El cantante catalán, cuyas canciones forman parte de la banda sonora
de este país, celebra cinco décadas de carrera rodeado de amigos y
haciendo balance vital.
Quien no sepa cantar lo que va detrás de «qué le voy a hacer si yo…» y
no conozca a ninguna Lucía o Penélope nacida a partir de los años 70
tiene una cuenta pendiente con Serrat.
El cantautor, que ha despertado
lagrimales por el mundo y cuyos temas se han convertido en himnos a lo
largo de medio siglo de profesión, conserva, a sus 70 primaveras, ese
aspecto de hombre despistado pero centrado en la tierra.
El día 4
publica
Antología desordenada, donde ha vuelto a grabar con grandes compañeros 50 de sus temas favoritos.
¿Cómo ha seleccionado las canciones?
Hacer una antología siempre es difícil, y más si el único condicionante
es que fueran 50. Cada persona tendrá su propia selección y seguro que
echará de menos algunos temas. Lo lamento, porque me hubiera gustado que
fuera una antología consensuada.
¿Con cada fan?
Sería lo suyo, pero es imposible. Al seleccionar los duetos sí ha
habido una razón por la que he llamado personalmente a cada artista para
proponerle su canción.
Su colaboración ha sido fundamental.
Bueno, algunas ya estaban grabadas…
Sí, las que soy incapaz de mejorar, como el dúo con Mina, Mercedes Sosa
o el directo con Miguel Ríos, Ana Belén y Víctor Manuel.
En el tema con Paquita la del Barrio se echa de menos un «Me estás oyendo, inútil», tan característico de ella.
[Ríe] He escrito de nuevo la letra de
No hago otra cosa que pensar en ti para
Paquita, porque no tenía sentido que su personaje interpretara la
original. Igual podría haberle apretado un poco más, pero los días que
grabamos ella estaba pasando por un momento familiar difícil y bastante
hizo.
El cantante Dani Martín ha dicho que cantar con usted y con
Sabina ha sido como comerse un tripi. Para usted, ¿qué es comerse un
tripi?
Algo que forma parte del pasado y que está muy lejos de mi alcance
.
Este trabajo no es tan tripero como artesanal, ha requerido muchísimo
tiempo. Y para eso hace falta estar cargado de ilusión y fuerza.
A
veces, uno encuentra respuestas desalentadoras a sus ilusiones y hay que
tirar, seguir y acabar. Cuando terminé la última mezcla pensé que, si
lo hubiera sabido al principio, no lo habría empezado. Pero,
afortunadamente, uno no conoce las exigencias de un proyecto.
Parece que le ha dado muchos disgustos.
Ha habido algunos desencantos que conllevan este tipo de trabajos tan
solitarios y exigentes
. Lo he pasado bien, pero yo no disfruto demasiado
dentro del estudio. Lo hago componiendo y cantando en el escenario.
¿Ha sido el disco que más tiempo ha tardado en grabar?
Sí, un año. A pesar de que eran canciones ya escritas, las he
estructurado de nuevo. Deben llegar a las personas sin dificultad, para
que escuchar a Pablo Alborán en catalán no resulte algo extraño.
¿Es importante que Alborán cante en catalán?
Pregúntaselo a él [ríe]. Sí. Lo escogí para
Paraules d’amor porque
me parecía importante que interpretara este himno que la gente usa en
bautizos, comuniones, bodas y entierros
. Para mí es fantástico que lo
haga un chico joven y trabajador como él. Y que se atreva a dar un paso
así en vez de dar otro más facilón.
¿Qué ha sido lo mejor y lo peor de estos 50 años?
Lo mejor: estar vivo, aquí y feliz con lo que tengo.
Y no es que no
haya tenido momentos complicados, es que sin ellos tampoco estaría ahora
contigo.
A usted siempre se le ve de buen humor, ¿cuál es la fórmula?
No lo estoy siempre. Soy un hombre casado [ríe], con varios hijos y un
oficio complicado, que es muy exigente y competitivo
. El mal humor me lo
provoca mi propia inseguridad, y mi receta es buscar la seguridad para
combatirlo, porque es muy mal compañero para uno mismo y para los que
están a tu lado.
¿A estas alturas la música le sigue pareciendo un mundo competitivo?
Ahora que se cultivan tanto los valores juveniles con independencia de
los valores en sí mismos sí resulta competitivo.
De alguna manera no es
que esté por encima, pero lo miro con una cierta tranquilidad.
Revisando fotografías de su trayectoria se aprecia que no ha
renunciado a ciertas prendas que han estado de moda en su momento, como
los pantalones de campana o las parkas.
Pero no habréis encontrado ninguna foto mía embarazado como la chica
tan guapa de vuestra portada de hace dos semanas [ríe]. La moda tiene un
punto de eventualidad que es complicado si se depende de ella tanto en
el vestir como en tu oficio.
Tratar de estar a la moda es llegar tarde.
Yo he procurado andar cómodo por la vida y ahora no me quito las Crocs.
Pero no niegue que ha llevado camisetas ajustaditas…
Sí, sí, pero ahora no podría ponérmelas [ríe].
Parece coqueto.
¡Mucho! Pero uno tiene que ajustar su coquetería a sus posibilidades
.
Cuando tienes aspiraciones que lo superan, sufres, y yo prefiero
renunciar a mi coquetería a penar.
Muchas, pero la que atesoraba con mayor cariño se me perdió
. Era una
bufanda del Barça que tenía desde los años 60. Un día, yendo al fútbol
con mi nieta, la perdí. Me siento huérfano de esta prenda.
