Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

12 oct 2014

Hasta cuándo esperan los libros.............................................................. Javier Marías

Al leer todo seguido sobre esos libros jaleados y encumbrados, que no obstante es como si no existieran, uno se pregunta por qué escribimos tanto.

 

Algunos agostos aprovecho para echar un vistazo a los numerosos Babelias –suplemento cultural de este periódico– que durante el resto del año no he tenido tiempo de leer, ni de hojear siquiera.
 Como no descarto hallar algo interesante en ellos, los aparto para mejor ocasión, ahora llegada. Todos sabemos que la lectura de diarios atrasados provoca melancolía.
 Cuán grave parecía tal noticia en el momento de producirse, pensamos, y al poco se quedó en nada, una gran falsa alarma
. O bien: nada ha cambiado, los políticos –sobre todo ellos– siguen hoy exactamente igual que hace un año, con sus sandeces, sus falacias, sus frases inconexas y vacuas, sus minúsculas querellas que a casi nadie importan pero a las que la prensa presta atención desmesurada
. O bien: qué ingenuos y optimistas fuimos, al creer que tal o cual cuestión estaba ya arreglada o amansada, y ahora está más virulenta que nunca. O bien (lo más evidente): qué nuevo era esto o aquello, y qué viejo se ha hecho en muy poco tiempo.
 Qué novedosos resultaron Obama o Francisco I, y cuán velozmente nos saturamos de ellos; la anhelada independencia de Cataluña se ha convertido en asunto vetusto, como las ya descoloridas y casi raídas esteladas que proliferaron en los balcones en 2012: si algún día se alcanza esa independencia, parecerá un hecho anacrónico, anticuado, y es probable que la población lo acoja con indiferencia, si es que no con cansancio.
 Hasta Felipe VI empieza a semejar rutinario, y en breve lo será Pedro Sánchez, flamante secretario general del PSOE.
Un suplemento literario, sin embargo, debería estar más a salvo de la fugacidad y del rápido envejecimiento de cuanto acontece.
 Los libros siempre esperan, suelo decir a los lectores que se “disculpan” por no haber leído “todavía” tal o cual novela mía; los libros son pacientes y están acostumbrados a aguardar su turno, que a veces llega al cabo de décadas y a veces no llega nunca
. Así solía ser tradicionalmente, pero quizá ya no. Uno va mirando las críticas que aparecieron hace seis o doce o más meses
. Lamento decir que la mayoría no son en sí mismas atractivas: en poquísimas hay una idea, o una consideración llamativa sobre algún aspecto literario o sobre la literatura en su conjunto
. Tampoco logran invitar a asomarse a las obras objeto de su comentario.
 En este agosto de Babelias esperaba elaborar una nutrida lista de títulos que me hubieran pasado inadvertidos o de cuya existencia no me hubiera enterado.
 Lo cierto es que no he anotado ni uno. Apenas ha habido reseñas (con excepción de las que escribía Guelbenzu acaso, pero él hablaba casi siempre de obras traducidas y más bien clásicas que ya conocía; con la de algunas de Manguel y quizá de alguien más) que me hayan incitado a salir corriendo a la librería, sólo fuera por la curiosidad despertada.
 Los apabullantes elogios que han recibido demasiadas novelas, poemarios y ensayos me han producido un efecto anestesiante, por sonarme a maquinales, o a “obligados”, o a insinceros, o a gratuitos, o a convenientes.
 Alabanzas sin alma, por decirlo de manera cursi; palabras apasionadas escritas sin pasión reconocible, como si nos hubiéramos acostumbrado en exceso a manejar sólo envoltorios.
Sólo los exaltadores críticos han visto su importancia, y sus consejos han caído en el vacío
En esos Babelias ya viejos veo una desproporcionada atención a lo que viene de las dos principales Américas, la de nuestra lengua y la anglosajona
. En lo que respecta a la primera, da la impresión de que haya un voluntarismo rayano en la adulación, como si fuera forzoso insistir en que hay cien “genios” en México, en la Argentina, en Colombia, en el Perú, en Chile, en cada país de habla española.
Y no hay ni nunca ha habido cien genios a la vez, ni siquiera en el mundo entero.
 En cuanto a lo procedente de los Estados Unidos, se trata casi todo ello con una especie de beatería, o de provincial papanatismo, cuando la literatura de ese país (con sus salvedades) lleva decenios alumbrando a menudo obras parecidas entre sí, repetitivas, casi clónicas.
 Anticuadas para mi gusto, y sin embargo saludadas una y otra vez como lo más innovador del planeta.
 Los genios estadounidenses no son cien, sino mil por lo menos.
 Lo más desa­sosegante de este repaso es comprobar qué se ha hecho de todas esas obras maestras al cabo de unos meses.
 La inmensa mayoría ha pasado sin pena ni gloria; sólo los exaltadores críticos han visto su importancia, y sus consejos han caído en el vacío para la población lectora.
 Ni siquiera da la impresión de que esos libros esperen, como lo hacían antaño todos.
 Más bien parece que la oportunidad se les haya pasado, para siempre.
 O hasta que una película de éxito basada en ellos vuelva a señalarlos, pero contar con eso es como jugar a la lotería.
Al leer todo seguido sobre esos libros jaleados y encumbrados, que no obstante es como si no existieran, uno se pregunta por qué escribimos tantos y no puede por menos de acordarse de los casos contrarios: de Moby-Dick, por ejemplo, se imprimieron menos de tres mil ejemplares en 1851, y a la muerte de Melville, en 1891, era un título inencontrable, al que gran parte de la crítica había puesto verde.
Casos como el suyo son la única esperanza inútil a la que nos podemos aferrar los que hoy escribimos: a que un día un libro logre elevarse por encima de la confusión de denuestos y elogios y del magma siempre creciente.
 Lo malo es que, si se produce, no lo veremos ni sabremos, como no lo vio ni supo Melville con su enorme ballena blanca. elpaissemanal@elpais.es

