Uma Thurman acudió la noche del lunes 9 de febrero a presentar la nueva serie de la NBC en la que trabaja, llamada The Slap
. Posó sonriente en el photocall,
acompañada de las también actrices Melissa George y Thandie Newton.
Hasta ahí, todo normal. Pero algo de la intérprete llamó la atención: su
cara.
Mejor dicho, los cambios que ha sufrido su rostro.
La cara
de Uma Thurman es diferente a como era hace apenas unas semanas
. Quizá
sea el maquillaje, con mucha luz en el rostro, unas cejas muy claras y
unos labios muy oscuros; quizá el pelo (recientemente llevaba
flequillo), especialmente retirado para atrás y con los mechones muy
marcados; o quizá se deba a algún tratamiento que le da a su piel una
apariencia más luminosa, hace que su frente se vea más tersa, sus
pómulos más afilados y sus ojos más grandes.
Uma Thurman en abril de 2001, agosto de 2014 y enero de 2015
El
caso es que la Uma de la presentación de la serie es una
Uma muy
distinta de la que vimos hace pocos meses en el Festival de Cannes y la
que recordamos hace unos años de Pulp Fiction o Kill Bill.
Esta metamorfosis ha hecho revivir la polémica sobre el cambio en el rostro de la actriz Renée Zellweger, quien a finales de octubre sorprendió a todos con sus nuevas facciones.
10 feb 2015
Kerry Washington, ¿la última víctima del aclarado de piel en portada?........................................Clara Ferrero
Internet acusa a InStyle de haber blanqueado la tez de la protagonista de 'Scandal'.
El caso reabre el debate sobre la representación de las mujeres negras en los medios de comunicación.
Aún no está a la venta en los quioscos y la portada del mes de marzo de la revista InStyle ya ha levantado ampollas.
Hace unos días, Kerry Washington, su protagonista, compartía “orgullosa y emocionada” la cubierta en su cuenta de Instagram y destapaba, sin quererlo, la caja de Pandora
. Numerosos comentarios no tardaron en denunciar en esta red social y en Twitter el extraño aspecto de la piel de la actriz, más blanca, según apuntaban, de lo normal.
“¿Por qué está blanca en esta imagen?”, “¿Qué le ha hecho la revista InStyle a mi Kerry?
En la foto no parece ella” o “Hay una mujer en esta portada que finge ser Karry Washigton”, fueron algunos de los comentarios que acompañados del hashtag #whitewashing arremetieron contra lo que muchos tacharon como una "representación falsa" de la protagonista de Scandal por culpa del Photoshop.
Desde la revista se apresuraron a arrojar luz sobre el asunto y, precisamente, lo atribuyeron a una cuestión de luminiscencia:
“Aunque no hemos aclarado digitalmente el tono de piel de Kerry, la iluminación de la portada ha contribuido a que se perciba así.
Entendemos que esto haya decepcionado y herido a muchos.
Estamos escuchando los comentarios y el feedback ha sido valioso.
Nos comprometemos a asegurar que esta experiencia tendrá una influencia positiva en la forma en la que presentemos a las mujeres de ahora en adelante”, ha explicado InStyle en un comunicado.
Ante estas palabras, la actriz respondió a la revista y a los comentarios de sus seguidores con un escueto tuit:
“Hermoso comunicado
. Gracias por abrir este debate. Es importante”.
Efectivamente, el caso de Washington no ha hecho sino avivar y retomar la polémica discusión acerca de la representación de la mujeres negras en los medios de comunicación y la incomprensible 'manía' que a muchas publicaciones les entra con rebajar unos cuantos tonos su color natural de piel.
Claro que éste es solo el último caso de una reseñable lista. Beyoncé se ha visto en varias ocasiones perseguida por la acusación de haber aclarado su piel.
En imágenes publicitarias o en la portada de su cuarto disco, titulado Four, la cantante apareció “demasiado blanca” y despertó numerosas críticas.
Aunque no se llegó a esclarecer la causa de su extraño aspecto, muchos subrayaron su intención de parecer caucásica debido a que, más allá de los efectos de la luz y el retoque digital, eligió una peluca rubia y se tiñó las cejas de un tono que casi las hacía imperceptibles.
No lo parece pero es Uma Thurman.................Pero ¿Por qué se desfiguran?
La actriz ingresa en el club de Renée Zellweger, el de mujeres que se someten a cirugías estéticas contundentes.
Uma Thurman se ha unido al club al que pertenecen Renée Zellweger,
Catherine Zeta-Jones y últimamente Demi Moore.
La actriz, musa de Quentin Tarantino y su última pareja, ha decidido pasar por el quirófano para borrar de su rostro los signos del paso del tiempo
. A sus 44 años, Thurman se ha sometido a una cirugía estética rotunda.
