23 feb 2015
La alfombra roja de los Oscar 2015 Patricia Arquette, que se hizo con el Oscar por Boyhood, fue una de las primeras en aparecer por la alfombra roja. Viste un diseño de su mejor amiga de la infancia, Rosetta Getty.
Naomi Watts eligió este vestido de Armani Privé.
Naomi Watts
Reese Witherspoon, nominada por interpretar a Cheryl Strayed en Alma Salvaje, con vestido bicolor de Tom Ford. La actriz se sumó en su Instagram horas antes de la gala con el hashtag #AskHerMore a que los periodistas no solo preguntasen a las actrices por sus looks.
Reese Witherspoon, con melena suelta y joyas de Tiffany
Dakota Johnson con labios rojos y coleta despeinada.
Cate Blanchett, ganadora del Oscar a mejor actriz en 2014, acude a la ceremonia con un sencillo vestido negro de Margiela que cede todo el protagonismo a un espectacular collar de Tiffanny and Co azul turquesa.
Emma Stone, muy a los años 40 con este Eliee Saab. La actriz estaba nominada a mejor actriz secundaria por Birdman.
Lo que cuenta la alfombra roja............................................................ Carmen Mañana
Desde el fracaso de Tom Ford hasta la redención de John Galliano.
Las elecciones estilísticas de las actrices como termómetro de la industria de la moda.
La etiqueta #askhermore condensaba el deseo de muchas actrices de ser preguntadas sobre algo más que sus vestidos en la gala de los Oscar
. Pero hace ya tiempo que la alfombra roja se convirtió en una de las pasarelas más relevantes para la industria de la moda.
La ropa no es lo más importante, pero es importante.
Ni siquiera Reese Whiterspoon, una de las máximas defensoras de esta iniciativa, puede sustraerse a esta realidad.
Su palabra de honor blanco y negro hablaba de un fracaso no estético sino marketiniano. Tom Ford, el diseñador que lo firmaba, decidió trasladar el desfile de su colección para el próximo otoño/invierno a Los Ángeles.
Una decisión que reflejaba el peso de Hollywood en los planes de futuro de la firma, pero que el domingo solo se vio recompensada con la presencia de una de sus creaciones en el teatro Dolby.
No fue la única conclusión sobre el sector del lujo que pudo extraerse de esta alfombra roja.
Que una actriz de la categoría de Cate Blanchett escogiera una pieza de John Galliano para Maison Martin Margiela revela que no solo el mundo de la moda, sino también el del espectáculo, ha absuelto al diseñador caído en desgracia tras proferir insultos antisemitas contra una pareja en un bar de París.
También Sienna Miller, icono de estilo y celebritie fetiche de Anna Wintour, lanzó un potente mensaje con su elección.
En este caso, de apoyo a Peter Copping, el diseñador británico que ha asumido la difícil tarea de suceder al malogrado Óscar de la Renta al frente de la firma a la que dio nombre.
El vestido negro y de corte clásico que lució la protagonista de El francotirador pertenece a la colección con la que Copping debutó en la semana de la moda de Nueva York hace apenas cinco días y que no podría haber tenido mejor estreno en público.
La alfombra roja es, además, el escaparate donde las grandes casas gustan de hacer alarde de sus capacidad artesanal.
Y esta edición quedó más claro que nunca.
A un lado del ring, un vestido de Calvin Klein compuesto por 6.000 perlas para Lupita Nyong'o
. Al otro, Chanel y las 80.000 lentejuelas de la pieza de alta costura que lució Julianne Moore.
Ya sea porque obligar a una mujer a pasarse tres horas sentada sobre pequeñas bolitas resulta turbador o porque Moore es capaz de defender con seguridad cualquier prenda por muy compleja que sea, no hubo lugar para la discusión.
El ganador del combate fue Karl Lagerfeld.
Hedi Slimane, director creativo de Saint Laurent, también se confirmó como uno de los vencedores de la noche al vestir a una de las mujeres que más expectación despertó, Dakota Johnson, protagonista de 50 sombras de Grey
. Una de las más acertadas, pero no la única representante del estilo sofisticado de la casa francesa. El vaporoso vestido negro de Margot Robbie, protagonista de El lobo de Wall Street, surgió como el contrapunto necesario y digno de agradecer a tanta princesa Disney.
