No haré nada especial por mi cumpleaños, estaré en familia con Tamara', ha afirmado
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'Estamos haciendo todos un esfuerzo por hacer vida normal, especialmente Ana [Boyer]'
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'Mis hijas también son las primeras en utilizar mi crema. Yo la llevo usando un año'
Isabel Preysler, en el acto de presentación de su línea cosmética. EFECUIDADOS
La socialité lanza su propia línea cosméticaIsabel Preysler: 'No bebo, no fumo. Mi único vicio es el chocolate'
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'No haré nada especial por mi cumpleaños, estaré en familia con Tamara', ha afirmado
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'Estamos haciendo todos un esfuerzo por hacer vida normal, especialmente Ana [Boyer]'
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'Mis hijas también son las primeras en utilizar mi crema. Yo la llevo usando un año'
Isabel Preysler, en el acto de presentación de su línea cosmética. EFE
Un proyecto en el que la socialité se ha involucrado especialmente, acudiendo incluso a los laboratorios para decidir sobre los ingredientes y preguntando a sus amigas empresarias, responsables de los productos Massumeh y Maribel Yébenes, que le han aconsejado. "He puesto mi nombre y capital, pero para mí lo importante es que la crema guste en relación calidad-precio". ¿Que la puedo perfeccionar? Seguramente", ha declarado ante una nube de flashes cegadores.
'No haré nada especial en mi cumpleaños'
En su primera aparición pública tras la muerte de su marido, Miguel Boyer, la filipina lucía especialmente delgada.
Enfundada en una 'blazer' blanca con solapas negras, un pantalón oscuro y 'stilettos', Preysler ha confesado que la intención era presentar su firma cosmética en campaña de Navidad, aunque finalmente el proceso se retrasó por el devenir de los acontecimientos. "No sé si es un buen momento, pero yo creo que nunca es tarde. Ahora estoy más libre.
Lo íbamos a dejar para marzo, hubo una filtración y se adelantó a la fecha de mi cumpleaños, pero he preferido que fuera un día antes para que no me tocasen el tema de la edad". No lo ha conseguido, pese a realizar la rueda de prensa un día antes de la celebración. "No haré nada especial, estaré en familia con Tamara".
Otra cosa es trabajar, porque me viene muy bien estar activa".
Muy feliz con la vuelta de Tamara a casa
Isabel ha desmentido que su casa de Puerta de Hierro le venga grande ahora o que tenga problemas económicos. "Me dicen que es enorme, pero no creas, somos todos muy especiales y se utilizan todos los rincones.
Yo estoy encantada con mi casa tal como está y no tengo intención de venderla", ha zanjado. Sobre todo ahora que Tamara Falcó ha vuelto. "Vino una semana, luego otra y de pronto se dio cuenta de que se está muy bien en casa y que ella está muy sola".
Y ha echado balones fuera respecto a una posible relación con Enrique Solís: "Son amigos, es lo que ellos me dicen todo el tiempo".
Tampoco cree que lo de ser monja sea lo suyo. "Si a ella le hace feliz no le voy a decir que no. Tengo cinco hijos con vidas muy diferentes, siempre he apoyado y respetado lo que hacen".
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22 feb 2015
Isabel Preysler: 'No bebo, no fumo. Mi único vicio es el chocolate'........................................... CRISTINA GALAFATE
Blanca, Suárez, la musa serena..............................................................Tommaso Koch
Su belleza ha cautivado por igual a la industria del cine y a la de la publicidad.
Hay quienes la comparan con Penélope Cruz y pronostican su asalto a Hollywood.
“Actúa y se comporta como una estrella en el sentido positivo, no de alguien pagado de sí mismo”, asegura Alex de la Iglesia, que ya la ha fichado como protagonista.
Crueldades admitidas................................................................Javier Marías
Los bancos, durante decenios, no sólo permitieron el demencial endeudamiento de los ciudadanos, sino que lo fomentaron.
