Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

16 feb 2015

De profesión: salir de fiesta..................................................... Toni García

Richard Young ha fotografiado a cientos de famosos en 40 años de trabajo.

 

Ringo Starr y Barbara Bach, a su llegada a la inauguración del restaurante The London Brasserie (Georgia, Estados Unidos, 1987). / Courtesy of Richard Young

Richard Young (1947, Londres) se ha pasado media vida yéndose de fiesta.
 Concretamente, desde que en 1974 un periódico le llamara para cubrir un evento:
 “Mi primera fiesta fue cuando el Evening Standard me llamó y me pidió que me fuera al hotel Dorchester a hacer unas fotos a Richard Burton, que celebraba su 50 cumpleaños.
Así que me presenté allí a hacer fotos, me colé como pude y en un momento dado, y sin haberlo previsto, pillé a Burton y a Liz Taylor besándose.
 Obviamente la imagen salió por todas partes y después los relaciones públicas del hotel querían asesinarme. [RISAS] Eso sí, después me llamaron del Dorchester, de donde me echaron cuando estaba bailando tras tomar las fotos, para pedirme unas copias”, cuenta Young, uno de los fotógrafos más celebres de Reino Unido.
 Acaba de publicar el libro Nightclubbing (Editorial Richard Young Photographic Ltd), el Cadillac de los libros dedicados al arte de fotografiar la noche de las celebridades.
“Creo que 40 años de fotografía bien se merecían echar la vista atrás”, dice vía telefónica
 Young, que ve ya lejos los días de gloria en que su cámara lograba inmortalizar a los ricos y famosos en sus momentos de asueto.
“Mira, ya no hay dinero en este negocio, ese es el problema.
Cualquiera con un móvil cree que es un fotógrafo… dicho esto, también tengo que decir que a mí no me preocupan nada ellos
. Los que sí me preocupan son los que dedican una portada a alguna de esas fotos, con una calidad pésima, el peor de los encuadres y absolutamente nada que justifique su publicación”, afirma Young, que a sus 67 años sigue sacando su cámara a pasear cuando la ocasión lo permite.
“En las buenas fiestas, las de verdad, nadie se atreve a sacar el móvil y ponerse a hacer fotos: les da vergüenza. Esas son las fiestas a las que vale la pena ir”, explica el veterano.
El fotógrafo Richard Young.
Young empezó su carrera en 1968 en un viaje a París.
 Había dejado la escuela a los 15 años y trabajado en todo tipo de cosas, hasta que en Francia encontró su vocación:
 “Colaboré nueve meses con John Bishop y empecé a entender de verdad en que consistía manejar una cámara de fotos, cómo se trabajaba detrás del objetivo. Fue una experiencia muy enriquecedora”. Luego llegó el sueño americano (un par de años en Nueva York, con novia fotógrafa) y finalmente la vuelta a casa:
“Eran tiempos muy distintos, salía a hacer fotos y gastaba seis o siete carretes en blanco y negro, luego los revelaba…, si pienso lo que puede disparar hoy cualquier aficionado me dan ganas de reírme”, se carcajea el fotógrafo.
Sin embargo, Young, un tipo extremadamente modesto, tiene poca competencia a la hora de presumir de clientela: por su cámara han pasado actores, actrices, pintores, modelos, nobles y políticos.
 De lady Di a Fidel Castro, de Paul McCartney a Andy Warhol, y de Claudia Schiffer a Madonna. Cualquier celebrity que se haya paseado por la noche londinense, neoyorquina o californiana en las últimas cuatro décadas habrá acabado inmortalizado en Nightclubbing.
 En el libro sorprende, además, la naturalidad con la que muchos de estos famosos posan ante el objetivo de Young. “¿El secreto? Bueno, yo creo que no lo hay.
Simplemente se trata de ser educado, de ser amable, de sonreír y de pedir permiso, siempre
. Nunca he tenido ningún problema cuando he seguido esas reglas y de hecho creo que siguen vigentes”, relata el británico.
Para Young, los grandes cambios que se han dado en su profesión (“brutales”) los resume con un par de pinceladas:
 “El cambio del blanco y negro al color y del formato analógico al digital, que te obligan a repensarte una y otra vez, además del hecho de que ahora todo el mundo lleva una cámara de fotos encima todo el tiempo: creo que lo demás sigue siendo básicamente lo mismo.
 Luego está el tema de la educación que te comentaba antes, pero eso ya es otro asunto completamente distinto” comenta el artista, que ha viajado por los cinco continentes haciendo toda clase de trabajos
. Algunos bastante más duros: “Desde cubrir la invasión estadounidense de Irak hasta irme a Cuba a fotografiar a Fidel Castro.
 He disfrutado de muchos privilegios gracias a mi trabajo y lo cierto es que no puedo quejarme”.
De izquierda a derecha: el príncipe Guillermo, el rapero Kanye West, Enrique de Inglaterra y el cantante Puff Diddy. La realeza británica se junto con los raperos en un concierto celebrado en Wembley, en 2007, en memoria de la princesa Diana. / Courtesy of Richard Young
En las más de 200 páginas de su libro de aniversario, divididas únicamente por décadas, se agolpan la nostalgia, la belleza, el delirio y el humor (Young se asemeja en algunos momentos a otro maravilloso fotógrafo, Elliot Erwitt), además de los —obvios— cambios estéticos y la sensación de que divertirse ahora es mucho menos discreto. A pesar de ello, a Young le sigue atrayendo la idea romántica de la fiesta, y tiene pocas dudas a la hora de escoger una: “Es bastante fácil: la fiesta que da Vanity Fair la noche de los Oscar. ¿Por qué? Porque todo el mundo está allí, porque si eres alguien en Hollywood o en el universo del cine allí estás invitado. He cubierto esa fiesta cinco veces y no hay nada igual en ningún otro lugar: es la fiesta. En mayúsculas”.