Dentro de esta categoría, pero quizá en una subdivisión carolliana, se enmarcaba Lady Gaga.
La cantante llevó una pieza hecha a medida por Azzedine Alaïa y que constituía la primera incursión del mítico diseñador tunecino en la gala de los Oscar.
Pero, tristemente, no todas las invitadas suscitaron interés por la trascendencia o el éxito de sus elecciones. Givenchy firmaba dos de los estilismos más desafortunados de la gala.
El vestido de brocado rojo de Rosamund Pike confirmaba lo que el Vera Wang que lució en los Globos de Oro ya apuntó: la actriz tiene en su estilista a su peor enemigo.
Mientras, el modelo azulón de Jessica Chastain ratificaba que incluso la mujer más bella puede quedar eclipsada por un estilismo mal escogido.
Entre los hombres, merecen mención aparte el esmoquin de terciopelo de Prada que llevaba el rapero Common y la versión azul celeste de Jared Leto con flor en la solapa incluida.
Una licencia que solo el cantante y actor puede permitirse sin caer en el ridículo más desastroso.
. Pero hace ya tiempo que la alfombra roja se convirtió en una de las pasarelas más relevantes para la industria de la moda.
La ropa no es lo más importante, pero es importante.
Ni siquiera Reese Whiterspoon, una de las máximas defensoras de esta iniciativa, puede sustraerse a esta realidad.
Su palabra de honor blanco y negro hablaba de un fracaso no estético sino marketiniano. Tom Ford, el diseñador que lo firmaba, decidió trasladar el desfile de su colección para el próximo otoño/invierno a Los Ángeles.
Una decisión que reflejaba el peso de Hollywood en los planes de futuro de la firma, pero que el domingo solo se vio recompensada con la presencia de una de sus creaciones en el teatro Dolby.
No fue la única conclusión sobre el sector del lujo que pudo extraerse de esta alfombra roja.
Que una actriz de la categoría de Cate Blanchett escogiera una pieza de John Galliano para Maison Martin Margiela revela que no solo el mundo de la moda, sino también el del espectáculo, ha absuelto al diseñador caído en desgracia tras proferir insultos antisemitas contra una pareja en un bar de París.
También Sienna Miller, icono de estilo y celebritie fetiche de Anna Wintour, lanzó un potente mensaje con su elección.
En este caso, de apoyo a Peter Copping, el diseñador británico que ha asumido la difícil tarea de suceder al malogrado Óscar de la Renta al frente de la firma a la que dio nombre.
El vestido negro y de corte clásico que lució la protagonista de El francotirador pertenece a la colección con la que Copping debutó en la semana de la moda de Nueva York hace apenas cinco días y que no podría haber tenido mejor estreno en público.
La alfombra roja es, además, el escaparate donde las grandes casas gustan de hacer alarde de sus capacidad artesanal.
Y esta edición quedó más claro que nunca.
A un lado del ring, un vestido de Calvin Klein compuesto por 6.000 perlas para Lupita Nyong'o
. Al otro, Chanel y las 80.000 lentejuelas de la pieza de alta costura que lució Julianne Moore.
Ya sea porque obligar a una mujer a pasarse tres horas sentada sobre pequeñas bolitas resulta turbador o porque Moore es capaz de defender con seguridad cualquier prenda por muy compleja que sea, no hubo lugar para la discusión.
El ganador del combate fue Karl Lagerfeld.
Hedi Slimane, director creativo de Saint Laurent, también se confirmó como uno de los vencedores de la noche al vestir a una de las mujeres que más expectación despertó, Dakota Johnson, protagonista de 50 sombras de Grey
. Una de las más acertadas, pero no la única representante del estilo sofisticado de la casa francesa. El vaporoso vestido negro de Margot Robbie, protagonista de El lobo de Wall Street, surgió como el contrapunto necesario y digno de agradecer a tanta princesa Disney.
