Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

30 oct 2014

El hombre que enamoró (y enemistó) a Yves Saint Laurent y Karl Lagerfeld........................Leticia García

El estreno de los dos 'biopics' sobre Yves Saint Laurent rescata del olvido la controvertida figura de Jacques des Bascher.

cover
Louis Garrel interpreta a Jacques de Bascher.

“Se dice que fue mi novio, pero no es cierto
. Era la persona más divertida y más distinta a mí que he conocido. Salvaje, chic y divertido
. Tenía todos los defectos y todas las cualidades.
 Para mí era divino, pero otros lo encontraban diabólico”
. Esta es una de las poquísimas veces que Karl Lagerfeld ha hablado de Jacques de Bascher tras su muerte.
 Lo hizo en una extensa entrevista concedida a Eugenia de la Torriente en 2009, treinta años después de que de Bascher falleciera a causa del Sida.
Cuentan que el director creativo de Chanel empezó a ocultarse tras sus ya míticas gafas de sol después de aquello.
También fue la época en la que empezó a descuidar su dieta espartana y a enfundarse en trajes de Yohji Yamamoto para ocultar su exceso de peso.
 Sólo tres décadas más tarde se atrevió a hablar, aunque siempre escuetamente, de la persona que más le ha marcado personal y profesionalmente.
Después llegaría el documental Lagerfeld se dibuja en 2013 donde, entre bocetos, el diseñador recuerda su trayectoria y no puede esquivar la importancia que de Bascher tuvo en ella.
 Le considera “el francés más elegante que ha conocido en su vida” y recuerda la primera que lo vio, con bermudas tirolesas, vestido de forma tan extravagante como fascinante.
Y finalmente la exposición La gloria del agua, la muestra que el pasado verano inauguraba Fendi (la otra casa para la que diseña el alemán) y que, además de exhibir las decenas de instantáneas que el diseñador había realizado en Roma, mostraba al público por primera vez un fashion film que de Bascher había realizado para la marca en 1977.
Aunque sus excesos, sus estilismos copiados de la aristocracia de fin de siglo y su lengua viperina eran encumbrados en el París de los 70, la figura de Jacques de Bascher, quizá por expreso deseo de Lagerfeld, fue cayendo poco a poco en el olvido
. Hasta la fecha. Porque no solo marcó la vida del siempre esquivo y misterioso Lagerfeld, también mantuvo un autodestructivo romance con Yves Saint Laurent.
Y ahora es una pieza clave en los dos biopics que acaban de estrenarse sobre el modisto argelino
Pese a que ambas cintas poseen enfoques muy distintos, el personaje de Jacques de Bascher aparece retratado (con más o menos profundidad) como el causante del descenso a los infiernos de Yves Saint Laurent y el desencadenante de la enemistad entre los que quizá sean los dos creadores de moda más importantes de la segunda mitad del siglo XX.
 Hoy muchos, tras ver las películas, se preguntarán de dónde ha salido esta misteriosa e influyente figura.
saint laurent
Gaspard Ulliel hace de Saint Laurent.
Probablemente lo último que hubiera querido Jacques de Bascher fuera caer en el olvido.
 Desde que llegó al centro de París procedente de Neuilly con veintidós años, todos sus esfuerzos se centraron en ser el foco de atención, el niño mimado de esa minoría

elitista y hedonista que entonces dominaba la moda francesa. Lo consiguió.

 Pero ni al tándem Saint Laurent- Bergé le interesaba dar publicidad al artífice de una de sus mayores crisis ni a Lagerfeld, que en vida se dejaba retratar orgulloso junto a él, le apetecía recordarle en público tras su muerte.

De hecho, el alemán demandó a Alicia Drake, autora del libro The beautiful fall, por narrar hechos supuestamente falsos y pidió la retirada del mismo.
 El libro relata las vidas de ambos diseñadores de forma novelada y a través de cientos de entrevistas a los testigos de la época.
 De temperamentos opuestos, amigos en sus inicios y enemigos en el cénit de sus respectivas carreras, Drake entrelaza sus trayectorias e intenta responder a muchas de las sombras que rodean a ambos personajes.
 Obviamente, de Bascher juega un papel básico en la trama.
 Y este texto es, a día de hoy, el único perfil detallado que encontramos de este joven dandi.
Porque si hay un concepto que defina a de Bascher es el de dandismo.
 Entendido, además, en su sentido más estricto.
 Si de joven se dejó fascinar (y seducir) por un profesor que lo llevaba de viaje a Londres y le hacía visitar los escenarios vitales de Oscar Wilde, con veinte años cambió su gabardina y sus jerseys de pico por pantalones tiroleses, blusas de seda y chaquetas floreadas, comenzó a leer a Huysmans y a Montesquieu, a expresarse con lenguaje rimbombante y anacrónico y se mudó a París dispuesto a ejercer de muso y de alma de todas las fiestas.
 Como cualquier dandi de los siglos XVIII y XIX nunca quiso trabajar, sino vivir consagrado al hedonismo y al culto a la belleza
 . Procedía de una familia de provincias relacionada con la baja aristocracia pero se inventó un pasado que lo unía a la nobleza más poderosa y se hizo cambiar su segundo apellido, Petit, por Beaumarchais.
Lagerfeld, acostumbrado a ser 'el alemán' en un mundo altamente chauvinista, también solía reinventar su pasado
. Fue niño prodigio, hijo de aristócratas y vástago de una familia dedicada a las bellas artes
. Quizá fuera aquella necesidad de reescribir su historia lo que le unió a de Bascher
. Aquel joven representaba, además, todo lo que el diseñador no poseía: apellidos ilustres, una extravagancia estética que era vista como la quintaesencia de la sofisticación y ese estilo de vida excesivo que él, adicto al trabajo, admiraba desde la distancia.

