Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

26 oct 2014

Las vanidades heridas...................................................................... Javier Marías

En la guerra que se desencadenó entre la mafia y Mussolini, los dos bandos subestimaron al oponente, lo peor que se puede hacer.

No suelo hablar aquí apenas de libros, así que hoy va a ser casi una excepción.
 No se trata de ninguna novedad: The Honoured Society se publicó hace cincuenta años, en 1964, y la edición española (La Honorable Sociedad, Alba) salió en 2009, si no hubo una anterior que desconozco
. Es por tanto una obra anticuada en su información, inútil para quien quiera estar al día y enterarse del estado actual de la Mafia siciliana (The Sicilian Mafia Observed es su subtítulo).
 Su autor, Norman Lewis, es y no es uno más de los incontables escritores británicos de viajes.
Si no lo es, es debido a la agudeza de su pupila, y su Naples ’44 está sin duda a la altura de las mayores joyas del género
. Pero, anticuado y todo, The Honoured Society está lleno de relatos y anécdotas, de explicaciones y consideraciones que le permiten a uno formarse una idea de cómo fue, en gran parte del siglo XX, un país ensimismado e impermeable a todo lo exterior, sin ningún interés por el Estado y deseoso de permanecer aislado con sus propios códigos y su falta de leyes, o más bien con el incumplimiento sistemático de éstas; quiero decir de las que regían para el resto de Italia.
La época en que más padeció la Mafia, en que estuvo más perseguida y acorralada, fue la de Mussolini, que la combatió ferozmente a través de su prefecto Cesare Mori, y si esa organización volvió a levantar cabeza y hacerse fuerte fue gracias a la victoria de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial.
 Que quien más hiciese sufrir a una sociedad tan coriácea fuese un dictador no tiene, bien mirado, nada de particular: todas las dictaduras se construyen como mafias o acaban siéndolo, luego en el fondo se trataba de la lucha de una contra otra.
Y una dictadura, además, no respeta derechos y se salta hasta su propia “legalidad”, y actúa sin trabas si decide eliminar a una parte de su población. Mussolini y Mori hicieron detener por las bravas a millares de sospechosos, los mantuvieron encarcelados sin juicio, practicaron la tortura heredada de la Inquisición: se latigaban los torsos previamente rociados con salmuera, se arrancaban uñas y tiras de piel, se inundaban los estómagos con litros de agua salada, se retorcían y aplastaban genitales.
La época en que más padeció la Mafia, en que estuvo más acorralada, fue la de Mussolini
Lo más curioso y significativo es saber qué desató esa furia fascista, y, según Lewis, todo fue cuestión de orgullo herido y de vanidad. Mussolini visitó Palermo en 1924, y en medio de su recorrido triunfal por Via Maqueda, se le antojó acercarse a una localidad vecina, Piana dei Greci, famosa por la música exótica y los bailes absurdos que ofrecían allí sus pobladores, la mayoría descendientes de albaneses huidos de los turcos.
