Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

1 dic 2014

¿Qué necesidad tiene usted de leer a los clásicos?.......................................... Juan Cruz

Un nueva colección busca quitarles la naftalina de modo que uno pueda entrar a un Julio Verne como si se tratara de un Ken Follet.

 

Expositor del Ministerio de Cultura Mexicano en la FIL / Saúl Ruiz

En 1924 el ministro más extraordinario que ha tenido la cultura en México, José Vasconcelos, lanzó una colección de clásicos que causó un impacto muy duradero en la educación lectora de este país. Su sucesor muchos años después, el intelectual, y ahora otra vez político, Rafael Tovar y de Teresa, presidente de Conaculta, el ministerio mexicano de la cultura, ha acometido parecida tarea.
Y el pasado domingo, en la sala Mariano Azuela (Los de abajo) de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, se presentó la colección.
Ricardo Cayuela, a quien en España se recuerda por su etapa poniendo en marcha entre nosotros la edición española de Letras Libres, es el segundo de a bordo de Tovar y de Teresa, y tiene de éste el encargo de la editorial de este ministerio
. Él presentó la colección, que ha sido elaborada (como es habitual en la edición de clásicos) con títulos que están fuera de derechos, de modo que no compiten con las editoriales comerciales de libros.
Ahí habrá escritores hispanoamericanos y extranjeros, desde Julio Verne o Robert Louis Stevenson al argentino Esteban Echeverría.
 Este último título le dio escalofríos, los escalofríos de la coincidencia, a uno de los presentadores de la colección, el también argentino Martín Caparrós.
Resulta que hace años, en su libro La sombra de Águila, Carlos Fuentes (que en la feria es como un laico patrón al que se rinde homenaje cada tres palabras) hizo que Caparrós, su joven amigo, apareciera como ente de ficción, al mando de un grupo terrorista que respondía al también falso nombre de El Matadero. Y El matadero, precisamente, es este clásico de Echeverría, que vivió poco más de cuarenta años en el siglo XIX y que, en palabras del propio Caparrós, fue antiperonista antes de que existiera Perón.
 El Matadero, como las historias de Herodoto, son volúmenes que adornaron los olores de la adolescencia de Caparrós
. El domingo, revivió el escritor argentino ese tiempo y esos olores exhibiendo ante el público el volumen de Echeverría.
Los clásicos son en efecto imprescindibles; pero nos los enseñaron en las escuelas como si fueran aceite de ricino
Coincidencias aparte, Cayuela convocó a Caparrós y a Alberto Barrera, novelista venezolano, ganador del premio Herralde, y como algunos de sus compatriotas más conspicuos autor de guiones de telenovelas, para que explicaran por qué demonios hay que leer a los clásicos. Barrera quiso asistirse del ya clásico libro de Italo Calvino (que explica en un texto célebre qué utilidad real tiene leer estos grandes libros del pasado), y Caparrós, cronista y novelista que en esta feria presenta su voluminoso, y escalofriante, Hambre, sobre la miseria en el mundo, bromeó con un robo: hasta hace nada los clásicos eran “los libros significativos e imprescindibles sin los cuales alguien no era una persona culta”, pero ahora los clásicos son, por ejemplo, los Madrid - Barça, “uno de los cuales acabo de ver en Madrid”.
Pero ahí están los clásicos, son en efecto imprescindibles; pero nos los enseñaron en las escuelas (en España, por ejemplo) como si fueran aceite de ricino o la consecuencia de esa fórmula ya conocida: la letra con sangre entra
. Lo que quieren Cayuela y sus colegas editores de Conaculta es quitarle a los clásicos la naftalina a la que han olido y ofrecerlos como si fueran novedades editoriales, que se mezclen bajo demanda con lo que hay en las librerías y en las bibliotecas, “relacionando así la actualidad con el legado”.
 Para ello los despojan de notas (excepto las imprescindibles) y de prólogos u otros estudios, de modo que uno puede entrar en un libro de Julio Verne como si (ejem) uno se adentrara en una obra de Ken Follet.
Para nutrirlos se sirven de un comité internacional de escritores (no necesariamente de expertos en educación) que tienen la misión de romper el canon, de aportar títulos que quizá nadie antes consideró que debieran estar en los corsés de colecciones así, de manera que la colección sea también una forma de renovar la nomenclatura y de aportar a la historia de la lectura títulos que se habían muerto sin necesidad ninguna.
En la Universidad de Guadalajara (cuya biblioteca dirige el gran Fernando del Paso, y que está consagrada al nombre de Octavio Paz) tiene una cátedra de Fomento de la Lectura, algo insólito en nuestro mundo (español).
 Esta colección y esa cátedra ponen los dientes largos, por lo menos, a los que en nuestro país (y en otras latitudes, dijo el citado Martín Caparrós, argentino que pone en duda el hábito lector que se atribuye a sus compatriotas) creemos que el Gobierno hace precisamente lo contrario de promover que se lea, y que se lea precisamente a los clásicos.
La colección de clásicos viene a responder a la pregunta: ¿por qué demonios leer a los clásicos? Pues porque si no los lees tú te los pierdes, y si te los pierdes sabes menos que quienes se los han leído. ¿Y para qué saber?
 Bueno, el interrogante es tan infinito como la propia ignorancia de la que parten esas dichosas preguntas.
Sobre la mesa, cantos de vida y esperanza, de Rubén Darío, las Fábulas de Samaniego, La Regenta de Clarín, Lo que no se debe decir, de Larra… Yo empezaría por Darío, ¿uy usted? ¿o usted de los que piensa para qué demonios hay que leer a los clásicos?
Y ¿Porqué no empezar con la Divina Comedia?
Desde pequeña leí a los clásicos, en una colección de Aguilar especial para niños, Empecé con las novelas ejemplares de Lope de Vega, claro que me gustaba leer y pude leer a Oscar Wilde, no sabía que era pecado, por eso de la lista negra que me enteré más tade.

