A sus casi 40 años de carrera hay que sumarle cuatro hijos y un proceso
creativo «cada vez más caótico» que le lleva a sumirse en la duda
constante.
Aun así, él siempre tiene ganas de más y regresa, cada vez que se lo pide el cuerpo (y la mente), a la cita con sus fans acérrimos.
La próxima será el 4 de noviembre, cuando publique su último álbum, Amo, en el que incluye su primera canción protesta. Por si tenía pocos pelos en la lengua… aquí llega Bosé en estado puro.
Bosé puede tener un mal día. De hecho, estos suelen ser sonados
. Por eso, cuando entra en el estudio de fotografía, mira la ropa seleccionada para él y expresa que le gusta mucho, comienzan los guiños cómplices entre la gente de su equipo. «Va a ir bien la cosa», dicen los que le acompañan. Se respira entonces tranquilidad, pero nadie baja la guardia.
En cualquier momento la calma se puede romper. Se cambia de prenda como un huracán, se planta delante del fotógrafo y dice con disposición: «¿Qué queréis hacer?». Posa con la seguridad de un avezado modelo mientras parece que hasta se imita a sí mismo. Pero es que si no se gusta Miguel Bosé, ¿quién puede hacerlo?
Al hablar, sus ojos miel atrapan mirando fijamente al interlocutor y su voz, seductora, queda sellada en el aire.
Publica su nuevo disco, Amo. Tiene fama de ser buen amo de casa, ¿va por ahí la cosa?
No. Así se llama la primera canción que nace. Un tema dedicado al saber.
Desde pequeño, uno de los rasgos más distintivos de mi personalidad es la insaciable curiosidad. Me metía debajo de la sábana con una linterna a leer lo que fuera: cuentos, diccionarios, prospectos…
El viajar con el dedo por los atlas y recorrer el Yangtsé con la yema del índice me definen.
Aun así, él siempre tiene ganas de más y regresa, cada vez que se lo pide el cuerpo (y la mente), a la cita con sus fans acérrimos.
La próxima será el 4 de noviembre, cuando publique su último álbum, Amo, en el que incluye su primera canción protesta. Por si tenía pocos pelos en la lengua… aquí llega Bosé en estado puro.
Bosé puede tener un mal día. De hecho, estos suelen ser sonados
. Por eso, cuando entra en el estudio de fotografía, mira la ropa seleccionada para él y expresa que le gusta mucho, comienzan los guiños cómplices entre la gente de su equipo. «Va a ir bien la cosa», dicen los que le acompañan. Se respira entonces tranquilidad, pero nadie baja la guardia.
En cualquier momento la calma se puede romper. Se cambia de prenda como un huracán, se planta delante del fotógrafo y dice con disposición: «¿Qué queréis hacer?». Posa con la seguridad de un avezado modelo mientras parece que hasta se imita a sí mismo. Pero es que si no se gusta Miguel Bosé, ¿quién puede hacerlo?
Al hablar, sus ojos miel atrapan mirando fijamente al interlocutor y su voz, seductora, queda sellada en el aire.
Publica su nuevo disco, Amo. Tiene fama de ser buen amo de casa, ¿va por ahí la cosa?
No. Así se llama la primera canción que nace. Un tema dedicado al saber.
Desde pequeño, uno de los rasgos más distintivos de mi personalidad es la insaciable curiosidad. Me metía debajo de la sábana con una linterna a leer lo que fuera: cuentos, diccionarios, prospectos…
El viajar con el dedo por los atlas y recorrer el Yangtsé con la yema del índice me definen.
Miguel Bosé no va envejeciendo bien, ni de caracter ni fisicamente, es una mezcla de su madre y la señorita Rotenmeyer con un casi 90% de narcisismo.
Era un niño solitario.
Absolutamente. Tenía dos hermanas a las que yo preguntaba si querían jugar conmigo al Scalextric o al Mecano y la respuesta siempre era: «¡No!»
. Así que me salvó la lectura. No había televisión, pero mi madre leía muchísimo y tenía una nutrida biblioteca.
Yo iba a hurtadillas al salón, donde cuando éramos pequeños nadie podía entrar si no estaban nuestros padres.
Solo podía bajar cuando venían invitados. Entonces nos peinaban, nos mostraban y nos volvían a subir.
Pero cuando el salón estaba cerrado, entraba, me subía a la estantería, cogía un libro y juntaba los contiguos para que no notaran su ausencia.