des bascher 
Jacques des Bascher fue retratado por David Hockney en 1974. Su retrato sirvió para anunciar la exposición parisina del artista

  Según cuenta Drake, se conocieron en Le Sept, el club de moda del París de la época, y al día siguiente De Bascher ya viajaba a la casa de verano que Lagerfeld había alquilado en Saint Tropez. Era 1973, y no se separaron durante más de quince años.
 En esa década y media Lagerfeld cambió de estilo, de trabajo y de amigos, pero Des Bascher siempre estuvo ahí, viendo cómo el diseñador se encaprichaba de Anna Piaggi, de Antonio López o de Pat Cleveland y cómo, con el tiempo, iba alejándose de ellos.
El fastuoso tren de vida de de Bascher corría a cuenta de Lagerfeld.
 Vivía en un histórico apartamento en Saint Sulpice cuya renta pagaba el diseñador, se paseaba en Rolls Royce por el pequeño pueblo de la Bretaña donde Lagerfeld poseía un castillo y montaba las fiestas más escandalosas y excesivas de París con cargo a su cuenta
. Nunca se supo qué les unía, y si al principio se hablaba de ellos como pareja, en sus últimos años de relación se consideraba que su unión era similar a la de un padre y su hijo.
 Pero no se separaron, aunque Lagerfeld se hiciera cada vez más importante dentro de la industria y
desbascher
Sus extravagancias en materia de estilo encandilaron al París de la época
de Bascher fuera encadenando escándalos cada vez más sonados.


El hombre que enamoró (y enemistó) a Yves Saint Laurent y Karl Lagerfeld

El estreno de los dos 'biopics' sobre Yves Saint Laurent rescata del olvido la controvertida figura de Jacques des Bascher