Sanchos que intentan ser quijotes.............................por Arturo Pérez-Reverte

La RAE lanza una versión de la obra de Cervantes adaptada por Arturo Pérez-Reverte

El novelista y académico explica el proyecto a dos estudiantes de bachillerato

Lisbeth Tipantasig, Arturo Pérez-Reverte y Rodrigo del Campo en la sala de plenos de la Real Academia Española, en Madrid / Alejando Ruesga

Lectores implacables, los jóvenes no se dejan impresionar por el canon. Lisbeth Guadalupe Tipantasig Chato y Rodrigo del Campo Grijalbo comentan sin complejos las virtudes y defectos de El sí de las niñas, una de las lecturas obligatorias de 2º de bachillerato. Es lo que estudian ambos en el IES Cervantes de la calle de Embajadores, un histórico instituto madrileño —Antonio Machado fue allí profesor de francés— donde al autor del Quijote se le conoce como “el jefe”. Mientras atraviesan el paseo del Prado, Lisbeth (nacida en Quito, Ecuador, hace 18 años) y Rodrigo (nacido en Madrid hace 17) mezclan en la conversación a Leandro Fernández de Moratín con la cantante Rihanna (favorita de ella) y el grupo de heavy metal WarCry (favorito de él), Miguel Strogoff, No abras los ojos, Bailando con lobos y Downtown Abbey.
Convocados por Babelia, se encuentran en la Real Academia Española con Arturo Pérez-Reverte, que les enseña la biblioteca deteniéndose en los 28 tomos originales de la Encyclopédie. La RAE pidió un permiso especial para comprar la obra de Diderot y D’Alembert cuando estaba prohibida en España, y esa peripecia, revela el escritor, será objeto de la novela que publicará el año que viene. Su última empresa, no obstante, ha sido medirse, por encargo de la Academia a la que pertenece desde 2003 (silla T), con el jefe del canon español, el Quijote. Se trataba de preparar una versión “para uso escolar” y el resultado, que acaba de llegar a las librerías, se presenta en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México).
Lisbeth, lacónica, y Rodrigo, locuaz, leyeron el año pasado una antología de la novela. En la llamada sala de pastas de la RAE, Arturo Pérez-Reverte explica que su adaptación es otra cosa: “En la Academia nos dimos cuenta de que antologías hay muchas y buenas, pero ningún Quijote como este. En la novela hay un montón de cuentos, digresiones e historias complementarias —el curioso impertinente, la de Dorotea…— que te sacan de la trama fundamental de Don Quijote y Sancho. En tiempos de Cervantes era normal porque esas aventuras insertas en las narraciones eran muy del gusto del lector, pero un lector moderno se pierde. Por eso decidimos podar del texto original todo lo que distrae de la trama básica. Pero en lugar de dejar los cortes, decidimos añadir enlaces como si Cervantes lo hubiera escrito así”.
“O sea, que has reescrito el Quijote”, le dice Rodrigo. “No, no”, matiza el autor de El francotirador paciente. “No podía reescribir a Cervantes. Cuando he eliminado un pedazo he añadido una frase para que hubiese una continuidad y no se notara el corte. Cosas del tipo: ‘Mientras tanto ocurrió que…’. Son pequeñas aportaciones sin importancia que además están tomadas del vocabulario cervantino. Para entendernos, lo he cosido con un hilo que es del propio Cervantes, no mío”.
Chistes viejos pero graciosos
