Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

8 feb 2015

Los Premios Goya 2015, en las redes sociales

Los de dentro y los que lo ven desde casa llenan de mensajes Twitter e Instagram.

El beso de Clara Lago a Dani Rovira cuando ganó el Goya a mejor actor revelación.

La isla mínima ha arrasado en la 29ª edición de los premios Goya.
 Se ha llevado 10 de los 17 cabezones a los que estaba nominada.
 Muy por encima de sus competidoras directas. Pero los verdaderos vencedores en las redes sociales han sido otros: el beso entre Clara Lago y el presentador estrella —y ganador del Goya al actor revelación— Dani Rovira, el primer tuit de Antonio Banderas y las casi cuatro horas que ha durado la gala.
 El ministro de Cultura, José Ignacio Wert, tampoco se ha librado de los tuits.

 

Antonio Banderas: “Hoy comienza la segunda parte del partido de mi vida”.................................. Rocío García / Tommaso Koch

El actor agradece el Goya de honor con un discurso que reivindicó la cultura.

 

Antonio Banderas recibe el Goya de Honor. / Claudio Alvarez

Antonio Banderas ha hecho decenas de películas, ha rodado con grandes directores y ha viajado por medio mundo
. Ha conocido el éxito como nadie, pero, sin embargo, hay un filme del que teme haberse perdido los mejores planos: “Todo premio debe ser dedicado, y yo quiero recordar a quien quizás haya sufrido más mi pasión por el cine, mis pasiones prolongadas, mis compromisos profesionales
. Es la persona de la que me perdí los mejores planos, las mejores secuencias y que, sin embargo, ha sido mi mejor producción.
Te dedico este premio pidiéndote perdón, a ti Stella del Carmen”, aseguró el actor, izando el Goya de honor.

El malagueño empezó su discurso tranquilo pero acabó entre lágrimas.
 Su última frase resumía su trayectoria y su carácter: “Ahora empieza la segunda parte del partido de mi vida”
. Hubo muchas más dedicatorias en las emotivas palabras de Banderas, con el que se vivió uno de los mejores momentos de la noche
. El actor rememoró aquel 3 de agosto de 1980 en que vio por la ventana de un tren a “dos personas se hacían cada vez más pequeñitas”.
El Goya de honor recordaba así a sus padres, y al viaje que emprendió de Málaga a Madrid en busca de éxitos y fortuna.
 Consiguió ambos y de hecho su periplo le acabó llevando mucho más lejos, hasta el otro lado del charco.
Aunque Banderas confesó ayer que, estuviera donde estuviera, nunca olvidaba sus orígenes: “Cada vez que terminaba un plano, una secuencia, mi mente estaba puesta en España. No en Arizona, en Cleveland, Ohio
. No, no, no. Para mí lo importante era saber cómo se vería mi trabajo en mi tierra, en Málaga, en mi barrio”
. Sea como fuere, han acabando amando al actor en medio planeta, empezando por EE UU. Aunque allí también tuvo una experiencia que le recordó que los años pasan para todos, incluso para el Goya de Honor más joven de la historia a sus 55 años,:
 “Estaba en un evento benéfico y estaba cantando Taylor Swift. Terminó, pasó al lado de mi mesa y me dijo: ‘¡Antonio Banderas!’.
Pensé que me había reconocido. Pero a continuación añadió: ‘A mi abuela le encantan tus películas”.
De Mujeres al borde de un ataque de nervios a Desperado, de Los reyes del bambo a Átame, muchas de las grandes obras en las que el actor participó se deslizaban ayer sobre el escenario, poco antes de que Pedro Almodóvar le entregara el premio
. Antes de darle el cabezón, le homenajeó: “Los ochenta fueron de Antonio”.
 En su gran momento, Banderas no se olvidó tampoco de las decenas de trabajadores en la sombra que hacen posible una película.
 “A un lado y al otro del Atlántico hay gente que nunca será nominada a premios, carpinteros, pintores, conductores, especialistas, con los que he compartido y quiero seguir compartiendo muchas horas”.
De hecho, confía en que a su carrera le quede todavía mucho recorrido: “Si miro hacia atrás me veo viejo, pero si echo la vista hacia adelante me veo muy joven”.
En un discurso bien articulado, Banderas citó a Machado, Lorca, Cervantes, Unamuno, Berlanga, Saura o el propio Almodóvar, entre otros, mientras su hermano Manuel lloraba en el patio de butacas: “Con la figura de don Francisco de Goya en las manos, sé que son nuestros artistas y nuestra cultura la mejor manera de saber lo que somos y cómo hemos llegado hasta aquí”.

