Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 may 2015

Color para la televisión en blanco y negro............................................................ nieves herrero

Imponía la imaginación a todo lo que hacía, quería que ningún reportaje se pareciera al anterior.

Nieves Herrero, una de tantas chicas de Hermida, nunca me gustó pero si el propio Hermida la acogió , levería cualidades que yo nunca vi.

 

Jesús Hermida
El periodista Jesús Hermida en la redacción de EL PAÍS en 1980 / CHEMA CONESA

Jesús Hermida es Jesús Hermida. Se metió un día en nuestras vidas y las transformó. Puso patas arriba mi futuro
. Yo había empezado en Antena 3 Radio y él me reclamó para su informativo aunque yo lo que quería ser era reportera de radio.
 Pero trabajar con Hermida fue maravilloso. Imponía la imaginación a todo lo que hacía, quería que ningún reportaje se pareciera al del día anterior. No cabía la rutina, tenías que estar inventando constantemente.
 A todos los que trabajamos con él nos hizo ejercitar la imaginación hasta límites insospechados.
Juntos iniciamos un camino que consistía en contar las cosas de otra manera, como aquella canción de Frank Sinatra que tanto le gustaba. Él siempre hacía las cosas a su manera y le gustaba que sus “chicos y chicas Hermida” siguieran esa estela.
 Cuando me propuso dar el salto a la televisión hice una prueba con mucha desfachatez.
 Y fue eso precisamente lo que le gustó. Buscaba nuevos lenguajes, nuevas formas, era un rabo de lagartija y quería siempre algo más.
 Al grupo que empezamos con él nos dijo que teníamos que enamorar a la cámara como si la cámara fuera un hombre. Nos pedía que conquistáramos al televisor porque detrás había personas. Era un privilegio trabajar a su lado
. Fue un caballero, un guía muy protector de todos nosotros, un consejero.

Lo último que hicimos juntos fue un libro sobre le abdicación del Rey. Escribió 75 páginas en 15 días explicando de dónde venía su relación con don Juan Carlos y doña Sofía
. Decía que el camino de los Reyes no había sido fácil. Contaba que hubo un momento de mucha tensión con la boda de Carmen Martínez Bordiu y Alfonso de Borbón, y don Juan Carlos, que no quería que se le diera mucha cobertura en la televisión, le pidió a Hermida que le llevara una carta a Adolfo Suárez, que era director general de RTVE, y este le dijo que no se preocupara, que la boda se iba a dar por el UHF.
Jesús es la televisión, le dio color a esa televisión en blanco y negro. Pero era, sobre todo, un contador de historias -contaba las canciones de los Beatles como nadie-, un hombre que entusiasmó a muchas generaciones haciéndonos creer que éramos únicos.
Hermida es Hermida.
 Él ha sido fiel a esa filosofía de ser él mismo. Era igual dentro y fuera de la cámara. Cuando tomábamos un café con él era como si hubiera una cámara delante.
Mientras se nos iba, Begoña le leía Platero y yo, su libro favorito. Jesús se ha ido en paz. Escuchando a los que quería.
 Hemos ido pasando uno a uno contándole lo que recordábamos y dándole las gracias. Nos ha hecho participe de este momento y nos ha permitido sentirnos su familia.
Es lo que pienso, Hermida no es el Hermida de Nieves Herrero, porque habla de sí misma y no del trabajo del Comunicador de noticias.

4 may 2015

Monedero mon amour....................................................Luz Sánchez-Mellado

Juan Carlos ha roto con Iglesias porque ha querido. Tan voluntariamente como Griñán y Chaves para dejarle el camino expedito a Susana Máxima de Andalucía.

