Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

10 may 2015

Pasemos ya a otra cosa......................................................... Javier Marías

Quizá por edad y educación, acostumbro a percibir más erotismo (y más eficaz) en escenas en que los personajes permanecen vestidos.

 

Una reciente participación en el Festival Gutun Zuria, de Bilbao, dedicado al erotismo en la literatura y en la ficción en general, me ha llevado a pensar en el asunto y a llegar a la extraña conclusión –estrictamente personal, desde luego– de que lo uno suele casar mal con lo otro
. Si uno repasa la historia de la literatura, y aun la del cine, verá que no hay apenas obras maestras en el terreno erótico ni en el pornográfico
. Inscribir Lolita en esos territorios es un mero error de apreciación superficial, sólo posible en los tiempos aún pacatos en que se publicó.
 Esa novela es, por el contrario, una de las mayores historias de constancia amorosa, a mi parecer.
Debo reconocer que además, en cuanto en una novela “convencional” aparecen escenas de sexo, sobre todo si se demoran e incluyen el coito o lo que se le asemeja, empiezo a bostezar y me dan ganas enormes de saltármelas, como de niños nos saltábamos las prolijas descripciones de escenarios y paisajes en las obras de Walter Scott y otros autores de su siglo
. El sexo descrito es sota, caballo y rey, y uno sabe más o menos cómo acaba, por muchas variantes que se quieran introducir, o número de participantes, o prácticas supuestamente originales
. Sí, hay sota de espadas, caballo de bastos y rey de copas, pero siempre sota, caballo y rey. “Pasemos ya a otra cosa”, suelo pensar, y de hecho pocos libros recuerdo más tediosos que Las 120 jornadas de Sodoma, de Sade, que acumula un catálogo bastante exhaustivo de posturas y combinaciones y sevicias y crueldades: ahora tres, luego siete o veintidós, ahora con frailes, luego con monjas, y así hasta que a uno lo rinde un acceso de narcolepsia.
Y está el problema del estilo o lenguaje
. Los textos eróticos suelen oscilar entre la cursilería más sonrojante, el tono casi obstétrico, y la zafiedad sórdida y disuasoria.
 En los primeros uno navega por metáforas exageradas y tirando a grotescas; los miembros viriles son convertidos en “pináculos”, “flechas”, “serpientes”, “espadas”, “turbantes” y cosas así, con las que cuesta creer que a nadie le apeteciera tener mucho trato carnal.
En los segundos se tiene la impresión de estar viendo un episodio de la serie Masters of Sex, cuyas mejores partes –francamente buenas– son las que precisamente no se ocupan del sexo ni de su estudio
. En cuanto a los terceros, intentan ser muy crudos y hasta “transgresores”, pero sólo provocan rechazo y hastío.
Los textos eróticos suelen oscilar entre la cursilería más sonrojante, el tono casi obstétrico, y la zafiedad sórdida
En el cine es aún peor.
 Si la escena sexual es ortodoxa, noto que uno de mis pies empieza a golpear el suelo con impaciencia, y en seguida me parece que ya dura demasiado, que ya me la sé.
 Muchos directores, conscientes de eso, han optado en las últimas décadas por presentar polvos supuestamente ardorosos y urgentes: consiste en que los personajes tiren y rompan objetos y muebles y espejos, se “embistan” mucho y nunca jamás copulen en un lecho ni tan siquiera en el suelo; no, ha de ser en lugares incómodos, sobre una mesa, encima de un aparador, contra un lavabo
. En la excelente Historia de violencia, de Cronenberg, la urgencia era tal que Viggo Mortensen y su pareja fornicaban en una escalera, y yo no podía dejar de imaginarme el dolor de quien quedaba debajo, ni de pensar que tampoco los habría enfriado tanto subir hasta el rellano para yacer sobre superficie plana y no clavándose peldaños.
Un director me trajo una vez un guión para que opinara sobre ciertos aspectos en los que se me suponía “experto”.
 Me atreví a recomendarle –aunque acerca de eso no se requería mi parecer– que suprimiera una escena de sexo, o por lo menos el elemento “original” que contenía: por no recuerdo qué motivo, cerca de la cama había una fuente de macarrones o de spaghetti, que inevitablemente los amorosos acababan echándose encima mientras se satisfacían mutuamente.
Esto está muy visto y además es un asco”, le dije.
“Si a uno le molestan hasta unas migas entre las sábanas cuando está con gripe, no creo que nadie aguantara un coito pringado en salsa de tomate y pasta; lo veo contraproducente, si se trata de provocar excitación”.
 Huelga decir que el director no me hizo caso, y por supuesto no me invitó al estreno ni nada, pese al tiempo dedicado a leer su guión. Probablemente lo ofendí con mis comentarios.
No voy a negar que en mis novelas he incurrido en alguna escena de ese carácter
. Por cuanto llevo dicho, es un reto con la derrota casi asegurada.
 A menudo son ridículas las de autores de renombre, como Mailer o Philip Roth, y éste abusa de ellas.
Pero de vez en cuando no hay más remedio, si no quiere uno recurrir a las viejas elipsis –con frecuencia más eróticas que la exhibición– y quedar como un mojigato.
 Quizá por edad y educación, acostumbro a percibir más erotismo (y más eficaz) en escenas en que los personajes permanecen vestidos y sólo se rozan o ni siquiera, pero cargadas de tensión.
Una de las más logradas que he visto en el cine está –oh extravagancia– en ¡Qué bello es vivir!, con dos intérpretes tan escasamente turbadores como James Stewart y Donna Reed.
Pero no se moleste nadie en volver a verla, seguramente no reconocerá tal escena.
 Debe de ser una depravación mía.
elpaissemanal@elpais.es

