Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

11 mar 2015

Por qué el 11-M dividió a los españoles....................................................Fernando Reinares

La sociedad enmarcó la matanza terrorista en los trenes de Cercanías en lo conocido. Y lo conocido era, por una parte, ETA y, por otra, la guerra de Irak. En realidad, ambas interpretaciones eran erróneas.

EDUARDO ESTRADA

Al contrario de lo que sucedió con la sociedad británica tras los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres, los perpetrados el 11 de marzo de 2004 en Madrid dividieron profundamente a los españoles
. Aún persisten secuelas de esa desunión, aunque con el tiempo sean menos manifiestas
. Ha sido y es una discordia basada en diferentes atribuciones de culpa por la matanza en los trenes de Cercanías
. Pero resultó ser una división espuria, derivada de una politización del 11-M que se prolongó con la comisión parlamentaria dedicada a esos atentados y más allá
. Algo a su vez posible debido a especificidades del sistema político español —como su mayor tendencia a la polarización o la recurrente ausencia de consensos de Estado en Asuntos Exteriores, Defensa o antiterrorismo— y, sobre todo, porque los ciudadanos no eran conscientes de la amenaza de un fenómeno terrorista instalado en nuestra sociedad una década antes del 11-M.

Unos españoles, ubicados sobre todo en la derecha del espectro político, creyeron, y aún en parte siguen pensando, que los atentados de Madrid fueron de uno u otro modo obra de la organización terrorista ETA.
 La formulación más habitual de este argumento aduce que los denominados moritos de Lavapiés —una manera extravagante de aludir a quienes constituyeron la red terrorista del 11-M— carecían de los conocimientos y las capacidades para llevar a cabo lo ocurrido el 11 de marzo de 2004
. Por eso, aunque se tratara de individuos que participaron en los hechos, tuvieron que haber sido instigados y apoyados desde el interior de nuestro país por otros terroristas con experiencia
. A menudo, a este argumento se añaden especulaciones sobre el modo en que el presidente del Gobierno que el PSOE formó tras el resultado de las elecciones celebradas tres días después del 11-M, José Luis Rodríguez Zapatero, ofreció a ETA una salida de transformación en lugar de optar por derrotarla.
El atentado de Madrid
se decidió en diciembre de 2001 en la ciudad paquistaní de Karachi
Otros españoles, situados preferentemente a la izquierda del mismo espectro político, pensaron, y no pocos aún creen, que los atentados del 11 de marzo de 2004 fueron una consecuencia de la llamada foto de las Azores —en alusión a la instantánea tomada el 16 de marzo de 2003 en una de esas islas del Atlántico y que hizo visible el alineamiento del presidente del Gobierno español, José María Aznar, con la guerra al terrorismo auspiciada por el presidente de Estados Unidos, George W. Bush— y el posterior despliegue de tropas españolas en Irak inmediatamente después de haber sido invadido este país y derrocado el dictador Sadam Hussein
. No ha sido inusual que desde este sector social se critique al entonces Ejecutivo del Partido Popular por haber insistido en asociar a ETA con el 11-M, incluso cuando la evidencia apuntaba en otra dirección, para mantener así sus expectativas electorales ante los comicios generales que se celebraron sólo tres días después de los atentados.
En realidad, ambas interpretaciones sobre el 11-M eran erróneas y la lacerante división en que se sumieron los españoles, incluidas las propias víctimas, ha sido y es engañosa
. Ninguna evidencia hay, directa o indirecta, de que la organización terrorista ETA estuviese implicada en los atentados.
 Tampoco es cierto que la idea de perpetrar una matanza en Madrid surgiera a raíz de la presencia de soldados españoles en territorio iraquí.
Como explico y documento en el libro ¡Matadlos! Quién estuvo detrás del 11-M y por qué se atentó en España, la decisión de ejecutar ese acto de terrorismo se tomó en diciembre de 2001 en la ciudad paquistaní de Karachi y fue ratificada durante una reunión que delegados de tres organizaciones yihadistas magrebíes mantuvieron en Estambul en febrero de 2002.