 

“Ahora se chapotea en la lengua”........................................................... José María Izquierdo.

El escritor Javier Marías inicia la serie de entrevistas 'Así pasen cien años', que lanza una mirada al futuro a través de personajes ilustres del mundo de la cultura y las ciencias.

El escritor se muestra pesimista con lo que nos depara el siglo XXII, salvo en lo que respecta a la técnica y a la tecnología.

El escritor Javier Marías. / Gorka Lejarcegi

Usted dibujaba en una entrevista reciente un panorama actual poco halagüeño. “Vivimos”, decía, “en una época tonta, especialmente estúpida y con una enorme pereza mental en gran parte de la gente. Me parece grave porque no tiene casi vuelta de hoja”. Si ve así nuestro tiempo, ¿cómo vislumbra el rostro de la humanidad mañana, la del siglo XXII? Partiendo de la base de que es casi imposible hacer un ejercicio de imaginación, no digo ya de otra cosa, cien años son tantos…
 Es más, empezaría por decir que siempre son muchos.
Basta pensar que ahora se ha estado celebrando, conmemorando mejor dicho, la Primera Guerra Mundial, la guerra de 1914.
Y si uno piensa todo lo que ha habido en medio de estos cien años…
Pasan muchas cosas en un siglo, sí… Yo diría que hoy en día es aún más tiempo de lo que ha sido a lo largo de la historia
. Desde hace unos cuantos años está pasando una cosa muy rara y para mí muy angustiosa.
 El tiempo, por decirlo de alguna manera, está alcanzando al tiempo
. Esto lo he dicho, yo creo, en alguna ocasión…
 El presente ya es pasado; el presente ya es percibido como pasado
. Lo que acontece inmediatamente pasa a engrosar las filas de lo ya pasado.
Se pueden buscar ejemplos inocuos.
 Uno saca un libro, o alguien estrena una película, y en el momento en que ya sale, se puede leer “se estrena”
. Ya deja de interesar, o de importar. Rápido: ¿qué viene ahora? Parece como si las cosas, por el mero hecho de hacerse presentes, pasaran inmediatamente hacia el pasado.
Ocurre con casi todo, ¿verdad? Pues sí. Hace poco decía en un artículo que Felipe VI empieza a parecernos rutinario.
 Pedro Sánchez, que hace pocos meses que lo han elegido, empieza a parecer ya, no sé, qué antiguo es este hombre.
Todo va acelerado. También mi padre lo observó una vez, hace muchos años
. Él decía, por ejemplo, que comparativamente la humanidad ha cambiado mucho menos entre el siglo V antes de Cristo y 1850, que entre 1850 y el presente
. Y decía cosas muy sencillas y verdaderas
. Es decir, durante todos esos siglos, la gente se desplazaba a pie, a caballo, con rueda; o por barco y similares.
 Para comunicarse, había que mandar una nota escrita, o una carta, y nada más
. Es decir, no había telegramas, no había, por supuesto, teléfono, no había absolutamente nada
. Fíjese ahora. Todo es inmediato. Y no le digo nada en el futuro.
Decía usted que actualmente vivimos en una sociedad tonta. Y lo peor, de cara al futuro, de ese siglo XXII por el que me pregunta, es que hay una serie de cosas que me parecen cada vez más irreversibles.
 Hay gente que piensa que la historia va por ciclos, que hay épocas más tontas y otras algo más inteligentes.
 Pues yo tengo la sensación de que llevamos ahora demasiados años en que más bien ha habido una especie de deterioro intelectivo, no digamos intelectual, que eso ya es otra cuestión, sino intelectivo general de la humanidad.
No así en las ciencias… Por supuesto. En las ciencias, y en los avances técnicos y tecnológicos.
Es extraordinario. Incluso en medicina. El optimismo que se puede tener pensando de aquí a cien años va siempre por ese camino.
El de la técnica, de la ciencia, de los avances tecnológicos, que probablemente seguirán siendo muy beneficiosos. Pero…