Dentro de esta categoría, pero quizá en una subdivisión carolliana, se enmarcaba Lady Gaga.
La cantante llevó una pieza hecha a medida por Azzedine Alaïa y que constituía la primera incursión del mítico diseñador tunecino en la gala de los Oscar.
Pero, tristemente, no todas las invitadas suscitaron interés por la trascendencia o el éxito de sus elecciones. Givenchy firmaba dos de los estilismos más desafortunados de la gala.
El vestido de brocado rojo de Rosamund Pike confirmaba lo que el Vera Wang que lució en los Globos de Oro ya apuntó: la actriz tiene en su estilista a su peor enemigo.
Mientras, el modelo azulón de Jessica Chastain ratificaba que incluso la mujer más bella puede quedar eclipsada por un estilismo mal escogido.
Entre los hombres, merecen mención aparte el esmoquin de terciopelo de Prada que llevaba el rapero Common y la versión azul celeste de Jared Leto con flor en la solapa incluida.
Una licencia que solo el cantante y actor puede permitirse sin caer en el ridículo más desastroso.
Los mejores momentos de los Oscar................................................................... Álvaro P. Ruiz de Elvira
Desde el número inicial a los discursos de los actores pasando por John Travolta.
Número inicial
Neil Patrick Harris ya había presentado (con éxito) otras galas de premios, como los Tony o los Emmy.
Siempre ha hecho gala de su gusto por los musicales y no podía empezar en los Oscar de otra forma. La introducción ha sido un número musical más sencillo, pero igual de efectivo, de lo que Harris suele hacer, en el que el presentador ha contado con Anna Kendrick (Cenicienta en el musical de Into the woods)
. Hemos visto a Benedict Cumberbatch bebiendo de una petaca y el presentador ha hecho una broma sobre la inmensa cantidad de dinero que tiene Oprah Winfrey.
En medio de una canción de loa al mundo del cine, el actor y cantante Jack Black les ha interrumpido exigiendo más rock y hablando del cine actual: superhéroes, secuelas y precuelas. Kendrick ha tenido que echarle del escenario lanzándole el zapato de Cenicienta.
Al final, Harris ha dejado claro su mensaje:
Enamorarse de las películas, defender nuestros derechos, luchar por los sueños.
22 feb 2015
“La austeridad está muerta”.................................................................. Thiago Ferrer Morini
El jefe de análisis de uno de los mayores bancos suizos cree que la divergencia entre economías hace difícil predecir el futuro.
Hay una palabra que Christophe Donay (Charleville-Mézières, Francia,
1961) utiliza especialmente para explicar la situación económica actual:
"asincronismo". "Estados Unidos, la zona euro, China", define, "cada
uno de ellos está en una fase distinta del ciclo económico.
Y, en consecuencia, sus bancos centrales, sus políticas monetarias, fiscales, presupuestarias, actúan de forma descoordinada".
Eso hace "mucho más difícil" a cualquier inversor saber por qué rumbos va a seguir la economía global.
Y Donay no es un inversor cualquiera: es el jefe de análisis macroeconómico de la banca suiza Pictet, una entidad que gestiona fondos que, a finales de 2014, sumaban 361.000 millones de euros.
Pregunta. Uno de los puntos de tensión geopolíticos es la caída del precio del petróleo.
¿Cuánto cree que puede durar esta situación y qué efectos tiene y tendrá en la economía?
Respuesta. Es difícil de decir.
Se trata de las decisiones de unos pocos hombres alrededor de una mesa, los que deciden la producción de la industria global. De acuerdo con los especialistas —yo no lo soy— la actual situación, en la que los precios irán de 45 a 60 dólares, podría durar entre seis y 12 meses.
La demanda continúa creciendo, aunque a un ritmo menor que en el pasado; al tiempo, la oferta ha aumentado hasta el punto que ha superado la demanda.
