Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

27 dic 2014

Luto por el escritor universal............................................................WINSTON MANRIQUE SABOGAL

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La muerte de Gabriel García Márquez puso el foco sobre su inmenso legado literario y periodístico.
 
Escribir: “A mí me encanta escribir, no sé cómo se pudo inventar eso de que la literatura es un sufrimiento. Otra cosa, cierto, es lograr que el lector me crea. Esa sí es una desesperación hasta que se calienta el brazo y todo sale, y se mezcla, y empieza en fin, a tomar forma. Pero el lector tiene que creer siempre, si no todo ha fracasado”.
Escritor: “(…) no hay oficio más solitario que el del escritor, en el sentido de que en el momento de escribir nadie puede ayudarlo a uno, ni nadie puede saber qué es lo que uno quiere hacer. No: uno está solo, con una soledad absoluta, frente a la hoja en blanco”.
“En realidad, a mí lo que más me interesa del trabajo de escritor es la concepción de la historia, y lo que más me aburre es tener que escribirla”.
“El principal deber político de un escritor es escribir bien”.
“Creo que la progresión de una obra consiste justamente en continuar excavando dentro de uno para ver dónde se llega, dónde se encuentra el botón que se busca y que es el misterio de la muerte. El de la vida, ya se sabe, no se descifrará jamás”.
Experimentar: “No se trata de aprovechar la experiencia adquirida sino de experimentar”.
Gabriel García Márquez: “He escrito cinco libros tratando de averiguarlo, de saberlo, de descifrar quién soy. Y todavía no lo tengo claro. Pero hay algo que sí sé: soy el mejor amigo de mis amigos, y ese primer puesto no me lo dejo quitar de nadie”.
Imaginación: “(…) al revés de lo que dice el diccionario, pienso que la imaginación es una facultad especial que tiene los artistas para crear una realidad nueva a partir de la realidad en que viven”.
Inspiración: “Mientras no haya tono, de nada sirve la estructura; mientras no haya un estilo homogéneo, de nada sirve el tono; y mientras no haya inspiración…”.
“…defiendo la inspiración. No en el sentido que le daban los románticos para los cuales era una especie de iluminación divina. Lo que sucede es que cuando se empieza a trabajar seriamente un tema y a cercarlo, a acosarlo, a atizarlo, llega un momento en que uno se identifica con él de tal modo y lo domina tanto, que se tiene la impresión de que un soplo divino se lo está dictando. Ese estado de inspiración existe, sí, y cuando se logra, aunque no dure mucho, es la mayor felicidad que se puede tener en el mundo”.
Literatura: “El mundo habrá acabado de perderse (…) el día en que los hombres viajen en primera clase y la literatura en el vagón de carga”
Macondo: “Macondo, más que un lugar del mundo, es un estado de ánimo”.
Narrar: “(…) la realidad en la literatura no es fotográfica sino sintética, y encontrar los elementos esenciales para esa síntesis es uno de los secretos del arte de narrar”.
Novela: “Toda buena novela es una adivinanza del mundo”.
“Toda buena novela debe ser una trasposición poética de la realidad”.
Periodismo: “Cada vez encuentro menos diferencias entre periodismo y literatura, sobre todo porque cuando yo digo periodismo estoy pensando principalmente en reportaje, y cuando digo literatura estoy pensando fundamentalmente en relato. Ambos géneros se nutren de la misma realidad y exigen la misma experiencia y el mismo manejo del oficio. Ambos, creo yo, son el resultado de la misma vocación”.
los recuerdos de Gabriel García Márquez de ese universo literario nacen en Aracataca cuando tenía 5 años
Poeta: “La inteligencia de los poetas consiste en identificar esa maravilla contenida en la vida real”.