Pero será peor en otros aspectos. Soy muy pesimista respecto a la evolución de la mentalidad, llamémosla así, del género humano.
Me da la impresión de que cada vez la gente tiende a ser más simple, más bruta… y con ufanía de ser bruta
. En otras épocas no sabían mucho porque no habían tenido oportunidad. Pero digamos que no había una ufanía de eso, en absoluto.
Al revés, había como una especie de añoranza de no haber accedido a una educación, y eso era siempre muy conmovedor. Había incluso una especie de pudor, de vergüenza.
 Pero esta actitud de complacencia en la ignorancia es la que me invita a pensar que la cosa es irreversible.
¿Y a qué se debe este embrutecimiento? No me extrañaría que una parte hubiera sido inducida por los responsables de la educación.
 Se ha convencido a la gente de que, al fin y al cabo, sobre todo desde que existe Internet, todo está ahí.
 Es decir, si uno necesita un dato determinado, pulsa unas teclas y lo encuentra inmediatamente.
 Es una información momentánea y utilitaria, simplemente utilitaria, y que por tanto no hace falta ni acumular, ni saber, ni estudiar, ni nada por el estilo.
No le resto valor, pero otra cosa muy distinta es la posesión de la instalación en su conocimiento. Del mismo modo que otra de las cosas que me han preocupado mucho, y a la que veo también muy mal futuro, es el uso de la lengua.
Hábleme de la lengua que emplearemos en el siglo XXII. No sé, de aquí a cien años qué se va a hablar, porque cada vez hay más personas que no tienen dominio de la lengua
. No es cuestión de cultura.
 Cada uno hablaba, digamos, a su nivel, con su vocabulario más o menos amplio, o más o menos limitado.
 Pero hablaban con aplomo, con seguridad y con una buena instalación en la lengua, cada uno en su nivel de léxico, o de capacidad para construir frases acabadas y más o menos inteligibles.
 La sensación que yo tengo es que ahora la gente chapotea en la lengua.
 Todo se confunde, todo se mezcla, da la impresión de que todo sirve; la gente, además, parece que anda muy mal de oído.
 El otro día oí a un corresponsal –¡por favor, a un corresponsal!– en una ciudad europea diciendo: “No sé quién fue pillado en un fragantis”.
 Todo esto me parece gravísimo, y temo que vaya a ir a más.
 Y ya se sabe que la manera de expresarse influye mucho en la manera de pensar.
Me gustaría que hiciéramos un repaso sobre algunas cuestiones de cara al siglo XXII. Por ejemplo, la desigualdad tan tremenda que domina la sociedad de hoy en día. ¿Podremos aguantar así hasta entonces? No, no, de ninguna manera.
 El capitalismo llamado salvaje es muy tonto, muy torpe. No se da cuenta de que esa especie de creencia que se ha instalado, quizá a partir de la caída del Muro, de que ya no existe la posibilidad de otro mundo, es artificial.
Es decir, no hace falta que haya una superpotencia a la que se tema, o que pueda financiar a grupos en cada país.
 La gente tiene una capacidad de aguante determinada, y superarla puede provocar estallidos y hartazgos.
 Se van viendo ya avisos de eso. Esa desigualdad cada vez mayor es algo que literalmente clama al cielo, y no, no creo que sea sostenible
. O los responsables de todo eso, políticos, financieros, banqueros y grandes empresarios, dicen: “Oye, vamos a reducir un poco esta locura porque se nos va de las manos”, o efectivamente se acabará yendo de las manos. ¿Puede haber una revolución como la de 1917? Parece raro, pero no es en absoluto descartable.
Gorka Lejarcegi
¿Le preocupan asuntos como la superpoblación o el cambio climático? Debo reconocer que de una manera muy tangencial.
Yo tengo una postura que se podría llamar egoísta, no sé. Es una cierta sensación de que lo que venga después de que yo no esté aquí me atañe poco.
 A mí personalmente. Es decir, quizá porque no tengo hijos, aunque tengo gente joven alrededor a la que quiero mucho, y evidentemente desearía que pudieran vivir en un mundo lo mejor posible
. Ante estas cuestiones me cuesta tener una preocupación sentida, llamémoslo así.
 Evidentemente de vez en cuando dices:
“Pero bueno, esta gente de ahora está loca”, porque se están destruyendo realmente demasiadas cosas y esto va a tener unas consecuencias espantosas
. Pero enseguida me entra el egoísmo de pensar que no lo voy a ver, que a mí no me va a tocar.
¿Y la superpoblación? Lo que sí me subleva es que haya todavía, y no solo por la superpoblación, una Iglesia como la católica que esté condenando cosas como el condón.
Eso tiene repercusiones, no solo para la superpoblación indeseada o indeseable en muchos sitios, sino también para la transmisión de enfermedades.
Hay mucha gente a quien le influye, por ejemplo, en África.
Las religiones… Lo peor no es solo que siga esta Iglesia, lo peor es que han vuelto con fuerza algunas que parecían más en sordina.
Parece mentira. Si uno piensa en los años setenta, no nos imaginábamos que hubiera esta eclosión
. Y pensando en la sociedad de dentro de cien años, también me parece muy preocupante esta especie de regresión generalizada que se está produciendo, en el ámbito mundial, hacia un cierto primitivismo y un cierto grado de superstición.
 Cada vez es mayor, y eso realmente era bastante inesperado hace cuarenta años
. Viene acompañado, además, por un fanatismo exacerbado.
 Me preocupa mucho un futuro cada vez más religionizado, por así decir.
¿Habrá entonces religiones cada vez más fanáticas y extendidas, o apuntan a su desaparición gracias a la ciencia, al conocimiento? Difícil saberlo, de aquí a cien años.
 Pero, dada esa regresión, no me extrañaría que el fanatismo, y la fe, que siempre es una forma de fanatismo, crecieran en todos los ámbitos.
Hay un auge de la superstición, de la eliminación de los matices, y sobre todo de la complejidad
. Se buscan cada vez más eslóganes, per se simplistas. Ideas básicas, posiciones extremas, causas con las que dar sentido a la existencia.
Todo se profesa como religión: la defensa de los animales, la defensa de la bici, del ecologismo. La gente se irrita ante la mera disidencia, tiene afán por prohibir cuanto no le gusta
. No me extrañaría, por tanto, que creciera la vehemencia y la irracionalidad de las religiones más extremas.
 Por cierto, hay un asunto que me inquieta aún más de cara al futuro. ¿Sabe cuál es?