Una alfombra rosa insípida..........................................................................Carmen Mañana

Sybilla vuelve a los Goya con Elena Anaya y Banderas anuncia que lanzará su propia marca.

 

La alfombra roja de los Premios Goya 2015. / Atlas

Toda la expectación que se genera en torno a quién recibirá los Premios Goya, ya sea esta poca o mucha, queda reducida a la mitad sobre la alfombra roja, o, en esta 29 edición, rosa.
 Si es ingenuo esperar emoción de los atuendos de actores e invitados, resulta razonable exigir al menos ambición.
 Un adjetivo que ayer ni siquiera podía aplicarse a Penélope Cruz.
 La madrileña apareció con un palabra de honor negro de Oscar de la Renta.
 El modisto fallecido en octubre vistió a la actriz en múltiples ocasiones, desde la ceremonia de los Oscar de 2005 hasta la gala del MET de 2011.
 Su elección fue pues, tan trillada en la forma, como significativa en el fondo.
La actriz Macarena García. / JAVIER BARBANCHO (REUTERS)
Bárbara Lennie, una de las mujeres más sofisticadas que transita por las pantallas españolas, apostó por un vestido blanco con hombros joya.
 Aunque la pieza de Cavalli Atelier suponía una elección un tanto desconcertante después del esmoquin negro de Dior que lució en la gala de los nominados, la actriz no parecía artificial ni envarada en su apretado estilismo.
 Algo que, desgraciadamente, no podían decir todas las invitadas.
 Entre tantas transparencias, cancanes y brillos, la elección de Lennie conseguía distinguirla de sus compañeras.
Blanca Suárez confesaba que iba “vestida de princesa” con un traje granate con incrustaciones del diseñador libanés Zuhair Murad.
 En la misma línea pero en una dirección diametralmente opuesta, Juana Acosta optó por un vestido que, teniendo todos los elementos para provocar un coma diabético al espectador —enormes estampados florales, cola y falda voluminosa— resultaba todo un acierto, firmado por Carolina Herrera.
 Una gran marca internacional no siempre es sinónimo de éxito y Aura Garrido, de Jean Paul Gaultier, es un buen ejemplo, siendo actriz y vestido, por separado, magníficos.
Penélope Cruz, en la alfombra roja. / JAVIER BARBANCHO (REUTERS)
Elena Anaya, que suele aportar una pequeña dosis de riesgo, optó por un evocador vestido en color beige con capa y pronunciado escote de Sybilla, diseñadora fetiche de Pedro Almodóvar, que vuelve a las tijeras y la aguja tras unos años de silencio
. Gracias a esta sinergia, la creadora, que acaba de recibir la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes, regresa a las alfombras rojas de la mano de una de las actrices más admiradas, y la intérprete volverá a colocarse en las arbitrarias listas de mejor vestidas.
De alta costura iban Nieves Álvarez, con una pieza firmada por su amigo íntimo Stephane Rolland, y Ana Belén.
 Con su vestido azul Klein de Tot-Hom dio una lección de estilo a las nuevas generaciones.
La actriz Blanca Suárez. / JAVIER BARBANCHO (REUTERS)
La firma española Pedro del Hierro consiguió marcarse un importante tanto sobre esta pasarela con más de tres millones de espectadores que son los Goya: vestir al conductor de la gala y chico de oro de la taquilla española, Dani Rovira.
 Los invitados masculinos que, generalmente, dan entre poco y nada de juego, han dejado en esta edición una exclusiva y varias alegrías.
Banderas contó en directo que la de ayer sería la última ocasión en la que llevaría un esmoquin de Ermenegildo Zegna.
 Y no porque no se sintiese favorecido: porque piensa lanzar su propia firma
. José Coronado, de Brooks Brother; Jon Kortajarena, de Tom Ford; y Andrés Velencoso, de Dior, conformaron el podio masculino.

Alberto Rodríguez: Sevilla como principio y fin................................................ Gregorio Belinchón

El triunfador de los Goya posee todo un universo fílmico en su ciudad natal.