Scott Eastwood: "Mi padre no me ha dado nada gratis"..............................................Rocío Ayuso

Cuarto de ocho hermanastros, no concibe su apellido como un trampolín para hacerse famoso.

 Pero sí se le da bien hacer de 'cowboy' en su nueva cinta. 

scotte 
A Scott Eastwood lo envidia hasta su padre, el legendario Clint Eastwood.
Por todo lo que tiene por delante, ha dicho. El actor de moda –de 29 años y fruto de una aventura hawaiana del actor y director, al que se parece como si lo hubieran clonado con 50 años menos–, siente pura devoción por su progenitor
. Junto a él ha trabajado en películas como Banderas de nuestros padres, Invictus o Gran Torino. Pero por fin se ha independizado de la sombra familiar y ahora protagoniza El viaje más largo.
¿Cuáles son las películas que más le gustan de su padre?

No hay nada como verlo en los westerns de Sergio Leone, rodados en 35 mm y en cinemascope
. Pero desde Sin perdón, mi preferida, no se ha rodado nada igual.
¿Ni tan siquiera El viaje más largo?

Mi película no es un western aunque yo sea un cowboy.
 Es un filme romántico, una historia de amor. Además, nadie hace mejor de Clint Eastwood que Clint Eastwood.
¿Ha pesado mucho el apellido hasta aquí?

Nunca. Sé que siempre tendré que responder a este tipo de preguntas.
 Antes, muchos pensaban que era un niño de papá, que me venía todo dado y no me querían ni recibir. Pero yo agaché la cabeza y llevo haciendo lo que quiero hace 16 años.
 

scotte

¿Él nunca le ayudó?

Mi padre es de la vieja escuela, de los años de la Depresión.
 Así que nunca me ha dado nada gratis. Me ha hecho trabajar cada dólar que me ha dado.
¿Cuál es el mejor consejo que ha recibido?

Que haga ejercicio
. Trabajo el cuerpo desde que tenía 15 o 16 años. Peor no para convertirme en un sex symbol, sino porque creemos que un cuerpo sano lleva a tener también una mente sana.
¿Sigue alguna dieta?

Me gusta el salmón con brócoli [ríe]. ¡Mi padre me mataría si dijera que adoro los filetes con patatas!
También ha hecho algunos trabajos como modelo.

Pero nunca me he considerado como tal.
 Solo soy alguien que ha probado la profesión. El mundo de las pasarelas no es lo mío.
Y en cine, ¿con quién consulta sus elecciones?