No sé, dígamelo. Las multinacionales y los ejércitos privados. El enorme poder de las multinacionales, que en muchas ocasiones está por encima del de los Estados.
Hacen y deshacen sin control
. Pagan impuestos o no, según les conviene.
 Nadie las controla.
 Estamos en sus manos. Pero todavía puede ser mucho peor, porque hay otro aspecto atroz, del que nadie parece ocuparse, y que puede hacer del siglo XXII una auténtica pesadilla: los ejércitos privados
. Me parece enormemente preocupante y nadie habla de ello. Hablé de eso de otra manera en mi novela
Tu rostro mañana, basada parcialmente en una realidad en la cual los servicios secretos ingleses, después de la caída del Muro, empezaron a ofrecer sus trabajos a grandes empresas, a multinacionales.
Y claro, llega un momento en el cual los personajes de esa novela dicen: “Bueno, pero de verdad, ¿a quién estamos sirviendo?”. Y es que en el fondo, directa o indirectamente, pueden estar al servicio de un cartel, de alguien con el suficiente dinero para pagarlos. Y claro, si eso ya en los servicios secretos puede ser grave, imagínese que pueda haber ejércitos que estén a la orden de vaya usted a saber quién…
 Me parece enormemente preocupante, y no entiendo cómo se permite y cómo se silencian sus actividades. Desde que se habló de Blackwater (hoy se llama Academi) y sus desmanes en la invasión de Irak, ya no hemos vuelto a saber nada de estos ejércitos.
 Y seguro que no están parados.
 Eso sí me preocupa de aquí a cien y a doscientos años: que el mundo pudiera acabar controlado por mercenarios, así de simple. Le he sorprendido…
… Y asustado. Oiga, usted que es muy urbanita, ¿cómo ve las ciudades del siglo XXII? Lo más que alcanzo a imaginar, dada ya la tendencia actual de alcaldes y gobernantes en general, es la destrucción de cuanto es aún grato en las ciudades.
Nos las están arrebatando a los habitantes para convertirlas en grandes escenarios y grandes negocios, en sitios en los que celebrar espectáculos, sean para turistas o para los ociosos, que son y serán cada vez más. Imagino que en el futuro habrá barrios acaudalados, y que cada vez estarán más blindados. La vida espontánea y natural, es decir, el transcurso, irá siempre a menos
. Blade Runner ya está aquí en gran medida, y no es descabellado pensar que se instalará plenamente: una mezcla de lujo y depauperación, sin apenas solución de continuidad.
Usted siempre ha sido muy celoso de su privacidad. ¿Cree que las nuevas tecnologías, Internet por ejemplo, con todos los datos personales que circulan de un sitio a otro, junto con las cámaras de control o los drones de vigilancia, dejarán espacio para ella? La gente no tiene interés en defender su privacidad, ya ahora
. Al contrario, la mayoría desea ser visto, espiado, controlado, por puro narcisismo y por puro exhibicionismo.
 Así que no preveo que la gente vaya a quererse defender de la pérdida de privacidad.
 Al contrario, cada vez va a permitir un mayor espionaje.
 Personalmente me parece catastrófico, pero me doy cuenta de que en esa percepción estoy casi solo. Todo podrá saberse de todo el mundo, en el momento en que decida saberse.
La única manera de defenderse –y yo, desde luego, sí querría hacerlo– será no tener ordenador, ni móvil, ni nada mediante lo cual se puedan rastrear nuestras actividades y desplazamientos.
 Difícil manera de estar en el mundo, luego muy poca gente optará por ella.
Los drones se utilizarán para todo lo habido y por haber
. Soy de la creencia de que cuanto puede hacerse, se acaba haciendo, aunque no sea obligatorio ni recomendable
. Si se fabricaron bombas nucleares, ¿qué impedirá que los humanos se clonen, o que los drones y otros artefactos espíen a las personas a través de techos y paredes, y llegue a saberse lo que cada uno hace en su casa? Un mundo sin secretos será un mundo horrible, además de pobre
. Pero me temo que eso es lo que nos espera.
El mundo explotará si no se acaba con tanta desigualdad”
Y dígame, ¿se seguirán escribiendo novelas en el próximo siglo? Yo creo que sí, porque la novela es un género extraordinariamente fuerte, extraordinariamente resistente y extraordinariamente sensible.
 Es más, y decir esto no es ninguna originalidad, es un género incluso voraz.
 La novela ha incorporado todo tipo de cosas. Ha incorporado la poesía, ha incorporado el ensayo, ha incorporado la filosofía, ha incorporado el pensamiento.
 Es novela Alicia en el País de las Maravillas, es novela El Quijote y es novela el Ulises.
¿Será una actividad minoritaria, esta de escribir o incluso leer novelas? Dentro de cien años la novela será igual de minoritaria que ahora, o igual de minoritaria que hace un siglo.
 Siempre lo ha sido, incluso cuando un libro se vende y se lee muchísimo.
 Siempre es algo minoritario, y la gente no tiene mucha idea, por ejemplo, de lo que se vendía de autores que consideramos clásicos.
 Pero a Baroja o Valle-Inclán se les hacía una primera edición, a lo mejor de 2.000 ejemplares, y tardaba en agotarse varios meses o años.
 Evidentemente, en la misma época Blasco Ibáñez vendía mucho más, claro. Siempre habrá unos autores más populares que otros, es evidente…
Quizá en el siglo próximo la novela será aún más minoritaria que ahora, no sé, pero seguirá.
 Y lo hará, además, porque es difícil de abolir, por así decir, el gusto y la necesidad no ya de contar historias –a veces hay novelas en las cuales ni siquiera hay historias–, sino de tener una representación más o menos armónica y ordenada de la persona o del hombre, en el sentido genérico, y del mundo.