Tuve una pesadilla, y aunque no soporto la aparición de sueños en las
novelas ni en las películas, como esto no es ni lo uno ni lo otro, ahí
va resumido: era de noche y estaba en la fría ciudad de Soria, en la que
pasé muchos veranos de mi infancia y en la que luego, durante doce
años, tuve alquilado un piso muy querido, que dejé hace tres por causa
de un Ayuntamiento desaprensivo.
Me iba a ese piso para dormir allí, pero me daba cuenta de que ya no tenía llave y de que ya no existía, convertido ahora en una pizzería o algo por el estilo.
Pensaba en irme entonces al de mi niñez, pero aún hacía más tiempo que no disponía de él. Un hotel, en ese caso, pero estaban todos llenos, y además yo vestía inadecuadamente (me abstendré de dar detalles).
La respuesta a la pregunta “¿Dónde iré?” fue la inmediata salida de esa ciudad y la tentativa de entrar en otras casas en las que he vivido.
Una de Barcelona en la que me recibió una mujer, una de Venecia en la que me acogió otra, una de Oxford en la que pasé dos años, otra de Wellesley, un par de pisos que tuve alquilados en Madrid hace siglos.
Ninguno existía ya, pasaron a ser pasado. Los lugares a los que uno se encaminó centenares de veces después de una jornada, que uno ocupaba con relativa tranquilidad, de los que poseía llaves, “de pronto” ya no estaban a mi disposición, habían desaparecido.
Si entrecomillo “de pronto” es con motivo: en el sueño no había lento transcurso del tiempo, como lo hay en la vida; estaba todo comprimido, superpuesto, todos mis “hogares” eran uno y el mismo, y en ninguno tenía cabida.
Me obligué a despertar, me daba cuenta de que soñaba pero no lograba salirme de la sensación de pérdida y caducidad, de ver clausurados los sitios que en otras épocas eran accesibles y hasta cierto punto eran “míos” (en realidad ninguno lo era, de ninguno había sido yo propietario, sólo inquilino o invitado).
Cuando, ya levantado, conseguí sacudirme el malestar y el desamparo,
no pude por menos de pensar en los millares de personas para las que ese
mal sueño es una verdad permanente.
De todas las injusticias y desafueros, de todas las crueldades cometidas en este largo periodo, bajo los Gobiernos de Rajoy y de Zapatero, quizá la mayor sean los desahucios
. Hay cosas en las que la legalidad debería ser secundaria, o en las que su estricta y ciega aplicación no compensa, porque las consecuencias son desproporcionadas.
Hace ya mucho escribí aquí que los españoles estaban muy confundidos al considerar poco menos que un “derecho” tener una vivienda en propiedad
. Me escandalicé de que gente con empleos precarios suscribiera hipotecas a treinta, cuarenta y aun cincuenta años.
Expuse mi perplejidad ante la aversión de mis compatriotas a alquilar, con el argumento falaz y absurdo de que así tira uno el dinero.
¿Cómo va uno a tirarlo por hacer uso de algo? Sería como decir que lo tira por comprarse un coche que no va a durar toda la vida (y gastar en gasolina), o por comer, o por pagar la ropa que indefectiblemente se desgastará y habrá que desechar algún día.
Pero lo cierto es que los bancos, durante decenios, no sólo permitieron el demencial endeudamiento de los ciudadanos, sino que lo alentaron y fomentaron.
Y, cuando demasiados individuos no pudieron hacer frente a las abusivas hipotecas, se iniciaron los desahucios, que aún prosiguen.
Las circunstancias de las personas no han importado: a los bancos y a los Gobiernos les ha dado lo mismo echar de su hogar a una anciana que sólo aspirara a morir en él que a una familia con niños pequeños. “Están en su derecho”, y lo ejercen. Pero ¿para qué?
