Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

6 dic 2014

La realidad asalta la ficción............................................................. Berna González Harbour

Ilustración de Fernando Vicente.

No nos llamaremos a engaño. Que la realidad es la materia prima más sustanciosa de la ficción es una verdad probada desde que la sabiduría popular tomó forma de Sancho Panza, por ejemplo, o el Essex, el ballenero hundido por un cachalote en 1820, se transformó en el Pequod en el tintero mágico de Melville. O para qué saltarnos siglos, milenios. Que Zeus raptara a Europa para traerla a Creta se explicaba por razones de belleza y de carácter (él era así), pero que con ella y sus hermanos llegara el alfabeto y nuevas ideas de Oriente no era sino la realidad escondida bajo la deslumbrante explicación mitológica.
También Madame Bovary, Oliver Twist o Anna Karenina nacieron para encarnar a personas que sufrían en zonas vitales donde habita la miseria o la imposibilidad del amor, fuera geográficamente en Francia, Inglaterra o la Rusia imperial. La lista podría no tener fin.
Es decir: siempre ha ocurrido.Pero algunas de las novelas más sugerentes que estos días se encuentran en las librerías están marcadas por un asalto firme y serio de la realidad a los teclados. La realidad ha agarrado a la ficción por la pechera y le ha sacudido unos guantazos que no le han dejado KO, no, sino que, por el contrario, la han espabilado. La novela no solo no ha muerto, como predijeron muchos, sino que se renueva y revive con una fortaleza inusitada. Y más herramientas. "La realidad siempre ha sido el carburante de la ficción, todo parte de ella", sostiene Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962), que ha logrado con éxito elegir un fragmento de la historia y darle un sitio en la literatura. Llevarlo del periódico a la librería.

