Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

30 ene 2015

Lucky Blue Smith, el modelo que arrasa en pasarelas y las redes sociales.................................Iñaki Laguardia

La última revelación de París y Milán es toda una celebridad en internet.

 Con solo 16 años ya se ha convertido en la nueva sensación de Instagram. 

 

lucky 
 
Su nombre le sienta como un guante
. Con solo 16 años, Lucky Blue Smith (Salt Lake City, Estados Unidos, 1999) se ha convertido en el protagonista de la última historia de éxito de Instagram.
 Su aspecto, un cruce entre River Phoenix y una versión agraciada de Christopher Owens, le ha abierto las puertas de internet y de las pasarelas.
 Cuenta con casi 400.000 seguidores en redes sociales y las firmas de moda ya se disputan su presencia en desfiles y campañas.
Su corta trayectoria solo comprende once meses, desde febrero de 2014 hasta hoy.
 Se estrenó con una sesión de fotos de Mikael Jansson para la revista Interview y pronto llegaron otras publicaciones como i-D o Rollacoaster.
 En julio lo ficharon para la campaña de la fragancia CK One, de Calvin Klein, en una composición coral con modelos como Chuck Achike, Edie Campbell o Jing Wen. Más tarde llegaron Tommy Hilfiger y GAP, quienes también quisieron contar con él para hacer publicidad.
Pero su gran salto a la fama ocurrió este mes, en las semanas de la moda masculina.
Debutó en Londres con Dunhill y Philipp Plein.
 En Milán contaron con él Bottega Veneta, Salvatore Ferragamo, Fendi y Etro.
 Y en París desfiló para Sacai.
 Desde entonces todas las miradas se han posado en su inconfundible cabello rubio platino.
 Hace unos días The Business of Fashion (BoF) le dedicaba un reportaje que destacaba el culto que le profesan sus seguidores en redes sociales, con decenas de fan pages que monitorizan su existencia y hordas de quinceañeras acudiendo raudas allá donde el modelo se geolocaliza.
 Él mismo las retrata cuando aparecen y sube las imágenes a internet –su actividad en Instagram es tan intensa como la de Cara Delevingne–.

En los desfiles de Fendi y Bottega Veneta.
Foto: Cordon Press / Getty
Acaba de mudarse con sus padres y sus tres hermanas a Los Ángeles, donde ha establecido su centro de operaciones.
 Aunque en realidad su vida transcurre entre Londres, Milán y París, sus otros hogares desde hace once meses.
 Su hermana Daisy Clementine también es modelo, y a los dos los representa la misma agencia, Next Model Management. Junto con Pyper America y Queen Starlie, la hermanas mayores, los cuatro han formado un grupo pop rock llamado The Atomics.
Modelo y músico, Lucky Blue Smith está a punto de probar suerte en el cine
. En breve protagonizará una película indie dirigida por Rob Diamond.
 Es mormón por tradición familiar y militante de la orden mística de jóvenes tocados por la varita de Hedi Slimane
. El diseñador francés y el modelo se conocieron cuando este tenía 12 años, en un casting al que asistió como acompañante de su hermana Daisy Clementine. Slimane lo sacó a la calle, disparó con su cámara y voilà: la instantánea acabó en Vogue Japan.
 Cuatro años después el joven se ha convertido en estrella.

 
lucky
 

Vistamos como nuestros padres: la nostalgia en el MFSHOW Men...................................... Carlos Primo

La pasarela madrileña se aferró a una de las uniones más poderosas de la industria: el pasado y el estilo masculino.

Un momento del desfile de Emidio Tucci / Cordon Press

Probablemente haya algo de freudiano en el hecho de que todos los hombres, en mayor o menor medida, aspiremos a vestirnos como nuestros padres
. O como nuestros abuelos
. La relación entre moda masculina y nostalgia, una de las alianzas inconscientes más poderosas de la industria, vuelve a quedar de manifiesto en las dos primeras jornadas de Madrid Fashion Show Men, la pasarela de moda masculina que abrió sus puertas el pasado martes en el madrileño Circo Price con una propuesta cada vez más sólida y más asentada en marcas que, más allá del relumbrón mediático, visten diariamente a miles de hombres.
 El imaginario de los cuatro desfiles que hemos podido ver se nutre de terrenos con tanta fuerza simbólica como el deporte o el cine, y refrenda aquellas palabras del mayor gurú del sector, Ralph Lauren, cuando afirmaba que “una cazadora de cuero, una camisa de franela gastada o un sombrero usado no forman parte de la moda, sino de la vida”.