P. Algunos países emergentes han basado gran parte de sus ingresos fiscales en el petróleo y ahora lo están pasando mal.
R. Hay dos lados de ese problema.
El lado positivo es que hay una transferencia de renta de aproximadamente 1,5 billones de dólares de los países productores a los consumidores
. Y esa transferencia es especialmente positiva para Estados Unidos; hemos revisado al alza nuestras expectativas de crecimiento del PIB para EE UU del 3% al 3,4% solo al calor del precio del crudo. Las consecuencias negativas: por un lado, en países como Nigeria, Colombia, México y, por supuesto, Rusia, la sostenibilidad de su deuda se basa en los precios del petróleo, por lo que las monedas se devalúan y el riesgo soberano crece.
Por otro lado, hay un efecto en las empresas petroleras como la brasileña Petrobras, que han participado mucho en el mercado de bonos corporativos y cuyo riesgo sistémico aumenta con la caída del petróleo
. En todo caso, la caída de las ganancias tira de los mercados a la baja, especialmente en Estados Unidos, seguido de la zona euro y Japón, que se ha mantenido particularmente estable.
P. ¿Qué efecto tendría una salida de Grecia del euro?
R. Si Grecia pudiese salir limpiamente del euro, los efectos serían escasos, pero yo no creo que eso sea posible
. Podríamos tener un efecto contagio en las economías europeas, primero en los países periféricos, seguidos por algunos de los países del núcleo, como Italia o Francia.
Y, por supuesto, en los mercados financieros, porque jamás van a apreciar un acontecimiento disruptivo como ese.
P. ¿Qué efectos están teniendo las inyecciones de liquidez del BCE en los mercados del euro y de las monedas periféricas? ¿Será suficiente?
R. Lo que nos gustaría es que gracias a las inyecciones de liquidez se acelerase la base del crecimiento en Europa, especialmente en la eurozona.
Pero no esperamos un crecimiento espectacular porque los mecanismos de crédito siguen rotos en Europa: no habrá nuevo crédito al ritmo que la economía necesita.
Mientras no se traduzca en un nuevo ciclo de crédito, el impacto de la liquidez será positivo pero marginal.
Además, se necesita una política fiscal que estimule la economía.
Y eso no lo tenemos en Europa.
La austeridad está muerta, pero tampoco tenemos unas políticas fiscales muy estimulantes.
Así que la liquidez tendrá un efecto pequeño comparado con lo que se ha visto en EE UU, Reino Unido o China.
P. ¿Y la segunda consecuencia?
R. Esperamos que se prolongue la tendencia a la baja del euro frente a las grandes monedas. El BCE está empezando a inyectar capital masivamente al tiempo que la FED está frenando su programa.
P. La economía europea parece estar recuperándose, pero el precio pagado por los europeos ha sido muy alto y eso tiene consecuencias políticas.
R. Sí, pero para mí la austeridad es una pieza más del verdadero problema: el empobrecimiento de la población por la deflación
. Mientras sigamos en este ciclo, la gente se va a seguir empobreciendo, expulsada hacia los extremos y haciendo inestable el sistema.
Esta deflación está provocada por la falta de crecimiento.
Lo que necesitamos es impulsar el crecimiento y reducir el paro.
P. ¿Cuáles son los criterios que deben guiar al inversor en ésta situación?
R. Nosotros preferimos una relación entre un 60% de activos que produzcan rendimientos y un 40% que salvaguarde el capital.
Para lo primero, los rendimientos, apostamos tanto por acciones cíclicas globales como en índices europeos.
Mientras, en el mercado puro de activos de protección, acciones defensivas de alta calidad, bonos estadounidenses y, para complementar, renta fija con mayor rentabilidad a vencimiento.
P. ¿Qué deben evitar los inversores?
R. Hay que limitar lo máximo posible la exposición en divisas.
P. China ha dicho que quiere un crecimiento más sostenible y basado en la innovación. ¿Es una buena noticia?
R. Sí y no. Es más complejo que eso. Estamos en una fase de transición: prevemos que el crecimiento chino converja con el del resto del mundo hacia un 5% anual a lo largo de ésta década. Este año crecerá un 7%, más o menos.
La pregunta, y el desafío, es si China puede llevar a cabo esa desaceleración de forma estable y sin shocks. China tiene cierto margen para hacerlo; su proporción entre deuda y PIB no supera el 40%.