 

Juan Carlos Monedero y Pablo Iglesias. / ULY MARTIN

Aun arriesgándome a que el ministro Catalá me meta un puro por filtrar información reservada, esto no me lo callo ni debajo del agua.
 Pues sí, hombre. Para una vez que tengo una exclusiva, voy a esperar a que me dé permiso un tecnócrata fichado para apagar los fuegos fatuos de Gallardón Que En Paz Descanse y vender los humos, perdón, globos sonda, de Rajoy Que Está en La Moncloa.
 No es por dármelas de gurusa, aunque podría: a ver quién llamó baronesa a Susana Díaz cuando aún no era siquiera candidata a candidata a la presidencia de la Junta de Andalucía
. Vale que lo mío no tiene mérito. Que es un don que se tiene o no se tiene, como el cuajo de Floriano.
 Vale que yo ya veía venir la primicia desde que Carmen Lomana le abrió el Círculo Pijo y le invitó a roscón con la flor y la nata más montada en su casoplón de Serrano.
 Pero ahora, y esa es la noticia, está confirmado estadísticamente.
Según la encuesta que encargué ayer a la consultora Cuernoscopia, si mañana hubiera elecciones a la cosa, Juan Carlos Monedero sería elegido como el amante perfecto por mayoría absoluta.
 Por ellos y por ellas, ahí no me meto, que para eso dice él mismo que está abierto a diestro y siniestro al ocupar el centro del tablero.
Te advierto que no me extraña nada. Lo de la encuesta, digo. ¿Tú has leído la carta que le escribió ese Adonis a Pablo Iglesias, su compañero del alma, nada más dimitir de su cargo cinco minutos antes de que le invitaran a irse por sus problemillas con Hacienda y por poner a parir al aparato?
 Qué elegante, qué romántico, qué cursi. Como que hasta yo, que soy una siesa, mataría por una égloga como la que Juan Carlos le envió a Pablo para decirle ahí te quedas.
 “Los dos rozábamos la tristeza por culpa de un mundo al que le falta empatía”, llora el bardo en una estrofa.
 “En política nunca he sentido tanta seguridad como cuando él está cerca”, babea en otra. “Contigo, Pablo”, concluye, “me lanzo donde sea”.
 Mira, soy yo, que soy más borde que Rafa Hernando y se me paran los pulsos solo de escucharlo. Eso es un adiós de película y no el No sos vos, soy yo que no se les cae de la boca a los alérgicos al compromiso.
Lo dicho, un amorcito, Monedero, aunque solo sea por la cuenta que le tiene.
Por muy alternativo que sea, todo político sabe que entre bomberos —y bomberas— no se pisan la manguera
. Mira si no a Cristina Cifuentes y Esperanza Aguirre.
 A partir un piñón de mitin en mitin, aunque sospecho que lo único que comparten es el pantone del tinte, y una chaqueta de pedrería de Zara que le tengo vista a ambas y que me perdí en su día por no trincarla al vuelo.
 Hasta en eso, en fin, ha estado generoso mi nuevo ídolo dejando libres a los cachorros que crió a sus pechos, y no como Rosa Díez, que va a morir matando tal que Saturna devorando a sus hijos. Monedero, además se ha ido porque ha querido.
 Tan voluntariamente como Griñan y Chaves para dejarle expedito el camino a Susana Máxima.
 Así que, como no sé si soy una ser humana normal, que dice Rajoy, o gente, que dice Pablo Iglesias, pero lo que no soy bajo ningún concepto es casta, lo siento por Lomana, que lo vio primero, pero voy a ir a por Monedero.
 Quien se fue a Honduras perdió su montura, Carmencita.

Siniestro total..................................... Javier Marías

Hasta personas que presumen de izquierdistas y razonantes se mueren por ser cofrades del Cristo de las Chinchetas.