Por eso hay un corte eminentemente práctico en una serie de colecciones que han sabido aprovechar los medios técnicos del madrileño Circo Price, la nueva sede de esta pasarela.
 La pantalla gigante que sirve de telón de fondo a los desfiles permite a las marcas poner las cartas sobre la mesa desde el primer momento y aclarar el sentido de las colecciones
. Por ejemplo, las imágenes de caballos con banda sonora de Madonna que abrieron el desfile de Emidio Tucci, cuyo primer modelo, pertrechado con fusta, silla de montar, aparejos de cuero y botas altas anunciaba lo evidente: que nos hallábamos ante una colección hípica.
 Sin embargo, nada más lejos del colorismo kitsch de los jinetes olímpicos: la propuesta de la marca para el próximo otoño sorprende por una extraordinaria austeridad cromática en tonos grises que da profundidad a prendas basadas en la sastrería pero levemente desestructuradas
. Sus chaquetas y abrigos de hombros caídos y solapas curvas que se cierran con un cinturón anudado enuncian una de las tendencias clave de una temporada en la que la clave es la relajación de los patrones y el peso de los tejidos.

Contaba hace años Elio Berhanyer que cuando diseñó el vestuario para Anillos para una dama, llevó a su protagonista, vestido de caballero medieval, a la Puerta del Sol, con el objetivo de ver si su recreación histórica era lo suficientemente contemporánea como para pasar desapercibida. Así sucedió: nadie se dio cuenta y el vestuario fue un éxito. De un modo similar, no parece claro que nadie, en el Chicago de la Ley Seca, se hubiera sorprendido al ver a un hombre vestido con algunos de los modelos presentados el miércoles por la marca madrileña Tenkey. El eco de películas como Los intocables de Eliot Ness recorría una serie de looks con un patronaje más clásico que sigue apostando por los pantalones slim como seña de contemporaneidad. Hay, por supuesto, gabardinas y abrigos de corte rotundo y tejidos pesados, pero también prendas que recuerdan que el gángster no sólo se dedica a acechar la calle tras el ala de su sombrero: también se pone cómodo para jugar al póquer. En ese sentido, el look con el que concluyeron todos los modelos el desfile –pantalones de sastrería, camisa de manga larga arremangada, brazalete, tirantes y gorra o sombrero– se justifica por sí solo y resumía una colección de tintes narrativos y evocaciones muy eficaces.
También evocadoras fueron las propuestas de Titto Bluni y McGregor, aunque en este caso sus referencias son las que llevan décadas alimentando a la industria: una visión del american way of life que halla en las prendas prácticas y cómodas su razón de ser.
 La firma americana McGregor, que se estrena este año en la pasarela madrileña, es sin embargo la más veterana de las que desfilan: fundada en Nueva York en 1921, hizo valer su patrimonio estético proyectando carteles publicitarios vintage que avalan su interpretación de clásicos como la chaqueta Varsity, el anorak guateado, las parkas, el cuero y los tejidos cálidos.
 Incluso sus trajes adquieren un aire informal y sustituyen el cuello italiano y la corbata por el jersey de cuello cisne o la camiseta. Titto Bluni, a su vez, demostró las razones por las que lleva tres décadas siendo una apuesta segura para un tipo de hombre práctico y sin complicaciones que, en esta ocasión, tenía algo de universitario despreocupado: camisas de cuadros, denim, prendas de punto, pantalones y chaquetas de sastrería con un empleo mesurado del color y un ojo puesto en la calle.
 No está de más recordar, una vez más, que, en la moda masculina, la calle siempre manda.

 

Jaime Gil de Biedma, canción de aniversario........................................ Marcos Ordóñez

En los albores de 1990 moría en Barcelona uno de los más destacados y queridos poetas de la Generación del 50.

Jaime Gil de Biedma, fotografiado por Colita en 1969.

