La pasarela madrileña se aferró a una de las uniones más poderosas de la industria: el pasado y el estilo masculino.
. O como nuestros abuelos
. La relación entre moda masculina y nostalgia, una de las alianzas inconscientes más poderosas de la industria, vuelve a quedar de manifiesto en las dos primeras jornadas de Madrid Fashion Show Men, la pasarela de moda masculina que abrió sus puertas el pasado martes en el madrileño Circo Price con una propuesta cada vez más sólida y más asentada en marcas que, más allá del relumbrón mediático, visten diariamente a miles de hombres.
El imaginario de los cuatro desfiles que hemos podido ver se nutre de terrenos con tanta fuerza simbólica como el deporte o el cine, y refrenda aquellas palabras del mayor gurú del sector, Ralph Lauren, cuando afirmaba que “una cazadora de cuero, una camisa de franela gastada o un sombrero usado no forman parte de la moda, sino de la vida”.
Por eso hay un corte eminentemente práctico en una serie de colecciones que han sabido aprovechar los medios técnicos del madrileño Circo Price, la nueva sede de esta pasarela.
La pantalla gigante que sirve de telón de fondo a los desfiles permite a las marcas poner las cartas sobre la mesa desde el primer momento y aclarar el sentido de las colecciones
. Por ejemplo, las imágenes de caballos con banda sonora de Madonna que abrieron el desfile de Emidio Tucci, cuyo primer modelo, pertrechado con fusta, silla de montar, aparejos de cuero y botas altas anunciaba lo evidente: que nos hallábamos ante una colección hípica.
Sin embargo, nada más lejos del colorismo kitsch de los jinetes olímpicos: la propuesta de la marca para el próximo otoño sorprende por una extraordinaria austeridad cromática en tonos grises que da profundidad a prendas basadas en la sastrería pero levemente desestructuradas
. Sus chaquetas y abrigos de hombros caídos y solapas curvas que se cierran con un cinturón anudado enuncian una de las tendencias clave de una temporada en la que la clave es la relajación de los patrones y el peso de los tejidos.
También evocadoras fueron las propuestas de Titto Bluni y McGregor, aunque en este caso sus referencias son las que llevan décadas alimentando a la industria: una visión del american way of life que halla en las prendas prácticas y cómodas su razón de ser.
La firma americana McGregor, que se estrena este año en la pasarela madrileña, es sin embargo la más veterana de las que desfilan: fundada en Nueva York en 1921, hizo valer su patrimonio estético proyectando carteles publicitarios vintage que avalan su interpretación de clásicos como la chaqueta Varsity, el anorak guateado, las parkas, el cuero y los tejidos cálidos.
Incluso sus trajes adquieren un aire informal y sustituyen el cuello italiano y la corbata por el jersey de cuello cisne o la camiseta. Titto Bluni, a su vez, demostró las razones por las que lleva tres décadas siendo una apuesta segura para un tipo de hombre práctico y sin complicaciones que, en esta ocasión, tenía algo de universitario despreocupado: camisas de cuadros, denim, prendas de punto, pantalones y chaquetas de sastrería con un empleo mesurado del color y un ojo puesto en la calle.
No está de más recordar, una vez más, que, en la moda masculina, la calle siempre manda.
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