más constancia en los años cuarenta y en los primeros cincuenta, el que más beneficioso le resultó para su ascenso, el que provocó las mayores injusticias y los peores crímenes.
Los burócratas del PCE desconfiaban de quienes de verdad habían combatido contra los nazis y luego contra Franco
La saña verbal contra el designado como enemigo es todavía más furiosa porque se trata de alguien que hasta hace nada formó parte del núcleo de los fieles, de los elegidos y los héroes. Para un militante comunista que entraba clandestinamente en España para jugarse la vida los dirigentes de su Partido podían ser más letales que los policías de Franco. Luchadores de la guerra civil, héroes de la Resistencia francesa, supervivientes de los campos de exterminio: cualquiera podía ser sospechoso a los ojos resabiados de Santiago Carrillo y los suyos —sospechoso y a continuación calumniado, ejecutado de un tiro en la nuca en un paso fronterizo, o delatado a la policía o a la Guardia Civil.
 Los burócratas del Partido instalados en sus despachos de Moscú o México o París desconfiaban de quienes de verdad habían combatido contra los alemanes, resistido en los campos, reanudado luego, con perseverancia sobrehumana, la lucha contra la dictadura de Franco.
 Torturados en las cárceles, la dirección del Partido los acusaba de traición. Escapaban y conseguían pasar a Francia y lo que los esperaba, si no un disparo o una fosa en un bosque, era un interrogatorio a manos del propio Santiago Carrillo, en uno de los papeles que prefería, el de inquisidor airado y justiciero.
Hay libros de los que se sale como de un pozo o un túnel. Este es uno de ellos. Carrillo era tan convincente en sus interpretaciones porque es probable que careciera de remordimientos y porque en cuanto encarnaba a un nuevo personaje se olvidaba por completo del que había interpretado hasta un poco antes. Paul Preston concluye que la ambición fue el impulso principal de su vida, y que no tuvo reparo en sacrificar a su servicio las vidas y los esfuerzos de militantes admirables.
 Cada máscara, durante algún tiempo, fue su rostro verdadero.
 Detrás no había nada más, nadie más.
(Si las editoriales españolas pagaran mejor a los traductores y pusieran más cuidado en la edición de los textos probablemente no habría tantos “falsos amigos”, incluso cuando un traductor es tan competente como Efrén del Valle: barracks no significa “barracones”, sino “cuartel”; impregnable, en español, es “inexpugnable”, no “impregnable”, que en el contexto del libro no se sabe lo que quiere decir. Etc.).
Se nota que fue militante del PC, y que seguramente no fue crítico entonces y lo destruye ahora, pero el pasado se nota, usted como socialista supo sacarle el enchufe de irse a New York, en la época de Zapatero. Y el pasado siempre vuelve señor Molina, no da libertad de expresión es más prohibe en una web de muy poca participación que se hable de política.....reminiscencias  del PC? no fue reconocido dentro de él? por que actúa con rencor, no digo más. Es usted rencoroso como de no haber tenido un Alto Cargo y por eso odia a Carrillo, realmente en algunas cosas son iguales.

 

 

Letizia Ortiz, ¿su satánica majestad?............................................................ Víctor Parkas

Un gesto tan simple como comprar un libro, hizo que ciertos sectores religiosos asociaran a la reina Letizia con el ocultismo. Hablamos con los implicados en esta historia surrealista.

 

Los entonces Príncipes de Asturias, en la Feria del Libro de 2012. ¿Estaría Letizia a punto de cometer otro acto satánico?