Realismo mágico: La ilógica de la vida no tiene fin (…) Dicen que yo he inventado el realismo mágico, pero sólo soy el notario de la realidad. Incluso hay cosas reales que tengo que desechar porque sé que no se pueden creer”.
Vida: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.
Y los recuerdos de Gabriel García Márquez de ese universo literario nacen en Aracataca cuando tenía 5 años. Lo recuerda en sus memorias Vivir para contarla. Vivía con sus abuelos maternos,Tranquilina Iguarán y Nicolás Márquez. Los dos conformaron las raíces y el tronco central de ese árbol de la vida del escritor colombiano. La imaginación prodigiosa procedía de ella, sus tías y criadas, que poblaron su vida de historias de ultratumba; mientras su abuelo puso el pragmatismo y el raciocinio con sus relatos de la Guerra de los Mil Días y de las batallas de la vida misma.
Fue él, el coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía, quien le dio el primer contacto con la letra escrita a los 5 años, una tarde en que lo llevó a conocer los animales de un circo que estaba "de paso por Cataca bajo una carpa grande como una iglesia". Al niño le llamó la atención un animal. Preguntó al abuelo.
-Es un camello, contestó él.
Pero otro hombre que lo oyó le corrigió, y dijo que era un dromedario.
"Puedo imaginarme ahora cómo debió sentirse el abuelo porque alguien lo hubiera corregido en presencia del nieto. Sin pensarlo, lo superó con una pregunta digna:
-¿Cuál es la diferencia?
-No la sé -le dijo el otro-, pero éste es un dromedario".
Al llegar a casa, el abuelo abatido llegó a consultar en la oficina el diccionario "con una atención infantil. Entonces supo él y supe yo para siempre la diferencia entre un dromedario y un camello. Al final me puso el glorioso tumbaburros en el regazo y me dijo:
-Este libro no sólo lo sabe todo, sino que es el único que no se equivoca.
(...) En la iglesia me había asombrado el tamaño del misal, pero el diccionario era más grueso. Fue como asomarme al mundo entero por primera vez.
-¿Cuantas palabras tendrá? -pregunté.
-Todas - dijo el abuelo".
Un día ese abuelo, viejo coronel que se levantaba y acostaba contándole historias remotas de duelos y guerras vividas, mientras lo llevaba de la mano por la calurosa cataca, aunque solo fuera como carabina porque la abuela Tranquilina pensaba que así no le sería infiel con amantes conocidas o inventadas, le regaló un diccionario: "Me despertó tal curiosidad por las palabras que lo leía como una novela, en orden alfabético y sin entenderlo apenas.
Así fue mi primer contacto con el que habría de ser el libro fundamental en mi destino de escritor".
Allí estaba el paraíso de García Márquez, en la casa de sus abuelos y en ese primer libro que lo contenía todo
. Allí, con ellos estaba el futuro.
Con ellos vivió hasta los 8 años. 
Su último recuerdo de aquella casa de Aracataca era la hoguera donde quemaron las ropas de su abuelo, entre ellos los liquiliques de guerra como ese que él mismo lució en Estocolmo durante la entrega del Premio Nobel de Literatura en 1992. 
Tenía 55 años.
 Entre aplausos conmovió a todos con uno de los discursos más bonitos que se recuerdan: Brindis por la poesía. 
Su abuelo ya había muerto, y eso lo acompañó a él toda la vida y, como escribiera Dasso Saldívar en Viaje a la semilla, esa muerte convirtió en incompletas todas sus alegrías por el hecho de que su abuelo no lo supiera.
En Vivir para contarla, el maestro de cuentos inolvidables, de novelas prodigiosas y artículos periodísticos ejemplares cuenta que le costó mucho aprender a escribir, escribió sobre la muerte del abuelo: "Hoy lo veo claro: algo mío había muerto con él. 
Pero también creo, sin duda alguna, que en ese momento era ya un escritor de escuela primaria al que solo le faltaba aprender a escribir".