Pérez-Reverte, cuenta, leyó por primera vez las aventuras del hidalgo manchego a los ocho años y en otra antología, la de la editorial Luis Vives: “Está vinculado a mis primeros recuerdos como lector. Luego lo leí completo con 15 años y ya he sido siempre lector habitual del Quijote. Cuanto más lo conoces, más lo disfrutas. Igual que hay libros que lees y dices: ya. Cuanto más sabes lo que dicen don Quijote y Sancho, más te interesa que lo digan como lo dicen. Es como encontrarte con dos amigos cuyos viejos chistes te siguen haciendo gracia”.
"Cuanto más sabes lo que dicen don Quijote y Sancho, más te interesa que lo digan como lo dicen"
Cuando se le pregunta cuál era su idea del Quijote antes de leerlo, Rodrigo salta como un resorte: “Yo es que tengo un problema: de pequeño vivía en Alcalá de Henares y allí sabes que te cae seguro. Vas a la casa de Cervantes, todo se llama Don Quijote y Sancho…”. ¿Y Lisbeth? “Yo tenía esa idea de que el Quijote es un libro difícil de leer y de comprender ya que estaba escrito en castellano antiguo. Luego me di cuenta de que no, aunque algunas palabras tenía que consultarlas en las notas a pie de página, lo que te obligaba a releer el fragmento”. “Eso le pasa a mucha gente”, interviene Pérez-Reverte. “Yo todas las palabras que creía que no se entendían las actualicé. Por ejemplo, jaldes en armas jaldes. Jaldes son amarillas o gualdas, y gualdas se entiende. A veces no llegaba y trabajé con el filólogo Carlos Domínguez Cintas. Procuré que el lector se orientara también por el contexto. La única nota se puso para decir quién fue Avellaneda, el autor del Quijote apócrifo. De todos modos, personas muy cultas y muy leídas también tienen que recurrir al diccionario. La ventaja es que el Diccionario de la Real Academia tiene todas las palabras de Cervantes. Es una de las normas: que todo Cervantes esté en el DRAE. Por cierto, ¿qué concepto tenéis de Cervantes como persona”. “He leído que tuvo un lío de faldas”, responde Rodrigo, “que tiene que huir, que combate en Lepanto y queda manco, que está preso en Argel… Es aventurero porque intenta ir a América y derrotista porque se queda en España, pero ese derrotismo ha dado todas sus obras. La vida lo ha desengañado, siempre ha estado persiguiendo un montón de sueños y cuando sienta la cabeza dice: ‘Vamos a escribir algo de lo que habría querido vivir”.
“Bien visto”, añade Pérez-Reverte, “porque, ¿sabes?, nadie pone lo que no tiene. Ni en el amor ni en la literatura. Si uno no tiene eso dentro no puede ponerlo. Y Cervantes lo tenía”.
Rodrigo del Campo, Lisbeth Tipantasig y Arturo Pérez-Reverte en la sala de pastas de la Real Academia Española, en Madrid. / Alejandro Ruesga
Después de hablar de la importancia en la novela de asuntos humanos y divinos como el humor del escritor o la amistad entre los personajes, la conversación desemboca en la locura de Don Quijote. Se impone la teoría de que no estaba realmente loco. Lisbeth defiende esa tesis con firmeza pero con cuatro palabras: “Se hace el loco”. Días más tarde desarrolla el argumento por correo electrónico: “Solo se hace el loco para lo que le conviene. Para otras cosas está totalmente cuerdo. Don Quijote estaba más cuerdo que todos. Su locura es una excusa para llevar a cabo todas esas aventuras que había leído en los libros de caballerías”. Tirando del hilo de la locura como máscara de libertad, añade: “Si se lo tuviera que recomendar a algún amigo, le diría algo así como: ‘Un libro como el Quijote nos ayuda a sentirnos libres y no darle importancia a lo que la gente piense”.