Miguel Bosé: "Habría que cuestionar cómo pagamos impuestos" Miguel Bosé regresa a la cita con sus fans acérrimos el 4 de noviembre, cuando publique su úlltimo álbum, Amo, en el que incluye su primera canción protesta.


Miguel Bosé 
 
A sus casi 40 años de carrera hay que sumarle cuatro hijos y un proceso creativo «cada vez más caótico» que le lleva a sumirse en la duda constante.
 Aun así, él siempre tiene ganas de más y regresa, cada vez que se lo pide el cuerpo (y la mente), a la cita con sus fans acérrimos.
 La próxima será el 4 de noviembre, cuando publique su último álbum, Amo, en el que incluye su primera canción protesta. Por si tenía pocos pelos en la lengua… aquí llega Bosé en estado puro.
Bosé puede tener un mal día. De hecho, estos suelen ser sonados
. Por eso, cuando entra en el estudio de fotografía, mira la ropa seleccionada para él y expresa que le gusta mucho, comienzan los guiños cómplices entre la gente de su equipo. «Va a ir bien la cosa», dicen los que le acompañan. Se respira entonces tranquilidad, pero nadie baja la guardia.
 En cualquier momento la calma se puede romper. Se cambia de prenda como un huracán, se planta delante del fotógrafo y dice con disposición: «¿Qué queréis hacer?». Posa con la seguridad de un avezado modelo mientras parece que hasta se imita a sí mismo. Pero es que si no se gusta Miguel Bosé, ¿quién puede hacerlo?
Al hablar, sus ojos miel atrapan mirando fijamente al interlocutor y su voz, seductora, queda sellada en el aire.
Publica su nuevo disco, Amo. Tiene fama de ser buen amo de casa, ¿va por ahí la cosa?

No. Así se llama la primera canción que nace. Un tema dedicado al saber.
Desde pequeño, uno de los rasgos más distintivos de mi personalidad es la insaciable curiosidad. Me metía debajo de la sábana con una linterna a leer lo que fuera: cuentos, diccionarios, prospectos…
 El viajar con el dedo por los atlas y recorrer el Yangtsé con la yema del índice me definen.


Miguel Bosé 
Miguel Bosé no va envejeciendo bien, ni de caracter ni fisicamente, es una mezcla de su madre y la señorita Rotenmeyer con un casi 90% de narcisismo.
Era un niño solitario.

