Francisco Umbral escribió 110 libros y 135.000 artículos, y casi
todos en torno a él.
Según su biógrafa Anna Caballé es el autorretrato
más largo de la historia de la literatura española. Cuando Umbral acabó,
nadie sabía sus apellidos ni su fecha de nacimiento.
El escritor fue el resultado de dos heridas: la ausencia del padre y
la ausencia del hijo.
Hubo una tercera, voluntaria, que consistió en su
propia disolución. “Llevamos la verdad por fuera, la carne, y la máscara
por dentro”
. Umbral sabía, y lo que no sabía lo inventaba, pero lo que
no permitía es que los demás supiesen; sobre ese vacío construyó su
vida, y cuando se cansó de su vida empezó con su obra.
Él mismo avisa:
“He vivido el mundo intensamente, pero literariamente”.
—Todo empieza —dice Jorge Urrutia frente a un ventanal del Gijón— cuando Umbral y
el poeta Leopoldo de Luis se conocieron en Madrid, a mediados de siglo, en medio del bullicio de la época.
El poeta Leopoldo de Luis era mi padre.
En
La noche que llegué al Café Gijón Umbral escribió:
“Leopoldo de Luis —el mínimo y dulce Leopoldo de Luis, se llegó a decir
en la tertulia—, era de ojos pequeños y maliciosos, nariz grande, boca
inexistente, rostro un poco rojizo, fácilmente alegrado y subido de
color de la risa, y venía de sus oficinas de seguros lleno de versos, de
cultura, de conversación, de chistes malos y poemas buenos
. Escribía
una poesía en la música de Miguel Hernández, hecha de humanidad y
socialismo, con gran sentido del verso, gran ductilidad lírica y una
melodía grata y honda, monótona y cierta, que daba gran calidad a todo
lo suyo”.
Leopoldo y Umbral mantuvieron su amistad durante décadas, y esa
relación se extendió al hijo de Leopoldo, Jorge Urrutia, poeta,
traductor y catedrático, directivo del Instituto Cervantes entre 2004 y
2009. Leopoldo de Luis fue el seudónimo que utilizó Leopoldo Urrutia
para burlar la dictadura.
En 2004 Anna Caballé publicó El frío de una vida, la biografía de Francisco Umbral.
No fue autorizada ni bien recibida por el escritor.
Caballé reveló
algunos datos falsos de la vida de Umbral, como su fecha de nacimiento,
que fue en 1932 y no en 1935, y desveló el nombre de su madre, Ana María
Pérez Martínez, una mujer soltera y tuberculosa que tuvo una aventura
con un hombre casado, y decidió, en aquel Valladolid de los años 30,
tener al niño.
La biografía de Caballé cayó como una bomba en casa de Leopoldo de
Luis.
El anciano reparó en la época, en el nombre real de la madre, y
juntó tres fotografías: la de su padre, Alejandro Urrutia, la de
Francisco Umbral y la de su nieto, hijo de Jorge Urrutia
. Los tres eran
el mismo hombre.
—Al llegar a casa lo encontré pálido. Me dijo que teníamos que
hablar.
Me dijo: mi padre, tu abuelo, es el padre de Umbral. Yo soy su
hermano, y tú su sobrino.
Jorge Urrutia había escrito ya de Umbral y estudiado su obra. Umbral lo había distinguido como uno de sus poetas preferidos.
—Mi padre y yo supimos que Umbral conocía la historia
. Que siempre
supo quién era su padre, y por tanto sabía quiénes éramos nosotros.
—¿Y esa nariz de su padre?
—De mi abuelo, y de Umbral.
La vida azarosa de Leopoldo de Luis lo había depositado en Madrid
como poeta de prestigio después de haber sido oficial republicano y
estar perseguido por la dictadura.
Tuvo que hacer lista de espera y
ponerse de tornero fresador para entrar en un campo de trabajo: por las
cosas del franquismo, que combinaba la crueldad con la ineptitud
administrativa, no tenía plaza.
Los personajes
Alejandro Urrutia, padre de Leopoldo de Luis y Francisco Umbral, fue un intelectual y abogado cordobés, poeta modernista y empresario arruinado.
Ana María Pérez Martínez era la secretaria de Alejandro Urrutia en Valladolid.
De su relación nació Francisco Umbral.
El poeta Leopoldo Urrutia, que firmaba como Leopoldo de Luis, fue el otro hijo de Alejandro Urrutia y, por lo tanto, hermano de Umbral.
Jorge Urrutia es el hijo de Lepoldo Urrutia, y sobrino de Umbral.
Alejandro Urrutia murió en los años 50 sin conocer el éxito literario de Umbral.
Jorge Urrutia animó a su padre a hablar con Umbral.
El poeta Leopoldo
de Luis, un hombre delicado, dijo que si Umbral no había querido
contarle nunca la verdad, era absurdo desenterrarla ahora.
Un año después de saber que Umbral y él eran hermanos, Leopoldo de
Luis falleció en Madrid a los 87 años.
Al tanatorio llegó Francisco
Umbral. Con el abrigo, la melena y el fular, tan parecido a la chalina,
como el padre de ambos cuando se paseaba por Campo Grande, en
Valladolid. Umbral pidió a Jorge Urrutia quedarse a solas con el muerto
.
No le explicó por qué y Jorge no preguntó.
El hijo vació la sala y dio
varios pasos atrás, contemplando la escena
. La del gran escritor, un
hombre hecho de ficciones, a solas con la verdad
. La misma que hirió su
vida en 1974, cuando veló a su hijo de seis años, Pincho, mientras se le
moría a chorros en la clínica de la Concepción.
