Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

26 oct 2014

El corazón del Príncipe


La barriada del Príncipe Alfonso, en Ceuta, es considerada la más peligrosa de España. Es una de las más pobres. Allí no entra la policía y las casas carecen de títulos de propiedad

Un mundo que se mueve entre la violencia de la droga, la amenaza del yihadismo y las ansias de salir adelante de muchos de sus vecinos

Esta sociedad es un matriarcado, pero al tiempo el 80% de las mujeres está ausente del mercado laboral y el resto, desempleadas.
 Muchas familias numerosas viven con los 400 euros del Mínimo de Inserción Social.
 Los índices de natalidad superan los del resto del Estado.
En el Príncipe no hay comercios ni negocios, a excepción de algunas pequeñas tiendas de comestibles, cafetines y barberías; no hay escaparates, sino ancianas que despliegan cada día sus pobres frutas y verduras por los suelos de la calle de María Jaén.
 No hay zonas verdes y apenas alumbrado; arriesgarse de noche por sus callejas es un suicidio; la recogida de basura es irregular y se amontona en el corazón del barrio, en la escueta plaza del Padre Salvador Cervós, en pleno “zoco”; no hay servicio de limpieza a partir de las tres de la tarde; cuando llueve, el precario sistema de saneamiento arroja la porquería al exterior
. El uso del castellano ha retrocedido frente al dariya local (un árabe trufado de español). Como confirma Jorge Sillero, director del colegio Juan Carlos I, al que acuden muchos de los niños con discapacidad del barrio:
 “Los pequeños hablan cada vez peor el español; no lo practican; en el Príncipe no hace falta: no se comunican con gente de fuera; no van a Ceuta ni nadie de Ceuta va al Príncipe”.
Los tres únicos policías del barrio
. No actúan como tales, sino como mediadores sociales. Solo así son tolerados. / Bernardo Pérez
Miseria, droga y violencia. Una espiral maldita.
 La barriada del Príncipe fue un territorio de chabolas y pobreza al que le tocó en los ochenta la siniestra lotería del hachís.
 Ya antes, la inmensa mayoría de los cristianos lo habían abandonado en dirección a las viviendas de protección oficial que les proporcionaba el Gobierno. Los miles de musulmanes de Ceuta, que hasta 1986 no tuvieron derecho a la nacionalidad española (solo contaban como documentación con una farsa de DNI denominado Tarjeta Estadística, que ellos llamaban la “chapa del perro”), no tuvieron derecho a acceder a ese tipo de casas subvencionadas; tampoco podían adquirir inmuebles ni viajar con su tarjeta a la Península. Eran apátridas consentidos.
 Encerrados en su barrio. Así se fue hinchando el Príncipe de resentimiento.
Hasta que Ceuta se convirtió en la capital del hachís.
 Cada noche salían de su costa medio centenar de lanchas que cargaban en Marruecos miles de kilos con destino a la Península. El negocio se dividía entre pocos capos: El Nene, Abdelhila y Tafo Sodía (este último asesinado el año pasado en pleno centro de la ciudad). Corría el dinero. Por el Príncipe y por Ceuta, que vivió un particular boom inmobiliario
. En 1986, unos 15.000 musulmanes afincados en Ceuta consiguieron regularizar su situación y obtener la nacionalidad española. Fue una victoria histórica. La reconciliación con miles de musulmanes que llevaban décadas en Ceuta. En el Príncipe recuerdan esos años con embeleso. Hachís y papeles. Sin embargo, sobre esos cimientos de dinero fácil se edificó la maldición del Príncipe.
Sentado en una discreta cafetería de la calle Real, el centro neurálgico de Ceuta, un viejo agente de Información del Cuerpo Nacional de Policía describe el auge y caída del hachís: “Era la forma de vida; el dinero llegó hasta aquí, hasta el centro de la ciudad; se compraron pisos, garajes y taxis. Y proliferaron los testaferros.
 En los noventa había gente que se hacía cuatro viajes con hachís por noche: cargaban en Marruecos y lo subían a Málaga o Cádiz y vuelta a empezar; un buen barquero podía ganar 300 euros por kilo. Esa es una historia que se jode por la ambición de las mafias.
Porque se metieron en el tráfico de seres humanos, donde podían sacar 100.000 euros por noche sin ningún peligro. Y ahí reaccionó la Unión Europea. Y se montó el SIVE (Sistema Integrado de Vigilancia Exterior), con un centenar de radares y cámaras en todo el litoral, que acabó con las pateras en el Estrecho y, de paso, con el descaro del hachís de Ceuta. El negocio pasó a localizarse en Tánger. Y hoy llega a Europa en contenedores”.
