Morrissey es ya casi una figura mitológica.
Un ser sobre el que se
sigue fabulando, que cada vez que es avistado renueva la teórica a su
alrededor.
Desde su sexualidad hasta sus opiniones sobre los plantas,
minerales, animales y humanos, pasando por los eternos rumores sobre la
salida de los juzgados y vuelta a los escenarios de la banda que le hizo
famoso
. El mundo se divide entre los que no saben quién es y los que
saben quién es pero aún les cuesta poder decir que lo conocen.
A poca
gente del planeta es tan fácil amarla como odiarla.
Mozzer es
uno de esos curiosos ejemplos de humano, y sus conciertos siempre han
sido un reflejo de ese carácter iconoclasta y a la vez panfletario,
arisco y a la vez empático, genial y a la vez errático, sexual y a la
vez asexuado.
Desde siempre, el de Manchester ha sido, pues, todo a la
vez.
Lo fórmula le ha funcionado como artista y como personaje, sobre el
escenario, ante la grabadora de algún periodista y en las narices de
millones de fans.
Pero hay algo que, tras lo visto en Madrid ayer,
empieza a necesitar algo más que chapa y pintura. Ahí van cinco
síntomas.
1. Morrissey tiene poco dinero
Ha vestido a sus músicos como si fueran suplentes de Osasuna
. Luego,
ha decidido traer como soporte para sus proyecciones dos pantallas que
parecen sacadas de Cazasubastas.
En ellas proyecta imágenes fijas de carácter vintage
. Algunas no tienen nada que ver con lo que suena, otras, como el toro y el torero que decoran la interpretación de The bullfighter dies,
no son lo que podríamos llamar sutiles.
Pero la sorpresa llega cuando
algunas imágenes se quedan ahí arriba proyectadas, inmóviles,
observándonos durante dos o tres temas seguidos.
O peor, cuando otras
vuelven a aparecer cuatro canciones más tarde.
2. Que vuelva la era Johnny Marr
Si se reúnen The Smiths, que el repertorio lo escoja, por favor,
Johnny Marr.
De hecho, que llame a Johnny Marr para que le haga el setlist
del resto de la gira, pues la verdad es que en el repertorio
interpretado en el Palacio de los Deportes no solo falla la elección de
temas, sino que incluso es nefasto el orden en que son interpretados
.
Empezar con The queen is dead crea unas expectativas demasiado
altas, sobre todo, si va a pasar más de una hora hasta que se vuelva a
interpretar otra canción de The Smiths, y esta encima es Meat is murder,
que a ciertas horas y en según qué circunstancias lo único que provoca
en el espectador son unas tremendas ganas de zamparse un durum de
ternera.
Arrancar los bises con Asleep (dormido) es de una chulería preocupante incluso para Mozzer
y una redundancia olímpica para muchos de los asistentes.
Podemos,
pues, concluir, que en este fluctuante flujo de cariño que provoca que
durante aproximadamente cinco años uno piense que el bueno de The Smiths
era Marr, y durante el siguiente lustro recule y viva convencido de que
no, que el bueno era Morrissey, podamos afirmar que vuelve la era Marr.
Al menos, este en directo toca Stop me..., Bigmouth..., Panic y There is a light...
3. Deja de tocar y danos una entrevista
Existe un perfil de artista, casi siempre británico, que llegado un
punto de su carrera se convierte en un maravilloso entrevistado, hasta
el punto de que sus declaraciones al respecto de la raza humana en
general son mucho más interesantes, entretenidas y divertidas que sus
creaciones.
Le pasó muy pronto a Noel Gallagher y muy tarde a Martin
Amis.
Ahora parece empezar a sucederle a Morrissey, quien sigue editando
discos con un porcentaje aceptable de buenos temas (tocar casi todo su
último trabajo e ignorar Staircase at the University es tan
loco que hasta tiene su gracia), pero gana mucho cuando responde
preguntas al respecto de los toros, la Familia Real Británica, los
Bekcham o los estadounidenses como raza a estudiar con darwiniano
detenimiento.
4. España nunca falla
Cuando sobre el escenario no se emite ningún sonido que merezca la
pena, lo mejor es concentrarse en las conversaciones que a uno le
rodean
. Para esto, España es el país ideal. El artista estará mejor o
peor, pero el público jamás defrauda.
Allá vamos.
A la izquierda, una
muchacha atormentada por su entrevista de trabajo de esta mañana.
Aunque
la conversación termina abarcando cuatro largos baladones de Mozzer, es posible, en un ejercicio de síntesis que deja las líneas de diálogo de Dustin Hoffman en Rain Man
a la altura de un alambicado discurso de Fidel Castro, resumirla en
esto: la chica fue a una entrevista de trabajo, le preguntaron si sabía
inglés y dijo yes.
En realidad, la respuesta correcta era no. A partir
de ahí, ella y su empático acompañante discuten largo y distendido sobre
estrategias que adoptar en una situación como esa.
Hasta que Morrissey
toca Trouble loves me y se les quitan las ganas hasta de hablar.
A la derecha, el listo que todo concierto necesita. Cuando el inglés
afirma que los toros son “la vergüenza de España”, él se la guarda.
Y
así, cuando Mozzer acomete el tema de The Smiths Meat is murder,
él se la devuelve orgulloso: “En una entrevista decía que iba a tocar
temas de los Smiths y no ha tocado ninguna.
Él sí que es una vergüenza”.
Delante alguien dice que Mozzer es el “Raphael versión british”.
Atrás, uno le pregunta a su acompañante cómo traduciría “United
King-dumb”, leyenda que, superpuesta a una imagen de Kate Middleton y el
Príncipe Guillermo, decora ahora las pantallas situadas sobre el
escenario.
Es una ocurrencia tradicional británica que sustituye Kingdom
(Reino) por King-dumb (siendo dumb traducible como bobo, lerdo, tonto).
Bien, pues la respuesta que le ofrece al hombre que duda su compañero
es esta: “Tío, pues King-Dumb, como de Dumbo, por las orejas, ¿no ves?”.
Este podía ir a la entrevista de trabajo con la chica y ayudarla con el
idioma y a la vez irse de cañas con el listo y volver con una vacuna
para el Ébola.
5. Dejad que Mozzer sea Mozzer
Anoche tuvo momentos de brillo (You have killed me fue enorme y How soon is now
sigue pareciendo que cayó de un platillo volante), algún arranque de
tos y un final esplendoroso en el que hasta se quitó la camisa.
Repertorio de duelo y tortura pero él sigue siendo genio y figura.