Javier Marías

Madrid, 1951. Ha publicado recientemente su novela número catorce, Así empieza lo malo, y ya ha superado los 100.000 ejemplares de tirada, convirtiéndose en otro éxito más en esa larga lista que comenzó con la publicación de Los dominios del lobo.
 Tenía entonces 19 años. La obra de Marías se mueve entre cifras asombrosas: 8.000.000 de ejemplares vendidos, con traducciones a 43 idiomas y editada en 54 países.
Los enamoramientos, su penúltima novela, aparecida en 2011, ya ha superado los 250.000 ejemplares de venta solo en España.
 Los premios de prestigio, nacionales e internacionales –se ha convertido en un lector de culto en el extranjero–, le han llegado por decenas. Y eso, como él mismo reconoce, con una escritura no precisamente vulgar ni populista. Arriba, en una fotografía de 1995.
¿Y poesía? La poesía quizá es más dudoso. Puede que solo sobreviva como letras de canciones
. En la medida en que las letras de canciones pueden ser poesía a veces, ¿no? Porque la poesía sí está como cada vez más arrumbada.
 Es difícil pensar que vaya a haber un día un auge grande, y no digamos comparable al de otros tiempos, en los cuales la gente culta, e incluso no tan culta, a veces se sabía versos enteros. Era un género más popular.