Mucha gente vota aquí al PP porque creen que si votan otra cosa les van a quitar las ayudas”
Mohamed Mustafá Madani, único abogado del barrio
–Qué pasó después…
–Se acabó ese maná descarado.
 Y fue una bomba, un descalabro en el Príncipe, donde muchos comían de eso.
 Y esa decadencia del negocio ha llevado a los actuales ajustes de cuentas. Son los restos del crimen organizado en decadencia.
Hay luchas encarnizadas entre las mafias de la droga; viejas deudas y una lucha a muerte por el poco tráfico que queda. Ya hay poco que repartir.
 Se están reclamando deudas de hace muchos años, de cuando había mucho, se robaban entre ellos y apenas importaba, porque había mucho más. Ahora, cuando no hay, se exigen esas deudas y se mata por ellas.
 Los agravios salen a relucir. Hay una mezcla de viejas bandas y también de niñatos, que es gente joven que tiene poco que perder y es, por tanto, muy peligrosa.
Vivimos una guerra mortal por lo que queda del negocio de la droga.
Este año se ha cobrado cuatro muertos en el entorno del Príncipe.
Y la solución no es policial. Se lo dice un policía.
Para el intruso; para el periodista; moverse por el Príncipe es una tortura.
Nadie quiere hablar; nadie quiere ser fotografiado; incluso en las situaciones más cotidianas, como cortarse el pelo en una barbería o tomar un té en algún cafetín, en el Chato o en el Mojito (en ninguno de ellos se expende alcohol, pero se permite el consumo de cannabis: los jóvenes, en porros; los viejos, en pipas de kif). Si se atraviesa la sensible línea de su intimidad, si se pregunta más de lo conveniente, uno se topa con voces, insultos, miradas de odio y situaciones de tensión que nunca se sabe cómo van a acabar.
 Las mujeres no se dejan fotografiar por respeto al marido; los hombres para que no les identifiquen con el yihadismo o el narcotráfico (o porque están en busca y captura); los adolescentes vestidos de latin kings, por chulería; los viejos, por desconfianza; siempre hay algún espontáneo tras una ventana dispuesto a afear la conducta del vecino que habla; o, incluso, a arrojar un ladrillo desde una azotea que caerá a los pies de los periodistas en una callejuela de imposible salida.
Mientras ascendemos por la calle de San Daniel, en la puerta de un taller de tapicería repleto de hombres con barba y aspecto severo, nuestra mirada se cruza con la de Hamed Abderrahman Ahmed, alias Hamido, el único español que estuvo preso en Guantánamo, la cárcel de Estados Unidos para yihadistas posterior a la invasión de Afganistán, donde pasó dos años y medio. Hamido se convirtió en un mito en este barrio
. Y su casa de la calle del Fuerte, en lugar de peregrinación. Era alguien que había escapado del Príncipe, fue a hacer la yihad, la guerra global contra el infiel, y volvió para contarlo. Extraditado, juzgado y absuelto en España por el Tribunal Supremo, sigue siendo una figura que se tiene en cuenta en este barrio. Nuestras miradas se cruzan y, en segundos, desaparece.
Un miembro del Servicio de Información de la Guardia Civil asegura que a finales de los noventa, cada vez que enviaba un informe a Madrid sobre los peligros del yihadismo en el Príncipe, “se descojonaban” de él.
La única preocupación de la Seguridad del Estado sobre Ceuta era su soberanía nacional; la presión territorial de Marruecos y las actividades de los partidos musulmanes. Exclusivamente. Hasta después de los atentados del 11-M de 2004 no se terminaron de creer que esto era un avispero.
 A partir de entonces se ha invertido en medios de investigación y hay personas muy preparadas investigando el yihadismo, pero lo que hace falta es ganarse a la gente del Príncipe, y eso se hace con inversión, no con policía. ¿Asaltar el barrio para limpiarlo como se ha hecho con las favelas? Ni de broma. Provocaría una batalla campal con muertos”.
Rezo del viernes en la mezquita del Azahar, una de las 14 del Príncipe. En su día, alguna mezquita del barrio fue un punto de captación yihadista. Hoy, según el religioso Laarbi Maateis, todas están controladas. / Bernardo Pérez





 

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