No hay nada que me guste más que descubrir algo nuevo, investigar, profundizar. En los momentos más desoladores de mi vida, aprender algo que no sabía me ha hecho olvidar la tristeza. Mi hijo Tadeo lo ha heredado multiplicado por 10. Lo observo y me fascina.
Las letras de este disco son más directas que nunca.
Es el fruto de 12 años de escribir SMS. Ya no dices: «Voy a llegar un poco tarde porque estoy en un atasco». Sino que pones: «En 5». Y el resto se sobreentiende. Eso es economizar el lenguaje.
Y estas cosas tan sencillas, cuando rozan lo poético, se transforman en verdaderas bellezas de frases.
¿Cómo ha sido este proceso creativo?
Con los años es más lento y caótico. Vivo en el infierno de la duda.
Todo lo que hago me parece una mierda y al día siguiente digo: «Bueno, igual salvo algo». A los dos días me parece una genialidad y a los cinco, una gilipollez.
En ese tiempo me abandono, me siento solo, me desvelo y las ideas aparecen como una urgencia, como un pis.
Hace cinco años que no paro en ningún momento de dibujar, escribir, hacer fotos, componer, etc. Es algo huracanado que no me ayuda para nada porque me crea confusión.
Va cada vez a más y sé que habrá un momento en el que me volveré loco y así se acabará todo.
A sus casi 40 años de carrera hay que sumarle cuatro hijos y un proceso
creativo «cada vez más caótico» que le lleva a sumirse en la duda
constante. Aun así, él siempre tiene ganas de más y regresa, cada vez
que se lo pide el cuerpo (y la mente), a la cita con sus fans acérrimos.
La próxima será el 4 de noviembre, cuando publique su último álbum,
Amo, en el que incluye su primera canción protesta. Por si tenía pocos
pelos en la lengua… aquí llega Bosé en estado puro.
Bosé puede tener un mal día. De hecho, estos suelen ser sonados. Por eso, cuando entra en el estudio de fotografía, mira la ropa seleccionada para él y expresa que le gusta mucho, comienzan los guiños cómplices entre la gente de su equipo. «Va a ir bien la cosa», dicen los que le acompañan. Se respira entonces tranquilidad, pero nadie baja la guardia. En cualquier momento la calma se puede romper. Se cambia de prenda como un huracán, se planta delante del fotógrafo y dice con disposición: «¿Qué queréis hacer?». Posa con la seguridad de un avezado modelo mientras parece que hasta se imita a sí mismo. Pero es que si no se gusta Miguel Bosé, ¿quién puede hacerlo? Al hablar, sus ojos miel atrapan mirando fijamente al interlocutor y su voz, seductora, queda sellada en el aire.
Publica su nuevo disco, Amo. Tiene fama de ser buen amo de casa, ¿va por ahí la cosa?
No. Así se llama la primera canción que nace. Un tema dedicado al saber. Desde pequeño, uno de los rasgos más distintivos de mi personalidad es la insaciable curiosidad. Me metía debajo de la sábana con una linterna a leer lo que fuera: cuentos, diccionarios, prospectos… El viajar con el dedo por los atlas y recorrer el Yangtsé con la yema del índice me definen.
¿Y no sigue una disciplina concreta? Cuénteme cómo es estar un día en su piel.
Lo tengo muy bien agendado
. Me levanto a las 5:30 de la mañana sin necesidad de despertador. Y a partir de ahí empiezo las labores cotidianas: los niños, la familia, la oficina, la compra… y hasta las 22 horas no paro.
Si la semana tiene siete días, entrego cinco o seis a Bosé. Pero hay un día que lo reservo solo para mí. Para Miguel
. Ha sido una regla sagrada que he seguido siempre y, gracias a ella, me he salvado. Si a esta carrera de 40 años de profesión, por error, le hubiera entregado mi vida entera, ahora tú y yo no estaríamos hablando
. Lo habría mandado todo a tomar por culo.
Entonces, ¿es difícil ser Miguel y Bosé?
Es que ambos se odian a muerte
. No comparten absolutamente nada más que un cuerpo. Y tienen que cohabitar. Bosé es pura creatividad, le gusta saltar al vacío y volar, pero es el que paga las facturas
. Y Miguel tiene que tragar.
Con esta doble personalidad, ¿no te vuelves loco?
En cuanto entro por la puerta de mi casa todo lo que pueda pasar fuera me da exactamente igual y me dedico a recuperarme
. Entonces me vuelvo un hombre aburrido, gris, que está con su familia, sus niños, su jardín, sus perros, su cocina y sus amigos
. En mi casa no se habla del trabajo. Pero cuando llega la hora de salir, cabreadísimo porque me tengo que ir, al pasar la cancela exclamo: ¡Vamos!. Y soy también feliz.