 Unos años antes habían llevado a contemplar el folklore al Rey Vittorio Emanuele.
 A éste lo habían aburrido las danzas y lo había irritado la estridencia de la salvaje música, así que fue trasladado confusamente hasta la iglesia ortodoxa del pueblo.
Con habilidad se lo separó de su séquito y se lo acercó, casi a empujones, a la pila bautismal, y, sin poder reaccionar, de pronto se encontró en los brazos con una criatura de la que, en un abrir y cerrar de ojos, se convirtió en inesperado padrino.
 La criatura era un hijo del alcalde mafioso, Don Ciccio Cuccia, al parecer un megalómano de cuidado y aspecto entre malévolo y batrácico
. En la excursión del Duce al mismo lugar, éste accedió a montarse en el coche de Don Ciccio y a recorrer el trayecto en su compañía, pero rodeado de su escolta motorizada.
 El alcalde le espetó: “Perdone, Jefe, pero ¿a santo de qué tanto poli? No hay de qué preocuparse mientras esté usted conmigo. ¡Por aquí soy yo el que da las órdenes!” Mussolini, prudente, se negó a prescindir de su escolta y Don Ciccio se lo tomó como una falta de respeto.
 No se sabe ni cómo, dio instrucciones de que, cuando el Duce llegara a la plaza y se dispusiera a soltar su habitual soflama en cuantos sitios pisara (siempre con multitudes organizadamente entusiastas), ningún lugareño de Piana dei Greci acudiera a oírlo, con la excepción de una veintena de escogidos: los idiotas del pueblo, los mendigos tullidos o cojos, unos limpiabotas y unos vendedores de lotería
. Y, en efecto, ese fue el público con que contó Mussolini para su arenga, mientras Don Ciccio Cuccia, a su lado en el balcón, le tocaba la manga de la chaqueta y le sonreía con sus fauces ennegrecidas.
 El individuo estaba tan satisfecho de su venganza que posiblemente ni prestó oídos al discurso de Mussolini ni se fijó en cómo a éste se le afilaba su mandíbula célebre, signo inequívoco de su furor. Las palabras que casi nadie escuchó en aquella localidad pintoresca se parecieron mucho a las que el Duce pronunció semanas después en el Parlamento Fascista: una declaración de guerra contra la Mafia
. Para entonces Don Ciccio ya estaba entre rejas, y no a su lado en ningún balcón.
 No en balde al prefecto Mori, durante la accidentada visita a su feudo, lo había apartado de un empellón y lo había llamado “esbirro”.
El comportamiento insolente de un alcalde de tercera hizo comprender a Mussolini hasta qué punto los mafiosos se sentían los amos de su tierra
. Pero, sobre todo, se sintió herido en su orgullo, lo mismo que Don Ciccio Cuccia por su negativa a prescindir de su escolta
. En la guerra que se desencadenó, los dos bandos subestimaron al oponente, lo peor que se puede hacer.
Pero esa ya es otra historia, y está también en el admirable libro de Norman Lewis.
elpaissemanal@elpais.es