La construcción de Kennedy........................................................... Francisco G. Basterra

En 2015 se cumplen 55 años del salto a la arena política global de J. F. Kennedy en la convención demócrata en la que compitió con Lyndon B. Johnson.

Aquella fue la génesis de uno de los grandes mitos políticos del siglo XX. Desgranamos la historia de la más pura encarnación del sueño americano.

Tras derrotarle en la convención demócrata, Kennedy propuso a Lyndon Johnson que le acompañara en su carrera hacia la Casa Blanca.
 La estrategia de JFK con este movimiento era conquistar votos en el sur de EE UU, especialmente en Texas, donde Johnson fue senador. / jacques lowe
La prensa de entonces no controlaba como ahora a los presidentes.
 Los pecados privados no eran investigados, no se conocía su intensidad ni los detalles que ahora sabemos.
 JFK exudaba energía, pero era en realidad un enfermo crónico que necesitaba 10 medicinas diarias: sufría una enfermedad congénita de la columna vertebral que le obligaba de vez en cuando a usar muletas; padecía la enfermedad de Addison, una atrofia de las glándulas adrenales; tomaba corticoides, y sufría de colitis y asma alérgica
. Todo ello fue ocultado al público, antes de su elección y durante su presidencia.
 Su hermano Robert, fiscal general, llegó a destruir el informe de su autopsia.
 La sociedad de la época no le concedía importancia a estas cosas.
Hoy no hubiera podido ser presidente, y de haberlo sido, sus mentiras continuadas hubieran acabado con él.
Sus prometidas reformas sociales: lucha contra la pobreza, el Medicare (seguro de salud para las personas mayores de 65 años), no llegaron a convertirse en leyes.
 Fue excesivamente calculador y políticamente tímido, y no se atrevió a conceder los derechos civiles a la población negra y acabar con una infamia histórica.
Tuvo que esperar a la llegada de su sucesor, Johnson, que consiguió que el Congreso aprobara las leyes de derechos civiles y la legislación social que no logró Kennedy. Católico, rompió las barreras religiosas en política, respetó la absoluta separación entre Iglesia y Estado y repetía que no era el candidato católico a la presidencia:
 “No hablo por la Iglesia en temas de política pública y nadie en la Iglesia habla por mí”.
Fue más estimable su labor en política exterior, marcada por su afirmación: “Soy un idealista sin ilusiones”
. Avances en la relación con la URSS, sobre Berlín y Cuba, tras la fallida invasión que le legó Eisenhower, y que se negó a solucionar utilizando la fuerza militar aplastante, evitó una guerra nuclear con los soviéticos en la crisis de los misiles atómicos instalados por Jruschov en la isla caribeña.
En Vietnam, a pesar del asesinato del presidente Diem, que Kennedy autorizó, no agravó el conflicto, aumentó de unos centenares a unos miles el número de asesores militares, pero negó el envío de 100.000 tropas de combate
. Nos hemos quedado sin saber si en un segundo mandato hubiera contenido militarmente la guerra de Vietnam, evitando la escalada de una contienda que envenenó al país.
Jackie Kennedy saluda a los periodistas congregados el verano anterior en la casa familiar de Hyannis Port, cuando su esposo resultó ganador en las primarias presidenciales del Partido Demócrata y daba comienzo el viaje de los Kennedy hacia la Casa Blanca. / ted polumbaum
No fue una presidencia transformadora, duró menos de tres años, y sin embargo Jack Kennedy y su magnetismo movilizaron a los jóvenes de la época, y no solo en EE UU, volcándolos en la ayuda a otros países a través del Cuerpo de Paz, como no lo ha hecho nunca ningún otro mandatario
. El primer presidente estadounidense nacido en el siglo XX jugó fuerte la baza de la renovación generacional al afirmar
: “Los jóvenes están mejor preparados para dirigir la historia que los viejos, y estoy listo para ser presidente”.
 Ante la misma pregunta sobre su disposición, Nixon respondió: “Las capacidades que pueda tener para la presidencia las recibí de mi madre y de mi padre, de mi escuela y de mi iglesia”.
En 1988, 75 historiadores y periodistas describieron la presidencia de Kennedy como la más sobrevalorada de la historia de EE UU.
Una valoración de los presidentes realizada por historiadores y académicos sitúa a JFK en el puesto 18º, ligeramente por encima de la media.
Fue el primer gobernante televisivo del siglo XX.
 Le querían las cámaras, como quedó demostrado en el primer debate televisado de una elección presidencial, a finales de septiembre de 1960, en el que se comió a Nixon. Una audiencia de 70 millones comenzó a enamorarse de JFK, que pareció mejor, dio mejor, quizá no fue necesariamente por lo que dijo.
 Enfrente tuvo a un Nixon que acababa de salir de una enfermedad infecciosa
. Aparecía cansado, con sudor y su barba oscura empastada por un deficiente maquillaje.
 La audiencia que escuchó el debate por radio pensó que Nixon había ganado. Hubo dos debates más, pero ya no importaron: el público se había quedado con la frescura de JFK.
 Aquella televisión incipiente, todavía en blanco y negro, que hoy nos parecería cutre, sería decisiva para impulsar el mito de Kennedy.
Entendió que acababa una época y el país estaba al borde de una nueva frontera, y le pidió que optara entre el interés público o la esfera privada, entre la grandeza nacional o el declive. JFK transmitió una corriente eléctrica de optimismo, esperanza, y de la necesidad de perseguir los sueños. Sedujo a los ciudadanos como ningún líder político lo había hecho.
 Proyectó idealismo y simbolizó el sueño americano; a Kennedy le gustaba repetir las palabras del escritor irlandés George Bernard Shaw: “Sueño cosas que nunca fueron y digo: ¿por qué no?”. Permanece hoy en el espacio fabuloso de la memoria colectiva, que retiene la enorme ilusión que provocó su efímera presidencia; del sueño dramáticamente interrumpido.
 Este es el mito que aún perdura.
 En poco más de dos años probablemente Estados Unidos afrontará la posibilidad de dar otro salto importante hacia el futuro eligiendo a su primera mujer presidenta. Hillary Clinton, sin embargo, no huele a coche nuevo. Jack Kennedy fue en 1960 un coche nuevo.