La mayoría de los pisos de los que sus medio-dueños han sido expulsados no sirven de nada
. Los bancos y las inmobiliarias han sido incapaces de revenderlos ni de hacer negocio, y si han podido los han malvendido.
Centenares de millares de ellos están desocupados, empantanados, se deterioran, entran ladrones a llevarse hasta los grifos o se convierten en botín de okupas, a menudo devastadores.
El daño infligido a las personas desalojadas –que tenían voluntad de cumplir, que llevaban tiempo habitándolos, que los cuidaban, que simplemente no podían satisfacer los plazos por haber perdido su empleo, y que habrían continuado con ellos a cambio de un alquiler modesto– es desmesurado respecto al beneficio obtenido –si lo hay– por los acreedores.
Es, por lo tanto, un daño gratuito e innecesario, un daño sin resarcimiento, y a ese tipo de daño se le ha dado siempre el nombre de crueldad, no tiene otro.
No es comparable con el del casero que echa a un vecino por no abonarle el alquiler: gracias a su medida puede encontrar otro inquilino que sí le pague, y no lo condene a perder dinero.
Pero la gran mayoría de los pisos de desahuciados se subastan a precios irrisorios, o se pudren abandonados, y los bancos los ven como un lastre y apenas sacan ganancia.
No hay nada que justifique –ni siquiera explique– el inmenso perjuicio causado a los expulsados. Ellos sí que se ven de repente sin llaves, ellos sí que pierden su hogar, y se quedan a la intemperie.
elpaissemanal@elpais.es
Me iba a ese piso para dormir allí, pero me daba cuenta de que ya no tenía llave y de que ya no existía, convertido ahora en una pizzería o algo por el estilo.
Pensaba en irme entonces al de mi niñez, pero aún hacía más tiempo que no disponía de él. Un hotel, en ese caso, pero estaban todos llenos, y además yo vestía inadecuadamente (me abstendré de dar detalles).
La respuesta a la pregunta “¿Dónde iré?” fue la inmediata salida de esa ciudad y la tentativa de entrar en otras casas en las que he vivido.
Una de Barcelona en la que me recibió una mujer, una de Venecia en la que me acogió otra, una de Oxford en la que pasé dos años, otra de Wellesley, un par de pisos que tuve alquilados en Madrid hace siglos.
Ninguno existía ya, pasaron a ser pasado. Los lugares a los que uno se encaminó centenares de veces después de una jornada, que uno ocupaba con relativa tranquilidad, de los que poseía llaves, “de pronto” ya no estaban a mi disposición, habían desaparecido.
Si entrecomillo “de pronto” es con motivo: en el sueño no había lento transcurso del tiempo, como lo hay en la vida; estaba todo comprimido, superpuesto, todos mis “hogares” eran uno y el mismo, y en ninguno tenía cabida.
Me obligué a despertar, me daba cuenta de que soñaba pero no lograba salirme de la sensación de pérdida y caducidad, de ver clausurados los sitios que en otras épocas eran accesibles y hasta cierto punto eran “míos” (en realidad ninguno lo era, de ninguno había sido yo propietario, sólo inquilino o invitado).
Centenares de millares de pisos están desocupados, se deterioran, entran ladrones a llevarse hasta los grifos
De todas las injusticias y desafueros, de todas las crueldades cometidas en este largo periodo, bajo los Gobiernos de Rajoy y de Zapatero, quizá la mayor sean los desahucios
. Hay cosas en las que la legalidad debería ser secundaria, o en las que su estricta y ciega aplicación no compensa, porque las consecuencias son desproporcionadas.
Hace ya mucho escribí aquí que los españoles estaban muy confundidos al considerar poco menos que un “derecho” tener una vivienda en propiedad
. Me escandalicé de que gente con empleos precarios suscribiera hipotecas a treinta, cuarenta y aun cincuenta años.
Expuse mi perplejidad ante la aversión de mis compatriotas a alquilar, con el argumento falaz y absurdo de que así tira uno el dinero.
