Nueve amigos del Nobel le rinden homenaje en la inauguración de la FIL de Guadalajara.
En la misma mesa en la que Gabriel García Márquez se sentó en 2008
para no decir ni una palabra, en un homenaje a Carlos Fuentes al que
honró con su silencio, se sentaron este sábado nueve de sus amigos a los
que se les llenó la boca con su nombre
. El Nobel colombiano volvió a ayudar este año a abrir la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, como tantas veces hizo en vida. Gabo colgó el cartel de “cupo lleno” en la sala Juan Rulfo igual que en 2007 cuando dijo aquello de: “¡Cuánto queremos a Álvaro Mutis!”.
Porque como contó su amiga y escritora Ángeles Mastretta “morirse no será lo suyo, morirse para García Márquez va a ser más difícil de lo que lo fue para Aureliano Buendía”.
El escritor volvió al corazón de la FIL, que tantas veces visitó en vida, convertido en un ser inmortal. Volvió a arrancar los aplausos de sus últimas visitas, que hoy hay que buscar en Youtube y que de tan largos y tan sonoros hacían que el escritor se llevara la mano la cara en señal de vergüenza, como un niño que no acepta los elogios
. Al igual que aquella vez en 2008 en la que llegó, se sentó al lado de Fuentes y sonrió.
Eso le bastaba para enamorarlos a todos.
"Somos la mesa más afortunada del mundo", dijo Claudio López de Lamadrid, director editorial de Penguin Random House, al comienzo del homenaje.
Entonces se dejó de hablar de García Márquez, muerto en abril de este año, y se empezó a hablar del Gabo.
Del periodista, el escritor, el amigo, el maestro.
Del "peor conductor del boom y del postboom" y del que nunca se perdía una "parranda vallenata". De aquel que en las cenas pedía pescado y una copa de champaña y al terminar preguntaba:
"Y ahora, ¿dónde la seguimos?".
Jaime Abello Banfi, director de la Fundación Nacional de Periodismo Iberoamericano (FNPI) que el propio escritor fundó, contó la historia de éxito de un fracaso, un capítulo poco conocido del hombre del que se cree que ya se sabe todo. Gabriel García Márquez vivió con la obsesión de fundar un periódico.
“No quiero que se me recuerde por Cien años de soledad ni por el premio Nobel, sino por el periódico
. Nací periodista. Quiero que hagamos el mejor diario de América Latina (...) que nunca nos rectifiquen”, le dijo una vez a su colega antioqueño Darío Arizmendi, tal y como recoge éste en su libro Gabo no contado, publicado este año.
Lo más parecido a cumplir su sueño llegó cuando tenía 24 años, un año antes de escribir La Hojarasca.
Fundó Comprimido, un diario gratuito que salió a las calles de Cartagena de Indias durante seis días en 1951
. El último editorial, de su propia mano, decía así: "Comprimido dejará de circular desde hoy, aunque solo de manera aparente. (...) Desde este mismo instante, éste empieza a ser el primer periódico metafísico del mundo".
"Gabito fue un hombre perseverante, que se preocupaba por educar, un hombre muy pragmático, él era 90% de realismo y 10% de mágico.
Al final nunca pudo hacer el periódico, pero creó una fundación para que alguien, algún día, haga el periódico que soñó", remató Abello Banfi.
Las anécdotas las fueron poniendo uno a uno el escritor y guionista cubano Senel Paz, la Secretaria General Iberoamericana, Rebeca Grynspan, la editora del Grupo Planeta Doris Bravo, la editora española Pilar del Río, el escritor colombiano Jorge Franco o la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes de México, María Cristina García Cepeda, que recordó como el autor decía que "Cien años de soledad es un vallenato de 400 páginas y El amor en los tiempos del cólera un bolero de 380".
Las palabras del Nobel vuelven a llenar hoy Guadalajara como antes lo llenaban sus silencios. García Márquez vuelve un año más a marcar la salida de la fiesta de la literatura.
No hay Feria del Libro sin Gabo.
. El Nobel colombiano volvió a ayudar este año a abrir la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, como tantas veces hizo en vida. Gabo colgó el cartel de “cupo lleno” en la sala Juan Rulfo igual que en 2007 cuando dijo aquello de: “¡Cuánto queremos a Álvaro Mutis!”.
Porque como contó su amiga y escritora Ángeles Mastretta “morirse no será lo suyo, morirse para García Márquez va a ser más difícil de lo que lo fue para Aureliano Buendía”.
El escritor volvió al corazón de la FIL, que tantas veces visitó en vida, convertido en un ser inmortal. Volvió a arrancar los aplausos de sus últimas visitas, que hoy hay que buscar en Youtube y que de tan largos y tan sonoros hacían que el escritor se llevara la mano la cara en señal de vergüenza, como un niño que no acepta los elogios
. Al igual que aquella vez en 2008 en la que llegó, se sentó al lado de Fuentes y sonrió.
Eso le bastaba para enamorarlos a todos.
"Somos la mesa más afortunada del mundo", dijo Claudio López de Lamadrid, director editorial de Penguin Random House, al comienzo del homenaje.
Entonces se dejó de hablar de García Márquez, muerto en abril de este año, y se empezó a hablar del Gabo.
Del periodista, el escritor, el amigo, el maestro.
Del "peor conductor del boom y del postboom" y del que nunca se perdía una "parranda vallenata". De aquel que en las cenas pedía pescado y una copa de champaña y al terminar preguntaba:
"Y ahora, ¿dónde la seguimos?".
Jaime Abello Banfi, director de la Fundación Nacional de Periodismo Iberoamericano (FNPI) que el propio escritor fundó, contó la historia de éxito de un fracaso, un capítulo poco conocido del hombre del que se cree que ya se sabe todo. Gabriel García Márquez vivió con la obsesión de fundar un periódico.
“No quiero que se me recuerde por Cien años de soledad ni por el premio Nobel, sino por el periódico
. Nací periodista. Quiero que hagamos el mejor diario de América Latina (...) que nunca nos rectifiquen”, le dijo una vez a su colega antioqueño Darío Arizmendi, tal y como recoge éste en su libro Gabo no contado, publicado este año.
Lo más parecido a cumplir su sueño llegó cuando tenía 24 años, un año antes de escribir La Hojarasca.
Fundó Comprimido, un diario gratuito que salió a las calles de Cartagena de Indias durante seis días en 1951
. El último editorial, de su propia mano, decía así: "Comprimido dejará de circular desde hoy, aunque solo de manera aparente. (...) Desde este mismo instante, éste empieza a ser el primer periódico metafísico del mundo".
"Gabito fue un hombre perseverante, que se preocupaba por educar, un hombre muy pragmático, él era 90% de realismo y 10% de mágico.
Al final nunca pudo hacer el periódico, pero creó una fundación para que alguien, algún día, haga el periódico que soñó", remató Abello Banfi.
Las anécdotas las fueron poniendo uno a uno el escritor y guionista cubano Senel Paz, la Secretaria General Iberoamericana, Rebeca Grynspan, la editora del Grupo Planeta Doris Bravo, la editora española Pilar del Río, el escritor colombiano Jorge Franco o la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes de México, María Cristina García Cepeda, que recordó como el autor decía que "Cien años de soledad es un vallenato de 400 páginas y El amor en los tiempos del cólera un bolero de 380".
Las palabras del Nobel vuelven a llenar hoy Guadalajara como antes lo llenaban sus silencios. García Márquez vuelve un año más a marcar la salida de la fiesta de la literatura.
No hay Feria del Libro sin Gabo.