"Lo que ocurre ahora son muchas cosas a la vez: estamos rompiendo determinadas barreras. La historia de la novela es la historia de cómo el género va apropiándose de todo lo que encuentra a su alrededor —la historia, la poesía, el ensayo y el periodismo— y al hacerlo se transforma". Tras convertir en novelas clave la supervivencia del falangista Rafael Sánchez Mazas y el golpe del 23-F (Soldados de Salamina y Anatomía de un instante), Cercas ha elegido a Enric Marco, el hombre que se hizo héroe simulando ser víctima del nazismo, para recrear el engaño en su nueva obra, El impostor (Literatura Random House). El autor sitúa en un plano la novela del siglo XIX, que funcionó de forma eficaz para contar historias, pero que "casi ha monopolizado en los dos últimos siglos nuestra idea de novela" —"no sé si dará más de sí", dice—; y en otro plano el modelo previo, "más libre, más plural, cervantino, que concibe la novela como un gran banquete". Ahora, asegura, no se trata de regresar al pasado, sino de "avanzar, de aprovechar toda la experiencia histórica combinando la geometría y el rigor del modelo flaubertiano con la libertad, la flexibilidad y la pluralidad genérica del modelo cervantino. Ese es mi ideal". En ese gran banquete de la novela, dice, se trata de aprovechar el fastuoso abanico de posibilidades y de hacerlo con libertad. Y piensa en Coetzee, en Knausgård y en Carrère. Volveremos a ello.
De momento, es Antonio Muñoz Molina quien discrepa de las generalizaciones y de una visión de la novela del siglo XIX como "previsible y canónica". "En el siglo XIX y desde entonces hay una experimentación increíble en la novela, desde Balzac a Flaubert, este cambia constantemente en sus propias novelas. Miremos a Conrad, o James Joyce a Tolstói o Dostoievski. La realidad se ha contado siempre en la novela. El Lazarillo se presenta como autobiografía o ahí tenemos a Robinson Crusoe. Pero la novela siempre ha jugado con parecerse a la realidad o con introducir elementos de la realidad. En el Quijote aparece el bandolero que atemoriza Cataluña. Forma parte del panel de atracciones que tiene el arte de la novela: mezclar ficción con realidad".
"La idea de verosimilitud de la novela tradicional ha caducado. Y se sustituye por la veracidad
Carlos Pardo
Muñoz Molina (Úbeda, 1956) se ha apuntado con fuerza a la tentación y además lo ha hecho por vía doble: incorpora la realidad propia y la ajena. El autor ha novelado la huida del asesino de Martin Luther King y lo ha combinado con la propia exploración de sus inicios como escritor, como padre, como marido fallido y como enamorado. El resultado: Como la sombra que se va (Seix Barral). Y cita a Carrère —"demostró las posibilidades novelescas de lo real", a Chaves Nogales con su Juan Belmonte, a Tolstói introduciendo a Napoleón en su obra o a Pérez Galdós con sus Episodios Nacionales. "Lo que hacemos Cercas o yo tiene continuidad con elementos que han estado en la literatura, la interrelación ficción y no ficción ha estado siempre". "Toda novedad es solo olvido", dice Cercas evocando a Borges. "La novedad hay que buscarla en la tradición".
Lo han hecho muchos grandes, sí, recuerda Jorge Herralde, editor de Anagrama y por tanto orgulloso defensor de ese Emmanuel Carrère que redibuja y mantiene transitable el camino que antes abrieron otros. "En los sesenta y setenta, en plena ebullición del Nuevo Periodismo, Norman Mailer (La canción del verdugo, Los ejércitos de la noche) y Truman Capote (A sangre fría) popularizaron la novela de no ficción y estos años hay un renovado interés por esta aproximación narrativa. Anatomía de un instante de Cercas es uno de los ejemplos más brillantes". Herralde cita los casos de Carrère, Deville, Lola Lafon, que enlaza la vida de la famosa gimnasta Nadia Comaneci con el régimen de Ceaucescu en La pequeña comunista que no sonreía nunca, y a Jean Echenoz, que asociaba en Correr el destino del atleta Zátopek con el aplastamiento de la Primavera de Praga a cargo de los tanques rusos. "Y son ejemplos de cómo la no ficción, la intrusión de la realidad, trabajada literariamente con el talento requerido, ha vigorizado, a veces espectacularmente, la trayectoria de destacadísimos escritores", concluye el editor.
Enric Marco, personaje de 'El impostor', la última novela de Javier Cercas.