Su rostro angulado ha dado paso a otro más redondo y sus ojos aparecen ahora mucho más achinados al haberse estirado.
La nueva Uma Thurman se dejó ver con su nueva cara en el estreno en Nueva York The Slap, la nueva miniserie de la NBC que protagoniza junto a Peter Sarsgaard, Thandie Newton, Zachary Quinto, Brian Cox, Melissa George, Mekenzie Leigh y Lucas Hedges.
Uma Thurman se había declarado en varias ocasiones contraria a los retoques estéticos pero parece haber cambiado de opinión.
La última vez que se vio en público a la actriz fue a finales del mes de enero
. Quince días después ha reaparecido totalmente cambiada.
Thurman rompió la primavera pasada con Arpad Arki Busson, su prometido con el que mantuvo una relación intermitente desde 2007 y junto al que tuvo una hija, Rosalind, hace casi dos años. Thurman además cuenta con otros dos hijos, Maya, de 15, y Levon, de 12, fruto de su matrimonio con el también actor Ethan Hawke
. Fue entonces cuando se unió a Tarantino, de 51 años, con relaciones en su pasado con la directora Sofía Coppola o la actriz ganadora del Oscar Mira Sorvino, y hasta el momento sin tener pareja estable.
Ambos se conocieron en el rodaje de Pulp Fiction en 1994
. La película cambió la vida de los dos.
La belleza de Thurman ya había dejado huella en anteriores papeles, como esa especie de Venus de Milo que encarnó en El barón de Monchausen o esas amantes a las que dio cuerpo en Las amistades peligrosas o Henry & June.
Pero su trabajo como la femme fatale Mia Wallace en el filme de Tarantino le consiguió no sólo su única candidatura al Oscar, sino un lugar en la historia del cine.
En el caso de Tarantino, Pulp Fiction convirtió en un autor admirado a este encargado de un videoclub con aspiraciones cinematográficas y una memoria prodigiosa
. Una colaboración que ambos expandieron con un éxito similar en la saga Kill Bill, trabajo para el que Tarantino nunca pensó en otra actriz y que escribió junto a ella.
La actriz, musa de Quentin Tarantino y su última pareja, ha decidido pasar por el quirófano para borrar de su rostro los signos del paso del tiempo
. A sus 44 años, Thurman se ha sometido a una cirugía estética rotunda.
Su rostro angulado ha dado paso a otro más redondo y sus ojos aparecen ahora mucho más achinados al haberse estirado.
La nueva Uma Thurman se dejó ver con su nueva cara en el estreno en Nueva York The Slap, la nueva miniserie de la NBC que protagoniza junto a Peter Sarsgaard, Thandie Newton, Zachary Quinto, Brian Cox, Melissa George, Mekenzie Leigh y Lucas Hedges.
Uma Thurman se había declarado en varias ocasiones contraria a los retoques estéticos pero parece haber cambiado de opinión.
La última vez que se vio en público a la actriz fue a finales del mes de enero
. Quince días después ha reaparecido totalmente cambiada.
Thurman rompió la primavera pasada con Arpad Arki Busson, su prometido con el que mantuvo una relación intermitente desde 2007 y junto al que tuvo una hija, Rosalind, hace casi dos años. Thurman además cuenta con otros dos hijos, Maya, de 15, y Levon, de 12, fruto de su matrimonio con el también actor Ethan Hawke
. Fue entonces cuando se unió a Tarantino, de 51 años, con relaciones en su pasado con la directora Sofía Coppola o la actriz ganadora del Oscar Mira Sorvino, y hasta el momento sin tener pareja estable.
Ambos se conocieron en el rodaje de Pulp Fiction en 1994
. La película cambió la vida de los dos.
La belleza de Thurman ya había dejado huella en anteriores papeles, como esa especie de Venus de Milo que encarnó en El barón de Monchausen o esas amantes a las que dio cuerpo en Las amistades peligrosas o Henry & June.
Pero su trabajo como la femme fatale Mia Wallace en el filme de Tarantino le consiguió no sólo su única candidatura al Oscar, sino un lugar en la historia del cine.
En el caso de Tarantino, Pulp Fiction convirtió en un autor admirado a este encargado de un videoclub con aspiraciones cinematográficas y una memoria prodigiosa
. Una colaboración que ambos expandieron con un éxito similar en la saga Kill Bill, trabajo para el que Tarantino nunca pensó en otra actriz y que escribió junto a ella.
Natalie Portman: “El éxito no es algo que te llene o te complete”............................................Álex Vicente
La actriz habla de su carrera tras el estreno de 'Knight of cups' en la Berlinale.