Decía que la poesía continuará como letras de canciones. ¿Pero habrá canciones? Seguro. No me cabe duda de que seguirá habiendo música.
 Para mí la música es el arte más elevado, y probablemente el primero de todos. También el más necesario
. Así que seguro que seguirá habiendo música. No sé cómo, pero la habrá.
Usted es un cinéfilo empedernido, ¿veremos cine en el siglo XXII? El cine en cierto sentido se podría decir que casi no existe
. Ahora mismo debo confesar que estoy planteándome no ver nunca más en DVD los extras, o bonus, o como se llamen estas cosas añadidas a las películas.
 Una cosa que, por ejemplo, a mí me tiene muy deprimido es que ahora todo es digital. No ya las grandes escenas de masas o de una batalla, que veías por ejemplo en 300, pero era un truco, digamos, consensuado con el espectador.
 No, no, es que ahora a veces también se pone digitalmente la maleta que lleva alguien.
Hay montones de actores que, cuando representan que están comiendo en una escena, en realidad se limitan a mover los labios.
 Y se nota muchísimo que no están comiendo nada. Y hay menos diálogos, solamente música estruendosa y ruidos
. Aunque es obvio que existen excepciones, cada vez es un cine más pueril.
 Y de aquí a cien años, pues no sé, pero también veo esto difícilmente reversible.
¿Qué va a pasar con las salas de cine? Veo mal futuro para las salas, la verdad.
Debo decir que yo también, gustándome tantísimo el género y habiéndome gustado tanto ir a los cines, hace bastantes años que no suelo ir a casi ninguna sala
. Me he acostumbrado ya a ver las películas en DVD. Comprendo que es un error, y que no es lo mismo, pero yo me considero muy común, una persona en realidad muy común
. Y pienso que si a mí mismo me da a veces pereza irme hasta el cine, y prefiero quedarme en casa… Si a mí, que ha habido épocas en mi vida que iba a tres salas diarias, me pasa eso, pienso que el futuro de las salas es escaso.
 Me atrevo a pensar que en cien años todo el cine lo veremos en casa…
Pero cambiará la manera de hacer películas. Sí, claro, ya está cambiando. Fíjese en la calidad de muchas series de televisión, desde Los Soprano a Boardwalk Empire.
 En ellas se mantienen el ritmo, la pausa de las grandes películas, incluso la de algunas muy populares como las que hacía Hitchcock, pero que ahora ya ha desaparecido de casi todo lo que se estrena en cines.
Algo habrá que hablar de los libros electrónicos. ¿Le gustan o le repelen? Pues ni lo uno ni lo otro.
Yo no uso el ordenador, ya lo sabe usted. Con lo cual no utilizo otras cosas tampoco, claro. Pero ¿por qué voy a estar en contra?
¿Los conoce? ¿Los ha manejado? No, no los he manejado.
 Hombre, si la gente ­prefiere leer así, no veo por qué habría de odiar semejante cosa.
Yo ya no me voy a pasar a eso, porque llevo toda mi vida acostumbrado al papel y es lo que me gusta, pero no tengo nada en contra.
 Mientras se siga leyendo, el soporte me da un poco lo mismo.
 El único peligro que tienen es el evidente auge de la piratería. Pero esa es otra historia. Tampoco vas a culpar al cuchillo de lo que alguien hace con el cuchillo.
 La historia de siempre.
Me inquieta el enorme poder de las multinaciones. Nadie las controla”
Perdón, olvido, venganza, odio, rencor, deseo… ¿Permanecerán en el siglo XXII? Sí… Sería ingenuo pensar que este tipo de elementos, de pasiones, de emociones, llámelo como quiera, puedan variar gran cosa.
 El mundo en realidad no ha cambiado tanto desde que tenemos memoria de él. Bueno, ha cambiado en muchas cosas, pero no en lo básico
. Precisamente por eso creo que todavía se pueden leer la Ilíada o la Odisea, y entender perfectamente ese mundo. Claro que esos sentimientos se civilizan, como la venganza. Pero creo que persistirán dentro de cien años.
¿Qué quedará en el año 2150 de su obra? ¿Alguien leerá Corazón tan blanco? Francamente, no lo creo.
 Pero por una razón muy sencilla. No es ya por cuestión de modestia o inmodestia, sino porque la idea de la posteridad pertenece al pasado.
Ya lo he dicho en alguna otra ocasión. Como hablábamos al principio, las cosas van tan rápido, las cosas son tan antiguas nada más existir, que cuando han pasado cinco años, diez años de algo, es pasado remoto.
 Pensar que algo de lo que se hace hoy en día pueda pervivir dentro de cien años me parece más quimérico que pensarlo hace un siglo.
Todavía hay tiempo para hablar de la vida en la Luna. O en Marte. Viajar a otros planetas, si fuera factible, me daría una pereza inmensa.
Los años que a mí me queden preferiría pasarlos aquí, y a ser posible en un mundo reconocible. Siempre pienso que, para los muy ancianos, lo peor debe de ser ver desaparecido el mundo que conocen.
 No quisiera que a mí me pasase eso.

 

15 feb 2015

Alexander Wang funde Manhattan.......................................................... Carmen Mañana

El joven diseñador, que encarna a una nueva generación con raíces asiáticas, convence en la semana de la moda de Nueva York.

