Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

3 mar 2015

«Me dicen que mis cremas están gustando....

La nueva firma de Isabel Preysler es la estrella de la semana. «Chábeli ha sido la más crítica», asegura la socialite a ABC

 

«Ya me habían tirado los tejos antes para que creara una línea cosmética, incluso un perfume. Pero nunca encontraba el momento», confiesa Isabel Preysler en la presentación de My Cream, la gama que lleva su firma. La oportunidad le llegó hace dos años, cuando su hija Ana la impulsó a hacerlo. «Ella ha sido quien me ha animado.
 Ha hecho el plan comercial y de marketing», explica Isabel.
¿Cómo quería que fueran sus propias cremas? «Después de utilizar cientos de ellas -tengo la enorme suerte de que las firmas me envían muchas-, sabía muy bien lo que me apetecía». Isabel se ha preocupado especialmente de que fueran ligeras («no soporto la sensación grasa»), que olieran a peonías (en su casa siempre hay ramos con esta flor) y que los envases fueran translúcidos. «Me molesta cuando no puedo ver lo que queda del producto en el tarro», cuenta a ABC. Aunque el laboratorio es español, encontraron el diseño del envase en Italia.

«Está todo muy trabajado y mimado», asegura. «Mis hijas ya han probado las cremas antes de lanzarlas -yo llevo un año haciéndolo- y me han ayudado con sus comentarios; sobre todo Chábeli, que ha sido la más crítica».
Las fórmulas incluyen todo lo necesario para mantener joven una piel normal: el suero tiene vitamina C (luminosidad), ácido hialurónico (hidratación), resveratrol (antioxidante) y urea (impide la pérdida de agua); la crema incorpora un complejo despigmentante e inhibidor de la melanina (manchas), aceite de argán puro y células madre (antienvejecimiento); y el contorno contiene cafeína, rusco y aloe (antiinflamatorios).
«El primer efecto que se percibe es la luminosidad», asegura Virginia Sánchez, dermatóloga del hospital HM de Sanchinarro que acompañó a Preysler en la presentación esta semana. Las cremas llevan un 15% de factor de protección solar, porque a Isabel le encanta el sol. «Cuando estaba casada con Julio (Iglesias) me ponía tan morena que cuando salía de noche solo se veía mi vestido moviéndose», cuenta entre risas.
En cuanto al precio, «quería las mejores cremas posibles a un precio razonable. El contorno cuesta 44 euros; el suero, 47; y la crema, 49». Se decantó por comercializarlas en farmacias (están en 1.800), «porque inspiran confianza». «Aunque nunca he utilizado el famoso bálsamo que se me atribuyó cuando una azafata aseguró que yo lo había tirado a la papelera en la puerta de la farmacia del aeropuerto», aclara.