Dice que Terrence Malick llevaba años en lo más alto de su panteón personal.
Cuando estudiaba Psicología en Harvard, Natalie Portman (Jerusalén, 1981) descubrió una película llamada Días del cielo.
“Me fascinó.
Ha sido mi favorita desde entonces”, recordaba ayer en una suite de su hotel berlinés, a la que se presentó con sonrisa indeleble y ganas de conversar.
Hace diez años, la actriz se atrevió a pedir una cita a ese cineasta esquivo que había marcado sus años universitarios.
“Aceptó conocerme y seguimos en contacto varios años, hasta que me llamó y me propuso esta película”.
El resultado se titula Knight of cups y ha dejado a la Berlinale dividida entre el aplauso y el bostezo, entre quienes ven en ella un superfluo monólogo interior con la misma carga metafísica que un anuncio de perfume y los que creen que condensa nuestro merodeo existencial en un par de horas de increíble belleza.
Portman forma parte, decididamente, de los segundos.
“Cada director es distinto, pero todos los rodajes se parecen.
Primero te peinan y te maquillan
. Luego ensayas mientras preparan las luces
. Y después ruedas tres tomas, o un millar si el director es David Fincher”, bromea la actriz, “Malick te recuerda que no existen las normas
. En sus películas no hay focos ni marcas en el suelo.
Su único objetivo es abrazar lo fortuito y capturar algo bello cada día.
Si se pone a llover, rueda bajo la lluvia.
Si pasa un helicóptero, lo integra en la película. Si ve volar un pájaro, lo filma durante una hora”.
En esta cinta lírica y sin argumento definido, un hombre en plena crisis existencial —un Christian Bale taciturno y doliente— recuerda, una por una, las relaciones que han marcado su vida.
Entre ellas figura el personaje de Portman, una mujer casada con la que pondrá fin a una larga racha de aventuras con modelos y strippers.
“La película resume la experiencia del hombre moderno, que busca algo sin saber qué es.
A un nivel u otro, todos nos podemos identificar con eso”, afirma la actriz.
La experiencia descrita es universal, pero no parece casualidad que Malick la haya ubicado en Los Ángeles
. Ni tampoco que su protagonista alcance la gloria en la meca del cine.
Cuando se afina el oído, se escucha recitar El progreso del peregrino, superventas del siglo XVII firmado por John Bunyan, un predicador puritano que consiguió un enorme éxito entre los primeros colonos del Nuevo Mundo.
¿Qué habrá sucedido para que la lejana utopía de los padres fundadores se haya convertido en una ostentosa bacanal en una mansión hollywoodiense?
“Es un lugar al que todo el mundo llega con un sueño, con un deseo puro que a veces se transforma en una búsqueda de cosas vacías, como el dinero, la fama o la atención ajena”, reinterpreta Portman. “Ya decía Saul Bellow que, si levantáramos el país por el lado derecho, todo lo que no está sólidamente arraigado terminaría en Los Ángeles”.
Portman conoce bien el mundo que esboza la película.
Lleva actuando desde los 12 años, cuando debutó en El profesional (Léon).
“Cuando empiezas tan joven, se te acaba curtiendo la piel.
Estás acostumbrada a escuchar tantos piropos desmedidos como horrores sobre tu persona.
Al final, acabas por no creerte nada”, asegura la actriz, que se hizo con el Oscar en 2011 por su papel en Cisne negro.
“Fue bonito, pero al día siguiente regresé a la vida real”, sostiene.
“Cuando alcanzas lo que los demás definen como éxito, confiando en que todo será genial cuando lo consigas, te das cuenta de que nada cambiará
. No es algo que te llene o te complete, lo que para muchos resulta desconcertante. Esa plenitud la encuentras en otras cosas.
Ya sabe, esos clichés…”. Obligada a precisar cuáles, agrega: “La hallas en tu relación con tus amigos y familiares. Pero también con los extraños. Tu forma de interactuar con un desconocido resulta clave”.
Los personajes de Malick se encuentran a la deriva.
Buscan consuelo en el amor, en los excesos nocturnos, en la oración religiosa y las cartas del tarot. Se buscan sin encontrarse, se refugian en la vida familiar y se clavan tenedores en la piel para poder sentir algo. Portman parece más centrada que todos ellos juntos.
En los últimos cinco años, se ha casado, ha tenido un hijo y se ha mudado a Francia, donde su pareja, el coreógrafo Benjamin Millepied, dirige la Ópera de París.
“Todo ha cambiado tan rápido que me he dado cuenta de que no puedo controlar el futuro
. Lo mejor es vivir el instante, guiarte por tus pasiones y estar abierto a lo que pueda suceder”, concluye la actriz antes de desaparecer.