"Toda buena novela quiere sonar a verdad", defiende también Juan Cerezo, editor de Tusquets. "Y saturados de ficción, o de los trucos de cierta ficción, muchos novelistas recurren a la crónica, la autobiografía, a la documentación para incrementar la eficacia de la verosimilitud. La autoficción, que fue motivo de exploración metaliteraria en tantas novelas, se ha ido convirtiendo en autoconfesión como estrategia necesaria de credibilidad. El narrador testigo es ahora narrador personaje y muchas veces objeto de autoanálisis en paralelo y confundido con la historia que quiere contar, sin ocultar su punto de vista o su implicación emocional en lo que cuenta". Así lo han hecho Luis Landero en El balcón de invierno, Pérez Andújar en Paseos con mi madre o, ahora, Gonzalo Celorio en El metal y la escoria, una historia personal de emigración a México que pronto llegará a España y que se ha convertido en una de las novedades más comentadas estos días en la Feria del Libro de Guadalajara.
Muñoz Molina y Cercas son los abanderados más destacados de la temporada, pero en la misma harina amasan sus novedades Ignacio Vidal-Folch, que vuelve al encanto y las fracturas que se produjeron en la Europa del Este tras la caída del comunismo, o Carlos Pardo, que ha ensayado un desnudo integral del desvencijamiento de su familia al estilo de Knausgård combinado con la alegórica ruta a pie de Juan Sebastian Bach hacia su destino.
"Sí hay una evolución", sostiene Carlos Pardo (Madrid, 1975). "La idea de verosimilitud de la novela tradicional ha caducado. Y se sustituye por la veracidad. Se busca el efecto de realidad. Y esa sustitución de lo verosímil por lo veraz ha venido para quedarse". El autor de El viaje a pie de Johann Sebastian (Periférica) tiene como referencias de esta nueva forma de escribir a Coetzee y Naipaul. "Cuando fracasan las sociedades cerradas, la comunidad, empieza la biografía, y empieza la pregunta por la realidad y la identidad", defiende. "Ese género que se estabiliza en el siglo XIX es propio de sociedades cerradas. En las sociedades abiertas como las actuales, en que las herramientas de la ficción se las han llevado las campañas políticas, los falsificadores de nuestro tiempo, lo que le queda a la novela es plantearse qué es verdad y no verdad, cómo se construye la verdad y cómo la ficción sirve para dar sentido a la realidad".
Los periódicos y la televisión han superado a la novela, hay una crónica novelística detrás del sumario de Bárcenas
Naipaul, por ejemplo, pasa de escribir novelas a autobiografías, o crónicas o libros periodísticos cuando "le caduca la forma de la novela". Carlos Pardo recuerda referencias básicas de todas las épocas y países, desde Stendhal a Flaubert o a Paul Léautaud o a André Gide, pero cree que ha sido una tendencia especialmente infravalorada en España. "Ha sido un género postergado para el canon español, que ha sido pacato y timorato. Las crónicas de Azorín eran obras maestras, pero él y otros han sido vistos como escritores que no eran buenos novelistas. Si hubieran sido alemanes sus obras habrían sido consideradas buenas novelas".
Muñoz Molina viaja en tres planos temporales mientras bucea en su pasado y el del asesino, y Carlos Pardo parece utilizar el tiempo no exactamente como forma de ordenar, sino como excusa para desbrozar las frustraciones. "Vivimos la dictadura de lo actual y lo anacrónico te obliga a pensar históricamente. Acudir a ese viaje de Bach me dio la oportunidad de dar una vuelta a ese juego de espejos que es la literatura".
Ignacio Vidal-Folch (Barcelona, 1956) viaja del presente a la revolución del Este en busca de una verdad que explique lo que les pasa y nos pasa, y coloca la ejecución de Nicolae y Elena Ceaucescu, portentos de la tiranía desenmascarada, como plato estrella de una película cuya repetición los ha convertido en una especie de nuevos iconos pop al estilo de Micky y Minnie Mouse. Su novela Pronto seremos felices (Destino) explora a esas personas que no son noticia, pero que la sufren.
"La realidad es una proyección del deseo y necesitamos la fantasía para completar la historia. Mi punto de vista con mis herramientas hace una realidad y si la contara otro desde su punto de vista resultaría otra", sostiene Vidal-Folch. "Excepto el quién mató a quién o la verdad indiscutible de una guerra, el resto está sustentado en el ensueño, la fantasía, la duda".
Elena y Nicolae Ceaucescu, personajes de Ignacio Vidal-Folch.
La diferencia con el pasado, afirma, es que tenemos mucha más información y la capacidad para fantasear está más controlada. "Hay libertades que tenían en el siglo XIX que no tenemos en el XXI, pero a cambio tenemos más caudal de información, de verdad científica".
Ese caudal de información recopilada muy visible en El impostor de Cercas, por ejemplo, es una de las claves que ayudan a explicar esta tendencia acelerada de novelar noticias, realidades y que despierta las preguntas sobre la distancia entre la crónica y la ficción. ¿Era Anatomía de un instante o es El impostor una crónica o novela? ¿Qué convierte en novela entonces un relato que a simple vista podría ser una crónica?