Depende. Sigo una norma: no hacer nada por dinero
. Mi padre y yo estamos de acuerdo en esto, pero eso no quiere decir que coincidamos en gustos.
 Así que intento buscar los mejores papeles, los que me mueven las entrañas.
s.  Como Snowden, el filme que está rodando junto a Oliver Stone sobre la figura del analista de la CIA; para algunos un héroe de la libertad informativa y para otros un traidor a su país.

Me interesa el tema y el director. Y pese a ser una trama controvertida, creo que no deja de ser espectáculo.
Realmente, ¿qué le define a usted?

Soy alguien chapado a la antigua, a quien le va el blues y odia textear
. Prefiero infinitamente sentarme con alguien a cenar para conversar.
 Pero tengo 29 años y vivo en el siglo XXI. Así que más vale que me adapte al mundillo de las redes sociales, porque parece un requisito indispensable para establecer cualquier tipo de relación estos días [ríe].

9 may 2015

Llegan a Canarias los robots para sellar las fugas de fuel del pecio ruso

El pesquero vierte hidrocarburos al mar desde que se hundió hace 25 días.

Voluntario limpian de fuel la playa de La Cantera a finales de abril. / quique curbelo (EFE)
Los dos robots submarinos que se emplearán para intentar taponar las fugas de fuel del buque ruso hundido al sur de Gran Canarias hace 25 días han llegado este sábado a las islas. El Ministerio de Fomento, que ha encargado estos de sellado a la empresa noruega Otech, ha informado de que el buque Fugro Saltire, que porta los dos ROV (Remote Operated Vehicle), está en Gran Canaria y se "prepara para continuar las operaciones durante esta semana". Según ha informado la propia empresa, la previsión es que los trabajos de sellado de los ocho puntos de fuga detectados se llevarán a cabo a mediados de la próxima semana.

Se cumplirá entonces casi un mes desde que el pesquero ruso Oleg Naydenov se fue a pique a 27 kilómetros al sur de Gran Canaria.
 Este arrastrero llevaba en sus bodegas más de 1.400 toneladas de fuel oil 380.
 El pecio está a unos 2.710 metros de profundidad y, desde que se hundió, vierte hidrocarburos al mar.
Algunas galletas han llegado a tocar las costas de Gran Canaria. Y el riesgo que supone el vertido ha hecho que el Gobierno central y el canario mantengan un amplio dispositivo de vigilancia. "Los residuos oleosos se siguen observando solo en el lugar del hundimiento del Oleg Naydenov, aunque se vigila en toda la zona”, ha informado este sábado Fomento.
El pesquero se hundió tras estar más de dos días en llamas.
 El barco se incendió cuando estaba en el puerto de Las Palmas, pero las autoridades decidieron sacarlo a mar abierto.
Una vez extinguido el fuego, no se decidió devolverlo al puerto. La fiscalía ha abierto una investigación sobre la gestión del accidente. La Coordinadora Canaria contra las Prospecciones Petrolíferas ha convocado el domingo concentraciones de protesta en Gran Canaria, Tenerife, Fuerteventura y Lanzarote.
 

Los tabúes de la Segunda Guerra Mundial....................................................... Guillermo Altares

Los historiadores se atreven con los asuntos más espinosos del conflicto cuando se cumplen 70 años del final de la contienda.

Una mujer sirve vino a soldados aliados durante la liberación de Francia. / Carl Mydans (Gety)

Monterfil, un pueblo del noreste de Francia, acababa de ser liberado.
 Era el verano de 1944, el año del Desembarco
. Acusadas de colaboración con los nazis, tres mujeres fueron torturadas antes de ser ahorcadas.
 No existían pruebas, ninguna detención había sido relacionada con ellas, pero eran los tiempos de la depuración, en los que las venganzas contra los colaboracionistas eran públicas y crueles.
 En el impresionante libro en el que describe la Europa de la posguerra, Continente salvaje (Galaxia Gutenberg), Keith Lowe dedica un capítulo al rapado de mujeres que mantuvieron relaciones con soldados alemanes (sólo en Francia, unas 20.000 sufrieron este castigo) en el que asegura que este tipo de exorcismos públicos fueron, en parte, una válvula de escape que evitó violencias mayores como la que sufrió Monterfil (en total fueron ejecutadas unas 9.000 personas tras la liberación).
 