cover
Louis Garrel interpreta a Jacques de Bascher.
“Se dice que fue mi novio, pero no es cierto. Era la persona más divertida y más distinta a mí que he conocido. Salvaje, chic y divertido. Tenía todos los defectos y todas las cualidades. Para mí era divino, pero otros lo encontraban diabólico”. Esta es una de las poquísimas veces que Karl Lagerfeld ha hablado de Jacques de Bascher tras su muerte. Lo hizo en una extensa entrevista concedida a Eugenia de la Torriente en 2009, treinta años después de que de Bascher falleciera a causa del Sida.
Cuentan que el director creativo de Chanel empezó a ocultarse tras sus ya míticas gafas de sol después de aquello. También fue la época en la que empezó a descuidar su dieta espartana y a enfundarse en trajes de Yohji Yamamoto para ocultar su exceso de peso. Sólo tres décadas más tarde se atrevió a hablar, aunque siempre escuetamente, de la persona que más le ha marcado personal y profesionalmente.
Después llegaría el documental Lagerfeld se dibuja en 2013 donde, entre bocetos, el diseñador recuerda su trayectoria y no puede esquivar la importancia que de Bascher tuvo en ella. Le considera “el francés más elegante que ha conocido en su vida” y recuerda la primera que lo vio, con bermudas tirolesas, vestido de forma tan extravagante como fascinante.
Y finalmente la exposición La gloria del agua, la muestra que el pasado verano inauguraba Fendi (la otra casa para la que diseña el alemán) y que, además de exhibir las decenas de instantáneas que el diseñador había realizado en Roma, mostraba al público por primera vez un fashion film que de Bascher había realizado para la marca en 1977.
Aunque sus excesos, sus estilismos copiados de la aristocracia de fin de siglo y su lengua viperina eran encumbrados en el París de los 70, la figura de Jacques de Bascher, quizá por expreso deseo de Lagerfeld, fue cayendo poco a poco en el olvido. Hasta la fecha. Porque no solo marcó la vida del siempre esquivo y misterioso Lagerfeld, también mantuvo un autodestructivo romance con Yves Saint Laurent. Y ahora es una pieza clave en los dos biopics que acaban de estrenarse sobre el modisto argelino
Pese a que ambas cintas poseen enfoques muy distintos, el personaje de Jacques de Bascher aparece retratado (con más o menos profundidad) como el causante del descenso a los infiernos de Yves Saint Laurent y el desencadenante de la enemistad entre los que quizá sean los dos creadores de moda más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Hoy muchos, tras ver las películas, se preguntarán de dónde ha salido esta misteriosa e influyente figura.
saint laurent
Gaspard Ulliel hace de Saint Laurent.
Probablemente lo último que hubiera querido Jacques de Bascher fuera caer en el olvido. Desde que llegó al centro de París procedente de Neuilly con veintidós años, todos sus esfuerzos se centraron en ser el foco de atención, el niño mimado de esa minoría elitista y hedonista que entonces dominaba la moda francesa. Lo consiguió. Pero ni al tándem Saint Laurent- Bergé le interesaba dar publicidad al artífice de una de sus mayores crisis ni a Lagerfeld, que en vida se dejaba retratar orgulloso junto a él, le apetecía recordarle en público tras su muerte.
De hecho, el alemán demandó a Alicia Drake, autora del libro The beautiful fall, por narrar hechos supuestamente falsos y pidió la retirada del mismo. El libro relata las vidas de ambos diseñadores de forma novelada y a través de cientos de entrevistas a los testigos de la época. De temperamentos opuestos, amigos en sus inicios y enemigos en el cénit de sus respectivas carreras, Drake entrelaza sus trayectorias e intenta responder a muchas de las sombras que rodean a ambos personajes. Obviamente, de Bascher juega un papel básico en la trama. Y este texto es, a día de hoy, el único perfil detallado que encontramos de este joven dandi.
Porque si hay un concepto que defina a de Bascher es el de dandismo. Entendido, además, en su sentido más estricto. Si de joven se dejó fascinar (y seducir) por un profesor que lo llevaba de viaje a Londres y le hacía visitar los escenarios vitales de Oscar Wilde, con veinte años cambió su gabardina y sus jerseys de pico por pantalones tiroleses, blusas de seda y chaquetas floreadas, comenzó a leer a Huysmans y a Montesquieu, a expresarse con lenguaje rimbombante y anacrónico y se mudó a París dispuesto a ejercer de muso y de alma de todas las fiestas. Como cualquier dandi de los siglos XVIII y XIX nunca quiso trabajar, sino vivir consagrado al hedonismo y al culto a la belleza. Procedía de una familia de provincias relacionada con la baja aristocracia pero se inventó un pasado que lo unía a la nobleza más poderosa y se hizo cambiar su segundo apellido, Petit, por Beaumarchais.
Lagerfeld, acostumbrado a ser 'el alemán' en un mundo altamente chauvinista, también solía reinventar su pasado. Fue niño prodigio, hijo de aristócratas y vástago de una familia dedicada a las bellas artes. Quizá fuera aquella necesidad de reescribir su historia lo que le unió a de Bascher. Aquel joven representaba, además, todo lo que el diseñador no poseía: apellidos ilustres, una extravagancia estética que era vista como la quintaesencia de la sofisticación y ese estilo de vida excesivo que él, adicto al trabajo, admiraba desde la distancia.
des bascher
Jacques des Bascher fue retratado por David Hockney en 1974. Su retrato sirvió para anunciar la exposición parisina del artista
Según cuenta Drake, se conocieron en Le Sept, el club de moda del París de la época, y al día siguiente De Bascher ya viajaba a la casa de verano que Lagerfeld había alquilado en Saint Tropez. Era 1973, y no se separaron durante más de quince años. En esa década y media Lagerfeld cambió de estilo, de trabajo y de amigos, pero Des Bascher siempre estuvo ahí, viendo cómo el diseñador se encaprichaba de Anna Piaggi, de Antonio López o de Pat Cleveland y cómo, con el tiempo, iba alejándose de ellos.
El fastuoso tren de vida de de Bascher corría a cuenta de Lagerfeld. Vivía en un histórico apartamento en Saint Sulpice cuya renta pagaba el diseñador, se paseaba en Rolls Royce por el pequeño pueblo de la Bretaña donde Lagerfeld poseía un castillo y montaba las fiestas más escandalosas y excesivas de París con cargo a su cuenta. Nunca se supo qué les unía, y si al principio se hablaba de ellos como pareja, en sus últimos años de relación se consideraba que su unión era similar a la de un padre y su hijo. Pero no se separaron, aunque Lagerfeld se hiciera cada vez más importante dentro de la industria y de Bascher fuera encadenando escándalos cada vez más sonados.
desbascher
Sus extravagancias en materia de estilo encandilaron al París de la época
Probablemente Lagerfeld no se sorprendiera al saber que Yves Saint Laurent y su fiel pandilla de modelos y artistas acudiría a su fiesta de cumpleaños, pese a que ambos grupos apenas se mezclaran en cenas y eventos (y la prensa se encargara de remarcar continuamente su rivalidad).
 Tampoco debió causarle mucha impresión ver a de Bascher sentado en la primera fila de un desfile de Costura de Saint Laurent
. Casi todos sabían que Yves y él mantenían una relación
. Lo que pocos intuyeron es que, a diferencia del resto de amantes del argelino, de Bascher iba a obsesionar al modisto durante tres años
. Si Yves ya había sufrido varias crisis depresivas y caminaba siempre en la cuerda floja, él le iba a hacer reencontrarse con las drogas, el alcohol y las pastillas.
Saint Laurent se sumergió en la peor de sus crisis personales y Pierre Bergé decidió marcharse de casa.
 Años después, Bergé no soportaba tenerle cerca.
 Si se cruzaba con él, le llamaba gigoló, pedía que lo echaran del local y desacreditaba (siempre de forma implícita) la labor de Lagerfeld.
Curiosamente, en sus años más oscuros junto a de Bascher, Saint Laurent firmó algunas de sus mejores colecciones: perfeccionó y reformuló su esmoquin, jugó con las transparencias, se adentró de lleno en el Orientalismo y culminó su exploración creativa con una colección dedicada a La Ópera y los Ballets Rusos en 1976, que esbozó prácticamente desde la camilla del hospital.
Pero sin duda la mejor parte del espíritu inspirador de de Bascher se la llevó Lagerfeld: comenzó a vestirse de forma extravagante, a llenar sus entrevistas de frases lapidarias y, correlativamente, a crear frenéticamente colecciones que le hicieron ganarse el liderazgo en Chloé, en Fendi y finalmente la dirección creativa de Chanel.
 Lagerfeld, que siempre ha trabajado de forma espartana, vivía su vida a través de su protegido
 . Mientras uno organizaba fiestas que parecían salidas de la Belle Époque, se dejaba retratar por David Hockney y, como buen dandi, respondía siempre de forma insolente y aparatosa a cualquier personaje de la élite parisina, el otro traducía dichas vivencias en bocetos, fotografías y vestidos.
 De Bascher se jactaba de no trabajar, de vivir exclusivamente dedicado al placer y la estética y Lagerfeld se enorgullecía de tener a su lado un personaje que alimentaba sus exigencias creativas
. Si hoy la prensa especializada lo apoda 'el Káiser' es porque de Bascher, fascinado por el modo en que el diseñador era capaz de imponer las tendencias, comenzó a llamarle de esa forma.