Absolutamente. Tenía dos hermanas a las que yo preguntaba si querían jugar conmigo al Scalextric o al Mecano y la respuesta siempre era: «¡No!»
. Así que me salvó la lectura. No había televisión, pero mi madre leía muchísimo y tenía una nutrida biblioteca.
 Yo iba a hurtadillas al salón, donde cuando éramos pequeños nadie podía entrar si no estaban nuestros padres.
 Solo podía bajar cuando venían invitados. Entonces nos peinaban, nos mostraban y nos volvían a subir.
 Pero cuando el salón estaba cerrado, entraba, me subía a la estantería, cogía un libro y juntaba los contiguos para que no notaran su ausencia.
No hay nada que me guste más que descubrir algo nuevo, investigar, profundizar. En los momentos más desoladores de mi vida, aprender algo que no sabía me ha hecho olvidar la tristeza. Mi hijo Tadeo lo ha heredado multiplicado por 10. Lo observo y me fascina.
Las letras de este disco son más directas que nunca.

Es el fruto de 12 años de escribir SMS. Ya no dices: «Voy a llegar un poco tarde porque estoy en un atasco». Sino que pones: «En 5». Y el resto se sobreentiende. Eso es economizar el lenguaje.
 Y estas cosas tan sencillas, cuando rozan lo poético, se transforman en verdaderas bellezas de frases.

¿Cómo ha sido este proceso creativo?

Con los años es más lento y caótico. Vivo en el infierno de la duda.
 Todo lo que hago me parece una mierda y al día siguiente digo: «Bueno, igual salvo algo». A los dos días me parece una genialidad y a los cinco, una gilipollez.
 En ese tiempo me abandono, me siento solo, me desvelo y las ideas aparecen como una urgencia, como un pis.
 Hace cinco años que no paro en ningún momento de dibujar, escribir, hacer fotos, componer, etc. Es algo huracanado que no me ayuda para nada porque me crea confusión.
 Va cada vez a más y sé que habrá un momento en el que me volveré loco y así se acabará todo.

Miguel Bosé: "Habría que cuestionar cómo pagamos impuestos"

Miguel Bosé regresa a la cita con sus fans acérrimos el 4 de noviembre, cuando publique su úlltimo álbum, Amo, en el que incluye su primera canción protesta.

Miguel Bosé

A sus casi 40 años de carrera hay que sumarle cuatro hijos y un proceso creativo «cada vez más caótico» que le lleva a sumirse en la duda constante. Aun así, él siempre tiene ganas de más y regresa, cada vez que se lo pide el cuerpo (y la mente), a la cita con sus fans acérrimos. La próxima será el 4 de noviembre, cuando publique su último álbum, Amo, en el que incluye su primera canción protesta. Por si tenía pocos pelos en la lengua… aquí llega Bosé en estado puro.
Bosé puede tener un mal día. De hecho, estos suelen ser sonados. Por eso, cuando entra en el estudio de fotografía, mira la ropa seleccionada para él y expresa que le gusta mucho, comienzan los guiños cómplices entre la gente de su equipo. «Va a ir bien la cosa», dicen los que le acompañan. Se respira entonces tranquilidad, pero nadie baja la guardia. En cualquier momento la calma se puede romper. Se cambia de prenda como un huracán, se planta delante del fotógrafo y dice con disposición: «¿Qué queréis hacer?». Posa con la seguridad de un avezado modelo mientras parece que hasta se imita a sí mismo. Pero es que si no se gusta Miguel Bosé, ¿quién puede hacerlo? Al hablar, sus ojos miel atrapan mirando fijamente al interlocutor y su voz, seductora, queda sellada en el aire.
Publica su nuevo disco, Amo. Tiene fama de ser buen amo de casa, ¿va por ahí la cosa?

No. Así se llama la primera canción que nace. Un tema dedicado al saber. Desde pequeño, uno de los rasgos más distintivos de mi personalidad es la insaciable curiosidad. Me metía debajo de la sábana con una linterna a leer lo que fuera: cuentos, diccionarios, prospectos… El viajar con el dedo por los atlas y recorrer el Yangtsé con la yema del índice me definen.
Miguel Bosé

Foto: Sergi Pons


¿Y no sigue una disciplina concreta? Cuénteme cómo es estar un día en su piel.