 
La agencia France Presse volvió 70 años más tarde al pueblo bretón porque sus vecinos habían organizado, por primera vez, una marcha hasta el lugar donde las tres mujeres fueron ahorcadas.
 El periodista relata que un vecino les explicó que "la omertá había durado ya bastante tiempo".
 Esta semana se han conmemorado los 70 años del final de la II Guerra Mundial en Europa.
 Dado que este tipo de celebraciones se producen cada 10 años, será la última vez que asista un número significativo de testigos: aquellos que pueden contar lo que ocurrió de primera mano van desapareciendo lentamente
. La brutalidad absoluta del nazismo ha condicionado la forma en que tanto historiadores como Gobiernos se han enfrentado al conflicto, lo que William Styron, el autor de La decisión de Sophie, llamó "el tema más formidable, trágico y desafiante de nuestro tiempo, la negra noche del alma humana cuando millones de inocentes sufrían y morían bajo la dominación total de los nazis".
Sin embargo, a lo largo de estos 70 años, la visión del conflicto ha ido cambiando y muchos tabúes, como la tortura pública y el asesinato de tres mujeres inocentes en Monterfil, se han roto.
El sufrimiento de la población civil alemana bajo los bombardeos de los aliados o de civiles franceses durante el Día D, las violaciones masivas de mujeres por el Ejército Rojo, pero también por parte de los soldados estadounidenses —"¿Eran tan malos los americanos como los rusos?", se preguntaba recientemente Der Spiegel tras el impacto provocado por el libro de Miriam Gebhardt sobre este asunto, Cuando llegaron los soldados—, el asesinato de judíos por civiles polacos durante la posguerra —tema especialmente sensible porque Polonia fue uno de los países que más sufrió bajo el terror nazi y el estalinista—, la depuración en Francia y en otros países europeos o los crímenes de guerra que pudieron cometer los militares aliados durante la liberación de Europa son algunas cuestiones delicadas que han tardado mucho tiempo en emerger.
"Tenemos que considerar que su papel fue ambivalente: liberaron Alemania, pero también cometieron crímenes al hacerlo", explica por correo electrónico la profesora Miriam Gebhardt.
"Los crímenes fueron estructuralmente los mismos, aunque no se produjeron el mismo número de violaciones por parte de los Ejércitos occidentales que el soviético.
 Pero en mi libro no pretendo establecer comparaciones, sino narrar que todos los Ejércitos cometieron crímenes", prosigue Gebhardt.
 Algunos impresionantes relatos literarios, como Una mujer en Berlín (Anagrama), cuya autora es anónima, o Una mujer en el frente, de la húngara Alaine Polcz, que acaba de editar Periférica, habían narrado el calvario que padecieron las mujeres según avanzaba el Ejército Rojo.
 Pero el asunto no saltó a los titulares hasta que Antony Beevor publicó Berlín 1945: La caída (Crítica) en 2002.
Uno de los autores que se han enfrentado más abiertamente a este tipo de tabúes es el documentalista de la BBC Laurence Rees
. Su libro Los verdugos y las víctimas (Crítica) reúne entrevistas con personas que han sufrido pero que también han practicado atrocidades, como el japonés Hajime Kondo, que asesinó prisioneros, o Ken Yuasa, que llevó a cabo experimentos médicos con cautivos en Corea durante los que, confiesa, sus víctimas "murieron de dolor".
 Pero Rees también entrevista al aviador Paul Montgomery, que bombardeó ciudades llenas de civiles en Japón, o a James Eagleton, que habla sin remordimientos del asesinato de prisioneros
. Sobre esto, Beevor dijo en una entrevista con este diario con motivo de la publicación de El día D (Crítica): "El problema es que no tenemos datos precisos y nunca los tendremos, pero me chocó mucho la forma en que, cuando lees entrevistas con soldados estadounidenses, hablaban francamente de ello".ç El asesinato de prisioneros sí ha ido poco a poco emergiendo en la cultura popular: en segundo plano en la serie Hermanos de sangre, pero directamente en la película de 2014 Corazones de acero.