des bascher 
 
Cuenta Drake en The Beautiful Fall que Renaud, uno de los pocos amigos que de Bascher mantenía de su infancia, recibía cada año una postal navideña con su retrato
. Cada enero, Lagerfeld bocetaba a su muso de una forma distinta.
 En la Navidad de 1989 recibió uno de los dibujos más bellos.
Bajo el retrato, el diseñador escribía la frase “Jacques de Bascher visto por Karl Lagerfeld”. En aquel momento, su salud ya estaba devastada por el Sida.
 Moriría poco tiempo después.
La mitad de sus cenizas descansan en su casa familiar y la otra mitad junto a la madre del diseñador.
Nunca se supo qué fue lo que mantuvo unidos tanto tiempo a dos personajes tan volátiles y caprichosos, tampoco se sabe con claridad por qué este joven francés de aspecto extravagante fascinó a buena parte de los que escribieron la moda del último siglo XX
. Lo que sí puede decirse con bastante rotundidad es que Jacques de Bascher, además de ser el último dandy real de la historia, fue el primer muso masculino conocido en la industria.
 

 

Loulou de la Falaise, la musa más creativa de la historia.............................................................Leticia García

Tres años después de su muerte, la que fuera mano derecha de Yves Saint Laurent por fin tiene su propia monografía.