Muñoz Molina escribe en los pliegues más íntimos de su novela: "La literatura se hace con lo que existe y con lo que no existe". Y Cercas escribe dentro de la suya: "La realidad mata, la ficción salva".
Y ambos tienen claros los límites.
"Que algo se convierta en novela no depende de que sus elementos sean reales o no, sino de la construcción que lo convierte en novela, de un discurso narrativo autónomo al mezclar la experiencia del asesino con la mía", sostiene el autor de Úbeda. "La frontera entre narración y crónica es muy exacta, es la misma que entre ficción y no ficción: la libertad. Si hiciera un reportaje hay libertades que no podría tomarme. La novela te da libertad de usar la realidad como tú quieres y una sola gota de ficción la convierte en ficción. En periodismo la única libertad es solo organizar los hechos de una manera, y es escasa. Cuando tú haces un texto histórico o de no ficción no tienes libertad, mientras la novela te da el grado de libertad que quieras. Responde a necesidades distintas".
Cercas, que imprime un ritmo vertiginoso, muy periodístico, a su novela, también tiene clara la línea: "Lo que distingue a la literatura es la ambición formal —la certeza de que a través de la forma se puede acceder a una verdad a la que no se puede acceder de ninguna otra manera— y un género se distingue de otro por las preguntas que se hacen y las respuestas que se dan. La pregunta que yo me hago ante el 23-F no es la pregunta de un ensayista o un historiador, sino la de un novelista: ¿por qué se queda sentado Adolfo Suárez en su escaño mientras las balas zumban a su alrededor? Lo mismo pasa con la pregunta que me hago ante el caso de Marco o el fusilamiento de Sánchez Mazas. Y en todos estos casos la respuesta también es novelesca: no hay respuesta, es decir, no hay una respuesta clara, nítida, taxativa, sino poliédrica, ambigua y contradictoria, como la propia realidad. Hay infinidad de respuestas y cada lector puede sacar la suya. La novela es una pregunta cuya respuesta solo la tiene el lector".
En un ensayo, sostiene Cercas, tienes que concluir; en un artículo, también. Y cuando a Umberto Eco le preguntan por qué se pone a escribir novelas a los 50 responde: "Para no concluir".
El profesor José-Carlos Mainer aseguró que la novela del siglo XIX se midió con el afán totalizador de la ciencia. La del XX, con la filosofía. Y la del XXI parece medirse con la información. "El relato de hoy sale de caza, se remueve inquieto en los límites de la imaginación y merodea, a falta de otras presas, en las páginas de los periódicos" (EL PAÍS, 30 junio de 2011). Y eso incluye los viejos periódicos y búsquedas en pasados próximos como los de Almudena Grandes o Ignacio Martínez de Pisón. O en los más recientes, como Manuel Vicent, que prepara una novela sobre el Rey a partir del ralentizado retrato de Antonio López (Alfaguara). O la mexicana Guadalupe Nettel que en un solo instante ancla la ambiciosa nave que había echado a volar, Después del invierno (Anagrama), en el atentado de la maratón de Boston. En su caso es un momento solo, casi un suspiro, pero el artefacto toma tierra y ayuda al lector a regresar. El horror siempre pudo ser mayor.
Toda buena novela quiere sonar a verdad
Juan Cerezo, editor de Tusquets
"Lo cierto es que ahora estamos bombardeados por más información que nunca. ¿Da la novela respuesta a esto? Puede ser, no lo sé", concluye Cercas. "Los periódicos y la televisión han superado a la novela, hay una crónica novelística detrás del sumario de Bárcenas o del ingreso de Pantoja en la cárcel, y al consumidor de noticias le gusta, lo devora, y piensa para qué voy a leer una novela si los periódicos ya me divierten", sostiene Pardo.
El debate sobre ficción y no ficción dura tanto como la literatura y quizá, como dijo Günter Grass: "Este asunto es un sinsentido. Tal vez les resulte útil a los libreros para clasificar los libros por género. Siempre he imaginado una suerte de comité de libreros reuniéndose para decidir cuáles deben ser ficción y cuáles no. ¡Diría que lo que hacen los libreros es ficción!".
Quién sabe. Tal vez todo esto, incluida la anunciada muerte de la novela, también es ficción. Y la única verdad sea, en palabras de Cercas, que: "Si la novela está muerta —cosa que se dice casi desde que está viva—, la culpa es nuestra por no aprovechar todas las posibilidades que abrió Cervantes, que nos dio un género en el que cabe todo. Esa fue su genialidad".