Me he educado a que sea así y me funciona bien.
¿Y con quién estoy hablando ahora?
Uf, no sé.
Si escucha una canción suya, ¿la identifica rápidamente con el momento vital en el que la compuso?
No todas. Un día un amigo tenía un CD puesto en el coche y le pregunté que de quién era el tema. ¡Y era mía!
Pertenecía a mi primer álbum y no recordaba ni la melodía. A partir de Bandido, que es cuando surge el Bosé que llega hasta hoy, más o menos recuerdo todas, algunas con mucha dificultad y otras ni te las puedo cantar.
Son muchos años, mucho volumen de obra.
Absolutamente. Tenía dos hermanas a las que yo preguntaba si querían jugar conmigo al Scalextric o al Mecano y la respuesta siempre era: «¡No!»
. Así que me salvó la lectura. No había televisión, pero mi madre leía muchísimo y tenía una nutrida biblioteca.
Yo iba a hurtadillas al salón, donde cuando éramos pequeños nadie podía entrar si no estaban nuestros padres.
Solo podía bajar cuando venían invitados. Entonces nos peinaban, nos mostraban y nos volvían a subir.
Pero cuando el salón estaba cerrado, entraba, me subía a la estantería, cogía un libro y juntaba los contiguos para que no notaran su ausencia.
No hay nada que me guste más que descubrir algo nuevo, investigar, profundizar. En los momentos más desoladores de mi vida, aprender algo que no sabía me ha hecho olvidar la tristeza. Mi hijo Tadeo lo ha heredado multiplicado por 10. Lo observo y me fascina.
Las letras de este disco son más directas que nunca.
Es el fruto de 12 años de escribir SMS. Ya no dices: «Voy a llegar un poco tarde porque estoy en un atasco». Sino que pones: «En 5». Y el resto se sobreentiende. Eso es economizar el lenguaje.
Y estas cosas tan sencillas, cuando rozan lo poético, se transforman en verdaderas bellezas de frases.
¿Cómo ha sido este proceso creativo?
Con los años es más lento y caótico. Vivo en el infierno de la duda.
Todo lo que hago me parece una mierda y al día siguiente digo: «Bueno, igual salvo algo». A los dos días me parece una genialidad y a los cinco, una gilipollez.
En ese tiempo me abandono, me siento solo, me desvelo y las ideas aparecen como una urgencia, como un pis.
Hace cinco años que no paro en ningún momento de dibujar, escribir, hacer fotos, componer, etc. Es algo huracanado que no me ayuda para nada porque me crea confusión.
Va cada vez a más y sé que habrá un momento en el que me volveré loco y así se acabará todo.
Miguel Bosé: "Habría que cuestionar cómo pagamos impuestos"
Miguel Bosé regresa a la cita con sus fans acérrimos el 4 de noviembre, cuando publique su úlltimo álbum, Amo, en el que incluye su primera canción protesta.
12 de octubre de 2014
07:38 h.
Bosé puede tener un mal día. De hecho, estos suelen ser sonados. Por eso, cuando entra en el estudio de fotografía, mira la ropa seleccionada para él y expresa que le gusta mucho, comienzan los guiños cómplices entre la gente de su equipo. «Va a ir bien la cosa», dicen los que le acompañan. Se respira entonces tranquilidad, pero nadie baja la guardia. En cualquier momento la calma se puede romper. Se cambia de prenda como un huracán, se planta delante del fotógrafo y dice con disposición: «¿Qué queréis hacer?». Posa con la seguridad de un avezado modelo mientras parece que hasta se imita a sí mismo. Pero es que si no se gusta Miguel Bosé, ¿quién puede hacerlo? Al hablar, sus ojos miel atrapan mirando fijamente al interlocutor y su voz, seductora, queda sellada en el aire.
Publica su nuevo disco, Amo. Tiene fama de ser buen amo de casa, ¿va por ahí la cosa?
No. Así se llama la primera canción que nace. Un tema dedicado al saber. Desde pequeño, uno de los rasgos más distintivos de mi personalidad es la insaciable curiosidad. Me metía debajo de la sábana con una linterna a leer lo que fuera: cuentos, diccionarios, prospectos… El viajar con el dedo por los atlas y recorrer el Yangtsé con la yema del índice me definen.