El libro Norman Mailer. JFK. Superman Comes to the Supermarket, con más de 300 imágenes de la carrera presidencial de John Fitzgerald Kennedy en 1960 y el célebre ensayo de Norman Mailer que publicó Esquire sobre el ascenso político de JFK, está editado por Taschen.

 

‘Cate’ Aguirre y ‘Choni’ Castedo.............................................................................Luz Sánchez-Mellado

Como veía que le daban las uvas y Mariano sin decantarse, Esperanza se ha vestido de chulapa y ha puesto al jefe en el brete de decirle que nones a una yegua ganadora.

Esperanza Aguirre, en la cena de Navidad del PP de Madrid, celebrada el 15 de diciembre. / juanjo martín (efe)

Sí, a los sueños
. Sí, a la libertad. Sí, al amor
. Sí, a mí misma, te lo juro, o sea.
 No, no es que me haya dado un coma diabético-etílico por todos los hectólitros de chupitos de crema de orujo que llevo metidos entre Aumentax y espalda desde el principio de los Fastos, que también. No. Es que el otro día, en la sobremesa de la Nochebuena con mis suegros, valga la antítesis, en vez de darme llorona y ponerme a cantar L'Estaca por Lluís Llach, como Monedero a la que te descuidas, me dio tan intensa que me puse a imaginarme a Esperanza Aguirre declamando como Cate Blanchett en el anuncio del perfume Sì, de Armani, y ahora no puedo quitármela de la cabeza. A Aguirre, sí, especifico, que con tanta negrita me pierdo hasta yo misma, pero a la fuerza ahorcan. Si no meto a equis famosos por párrafo en esta tribuna, me sale mi jefe con que tome ejemplo del finísimo de Boris, que para eso me pagan, y no le cuente a la peña mi asco de vida, que bastante tienen las pobres criaturas con la suya propia.
Pero bueno, a lo que iba, que no está el mercado laboral para ponerse en plan Femen del columnismo alternativo.
 Bueno, ni el mercado ni mis atributos pectorales, si vamos a eso, pero habíamos quedado en que los periodistas no eran noticia, con permiso de Ana Pastor, Jordi Évole y Paco Marhuenda.
 Tú ponte en su piel.
 En la de Aguirre, insisto, que la de Blanchett no es de este mundo de tan etérea, tan translúcida y tan de diosa de las antípodas.
 El caso es que va Esperanza, una pobre sexagenaria según se autodefine cuando le conviene, se autojubila hace tres años de presidenta madrileña para ver crecer a sus nietos, se percata de que se aburre que se mata ejerciendo de abuela y, justo ahora que ve pasar el tren de la alcaldía de Madrid por la puerta de su palacete, tiene que esperar a que un sin sangre gallego, por muy presidente del Gobierno y de su partido que sea, la señale con el índice como candidata.
 Pues sí, hombre, menuda es ella de ultraliberal y de mujerona para tener que esperar a que ningún varón que no sea Aznar I de España y vitalicio de FAES le de órdenes.
 Total, que como veía que le daban las uvas y Mariano sin decantarse, ha sido ella misma la que se ha plantado en la calle de Alcalá con la falda almidoná y los nardos apoyaos en la cadera, y ha puesto al jefe en el brete de tener que decirle que no a un caballo —perdón, yegua— ganador —perdón, ganadora— en plena carrera por la igualdad de oportunidades.
Ahora, para posfeminista radical, dueña de su destino y lideresa 3.0, la exalcaldesa de Alicante, Choni, perdón, Sonia Castedo
. Mientras que otras ilustres procesadas tragan carros y carretas y no renuncian ni aunque se lo pida de rodillas Su Majestad su hermano por no hacerle un feo al padre de sus cuatro hijos, la edila ha cortado por Facebook con sus 335.000 conciudadanos como quien corta por whatsapp con un maromo de una noche tonta. Talmente como la tal Chloé del anuncio de la colonia homónima, ahora que lo pienso.
 He bebido demasiado.