Retrato de familia................................................. Boris Izaguirre

Mientras doña Sofía admiraba el cuadro de Antonio López, en Miami aparecía Corinna, que burbujea como si fuera 'champagne' que se convierte en mujer.

Ante la visión del retrato de la Familia de Juan Carlos I, una obra de arte por fin completada por Antonio López después de 20 años de gestación, el Rey emérito bromeó con los periodistas, revelando que en un principio no le había gustado nada. Tras dos décadas de creación con los consiguientes cambios efectuados por el pintor, empezó a gustarle más. Doña Sofía fue más simple y la calificó de una verdadera obra de arte. Y realmente acertó: sin estar presentes todos los elementos, personas, incidentes que transformaron ese retrato, en el resultado todos nos damos cuenta de que 20 años dan para mucho.
Tanto y tantas cosas han pasado en esa familia, que en el cuadro lo que resalta es esa luz, entre fantasmal y minimalista, cargada de la esencia de la década de los noventa. Es tanta esa esencia, que uno puede sospechar que López pudiera haber pintado el cuadro en un mismo día. Y ocultado el lienzo 20 años para contrarrestar la leyenda del Retrato de Dorian Gray. Mientras a la familia real le sucedía de todo en estos 20 años, el cuadro iba rejuveneciendo y rejuveneciendo hasta estar casi vivo. Y permanecer como lo único tangible, perfecto de ese tiempo en que fuimos un país lleno de pujanza. Con tanto dinero y porvenir que nadie imaginó que algún día todo se resquebrajaría. Cuando fuimos una auténtica obra de arte. Quizás eso fue lo que quiso decir doña Sofía.
Mientras doña Sofía admiraba la verdadera obra de arte que la tiene a ella como una de sus protagonistas, en Miami, la princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein acudía perfectamente despeinada a la cena que las ediciones europeas de la revista Vanity Fair, entre ellas VF España, ofrecían en la feria de arte Miami Art Basel, junto con la casa de subastas Philipps. O sea, el arte reúne a reinas de la sociedad internacional. De cerca, en la realidad, Corinna es un encanto. Burbujea, como si fuera un tipo de champagne que se convierte en mujer. Expresiva, vivaz, una profesional, mantiene distintas conversaciones con los que la rodean. Da la bienvenida a un nuevo miembro de su mesa al mismo tiempo que despide a una pareja de otra, en otro idioma. Todo en ella es súper social, coqueto, divertido. En definitiva, es otro tipo de reina.
Corinna zu Sayn-Wittgenstein junto al director y pintor Julian Schnabel, en la cena de 'Vanity Fair' en Miami. / CORDON PRESS
La mesa de Corinna era la más observada y nutrida de dinero y talento. Uno de los anfitriones de la velada, el consagrado pintor y director de cine Julián Schnabel, estaba a su lado, vestido con un pijama, el atuendo que habitualmente estrena en cenas de este tipo. Corinna le hablaba, lógicamente, como si fuera el rey de la noche. En un momento dado, estreché su mano y ella, encantadora, ofreció su mejilla. Le felicite por su histórica entrevista en el ¡Hola! “Solo quise dejar claro mi respeto hacia el Rey”, me dijo, sin abandonar su sonrisa y sus ojos fijos en los míos. Nada de drama, acritud, sino una manera abierta de abordar el tema. O cualquier otro. “Creo en la confianza, estoy convencida que es lo primero que percibes de una persona y lo último que pierdes”, explicó en un inglés muy suave, la feminidad de su voz otra muy efectiva arma. Claramente, estaba ganándose mi confianza, desvelando su sutil manera de delimitar su territorio y sus poderes. Detrás mío se formaba una fila de admiradores y curiosos, Corinna se levantó, posó perfectamente para los fotógrafos un par de segundos, no como yo que me gusta quedarme 20 o 30 minutos haciéndome fotos. Otra princesa alemana, presente en la fiesta me susurró: “Ese despeinado perfecto cuesta 1.000 dólares de peluquería más el vuelo de tu peluquero y un asistente”. Solo en Miami Art Basel puedes oír algo así. Como si leyera mi mente, que estoy seguro de lo que hizo, Corinna volvió hacia mí a despedirse. “Hasta pronto”, afirmó en su cómplice castellano, sonriendo con la mirada.
La vida es también una obra de arte y te cambia cuando conoces a Corinna. No solo te hace sentir más próximo a la realeza y a la jet set sino que te hace pensar en esas mujeres que poseen y gestionan el don de tenerlo todo menos a la historia de su parte. Pero es justamente eso lo que les permite un hueco en la misma. Corinna me recordó a Rosalind Fox, el personaje de mi última novela, Un jardín al norte, una mujer capaz de transformar su vida en esa verdadera pero irreal obra de arte. Cuando bajé de la nube, me percaté que no le había preguntado qué pensaba del esperado retrato.
Esta semana, ha sido la violencia la que ha retratado al deporte rey, el fútbol. Esa violencia, lamentablemente, ha teñido de sangre y molestia los titulares. Cuando se ven las imágenes, grabadas por un vecino, de la batalla campal entre hinchas del Atlético de Madrid y el Deportivo, uno piensa que cualquier cosa puede encender nuestra ira y que en el fútbol a los ultras se les ha consentido casi de la misma manera que en los partidos políticos se hizo con los corruptos. Coincide el ingreso del señor Fabra en prisión con la promesa del Atlético de no dejar entrar en sus instalaciones a los ultra. Un cuadro que nos retrata sin arte.

 