Ha sido un infierno estando contigo.
El infierno no es tanto castigo.
Te pareces bastante a Satán.”
Pesadilla en el parque de atracciones, Los Planetas
No es algo nuevo que los gustos de Letizia Ortiz, reina consorte de España, no son para nada heterodoxos si los comparamos con el resto de los miembros de su familia política: la han visto coreando hits de The Killers en el D-Code, disfrutando del ultrashow de Miguel Noguera en el Teatro Alfil, o mostrando en petit comité su devoción por el cine de Carlos Vermut.
 Esta inquietud cultural la llevó, en la pasada Feria del Libro, a hacerse con un ejemplar de Ángeles Fósiles de Alan Moore, la mente, ya saben, que alumbró Watchmen junto a Dave Gibbons a mediados de los años ochenta. 
El hecho habría pasado por alto si los editores de La Felguera, encargados de publicar Ángeles Fósiles en nuestro país y con los que nos hemos puesto en contacto, no se hubieran hecho eco de ello en sus redes sociales:  
Prácticamente supimos los hechos a tiempo real. Una espía de la editorial nos pasó la información. Una amiga suya, de incógnito, había seguido los pasos de la reina en su visita a la Feria del Libro. No existía testimonio gráfico alguno, pero al preguntar por la caseta en la que había comprado el libro nos remitieron a Atom Cómics, una estupenda librería de cómic y novela gráfica
. Fueron ellos quienes nos lo confirmaron. «¿Como os habéis enterado? Acaba de suceder hace unos minutos», nos preguntaron asombrados.
 Lo que ellos desconocían es que tenemos decenas de agentes secretos en todo el país, incluida la Feria del Libro en Madrid”.
 Tras publicar una nota en su página de Facebook, ésta fue convertida en noticia por un rotativo generalista, haciendo que todo tomara mayor envergadura: 
 “Lo que se hizo fue reproducir y estirar lo máximo posible una nota nuestra en la que contábamos lo sucedido. 
También decíamos que históricamente reyes y reinas han mostrado una gran fascinación por el ocultismo y la magia.
 Se dedicaron a copiar, mutilar y ampliar todo esto, sin un dato más”, nos cuentan.
No fue, sin embargo, en este salto a la prensa de gran tirada donde se empezó a generar la polémica que lleva varios días azotando las redes sociales, sino en un artículo publicado en la web Infovaticana.com donde aseguran que Letizia está interesada por las ciencias ocultas.
 Basándose en las influencias que Moore, autor de Ángeles Fósiles, regurgita en su libro, con la del alquimista Aleister Crowley a la cabeza, el sesgado texto de Infovaticana pilló por sorpresa a los propios editores de La Felguera: “Infovaticana está especializada, precisamente, en sesgar la información
. Es una web de propaganda católica, con lo cual lo único que les interesaba era presentar a la reina casi como una aprendiz de bruja.
 A nosotros nos sorprendió que la reina comprase Ángeles Fósiles, pero no porque le interesasen a ella este tipo de temas, sino porque haya elegido un libro publicado por nosotros.
 Objetivamente, entre los miles de libros publicados el año pasado, la probabilidad de que eligiera un libro nuestro es mínima.
 Es lógico que webs como Infovaticana muestren cierto escándalo, o que en programas del corazón se hable de que este tipo de lecturas incitan a devorar niños pequeños.
 Llevan toda la vida confundiendo las cosas, generando alarmas absurdas o inventándose chismes. Son ellos los verdaderos nigromantes.
 Ellos sí que creen en muertos que resucitan y en milagros por sanación mediante la imposición de las manos” 
. Si extrapolásemos el discurso y la asociación de ideas con la que juega el artículo de Infovaticana, eso es cierto, cualquier admirador del escritor británico podría ser tachado de esoterista; de leer La Liga de los Hombres Extraordinarios y, acto seguido, empezar a hacer sacrificios rituales a dioses paganos.
Si las líneas del texto intentaban, por lo menos, ser tendenciosas con cierta delicadeza, es en la zona de comentarios donde encontramos declaraciones verdaderamente alucinadas, como la que sentenciaba que los españoles no se merecían a una reina atea y bruja, y la editorial no estuvo ajena a esta oleada de mensajes lanzados por los usuarios a los pies del texto: 
 “Los comentarios expresan desánimo, desazón, pesimismo.
 Está claro que no les gusta la reina
. Lo realmente alocado es que algunos crean que, con la reina ahí donde está, tienen al enemigo en casa” 
. Algunos de estos comentarios están dedicados, además, a Servando Rocha, director de La Felguera que, según una de estas voces anónimas, es un gurú de la violencia antisistema defensor de lo sublime y con contactos con bandas de moteros y anarquistas radicales”
 . Como lo de defensor de lo sublime nos encandiló, les preguntamos directamente si habían visto reflejado a Rocha en esa descripción: 
Nos hizo mucha gracia.
 Parece ser que los redactores de la web están familiarizados con esa definición de lo sublime, supongo porque han leído La Facción Caníbal. Historia del vandalismo ilustrado, uno de los libros de Rocha, en el que habla de arte, crimen y lo sublime.
 Son, desde luego, unos redactores muy cultos. Todas esos adjetivos, por separado, suenan fantásticamente, pero se trata de buscar hombres del saco, ya sea Moore o Rocha”.
Si algo queda patente en todo este embrollo, no nos engañemos, es que hay un sector de la población que, rosario en mano, aún no ha perdonado al ahora rey haberse casado con una mujer divorciada como es Letizia Ortiz
. A estas alturas, para los más radicales, ya importa poco que ella asistiera al Primavera Club en su día para ver a Los Planetas
 . Lo único que importa es si, en el Palacio de la Zarzuela, Encuentros con entidades suena o no