Un hidalgo en el 15-M
Tomándolos como arquetipos, ¿quiénes serían hoy Don Quijote y Sancho? “Sancho, un alcalde”, dice Lisbeth. “Un alcalde bueno, no corrupto. Eso se encuentra poco”, añade Rodrigo, que prosigue: “Don Quijote es una personalidad tan compleja que podrías asociar a su afán de luchar por los desfavorecidos a un colectivo. Podría ser el 15-M”. Y Pérez-Reverte: “Yo creo que Sancho es lo posible, lo real. A Sancho te lo encuentras en la calle, en lo malo y en lo bueno. Don Quijote, sin embargo, es el ideal. El camino es el que va de Sancho a Don Quijote. Sancho es un labrador que solo piensa en llenar la tripa y la compañía de Don Quijote lo mejora, lo hace superior, admirable, heroico a veces. La lección de Cervantes es que Don Quijote es el espíritu que debe guiar a los Sanchos, pero que es Sancho quien debe hacer el trabajo: quien se moja, quien se mancha, quien pelea, quien debe cambiar. Por eso es más difícil encontrar un Quijote”. “Tal vez seamos un Sancho que intenta ser Quijote”, remata Rodrigo.
"Es conmovedor que incluso de viejo Cervantes esté más orgulloso de Lepanto que del Quijote"
De vuelta al Siglo de Oro, la curiosidad de los estudiantes lleva la charla a la serie de El capitán Alatriste. Concretamente a El sol de Breda —la favorita de Rodrigo, aficionado a los temas militares— y a la escena de la quema de la biblioteca. “Eso lo he visto yo, no me lo han contado”, explica el creador del capitán. “Fui reportero muchos años en países en guerra y vi arder casas y bibliotecas. La de Sarajevo, por ejemplo. Pensaba en ella cuando escribí esa escena. En Sarajevo, en mitad del caos, la gente iba a la biblioteca a salvar los libros”. Inmersos en la guerra, el famoso discurso de las armas y las letras no tarda en aparecer: “Cuando Cervantes escribe el Quijote ha fracasado en el teatro. La poesía daba prestigio y el teatro daba dinero. La novela era menor. Cervantes es un fracasado, pero su orgullo es haber sido soldado. Es conmovedor que incluso de viejo esté más orgulloso de Lepanto que del Quijote. El respeto por lo que fue le permite soportar el fracaso de lo que es”.
“Hay incluso un guiño en ese hombre que viene de Argel y que ha combatido en Lepanto”, recuerda Rodrigo. “El cautivo”, apunta Lisbeth. “Eso me lo he cargado”, avisa Pérez-Reverte. “Ayer lo estuve releyendo por si se me olvidaban cosas”, prosigue el chico sin inmutarse. “No me había fijado la primera vez. Pensé: ‘Mira, un año después veo cosas que no había visto”. “Yo tengo 63 años y lo he leído entero 3 veces, y a trozos, no sé, 15, 20. Y todavía encuentro cosas nuevas. Por eso es grande. El Quijote es un libro que envejece contigo. Hay reflexiones que no había visto porque era incapaz de verlas. Ahora, con mi edad, con mis canas, con mi experiencia, con mi vejez, con mi decadencia física, comprendo mejor”.
Don Quijote de La Mancha. Miguel de Cervantes. Edición de la Real Academia Española adaptada por Arturo Pérez-Reverte. RAE / Santillana. Madrid, 2014. 592 páginas. 10,95 euros (digital: 6,95).