Ante la visión del retrato de la Familia de Juan Carlos I, una obra de arte por fin completada por Antonio López después de 20 años de gestación, el Rey emérito bromeó con los periodistas, revelando que en un principio no le había gustado nada. Tras dos décadas de creación con los consiguientes cambios efectuados por el pintor, empezó a gustarle más. Doña Sofía fue más simple y la calificó de una verdadera obra de arte. Y realmente acertó: sin estar presentes todos los elementos, personas, incidentes que transformaron ese retrato, en el resultado todos nos damos cuenta de que 20 años dan para mucho.
Tanto y tantas cosas han pasado en esa familia, que en el cuadro lo que resalta es esa luz, entre fantasmal y minimalista, cargada de la esencia de la década de los noventa. Es tanta esa esencia, que uno puede sospechar que López pudiera haber pintado el cuadro en un mismo día. Y ocultado el lienzo 20 años para contrarrestar la leyenda del Retrato de Dorian Gray. Mientras a la familia real le sucedía de todo en estos 20 años, el cuadro iba rejuveneciendo y rejuveneciendo hasta estar casi vivo. Y permanecer como lo único tangible, perfecto de ese tiempo en que fuimos un país lleno de pujanza. Con tanto dinero y porvenir que nadie imaginó que algún día todo se resquebrajaría. Cuando fuimos una auténtica obra de arte. Quizás eso fue lo que quiso decir doña Sofía.
Mientras doña Sofía admiraba la verdadera obra de arte que la tiene a ella como una de sus protagonistas, en Miami, la princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein acudía perfectamente despeinada a la cena que las ediciones europeas de la revista Vanity Fair, entre ellas VF España, ofrecían en la feria de arte Miami Art Basel, junto con la casa de subastas Philipps. O sea, el arte reúne a reinas de la sociedad internacional. De cerca, en la realidad, Corinna es un encanto. Burbujea, como si fuera un tipo de champagne que se convierte en mujer. Expresiva, vivaz, una profesional, mantiene distintas conversaciones con los que la rodean. Da la bienvenida a un nuevo miembro de su mesa al mismo tiempo que despide a una pareja de otra, en otro idioma. Todo en ella es súper social, coqueto, divertido. En definitiva, es otro tipo de reina.
 

5 dic 2014

Las tres vidas de Isabel Preysler............................................................. Boris Izaguirre

Tiene el poder de una marca -su propio nombre- y la tentación de traicionar de cuando en cuando esa imagen de perfección que la gobierna.

Imagen del artículo

Isabel Preysler posa para Jonathan Becker y Vanity Fair Jonathan Becker
Lleva cuatro décadas subida ala fama y, a punto de cumplir 60 asombrosos años, desvela los episodios más sorprendentes de tres matrimonios, cinco hijos y una vida que encierra varias. ¿Quién es Isabel, la mujer que se esconde bajo el mito Preysler?
El portal en la avenida de Miraflores en Puerta de Hierro, Madrid, ofrece un aspecto infranqueable pero, curiosamente, se abre apenas detecta la llegada de un visitante y accedemos a un largo paseo flanqueado por altísimos cipreses. Isabel Preysler, su propietaria, se parece mucho a esa puerta: hermética, pero con la extraordinaria capacidad de saber cuándo abrirse y cuándo volver a cerrarse.
Me han pasado cosas muy dolorosas, pero no creo que sea necesario hacerlas públicas.
 

No es precisamente amiga de entrevistas.
“La idea que la gente pueda tener de mí no la voy a poder cambiar… Por ejemplo, incluso en mi aspecto físico: ayer, mientras hacíamos estas fotos, Jonathan Becker me dijo que parecía muy frágil pero que estaba claro que era muy fuerte”. Preysler me mira intensamente: “Me dieron ganas de contestarle: ‘¡no lo sabes tú bien!”. Y culmina la frase con una estupenda sonrisa, la mítica, inimitable sonrisa Preysler
. Admirada de cerca, la exquisita hilera de dientes tiene varias propiedades: resguarda, distrae y permite a su dueña seguir adelante con cualquier cosa que piense, organice y disponga.

Más tarde estaremos sentados en la biblioteca, el corazón de una de las casas que más curiosidad despierta en Madrid y que cuando se inauguró en los años noventa suscitó estupendos artículos periodísticos que criticaban a su propietaria.
 Se contabilizó el número de habitaciones, desde los cuartos de baño a la caseta del perro.
 De nuevo Preysler era mucho más que su propia leyenda. Llamaba la atención por esa mezcla de belleza, inteligencia y un cierto morbo por estar casada con uno de los políticos más relevantes de la democracia española
. Y hablaban de ella, sobre ella, a raíz de ella y, como siempre, las explicaciones las guardaba detrás de ese portal con poderes telepáticos.

En la biblioteca, volúmenes de todas las materias: física, Egipto, Grecia, filosofía de la ciencia y biografías de presidentes norteamericanos desde Roosevelt a Clinton, las obras completas de Voltaire, novelas de Pérez Galdós y de Vargas Llosa…
 Todo en un aparente —pero falso— desorden, propio de las bibliotecas muy vividas, que se extiende hasta el inmenso hall de entrada. Hay un retrato de Preysler de Luis Pinto Coelho que, como el original, no ha envejecido.

