Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

9 feb 2015

Las ideas más repetidas en estudios sobre la atracción humana...........................................Carlos Carabaña

Los experimentos sobre sexualidad son muchos, y a veces poco fiables. Pero siempre caen en estas ¿ideas o topicazos?

 

Virginia Mayo y Joel McCrea en 'Juntos hasta la muerte' / Cordon Press

El ciclo de la vida.
 Nacer, crecer, reproducirse, morir.
 Los animales lo cumplen con mayor o menor problema, impulsados por su instinto:
 Los pavos reales usan su cola para atraer pareja, hay loros que se vomitan en la boca unos a otros y existe una lógica falta de interés de la hembra del puercoespín.
 Aunque creamos que los rituales de apareamiento más complejos no son nada comparados con el caso humano, en el que entra esa variable llamada amor, varios estudios ha han buscado demostrar que, en el juego de atraer al sexo opuesto, somos mucho más simples de lo que creemos.
Las conclusiones saltan de la diferencia entre cómo hombres y mujeres perciben una sonrisa al significado de aparecer más o menos seguro de uno mismo
Que lo hayan conseguido o no es, como casi siempre en el proceloso mundo de los estudios, algo cuestionable.
 En una materia tan condicionada por la cultura, la historia personal de cada uno y más variables que ningún científico serio ha terminado aún de cifrar, es complicado llegar a nada que se pueda considerar concluyente.
Lo cual no quita que haya resultados a los que se hayan llegado con más frecuencia que otros.
Por ejemplo, las relaciones hombre-mujer, los contrarios son parte de la gracia.
 En el estudio Happy Guys Finish Last: The Impact of Emotion Expressions on Sexual Attraction, publicado en la revista Emotion, se realizó una encuesta con más de 1.000 participantes.
 En ella les pidieron que calificasen la atracción sexual que sentían al ver determinadas imágenes en las que los fotografiados trataban de mostrar diferentes estados de ánimo
. En sus conclusiones aseguran que “hombres y mujeres responden muy diferente a las emociones, incluyendo las sonrisas”.
El análisis sostuvo que las mujeres se sienten poco atraídas hacia los hombres felices y sonrientes, prefiriendo a los que tienen pinta de orgullosos, con el ceño fruncido, como de malo
. Aquellos hombres prefirieron a las mujeres que sonreían y menos de las que tenían pinta de seguras de sí mismas.
 Los autores conectan estos gustos con “estudios previos” que relacionan las sonrisas con una falta de dominancia y arguyen que los resultados “parecen reflejar las normas de género y valores tradicionales”.
Estos estereotipos también pueden reflejarse el comportamiento. Erin R. Whitchurch y Timothy D. Wilson, de la Universidad de Virginia y Daniel T. Gilbert de Harvard, reclutaron a un total de 47 estudiantes femeninas, a las que les dijeron que otros universitarios habían estado observando sus perfiles de Facebook y les pusieron delante a cuatro hombres.
 Divididas en tres grupos, a uno le dijeron que eran candidatos que se habían interesado por ellas, a otro que habían mostrado desinterés y al tercero le comentaron que estaba compuesto por ambos tipos.
 Los ganadores fueron los que se mostraban ambiguos.
Conviene remarcar que en los estudios citados no se preguntó por un posible romance, sino que pidieron que se enfocasen a relaciones carnales
Vergonzante para el género masculino resultan algunas de las conclusiones de Sexual exploitability: observable cues and their link to sexual attraction, en el que se quería comprobar la hipótesis de que si estos “encuentran sexualmente atractivas las señales que indican que una mujer puede ser sexualmente explotable”.
Investigadores de la Universidad de Texas prepararon un conjunto de fotografías con mujeres en actitudes como “cansadas” o “ebrias”, con aspectos circunstanciales como “ropa apretada” o “tocándose el pecho”, con pinta de “tonta”, “irresponsable”, “alta” o “baja”...así hasta llegar a 88 variables, cuenta la revista Slate.
Se las presentaron a 76 participantes masculinos, a los que pidieron que calificaran tanto el atractivo como la facilidad con la que creían que podrían acostarse con cada una de ellas
. Los aspectos más psicológicos o contextuales, como pinta de inmadura o borracha, fueron apuntados como los objetivos más sencillos, pero, encima, las calificaron como más atractivas que las mujeres que parecían lúcidas o inteligentes.
Conviene remarcar que en los estudios citados no se preguntó por un posible romance, sino que pidieron que se enfocasen a relaciones carnales.
Cuando a los participantes del anterior estudio se les pidió que valorasen a las mujeres como potenciales parejas, el efecto de la atracción de la borrachera o la inmadurez varió completamente.
También sería bueno reseñar que estos estudios suelen mostrar la visión del mundo sesgada
. Como señala Joe Hendrich, el 96% de los participantes en estudios psicológicos es de la esfera occidental y el 70% vive en EE UU, mientras que, en la población global, no supone más de un 12%. Ellos crearon el acrónimo WEIRD –Western, Educated, Industrialized, Rich and Democratic (Occidental, con estudios, de un país industrializado, rico y democrático)– para referirse a estos sujetos sobrerrepresentados
. Quizá el resto de las culturas encuentren atractivos otros aspectos, igual que en países no occidentales, es normal que los hombres vayan de la mano por la calle.