 

El corazón del Príncipe


La barriada del Príncipe Alfonso, en Ceuta, es considerada la más peligrosa de España. Es una de las más pobres. Allí no entra la policía y las casas carecen de títulos de propiedad

Un mundo que se mueve entre la violencia de la droga, la amenaza del yihadismo y las ansias de salir adelante de muchos de sus vecinos

Esta sociedad es un matriarcado, pero al tiempo el 80% de las mujeres está ausente del mercado laboral y el resto, desempleadas.
 Muchas familias numerosas viven con los 400 euros del Mínimo de Inserción Social.
 Los índices de natalidad superan los del resto del Estado.
En el Príncipe no hay comercios ni negocios, a excepción de algunas pequeñas tiendas de comestibles, cafetines y barberías; no hay escaparates, sino ancianas que despliegan cada día sus pobres frutas y verduras por los suelos de la calle de María Jaén.
 No hay zonas verdes y apenas alumbrado; arriesgarse de noche por sus callejas es un suicidio; la recogida de basura es irregular y se amontona en el corazón del barrio, en la escueta plaza del Padre Salvador Cervós, en pleno “zoco”; no hay servicio de limpieza a partir de las tres de la tarde; cuando llueve, el precario sistema de saneamiento arroja la porquería al exterior
. El uso del castellano ha retrocedido frente al dariya local (un árabe trufado de español). Como confirma Jorge Sillero, director del colegio Juan Carlos I, al que acuden muchos de los niños con discapacidad del barrio:
 “Los pequeños hablan cada vez peor el español; no lo practican; en el Príncipe no hace falta: no se comunican con gente de fuera; no van a Ceuta ni nadie de Ceuta va al Príncipe”.
Los tres únicos policías del barrio
. No actúan como tales, sino como mediadores sociales. Solo así son tolerados. / Bernardo Pérez
Miseria, droga y violencia. Una espiral maldita.
 La barriada del Príncipe fue un territorio de chabolas y pobreza al que le tocó en los ochenta la siniestra lotería del hachís.
 Ya antes, la inmensa mayoría de los cristianos lo habían abandonado en dirección a las viviendas de protección oficial que les proporcionaba el Gobierno. Los miles de musulmanes de Ceuta, que hasta 1986 no tuvieron derecho a la nacionalidad española (solo contaban como documentación con una farsa de DNI denominado Tarjeta Estadística, que ellos llamaban la “chapa del perro”), no tuvieron derecho a acceder a ese tipo de casas subvencionadas; tampoco podían adquirir inmuebles ni viajar con su tarjeta a la Península. Eran apátridas consentidos.
 Encerrados en su barrio. Así se fue hinchando el Príncipe de resentimiento.
Hasta que Ceuta se convirtió en la capital del hachís.
 Cada noche salían de su costa medio centenar de lanchas que cargaban en Marruecos miles de kilos con destino a la Península. El negocio se dividía entre pocos capos: El Nene, Abdelhila y Tafo Sodía (este último asesinado el año pasado en pleno centro de la ciudad). Corría el dinero. Por el Príncipe y por Ceuta, que vivió un particular boom inmobiliario
. En 1986, unos 15.000 musulmanes afincados en Ceuta consiguieron regularizar su situación y obtener la nacionalidad española. Fue una victoria histórica. La reconciliación con miles de musulmanes que llevaban décadas en Ceuta. En el Príncipe recuerdan esos años con embeleso. Hachís y papeles. Sin embargo, sobre esos cimientos de dinero fácil se edificó la maldición del Príncipe.
Sentado en una discreta cafetería de la calle Real, el centro neurálgico de Ceuta, un viejo agente de Información del Cuerpo Nacional de Policía describe el auge y caída del hachís: “Era la forma de vida; el dinero llegó hasta aquí, hasta el centro de la ciudad; se compraron pisos, garajes y taxis. Y proliferaron los testaferros.
 En los noventa había gente que se hacía cuatro viajes con hachís por noche: cargaban en Marruecos y lo subían a Málaga o Cádiz y vuelta a empezar; un buen barquero podía ganar 300 euros por kilo. Esa es una historia que se jode por la ambición de las mafias.
Porque se metieron en el tráfico de seres humanos, donde podían sacar 100.000 euros por noche sin ningún peligro. Y ahí reaccionó la Unión Europea. Y se montó el SIVE (Sistema Integrado de Vigilancia Exterior), con un centenar de radares y cámaras en todo el litoral, que acabó con las pateras en el Estrecho y, de paso, con el descaro del hachís de Ceuta. El negocio pasó a localizarse en Tánger. Y hoy llega a Europa en contenedores”.