P. ¿Cuál es el problema?
R. Que para convergir sin recesión, China está obligada a meter dinero en el mercado.
En los últimos años el crédito en China ha crecido mucho más deprisa que el PIB, y esa brecha es preocupante, porque es un exceso, y los excesos se deben corregir.
P. ¿Cuánta parte de ese exceso se debe a la vivienda?
R. Por un lado es la vivienda, sobre todo en ciertas regiones, pero por otro el crédito empresarial
. El mercado chino es extremadamente competitivo y muchas empresas han recurrido al crédito para crecer. El 65% de la inversión de las empresas chinas está financiada vía crédito
. Si el coste de la mano de obra sube, o la moneda se revaloriza, esas empresas perderán rentabilidad y tendrán dificultades para devolver los créditos.
P. ¿Cómo va a reaccionar América Latina ante el fin del boom de las materias primas?
R. Los países emergentes han sido una fuente de crecimiento para la economía global, y ahora son una fuente de inestabilidad.
El desafío más grande para todos los países emergentes es la estabilidad a largo plazo de sus economías, y la mejor forma de lograrlo es, por un lado, evitar cualquier clase de exceso en el crédito, y por otro establecer una clase media potente
. Esto último, por ejemplo, lo ha logrado China; Brasil y Rusia, no.
Y, en consecuencia, sus bancos centrales, sus políticas monetarias, fiscales, presupuestarias, actúan de forma descoordinada".
Eso hace "mucho más difícil" a cualquier inversor saber por qué rumbos va a seguir la economía global.
Y Donay no es un inversor cualquiera: es el jefe de análisis macroeconómico de la banca suiza Pictet, una entidad que gestiona fondos que, a finales de 2014, sumaban 361.000 millones de euros.
Pregunta. Uno de los puntos de tensión geopolíticos es la caída del precio del petróleo.
¿Cuánto cree que puede durar esta situación y qué efectos tiene y tendrá en la economía?
Respuesta. Es difícil de decir.
Se trata de las decisiones de unos pocos hombres alrededor de una mesa, los que deciden la producción de la industria global. De acuerdo con los especialistas —yo no lo soy— la actual situación, en la que los precios irán de 45 a 60 dólares, podría durar entre seis y 12 meses.
La demanda continúa creciendo, aunque a un ritmo menor que en el pasado; al tiempo, la oferta ha aumentado hasta el punto que ha superado la demanda.
P. Algunos países emergentes han basado gran parte de sus ingresos fiscales en el petróleo y ahora lo están pasando mal.
R. Hay dos lados de ese problema.
El lado positivo es que hay una transferencia de renta de aproximadamente 1,5 billones de dólares de los países productores a los consumidores
. Y esa transferencia es especialmente positiva para Estados Unidos; hemos revisado al alza nuestras expectativas de crecimiento del PIB para EE UU del 3% al 3,4% solo al calor del precio del crudo. Las consecuencias negativas: por un lado, en países como Nigeria, Colombia, México y, por supuesto, Rusia, la sostenibilidad de su deuda se basa en los precios del petróleo, por lo que las monedas se devalúan y el riesgo soberano crece.
Por otro lado, hay un efecto en las empresas petroleras como la brasileña Petrobras, que han participado mucho en el mercado de bonos corporativos y cuyo riesgo sistémico aumenta con la caída del petróleo
. En todo caso, la caída de las ganancias tira de los mercados a la baja, especialmente en Estados Unidos, seguido de la zona euro y Japón, que se ha mantenido particularmente estable.
P. ¿Qué efecto tendría una salida de Grecia del euro?
R. Si Grecia pudiese salir limpiamente del euro, los efectos serían escasos, pero yo no creo que eso sea posible
. Podríamos tener un efecto contagio en las economías europeas, primero en los países periféricos, seguidos por algunos de los países del núcleo, como Italia o Francia.
Y, por supuesto, en los mercados financieros, porque jamás van a apreciar un acontecimiento disruptivo como ese.
