Richard Young ha fotografiado a cientos de famosos en 40 años de trabajo.
Richard Young
(1947, Londres) se ha pasado media vida yéndose de fiesta.
Concretamente, desde que en 1974 un periódico le llamara para cubrir un evento:
“Mi primera fiesta fue cuando el Evening Standard me llamó y me pidió que me fuera al hotel Dorchester a hacer unas fotos a Richard Burton, que celebraba su 50 cumpleaños.
Así que me presenté allí a hacer fotos, me colé como pude y en un momento dado, y sin haberlo previsto, pillé a Burton y a Liz Taylor besándose.
Obviamente la imagen salió por todas partes y después los relaciones públicas del hotel querían asesinarme. [RISAS] Eso sí, después me llamaron del Dorchester, de donde me echaron cuando estaba bailando tras tomar las fotos, para pedirme unas copias”, cuenta Young, uno de los fotógrafos más celebres de Reino Unido.
Acaba de publicar el libro Nightclubbing (Editorial Richard Young Photographic Ltd), el Cadillac de los libros dedicados al arte de fotografiar la noche de las celebridades.
“Creo que 40 años de fotografía bien se merecían echar la vista atrás”, dice vía telefónica
Young, que ve ya lejos los días de gloria en que su cámara lograba inmortalizar a los ricos y famosos en sus momentos de asueto.
“Mira, ya no hay dinero en este negocio, ese es el problema.
Cualquiera con un móvil cree que es un fotógrafo… dicho esto, también tengo que decir que a mí no me preocupan nada ellos
. Los que sí me preocupan son los que dedican una portada a alguna de esas fotos, con una calidad pésima, el peor de los encuadres y absolutamente nada que justifique su publicación”, afirma Young, que a sus 67 años sigue sacando su cámara a pasear cuando la ocasión lo permite.
“En las buenas fiestas, las de verdad, nadie se atreve a sacar el móvil y ponerse a hacer fotos: les da vergüenza. Esas son las fiestas a las que vale la pena ir”, explica el veterano.
Young empezó su carrera en 1968 en un viaje a París.
Había dejado la escuela a los 15 años y trabajado en todo tipo de cosas, hasta que en Francia encontró su vocación:
“Colaboré nueve meses con John Bishop y empecé a entender de verdad en que consistía manejar una cámara de fotos, cómo se trabajaba detrás del objetivo. Fue una experiencia muy enriquecedora”. Luego llegó el sueño americano (un par de años en Nueva York, con novia fotógrafa) y finalmente la vuelta a casa:
“Eran tiempos muy distintos, salía a hacer fotos y gastaba seis o siete carretes en blanco y negro, luego los revelaba…, si pienso lo que puede disparar hoy cualquier aficionado me dan ganas de reírme”, se carcajea el fotógrafo.
Sin embargo, Young, un tipo extremadamente modesto, tiene poca competencia a la hora de presumir de clientela: por su cámara han pasado actores, actrices, pintores, modelos, nobles y políticos.
De lady Di a Fidel Castro, de Paul McCartney a Andy Warhol, y de Claudia Schiffer a Madonna. Cualquier celebrity que se haya paseado por la noche londinense, neoyorquina o californiana en las últimas cuatro décadas habrá acabado inmortalizado en Nightclubbing.
En el libro sorprende, además, la naturalidad con la que muchos de estos famosos posan ante el objetivo de Young. “¿El secreto? Bueno, yo creo que no lo hay.
Simplemente se trata de ser educado, de ser amable, de sonreír y de pedir permiso, siempre
. Nunca he tenido ningún problema cuando he seguido esas reglas y de hecho creo que siguen vigentes”, relata el británico.
Para Young, los grandes cambios que se han dado en su profesión (“brutales”) los resume con un par de pinceladas:
“El cambio del blanco y negro al color y del formato analógico al digital, que te obligan a repensarte una y otra vez, además del hecho de que ahora todo el mundo lleva una cámara de fotos encima todo el tiempo: creo que lo demás sigue siendo básicamente lo mismo.
Luego está el tema de la educación que te comentaba antes, pero eso ya es otro asunto completamente distinto” comenta el artista, que ha viajado por los cinco continentes haciendo toda clase de trabajos
. Algunos bastante más duros: “Desde cubrir la invasión estadounidense de Irak hasta irme a Cuba a fotografiar a Fidel Castro.
He disfrutado de muchos privilegios gracias a mi trabajo y lo cierto es que no puedo quejarme”.
En las más de 200 páginas de su libro de aniversario, divididas únicamente por décadas, se agolpan la nostalgia, la belleza, el delirio y el humor (Young se asemeja en algunos momentos a otro maravilloso fotógrafo, Elliot Erwitt), además de los —obvios— cambios estéticos y la sensación de que divertirse ahora es mucho menos discreto. A pesar de ello, a Young le sigue atrayendo la idea romántica de la fiesta, y tiene pocas dudas a la hora de escoger una: “Es bastante fácil: la fiesta que da Vanity Fair la noche de los Oscar. ¿Por qué? Porque todo el mundo está allí, porque si eres alguien en Hollywood o en el universo del cine allí estás invitado. He cubierto esa fiesta cinco veces y no hay nada igual en ningún otro lugar: es la fiesta. En mayúsculas”.