 

loulou
Loulou de la Falaise se dio a concoer como modelo y erminó siendo la diseñadora de accesorios de Yves Saint Laurent durante tres décadas
El chic, esa palabra que se repite sin cesar y que, sin embargo, es imposible definir.
 Un concepto esencialmente francés que se aplica a las mujeres que no son meramente sofisticadas, elegantes u originales. Sobre el chic siempre planea ese algo más que se reconoce cuando se ve pero no puede describirse.
Sin embargo, para explicar qué es el chic, basta con mostrar una fotografía de Loulou de la Falaise en cualquier etapa de su vida, de los veinte a los sesenta, con cualquier vestido y fotografiada por cualquier maestro, de Helmut Newton a Peter Lindbergh.
 Ahora la editorial Rizzoli le dedica su primera monografía, cuajada de fotos y de testimonios. Porque Loulou era más, muchísimo más que una mujer chic o una celebridad de los años 70.
Siempre asociamos a las grandes musas que inspiraron e inspiran a los creadores franceses con la sobriedad, el gesto serio, la pose imponente
. Pero lo cierto es muy complicado encontrar una imagen de Loulou en la que no aparezca sonriente y accesible.
Tal vez se deba a que no era francesa, sino británica, y una de sus grandes aportaciones fue la de llevar a París toda la diversión que se respiraba en los años 60 londinenses y toda la transgresión y el hedonismo del Nueva York de Halston y Warhol (vivió allí antes de trasladarse a la capital francesa).
Tampoco era una musa, al menos en sentido estricto. 
 “Para mí una musa llega para tomar té con pastas y charlar, muestra su inteligencia, después se va a una fiesta. No la veo trabajando tan duro como yo.
Pero ahora Yves Saint Laurent es parte de la historia, y ha hecho que yo forme parte de ella también, así que al final no es tan malo haber sido una musa”, confesaba en una de sus últimas entrevistas.

LouLou

Foto: Corbis
Loulou inspiraba, pero también creaba sin cesar.
 Revolucionaba el imaginario creativo de los diseñadores a los que se acercaba y acaba siendo parte activa en el cambio
. Fue modelo durante décadas y a la vez editora de la revista Harpers&Queen; durante su estancia en Nueva York se convirtió en la chica que todos los diseñadores querían tener en sus fiestas y, mientras tanto, diseñaba los estampados del mítico Halston
. Esa necesidad de estar a medio camino entre la inspiración y la creación le vino de su madre, Maxime de la Falaise, que posó para Avedon y fue musa de Warhol pero también diseñaba las prendas de Chloé
. Aunque se podría decir que, en este sentido, Loulou superó a su progenitora.
Si había un grupo de mujeres que encarnara en el París de los 70 el espíritu de eso que hoy llamamos it girls, fueron, sin ninguna duda, las que pertenecían al círculo íntimo de Yves Saint Laurent. Muchas iban y venían, pero el modisto argelino no daba un paso si no era del brazo de Betty Catroux y Loulou de la Falaise
. La primera, asombrosamente parecida a la cantante Nico, encarnaba una belleza fría, de rasgos andróginos y actitud distante
. La segunda podría haber sido la chica de al lado, si no fuera porque con dos trozos de tela y un vestido de mercadillo hacía que todos se giraran a su paso.
“Sólo teníamos trapos, pero Loulou era capaz de hacerlos pasar por algo rico y completamente nuevo”, solía decir su madre.
 Su llegada a París a finales de los 60 significó el desencorsetamiento de los códigos que regían la moda de entonces.
 Ella era el vivo ejemplo de que la sofisticación no lo era todo, de que la elegancia no tenía por qué buscarse únicamente en vestidos de costura y trajes de chaqueta.
Durante toda su vida, llevó turbantes, túnicas floreadas y chaquetas de noche durante el día, indumentaria masculina, pantalones harem mezclados con piezas de Alta Costura, kaftanes y chaquetas de esmoquin.
 Y todo en ella parecía asombrosamente natural. Con Loulou de la Falaise, Yves Saint Laurent aprendió que la moda también podía ser divertida.

LouLou
En el desfile Primavera-Verano 1992 de Saint Laurent
Foto: Corbi

 Se quedó fascinado cuando la conoció en 1968 durante una fiesta en casa del diseñador Fernando Sánchez.
 Le rompió los esquemas. Estaba por encima de las tendencias y los códigos
. Era completamente distinta, increíblemente actual. Se hicieron amigos. Loulou fue una de las causantes de que Yves Saint Laurent se enamorara de Marruecos, comenzara a fascinarse por la indumentaria africana y, por encima de todo, ella fue la que le hizo darse cuenta de que la moda de su tiempo no se alojaba únicamente en los talleres, también se respiraba en las calles.
 Loulou fue la que hizo que Saint Laurent diera el paso al pret-à-porter y fundara su línea Rive Gauche.
Por eso el diseñador supo que no sería suficiente con tenerla como musa, no bastaba con enviarle ropa e invitarla a sus fiestas, necesitaba que tomara parte activa en su marca
. Entró a trabajar como diseñadora de accesorios en la maison Saint Laurent a principios de los setenta y no dejó el estudio del modisto hasta la retirada de este en 2002.
Cuentan que ella fue la impulsora de algunos de los grandes hitos de la firma, como aquella colección inspirada en la Opera y los Ballets rusos-
 Cuentan también que su presencia equilibraba los altibajos psicológicos del diseñador.
 Ella estaba allí cuando él sufría crisis depresivas y creativas, cuando la propia empresa parecía tambalearse.
En 1977, çse casó en segundas nupcias con Thadée Klossowsky, hijo del pintor Balthus y también miembro de la pandilla Saint Laurent (de hecho, Klossowsky salía antes con Clara Saint, jefa de prensa de la marca).
 La boda, pagada por el diseñador, fue el acontecimiento del año.
 Ni siquiera  faltó Karl Lagerfeld, que por entonces no mantenía una buena relación con el clan del modisto. Loulou vistió un traje blanco de inspiración árabe, turbante incluído
. Tras la fiesta, ella y Klossowsky se convirtieron en la pareja más adorada de París.