¿Y no sigue una disciplina concreta? Cuénteme cómo es estar un día en su piel.
Lo tengo muy bien agendado
. Me levanto a las 5:30 de la mañana sin necesidad de despertador. Y a partir de ahí empiezo las labores cotidianas: los niños, la familia, la oficina, la compra… y hasta las 22 horas no paro.
Si la semana tiene siete días, entrego cinco o seis a Bosé. Pero hay un día que lo reservo solo para mí. Para Miguel
. Ha sido una regla sagrada que he seguido siempre y, gracias a ella, me he salvado. Si a esta carrera de 40 años de profesión, por error, le hubiera entregado mi vida entera, ahora tú y yo no estaríamos hablando
. Lo habría mandado todo a tomar por culo.
Es que ambos se odian a muerte
. No comparten absolutamente nada más que un cuerpo. Y tienen que cohabitar. Bosé es pura creatividad, le gusta saltar al vacío y volar, pero es el que paga las facturas
. Y Miguel tiene que tragar.
Con esta doble personalidad, ¿no te vuelves loco?
En cuanto entro por la puerta de mi casa todo lo que pueda pasar fuera me da exactamente igual y me dedico a recuperarme
. Entonces me vuelvo un hombre aburrido, gris, que está con su familia, sus niños, su jardín, sus perros, su cocina y sus amigos
. En mi casa no se habla del trabajo. Pero cuando llega la hora de salir, cabreadísimo porque me tengo que ir, al pasar la cancela exclamo: ¡Vamos!. Y soy también feliz.
Me he educado a que sea así y me funciona bien.
¿Y con quién estoy hablando ahora?
Uf, no sé.
Si escucha una canción suya, ¿la identifica rápidamente con el momento vital en el que la compuso?
No todas. Un día un amigo tenía un CD puesto en el coche y le pregunté que de quién era el tema. ¡Y era mía!
Pertenecía a mi primer álbum y no recordaba ni la melodía. A partir de Bandido, que es cuando surge el Bosé que llega hasta hoy, más o menos recuerdo todas, algunas con mucha dificultad y otras ni te las puedo cantar.
Son muchos años, mucho volumen de obra.
Su ropa define las etapas de su carrera.
Me gusta y sigo la moda.
Es una forma de expresión que te cuenta muchas cosas y algunas, de repente, son afines a mi estado de ánimo
. Cuando hice Bandido, fue el comienzo del auge de toda la información que venía de Japón.
A través de la lectura de cómics, de los primeros manga, más toda la cultura samurái que me encantaba, empecé a fabricarme un vestuario con faldas largas
. La gente flipaba, pero es que mis pijamas eran falda pantalón. Luego con Salamandra me pasé a los zajones y a lo español. Una cosa me llevaba a otra y evolucionaba.
Así vestía en el escenario y en la calle.
¿Y ahora?
Mi estilo es muy diferente al hombre español, que es más conservador
. Me encanta Ann Demeulemeester, todo el diseño belga y los Etxebarrías españoles que crean cosas que son como de La Guerra de las Galaxias
. Y como me identifico con ellas, y me valen, me las pongo. No me enfundo un Dolce & Gabbana ni muerta.
Con esa manía de ajustar todo, tienes que ser muy estrecho, y mira la caja torácica que tengo de cantar y hacer inmersión.
Vamos, que no entro ni en Prada.
Me gusta y sigo la moda.
Es una forma de expresión que te cuenta muchas cosas y algunas, de repente, son afines a mi estado de ánimo
. Cuando hice Bandido, fue el comienzo del auge de toda la información que venía de Japón.
A través de la lectura de cómics, de los primeros manga, más toda la cultura samurái que me encantaba, empecé a fabricarme un vestuario con faldas largas
. La gente flipaba, pero es que mis pijamas eran falda pantalón. Luego con Salamandra me pasé a los zajones y a lo español. Una cosa me llevaba a otra y evolucionaba.
Así vestía en el escenario y en la calle.
¿Y ahora?
Mi estilo es muy diferente al hombre español, que es más conservador
. Me encanta Ann Demeulemeester, todo el diseño belga y los Etxebarrías españoles que crean cosas que son como de La Guerra de las Galaxias
. Y como me identifico con ellas, y me valen, me las pongo. No me enfundo un Dolce & Gabbana ni muerta.
Con esa manía de ajustar todo, tienes que ser muy estrecho, y mira la caja torácica que tengo de cantar y hacer inmersión.
Vamos, que no entro ni en Prada.