Sed de Mal Película

Sed de mal

Barroca hasta los tuétanos, “Sed de mal” es quizá la mejor película realizada por Orson Welles. La razón de que el maestro filmará esta joya del cine la tiene Charlton Heston. En en un primer momento Welles sólo estaba contemplado para interpretar a Hank Quinlan, pantagruélico policía que camina pesadamente entre el filo de lo legal e ilegal para lograr sus propósitos; pero Heston, en la cima de su carrera, entendió que sería Welles quien lo dirigiera y aunque no era así mantuvo esta exigencia y logró que el maestro filmara una de las mejores películas de la historia del cine. 
Intriga criminal desarrollada en un pueblo fronterizo entre EE.UU y México, que enfrenta a un Quinlan, amargado y fascista, con su contrario, Vargas (Heston), inquebrantable en su honradez y limpio en sus métodos (ironías del cine). La primera secuencia ha pasado con justicia a la historia del cine. Un plano secuencia de casi tres minutos (ahora en la versión “director’s cut” la podemos ver sin los títulos de crédito que “ensuciaban” esta joya) que comenzando por un plano detalle de una bomba de relojería recorre todo el lenguaje cinematográfico hasta terminar en la explosión que iniciará todo la intriga y la llegada del fascinante Hank Quinlan. 
La película es un ejercicio alucinógeno, con una atmósfera pesada, genialmente fotografiada por Russell Mety, que nos transportará a un universo bizarro y putrefacto, con encuadres que subrayan desde la trama a las características de los principales personajes. Esta puesta en escena, llena de encuadres asombrosos y movimientos de cámara para nada gratuitos y de una modernidad asombrosa, destilan la savia que sólo un genio como Welles poseía. Muestra de esto, sería la última secuencia, un ejercicio visual y sonoro que resume el tono alucinante que preside esta película de cine negro, negrísimo. 
La actuación de Welles es estremecedora, llena de una hondura psicológica que logra acercarte a ese ser monstruoso que es Quinlan. También encontramos a una Janet Leigh, “prespiscosis”, como esposa del comisario Vargas y también acosada en un motel; y a un Akim Tamiroff como el mafioso mejicano, Tío Joe Grandi. Cuenta también con una serie de cameos: Mercedes McCambridge, Cotten, Zsa Zsa Gabor y una misteriosa Marlene Dietrich, como la gitana Tanya, que dará muestras de su valía en un pequeño papel que llena toda la pantalla y cierra esta historia con una frase que resume toda la película: “un buen hombre, un mal policía”.
Hay muy pocos directores de la época clásica del cine que cuenten con fans en la actualidad. Cuando hablo de fans, lo digo literalmente, me refiero a esa gente que son incondicionales y que resulta en vano dialogar críticamente sobre el personaje en cuestión. Uno de ellos es Alfred Hitchcock y otro desde luego es Orson Welles, uno de los que más seguidores acérrimos tiene.

Los que no somos antiWelles, pero sí creemos que se trata de un director que cuando menos merece una revisitación a la baja, se nos intenta desterrar. De su filmografía uno de los casos más paradigmáticos es sin duda “Sed de mal”, un trabajo bastante desafortunado, donde hay un caos que por mucho que se empeñen los diferentes montajes que se han hecho en la historia, la cosa no funciona.

El reparto es genial, pero desaprovechado, es una mera colección de cromos de Welles donde deambulan algunas de las más grandes estrellas del cine de forma desafortunada – en este capítulo se lleva la palma las escenas de Janet Leigh-. Sigue Welles con su autocomplacencia y su egolatría, que tiende a estar siempre por encima de la historia. Ese afán por gustarse es cansino, momentos interminables donde la luz de la habitación se enciende y se apaga, demuestra que no confia en lo que cuenta y tiene que recurrir siempre a una puesta en escena muy personal para llamar la atención.

Y luego directamente la película es bastante aburrida, su intento de mezclar delitos y comportamientos más modernos, con un aire de cine negro clásico no cuaja en absoluto.

Cuando en los años noventa a “Sed de mal” la empezaron a dar cien mil premios, de esos que valoran un siglo de cine, y que premian a películas “injustamente olvidadas”, se terminó por consagrarla leyenda. Todo es un mero complejo de culpabilidad, como Welles pasó de ser el niño mimado al proscrito de turno, parece que sus películas son valoradas a posteriori con ojos de verdugo arrepentido. Puede que Welles perdiera en su momento el respaldo de la industria, pero ganó algo más importante con los años: El Mito. 
TÍTULO ORIGINAL Touch of Evil
AÑO 1958




DIRECTOR Orson Welles
GUIÓN Orson Welles (Novela: Whit Masterson)
MÚSICA Henry Mancini
FOTOGRAFÍA Russell Metty (B&W)
REPARTO Charlton Heston, Janet Leigh, Orson Welles, Marlene Dietrich, Joseph Calleia, Akim Tamiroff, Dennis Weaver, Ray Collins, Mercedes McCambridge, Joseph Cotten, Zsa Zsa Gabor
PRODUCTORA Universal Pictures