 Además, lo que se convertirá en la red del 11-M inició su formación al mes siguiente, todo ello más de un año antes de la invasión de Irak.
Pero no hacía falta investigar los atentados del 11-M ni desvelar nueva información sobre los mismos para evitar la división de los españoles, aunque hacerlo haya contribuido a mitigarla.
 Bien pudo haber bastado con que, como ocurría con los británicos, los españoles hubiéramos estado lo suficientemente sensibilizados respecto a la amenaza del terrorismo yihadista que, además de la relacionada con ETA, se cernía sobre nuestro país con anterioridad a la invasión y ocupación de Irak. Desde al menos 1997, los informes que la Unidad Central de Información Exterior (UCIE) del Cuerpo Nacional de Policía remitía a los jueces de instrucción de la Audiencia Nacional, quienes debían autorizar escuchas telefónicas relacionadas con los yihadistas que desarrollaban ya actividades en España, dejaban constancia de que sus investigaciones eran necesarias para “prevenir la muy posible comisión de atentados en nuestro país”.
No hubo una adecuada pedagogía política sobre el terrorismo yihadista
y se trivializó su peligro
Al presentar ¡Matadlos! a lo largo del último año en numerosas ciudades españolas he podido constatar cómo, incluso entre los ciudadanos interesados y que eran adultos cuando se perpetraron los atentados de Madrid, existía un gran desconocimiento sobre la trayectoria del yihadismo en nuestro país desde mediada la pasada década de los noventa
. Casi nadie —o muy pocos— sabía que Al Qaeda fundó en España, en 1994, una de sus más importantes células en Europa Occidental, desmantelada en noviembre de 2001 al quedar de manifiesto su conexión con la responsable de los atentados del 11-S.
 Como casi nadie —o muy pocos— eran conscientes de que sólo a lo largo de 2003, el año anterior al del 11-M, se detuvo en nuestro país a más de 40 individuos por su implicación en actividades de terrorismo yihadista.
 Esta cifra nunca antes había sido tan elevada desde que, en 1995, fuese detenido en Barcelona el primer yihadista o desde que, en 1997, se desarticulara en Valencia la primera célula yihadista.
El desconocimiento de estos y de otros muchos episodios relacionados con la evolución del terrorismo yihadista en España a lo largo del decenio que precedió a los atentados de Madrid, así como el hecho de que no fuera percibido como amenaza por parte de la opinión pública española hasta muy tardíamente, y sólo cuando se inició la crisis iraquí en 2002, se explican en parte por la obligada atención que suscitaba el frecuente terrorismo de ETA
. Pero no hubo una adecuada pedagogía política sobre el problema e incluso se llegó a trivializar su peligrosa realidad —¿hay que recordar aquello de la Operación Dixán?—. Consecuencia de todo ello fue que, cuando se produjo el 11-M, los españoles buscaron interpretar la matanza terrorista en los trenes de Cercanías enmarcándola en lo conocido al no poder hacerlo en relación a lo que les era desconocido.
Lo conocido era, por una parte, ETA y, por la otra, Irak.
Si el 11-M nos dividió es porque los españoles carecimos como sociedad de la necesaria resiliencia ante atentados terroristas de gran magnitud, más allá de la gestión de crisis y emergencias.
 En la actualidad, cuando el yihadismo global se encuentra más extendido que nunca y la amenaza del terrorismo que lo caracteriza no ha sido tan elevada para las democracias liberales desde el 11-S, que España sea menos vulnerable a la par que más consciente y resiliente, tanto frente a la penetración de los actores y la ideología asociados con dicho fenómeno, como ante cualesquiera eventuales nuevas expresiones de su violencia contra nuestros ciudadanos e intereses, continúa siendo una tarea pendiente para las élites políticas y el conjunto de nuestra sociedad civil, en especial los medios de comunicación.
Fernando Reinares es investigador principal de terrorismo internacional en el Real Instituto Elcano, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos y Adjunct Professor de Estudios de Seguridad en la Universidad de Georgetown. Autor del libro ¡Matadlos! Quién estuvo detrás del 11-M y por qué se atentó en España (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2014).

