Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

11 nov 2014

El gigoló que enamoró a los hombres influyentes.......................................Iñaki Laguardia

El libro 'Best-kept boy in the world' descubre la figura del gigoló Denham Fouts, amante de reyes y artistas y numen de escritores como Truman Capote o Gore Vidal.

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Denham Fouts.
Media docena de novelas dan muestra de la influencia de Denham Fouts en la obra de algunos escritores estadounidenses del siglo XX.
 Su nombre inspiró un puñado de personajes literarios, conquistó y arrancó el corazón de quienes lo siguieron y, como toda estrella fugaz, vivió intensamente y murió joven
. Su celebridad en los círculos literarios se desarrolló lejos de toda mirada intrusa que pudiera desbaratar la magia de aquella personalidad.
La editorial Riverdale Ave Books acaba de reeditar el libro Best-kept boy in the world, del ensayista Arthur Vanderbilt, que recoge la azarosa vida sentimental del gigoló Denham Fouts.
Nació en 1914 en Florida, recaló un tiempo en Washington D.C. y con 18 años se estableció en Nueva York.
 Sus atributos físicos y una buena educación le sirvieron para ganarse la confianza de los hombres más influyentes.
"Era un homme fatal, un tipo que tenía que haber escrito sus memorias y nunca lo hizo", dijo Gore Vidal en una ocasión.
 Era como el personaje de Tadzio en Muerte en Venecia, de Thomas Mann; la Lolita de Nabokov, o la tormentosa mitad de Gatsby en la novela de F. Scott Fitzgerald.
Un poderoso imán de estructura apolínea que mercadeó con sus encantos y pasó su vida de cama en cama.
El escritor Truman Capote fue uno de sus mejores amigos y se inspiró en él para escribir la novela Plegarias atendidas –su última venganza contra la alta sociedad–.
 Aquel libro contaba las desventuras de un chapero de lujo cuyas virtudes se cotizaban muy bien entre una élite compuesta por "monstruos perfectos".
En la novela se entremezclan el fulgor de una casta descastada y sus inevitables miserias. Capote dispara a matar en un teatro en el que cabe todo el mundo, de Greta Garbo a Peggy Guggenheim.
 No fue el único que se valió de la historia vital de Fouts para crear.
 En 1956 Gore Vidal escribió un libro de relatos llamado A thirsty evil: Seven short stories, basado en la vida del gigoló.

 

10 nov 2014

La mirada íntima de Snowdon


La mirada íntima de Snowdon
Lord Snowdon con la princesa Margarita de Inglaterra, en su motocicleta Norton, en el año 1959

Su obra es el mejor testimonio de la sociedad (y la moda) inglesa de los últimos 60 años. Su hija, Frances von Hofmannsthal, repasa el archivo y los recuerdos de un fotógrafo sin artificios.

«Recuerdos», repite lady Frances von Hofmannsthal al otro lado del teléfono al hablar de Snowdon. A life in View (Ed. Rizzoli), el libro que ha editado junto con su padre y que recoge imágenes del amplio e influyente archivo de este fotógrafo que, durante seis décadas, ha capturado todos los aspectos de la sociedad británica. 

 Retratos de la reina Isabel II [fue elegido fotógrafo oficial de la corte con solo 25 años], estampas de la alta sociedad inglesa, láminas documentales de la vida en las calles de Londres, producciones de moda, instantáneas familiares… «Crecí en la casa, sobre el estudio [en Kensington], rodeada de todo lo que envuelve una sesión de fotos: la gente llegando al plató, la peluquería y el maquillaje, el asistente, los libros de registro –con anotaciones de todas las citas–, las cámaras…

 Cuando llegaba del colegio, entraba sigilosamente en el pequeño set y lo observaba todo sin hacer ruido.

 A mi padre le gusta trabajar en completo silencio», cuenta Von Hofmannsthal (1979), hija de Antony Armstrong-Jones, primer conde de Snowdon (de 84 años), y Lucy Mary Lindsay-Hogg, segunda esposa del artista tras su divorcio de la princesa Margarita de Inglaterra.

«Siempre me fascinó su manera de trabajar. Este libro es una forma de preservar y compartir la historia que hay detrás de cada lámina.
 Quería que las imágenes cobraran vida. Por eso, en lugar de seguir un orden cronológico, imaginamos el volumen como si fuera una revista, con secciones distintas y artículos de colaboradores.
 Gente que tenía relación con mi padre –como Grace Coddington [directora creativa de Vogue USA] o Patrick Kinmonth [director de ópera]– o creía que podía apreciar su obra y aportar una visión especial, como Suzy Menkes o Tom Ford [a quien su padre fotografió en los 90 para la edición británica de Vogue]».
«Había oído hablar de su legendario encanto y su estilo, pero no estaba preparado para ese destello en sus ojos que a tantos sujetos había embelesado con su objetivo. Tony es un seductor. […] Si lo hubiera conocido en los 60, habría sido una obsesión», escribe Tom Ford, quien dedica al fotógrafo palabras como «caballero vestido de tweed», «mod», «playboy», «macho biker»…
Dicen que su estudio es su mejor autorretrato
. «Quizá lo más peculiar sea el espacio en sí. Es tan reducido que todo parece estar dispuesto al milímetro. Solos mi padre, el objetivo, el modelo, un único asistente, los focos, la luz natural y unas pocas herramientas.
 No suena música, no se oye ruido ni hay millones de personas merodeando por el plató. No tiene nada que ver con una producción actual de moda. Parece más bien el local de un retratista de la vieja escuela; nada es intimidatorio», describe su hija.
 