boda
El día de su boda, en 1977

 Tras la retirada de Yves, Loulou creó su propia firma homónima.
 Abrió dos tiendas en París y comenzó a exportarlos sus accesorios a las tiendas más famosas de Londres o Nueva York.
Pasó sus últimos años de vida diseñando accesorios para Oscar de la Renta
. Nunca dejó de crear. Tampoco de vestirse de esa forma tan personal y arriesgada.
 Murió en su casa en 2011 a los 63 años, víctima de un cáncer, pero su legado sigue marcando la pauta de las grandes figuras de la industria.
 En la monografía que acaba de publicarse, no falta un solo nombre importante: de Diane Von Furstenberg a Paloma Picasso, de Grace Jones a Grace Coddington, de Marianne Faithfull a Ines de la Fressange
. Es esta última la que apunta una de las claves que convirtieron a Loulou en protagonista.
 Trajo frescura a un mundo conservador, reinventó los códigos de una de las firmas de moda más importantes del mundo, reescribió la definición de elegancia y, además, terminó con la barrera estética entre géneros: “Sorprendentemente, encarnó el chic siendo una tomboy.
 Tenía los hombros anchos, una forma muy peculiar de moverse al caminar y una actitud tan urbana que te hacía darte cuenta de que podía hablar con todo el mundo”.
Una gran dama que nunca quiso distancias, una diseñadora que prefirió permanecer en la sombra y una musa que siempre sonreía.
 Esa es la definición del chic.

Despecho, celos, venganza... y libros.....................................................................Winston Manrique Sabogal

Escritores, filósofos y especialistas abordan las causas y los efectos del tema del combate amoroso en la literatura. Varias obras coinciden en la mesa de novedades.

Ilustración de Fernando Vicente.

Nadie escapa a su tentación.
 La venganza por despecho amoroso anida en algún rincón del corazón enmascarada de alivio al dolor.
 Tres libros recientes dan fe: Gracias por este momento (Maeva), de Valérie Trierweiler, es el testimonio-castigo de la expareja del presidente francés, Francois Hollande; Palais de Justice (Galaxia Gutenberg), de José Ángel Valente, desvela pasajes privados de la vida del poeta; y Así empieza lo malo (Alfaguara), de Javier Marías, ejemplo de motivo esencial en una ficción.
La venganza en la literatura procede de dos estirpes: la primera como elemento inspirador y artístico, para iluminar zonas oscuras de la condición humana, y la otra, espuria, para saldar cuentas.
Según escritores, filósofos y especialistas, recurrir a la literatura como arma de despecho no suele dejar como resultado un buen libro, sí es, en cambio, un territorio fértil para, a partir de ahí, crear buenas obras.
 Es la prueba de que la venganza no es un plato que se sirve frío sino hirviendo.
La literatura, afirma Rosa Montero, “aspira a encontrar el sentido del mundo, el sentido de la vida, el sentido del dolor; no puedes reducir esa búsqueda inmensa y esencial a la sucia, ridícula y, a menudo, mentecata pequeñez de una venganza amorosa”.
Nadie escapa a su tentación.
Ese rastro de llanto encolerizado de despecho está en la literatura, desde los clásicos griegos y romanos, la Biblia y Las mil y una noches, hasta El último encuentro, de Sándor Márai, y El túnel, de Ernesto Sábato; pasando por Otelo, de Shakespeare; o Cumbres borrascosas, de Emily Brönte.
De la estirpe más espuria procede uno de los libros más sonados en Francia esta temporada: Gracias por este momento, recién editado en España.
 Ahí, Trierweiler intenta cumplir su promesa a Hollande: “Te destruiré”, luego de que este le confesara su infidelidad.
Ya en 2008 Francia había vivido un episodio parecido cuando Jean-Paul Enthoven publicó Lo mejor que tuvimos: él tenía un hijo llamado Raphael cuando se hizo amante de Carla Bruni.
 Más tarde ella lo abandono para irse con Raphael, con quien tuvo un hijo antes de convertirse en la esposa de Nicolas Sarkozy.
Uno de los casos más parecidos al libro de Trierweiler, guardadas todas las distancias literarias, lo firmó Oscar Wilde en De profundis.
  Cuando el autor inglés estuvo en la cárcel se sintó traicionado por su amante, Lord Alfred Douglas, y en 1897 le escribió una carta.
 Un breve texto que nace del amor pero donde le recuerda el infortunio que le trajo y le reprocha ciertos comportamientos.