¿25 años ya? Sí, esa es la cifra: 8 de enero de 1990.
Voy más atrás, porque para mí la historia comienza antes.
En 1975 cae en mis manos la primera edición de Las personas del verbo de Jaime Gil de Biedma.
  La portada en dominante granate, el tacto casi aterciopelado en mi recuerdo, la liviandad
. Un libro breve, y sin embargo ahí estaba todo lo que mi adolescencia necesitaba.
Subo a un autobús con la mirada hundida en sus páginas.
 Comienzo a leer y se difumina todo lo que hay alrededor, la lluvia emborronando el paisaje gris, anochece.
Relumbra aquella alegría de vivir, aquella especial disposición del espíritu para olfatear la vida en un olor a cocina y cuero de zapatos; aquel don para atrapar al vuelo la visión de una cría bajo la tormenta, alzando unos zapatos rojos, “flamantes como un pájaro exótico” en una esquina del año malo; aquella fabulosa resolución de ser feliz “por encima de todo / contra todo / y contra mí de nuevo”, pese al dolor del corazón
. Alzo la vista, el autobús está vacío; embebido en la lectura me he pasado mi parada y todas y estoy, literalmente, en las afueras, pero ahora tengo un guía.
 Hacía tiempo que no me pasaba con un libro lo que acababa de pasarme con Las personas del verbo.
 Hacía mucho tiempo que no me encontraba con una voz semejante.
Como escribió su cofrade Gabriel Ferrater hablando de Josep Carner: “Palabras que duran mientras varían los días y se nos mudan los sentidos, ofrecidas para que las entendamos de nuevo: como una patria”.
Segundo encuentro: 1980. Visito al poeta en su lujoso apartamento de la calle Pérez Cabrero, entre el Turó Park y la iglesia circular de San Gregorio Taumaturgo.
 Hubiera preferido que me recibiera en el sótano negro, “más negro que su reputación”, en el 518-520 de la calle Muntaner, pero esa isla está cubierta por el mar de los sesenta
. Voy a hacerle una entrevista para la revista Diagonal.
El poeta acaba de publicar El pie de la letra, una recopilación de sus ensayos: brillantísimos, sensatos, esencialmente divertidos, corteses.
En medio ha habido otro libro, de 1974 y que leí más tarde, Diario del artista seriamente enfermo, en Palabra Menor (Lumen), que me dejó verde de envidia. Jaime Gil tenía veintiséis años cuando lo escribió, y me parecía increíble que alguien tan joven pudiera ser tan inteligente y tan culto.
 Me desesperé, porque me faltaban pocos años para tener su edad de entonces.
 Muy poco tiempo, calculé, para llegar a pensar y escribir cosas parecidas.
Lo fundamental de aquella tarde es que entré a las cuatro y salí a las ocho.
 La generosidad de aquellas horas.
 Y, creí percibir, una sensación de soledad, de no querer estar solo, de temer la llegada de la noche, de querer seguir hablando, conmigo o con cualquier otro.
 Le pregunté mucho y me contó mucho, con precisión, como si dictara, con una fascinante gracia expresiva. No recuerdo los asuntos de la conversación pero sí su vuelo y su tono
. Y, sobre todo, que fue una conversación, no una entrevista.
Le regaló una conversación a aquel jovenzuelo enmudecido, le trató como si fuera un amigo, alguien de su edad.
 Conversaba “artísticamente”, cierto, con “intenciones estéticas, creando efectos, por divertirme y divertir a los demás”.
Eso es lo que permanece, eso es lo que importó y sigue importando.
No le dije lo mucho que había supuesto para nosotros, para mí y para los de mi generación, su poesía y su manera de sentir y de vivir.
 Hoy se lo diría; entonces me daba mucho apuro.
Si no recuerdo mal, aquella conversación nunca llegó a publicarse
. Yo no la recuerdo publicada.
 Probablemente sería larguísima. No he vuelto a releerla porque la perdí.
Recordé la imagen del noble arruinado entre las ruinas de su inteligencia.
 Quería ser feliz “por encima de todo / contra todo / y contra mí de nuevo”
1990: la noche de su muerte.
 Estábamos jugando al póquer cuando sonó el teléfono con la noticia.
 Recuerdo a mucha gente en casa.
 Habíamos ido a ver una función y luego vinieron todos a escuchar discos, a jugar y a tomar unas copas
. Recuerdo que estaba Sagarra, que estaba Ollé, que estaba Anguera.
 Sagarra me dijo al llegar: está muy mal
. No sé si fue él o Marsé quien me contó luego los últimos días, quizás un año, en la casa de los Marsé, en Calafell. Jaime Gil ya andaba con la cabeza perdida por la medicación, pero a veces había repentinas ráfagas de recuerdo
. Como aquel día de primavera. Joaquina, la mujer de Marsé, estaba preparando la comida, con la radio puesta.
 Comenzó a sonar una canción de la Piquer. Ojos verdes, diría.
 Y Jaime Gil, en el jardín, alzó la cabeza, alzó el dedo, atrapó o creyó atrapar el relámpago, su dedo, imagino, como un pararrayos.
 Así me viene a la memoria. Joaquina llorando, y a mí se me saltaban las lágrimas imaginando la escena, la canción como el heraldo de una vida anterior, la imagen del noble arruinado entre las ruinas de su inteligencia.
Qué atroz profecía.
Yo estaba en ABC en aquella época.
 Diría que llamaron hacia medianoche. Abandoné la partida (siempre se me ha dado fatal el póquer) y me planté en el periódico para escribir sobre Jaime Gil.
Estaba triste y al mismo tiempo me gustaba el encargo, cruzar la ciudad para hablar del poeta recién fallecido.
Y me ilusionaba que me hubieran llamado, que me lo hubieran encargado a mí.
 En el taxi pensaba en la primera vez que le vi, con abrigo y sombrero, un anochecer de invierno, saliendo de la Compañía de Tabacos de Filipinas
. Estaba parado en las Ramblas, mirando hacia el rey mago que parecía tiritar en la hornacina de los almacenes Sepu.
 Creo que en el Retrato del artista hay una entrada en la que se pregunta a qué se dedicaría aquel hombre pequeño y helado el resto del año.
 Otro encuentro en las Ramblas.
 Encuentro desde la más respetuosa distancia: entonces no le conocía, no me hubiera atrevido a abordarle.
 Parado también frente a un quiosco, desplegando Le Monde Diplomatique
. Parecía radiante aquel día y yo pensé en Frederic de Lloberola, el protagonista de Vida privada, aquel hombre “de edad indefinida, con el estómago lleno de whisky y el corazón lleno de rosas rojas”.
 Más imágenes: la foto con los perros, los cachorritos que trepan por su cuerpo, tendido en una hamaca en el jardín, en La Nava de la Asunción.
 Un rostro de absoluta felicidad.
 Eso fue, debió ser, en el último verano de su juventud, como escribió
. Y el recuerdo de aquella periodista que cometió la indelicadeza de preguntarle, cuando ya estaba muy enfermo, acerca de la muerte
. La respuesta sabia, educada, ya casi desde el otro lado: “No haga preguntas ociosas. Consúltese a sí misma y tendrá las respuestas”
. Todo eso volvía en aquel taxi.
Escribí el artículo de un tirón, sin levantar la cabeza del teclado, como cuando leí por primera vez Las personas del verbo: un torpe intento de devolución.
 Escuché una voz que decía: “Venga, que hay que ir cerrando”
. Luego volví a casa.
 Seguía la partida. Llevaba en la mano la doble página, recién montada, todavía caliente, una prueba impresa para mí.
 Y para ellos.
 Volví a sentirme triste y contento.
Como ahora.