Mdoelo de The Hood By Air. / John Minchillo (AP) (AP)

Durante años, la semana de la moda de Nueva York fue la de las marcas que se enorgullecían de vender millones de unidades de sus productos, de Calvin Klein a Tommy Hilfiger, y, minoritariamente, la de los reyes de la alfombra roja hollywoodiense —Carolina Herrera, Oscar de la Renta—. Una cita mastodóntica —como las raciones de comida que se sirven en la ciudad— que en esta edición inaugurada el pasado fin de semana acoge hasta el jueves a más de 260 firmas, frente a la treintena que desfila, por ejemplo, en la Madrid Fashion Week.
Manhattan se convierte así en un enorme foco de negocios, que aún será mayor si el alcalde de la ciudad, Bill de Blasio, cumple la promesa que hizo hace unos días: triplicar su inversión en la industria de la moda, inyectando más de 14 millones de euros a través de préstamos, becas y recursos tecnológicos
. De Blasio declaró a WWD que este sector resulta “más vital que nunca para la ciudad”.
 Emplea a 180.000 personas y genera impuestos por valor de unos 2.000 millones de euros.
Una iniciativa y unos datos que invitan a la reflexión.
Las razones que explican la gran relevancia de esta pasarela son múltiples: además de la magnitud de su calendario, de las transacciones comerciales y de la elevada ratio de celebridades sentadas en primera fila —o precisamente gracias a todo lo anterior—, es el alma mater de algunos de los diseñadores más emocionantes del panorama actual; creadores jóvenes con carreras serias y propuestas provocadoras que disputan a Europa su arcaico título de ser cantera de talentos.
El paradigma de esta nueva generación de la moda estadounidense es Alexander Wang. Californiano de 31 años e hijo de emigrantes taiwaneses, concentra varias de las características que definen a este pujante grupo.
 Como Phillip Lim, de padres chinos, o Prabal Gurug, nacido en Nepal, posee raíces asiáticas.
 Y, al igual que Shayne Oliver, responsable de la firma Hood by Air, ha sabido traducir el discurso hip hop y urbano al lenguaje del lujo. Sin complejos.
Este logro, que les conecta con un consumidor más joven y hasta hace poco olvidado por el sector, ha seducido a marcas vetustas. Carol Lim y Humberto Leon ocupan la dirección creativa de la casa francesa Kenzo; Jason Wu desempeña esta misma labor en Hugo Boss, y Wang, además de en su propia marca, lo hace también en Balenciaga desde 2012.
Modelo creado por Victoria Beckham. / LUCAS JACKSON (Reuters)
El sábado demostró por qué es uno de los niños mimados del Council of Fashion Designers of America, el organismo que está detrás de la semana de la moda neoyorquina, y que en 2009 le concedió el premio al mejor diseñador.
Su trabajo para la próxima temporada equilibra con sutileza ambición y compromiso comercial. Como buen heredero de la tradición textil estadounidense, Wang solo responde ante la calle.
 “Si nuestros clientes quieren ropa negra, ¿por qué no dársela?”, dijo antes de presentar una colección sin colores.
 Con vestidos de trabajados troquelados, chaquetas new romantic y una colección de botas rematadas con tachuelas, el joven diseñador consiguió derretir a una ciudad sumida en plena ola de frío.
Shayne Oliver aportó la dosis de efectismo que tanto gustó a la prensa estadounidense al presentar su trabajo en el corazón de Wall Street. Hood by Air está organizada como una suerte de comuna creativa y, en sus palabras, busca “subvertir los límites del guardarropa masculino”.
Su estrategia para lograrlo consistió en mezclar pantalones de aikido plisados con impolutas parkas de cashmere, y polos-túnica con americanas recubiertas de esterilla.
Pero Nueva York no solo potencia el diseño, sino que lo importa
. Las cinco marcas españolas que desfilarán esta edición —Desigual, Custo, Pedro del Hierro Madrid, Etxeberría y DelPozo— suponen un buen ejemplo.
También la británica Victoria Beckham, quien presenta su colección en Manhattan desde 2011.
 Hace ya tiempo que la excantante demostró su valía como creadora.
Para la próxima temporada, juega a subir la sisa de los abrigos hasta convertirla en el borde de sus rígidos cuellos y aprovecha los cortes de los vestidos para crear delicados volúmenes.
 Cada una de sus colecciones supone una evolución con respecto a la anterior.
 Ayer, la creadora dio un paso más y abordó el estudio de los patrones a través de prendas tan sofisticadas como funcionales.

 

Mentiras, mentirijillas y mentirazas............................................................. Rosa Montero

Mentimos todo el rato por cortesía, por amor, por compasión, y bienvenidas sean esas mentiras dulces.