No hay
partido que no la recuerde. Hice varios llamamientos en los medios para
recuperarla, pero nadie se enterneció.
¿Y algún hijo le ha quitado algo suyo?
Pues igual sí, porque mis hijas han rapiñado por donde han podido.
Yo tengo el armario abierto.
Decía ayer una señora mayor en un programa de la radio que
había bailado poco porque no le gustaba, pero que había leído mucha
poesía porque era el sol de la vida. Usted también baila poco, ¿no?
Cuando lo he tenido que hacer ha sido porque detrás del baile había
otra cosa y era un peaje que debía pagar para llegar a otro sitio [ríe].
Me hubiera gustado saber bailar.
Me encanta ver danza y a la gente
bailando, pero soy muy torpe moviéndome. Sin embargo, la poesía sí ha
sido irrenunciable para mí por la capacidad que tiene para evocar una
imagen en pocas palabras.
Me provoca sentimientos de una profunda
envidia descubrir estas cosas en un poema. Me encantaría encontrar esa
esencia.
Pero si usted también lo logra...
Sí, a base de trabajar [ríe]. Todos los poetas estamos condenados al
castigo divino de sentarnos, trabajar, tener talento y… ¡esperar a que
acuda la inspiración!
¿Se obliga a escribir?
Claro.
Tengo que robar tiempo al día para recuperar notas que llevo por
todos los bolsillos.
Y siempre voy con mis libretas. [Se palpa la
americana y saca una milimétrica]. ¡Nunca se sabe qué hay que apuntar!
¿Cómo se educa en la poesía?
A mí me llevó hasta ella el amor. Pero no hacia la literatura, sino
hacia una mujer. Empecé a leer poesía a los 19 años con una novia que
tuve en la universidad.
Traía libros y leíamos juntos…
¿Y a sus hijos?
Mi hija Candela es actriz, y en la universidad la lectura no le
interesaba nada.
Pero cuando comenzó con el teatro la descubrió y le
abrió el camino a la pintura, al cine en blanco y negro, etc. Es la vida
la que te lleva.
Vivir en un ambiente determinado ayuda.
Uno aprende de
lo que ve en su casa. El mejor ejemplo no son las palabras, son los
comportamientos.
Pero aprendes de lo que vas desarrollando como persona.
No hay fórmulas. Bueno sí, en química.
Usted que sufrió la censura franquista, ¿cree que en al actualidad hay?
Pasamos de la química al teorema de Lavoisier. La censura ni se crea ni
se destruye, solo se transforma.
Ahora gestos, comportamientos y
discursos que no están bien vistos por el poder caen en listas negras.
¿Listas negras hoy en día?
¡Claro! Constantemente
. Ha pasado y pasa, cuando una ideología controla
la vida pública.
Y siendo el país que somos, no uno maduro en el que la
pluralidad sea compartida como una riqueza en vez de como un enemigo,
esto seguirá existiendo.
¿Y la gente de esto no se entera?
Ahora vivimos en una situación de acoso y derribo personal tan grande
que bastante tienen con tratar de organizarse mínimamente para no
sentirse en la soledad más absoluta, abandonada por sus dirigentes, que
son sus representantes en la Tierra.
Mientras exista una línea editorial
en un
lobby con radios, periódicos, etc., se responderá a una ideología. Y es la del amo que tenemos.
¿Y qué puede hacer un artista?
Pues contestar cuando le preguntan. Yo solo estoy dando mi punto de
vista, no quiero pontificar.
El artista no está obligado nada más que a
ser honesto con su arte, hacerlo lo mejor que pueda. También es bueno
que no viva de espaldas a su tiempo, ni a su mundo ni a su vecino.
Aunque al tratar de hacer bien las cosas ya hay una implicación.
Pero se les tacha de estar en un bando o en otro. Después de la
campaña de Zapatero, ningún artista se ha vuelto a manifestar a favor
de un partido en público.
Si no se ha repetido no es tanto por el vapuleo injusto que se sufrió
por parte de un partido determinado y sus voceros, sino porque hubo un
desengaño.
La gente le entregó al PSOE su posicionamiento público y
después no se sintió respaldada.
¿Fue su caso?
Mira, yo soy mayor [ríe]. Pero sí.
Yo no me sentí satisfecho con el
último gobierno socialista, especialmente con el presidente del
Gobierno.
¿Cómo es la España que sueña?
Como la quieran los españoles.
Seremos lo que queramos ser, y para esto
tenemos capacidad.
Me gustaría vivir en un pueblo rico cultural,
política y económicamente. Con una gente respetuosa con pensamientos
ajenos, capaces de pelear porque el prójimo pueda defender lo que
piensa.
Con una tierra en la cual el trabajo sea valorado como una
aportación definitiva del hombre al progreso.
Con que estemos en manos
de los hombres y no de entelequias como los mercados.
No solamente
sueño, sino que trato de colaborar dentro de lo posible. Intento acercar
la realidad a este mundo virtual, que no por ser utópico es menos lugar
de referencia.
¿Y cómo le explicaría a un chaval lo que está pasando con Cataluña?
Me encantaría que me lo explicara él, sabría sintetizarlo mejor.
Lo que
ocurre en esta historia, que aquí vivimos de una forma tensa, pasa
mucho por las vísceras y poco por el razonamiento
. Por eso un niño lo
haría mucho mejor.
¿Qué tiene Palafrugell, donde compuso Mediterráneo?
Allí nació Silvia Pérez Cruz. Es una tierra donde se produce el
mestizaje de todas las músicas que baña ese mar de una manera natural.
Silvia lo lleva en la vena.
Y va a crecer muchísimo.