 

10 mar 2015

Joaquín Reyes: “Los amigos estamos todos con el puñetero móvil”.................................... Juan Cruz

Albaceteño, de 40 años. El cómico no está en las redes sociales y abomina del mundo apresurado. Ahora lee a Marcel Proust.

Alejandro Ruesga

¿Qué lee? Todo lo bueno.
Ahora estoy con [Marcel] Proust, con El tiempo recobrado. Antes, con El tiempo perdido
. Leo porque me hace sentir más listo. Son novelas tan buenas que me hacen aprender también más vocabulario.
 Es una manera de ver cómo se contaban las cosas antes de que las contáramos a toda hostia.
¿Y ahora? Ahora todo es inmediato y breve.
 Estamos más informados, pero menos profundamente: es la cultura de lo inmediato.
 Un profesor me decía que el aburrimiento es bueno. ¡Ahora tenemos que estar entretenidos todo el rato!
No profundizamos... Los amigos estamos todos con el puñetero móvil; dicen que se lo están pasando pipa porque lo tuitean, pero no se ríen.
¡Es más importante para ellos contar que se lo están pasando bien que vivirlo!
Usted eligió el entretenimiento. Porque me encanta la comedia.
 Está hecha para entretener; si además le puedes hacer pensar a alguien, mejor. Como consumidor de entretenimiento es lo que más me gusta hacer.
Sus personajes desatan risa. Intento parodiar lo que percibimos
. Es poner un espejo cóncavo delante de cada personaje... No imito su voz, los recreo.
Los interpreta. Siempre escribí mis textos, pero en El Intermedio hay guionistas fantásticos.
Han sabido escribir para un tipo de parodia bastante personal.
Por eso me resulta fácil hacerlo.
No los imita, pero se parece a ellos... Nacho Díaz, el maquillador, me da seguridad.
Voy al espejo, veo a Pablo Iglesias y me resulta más fácil afrontar lo que tengo que hacer... Me escriben los guiones y me maquillan, ¡el porcentaje que me toca es muy pequeño!
Se dijo que usted “había clavado” a Iglesias. ¿Qué quiere decir esa expresión? La característica es la intensidad con la que él se presenta: el ceño fruncido, la mirada fija, como alguien que es un guía. De mi parodia eso es lo que más gracia le pudo hacer a la gente.
 Es la visión de alguien que se ha presentado mirando al espectador con otro discurso, sobre todo, en las formas.
 Ese es su mayor logro, se ha fogueado en foros incómodos, desde abajo, algo que no hacían los políticos.
¿Cómo ve a esta nueva clase política que emerge? Hay algo de emoción, más debate, más alternativa real
. Recuerdo las últimas generales: ni Rajoy ni Rubalcaba eran capaces de entusiasmar a jóvenes. Vivimos un segundo cambio: las cosas se mueven y el cambio viene desde abajo.
¿Le hace reír la realidad? Tomo distancia.
 Me parece todo una astracanada, pero me indigna: mira el dinero público, mira el pequeño Nicolás. Un esperpento.
 Si lo hubiera inventado yo habrían dicho que soy un exagerado.
Dice que leer le hace más listo. ¿Para qué quiere ser más listo? Es una sensación agradable la de saber más.
 Me hace sentir culpable ver ciertos programas de la tele y que me gusten. Por ejemplo, Hombres, mujeres y viceversa... Azcona decía que había que oír a la gente... ¡Hay que consumir de todo!
¿Cuál es ahora su ambición? Aspiro es a seguir hasta que me digan ¡ciao, bambino! Los que salimos en la tele estamos al límite del estomague
. Quiero estar en la línea del no estomague, pero soy consciente de que llega un momento en que la gente te coge manía y se harta.
¿Le dejarían hacer de Proust en El Intermedio? Ja, ja, ja. ¡Hombre, no es un personaje que esté muy de actualidad!
 Con su naricita, un bigote, la peluca. Diría: ¡Dejadme solo aquí, que quiero escribir, no me agobiéis! ¡Sería un personajazo!

 

Una mirada al estilo de Lauren Bacall............................................. Irene Crespo

El Museo del Fashion Institute of Techonology de Nueva York rinde homenaje a la actriz.