Los bombardeos masivos que padecieron los alemanes han sido tratados en libros como El incendio. Alemania bajo los bombardeos 1940-1945 (Taurus), de Jörg Friedrich, o, especialmente, Sobre la historia natural de la destrucción (Anagrama), del gran escritor alemán W. G. Sebald, fallecido en 2001
. De nuevo, es un horror que tardó mucho en emerger: ante el sufrimiento atroz que provocaron los nazis, resultaba casi obsceno recordar su propio sufrimiento bajo las bombas de los aliados
. Miriam Gebhardt explica que "sólo a partir de 2000, Alemania ha sido capaz de lidiar con sus propias víctimas, así como con su responsabilidad, bajo un punto de vista empático".
Algunos bombardeos se produjeron por motivos estratégicos, pero otros, como el de Dresde en febrero de 1945, fueron ataques contra civiles en ciudades que ya no tenían valor militar.
En otra entrevista con este diario, Beevor describía la paradoja que había impulsado muchos de esos ataques: salvar vidas entre sus propias tropas. Beevor explicaba: "Es una paradoja terrible que los comandantes en jefe de Ejércitos de países democráticos tienen que apoyarse en los bombardeos porque están sometidos a una enorme presión de la opinión pública para reducir sus propias bajas. Aunque, como dijo Nietzsche, 'aquel que lucha contra monstruos debe ser muy cuidadoso para evitar convertirse él mismo en un monstruo".
Un tema todavía más complejo es la violencia contra los judíos después de la liberación, sobre todo en Polonia
. Recientemente, el director del FBI, James Comey, provocó un incidente diplomático cuando aseguró que Polonia había sido cómplice de Alemania, y Varsovia exigió disculpas.
 Polonia fue víctima de los nazis —seis millones de polacos murieron durante la II Guerra Mundial, la mitad de ellos judíos— y no tuvo la más mínima responsabilidad en la gestión de los campos de exterminio nazis situados en su territorio.
 Sin embargo, varios miles de judíos fueron asesinados cuando trataron de regresar a sus tierras. Ian Buruma escribe en su libro Año cero. Historia de 1945 (Pasado & Presente): "La codicia, los prejuicios y la culpa pueden ayudarnos a entender la forma de venganza más perversa de cuantas se dieron aquel año: la persecución de los judíos en Polonia.
Esta comunidad había quedado casi aniquilada. Sin embargo, los supervivientes que regresaron se toparon con que ya no eran bienvenidos", escribe.
Tanto Buruma como Tony Judt en su clásico Posguerra (Taurus) destacan que no fue un problema exclusivo de Polonia. "
Tampoco los judíos fueron especialmente bienvenidos en el oeste", escribe Judt. De nuevo, pese a ser un tema que aparece en una de las obras más populares sobre el Holocausto, el cómic ganador del Premio Pulitzer en 1992, Maus, de Art Spiegelman, un ensayo de 2001 hizo que saltase a los titulares: Vecinos. El exterminio de la comunidad judía de Jedwabne (Crítica), del ensayista Jan T. Gross, en el que relataba un pogromo en 1941 realizado por polacos cristianos, no por los invasores nazis como se había creído hasta entonces
. Gross publicó otro ensayo en 2006, Miedo: antisemitismo en Polonia después de Auschwitz (no traducido), que también provocó una enorme polémica.
Este libro describía la matanza de Kielce, durante la que fueron asesinados 42 judíos en 1946.
Cuando el novelista francés Patrick Modiano recibió el último Premio Nobel de Literatura, la Academia sueca justificó el galardón "por su arte de la memoria con el que ha evocado los destinos humanos más difíciles de retratar y desvelado el mundo de la Ocupación"
. Las obras de Modiano han sido fundamentales para que Francia pueda mirarse en el espejo de su pasado y alejarse del discurso heroico de la Resistencia para enfrentarse a la realidad de la Ocupación, en la que muchos franceses abrazaron el nazismo.
Han pasado siete décadas desde el final de "la negra noche del alma humana" del nazismo y las obras publicadas sobre el conflicto son casi infinitas.
 Sin embargo, mirarse en el abismo del mal nunca dejará de ser doloroso
. Y la última pregunta nunca tendrá respuesta: ¿Cómo pudo ocurrir aquella barbarie?