Despechos muy literarios

Medea y Fedra, de Eurípides.
Las mil y una noches, Anónimo
Otelo, de William Shakespeare
Memorias de Leticia Valle, de Rosa Chacel.
Las amistades peligrosas, Choderlos de Laclos.
Cumbres borrascosas, de Emily Brönte.
El túnel, de Ernesto Sábato.
El último encuentro, de Sándor Márai
Arráncame la vida, de Ángeles Mastretta.
De profundis, de Oscar Wilde.
El gobierno de las emociones, de Victoria Camps.
Por qué duele el amor, de Eva Illouz.
La batalla de las cerezas. Mi historia de amor con Hannah Arendt, de Günther Anders.
La paradoja del amor, de Pascal Brukner.
Amo, luego existo. Los filósofos y el amor, de Manuel Cruz.
Las experiencias del deseo. Eros y misos, de Jesús Ferrero.
Nada más infructuoso que la venganza, advierte el narrador y poeta Darío Jaramillo.
 Lo que enseña la literatura clásica, asegura, “es que el vengador siempre está equivocado en los hechos que dan origen al acto vengativo.
 A lo mejor porque el amor loco distorsiona la percepción y hace ver cosas que no ocurrieron”. Además de infructuosa, Jaramillo contradice la opinión de que la venganza es placentera, porque, “encima el vengador puede terminar derrotado por la culpa”.
Nadie escapa a su tentación.
 Otra cosa es que el desarrollo de la civilización contenga a los individuos. ¿Y desde dónde viene o dónde nace esa pulsión?
Desde la misma infancia la persona ya está familiarizada con la dialéctica de la venganza y sus estrategias, en general, cuenta Jesús Ferrero, en Las experiencias del deseo. Eros y misos (Premio Anagrama de Ensayo 2009)
. Cuando en una obra literaria se detecta al vengador, dice Ferrero, “pronto nos identificamos con él, como si sospecháramos que el deleite que nos depara su venganza va a ser superior a cualquier otro placer literario.
 Por más que la moral ponga reparos a semejante proceder, casi siempre estamos en disposición de enamorarnos del vengador y de disfrutar de su venganza, como viene a decir Fernando Savater en La infancia recuperada”.
Es el envés del gran sentimiento anhelado y buscado: el amor.
“Si aceptamos que la relación amorosa es la gran apuesta intersubjetiva del ser humano se entenderá que el fracaso de aquella pueda ser vivida por sus protagonistas como la mayor de las derrotas”, reflexiona el filósofo Manuel Cruz, autor de Amo, luego existo.
 Los filósofos y el amor (Premio Espasa de Ensayo 2010). La razón estaría en que en el amor más intenso la gente se pone en manos del otro:
“Alcanzamos el grado máximo de la vulnerabilidad: Por eso nada nos daña tanto como su desprecio o su rechazo”.
La venganza queda así en la órbita errática del despecho como un elemento fértil para el escritor.
 La poeta Clara Janés asegura que a ella todo le interesa pero para convertirlo en arte, en literatura. Todos los sentimientos le sirven de aprendizaje y de ejercicio, si logra crear “intensidad, belleza, profundidad y buena escritura”.
 Ahora bien, detesta todo culebrón.
 Desde adolescente le interesan seres como Medea y Fedra.
Arquetipos del mundo antiguo donde la mujer casada, recuerda el especialista Carlos García Gual, vivía sometida al marido, y en caso de traición o abandono debía resignarse, recobrando su dote en algún caso
. Pero el mito y la tragedia ilustraron a dos damas muy vengativas: Medea y Clitemnestra.
Venganza o despecho que, tal vez, afirma Cruz, sean estrategias de supervivencia por parte de quien se ve abandonado.
 “Porque, en efecto, no tiene sentido culpar o responsabilizar a quien ha dejado de querernos: ¿qué otra cosa podría hacer, si le queda un resto de amor, que decirnos la verdad?
Pero asumir esto nos llevaría o a aceptar que la relación amorosa no responde a la lógica del intercambio (el llamado ‘absurdo’ del amor) o a asumir nosotros mismos la carga del fracaso, y casi con toda seguridad eso incrementara hasta lo insoportable el dolor (porque no podríamos evitar pensar: ¿cómo pudimos dejar escapar a alguien en quien nos iba la vida?)”.
Nadie escapa a su tentación.
 Ni a creer que la venganza es un plato que se sirve frío, pero que Ferrero desmiente:
“Más parece un plato que se come hirviendo, que acelera las emociones y los latidos del corazón y crea continuos chisporroteos en la mente”.
¿Quién escapa a su zumbido?
Aunque, a veces, sean latidos convertidos en versos, como los de Darío Jaramillo, en su poema Venganza:
  “Ahora tú, vuelta poema, / encasillada en versos que te nombran, / la hermosa, la innombrable, luminosa, / ahora tú, vuelta poema, / tu cuerpo, resplandor, / escarcha, desecho de palabra, / poema apenas tu cuerpo / prisionero en el poema, / vuelto versos que se leen en la sala, / tu cuerpo que es pasado / y es este poema / esta pobre venganza”.