Hacía ya dos o tres años que había interrumpido mi vieja costumbre de dedicar un artículo a la Semana Santa, como hay columnistas que cada San Isidro maldicen los toros o defienden a las cabras que los mozos valientes tiran o tiraban desde un campanario (siempre con la anuencia de la iglesia, imagino).
 En este último caso me suena que la tenacidad ha sido premiada y que las pobres cabras ya están a salvo en ese sitio cuyo nombre no recuerdo, o quizá esos lugareños amantes del riesgo se limitan a arrojarlas con una cuerda atada a una pezuña, como si hicieran puenting, evitando así que se estampen y provocándoles sólo un infarto.
En cuanto a los antitaurinos, de la mano de un argentino (?!) se apuntaron un notable éxito en Cataluña, y además se han vuelto intimidatorios: no son raras las ocasiones en que zarandean a matadores y espectadores, e incluso a los participantes en simposios sobre el arte del toreo
. Siempre me han hecho gracia los defensores de los animales dispuestos a maltratar a personas cuyas aficiones u opiniones reprueban.
Lo mío carece de futuro
. No porque yo pretenda que se suprima nada –no es el caso–, sino porque veo que el enfermizo gusto por las procesiones va más bien en aumento.
 Mi leve esperanza era que, soporíferas, deprimentes y molestas como son, cada vez asistiera menos gente a ellas y eso las llevara a moderarse
. No es normal que durante ocho días los centros de todas las ciudades (menos Barcelona) queden intransitables y de ellos se apropie, en sesión continua, una religión
. En el siglo XXI y en un país europeo, y aconfesional en teoría.
No es normal que el obsesivo espectáculo ofrecido, además de lentísimo y monótono, sea siniestro, con los émulos del Ku-Klux-Klan enseñoreándose del espacio público, con ominosos tambores que parecen anunciar ejecuciones, con militares portando efigies espantosas y tétricas, con individuos descalzos y medio en paños menores que a veces –todavía ahora– se fustigan hasta hacerse brotar sangre o avanzan con cadenas atadas a sus pies mugrientos.
 No es normal que la mayor celebración de una Iglesia –la que dura más días y a todos se impone, velis nolis– sea tan lóbrega y amenazante, tan carente de alegría y truculenta.
Aún menos normal es que la 2 de TVE retransmita sin cesar, en directo, desde el via crucis del Papa en Roma hasta no sé qué ceremonia en una basílica castrense –castrense para mayor inri–. La televisión estatal, de creyentes y no creyentes.
 Pero resulta que hasta personas que presumen de izquierdistas y razonantes (desde el ex-ministro Bono hasta el actor Banderas) se suman con regocijo al funeral ininterrumpido y aun se mueren por ser cofrades del Cristo de las Chinchetas.
 De su izquierdismo o de su fervor no me creo una palabra.
Siempre me han hecho gracia los defensores de los animales dispuestos a maltratar a personas cuyas aficiones reprueban
Este año, en Madrid, me tocó el obligado incidente.
 Había quedado yo a cenar el jueves con mis amigos Tano y Gasset (éste vive en Berlín, así que no había más fechas). Abrí el portal de mi casa y me vi sin poder salir, bloqueado por el gentío.
No podía tirar hacia la derecha, pues ahí hay una calle principal por la que la procesión transcurriría. Del callejón de la izquierda me separan trece pasos contados, así que intenté llegar allí para luego dar mil rodeos.
 Con educación fui pidiendo: “¿Me permite? He de alcanzar esa esquina”. Al instante se me soliviantaron un par de fieles:
“Pues no pase por aquí, vaya por otro lado. ¿A quién se le ocurre?” “Si vivo aquí”, contesté, y señalé el portal, “¿por dónde quiere que salga?”, y en mi pensamiento añadí: “Imbécil”, pero me lo callé, hoy en día los religiosos andan muy iracundos.
“¿Es que no puedo salir de mi casa?” Ante eso se quedó un poco cortado, el feligrés más airado, pero aún insistió:
“¿Y qué quiere, echarnos a todos?” Yo no quería echar a nadie, sólo hacerme lo más estrecho posible y brujulear entre la multitud para dar mis trece pasos.
 Pero nadie se movía un milímetro, y como la gente es cada vez más gorda y abulta el doble o el triple de lo que solía, y además gordos y flacos enarbolan móviles y se paran a cada paso a fotografiar lo que no miran, tardé casi diez minutos, jugándome varias bofetadas, en llegar a la esquina semisalvadora.
 Si digo “semi” es porque después, durante el trayecto, me fui encontrando innumerables calles cortadas por la misma procesión invasora y serpenteante o por otras simultáneas. Todas, claro está, por el centro más céntrico.
La masa no se contenta con ir en masa, sino que además, vanidosa, exige ser contemplada. Le debe de parecer indigno desfilar por Ciudad Lineal o Aluche o Moratalaz, allí quizá no molesten suficientemente a sus conciudadanos. Los alcaldes de casi todas las ciudades se ponen de felpudos de los procesionarios
. La televisión pagada por todos, ya digo, emite monográficos de las tinieblas católicas, como en tiempos de Franco
. Incluso las películas que exhibe son de asunto milagroso, como lo eran entonces obligatoriamente. Sólo aspiro –en vano– a que durante ocho días enteros no quedemos todos secuestrados por los ritos tenebrosos –al paso de los encapuchados los niños lloran de miedo y los adultos creemos vuelta la Inquisición– de esta Iglesia siempre abusiva.
elpaissemanal@elpais.es