P. ¿Qué efectos están teniendo las inyecciones de liquidez del BCE en los mercados del euro y de las monedas periféricas? ¿Será suficiente?
R. Lo que nos gustaría es que gracias a las inyecciones de liquidez se acelerase la base del crecimiento en Europa, especialmente en la eurozona.
Pero no esperamos un crecimiento espectacular porque los mecanismos de crédito siguen rotos en Europa: no habrá nuevo crédito al ritmo que la economía necesita.
Mientras no se traduzca en un nuevo ciclo de crédito, el impacto de la liquidez será positivo pero marginal.
Además, se necesita una política fiscal que estimule la economía.
Y eso no lo tenemos en Europa.
La austeridad está muerta, pero tampoco tenemos unas políticas fiscales muy estimulantes.
Así que la liquidez tendrá un efecto pequeño comparado con lo que se ha visto en EE UU, Reino Unido o China.
P. ¿Y la segunda consecuencia?
R. Esperamos que se prolongue la tendencia a la baja del euro frente a las grandes monedas. El BCE está empezando a inyectar capital masivamente al tiempo que la FED está frenando su programa.
P. La economía europea parece estar recuperándose, pero el precio pagado por los europeos ha sido muy alto y eso tiene consecuencias políticas.
R. Sí, pero para mí la austeridad es una pieza más del verdadero problema: el empobrecimiento de la población por la deflación
. Mientras sigamos en este ciclo, la gente se va a seguir empobreciendo, expulsada hacia los extremos y haciendo inestable el sistema.
Esta deflación está provocada por la falta de crecimiento.
Lo que necesitamos es impulsar el crecimiento y reducir el paro.
P. ¿Cuáles son los criterios que deben guiar al inversor en ésta situación?
R. Nosotros preferimos una relación entre un 60% de activos que produzcan rendimientos y un 40% que salvaguarde el capital.
Para lo primero, los rendimientos, apostamos tanto por acciones cíclicas globales como en índices europeos.
Mientras, en el mercado puro de activos de protección, acciones defensivas de alta calidad, bonos estadounidenses y, para complementar, renta fija con mayor rentabilidad a vencimiento.
P. ¿Qué deben evitar los inversores?
R. Hay que limitar lo máximo posible la exposición en divisas.
P. China ha dicho que quiere un crecimiento más sostenible y basado en la innovación. ¿Es una buena noticia?
R. Sí y no. Es más complejo que eso. Estamos en una fase de transición: prevemos que el crecimiento chino converja con el del resto del mundo hacia un 5% anual a lo largo de ésta década. Este año crecerá un 7%, más o menos.
La pregunta, y el desafío, es si China puede llevar a cabo esa desaceleración de forma estable y sin shocks. China tiene cierto margen para hacerlo; su proporción entre deuda y PIB no supera el 40%.
P. ¿Cuál es el problema?
R. Que para convergir sin recesión, China está obligada a meter dinero en el mercado.
En los últimos años el crédito en China ha crecido mucho más deprisa que el PIB, y esa brecha es preocupante, porque es un exceso, y los excesos se deben corregir.
P. ¿Cuánta parte de ese exceso se debe a la vivienda?
R. Por un lado es la vivienda, sobre todo en ciertas regiones, pero por otro el crédito empresarial
. El mercado chino es extremadamente competitivo y muchas empresas han recurrido al crédito para crecer. El 65% de la inversión de las empresas chinas está financiada vía crédito
. Si el coste de la mano de obra sube, o la moneda se revaloriza, esas empresas perderán rentabilidad y tendrán dificultades para devolver los créditos.
P. ¿Cómo va a reaccionar América Latina ante el fin del boom de las materias primas?
R. Los países emergentes han sido una fuente de crecimiento para la economía global, y ahora son una fuente de inestabilidad.
El desafío más grande para todos los países emergentes es la estabilidad a largo plazo de sus economías, y la mejor forma de lograrlo es, por un lado, evitar cualquier clase de exceso en el crédito, y por otro establecer una clase media potente
. Esto último, por ejemplo, lo ha logrado China; Brasil y Rusia, no.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)