¿Cómo va uno a tirarlo por hacer uso de algo? Sería como decir que lo tira por comprarse un coche que no va a durar toda la vida (y gastar en gasolina), o por comer, o por pagar la ropa que indefectiblemente se desgastará y habrá que desechar algún día.
Pero lo cierto es que los bancos, durante decenios, no sólo permitieron el demencial endeudamiento de los ciudadanos, sino que lo alentaron y fomentaron.
Y, cuando demasiados individuos no pudieron hacer frente a las abusivas hipotecas, se iniciaron los desahucios, que aún prosiguen.
Las circunstancias de las personas no han importado: a los bancos y a los Gobiernos les ha dado lo mismo echar de su hogar a una anciana que sólo aspirara a morir en él que a una familia con niños pequeños. “Están en su derecho”, y lo ejercen. Pero ¿para qué?
La mayoría de los pisos de los que sus medio-dueños han sido expulsados no sirven de nada
. Los bancos y las inmobiliarias han sido incapaces de revenderlos ni de hacer negocio, y si han podido los han malvendido.
Centenares de millares de ellos están desocupados, empantanados, se deterioran, entran ladrones a llevarse hasta los grifos o se convierten en botín de okupas, a menudo devastadores.
El daño infligido a las personas desalojadas –que tenían voluntad de cumplir, que llevaban tiempo habitándolos, que los cuidaban, que simplemente no podían satisfacer los plazos por haber perdido su empleo, y que habrían continuado con ellos a cambio de un alquiler modesto– es desmesurado respecto al beneficio obtenido –si lo hay– por los acreedores.
Es, por lo tanto, un daño gratuito e innecesario, un daño sin resarcimiento, y a ese tipo de daño se le ha dado siempre el nombre de crueldad, no tiene otro.
No es comparable con el del casero que echa a un vecino por no abonarle el alquiler: gracias a su medida puede encontrar otro inquilino que sí le pague, y no lo condene a perder dinero.
Pero la gran mayoría de los pisos de desahuciados se subastan a precios irrisorios, o se pudren abandonados, y los bancos los ven como un lastre y apenas sacan ganancia.
No hay nada que justifique –ni siquiera explique– el inmenso perjuicio causado a los expulsados. Ellos sí que se ven de repente sin llaves, ellos sí que pierden su hogar, y se quedan a la intemperie.
elpaissemanal@elpais.es
Una nueva estrella........................................................................... Boris Izaguirre
Tania Sánchez practica una mezcla de Christine Lagarde con Mariló Montero sin salidas de tono. Jamás pierde el norte político en la televisión.
. Se presentó vestida de rojo, los brazos al descubierto y el pelo de un aparente rubio neutro
. Un poco cóctel y sola ante el palmarés de colaboradores, dispuestos a merendársela
. Pero no resultó así, Tania decidió actuar como una mujer sosegada y lógica en sus respuestas, con sus brazos desnudos evidenciando no solo buena calidad de piel sino una coraza de autocontrol bien hidratada.
Unos minutos después de su intervención yo estaría en ese mismo asiento discutiendo sobre GH VIP. Observándola desde bambalinas, me pasó por la cabeza que una de las diferencias que existen entre la izquierda que representa Tania Sánchez, tanto por ser exmiembro de Izquierda Unida como por pareja del líder de Podemos, y la izquierda tradicional, la del ensimismado PSOE, es la manera que tienen de entender la televisión
. Los socialistas tratan de superar la idea de telebasura, un término del siglo pasado.
Los de la nueva izquierda demuestran que la han estudiado desde la hora del desayuno, que saben cómo sentarse y esquivar a sus habituales porque la conocen y reconocen como el organismo vivo más divulgador de principios y de presencias que hay.
España es uno de los países occidentales con mayor consumo de televisión.