“He conocido la única
verdad posible: la vida y la muerte —tan vivida previamente— de mi hijo,
y sin embargo he optado o estoy optando por el engaño, por el
autoengaño, de modo que seré inauténtico para siempre
. No creáis nada de
lo que diga, nada de lo que escriba. Soy un farsante”.
Francisco Umbral incrustó su vida en la obra sin la figura del padre, que fue siempre él (
Mortal y Rosa) a la vez que niño, como en
El hijo de Greta Garbo
. Siempre estuvo en medio y siempre estuvo solo a la manera de Chillida, o sea “solo contigo”, con
María España, a la que escribió Carta a mi mujer, tercera pata íntima de su vida
con su hijo y su madre (“Ya quisiera yo que uno de mis cuatro hijos me
recordara un día así, como el hijo de Greta Garbo”, le escribió Teresa
Pàmies).
Dejó sin escribir al padre, la presencia freudiana por
excelencia.
Ni para demolerlo, ni para explicarse a sí mismo.
Dos años después de la muerte de Leopoldo de Luis, Premio Nacional de las Letras,
falleció Francisco Umbral, Premio Cervantes
. En el tanatorio se presentó Jorge Urrutia. María España le abrazó y le dijo: “Tú eras al que más quería".
Alejandro Urrutia, padre de Leopoldo de Luis y Francisco Umbral, fue
un intelectual y abogado cordobés, poeta modernista y empresario
arruinado.
Hizo grandes amistades, como la de Julio Romero de Torres y
otros artistas e intelectuales de la época que le procuraron favores en
un tiempo comprometido.
—Mi abuelo fue un burgués que en los años 30 se paseaba con melena, traje, abrigo, chalina y borsalino con
El Socialista bajo el brazo.
Alejandro Urrutia fue el primero en escribir en España de la muerte
de Antonio Machado. Extravagante y lector impenitente, en la casa
familiar su esposa dormía en el mismo cuarto que su tía y él lo hacía
solo, en una cama turca, hasta las cuatro de la mañana, cuando se
despertaba, encendía una vela y leía libros de Biología del siglo XIX.
Como Umbral, Alejandro Urrutia estaba perdido fuera de su mundo
. En
Córdoba dirigió el negocio familiar de alcabalas, impuestos, que se
hundió lentamente por la humanidad del jefe; comprensivo, el intelectual
perdonaba a los clientes, salvaba plazos y hacía la vista gorda con los
más necesitados.
Se fue en 1919 a Valladolid, donde fue abogado del
Banco Hispanoamericano
. Después llevó unos laboratorios farmacéuticos
propiedad de la familia que no tardó en arruinar. Su patrimonio se
empeñaba y desempeñaba al azar de sus decisiones.
Fue allí, en
Valladolid, cuando tuvo una secretaria, Ana María Pérez Martínez, que
convirtió en su amante.
La mujer se quedó embarazada y su familia la
protegió enviándola a la Maternidad de Lavapiés, en Madrid
. De vuelta,
la abuela materna mandó al niño a casa de una nodriza primero y de unos
familiares después para silenciar escándalos.
Durante años su madre fue,
para Umbral, la tía May.
Su padre, un desconocido.
Habló una vez de él con Carmen Rigalt y lo recordó Elena Pita en
El Mundo.
Dijo que le había conocido poco porque había estado preso en Madrid
mientras él y su madre se refugiaban en Valladolid, y que lo dieron por
muerto pero acabaron visitándolo en prisión; su padre, escribe Pita, era
“un burgués azañista, inofensivo, propietario de unos laboratorios
farmacéuticos, con gran vocación literaria que nunca llegó a ejercer,
amigo de poetas, y que murió del corazón al poco de ser liberado,
dejando en su hijo el germen del dandismo y la literatura”.
Verdades a
medias (Alejandro Urrutia fue depurado por el régimen, pero no
encarcelado) y una sospecha, la del hombre que deja en Umbral las letras
y el dandismo.
Y sin embargo, según Jorge Urrutia, Alejandro Urrutia tuvo más
impacto en la vida de Francisco Umbral.
Cuando enfermó el niño, la mujer
de su padre llegó a tenerlo en casa a su cuidado.
Leopoldo se
recordaría después por el pasillo jugando con un crío, llevándolo a
hombros, sin pensar que aquel chaval acabaría siendo su amigo años
después, y que ese amigo sería Umbral.
Fueron los contactos de Alejandro
Urrutia, amigo del alcalde de Valladolid, los que posibilitaron que la
madre de Umbral accediese a un empleo en el Ayuntamiento, la época en la
que el escritor se atiborró de lecturas en la biblioteca municipal.
Y
usó sus amistades del Banco Hispanoamericano, que aún perduraban, para
que Umbral se colocase de botones a los 14 años.
Alejandro Urrutia, un hombre de inteligencia y talento, murió en los
años cincuenta sin conocer el éxito de su hijo Francisco Umbral, que
llegó a firmar, sospecha Jorge, los primeros artículos de su vida como
Francisco Urrutia.
Pronto abandonó su verdadero nombre por el de Umbral.
Y aún entonces, en un programa de televisión, le dijo Sánchez Dragó:
—Esto lo sabe poca gente, pero tú te llamas Francisco Pérez Martínez.
—No, tampoco me llamo así.
Nadie sabe cómo me llamo. Eso es mentira también
. Cómo me llamo realmente lo sabe muy poca gente.
—Pues habrá que ir al Registro Civil.
—Tendría que decirte yo a qué Registro Civil.
Lo curioso es que tenía razón, no se llamaba así.
Se llamaba Francisco Alejandro Pérez Martínez.