 

Diez periodistas literarios........................................................................... Manuel Vicent

Los perfiles de algunas de las grandes firmas surgidas del papel de periódico.

Un repaso a los perfiles de las grandes firmas literarias surgidas del periodismo. 
Una serie iniciada el 21 de abril de 2012, cuando Manuel Vicent buceaba en la figura de Julio Camba, y que llega a su fin en enero de 2015, de la mano de Manuel Vázquez Montalbán.
 Esta es una selección de diez de los artículos publicados en Babelia.
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Julio Camba | Un anarquista bajo la cúpula del Palace

Miraba todo lo que sucedía a su alrededor con una ironía perpleja, como si el mundo se acabara de inventar solo para él. Fue un cosmopolita literario, comprometido con los placeres de la inteligencia sarcástica
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Azorín | Paraguas rojo, paraguas negro

El joven periodista provocador y anarquista, que dio nombre a la generación del 98 y se inventó Castilla como género literario, acabó siendo un personaje gélido, sobrio y discreto que disolvió su vida en un latente franquismo
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Chaves Nogales | Disparar a la distancia precisa

Aventurero, comprometido y romántico, puso su afilada inteligencia y un estilo literario sin ninguna veta de tocino al servicio de la historia: contó de primera mano las cosas que pasaban y estuvo donde había que estar
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Corpus Barga | Galgo aristocrático con luz propia

El hombre que ayudó a Antonio Machado a cruzar la frontera de Francia en 1939 fue novelista, escribió memorias, pero sus mejores páginas eran los relatos de los lances que protagonizó en los momentos más duros de la vida
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D'Ors: La esencia está en la máscara

En castellano escribía en barroco. Leía un artículo a la criada y si esta lo entendía, murmuraba: hay que oscurecerlo
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El ingenio y la miseria recorren la vida de este autor, cuyo éxito literario le llegó en la cárcel
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Gómez de la Serna | El escritor como espejo cóncavo

Hablador inagotable y autor prolífico, su literatura fue un salto en el aire. De él se decía que todo lo que se le ocurría lo escribía, todo lo que escribía lo publicaba y todo lo que publicaba lo regalaba, porque apenas vendía libros
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Haro Tecglen | El pesimismo como estado de lucidez

Los oráculos suelen habitar en la trasera de los tabernáculos
. Así trabajaba Haro Tecglen bajo un cúmulo de libros y periódicos abiertos sobre la mesa, con las gafas en la punta de la nariz, comprometido solo con su inteligencia
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. Una serie iniciada el 21 de abril de 2012, cuando Manuel Vicent buceaba en la figura de Julio Camba, y que llega a su fin en enero de 2015, de la mano de Manuel Vázquez Montalbán.
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