Concretamente, desde que en 1974 un periódico le llamara para cubrir un evento:
“Mi primera fiesta fue cuando el Evening Standard me llamó y me pidió que me fuera al hotel Dorchester a hacer unas fotos a Richard Burton, que celebraba su 50 cumpleaños.
Así que me presenté allí a hacer fotos, me colé como pude y en un momento dado, y sin haberlo previsto, pillé a Burton y a Liz Taylor besándose.
Obviamente la imagen salió por todas partes y después los relaciones públicas del hotel querían asesinarme. [RISAS] Eso sí, después me llamaron del Dorchester, de donde me echaron cuando estaba bailando tras tomar las fotos, para pedirme unas copias”, cuenta Young, uno de los fotógrafos más celebres de Reino Unido.
Acaba de publicar el libro Nightclubbing (Editorial Richard Young Photographic Ltd), el Cadillac de los libros dedicados al arte de fotografiar la noche de las celebridades.
“Creo que 40 años de fotografía bien se merecían echar la vista atrás”, dice vía telefónica
Young, que ve ya lejos los días de gloria en que su cámara lograba inmortalizar a los ricos y famosos en sus momentos de asueto.
“Mira, ya no hay dinero en este negocio, ese es el problema.
Cualquiera con un móvil cree que es un fotógrafo… dicho esto, también tengo que decir que a mí no me preocupan nada ellos
. Los que sí me preocupan son los que dedican una portada a alguna de esas fotos, con una calidad pésima, el peor de los encuadres y absolutamente nada que justifique su publicación”, afirma Young, que a sus 67 años sigue sacando su cámara a pasear cuando la ocasión lo permite.
“En las buenas fiestas, las de verdad, nadie se atreve a sacar el móvil y ponerse a hacer fotos: les da vergüenza. Esas son las fiestas a las que vale la pena ir”, explica el veterano.
Young empezó su carrera en 1968 en un viaje a París.
Había dejado la escuela a los 15 años y trabajado en todo tipo de cosas, hasta que en Francia encontró su vocación:
“Colaboré nueve meses con John Bishop y empecé a entender de verdad en que consistía manejar una cámara de fotos, cómo se trabajaba detrás del objetivo. Fue una experiencia muy enriquecedora”. Luego llegó el sueño americano (un par de años en Nueva York, con novia fotógrafa) y finalmente la vuelta a casa:
“Eran tiempos muy distintos, salía a hacer fotos y gastaba seis o siete carretes en blanco y negro, luego los revelaba…, si pienso lo que puede disparar hoy cualquier aficionado me dan ganas de reírme”, se carcajea el fotógrafo.
Sin embargo, Young, un tipo extremadamente modesto, tiene poca competencia a la hora de presumir de clientela: por su cámara han pasado actores, actrices, pintores, modelos, nobles y políticos.
De lady Di a Fidel Castro, de Paul McCartney a Andy Warhol, y de Claudia Schiffer a Madonna. Cualquier celebrity que se haya paseado por la noche londinense, neoyorquina o californiana en las últimas cuatro décadas habrá acabado inmortalizado en Nightclubbing.
En el libro sorprende, además, la naturalidad con la que muchos de estos famosos posan ante el objetivo de Young. “¿El secreto? Bueno, yo creo que no lo hay.
Simplemente se trata de ser educado, de ser amable, de sonreír y de pedir permiso, siempre
. Nunca he tenido ningún problema cuando he seguido esas reglas y de hecho creo que siguen vigentes”, relata el británico.
Para Young, los grandes cambios que se han dado en su profesión (“brutales”) los resume con un par de pinceladas:
“El cambio del blanco y negro al color y del formato analógico al digital, que te obligan a repensarte una y otra vez, además del hecho de que ahora todo el mundo lleva una cámara de fotos encima todo el tiempo: creo que lo demás sigue siendo básicamente lo mismo.
Luego está el tema de la educación que te comentaba antes, pero eso ya es otro asunto completamente distinto” comenta el artista, que ha viajado por los cinco continentes haciendo toda clase de trabajos
. Algunos bastante más duros: “Desde cubrir la invasión estadounidense de Irak hasta irme a Cuba a fotografiar a Fidel Castro.
He disfrutado de muchos privilegios gracias a mi trabajo y lo cierto es que no puedo quejarme”.
En las más de 200 páginas de su libro de aniversario, divididas únicamente por décadas, se agolpan la nostalgia, la belleza, el delirio y el humor (Young se asemeja en algunos momentos a otro maravilloso fotógrafo, Elliot Erwitt), además de los —obvios— cambios estéticos y la sensación de que divertirse ahora es mucho menos discreto. A pesar de ello, a Young le sigue atrayendo la idea romántica de la fiesta, y tiene pocas dudas a la hora de escoger una: “Es bastante fácil: la fiesta que da Vanity Fair la noche de los Oscar. ¿Por qué? Porque todo el mundo está allí, porque si eres alguien en Hollywood o en el universo del cine allí estás invitado. He cubierto esa fiesta cinco veces y no hay nada igual en ningún otro lugar: es la fiesta. En mayúsculas”.
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