El Museo del Fashion Institute of Techonology de Nueva York rinde homenaje a la actriz.
Su mirada era seductora y desafiante.
Era la mirada del cine negro, de la época dorada de Hollywood.
A Lauren Bacall la apodaron The Look (La mirada) por aquella forma de mirar –barbilla baja, ojos hacia arriba– con la que conquistaba hombres y espectadores.
En un juego de palabras, que hace referencia a esos ojos y a su estilo personal y también único, The Look es ahora el título de una exposición en el Museo del Fashion Institute of Technology en Nueva York que rinde homenaje a la actriz como icono de moda y musa de diseñadores.
La foto que Louise Dahl-Wolfe le hizo a Bacall delante de la Cruz Roja con mirada aún melancólica, cuando se llamaba Betty Joan Perske y tenía solo 19 años, abre la exposición.
Diana Vreeland, la gran editora de Harper’s Bazaar, llevó esa imagen de la actriz a la portada de su revista que la mujer de Howard Hawks leía a menudo y el resto fue una historia de silbidos, sueño eterno y un romance de cine con Bogart.
Durante todos aquellos años de carrera, desde sus primeros pasos como modelo en Nueva York, hasta convertirse en diva de Hollywood y su regreso a la Costa Este para subirse a los escenarios de Broadway, Lauren Bacall depuró un estilo sencillo y personal, cómodo y sensual, que ahora se resume y expone en una docena de piezas de vestuario, escogidas por los alumnos del Fashion Institute of Technology entre las más de 700 que la actriz donó a esta institución entre 1968 y 1986 –y se pueden allí ojear en una iPad–.
La propia Bacall había dado la aprobación a esta muestra meses antes de morir el pasado agosto en Nueva York a los 89 años.
“Bacall tenía un envidiable aplomo que expresaba en su estilo personal”, explica Christina Frank, alumna del FIT y una de las comisarias de la exposición.
“Llevaba la ropa de una manera tan informal y despreocupada que daba a la prenda un atractivo instantáneo
. Daba igual la época, ella mezclaba feminidad clásica y corte impecable con la cantidad exacta de glamour”.
Bacall siempre dijo que con Diana Vreeland aprendió sus primeras lecciones de moda.
“Me fijé en cómo vestía, que eran siempre las cosas más simples”, decía siempre.
Por eso, el resto de su vida prefirió prendas de corte limpio, sencillo, incluso inspiradas en el vestuario masculino
. Como el traje de pantalón y camisa de seda, de Emmanuel Ungaro, que se ve en la exposición; o los dos conjuntos de abrigo y vestido que Norman Morell, uno de sus diseñadores de cabecera, le creó para La pícara soltera (1964) y o para una cena informal.
“Desde el día en que pude permitírmelo, compré demasiado”, dijo Lauren Bacall una vez. Le encantaba la ropa.
Era la primera en los desfiles de moda, aunque llegara a decir que le aburrieran, probablemente porque disfrutaba más buscando en grandes almacenes de descuentos, como hacía en Loehmann’s cuando era adolescente.
La mayoría de las prendas que se pueden ver en la exposición no pertenecen a los años cuarenta, la época con la que más se asocia a la actriz, sino que son vestidos y conjuntos de los años sesenta y setenta porque así podían ponerlos en contexto con una de las aportaciones más importantes de Lauran Bacall a la moda: el programa de televisión que grabó en 1968, Bacall and the Boys.
Los chicos de Bacall eran algunos de sus diseñadores favoritos, como Cardin, Marc Bohan, Saint Laurent o Ungaro, con los que se ve a la actriz en fotos y fragmentos de aquel programa en el que lució el vestido fucsia de Cardin con formas tridimensionales o el negro con plumas de Dior que ahora se exponen en este recorrido a la evolución de una mirada seductora y desafiante. Sencilla y cómoda.
Era la mirada del cine negro, de la época dorada de Hollywood.
A Lauren Bacall la apodaron The Look (La mirada) por aquella forma de mirar –barbilla baja, ojos hacia arriba– con la que conquistaba hombres y espectadores.
En un juego de palabras, que hace referencia a esos ojos y a su estilo personal y también único, The Look es ahora el título de una exposición en el Museo del Fashion Institute of Technology en Nueva York que rinde homenaje a la actriz como icono de moda y musa de diseñadores.
La foto que Louise Dahl-Wolfe le hizo a Bacall delante de la Cruz Roja con mirada aún melancólica, cuando se llamaba Betty Joan Perske y tenía solo 19 años, abre la exposición.
Diana Vreeland, la gran editora de Harper’s Bazaar, llevó esa imagen de la actriz a la portada de su revista que la mujer de Howard Hawks leía a menudo y el resto fue una historia de silbidos, sueño eterno y un romance de cine con Bogart.
Durante todos aquellos años de carrera, desde sus primeros pasos como modelo en Nueva York, hasta convertirse en diva de Hollywood y su regreso a la Costa Este para subirse a los escenarios de Broadway, Lauren Bacall depuró un estilo sencillo y personal, cómodo y sensual, que ahora se resume y expone en una docena de piezas de vestuario, escogidas por los alumnos del Fashion Institute of Technology entre las más de 700 que la actriz donó a esta institución entre 1968 y 1986 –y se pueden allí ojear en una iPad–.
La propia Bacall había dado la aprobación a esta muestra meses antes de morir el pasado agosto en Nueva York a los 89 años.
“Bacall tenía un envidiable aplomo que expresaba en su estilo personal”, explica Christina Frank, alumna del FIT y una de las comisarias de la exposición.
“Llevaba la ropa de una manera tan informal y despreocupada que daba a la prenda un atractivo instantáneo
. Daba igual la época, ella mezclaba feminidad clásica y corte impecable con la cantidad exacta de glamour”.
Bacall siempre dijo que con Diana Vreeland aprendió sus primeras lecciones de moda.
“Me fijé en cómo vestía, que eran siempre las cosas más simples”, decía siempre.
Por eso, el resto de su vida prefirió prendas de corte limpio, sencillo, incluso inspiradas en el vestuario masculino
. Como el traje de pantalón y camisa de seda, de Emmanuel Ungaro, que se ve en la exposición; o los dos conjuntos de abrigo y vestido que Norman Morell, uno de sus diseñadores de cabecera, le creó para La pícara soltera (1964) y o para una cena informal.
“Desde el día en que pude permitírmelo, compré demasiado”, dijo Lauren Bacall una vez. Le encantaba la ropa.
Era la primera en los desfiles de moda, aunque llegara a decir que le aburrieran, probablemente porque disfrutaba más buscando en grandes almacenes de descuentos, como hacía en Loehmann’s cuando era adolescente.
La mayoría de las prendas que se pueden ver en la exposición no pertenecen a los años cuarenta, la época con la que más se asocia a la actriz, sino que son vestidos y conjuntos de los años sesenta y setenta porque así podían ponerlos en contexto con una de las aportaciones más importantes de Lauran Bacall a la moda: el programa de televisión que grabó en 1968, Bacall and the Boys.
Los chicos de Bacall eran algunos de sus diseñadores favoritos, como Cardin, Marc Bohan, Saint Laurent o Ungaro, con los que se ve a la actriz en fotos y fragmentos de aquel programa en el que lució el vestido fucsia de Cardin con formas tridimensionales o el negro con plumas de Dior que ahora se exponen en este recorrido a la evolución de una mirada seductora y desafiante. Sencilla y cómoda.
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