La mirada íntima de Snowdon
lman en el estudio de danza de Arthur Mitchell en Harlem, Nueva York, 1984

«Cuando contemplas sus retratos, tienes la sensación de ser testigo de algo muy íntimo», nos dice Von Hofmannsthal. «La serie de fotografías de Dior es un auténtico logro», escribió Audrey Withers en 1957, cuando era editora de Vogue; «porque, aunque es una persona encantadora, es verdaderamente tímido delante de la cámara, y puedo imaginarme lo que debió de suponer romper esa barrera».
 Según su hija, «tiene una habilidad especial para revelar lo que otros son incapaces de ver», analiza de un hombre del que dicen que es tan perspicaz como meticuloso, discreto y brillante. «A través de sus imágenes [realistas y sin artificios] quiere llegar a la esencia, dar voz a la persona que tiene delante
. Ya sea un actor o un enfermo en un psiquiátrico [como muestra el reportaje que realizó para Sunday Times Magazine en 1968]. Es constante en su determinación cuando se trata de defender los derechos de los demás. Y ese tesón está presente también en todos sus retratos.
 No cesa hasta que consigue desmontar (y desnudar) la personalidad de quien está ante su objetivo».

.Las modas más atrevidas a menudo pasan factura.



  •  Las modas más atrevidas a menudo pasan factura. Claro que unas más que otras. Porque no es lo mismo sentir un bochorno sonrojante al desempolvar fotos de los 80 con peinado mullet y hombreras tipo Locomía que acabar en el quirófano porque aquellos aros étnicos gigantes que te han dilatado el lóbulo hasta el hombro. 
    El retrato robot de quien acude al cirujano para reparar los estragos auriculares de juventud suele responder al mismo patrón:
     “Presentan más piercings en otras zonas del cuerpo y, por lo general, también buscan soluciones para eliminar el rastro de haberlos llevado. Además son pacientes que con frecuencia presentan tatuajes múltiples”, apunta el doctor Javier Moreno Moraga, director de Instituto Médico Láser
    “Te plantean abiertamente que necesitan eliminar las secuelas de una época de su vida en la que vivían plenamente una cultura y una estética que ahora no encaja con su estilo de vida”. ¿Lo piden más hombres o mujeres?
     “La moda de los aros gigantes y los piercings extremos se ha ido extendiendo a hombres y mujeres prácticamente por igual, por ello el volumen de pacientes masculinos y femeninos que demanda su reparación es similar”, responde Moreno.
    Se realiza mediante anestesia local. Este procedimiento debe llevarse a cabo en un quirófano para evitar infecciones. Es importante que quien lo practique sea un cirujano habituado con la técnica. De esta manera, los resultados son estupendos”, explica el cirujano plástico Rubén García Guilarte
     El proceso viene a durar una media hora por lóbulo y, a grandes rasgos, lo que se hace es eliminar la piel que se ha dado de sí irremediablemente y suturar el lóbulo para que vuelva a tener una forma convencional.
     “Esta cirugía se lleva a cabo con material microquirúrgico, es decir, instrumental quirúrgico mucho más pequeño del convencional
    . Por ejemplo, las suturas son las mismas que se emplean para reparar terminaciones nerviosas. Se retiran al cabo de 5 a 7 días”. Como siempre que se trata de poner el pie en un quirófano lo de encomendarse a un buen profesional no es tontería: 
    “Es importante que se extirpe bien toda la piel interna en ese fragmento de lóbulo que se va a suturar.
     Así evitamos que un pequeño fragmento pueda quedar enterrado en la zona de la cicatriz y dé origen a un quiste de inclusión epidérmica”, advierte el doctor Miguel Chamosa, cirujano plástico y actual presidente de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Estética y Reconstructiva (SECPRE).

    La buena noticia es que hay vida coqueta después de la cirugía
    . Vamos, que la paciente (o el paciente) podrá volver a llevar pendientes, aunque de tamaño comedido
    . “A los 30 días pueden volver a realizarse un orificio para pendientes de poco peso en la oreja”, apunta Moreno. Y como es una zona no sometida a tracciones la cicatrización no suele revestir mayores dificultades. Por eso al cabo de poco tiempo, resulta imperceptible.