Tiene un punto posmoderno que puede identificarla muy bien
. Ha pedido que nos traigan sándwiches con ensalada de pollo porque los hacen estupendos en esta casa. Los colocan en la mesa del centro de la biblioteca, delante de los sofás color camel. Preysler aún no ha hecho acto de presencia.
 Es perfeccionista y superorganizada, pero no es puntual. “No lo puedo evitar, lo siento. Hago esfuerzos increíbles para serlo, pero no puedo. No soy puntual”.

La espera sirve para investigar más en la biblioteca, en el jardín (ya recogido para los meses de frío) que se atisba desde los ventanales y, al fondo, el salón principal, el comedor y, más allá, un cuarto de grandes cristaleras con un fondo de bambúes en donde a Isabel le gusta a veces dar sus cenas.

Se escuchan sus pasos porque tiene un andar firme y también muy femenino
. Cuando estás delante de ella, impacta siempre su presencia, definitivamente pulida, y su estatura, más alta de lo que se puede adivinar en sus fotos.
 Y después de su belleza, encanta aún más la manera afectuosa que tiene de aproximarse
. No lleva una sola gota de maquillaje, viste vaqueros que parecen hechos a medida en una tienda de Nueva York que John Travolta y ella comparten, y unas botas de Jimmy Choo que ella misma certifica de dos temporadas atrás.
 Comenta las flores que han llegado de esta revista agradeciendo la sesión de fotos, indica exactamente el jarrón donde quiere colocarlas, se instala en la supermasculina y elegante butaca Eames y empieza a preguntar sobre lo que está pasando en el país, en la ciudad, en mi vida y en la de otros amigos en común, informada de todo pero con avidez de más detalles, más verdad, más información.
 Tiene una opinión para cada cosa, desde Sarkozy hasta Obama, un fenómeno que ha seguido intensamente. “Tú sólo piensa que en un momento dado este hombre puso de acuerdo a la mayor parte de Estados Unidos: hispanos, orientales, anglosajones y gente de color”.
Hoy se muestra desanimada ante la pérdida de fuelle del presidente norteamericano. “¡Para qué vamos a hablar de política…!”, se medio excusa, dibujando la sonrisa con la que termina la mayoría de sus frases.

 

La ‘Chanson’ en diez clásicos........................................................ Carles Gámez


La cantante francesa Françoise Hardy, en 1968 / ap

Bajo el genérico de Chanson se funde una canción que aúna el acento lírico y la solidez interpretativa sin renunciar a su proyección popular.
 Una Chanson que, bebiendo en las fuentes de la tradición, ha recorrido desde las orillas más intelectuales hasta los ritmos más contemporáneos y mestizos. Esta antología de la Chanson transita por los últimos 60 años de la música francesa a través de algunos de los creadores que han forjado esa edad de oro de la melodía tricolor.
 Apuntemos algunos: Georges Brassens, Jacques Brel, Léo Ferré, Serge Gainsbourg, Boris Vian o el heterogéneo Henri Salvador. Junto a ellos, los intérpretes de aquella nueva ola juvenil, Françoise Hardy, Jacques Dutronc, entre otros, que sin proponérselo escribieron su continuación bajo la bandera del rock y el pop.
La antología avanza hasta la actualidad, Jane Birkin, Alain Bashung, recogiendo sus últimos herederos, Benjamin Biolay, Vanessa Paradis, Calogero, Zazie, que han reescrito cada uno a su manera esa canción “con cara y ojos” que hace más de 80 años ponía en pie un cantante y compositor llamado Charles Trenet aquí no incluido.
 Este es un repaso a diez de sus clásicos.

La Chanson de Prévert. (Serge Gainsbourg, 1961)

Creador sin límites, Serge Gainsbourg acabaría ensanchando las fronteras de la Chanson a los más diversos géneros y expresiones.
 Tomando un clásico como Las hojas muertas de Jacques Prévert y Joseph Kosma, Gainsbourg reflexiona sobre el amor y la huella del tiempo, y de paso, sobre la propia magia de la canción para guardar la memoria de los sentimientos.
http://youtu.be/nRJn0hnIyyc

Le deserteur. (Boris Vian, 1956)

Balada antibelicista que el escritor –y cantante puntual– Boris Vian escribe como denuncia de la guerra colonial que el ejército francés realiza en el sudeste asiático.
Censurada, prohibida su radiofusion, la canción continuará su camino y acabará convertida en uno de los grandes himnos pacifistas de la música popular del siglo XX como proclama insumisa contra todas las guerras y sus ejércitos.
http://youtu.be/gjndTXyk3mw

Tous les garçons et les filles. (Françoise Hardy, Roger Samyn, 1962)