Sus nuevos líderes reflejan ese consumo. Pedro Sánchez intuía la necesidad de su presencia en Sálvame,
Tania practica una mezcla de Christine Lagarde con Mariló Montero sin salidas de tono
. Tania no levantó la voz en su entrevista, nunca afeó pregunta alguna, controlando la sonrisa con la que finalizaba las respuestas.
Los colaboradores fundían política con corazón, haciendo hincapié en su relación sentimental con Pablo Iglesias, la entrevistada jamás perdió el norte político de su aparición.
Detrás, esperando turno, Mariví, la mejor amiga de Belén Esteban y Makoke, la esposa de Kiko Matamoros, charlaban en voz baja.
“Mi marido es funcionario en Rivas”, se explicaba Mariví, aludiendo al municipio donde Sánchez es un destacado miembro político.
“En Rivas la familia de Tania es como una monarquía.
El papá, la mamá, el hermano, todos están en la política”, susurraba.
“Como te lo digo, tía, son la familia real de Rivas”. Makoke, en cambio, observaba cada gesto de Sánchez en el monitor de invitados. “No me pegan nada”, exclamó.
“Ella y Pablo.
Yo es que no la veo a ella como la típica que se liaría con un chico con coleta.
Para mí, son una pareja rara”. Puede ser que Makoke tenga su razón, pero también es probable que sean una pareja similar a la de Hillary y Bill Clinton.
Dos jóvenes de Arkansas enamorados de su idea de cambio, unidos por la política, con coleta y brazos descubiertos
. Al final la entrevista de Sánchez cosechó una importante audiencia mientras que el debate del reality VIP fue suspendido de los contenidos de Un tiempo nuevo.
La televisión siempre necesita adorar a un nuevo personaje.
Arranca el año de la cabra en el horóscopo chino, dicen los astrólogos que es un año de adaptación a los cambios que, con su carácter amable, invita a la calma en las decisiones y disputas. Oportunamente sus augurios coinciden con la necesidad de arreglos en el complicadísimo tetrix político en el que vive el PSOE.
Es una pena que Pedro Sánchez y Susana Díaz no se caigan lo suficientemente bien como para dar sensación de armonía y buenas fotos juntos.
¡Tampoco es sencilla la vida dentro de la casa de Gran Hermano y sin embargo son ejemplo de estrategia y aparente camaradería! A Susana y Pedro este San Valentín los ha divorciado.
Mientras él apartaba a un adversario porque puede llegar a ser imputado, Susana miraba hacia otro lado cuando la imputación de sus líderes históricos agitaba su estado de buena esperanza. Chaves y Griñán, dos hombres y un destino.
Y dos estilos que sintetizan la socialdemocracia más flamenca. Manuel Chaves difícilmente abandona la corbata y el cargo.
Es más urbano, más de pasillos que de aceras. Un hipster de barbita recortá. El arreglo de José Griñán resulta más campero, no heredado, como otras cosas suyas.
En el Partido Popular la única pareja que sale en fotos es la formada por el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, y el señor Granados.
Casi siempre con las manos escondidas, riéndose, borrando o guardando algo que no estamos maduros para ver.
Y ahora comprobamos en la transcripción de las escuchas en el caso de espionaje en Madrid, sindicato presuntamente gestionado por Granados, cómo surge ese lenguaje tabernario de los corruptos públicos. “Para celebrarlo, os merecéis una volqueta de putas”, es una frase que ni la mejor telebasura pudiera crear.
Asombra la ordinaria desfachatez con la que espías o espiados, democráticamente elegidos, se expresan.
Pero al final se ciñen a una dieta extrema: mientras más engordas en la corrupción, más adelgaza tu vocabulario.
Uno puede pensar que nosotros, como las señoras putas, no nos merecemos clientes tan grotescos.
Por eso tienen éxito Iglesias y Sánchez en televisión.
Todavía son espectadores de la basura.
No acumuladores de ella.
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