    Y ahora, la pregunta del millón: y esto, ¿cuánto cuesta?
     El doctor Chamosa proporciona una horquilla entre 300 a 700  euros por lóbulo mientras que García-Guilarte cobra 600 por lóbulo más otros 500 por gastos de quirófano.
     En Instituto Médico Láser estiman el precio según la complejidad de la intervención (o sea, según el grado de deterioro del lóbulo en cuestión). Pero la factura estará entre 900 y 1.500 euros.Dilataciones de lóbulos que salen caras

El buen morir.......................................................................... Rosa Montero

La vejez extrema está siendo a menudo extremadamente penosa, solitaria, incapacitante.

Mi padre, que llevó con enorme dignidad, coraje y alegría una enfermedad deteriorante que terminó amarrándole a una bombona de oxígeno y una silla de ruedas, siempre repetía una conocida frase: “Nadie es tan joven como para no poder morir al día siguiente ni tan viejo como para no poder vivir un día más”
 . Le consolaba recordar este dicho porque su gusto por la vida era legendario. Era una de esas personas, mi madre lo es también a sus 93 años, capaces de disfrutar con la mera contemplación de una nube que se deshilacha.
Hace falta mucho valor para soportar las traiciones del cuerpo, el marchitamiento de la salud, el constante empequeñecer del futuro y de sus posibilidades. Si tienes la gran suerte de llegar a viejo, la vida te va quitando todo
. Pero algunos hombres y mujeres siguen ahí, incólumes, serenos, guerreros formidables de la existencia, gozando de sus horas hasta el final.
 Admiro su temple y su inmensa capacidad de adaptación.
Viniendo de dos padres tan valientes, yo he salido sorprendentemente cobardilla.
 O quizá, más que cobardilla, vehemente, voraz e inadaptable
. No soporto la pérdida. No soporto la decadencia. No soporto crecer
. Me gustaría poder decir que, con los años, se aprende a convivir con el tiempo que te deshace, pero, la verdad, yo no he aprendido.
 Y me temo que hay muchísima gente que es como yo.
 Ya lo decía Oscar Wilde: “Lo peor no es envejecer; lo verdaderamente malo es que no se envejece”. Y con esto se refería a que no envejecemos por dentro, a que nos seguimos viendo siempre iguales, eternos Dorian Gray de tersas mejillas enfrentados al retrato pavoroso de nuestra carne cada vez más marchita, de modo que se va creando una disociación entre nuestro ser real y el yo ilusorio interior. Creo que la mayoría de los humanos somos inmaduros peterpanes.
Todas estas reflexiones algo lúgubres me las ha suscitado la tremenda historia de Brittany Maynard, la mujer estadounidense que, con 29 años y cáncer de cerebro terminal, se ha mudado con su familia al Estado de Oregón, en donde se permite la eutanasia.
Tiene previsto abandonar este mundo el 1 de noviembre; mientras escribo este artículo, que tardará dos semanas en publicarse, esta mujer sigue viva y está haciendo la formidable y heroica travesía de sus días finales.
 Cuando lo lean ustedes, ya habrá desaparecido de este mundo. Un puñado de células que detienen su combustión y rápidamente decaen.
Una memoria, una voluntad, un deseo, esa ligera voluta de aire que es el yo, o el alma, o el espíritu, deshaciéndose en la bruma del atardecer.
 En un abrir y cerrar de ojos, en fin, no queda nada
. No me extraña que las religiones hayan inventado tantos mundos de ultratumba, paraísos e infiernos, porque nos es insoportable asumir ese vacío.
 “Os voy a echar mucho de menos”, he oído decir una y otra vez a los moribundos, incluso a los ateos, dirigiéndose a sus seres queridos. “Os voy a echar de menos”: el yo se empeña en seguir siendo contra toda razón.
Y en realidad eso es algo bello, porque demuestra que, mientras vives, eres
. Y cuando ya no vives, simplemente no eres. Si no nos angustia la oscuridad que precede a nuestro nacimiento, ¿por qué permitimos que nos angustie la que nos espera?
Eso sí, es crucial la manera en que la salida se produce.
 En Occidente estamos batiendo récords de longevidad. Nunca tanta gente ha sido tan mayor en toda la historia de la Humanidad. Pero ¿a qué precio? La vejez extrema está siendo a menudo extremadamente penosa, solitaria, dolorosa, incapacitante
. La sociedad no está preparada para este aluvión de ancianos con achaques.
 Necesitamos medios para ofrecer una vida más sana y más protegida a todos los mayores (es de justicia y también puro egoísmo, porque ese será nuestro futuro).
 Que el entorno social sea lo suficientemente acogedor para que los viejos disfrutones y valientes como mis padres sigan extrayendo hasta la última gota de placer a la vida.
 Pero también tenemos que regular la eutanasia, tenemos que formalizar y facilitar los protocolos de una muerte digna
. Porque puede haber muchas personas que no quieran seguir adelante en según qué condiciones.
 La muerte puede ser una opción de la vida.
 Una bella, emocionante, heroica opción, como lo ha demostrado esa mujer de Oregón tan joven, tan guapa, tan rodeada de amor, que ha sido capaz de tomar las riendas de su existencia, pese a todo. P @BrunaHusky
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