Mucha gente vota aquí al PP porque creen que si votan otra cosa les van a quitar las ayudas”
Mohamed Mustafá Madani, único abogado del barrio
–Qué pasó después…
–Se acabó ese maná descarado.
 Y fue una bomba, un descalabro en el Príncipe, donde muchos comían de eso.
 Y esa decadencia del negocio ha llevado a los actuales ajustes de cuentas. Son los restos del crimen organizado en decadencia.
Hay luchas encarnizadas entre las mafias de la droga; viejas deudas y una lucha a muerte por el poco tráfico que queda. Ya hay poco que repartir.
 Se están reclamando deudas de hace muchos años, de cuando había mucho, se robaban entre ellos y apenas importaba, porque había mucho más. Ahora, cuando no hay, se exigen esas deudas y se mata por ellas.
 Los agravios salen a relucir. Hay una mezcla de viejas bandas y también de niñatos, que es gente joven que tiene poco que perder y es, por tanto, muy peligrosa.
Vivimos una guerra mortal por lo que queda del negocio de la droga.
Este año se ha cobrado cuatro muertos en el entorno del Príncipe.
Y la solución no es policial. Se lo dice un policía.
Para el intruso; para el periodista; moverse por el Príncipe es una tortura.
Nadie quiere hablar; nadie quiere ser fotografiado; incluso en las situaciones más cotidianas, como cortarse el pelo en una barbería o tomar un té en algún cafetín, en el Chato o en el Mojito (en ninguno de ellos se expende alcohol, pero se permite el consumo de cannabis: los jóvenes, en porros; los viejos, en pipas de kif). Si se atraviesa la sensible línea de su intimidad, si se pregunta más de lo conveniente, uno se topa con voces, insultos, miradas de odio y situaciones de tensión que nunca se sabe cómo van a acabar.
 Las mujeres no se dejan fotografiar por respeto al marido; los hombres para que no les identifiquen con el yihadismo o el narcotráfico (o porque están en busca y captura); los adolescentes vestidos de latin kings, por chulería; los viejos, por desconfianza; siempre hay algún espontáneo tras una ventana dispuesto a afear la conducta del vecino que habla; o, incluso, a arrojar un ladrillo desde una azotea que caerá a los pies de los periodistas en una callejuela de imposible salida.
Mientras ascendemos por la calle de San Daniel, en la puerta de un taller de tapicería repleto de hombres con barba y aspecto severo, nuestra mirada se cruza con la de Hamed Abderrahman Ahmed, alias Hamido, el único español que estuvo preso en Guantánamo, la cárcel de Estados Unidos para yihadistas posterior a la invasión de Afganistán, donde pasó dos años y medio. Hamido se convirtió en un mito en este barrio
. Y su casa de la calle del Fuerte, en lugar de peregrinación. Era alguien que había escapado del Príncipe, fue a hacer la yihad, la guerra global contra el infiel, y volvió para contarlo. Extraditado, juzgado y absuelto en España por el Tribunal Supremo, sigue siendo una figura que se tiene en cuenta en este barrio. Nuestras miradas se cruzan y, en segundos, desaparece.
Un miembro del Servicio de Información de la Guardia Civil asegura que a finales de los noventa, cada vez que enviaba un informe a Madrid sobre los peligros del yihadismo en el Príncipe, “se descojonaban” de él.
La única preocupación de la Seguridad del Estado sobre Ceuta era su soberanía nacional; la presión territorial de Marruecos y las actividades de los partidos musulmanes. Exclusivamente. Hasta después de los atentados del 11-M de 2004 no se terminaron de creer que esto era un avispero.
 A partir de entonces se ha invertido en medios de investigación y hay personas muy preparadas investigando el yihadismo, pero lo que hace falta es ganarse a la gente del Príncipe, y eso se hace con inversión, no con policía. ¿Asaltar el barrio para limpiarlo como se ha hecho con las favelas? Ni de broma. Provocaría una batalla campal con muertos”.
Rezo del viernes en la mezquita del Azahar, una de las 14 del Príncipe. En su día, alguna mezquita del barrio fue un punto de captación yihadista. Hoy, según el religioso Laarbi Maateis, todas están controladas. / Bernardo Pérez