 

La Capilla Sixtina renace con una nueva luz.................................................................. Pablo Ordaz

La impresión, tras tres años de trabajos y polémicas por el daño que la afluencia de turistas pudiera causar a los frescos, es la de una iluminación mucho más homogénea.

Detalle de 'La creación de Adán' con la nueva luz. / Reuters-LIVE! / EFE

Hay algunas ocasiones en las que está justificado asistir a una conferencia de prensa sin prestar demasiada atención a lo que se dice ni a quién lo dice.
 Una de ellas se produjo anoche.
Tras el cierre de los Museos Vaticanos, justo después de que se marchara el último de los 20.000 visitantes diarios, un grupo de periodistas tuvo el privilegio de asistir a la presentación de la nueva iluminación y el nuevo sistema de climatización de la Capilla Sixtina, esa “caja mágica” –en palabras de Antonio Paolucci, director de los museos—donde Miguel Ángel, Botticcelli, Pinturicchio, Perugino o Signorelli crearon el espacio artístico más importante de la historia y donde tiene lugar el Cónclave para elegir al Papa
. La primera impresión, tras tres años de trabajos y no pocas polémicas por el daño que la gran afluencia de turistas pudiera estar causando a los frescos, es la de una iluminación mucho más homogénea, que elimina las zonas de sombra que se producían hasta ahora
. “Se trata”, dijo Paolucci, “de una luz no elocuente, que permite admirar la Capilla Sixtina en toda su belleza”.
Pero incluso más que la iluminación instalada por Osram, que incluye 7.000 puntos de luz basados en lámparas led que permiten un gran ahorro energético y la mitad del calor que antes, lo que la Capilla Sixtina necesitaba desde hace tiempo era un sistema de climatización que ayudara a contrarrestar “la excesiva presión humana” que, como el propio director de los Museos Vaticanos denunció en 2010, estaba poniendo en peligro los frescos de los siglos XV y XVI.
 El anterior sistema de ventilación, instalado en 1993, ya no daba abasto para proteger las obras de arte de los residuos de todo tipo –polvo, aliento, sudor, cabello, caspa, hilos de lana, fibras sintéticas— dejado por los turistas.
 De hecho, durante el verano de 2010, 30 restauradores emplearon 20 noches en retirar “cantidades ingentes de materia y polvo” y constataron algunas señales de deterioro.
 Ahora, según aseguró Paolucci y los técnicos de la multinacional estadounidense Carrier responsables del proyecto, el nuevo sistema garantiza que, siempre que no se rebase la cifra de 1.500 visitantes al mismo tiempo, ninguna partícula de polvo se deposite en los 2.500 metros cuadrados que ocupan los frescos y que se controlen también los niveles adecuados de anhídrido de carbono.
Pero todo esto no llamó a sorpresa porque ya se había anunciado, como también que la Unión Europea ha sufragado parte de los tres millones de euros que ha costado la nueva luz y el nuevo aire de la Capilla Sixtina
. Lo que, aunque sea un hecho incuestionable, sigue sorprendiendo cada vez es la belleza apabullante de la Capilla Sixtina.
 Mientras hablaba Paolucci, gustándose en la solemnidad del momento y en su habilidad para construir frases redondas, los periodistas que asistieron al encuentro hacían esfuerzos por prestar atención a las palabras del director de los Museos Vaticanos o de los resposanbles de Osram o Carrier
. Allá arriba, como si no hubieran pasado cinco siglos, seguía celebrándose el Juicio Final.
Techo de la Capilla Sixtina con la nueva iluminación que incluye 7.000 puntos de luz. / MUSEI VATICANI/ANSA/CLAUDIO PER