La contribución de Carmena a la campaña de Madrid fue el tono, nada exasperante.
La última vez que llegaron los bárbaros también estaba en Invernalia
. Fue en 1999 en Pontevedra, sin gobierno de izquierdas desde 1936.
No ganó el PSOE, en lo que hubiera sido una transición suave, sino el BNG, y dentro del BNG el núcleo de la UPG, la izquierda nacionalista y comunista.
Se cerraron los pestillos, se activaron protocolos copiados del 23-F, con llamadas constantes a Portugal, y todo el mundo empezó a hablar un gallego forzado, de chiste de Noche de Fiesta, que a punto estuvo de llevarlos, a éstos sí, al pelotón de fusilamiento.
El alcalde Fernández Lores cumplía de tal modo los estándares que al año ya le dijeron que era ETA. Y eso que era médico de familia y lo conocía todo el mundo; llega a bajar de un monte y se le prende fuego a la ciudad y salimos todos para Montevideo.
No pasó nada
. O sí: Pontevedra fue premiada en Madrid, Bruselas, Dubai y Nueva York por su modelo de ciudad. El alcalde cumplirá en 2019 veinte años en el poder
. En las últimas generales el PP sacó 21.983 votos; en las municipales de este domingo 10.725. Entre esas elecciones el BNG gana 10.000 votos (30 puntos porcentuales).
Yo viví aquella época y asistí a un espectáculo impagable: el de ver a algunos íntimos de Rajoy votando al BNG. Rajoy dejó de hablar a varios al azar, guiado por su olfato de mayorista. Hoy su ciudad es la única gobernada por el nacionalismo, o como dirían en Génova, por la izquierda nacionalista radical. A la que votan los suyos.
Madrid no es Pontevedra, ni Carmena es Lores: es más moderada.
Pero los augurios son similares.
Un amigo ha llegado a coger su programa electoral, desglosarlo y decir, acto seguido, que iba a cumplirlo
. De algún modo empieza a aparecerse aquella realidad del Congreso, cuando los diputados del PP elucubraban con los países a los que iban a emigrar de llegar Iglesias al poder, imitando al Míchel que se quiso ir del Bernabéu porque le estaban pitando.
En este sentido el mejor gesto de normalidad lo dio este lunes Rajoy: no pasa nada y la vida sigue igual.
La contribución de Carmena a la campaña fue el tono, nada exasperante, y la ausencia de una rencorosa venganza de clase que constituye un error estratégico de Podemos, que tiene en el “a por ellos” una excusa incendiaria para hacer oposición, pero inútil electoralmente en el gobierno.
Por eso sólo a Aguirre se le ocurre llamar a una jueza, que de haber ido con el PSOE sería tachada de casta, liberadora de etarras antisistema, como si el Tribunal Supremo fuese una casa okupa.
Ahora que Invernalia ha sido tomada otra vez a lo mejor pasa como cuando llegaron los bárbaros a Pontevedra, que desembarcaron con las hachas al viento y se pusieron a peatonalizar.
Se abrieron nuevas plazas, y cuando los vecinos descorrían las cortinas para ver si eran para los patíbulos, se colocaron veladores y una estatua pequeñita de Valle-Inclán, no sé si antes o después del esperpento
. En todo aquello había algo aún más revolucionario: si a la gente no le gustaba lo que hacían, podían echarlos a los cuatro años.
. Fue en 1999 en Pontevedra, sin gobierno de izquierdas desde 1936.
No ganó el PSOE, en lo que hubiera sido una transición suave, sino el BNG, y dentro del BNG el núcleo de la UPG, la izquierda nacionalista y comunista.
Se cerraron los pestillos, se activaron protocolos copiados del 23-F, con llamadas constantes a Portugal, y todo el mundo empezó a hablar un gallego forzado, de chiste de Noche de Fiesta, que a punto estuvo de llevarlos, a éstos sí, al pelotón de fusilamiento.
El alcalde Fernández Lores cumplía de tal modo los estándares que al año ya le dijeron que era ETA. Y eso que era médico de familia y lo conocía todo el mundo; llega a bajar de un monte y se le prende fuego a la ciudad y salimos todos para Montevideo.
No pasó nada
. O sí: Pontevedra fue premiada en Madrid, Bruselas, Dubai y Nueva York por su modelo de ciudad. El alcalde cumplirá en 2019 veinte años en el poder
. En las últimas generales el PP sacó 21.983 votos; en las municipales de este domingo 10.725. Entre esas elecciones el BNG gana 10.000 votos (30 puntos porcentuales).
Yo viví aquella época y asistí a un espectáculo impagable: el de ver a algunos íntimos de Rajoy votando al BNG. Rajoy dejó de hablar a varios al azar, guiado por su olfato de mayorista. Hoy su ciudad es la única gobernada por el nacionalismo, o como dirían en Génova, por la izquierda nacionalista radical. A la que votan los suyos.
Madrid no es Pontevedra, ni Carmena es Lores: es más moderada.
Pero los augurios son similares.
Un amigo ha llegado a coger su programa electoral, desglosarlo y decir, acto seguido, que iba a cumplirlo
. De algún modo empieza a aparecerse aquella realidad del Congreso, cuando los diputados del PP elucubraban con los países a los que iban a emigrar de llegar Iglesias al poder, imitando al Míchel que se quiso ir del Bernabéu porque le estaban pitando.
En este sentido el mejor gesto de normalidad lo dio este lunes Rajoy: no pasa nada y la vida sigue igual.
La contribución de Carmena a la campaña fue el tono, nada exasperante, y la ausencia de una rencorosa venganza de clase que constituye un error estratégico de Podemos, que tiene en el “a por ellos” una excusa incendiaria para hacer oposición, pero inútil electoralmente en el gobierno.
Por eso sólo a Aguirre se le ocurre llamar a una jueza, que de haber ido con el PSOE sería tachada de casta, liberadora de etarras antisistema, como si el Tribunal Supremo fuese una casa okupa.
Ahora que Invernalia ha sido tomada otra vez a lo mejor pasa como cuando llegaron los bárbaros a Pontevedra, que desembarcaron con las hachas al viento y se pusieron a peatonalizar.
Se abrieron nuevas plazas, y cuando los vecinos descorrían las cortinas para ver si eran para los patíbulos, se colocaron veladores y una estatua pequeñita de Valle-Inclán, no sé si antes o después del esperpento
. En todo aquello había algo aún más revolucionario: si a la gente no le gustaba lo que hacían, podían echarlos a los cuatro años.