Clónicos anónimos............................................................. Luz Sánchez-Mellado

La mayoría de españoles viste muy parecido

El 65% de las compras de ropa se realizan solo en una docena de tiendas

La crisis y el gregarismo hacen el resto.

 

Un escaparate de una tienda de moda femenina. / SAMUEL SÁNCHEZ

¡Horror! Maite Bravo y Mar Bonilla, amigas y compañeras en una empresa de comunicación de Madrid, coinciden en el ascensor del trabajo, se miran de arriba abajo y se quedan petrificadas.
 Van vestidas exactamente igual.
 El mismo pantalón negro, la misma blusa crema de escote y puños ribeteados en negro, los mismos botines de taconazo.
 Les da por reír. Pero como, además, las dos pasan de los 40, tienen tallas similares y casi idéntico corte de pelo, ambas asumen la bochornosa perspectiva de pasar diez horas junto a un clon de sí mismas.
 En este centro no se requiere uniforme, pero observando al personal, podría parecerlo
. No se trata de un hábito único y monolítico, sino de varios y con variaciones entre sí: el de los informáticos, el de los jefes, el de los becarios.
Pero hábitos al fin y al cabo. Igual que pasa en la calle.
Lo de Mar y Maite no es fruto de ninguna conjunción astral, sino pura estadística.
 “La probabilidad de coincidencia es alta”, reconocen
. Ambas nutren sus roperos en los mismos graneros
. A veces, incluso, van juntas a la hora de comer a un macrocentro comercial cercano a la oficina, donde tienen sede tiendas de Inditex, Mango, H&M y Cortefiel, entre otras cadenas de moda.
 Se les suelen ir los ojos a los mismos modelos, y si no los compran exactos es precisamente por evitar fatalidades como la de hoy.
Como ellas, los españoles realizaron en 2013 el 31% de su gasto en ropa en grandes cadenas especializadas
. Otro 24% del total lo desembolsaron en los hipermercados clientes como Pablo Iglesias, líder de Podemos, que confesó adquirir sus camisas en Alcampo.
 Y otro 10% se realizó en El Corte Inglés
. En definitiva, dos de cada tres euros, un 65% del gasto en vestuario, se queda en no más de una docena de tiendas, según Acotex, la Asociación Española del Comercio Textil y Complementos
. El otro tercio se reparte entre las tiendas multimarca (20%) y los outlets (15%).
Semejante concentración de la demanda —y de la oferta— es uno de los factores, pero no el único, que explica la sensación de uniformidad que ofrece la imagen del grueso de la población.
 Echemos un vistazo alrededor.
 Parecemos clones. Basta con sentarse en un centro comercial, un aeropuerto, o en la calle Preciados de Madrid, escogida tantas veces como paradigma del paisanaje urbano español, y pasar revista al prójimo para advertirlo.
Dejando aparte los modelos de las grandes ocasiones como bodas, bautizos y comuniones —aunque también—, en el día a día, en las alfombras grises de la vida, los españoles vestimos de forma muy parecida sin salir de unos cuantos estilos que varían en función de la edad, el estatus social y el gusto de cada uno.
Pensemos en el arco parlamentario.
 Y en el extraparlamentario
. En los vaqueros y los plumas de los asistentes a la marcha de Podemos.
 En la camisa blanca y la corbata roja de Pedro Sánchez.
En los vaqueros celeste y el blazer marino de fin de semana mitinero de Pons, Floriano y Arenas
. En los polos de Alberto Garzón y Cayo Lara.
 En los pantalones, las blusas y las chaquetas de Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta popular del Gobierno; o las de Susana Díaz, presidenta socialista de Andalucía
. En los vaqueros rotos, la parka y las camisetas con mensaje que gusta vestir la mismísima reina Letizia cuando se libera de los otros uniformes de Felipe Varela que luce en su agenda oficial
. Seguro que nos salen seis, ocho, diez arquetipos en los que podría encajar la mayoría, empezando por nosotros mismos.
Aunque compremos en las mismas tiendas —es sabido que la Reina se viste de diario en Mango, entre otras—, debe de haber algo más detrás tanta coincidencia
. Porque en esos sitios hay decenas de miles de modelos cada temporada, y cambian cada semana.