 

Lo que España aprendió del ébola o está aprendiendo.....................................Pilar Álvarez / Elena G. Sevillano

La crisis ha obligado al Gobierno a revisar prácticas sanitarias o de información.

Es un examen que nadie pensó que hubiera que pasar.
 El contagio de una auxiliar de enfermería en suelo español por tratar a un misionero repatriado enfermo de ébola puso a prueba al sistema sanitario, y también a las máximas autoridades sanitarias y políticas.
 El fracaso de las segundas ha quedado eclipsado por el éxito de la curación de Teresa Romero.
 Con la mujer fuera de peligro y a punto de ser dada de alta, se ponen en evidencia las rectificaciones que han motivado una crisis del ébola que nadie previó.
Protocolos. Hasta el contagio de la auxiliar, los protocolos internacionales calificaban a los sanitarios que trataban a pacientes de ébola como contactos de bajo riesgo
. Bastaba con que se tomaran la temperatura dos veces al día e informaran en caso de fiebre. Fiebre alta
. Romero llamó, pero como no superaba el umbral de los 38,6 grados —quizá porque estaba tomando paracetamol, un antitérmico—, el protocolo no se activó hasta que la enfermedad se manifestó con todos los síntomas y, por consiguiente, el riesgo de contagio.
 El protocolo se modificó
. Todos los contactos directos de pacientes con ébola, entre ellos los sanitarios, pasan a ser considerados de alto riesgo.
 El umbral de fiebre para definir un caso como sospechoso pasa a 37,7 grados.
Centro especializado. El hospital Carlos III tuvo que adecuarse en apenas unas horas para recibir al primer misionero repatriado, Miguel Pajares, en agosto.
 La sexta planta, con habitaciones especiales de aislamiento, llevaba meses cerrada porque la Comunidad de Madrid había desmantelado este antiguo centro de referencia de enfermedades infecciosas para convertirlo en una suerte de geriátrico para pacientes con largas estancias.
Tras la muerte del segundo misionero, Manuel García Viejo, el consejero de Sanidad madrileño anunció que el Carlos III no volvería a atender un caso de ébola porque estaba previsto llevarlos al hospital militar Gómez Ulla. Sin embargo, cuando Romero se contagió, fue trasladada al Carlos III, como todos sus contactos de alto riesgo.
 En plena crisis, la Comunidad no solo cambió su discurso —el presidente regional admitió que si el Gobierno lo pedía, y lo pagaba, dejaría este hospital como centro de infecciosos—, sino que hizo obras de urgencia para crear mejores habitaciones de aislamiento.
 El futuro del centro sigue en el aire.

Con un ojo puesto en África

Han pasado siete meses desde que la Organización Mundial de la Salud decretó la alerta por ébola en marzo
. Y casi tres desde la repatriación del primero de los dos misioneros fallecidos por el virus en España, Miguel Pajares.
 El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, dijo el viernes que además de tomar medidas en países occidentales es necesario “atacar el problema” en África occidental.
 Añadió que el ébola “tiene un impacto directo en la economía y en la seguridad de nuestros vecinos africanos”.
Médicos Sin Fronteras solicitó también el viernes un impulso a los tratamientos y vacunas para los profesionales que trabajan en África con “más inversión e incentivos” a la investigación, el desarrollo y la producción, según señaló el director médico de la ONG, Bertrand Draguez, en declaraciones recogidas por la agencia Europa Press.
La orden de San Juan de Dios, a la que pertenecían los dos misioneros españoles fallecidos por el virus del ébola, lleva desde agosto preparando la reapertura del hospital San José de Monrovia (Liberia), donde se contagió Pajares.
 “Queremos reforzar el equipo con personal sanitario experto en enfermedades infecciosas y técnicamente preparados para afrontar el ébola”, explica un alto representante de la orden.
 “La situación sanitaria de estos países es dramática, la gente muere de parto, de malaria, de patologías banales, sin que haya suficientes estructuras sanitarias abiertas.
Pero hay que prevenir por todos los medios nuevos contagios antes de reabrir

Equipos de protección. El médico de urgencias del hospital de Alcorcón Juan Manuel Parra trató durante horas a Romero, ya enferma, con un EPI (equipo de protección individual) corto de mangas. Tras conocerse el contagio de la auxiliar, todos los hospitales solicitaron buzos adecuados
. A muchos no se les han podido servir las cantidades solicitadas por problemas de suministro. Incluso en el Carlos III, donde los profesionales médicos —no así los de enfermería, cuyo Consejo General ha criticado su calidad— aseguran que el equipo siempre cumplió los estándares de bioseguridad, se mejoraron partes del traje, como las calzas.

Formación. “Dos personas en un escenario se ponían los trajes mientras el resto mirábamos desde el patio de butacas”.
 Así explicó —el 7 de octubre, un día después del ingreso de Romero— cómo era el curso de formación el representante del sindicato Satse en el Carlos III, Juan José Cano. Duró “20 minutos” y no hubo simulacros. El 15 de octubre, con la crisis abierta, se “reforzó el entrenamiento” de los profesionales del Carlos III que ya tenían formación previa, según Cristóbal Belda, director de la Escuela Nacional de Sanidad. Duraban seis horas, de las que dedicaron cinco a “ponerse y quitarse” el traje. Lo hicieron 369 personas, con ayuda de personal sanitario militar.
El 19 de octubre comenzó un segundo curso, aún en marcha, abierto a las autonomías y organismos como Salvamento Marítimo. Es formación para formadores. Duran tres días y tienen un 65% de contenido “práctico”, según Belda. Durante 13 horas, los alumnos se visten y desvisten. Permanecen hasta una hora y 40 minutos con el traje puesto. “Cuando se sienten cómodos, pueden trabajar con el traje más de una hora; los primeros días apenas aguantan 10 minutos”, añade Belda. Lo han hecho 110 personas.
 