“Igual que en una película de Malick”.
Cuando estudiaba Psicología en Harvard, Natalie Portman (Jerusalén, 1981) descubrió una película llamada Días del cielo.
“Me fascinó.
Ha sido mi favorita desde entonces”, recordaba ayer en una suite de su hotel berlinés, a la que se presentó con sonrisa indeleble y ganas de conversar.
Hace diez años, la actriz se atrevió a pedir una cita a ese cineasta esquivo que había marcado sus años universitarios.
“Aceptó conocerme y seguimos en contacto varios años, hasta que me llamó y me propuso esta película”.
El resultado se titula Knight of cups y ha dejado a la Berlinale dividida entre el aplauso y el bostezo, entre quienes ven en ella un superfluo monólogo interior con la misma carga metafísica que un anuncio de perfume y los que creen que condensa nuestro merodeo existencial en un par de horas de increíble belleza.
Portman forma parte, decididamente, de los segundos.
“Cada director es distinto, pero todos los rodajes se parecen.
Primero te peinan y te maquillan
. Luego ensayas mientras preparan las luces
. Y después ruedas tres tomas, o un millar si el director es David Fincher”, bromea la actriz, “Malick te recuerda que no existen las normas
. En sus películas no hay focos ni marcas en el suelo.
Su único objetivo es abrazar lo fortuito y capturar algo bello cada día.
Si se pone a llover, rueda bajo la lluvia.
Si pasa un helicóptero, lo integra en la película. Si ve volar un pájaro, lo filma durante una hora”.
En esta cinta lírica y sin argumento definido, un hombre en plena crisis existencial —un Christian Bale taciturno y doliente— recuerda, una por una, las relaciones que han marcado su vida.
Entre ellas figura el personaje de Portman, una mujer casada con la que pondrá fin a una larga racha de aventuras con modelos y strippers.
“La película resume la experiencia del hombre moderno, que busca algo sin saber qué es.
A un nivel u otro, todos nos podemos identificar con eso”, afirma la actriz.
La experiencia descrita es universal, pero no parece casualidad que Malick la haya ubicado en Los Ángeles
. Ni tampoco que su protagonista alcance la gloria en la meca del cine.
Cuando se afina el oído, se escucha recitar El progreso del peregrino, superventas del siglo XVII firmado por John Bunyan, un predicador puritano que consiguió un enorme éxito entre los primeros colonos del Nuevo Mundo.
¿Qué habrá sucedido para que la lejana utopía de los padres fundadores se haya convertido en una ostentosa bacanal en una mansión hollywoodiense?
“Es un lugar al que todo el mundo llega con un sueño, con un deseo puro que a veces se transforma en una búsqueda de cosas vacías, como el dinero, la fama o la atención ajena”, reinterpreta Portman. “Ya decía Saul Bellow que, si levantáramos el país por el lado derecho, todo lo que no está sólidamente arraigado terminaría en Los Ángeles”.
Portman conoce bien el mundo que esboza la película.
Lleva actuando desde los 12 años, cuando debutó en El profesional (Léon).
“Cuando empiezas tan joven, se te acaba curtiendo la piel.
Estás acostumbrada a escuchar tantos piropos desmedidos como horrores sobre tu persona.
Al final, acabas por no creerte nada”, asegura la actriz, que se hizo con el Oscar en 2011 por su papel en Cisne negro.
“Fue bonito, pero al día siguiente regresé a la vida real”, sostiene.
“Cuando alcanzas lo que los demás definen como éxito, confiando en que todo será genial cuando lo consigas, te das cuenta de que nada cambiará
. No es algo que te llene o te complete, lo que para muchos resulta desconcertante. Esa plenitud la encuentras en otras cosas.
Ya sabe, esos clichés…”. Obligada a precisar cuáles, agrega: “La hallas en tu relación con tus amigos y familiares. Pero también con los extraños. Tu forma de interactuar con un desconocido resulta clave”.
Los personajes de Malick se encuentran a la deriva.
Buscan consuelo en el amor, en los excesos nocturnos, en la oración religiosa y las cartas del tarot. Se buscan sin encontrarse, se refugian en la vida familiar y se clavan tenedores en la piel para poder sentir algo. Portman parece más centrada que todos ellos juntos.
En los últimos cinco años, se ha casado, ha tenido un hijo y se ha mudado a Francia, donde su pareja, el coreógrafo Benjamin Millepied, dirige la Ópera de París.
“Todo ha cambiado tan rápido que me he dado cuenta de que no puedo controlar el futuro
. Lo mejor es vivir el instante, guiarte por tus pasiones y estar abierto a lo que pueda suceder”, concluye la actriz antes de desaparecer.
“Igual que en una película de Malick”.
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