Ellas deciden

Las mujeres gastan en prendas para ellas casi la mitad (47%) del gasto total de ropa en España, frente al 35% de los hombres y el 18% de los niños.
 “No solo es que tengan más cantidad de prendas, sino también más diversas.
 PIcan más, gastan más en moda de temporada y complementos, aunque sean baratijas casi de 'usar y tirar”, dice Juan Aitor Lago, director de investigación de EAE Escuela de Negocios.
 Ir de compras, aunque no compren, constituye una opción más de su tiempo de ocio
. Las mujeres regalan más ropa que los hombres.
 Y como ellas compran, ellas deciden
. Son (en más del 50% de los casos) quienes escogen la ropa de sus esposos mayores de 50 años. Y casi el 100% de la de los niños.
En el gigante Inditex, grupo madre de Zara, Bershka y Massimo Dutti, por mencionar tres estilos supuestamente opuestos, tienen una explicación.
“Es verdad que la española es una sociedad más conservadora que otras en cuanto al atuendo
. Pero, al final, cada persona tiene un estilo determinado y tres o cuatro formas de vestir con las que va cómodo.
 Cada uno busca ese estilo según su poder adquisitivo, sea en un mercadillo o en una tienda de lujo. Nosotros lo que tratamos es de que lo halle en nuestras tiendas”.
El proceso de la moda es conocido.
 Meses antes de cada temporada, las pasarelas internacionales generan una serie de tendencias globales
. Los patrones, los tejidos y los colores que se llevarán en todo el mundo.
 Al principio de la estación correspondiente, las tiendas —sobre todo las de moda rápida, o caliente, en las que España es líder mundial— convierten —otros dirían fusilan— esas propuestas en prendas asequibles para la mayoría, y las somete al veredicto de su clientela.
 Lo que funciona, se repite.
 Lo que no, se retira, o se rehace sobre la marcha. Al final, es difícil discernir si se oferta lo que se demanda o se demanda lo que se oferta, en un círculo no se sabe si vicioso o virtuoso, pero desde luego efectivo a la hora de colocar el género.
“Somos como ovejas.
Nos encanta imitar al jefecillo, al líder, sea quien sea: un rapero o un estadista”, opina Pilar Pasamontes, directora de moda del Instituto Europeo de Diseño y vicepresidenta de Modafad, una plataforma de diseñadores de Barcelona.
“La mayoría se siente bien en esa zona de confort social que proporciona el vestir de acuerdo a su estilo de vida, o el que quisiera que fuera”, añade. Así, según Pasamontes, tenemos a los pijos, a las chonis, a las de los colorines de Desigual, a las señoras de las mechas, a los adolescentes de las zapatillas.
 “Si a esto le añadimos que solo se ven tres o cuatro cortes de pelo, el resultado es una sociedad de uniforme.
Hay quien busca la individualidad, pero son el 1% frente a la masa.
 Con este panorama, existe el peligro de que los creadores se autocensuren y produzcan solo lo que saben que vende.
Y eso es nefasto para todos”, alerta.
La crisis también ha contribuido a la uniformización.
 Primero, porque se renueva poco el vestuario
. Mientras que en 2007 cada familia gastó 1.853 euros en ropa, en 2013, la cifra bajó a 1.109, según Acotex.
 Y segundo, según el sociólogo Pedro Mansilla, “porque en tiempos de escasez, se va a lo básico, a lo duradero, a los colores sufridos, al gris, al negro, en una especie de reivindicación de la dignidad personal en medio del caos
. Eso, unido a que la mitad de la gente va en vaqueros, da como resultado este paisaje monocorde. Aún no veo brotes verdes”, opina, “si acaso, solo en la pasarela”.
Estamos en plena Madrid Fashion Week.
 Allí, sobre la tarima, desfila el invierno ideal 2015 que imaginan nuestros diseñadores. Veremos qué baja a la calle
. Por si acaso, Mar y Maite han quedado en decirse cada día por whatsapp lo que van a ponerse para no repetir la escenita del ascensor más de lo estrictamente inevitable.