SINOPSIS Un agente de la policía de narcóticos (Heston) llega a la frontera mexicana con su esposa justo en el momento en que explota una bomba. Inmediatamente se hace cargo de la investigación contando con la colaboración de Quinlan (Welles), el jefe de la policía local, muy conocido en la zona por sus métodos expeditivos y poco ortodoxos. Una lucha feroz se desata entre los dos hombres, pues cada uno de ellos tiene pruebas contra el otro.
CRÍTICAS ----------------------------------------
Obra maestra de Welles de deslumbrante reparto y compleja historia sobre el poder y la corrupción. Atención a su escena de apertura, un prodigio de dominio de la técnica y puesta en escena, y sin duda uno de los mejores comienzos de la historia del cine. "Sobresaliente filme (...) la magnífica dirección de Orson Welles eleva a la categoría de clásico esta intriga policiaca (...) ejercicio de estilo inigualable" (Fernando Morales: Diario El País)
TÍTULO ORIGINAL Touch of Evil
AÑO 1958




DIRECTOR Orson Welles
GUIÓN Orson Welles (Novela: Whit Masterson)
MÚSICA Henry Mancini
FOTOGRAFÍA Russell Metty (B&W)
REPARTO Charlton Heston, Janet Leigh, Orson Welles, Marlene Dietrich, Joseph Calleia, Akim Tamiroff, Dennis Weaver, Ray Collins, Mercedes McCambridge, Joseph Cotten, Zsa Zsa Gabor
PRODUCTORA Universal Pictures


SINOPSIS Un agente de la policía de narcóticos (Heston) llega a la frontera mexicana con su esposa justo en el momento en que explota una bomba. Inmediatamente se hace cargo de la investigación contando con la colaboración de Quinlan (Welles), el jefe de la policía local, muy conocido en la zona por sus métodos expeditivos y poco ortodoxos. Una lucha feroz se desata entre los dos hombres, pues cada uno de ellos tiene pruebas contra el otro.
CRÍTICAS ----------------------------------------
Obra maestra de Welles de deslumbrante reparto y compleja historia sobre el poder y la corrupción. Atención a su escena de apertura, un prodigio de dominio de la técnica y puesta en escena, y sin duda uno de los mejores comienzos de la historia del cine. "Sobresaliente filme (...) la magnífica dirección de Orson Welles eleva a la categoría de clásico esta intriga policiaca (...) ejercicio de estilo inigualable" (Fernando Morales: Diario El País)

«Isabel Presyler produce en mí una absurda fascinación que nace de la nada»

Isabel Preysler

Llega el momento de sacar a relucir mi pronunciada vena paleta y dedicarle un panegírico a Isabel Presyler
. Ella produce en mí una absurda fascinación que nace de la nada.
No es guapa, no sé si es interesante porque jamás he hablado con ella pero llevo conviviendo con su impávida imagen desde que tengo uso de razón.

La Preysler ha hecho del silencio su mejor arma: al manifestarse en tan pocas ocasiones provoca que todo Dios especule acerca de cómo será, qué le gustará, con qué se divertirá o qué programa de televisión no se pierde jamás.
 Tengo una amiga poco sospechosa de bailarle el agua a nadie que de tanto en tanto almuerza con ella y me la pone bien.
La describe como una mujer que, sepultada por decisión propia su época de reinado en las revistas, prefiere disfrutar de las bondades del hogar.

A mí la Preysler me gusta porque la veo muy fina, muy mona, y me hace gracia que cada vez que tiene que ir a algún sitio no se salga de su papel de estatua.
La veo siempre tan peripuesta y contenida que al llegar a casa la imagino soltándose el pelo y descojonándose de ella misma, preguntándose continuamente por qué alguien como ella tiene enganchada a media humanidad.