Una retrato de Lauren Bacall abre la exposición. / CORDON

Su mirada era seductora y desafiante.
 Era la mirada del cine negro, de la época dorada de Hollywood.
 A Lauren Bacall la apodaron The Look (La mirada) por aquella forma de mirar –barbilla baja, ojos hacia arriba– con la que conquistaba hombres y espectadores.
En un juego de palabras, que hace referencia a esos ojos y a su estilo personal y también único, The Look es ahora el título de una exposición en el Museo del Fashion Institute of Technology en Nueva York que rinde homenaje a la actriz como icono de moda y musa de diseñadores.
La foto que Louise Dahl-Wolfe le hizo a Bacall delante de la Cruz Roja con mirada aún melancólica, cuando se llamaba Betty Joan Perske y tenía solo 19 años, abre la exposición.
 Diana Vreeland, la gran editora de Harper’s Bazaar, llevó esa imagen de la actriz a la portada de su revista que la mujer de Howard Hawks leía a menudo y el resto fue una historia de silbidos, sueño eterno y un romance de cine con Bogart.
Uno de los conjuntos de traje y abrigo de la actriz.
Durante todos aquellos años de carrera, desde sus primeros pasos como modelo en Nueva York, hasta convertirse en diva de Hollywood y su regreso a la Costa Este para subirse a los escenarios de Broadway, Lauren Bacall depuró un estilo sencillo y personal, cómodo y sensual, que ahora se resume y expone en una docena de piezas de vestuario, escogidas por los alumnos del Fashion Institute of Technology entre las más de 700 que la actriz donó a esta institución entre 1968 y 1986 –y se pueden allí ojear en una iPad–.
 La propia Bacall había dado la aprobación a esta muestra meses antes de morir el pasado agosto en Nueva York a los 89 años.
“Bacall tenía un envidiable aplomo que expresaba en su estilo personal”, explica Christina Frank, alumna del FIT y una de las comisarias de la exposición.
 “Llevaba la ropa de una manera tan informal y despreocupada que daba a la prenda un atractivo instantáneo
. Daba igual la época, ella mezclaba feminidad clásica y corte impecable con la cantidad exacta de glamour”.
Algunos de los objetos que se muestran en la exposición.
Bacall siempre dijo que con Diana Vreeland aprendió sus primeras lecciones de moda.
 “Me fijé en cómo vestía, que eran siempre las cosas más simples”, decía siempre.
 Por eso, el resto de su vida prefirió prendas de corte limpio, sencillo, incluso inspiradas en el vestuario masculino
. Como el traje de pantalón y camisa de seda, de Emmanuel Ungaro, que se ve en la exposición; o los dos conjuntos de abrigo y vestido que Norman Morell, uno de sus diseñadores de cabecera, le creó para La pícara soltera (1964) y o para una cena informal.
La actriz, con su estilo ha sido considerada como un icono de la moda.
“Desde el día en que pude permitírmelo, compré demasiado”, dijo Lauren Bacall una vez. Le encantaba la ropa.
 Era la primera en los desfiles de moda, aunque llegara a decir que le aburrieran, probablemente porque disfrutaba más buscando en grandes almacenes de descuentos, como hacía en Loehmann’s cuando era adolescente.
La mayoría de las prendas que se pueden ver en la exposición no pertenecen a los años cuarenta, la época con la que más se asocia a la actriz, sino que son vestidos y conjuntos de los años sesenta y setenta porque así podían ponerlos en contexto con una de las aportaciones más importantes de Lauran Bacall a la moda: el programa de televisión que grabó en 1968, Bacall and the Boys.
Los chicos de Bacall eran algunos de sus diseñadores favoritos, como Cardin, Marc Bohan, Saint Laurent o Ungaro, con los que se ve a la actriz en fotos y fragmentos de aquel programa en el que lució el vestido fucsia de Cardin con formas tridimensionales o el negro con plumas de Dior que ahora se exponen en este recorrido a la evolución de una mirada seductora y desafiante. Sencilla y cómoda.

 

Francia propone la sedación terminal para una muerte digna.......................................... Gabriela Cañas

Líderes de cinco religiones reaccionan contra el cambio legislativo

El Parlamento inicia hoy el debate.