Con ecos de la canción Un jour tu verras de Mouloudji, Françoise Hardy abanderaba melódicamente la generación juvenil de los sesenta. Los jóvenes tomaban la calle cogidos de la mano, la revolución biológica se ponía en marcha y Françoise Hardy instauraba un nuevo modelo de cantante juvenil, donde se fundían la naturalidad y la sofisticación con un aire de eterna melancolía.
 http://youtu.be/0aLoezucIzk

Dis, quan reviendras-tu? (Barbara, 1962)

Las referencias a Edith Piaf y Juliette Gréco la acompañaran en sus inicios aunque el tiempo acabará desvelando el secreto: Barbara había llegado al mundo para no parecerse a nadie. Bella y misteriosa en su largo vestido negro. Durante cerca de medio siglo –hasta su desaparición en 1997– los espectadores se dejan seducir por “la magia Barbara” esa voz extraña y persuasiva que parece cantar al oído de cada uno ellos. Cuando el espectáculo ha finalizado y las luces del teatro se han encendido, un público puesto en pié sigue cantando: Dis, quan reviendras, tu?.

 http://youtu.be/3PdwfO6LotY

La Chanson des vieux amants. (Jacques Brel, 1967)

Aunque Brel había dejado grabado la mayoría de sus principales masterworks en ese momento de su carrera musical, el compositor belga volvía a dar en la diana para contarnos la historia de los viejos amantes –Serrat tomará buena nota– que a fuerza de ternura y complicidad van reemplazando la primera pasión amorosa.
 Brel, maestro en transformar la canción en cuadros melódicos, nos dejaba este retrato lleno de ternura de esos seres que al final de sus vidas se siguen amando y perdonando las debilidades del otro.
 http://youtu.be/H1DpjXQUDsI

La plus belle pour aller danser. (Charles Aznavour, Georges Garvarentz, 1964). Sylvie Vartan.

La Chanson, gracias al trabajo de marquetería melódica –y literaria– de la pareja Aznavour-Garvarentz, se fundía con la nueva ola ye-yé de la canción francesa. Sylvie Vartan recibía uno de los mejores regalos de su carrera musical: ser la protagonista de ese momento en la vida donde se funden por primera vez los sueños de amor de los adolescentes sobre la pista de baile.

 http://youtu.be/QkcanI1mvCk

Les cornichons. (Nino Ferrer, 1966)

La figura de Nino Ferrer se vio a menudo desenfocada por el éxito de sus canciones más “descerebradas” para un autor capaz de crear melodías tan sublimes como Un año de amor o Le sud. Les cornichons pertenece a su obra más desenfadada, esa mirada satírica de la vida moderna que el cantante era capaz de dibujar como si se tratara de una viñeta de cómic a ritmo de soul o rock para contarnos, como aquí, una frustrada jornada de pícnic.

Paname. (Léo Ferré, 1961)

Si hay una ciudad celebrada por la música y las canciones esta sin duda es Paris. La Chanson, casi como un subgénero, ha confeccionado un extenso y variado repertorio a la gloria y las miserias de la ciudad del Sena. Léo Ferré se encuentra entre sus autores de cabecera, aunque solo sea por un titulo como Paris canaille o este Paname donde el cantante creador volvía a rendir tributo amoroso a la ciudad que le había consagrado finalmente como artista

.http://youtu.be/S8l8-aic780

Et moi et moi et moi. (Jacques Lanzmann, Jacques Dutronc, 1967)

La combinación de un escritor como Jacques Lanzmann y de un intérprete como Jacques Dutronc acabó produciendo una de las sociedades más estimulantes de la canción francesa en la década de los sesenta. Dutronc le inyectaba dosis de inteligencia y sarcasmo a la canción juvenil con su porte de dandi insolente y centrifugaba con humor la moda ye-yé.

http://youtu.be/YJbbG-zgyBQ

Votre fille a 20 ans. (Georges Moustaki, 1967). Serge Reggiani

Una primera carrera como actor que acabará desembocando en la canción siguiendo el camino de otros intérpretes. Serge Reggiani, como antes Yves Montand o la misma Juliette Gréco ejemplifica el modelo de cantante-intérprete que encontrará en las melodías y textos de la Chanson un excelente campo expresivo y cuya herencia llega entre nosotros con el recordado Ovidi Montllor. Gracias a Moustaki, Serge Reggiani dispone de titulos como Ma liberté, Sarah o esta balada nostálgica de una madre viendo como se escapa el tiempo en el cuerpo de su hija

http://youtu.be/BfEJoqg0HFs…