Alberto Rodríguez, en las marismas del Guadalquivir, donde rodó 'La isla mínima' / julián rojas

Pocas veces un Goya habrá supuesto más alivio para un cineasta que para Alberto Rodríguez (Sevilla, 1971).
 Las semanas previas a la ceremonia, el director se ha multiplicado de un lado a otro, mientras su esposa, Manuela Ocón, directora de producción también candidata por La isla mínima, rodaba en Torremolinos Toro, de Kike Maíllo, y sus dos hijos le esperaban en Sevilla.
Por si fuera poco, estos días se ha confirmado que el cineasta dirigirá la primera serie de ficción de Movistar Series, centrada en la Sevilla del siglo XVI, y por si faltaba algo Rodríguez ha rematado el guion de su próxima película, centrada en uno de los más curiosos y oscuros personajes de la España reciente, Francisco Paesa.
Así que el final de la gala de los Goya fue para él toda una liberación.
 “Si no hubiera ganado no habría pasado nada, soy un gran aplaudidor”, confiesa entre risas Rodríguez, porque hasta en otras cuatro galas anteriores ha estado nominado.
Nunca se había levantado de la butaca, siempre se fue de vacío.
 “Puede que ganar ahora sí sea un alivio. Es una manera de pasar un testigo. Por otra parte, nunca me he sentido presionado por los premios.
 Por la taquilla sí, pero por los premios, nunca”.
Las ganas de hacer cine de Alberto Rodríguez nacen probablemente de su padre, técnico de televisión, que en los años noventa compra una cámara de 16 milímetros a otro operador de TVE y se la regala a su hijo.
 Alrededor de esa cámara se juntan en el bar La Sirena, en el barrio sevillano de La Alameda de Hércules, un grupo de chavales “muy variopinto e inconsciente con ganas de rodar aunque sin ninguna pretensión más allá que pasarlo bien” y que se convierten en la Generación CineExin: los directores Santi Amodeo y Chiqui Carabante, el director de fotografía Alex Catalán —mano derecha de Rodríguez—, el productor Gervasio Iglesias, el script Paco Baños (“mi compañero de pupitre desde parvulario”), los actores José Luis García Pérez y Alex O’Dogherty, el sonidista Daniel de Zayas (“Mi vecino de calle”), el periodista David Cantero…
 Muchos de esos nombres pueden leerse en los títulos de crédito de La isla mínima.
 Por eso, entre los premios, Rodríguez prefiere el de mejor película:
 “Porque reconoce al equipo y porque un premio no es más que una invitación al público para que se acerque a ver tu trabajo.
 Hacemos las películas para que el público las vea, por esto son importantes los premios.
Y con La isla mínima me siento más que recompensado”.
“Siempre tuve la sensación de ser un intruso en esto del cine”
Alberto Rodríguez debutó como codirector junto a Santi Amodeo en El factor Pilgrim (2000). Después, ya en solitario, llegaron El traje (2002), 7 vírgenes (2005) y After (2009).
“Pero yo no me sentí director hasta que acabé la serie Hispania y volví al cine para hacer Grupo 7. Porque siempre he tenido la sensación de ser un intruso en el cine, que en cualquier momento alguien lo descubriría.
 Ahora sí me siento dentro, más porque ya viene detrás otra nueva generación, el relevo, que por méritos.
Y me gusta esa gente que viene”.
Al mirar su currículo, el cineasta siente una punzada por After, un amor de padre al hijo más desvalido: “A mí me gusta mucho, y sin embargo fue un desastre en taquilla y la crítica ni la vio”, recuerda.
El sevillano es tímido, pausado.
“Quiero volver a mi vida normal, a ver a mis amigos, a salir tranquilo a la calle y que acabe esto de los Goya”. En un momento dado, hace años, estuvo a punto de venirse a Madrid.
 Pero en el último minuto, a Ocón le salió trabajo en una película y se quedaron en Sevilla.
“Fue lo mejor que nos pudo pasar”, admite.
 Y de ese mundo nace La isla mínima, de cuando Rodríguez y Álex Catalán vieron una exposición del fotógrafo Atin Aya, retratista de la clase obrera, el hombre que pasó meses en las marismas del Guadalquivir entre sus gentes, fotografiándoles en blanco y negro. “Nos golpeó. La isla mínima es deudora de esos retratos.
 Y por eso es una película política, pensada para hacer preguntas. Me gusta que la gente la haya entendido en ese sentido”.