 

La edad del pavo, en digital.......................................................................... Luz Sánchez-Mellado

La generación menor de 15 años es la primera que inicia la adolescencia con móvil propio

Los padres, desorientados ante la poderosa atracción de sus niños por las redes sociales.

 

Sara, Sauditu, Hugo, Isa y Kacper muestran sus móviles. / Santi Burgos

Sara, de 13 años, está de morros con sus padres
. Se siente víctima de una injusticia. A pesar de sus buenas notas, han decidido confiscarle el móvil a las 11 de la noche, después de pillarla whatsappeando en la cama de madrugada
. Al principio, protestó, clamó, chantajeó.
 Ahora, es ella la que le tira muy digna el teléfono a su madre, autora de este reportaje, antes de anunciar, cual rea rumbo al patíbulo, que se va a la cama.
Sara era, dice su madre, “un bebé adorable”. Una niña risueña, cariñosa y siempre dispuesta a todo. Hasta que, súbitamente, mutó en la chica “contestona, indolente y alérgica a las efusiones” que describen hoy sus progenitores.
Una adolescente de libro.

Sara está en plena eclosión hormonal.
“Tengo un pavazo que no me tengo”, admite, entre ofendida y orgullosa
. Nada que no pasara en su día su hermana Irene, hoy casi una adulta oficial a sus 17 años y medio. La diferencia es que, mientras Irene cruzó la delicada frontera entre niñez y adolescencia acompañada del ordenador situado en el salón de la casa, Sara lo está haciedo con el mundo, su mundo, incrustado las 24 horas en la palma de su mano en la pantalla de su teléfono móvil.
Irene, siendo nativa digital, ha tenido que migrar del PC al móvil.
Sara, es nativa movildigital pura.
La edad del pavo siempre fue difícil, pero el nuevo pavo digital tiene desorientados a muchos progenitores que, como los de Sara, compraron el móvil a sus niños para tenerlos más controlados, y han terminado con sus hijos localizados, sí, pero abducidos por una pantalla en la que no saben muy bien qué hacen ni con quién.
“Les estáis dando un BMW y les dejáis conducirlo solos, sin carné ni seguro.
Vuestros hijos son digitales, y como vosotros no, renunciáis a controlarlos y a ponerles normas
. No vale. Si le dáis una herramienta, tenéis que conocerla.
 Si os preocupáis de saber quiénes son sus amigos en la vida real, hacedlo también en la digital”. Esther Arén, inspectora jefe de la Unidad de Participación Ciudadana de la Policía, usa un estilo deliberadamente provocador para advertir a los padres sobre los riesgos de Internet y las redes sociales en conferencias como la que imparte hoy en el Instituto Dámaso Alonso de Madrid, invitada por la dirección y la AMPA del centro.
El auditorio, padres y madres universitarios de clase media, recibe la charla asintiendo con la cabeza y sintiéndose personalmente aludido, según dirán luego
. “Algunos, os quedaríais de piedra al ver el vocabulario y las fotos que suben vuestros hijos a las redes.
No vale decir que no sabéis. Nunca es tarde. Se puede aprender a conducir a los 40.
 Habladles. Ponedles normas. Horarios. Haceos un perfil.
Ved a quién y quiénes les siguen. El móvil se lo pagáis vosotros, y el wifi. Que no os chantajeen con su intimidad.
Son vuestros hijos, son menores y son vuestra responsabilidad”, concluye Aren, de 45 años, urgida por los whatsapps que su hija, de 13, lleva enviándole hace exactamente el rato que mamá debería haber acabado de trabajar.
Parece que el control es mutuo.
Si mi madre se mete en  mi Instagram, está invadiendo mi intimidad
Sara, 13 años
Jesús Pernas, de 48 años, director del colegio público de Los Santos de la Humosa (Madrid), padre de un chico de 14 años, y consultor de redes y menores, tiene una visión diferente. “Si la policía tiene que venir a mi colegio, mal lo estoy haciendo como educador, y como padre”, explica.
 “Lo que es increíble es que Internet y las redes no estén presentes en el currículo escolar desde Primaria, cuando ocupa el 99% de su tiempo libre”, deplora
. Pernas no comparte la recomendación de Arén de espiar a los hijos.