 

Chantal Sébire (d), enferma de un cáncer irreversible, se quitó la vida en 2008. / AFP

El cambio legislativo que hoy martes empieza a debatir la Asamblea Nacional sobre el derecho a morir dignamente provoca una profunda polémica en la sociedad francesa
. El avance propuesto por el Gobierno de François Hollande no legaliza la eutanasia activa, pero garantiza el derecho de los pacientes en fase terminal o con enfermedad grave e incurable a una sedación profunda y prolongada hasta la muerte, retirando al tiempo todo tipo de tratamiento tendente a prolongarle la vida de manera artificial.
 La opinión del enfermo (y por tanto también su deseo expresado en el testamento vital) estará por encima del criterio médico si la propuesta, que se vota la próxima semana, sale adelante.
El avance es tímido, critican unos. 120 diputados socialistas, de la UDI (Unión de Demócratas e Independientes), comunistas y verdes han presentado una enmienda para legalizar la eutanasia y el suicidio asistido.
 También los ecologistas y los radicales de izquierda han presentado una propuesta similar.

Las iniciativas de la izquierda son una piedra en el zapato del presidente de la República, François Hollande, que para evitar desencuentros encargó el texto legislativo que hoy se empieza a debatir a un socialista (Alain Claeys) y a un miembro de la oposición de la derechista UMP (Jean Leonetti). Hollande prometió durante su campaña electoral, en 2012, desarrollar los cuidados paliativos, pero nunca utilizó la palabra eutanasia. Tampoco lo hizo en diciembre pasado, cuando presentó formalmente este proyecto.
A pesar de ello, las posiciones en contra son también de grandes dimensiones.
 Una veintena de diputados de la UMP ha presentado mil enmiendas para torpedear el proyecto y cinco líderes religiosos, representantes de los católicos, los protestantes, los ortodoxos, los judíos y los musulmanes, han publicado en Le Monde un artículo muy crítico
. Este proyecto “supone”, dicen,“una nueva tentación de dar muerte, sin admitirlo, abusando de la sedación”
. Recuerdan, además, que el derecho francés excluye el encarnizamiento terapéutico y condena la eutanasia.
El texto que va a analizar la Asamblea Nacional (cámara baja) no legaliza la eutanasia activa (que incluye acelerar la muerte con fármacos), pero se parece mucho a la eutanasia pasiva.
 “Todas las personas tienen derecho a un final de su vida digno y tranquilo
. Los profesionales sanitarios pondrán todos los medios a su disposición para satisfacer tal derecho”, dice el texto. “Todos tienen derecho a recibir tratamientos y cuidados que alivien su sufrimiento”. Este principio tan general se concreta más adelante con el derecho del paciente de acceder a la sedación y la analgesia hasta la muerte
, “aunque ello adelante la muerte”, y se debe interrumpir al tiempo todo tratamiento que prolongue artificialmente su vida
. La propuesta de ley considera que “la alimentación y la hidratación artificiales” son parte de tales tratamientos
. Obviamente, todo ello en el caso de pacientes en estado terminal o con enfermedades graves e incurables que comprometen su vida a corto plazo
. La ley en vigor se limita a prohibir el ensañamiento terapéutico.
La otra gran apuesta es la de hacer valer la opinión del paciente por encima de la del médico.
 “El profesional sanitario tiene la obligación de respetar la voluntad de la persona tras haberle informado de las consecuencias y la gravedad de su elección”.
 Prevalecerá también, por tanto, el deseo contemplado en el testamento vital del paciente cuando este ya no pueda expresarse por sí mismo.
 Son aspiraciones que, dice el texto, “se imponen al médico”.
En caso de que el profesional se niegue a cumplirlas, tendrá que justificar su negativa y consultar con un colega.
La división de opiniones tendrá hoy su reflejo en la calle.
 La Asociación por una muerte digna, ADMD, ha convocado una concentración frente a las puertas de la Asamblea Nacional para esta tarde, coincidiendo con la apertura del debate.
 Muy cerca, en los Inválidos, el movimiento Aliviar sin matar prevé otra manifestación contraria porque considera la propuesta “peligrosa y ambigua”.