¿Los Goya? Hasta la perra se durmió............................................................. Carlos Boyero

Bueno, Boyero es así, no se durmió hasta el gato, igual el de él si.
Sobraron cosas y las dedicatorias y agradecimientos se alargaron, el dia que alguien recoja un premio que diga !Gracias! y todo será más fácil..

Solo Dani Rovira y Antonio Banderas salvaron una noche que parecía eterna.

 

Antonio Banderas, en su discurso en la gala. / daniel ochoa de olza (ap)

Entiendes que después de tanta penuria, deserción o desprecio de esa cosa tan necesaria llamada público, más la imposición de un IVA tan brutal como desproporcionado, todo el cine español haga suyo un año tan venturoso en el que se hace añicos la certidumbre de que los manipulados espectadores no sienten amor hacia el producto nativo y se demuestra que pasarán por taquilla si ese producto les hace reír, crea tensión, entretiene, da miedo, hace sentir, gusta —películas apoyadas por la interminable, extenuante y productiva maquinaria publicitaria de las cadenas de televisión que las han financiado y de las que no tienen duda que van a funcionar, que poseen una sólida materia prima, pero que multiplicarán la audiencia si la tele y todos los derivados de ese mercado se las están vendiendo al amado público hasta en la sopa—, convence a la demanda de que la oferta compensa, de que la pasta que se han gastado en la entrada está justificada.
También imaginas que esa alegría colectiva del gremio se transmitirá a los millones de mirones que desde nuestras casas vamos a seguir su fiesta en noche tan trascendente, que la gracia y el espectáculo reinarán, que la ceremonia nos enviará a la cama con una sonrisa feliz.
 La han adelantado al sábado, pensando con sentido de la lógica y de la oportunidad que la audiencia será más amplia al no tener que madrugar gran parte de ella.
Me dispongo a verla en soledad, en pijama, calentito, en ese sofá con el que me he casado. 
Pero unos hospitalarios amigos me convencen para que disfrutemos juntos los Goya en su casa. Bendita sea su invitación, pienso al final de la gala.
 Ellos cabecean peligrosamente o se han quedado fritos.
 Hasta la traviesa y protectora perra, que nunca para de ladrar a los visitantes, reposa a mis pies vencida por Morfeo.
 Yo sigo despierto mediante esfuerzos épicos.
 Me pagan por ello.
Son las dos menos cuarto de la madrugada.
 El presunto jolgorio comenzó a las diez de la noche.
 Y no han existido esas pausas publicitarias que alargan la programación hasta el mareo del receptor. Ha durado 226 minutos, pero mi sensación es de que ha transcurrido una eternidad.
 A pesar de estar gratamente acompañado, compartiendo risas, aliados contra el muermo.
Y lo peor es que la movida empieza bien.
 Dani Rovira tiene gracia, espontaneidad, descaro. 
Su parodia sobre el agradecimiento y las dedicatorias de los premiados es divertida.
 Estalla el llanto entre algunos de los galardonados. Tal vez abusivo para el receptor, pero bueno... ellos sabrán, y además el corazón tiene razones que el cerebro no entiende, decía no sé quién.
 Y es bonito ver bailar claqué.
 Y llega un momento de especial brillantez.
 Es cuando un actor con justificadas condiciones de estrella, llamado Antonio Banderas, lee con el tono preciso, pausas, miradas, un texto tan largo como bien escrito.
 Y te crees su emocionado gesto final y la voz quebrada al hablar de su hija.
 Tiene lo que hay que tener.
 Es un profesional
. Le acompaña un Almodóvar extrañamente taciturno, contenido, casi ausente, que sigue heroicamente el impagable consejo de no hablar de sí mismo, aunque dedique una perla envenenada y desdeñosa al fajador Wert, que no pierde la sonrisa.