 

Un partido de profesores........................................................ Félix de Azúa

Desde luego, como todo lo de PODEMOS es manipulado, ahora lo que debe ser bueno resulta malo para los que estando en el gobierno y otros partidos resulta que hasta Errejón su beca se la dieron a dedo, todo molesta y eso ya es "Algo positivo" como no se puede decir nada malo y los que pedieron la opurtinadad de unirse y hacer un frente común de Izquierdas se cargan a sus dirigentes porque son sobradamente preparados.....
Son Profesores Universitarios....y   ¿Qué???
Félix de Azúa es escritor.y tonto, dice que ha dado clases 30 años y no se le ocurrió nada hasta que sale PODEMOS?? pues peor para usted...

30 nov 2014

Muere Mark Strand, poeta de la ausencia.............................................................. Vicente Jiménez

El escritor y pintor norteamericano fallece en Nueva York a los 80 años.

El poeta Mark Strand con el escritor mexicano Octavio Paz en 1995. / AP

Mark Strand se murió en Brooklyn cuando el invierno, ausente todavía, comienza a asomar su luz esquiva.
 Fue el sábado, en pleno puente de Acción de Gracias, con frío en la ciudad y nieve en los suburbios, los únicos días del año en que la metrópolis se muestra ausente, casi silenciosa, desarraigada, como si fuera víctima de una suerte de extrañamiento.
 Mark Strand, de 80 años, se murió cuando Nueva York más se parece a su poesía.
“En un campo/ yo soy la ausencia / de campo. / Esto es / siempre así. / Donde sea que esté / yo soy lo que falta. / Cuando camino /parto el aire / y siempre / el aire ingresa / a llenar los espacios / donde ha estado mi cuerpo./ Todos tenemos / razones / para movernos. / Yo me muevo / para dejar las cosas intactas”, escribió en su primer poemario, Durmiendo con un ojo abierto (1964).
Strand pasó sus últimos años en España, en Madrid, en su casa de la calle Monte Esquinza, donde convivía con la marchante de arte Maricruz Bilbao.
 Cuando el cáncer asomó en la pasada primavera, regresó a Nueva York con su hija Jessica, fruto del primero de sus dos fracasados matrimonios, tal vez en busca de esos paisajes urbanos ralos y silenciosos de Edward Hopper, pintor al que tanto admiró y al que dedicó uno de sus principales ensayos.
 “Los cuadros de Hooper son los de un viajero que pasa por ahí y mira a quienes están dentro. Sus cuadros te enfrentan con fragmentos aislados de una narrativa”, declaró a Andrea Aguilar en una entrevista que EL PAÍS publicó en 2010.

Pintor poeta y poeta pintor, Strand escribía como pintaba y pintaba como escribía. En corto, meditabundo, en busca de las emociones ordinarias
Pintor poeta y poeta pintor, Strand escribía como pintaba y pintaba como escribía. En corto, meditabundo, en busca de las emociones ordinarias. Chus Visor, su editor en España, habla de su minuciosidad, de su búsqueda de las cosas concretas, de aquello que podía ocurrir a su alrededor, siempre a la caza del “cálculo exacto de la palabra”.
Pese a que la poesía de Strand guarda algo de ese silencio que dejan las nevadas, entre la meditación y la contemplación, vivió su vida con plenitud, acompañado de un físico imponente, entre Paul Newman y Clint Eastwood.
 Nació en Prince Island, en Canadá, en 1934
. Su condición insular no le impidió ser un viajero impenitente, alentado desde niño por continuos traslados debidos a la condición de directivo de Pepsi Cola de su padre
. Pasó su infancia en Cleveland, Halifax, Montreal, Nueva York y Filadelfia.
 Siendo adolescente, estuvo en Colombia, México y Perú, donde aprendió un español suficiente para leer y entender a Rafael Alberti y Octavio Paz, poetas ambos a los que tradujo.
 Ya de adulto pasó largas temporadas en Brasil, Italia y España, donde alternaba su afición por los toros con su gusto por la comida y largas conversaciones en las tabernas.
Su primera pasión fue la pintura.
 Como reconoció más tarde, la idea de convertirse en poeta, no figuraba en su cuadro de mando inicial.
 Pero fue durante su licenciatura en Bellas Artes en Ohio, en 1957, cuando descubrió las palabras. Estudió poesía italiana en Italia en 1960 con una beca Fullbright.
 En los años setenta ya era un poeta reconocido, aunque los galardones llegaron más tarde: Poeta Laureado de Estados Unidos en 1990 y Premio Pulitzer en 1999, entre otros.
 Deja 12 libros de poemas, además de relatos, ensayos y libros infantiles.
 Su últimas creaciones fueron collages, expuestos este otoño en Nueva York.
 Su último libro, una antología de su obra poética, también se publicó este año.
Con Mark Strand se va uno de los poetas más personales y admirados de Estados Unidos, un creador de la muerte, el vacío y la ausencia, una voz mística en un cuerpo mundano
Strand describió su territorio poético en una entrevista de 1998 como “el yo, el borde del yo y el borde del mundo”
. “El tiempo transcurre rápidamente, / nuestras penas no se transforman en poemas, / y lo invisible permanece como es. / El deseo havolado, / dejando sólo un rastro de perfume tras de sí”, escribió en Tormenta de uno, uno de sus libros más importantes.
Con Mark Strand se va uno de los poetas más personales y admirados de Estados Unidos, un creador de la muerte, el vacío y la ausencia, una voz mística en un cuerpo mundano, irresistiblemente abierto al mundo y en permanente despedida.
 “Me vacío de los nombres de los otros. Vacío mis bolsillos. / Vacío mis zapatos y los dejo al lado del camino. / Cuando se hace de noche atraso los relojes. / Abro el álbum de fotos familiares y me miro de chico. / ¿De qué sirve? Las horas hicieron su trabajo. / Digo mi propio nombre. / Me despido” (Más oscuro, 1970).