 “Prohibirles y amenazarles es criminalizarles, reconocer nuestro fracaso e invitarles a mentirnos. Ellos buscan en la red lo mismo que nosotros a su edad: el amor, la reafirmación, la emoción.
 Un chico suele ser en la red como es en la vida real.
Ya no se sienten niños, están en un momento de búsqueda, han de decidir su camino.
Ahí es donde tienen que estar los padres. Ese es el verdadero abismo, lo de la brecha digital es una excusa.
Los padres hoy somos la generación XXL: nos viene todo grande. Hay que ponerte ante tu hijo y compartir su miedo.
Hacer con él un trabajo emocional. Si le conquistas en la vida real, lo tendrás en la digital.
 Lo que no vale es quitarles el móvil. No es el futuro, sino el presente”.
Hoy es viernes por la tarde y Sara ha quedado con sus amigos Hugo, Sauditu, Isa y Kacper en el jardín situado junto al antiguo parque de bomberos de Alcalá de Henares (Madrid), donde residen. Así, “Bomberos”, se llama el grupo de Whatsapp a través del que se han citado, y por el que se intercambian mensajes, fotos, vídeos, y emoticonos a discreción durante todo el tiempo en el que no están juntos, incluso estándolo.
 Aunque todos empezaron con el “móvil patata”, la terminal básica que sus padres les compraron a los 10 o 12 años para “tenerlos colocados”, hoy todos tienen móvil con Internet.
Ya son mayores.
 Además de Whatsapp, tienen perfil en Instagram —red de fotos y comentarios—, Snapchat —aplicación de conversación e imágenes que desaparecen a los 30 segundos— y Ask —red de preguntas y respuestas anónimas—, entre otras aplicaciones, juegos y redes. Menos para hablar, funden su tarifa en esas actividades
. Lo hacen porque les gusta “sentirse siempre con los amigos, enterarse de cosas, cotillear, y, sí, gustarle a la peña”. “A ti también te gusta que te sigan en Twitter”, espeta Sara a su madre.
Prohibirles y espiarles es admitir nuestro fracaso. Hay que acompañarles
Jesús Pernas, consultor de redes y menores
Salvo la reciente limitación horaria de Sara, y Hugo, a quien solo le dejan usarlo el fin de semana, todos usan su móvil sin injerencias paternas.
 Todos conocen a alguien a quien han insultado con epítetos como “maricón”, “bollera”, “foca” o “furcia” en las redes.
 Pero ellos, no. Todos suben fotos. Pero ninguna ligeros de ropa o en situaciones comprometidas, aunque el último cotilleo es que una conocida envió una foto desnuda a otro chaval, y acabó “rulando por todo Alcalá”.
 Todos saben los riesgos a los que se exponen. Pero todos “controlan”, aseveran con el gesto de superioridad de los adolescentes de toda época.
Sara aprovecha su público y cuenta, indignadísima, cómo su madre la “amenazó” con hacerse un perfil en Instagram para controlar sus fotos.
 “No confía en mí. No sé por quién me toma. Ni siquiera me deja ese poco de intimidad”, se duele, sin reparar en que cualquiera puede ver sus fotos en esa red.
 Sauditu, se solidariza con ella: “Yo tampoco quiero que me siga mi madre. Imagina que subo una foto y alguien comenta: “Me pones perraco”.
Yo sé que es una broma, y me hace gracia, pero mi madre lo malinterpretaría”.
—¿Y si lo dice un desconocido?
—Le ignoraría, y si sigue molestándome, le bloquearía, y punto.
Para Sara y sus amigos, la vida es simple.
 Pero la realidad es más compleja. Hay ciberacoso escolar.
Hay grooming, adultos que se hacen pasar por niños para lograr imágenes o favores sexuales. Hay niños que quedan con desconocidos.
Hay casos de adicción a las redes.
 Hay suicidios.
 Por haber, hay hasta expertos que aconsejan no permitir el uso del móvil hasta los 16 años, cuando el 83% de los chicos de 14 ya tienen uno.
La inmensa mayoría de los niños y adolescentes usan el móvil para comunicarse y divertirse sanamente.
 La supervisión, los límites y las normas paternas —recomendadas por todos— parecen estrategias de sentido común para atravesar esa edad, la del pavo, que solo se cura con el tiempo.
 Dice Ícaro Moyano, consultor digital, y antiguo ejecutivo de Tuenti, que “en Internet, no hay años humanos, sino años perro.
 Un año en la vida digital, es como cinco o seis en la vida real.
 Y tres o cuatro años son una generación”.
La que separa a Irene de Sara.