Enrique González Macho recuerda a las autoridades presentes lo bien que se lo montan con su cine los Gobiernos estadounidenses, franceses, colombianos y dominicanos.
 Hay sutiles coces para todos.
 Seguro que bajarán su castigador IVA cuando se acerquen las elecciones.
 Y todos respetamos y queremos a Asunción Balaguer.
Tras la cansina, aunque también dadaísta aparición de un hombre orquesta que nadie sabe que pinta ahí, comienza el derrumbe
. Hasta Rovira decae en su vis cómica. Los jocosos e interminables cantes de dos ¿humoristas? andaluces pueden provocar sonrojo. 
Y los premios se van dilatando o parecen infinitos. Y el cine español que vendrá. Y yo qué sé
. Pero suplicas: “Que no puedo más, que se acabe de una puñetera vez”. No hay manera.
¿Necesito repetirme hasta la náusea afirmando que La isla mínima me parece una película muy buena, que Alberto Rodríguez rebosa personalidad y talento, que las interpretaciones de Bárbara Lennie y de Javier Gutiérrez me provocan inquietud, que Karra Elejalde compone un personaje memorable? 
Ojalá que este año se haga buen cine en España y en cualquier lugar.
 Pero, por favor, que acorten la duración de los Goya.
 O que les otorguen vidilla.

8 feb 2015

Canarias experimenta el enero más frío en casi siete años

Canarias experimenta el enero más frío en casi siete años

La Aemet señala que, durante el pasado mes, las islas han tenido una temperatura media de 13,9 grados

04.02.2015 | 15:39
Canarias experimenta el enero más frío en casi siete años
Canarias experimenta el enero más frío en casi siete años
La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha informado este miércoles de que hay que remontarse hasta el año 2006 para encontrar un enero tan frío en las islas como el que se acaba de vivir en Canarias, que ha tenido una temperatura media de 13,9 grados centígrados.
En su balance del mes, la Aemet señala que la diferencia entre la media de enero de 2015 y la del mismo mes del periodo 1981-2010 es de -0,6 grados centígrados, y es que durante dos tercios del mismo las temperaturas estuvieron por debajo de los valores esperados.
 Así, se observaron 19 días de heladas en cotas superiores a los 2.200 metros de altitud, siete por encima de la media, y el Parador del Teide registró un mínima de -5,8 grados centígrados el pasado día 28, la más baja observada allí desde febrero de 2012.
En cuanto a las precipitaciones, la tónica fue la misma que el mes de diciembre y enero ha tenido un comportamiento pluviométrico seco.
 El porcentaje de lluvia acumulada solo se aproxima a los valores normales en zonas situadas en las vertientes septentrionales de Anaga (Tenerife) y Gran Canaria, y la precipitación media de 19 litros por metro cuadrado está muy por debajo de los casi 70 de enero de 2013.
 En promedio, se ha contabilizado nueve días de lluvia, tres por encima de la media, y a más de 2.000 metros de altitud se registraron dos días de nieve, en sintonía con el valor esperado.
Sobre el viento, la Aemet destaca que en líneas generales el recorrido ha sido superior al esperado en un 35 por ciento, aunque no se han producido temporales.
Los vientos del este han originado intrusiones de calima, si bien únicamente en las islas orientales se redujo la visibilidad por debajo de los 5.000 metros, el día 10, lo que viene a suceder en prácticamente dos de cada tres eneros.
En relación con la insolación, las islas orientales registraron un déficit cercano al 15 por ciento, una cifra que supera el 50 por ciento en las medianías.
 No obstante, en el resto del territorio se observó un superávit que varía entre el 1 y el 15 por ciento.