 

Debo confesar que las personas que hacen ostentación de su sinceridad y que alardean de no mentir nunca me ponen muy nerviosa.
 Muchas veces esos individuos son luego los más resbaladizos y mendaces (recordemos las grandes demostraciones de autenticidad de Jordi Pujol, por ejemplo), pero no es de ese nivel de falsedad del que hoy quiero hablar, sino de las mentiras cotidianas.
 Porque todos mentimos a mansalva.
En primer lugar, para decir todo el tiempo la verdad hace falta ser un auténtico grosero y un botarate. He conocido a algún imbécil así, tipos que se creen muy genuinos por soltarle a alguien que está envejecido y horroroso, por ejemplo.
 Mentimos todo el rato por cortesía, por amor, por compasión, y bienvenidas sean esas mentiras dulces.
 Pero la mentira que más me interesa es la estructural, la que forma parte esencial de nuestras vidas. Recordar es mentir, porque nuestra memoria es un invento
. Rehacemos y redondeamos constantemente nuestro pasado y luego nos creemos a pies juntillas esa reminiscencia falsa.
 De ahí la furia de algunas discusiones con familiares, con cónyuges o amigos que dicen recordar de otra manera vivencias comunes.
 A veces, después de alguna de estas broncas, me han enfrentado con algún documento irrefutable, una foto, una carta; y he tenido que admitir que mi memoria me engañaba
. Es duro aceptarlo, porque lo que crees rememorar tiene para ti la nitidez de los sueños, te ves con toda precisión, con todo detalle
. Pero es un pedazo de tu vida que en realidad jamás existió.
 Inquietante. Dice Epicteto que lo que nos afecta a los humanos no es aquello que nos sucede, sino lo que nos contamos sobre lo que nos sucede.
 Todo el rato vamos tejiendo y destejiendo el relato imaginario de nuestra existencia por medio de una maraña de palabras.
La mentira que más me interesa es la estructural, la que forma parte esencial de nuestras vidas
Esta tendencia natural a la mentira a veces cristaliza de forma superlativa en personajes raros que probablemente estén a medio camino entre el mero estafador y lo patológico.
Es un modelo de mentiroso que últimamente se ha puesto muy de moda: ahí está el estomagante pequeño Nicolás, por ejemplo, o Enric Marco, que fingió ser superviviente del Holocausto y es la base del último libro de Javier Cercas, El impostor.
 Marco es un personaje mucho más interesante que el pequeño Nicolás; aparte del hecho repugnante de hacerse pasar por una víctima de los campos nazis y pisotear así algo tan tremendo como el descomunal dolor de tantas personas, la perseverancia con la que se invistió de esa otra identidad y los extremos a los que llegó en su fingimiento dibujan un carácter mitómano y extravagante.
 El ser humano no deja de sorprenderme en sus excesos.
Los impostores siempre me han fascinado; todos deseamos en algún momento salir de nuestras vidas, pero los impostores lo hacen, lo ejecutan.
Algunos impostores son aterradores, como Jean-Claude Roman, que fingía ser médico de la OMS y que terminó asesinando en 1993 a sus padres, sus dos hijos y su mujer (Emmanuel Carrère tiene un libro sobre el caso, El adversario), pero hay otros que son hasta encantadores
. Acabo de leer una biografía sobre una mujer genial, Olof Krarer (Olof the Eskimo Lady, de Inga D. Björnsdóttir). Olof nació en 1858 en Islandia y murió en 1935 en Estados Unidos.
 Era la sexta hija de unos campesinos míseros y sufría acondroplasia, es decir, enanismo: sólo medía un metro dos centímetros.
 Huyendo de la hambruna, de joven emigró a Estados Unidos, y allí esta mujer pobre, extranjera, sin apenas estudios y con la desventaja de su altura se transmutó en un personaje colosal.
Aseguró haber nacido en Groenlandia (aunque jamás había puesto un pie allí) y ser esquimal, que era como entonces se llamaba a los inuit, por entonces un pueblo desconocido y exótico.
 Comenzó a dar conferencias sobre la vida de los esquimales, unas charlas amenísimas en las que aparecía vestida con pieles de oso blanco.
 Se anunciaba como la “única esquimal en Estados Unidos” y pronto se hizo famosa.
 Ni que decir tiene que todo lo que contaba era inventado; por ejemplo, como ella era rubia y con los ojos azules, decía que todos los esquimales eran así, de piel blanca y ojos claros, pero que, como desde que nacían los envolvían en grasa y nunca se bañaban en toda su vida, con el tiempo se volvían oscuros.
La deliciosa Olof, en fin, a base de ingenio y creatividad, supo rescatar su vida de un destino cruel; durante veinte años fue una conferenciante muy conocida e hizo innumerables giras.
 Y lo más conmovedor es que, según Olof, todo su pueblo era igual de pequeño.
Es decir, ella ya no era acondroplásica, sino una mujer normal e incluso “especialmente alta” dentro de la talla de las esquimales
. Y como tal la vieron, por supuesto: nadie volvió a considerarla enana.
 La imaginación obra estos milagros.
@BrunaHusky
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