Comunicación. Los máximos responsables de la crisis han mostrado un perfil público que, en el caso de la ministra Ana Mato, no ha contribuido a generar confianza y, en el del consejero de Sanidad, Javier Rodríguez, ha indignado a muchos.
Sus perlas: “No tengo ningún apego al cargo, soy médico y tengo la vida resuelta”.
 “Para explicar a uno cómo quitarse o ponerse un traje no hace falta un máster”. “Tan mal no debía estar para ir a la peluquería”.
La ministra protagonizó una primera rueda de prensa sin información
. Fue relegada a un segundo plano cinco días después, cuando el Gobierno creó un comité de crisis que incluía un equipo científico.
 Para entonces, la psicosis estaba instalada entre muchos sanitarios y vecinos de Alcorcón
. El Gobierno trató de comunicar mejor: creó una web, una cuenta de Twitter y dio ruedas de prensa en las que hablaban técnicos.
 Rectificó, aunque sin alcanzar la transparencia prometida.

 

Las cuatro castas de la visa ‘business’.......................................................................... José Manuel Romero

El límite de las tarjetas de Caja Madrid osciló entre los 2.500 euros mensuales para consejeros sin poder y los 12.000 que podían gastar Rato y sus directivos.

Visa oro o visa plata para cuatro castas: consejeros, vicepresidentes, controladores y ejecutivos
. Las tarjetas opacas de Caja Madrid, con las que 83 consejeros y directivos de la entidad hicieron gastos indebidos y sin control entre 1999 y 2012, se diferenciaban entre sí por los límites de gasto mensual.
 Los consejeros de la base, la inmensa mayoría, podían gastar 2.500 euros al mes; los miembros de la comisión de control, 3.400; los vicepresidentes, 3.700 y los presidentes, de 6.000 en adelante
.Estas cantidades sufrieron cambios sustanciales cuando Miguel Blesa dejó la presidencia tras 14 años de mandato y le sustituyó Rodrigo Rato
. Entonces, los nuevos consejeros de la base que se incorporaron a Caja Madrid recibieron tarjetas con un límite de 6.000 euros mensuales (el doble que las que tenían los que continuaron).
El presidente y sus directivos se pusieron un tope de 12.000 euros.
Los contratos de las tarjetas, firmados por sus titulares, señalan el límite de gasto mensual y están incorporados al sumario abierto en la Audiencia Nacional
. El juez Fernando Andreu, instructor de la causa, ha imputado a los dos últimos presidentes de Caja Madrid, Rodrigo Rato y Miguel Blesa, por supuesta administración desleal y apropiación indebida.
Rato ha depositado un aval bancario de tres millones de euros por la fianza civil que le impuso el magistrado
; Blesa no logró reunir los 16 millones de fianza que fijó el juez y todo su patrimonio será embargado.
La evolución en el tiempo de esos contratos muestran subidas difícilmente justificables en función del coste de la vida y reflejan diferencias de trato sólo explicables en función del poder interno que atesoraba cada miembro de los órganos de Gobierno de Caja Madrid.
Una misma tarjeta, cinco límites. 
Miguel Blesa llegó a la presidencia de Caja Madrid en 1996 aupado por IU y CC OO, que con sus votos le dieron una mayoría más que suficiente para gobernar la entidad financiera
. En aquellos años, los consejeros disfrutaban de una visa con la que podían cargar hasta 900 euros al mes en gastos de representación.
 Blesa subió la cantidad a 1.300 euros hasta 2003.
 Ese año estuvo a un paso de perder el primer sillón de Caja Madrid pero lo mantuvo gracias, de nuevo, al voto dividido de IU y Comisiones Obreras.
Los consejeros de entonces firmaron nuevos contratos de sus tarjetas con un límite mensual de 2.500 euros (una subida del 90% respecto a 2002).
 Los vicepresidentes (uno del PSOE, uno del PP y uno de IU) podían cargar 3.700 euros al mes a las tarjetas. Los miembros de la comisión de control, que velaban por la legalidad de los actos y decisiones del consejo de administración, tenían asignado un límite de gasto de 3.400 euros mensuales.
Cuando el ex secretario de Estado Estanislao Rodríguez Ponga llegó en 2006 al consejo de administración de la mano del PP y fue colocado en una de las vicepresidencias, le correspondió una tarjeta con 5.500 euros (un 30% superior a la que tenían otros vicepresidentes).
Estos límites saltaron por los aires cuando Rato accedió a la presidencia de Caja Madrid pese a que los tiempos de su mandato recomendaban austeridad porque la crisis amenazaba la estabilidad financiera de España.
 Los nuevos consejeros que entraron con Rato en la entidad financiera recibieron una visa con 6.000 euros de límite mensual de gasto
. El nuevo presidente y sus directivos disfrutaron de tarjetas donde podían cargar gastos de hasta 12.000 euros al mes.
Las tarjetas sirvieron para costear actividades de representación relacionadas con la actividad de Caja Madrid y para otros muchos gastos particulares (regalos, ordenadores, ropa, juguetes, alimentos…).
Rato no fue capaz de explicar al juez quién limitaba el gasto de las tarjetas, tan sólo señaló que existían desde los años noventa “y formaban parte del concepto retributivo que Caja Madrid tenía para consejeros y sus directivos”
. Si era una retribución, la mayoría de los consejeros decidió bajarse el sueldo porque el repaso al consumo anual de las tarjetas en la mayoría de los casos demuestra que nunca llegaron a gastar ni las dos terceras partes del límite impuesto.
“El señor Barcoj me dijo los límites, yo no los revisé”, contó Rato al juez.
Pero el señor Barcoj, Ildefonso, director financiero de Caja Madrid, declaró antes al magistrado que los límites los decidían los presidentes de la entidad.