Lo tengo muy bien agendado
. Me levanto a las 5:30 de la mañana sin necesidad de despertador. Y a partir de ahí empiezo las labores cotidianas: los niños, la familia, la oficina, la compra… y hasta las 22 horas no paro.
 Si la semana tiene siete días, entrego cinco o seis a Bosé. Pero hay un día que lo reservo solo para mí. Para Miguel
. Ha sido una regla sagrada que he seguido siempre y, gracias a ella, me he salvado. Si a esta carrera de 40 años de profesión, por error, le hubiera entregado mi vida entera, ahora tú y yo no estaríamos hablando
. Lo habría mandado todo a tomar por culo.
Miguel Bosé
Camisa desestructurada de Jaime Mesa para 44 Store.
Foto: Sergi Pons
Entonces, ¿es difícil ser Miguel y Bosé?

Es que ambos se odian a muerte
. No comparten absolutamente nada más que un cuerpo. Y tienen que cohabitar. Bosé es pura creatividad, le gusta saltar al vacío y volar, pero es el que paga las facturas
. Y Miguel tiene que tragar.

Con esta doble personalidad, ¿no te vuelves loco?

En cuanto entro por la puerta de mi casa todo lo que pueda pasar fuera me da exactamente igual y me dedico a recuperarme
. Entonces me vuelvo un hombre aburrido, gris, que está con su familia, sus niños, su jardín, sus perros, su cocina y sus amigos
. En mi casa no se habla del trabajo. Pero cuando llega la hora de salir, cabreadísimo porque me tengo que ir, al pasar la cancela exclamo: ¡Vamos!. Y soy también feliz.
 Me he educado a que sea así y me funciona bien.
¿Y con quién estoy hablando ahora?

Uf, no sé.
Si escucha una canción suya, ¿la identifica rápidamente con el momento vital en el que la compuso?

No todas. Un día un amigo tenía un CD puesto en el coche y le pregunté que de quién era el tema. ¡Y era mía!
 Pertenecía a mi primer álbum y no recordaba ni la melodía. A partir de Bandido, que es cuando surge el Bosé que llega hasta hoy, más o menos recuerdo todas, algunas con mucha dificultad y otras ni te las puedo cantar.
 Son muchos años, mucho volumen de obra.
Miguel Bosé 
 
Su ropa define las etapas de su carrera.

Me gusta y sigo la moda.
 Es una forma de expresión que te cuenta muchas cosas y algunas, de repente, son afines a mi estado de ánimo
. Cuando hice Bandido, fue el comienzo del auge de toda la información que venía de Japón.
 A través de la lectura de cómics, de los primeros manga, más toda la cultura samurái que me encantaba, empecé a fabricarme un vestuario con faldas largas
. La gente flipaba, pero es que mis pijamas eran falda pantalón. Luego con Salamandra me pasé a los zajones y a lo español. Una cosa me llevaba a otra y evolucionaba.
 Así vestía en el escenario y en la calle.
¿Y ahora?

Mi estilo es muy diferente al hombre español, que es más conservador
. Me encanta Ann Demeulemeester, todo el diseño belga y los Etxebarrías españoles que crean cosas que son como de La Guerra de las Galaxias
. Y como me identifico con ellas, y me valen, me las pongo. No me enfundo un Dolce & Gabbana ni muerta.
 Con esa manía de ajustar todo, tienes que ser muy estrecho, y mira la caja torácica que tengo de cantar y hacer inmersión.
 Vamos, que no entro ni en Prada.
 


 

 

Dimitirá alguien en este país? Gente que no tiene para comer y..............................

Barberá gastó 7.223 euros en el viaje en que cenó con Ecclestone.

Eso, que por dinero no sea.....

La alcaldesa contrató un coche privado y pasajes de vuelta en preferente.

Rita Barberá con el patrón de la Fórmula 1, Bernie Ecclestone, en 2007 en Valencia. / VÍCTOR FRAILE (REUTERS)

La alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, acompañada del concejal de Deportes, Cristóbal Grau, gastó en dos días y medio 7.223,83 euros en billetes de avión y alquiler de un coche privado durante el viaje a Londres al que fue invitada por el Valencia CF para asistir al partido de Champions ante el Chelsea el 6 de diciembre de 2011.
 La regidora salió de la capital con la expedición valencianista el día 5 en un avión fletado expresamente para el encuentro pero no regresó con el resto la madrugada del día 7.
 Lo hizo a la mañana siguiente, en torno a las once horas, del aeropuerto de Heathrow en dirección a Madrid y luego a Valencia en clase preferente.
Fueron dos billetes de avión, a razón de 1.155,51 euros cada uno, cuyos titulares, según las facturas aportadas por Compromís, eran la alcaldesa Rita Barberá y el concejal Cristóbal Grau.
Durante su estancia en Londres, la regidora contrató un coche privado que estuvo a su disposición ocho horas el día 5, 16 horas el día 6 —de 9 a 17 horas más otras ocho horas extras—, y que los trasladó al aeropuerto el último día. El Ayuntamiento, con el presupuesto congelado por la crisis, abonó 2.311 euros por los pasajes y 4.912 euros más por el uso del vehículo.
Un portavoz oficial asegura que los gastos del viaje sumaron unos 5.000 euros, 2.000 menos de lo que dicen las facturas
A su vuelta a Valencia, la alcaldesa contó que cenó en Londres con el patrón de la F-1 Bernie Ecclestone, que organizaba desde 2008 el Gran Premio de Europa en Valencia y aseguró haberse reunido con grupos de inversores británicos para venderles proyectos de la capital.
 “Cualquier cosa que diga”, comentó en diciembre de 2011, “puede estropear” las negociaciones.
Su encuentro con el patrón de la F-1 fue de carácter privado.
 No desveló su conversación con el magnate británico acerca del futuro del campeonato que, después de cuatro ediciones y cuantiosas pérdidas económicas, se hallaba en la cuerda floja por las dificultades de la Generalitat, acuciada por las deudas y los recortes, de soportar el canon establecido. De hecho, el último GP de Europa se celebró en 2012.
Un portavoz oficial de la alcaldía de Valencia ha asegurado a este diario que los gastos del viaje sumaron unos 5.000 euros —unos 2.500 euros por el vehículo y algo más de 1.000 euros por cada billete de avión—, pero las facturas a las que ha tenido acceso este diario suman 7.300 euros
. Este portavoz añadió que la regidora se entrevistó con dos inversores británicos, pero no precisó cuántas entrevistas hubo, con quién, con qué objetivo y cuál fue el resultado. Uno de ellos fue el del grupo Arena Stadium.

Barberá ha sido junto al expresidente de la Generalitat Francisco Camps la gran defensora de la F-1. No solo estuvo al lado de Camps y Ecclestone cuando el magnate condicionó la celebración del Gran Premio en Valencia a que el PP ganase las elecciones en 2011.
 Fue también la que en octubre de ese mismo año —dos meses después de la dimisión de Camps— desveló un encuentro entre el magnate y Alberto Fabra:
 “Era muy importante, tremendamente importante que se conocieran”, dijo.
 Su único comentario es que las conversaciones para la continuidad de la carrera, iban “por muy buen camino”.
Dos días después del regreso de Barberá de Londres, el Consell anunció que una empresa de la Generalitat se quedaría con los derechos del GP, hasta entonces propiedad en un 50% de Valmor Sport. Circuito del Motor pagó menos de un euro por Valmor pero asumió una deuda de casi 50 millones de euros (entre deuda directa y con terceros).
 El evento que no iba “a costar ni un euro” a los valencianos lleva consumidos cerca de 300 millones de euros y la fiscalía lo está investigando.
Joan Ribó, portavoz municipal de Compromís, critica el malgasto de dinero público
. “En un viaje al que había sido invitada por el Valencia CF, la alcaldesa acaba gastándose más de 2.000 euros de las arcas públicas en billetes de avión y casi 5.000 euros por disponer de un vehículo privado para tan solo tres días”, declara.
 Además, destaca la coincidencia de que Barberá se reuniese con Ecclestone, precisamente cuatro días antes de que el Consell decidiera adquirir Valmor Sports por un euro y asumiendo todas sus deudas.

 

 

Ahora parece que la culpa es de la enfermera por quitarse mal el traje protector, no del Consejero de Sanidad ni de Ana Mato por inútiles.