 

Sean Penn: “No deseo convertirme en una estrella de acción”............................. Rocío Ayuso

Ganador de dos premios Oscar, con una vida personal expuesta a las cámaras desde su juventud, Sean Penn es un ‘outsider’ de Hollywood

En esta conversación reflexiona sobre su visión del cine y del mundo. Y de por qué, a sus 54 años, piensa seguir dando guerra.

Sean Penn: "Ninguno puede negar la necesidad de contar con armas de fuego". / Getty

En la escuela le solían llamar Gary Cooper porque todo lo que decía era sí y no
. Parco siempre en palabras, habla poco y, si es posible, con la mano en la boca –con un cigarrillo, mejor–. Sean Penn sigue sin disfrutar del arte de la conversación
. A los 54 años, huye de las entrevistas todo lo que puede.
 El último gran rebelde de Hollywood no pone fácil la charla, a pesar de que el enclave donde tiene lugar es idílico.
 El paraíso se llama Malibu Beach Inn, un hotel impersonal en medio de la autopista del Pacífico, pero frente a una de las playas más envidiadas en Estados Unidos.
 Y, lo que es más importante para el actor, cercano a su vivienda.
En el Pacífico, el sol brilla meloso, abriéndose camino entre un cielo ligeramente encapotado sobre una mar salpicada de surfistas y gaviotas. Al sur se distingue la silueta de la ciudad de Los Ángeles. Al norte, un muelle de madera abandonado.
 En la habitación de la cita, una gran jarra de té helado con limón y mucho hielo, un cenicero aparentemente sin utilizar y dos publicistas personales del actor que permanecerán a su lado durante toda la entrevista
. Las condiciones para conversar con este intérprete y director dos veces galardonado con el Oscar son férreas.
 Un documento firmado deja claro que nada de preguntas personales.
 A la primera mención de Charlize Theron, la mujer que ha devuelto el amor y la sonrisa a la vida de Penn –además de su nueva musa en The Last Face, la película que está dirigiendo actualmente y en la que trabaja junto a Javier Bardem–, se acaba la entrevista.
 Nada de hablar tampoco de cualquiera de sus anteriores matrimonios, ya sea con Madonna o con Robin Wright, o sobre sus dos hijos, Dylan Frances y Hopper.
Penn está aquí para hablar de Caza al asesino, la cinta de acción que se estrena el 22 de mayo en España y en la que actúa a pecho descubierto y armado hasta las cejas, algo inusual en la carrera de un intérprete que no solo ha evitado el género, sino que ha criticado, y mucho, a un Hollywood que acostumbra a tirarse por la vía fácil en lugar de arriesgar y tomar decisiones artísticas fuera de la norma.
Rodada en gran parte en España y con Bardem de nuevo a su lado, Penn acepta romper su silencio para hablar de su obra.
 La conversación se llena de silencios, de pausas en las que se come el hielo a bocados y donde este hijo de actores mide cada una de sus palabras.
Con Caza al asesino, Penn ha disfrutado mientras filmaba en España. Bueno, en Cataluña, como corrige de inmediato con picardía y ganas de participar en la polémica.
–Son muchos los que dirán que no trabajé en España, sino en Cataluña [risas]. Reconozco que pasé unos días geniales en Madrid, aunque allí no rodé nada.
 Si mañana tuviera otro rodaje, volvería allí con los ojos cerrados.
 Me encantó el trabajo, la comida, los paseos por la playa al atardecer o por la noche, muy de noche, tras una cena aún más de noche, por el barrio Gótico…