Gastos para todos los gustos políticos

La Agencia Tributaria ha llamado a la mitad de los 83 consejeros que disfrutaron de una visa gratis con cargo a Caja Madrid para comprobar si los pagos cargados a esa cuenta de la entidad financiera se corresponden con lo que fiscalmente se entiende como gastos de representación, que desgravan a la empresa que los justifica
. Examinará cada cargo de las tarjetas de los consejeros que mantenían su puesto en Caja Madrid entre 2010 y 2012, años no prescritos sobre los que Hacienda puede exigir una nueva liquidación del IRPF.
Cuando EL PAÍS reveló por primera vez la existencia de tarjetas de crédito para el gasto de los consejeros, en 1999, Ricardo Romero de Tejada, entonces alcalde de Majadahonda, admitió que utilizaba el privilegiado plástico para comidas institucionales de su Ayuntamiento y así evitar un gasto a las arcas municipales.
 De las miles de comidas que financió Caja Madrid con las tarjetas opacas entre 1999 y 2012, el periodo que ahora está bajo sospecha, hay un porcentaje muy elevado relacionado con actividades de los partidos políticos, organizaciones empresariales y sindicales, que tenían uno o varios puestos en el consejo de administración de la caja.
Tras la causa judicial abierta por las visas opacas, los exconsejeros (sindicalistas, empresarios y políticos) o han dimitido o han sido expulsados de sus organizaciones.
 Guardan silencio en público, aunque en privado algunos recuerdan usos de las tarjetas “políticamente incorrectos”.
 “Quienes ahora, como líderes de sus organizaciones, descalifican a los exconsejeros para mostrarse como titanes contra la corrupción, antes conocieron, consintieron y disfrutaron comidas pagadas con la tarjeta donde se trataron asuntos sin relación con la actividad de la caja”, señala un veterano miembro del consejo de administración.