Teresa Romero la auxiliar de enfermería contagiada por ébola en una imagen del Facebook del gimnasio al que acude. / jaime villanueva

Teresa Romero no es descuidada.
 Si se contagió de ébola, en un error fatal al quitarse el traje de protección en aquella habitación del hospital Carlos III de Madrid, no fue por desidia.
La auxiliar de enfermería, de 44 años, que lucha por sobrevivir al virus letal tras el malogrado accidente haciendo su trabajo, es una profesional responsable, según sus compañeras en el centro, y una persona “minuciosa” en lo que hace, tal y como la describe su hermano.
Unos y otros coinciden, además, en una cualidad de Teresa que la presupone especialmente atenta al enfrentarse al contacto con los dos religiosos fallecidos por ébola: es aprensiva, incluso “un poco exagerada”, apunta su hermano.
 Una mujer diligente a la que sobrevino un día de agosto la mala fortuna. Aunque nunca había evitado las situaciones comprometidas.
Teresa y su hermano, José Ramón (de 40 años), nacieron en Madrid, aunque son orgullosos gallegos. En Alcorcón, la ciudad del suroeste de Madrid en la que viven, en su entorno les conocen como “los galegos”.
 Sus padres, originarios de dos pueblos de la montaña lucense (Cervantes y Navia de Suarna, en la comarca de Os Ancares), emigraron a Madrid cuando todo el mundo se marchaba de esa zona aislada y deprimida
. La familia se mantuvo en la capital con el trabajo del padre, carpintero, que enseñó el oficio a su hijo.
 La vida de los Romero Ramos no ha sido fácil: en 2004 perdieron el padre a causa de un cáncer, y la madre, Jesusa, arrastra a sus 71 años una depresión de la que no logra recuperarse.
La mujer vive sola y recluida en el pueblo.
 Los hermanos se distanciaron cuando pasaron la veintena.
En los 90 trató a enfermos de SIDA y también tuvo que hacerse análisis
Teresa va siempre que puede a Becerreá (3.050 habitantes, en el centro de la provincia de Lugo). Más desde que murió el padre, para acompañar a su madre, (“están bastante unidas, aunque creo que yo soy el favorito”, se jacta José Ramón) pero también porque se relaciona mucho con sus primos del pueblo, con los que le une una buena amistad.
 Con su marido, Javier Limón, Teresa frecuenta también la costa de A Coruña. El matrimonio no tiene hijos; ella estaba muy apegada a su perro, Excálibur, sacrificado para evitar riesgos por la enfermedad. “Hacía un mundo si Excálibur tenía un arañazo”, revela José Ramón.
 El can era suyo y acabó en manos de su hermana por una “larga historia” que él prefiere no contar. Más allá de la familia, la auxiliar de enfermería no tiene un gran círculo en la pequeña localidad gallega. “Aquí nadie le pone cara, salvo los vecinos de las casas de alrededor”, dice el alcalde, Manuel Martínez (PSOE).
Teresa escapa mucho a Galicia y mantiene una vida “casera” en Madrid.
 “El otro día se quejó a Javier de que cada vez salían menos”, desliza, confidente, su hermano. Últimamente ella dedicaba mucho tiempo a estudiar la oposición para lograr una plaza fija como auxiliar de enfermería.
 “Estudiaba a rajatabla, y eso que le cuesta. La FP le costó bastante también”, concede José Ramón. Aunque llevaba 15 años trabajando como auxiliar en el hospital Carlos III —el mismo donde atendió a los misioneros contagiados con ébola, y el mismo donde hoy sus compañeros tratan de salvarle la vida— era interina.
Pidió a su hermano que no fuese a verle y a su marido que no usase
su baño
El pasado 27 de septiembre, de hecho, dos días después de haberse infectado con el virus, acudió a examinarse de la oposición en la Universidad Complutense de Madrid.
No tenía síntomas, así que no pudo contagiar a nadie. Aún se esperan los resultados de los exámenes. “Ella siente entusiasmo por su trabajo”, relatan en su entorno. Le gusta lo que hace. Seguramente por ese compromiso decidió formar parte del equipo que atendió a Manuel López Viejo y a Miguel Pajares (los dos misioneros fallecidos), como había hecho otras veces en su vida profesional. Teresa nunca rehuyó el compromiso.
 En los años noventa trató a enfermos de VIH, con percance incluido. Tuvo un accidente que le obligó a someterse a análisis por si se había infectado
. Aquellos salieron negativos.
El cuidado se revela también en cómo actuó tras sospechar que había sucumbido al ébola.
 Desde que tuvo fiebre, la primera semana de octubre, tomó precauciones con su marido. Durmieron en camas separadas y utilizaron baños distintos.
 A su hermano le advirtió: “no vengas a casa” cuando él quiso verla 48 horas antes de que fuera diagnosticada.
Todo apunta a que si Teresa incurrió en ese error fatal, haciendo ese trabajo que apreciaba, no fue porque no pusiera cuidado para evitarlo.