Fernán Gómez, palabras mayores............................................................. Luis Alegre

El gran cómico y maestro regresa al primer plano con la reedición de sus memorias.

El actor Fernando Fernán Gómez.

1. Sin padre. Fernando Fernán Gómez nació en 1921 en Lima (Perú), durante una gira de teatro de su madre, Carola
. Fue adorado por su madre y su abuela materna, pero vivió sin padre: el actor Fernando Díaz de Mendoza, hijo de María Guerrero, no le reconoció.
 Un día fue al teatro donde actuaba su padre, pero éste no le saludó y ordenó que ese chico no volviera a aparecer por allí.
 Cada vez que le preguntaban cómo se llamaba su padre le sacaban los colores.
El padre murió en 1942 en un naufragio en el océano Atlántico, a los 45 años.
 Su identidad no se aireó hasta la muerte de Fernán Gómez, el 21 de noviembre de 2007
. Se subrayó que, entonces, era nieto de una de las actrices más ilustres del teatro español. Fernán Gómez no cruzó una sola palabra con su padre, pero, en cambio, mantuvo buena relación con su tío Carlos Díaz de Mendoza, con el que contó como actor en algunas de las películas que dirigió.
2. Fuera de serie. Dejó obras de culto como dramaturgo (Las bicicletas son para el verano), escritor de memorias (El tiempo amarillo), novelista (El vendedor de naranjas), guionista, director de cine (La vida por delante, El mundo sigue, El extraño viaje, El viaje a ninguna parte), teatro (Un enemigo del pueblo) y televisión (Juan Soldado, El pícaro), y por descontado, como intérprete de multitud de personajes desde la década de los cuarenta hasta los primeros años del siglo XXI
. Ese cóctel de exuberancia, versatilidad, resistencia y excelencia marca un techo en la cultura española.
Sin embargo, no se libró de la precariedad y los altibajos
. Por ejemplo, durante más de un año, en los sesenta, no recibió ni una sola propuesta laboral y tuvo que recurrir a los amigos para salir adelante.
 Y, con 85 años, él admitía que si no dejaba de trabajar era, sencillamente, porque no consideraba que tuviera el futuro asegurado.
Fue un gigante de la cultura en un país que siempre la despreció.
3. Amigos y amores. Tenía un poderoso sentido de la amistad y de la lealtad.
 Siempre estaba a punto para ayudar a los amigos en apuros. Cuando a finales de los cuarenta Jardiel Poncela, el primero que confió en su talento, se arruinó, Fernán Gómez fue uno de sus benefactores anónimos.
 Tuvo decenas de amigos íntimos, pero se sentía incapaz de ser amigo de una mujer. Ahora bien, las tres grandes mujeres de su vida han sido de lo mejorcito de nuestro tiempo: María Dolores Pradera, Analía Gadé y Emma Cohen.
4. Libertario. Él sostenía que, así como la historia había demostrado el rotundo fracaso del comunismo y el capitalismo para hacer del mundo un lugar decente, a las ideas libertarias no se les habían concedido demasiadas oportunidades.
5. Bombas verbales. Era genial, también, cuando tomaba la palabra
. Nadie que le conociera ha dudado sobre quién ha sido el conversador más deslumbrante, explosivo, inesperado, incorrecto, excitante, divertido e irresistible
. Te miraba con los ojos azules, disparaba sus bombas verbales y tú sabías que ese tipo sí que era un ser superior.
 Alex de la Iglesia le bautizó como “el puto amo”. Llegó a la vejez en estado de gracia
. Decía lo que se le pasaba por la cabeza, sin filtro, sin importarle el qué dirán, ni las consecuencias de sus palabras.
 En La silla de Fernando David Trueba y yo procuramos capturar algunos destellos de ese milagro. En sus últimos días soltó esta perla:
 “Una de las cosas de las que más me arrepiento es de no haberle dicho a la gente que quería hasta qué punto la quería”.