La semana de la moda
que ha terminado en París cierra el calendario internacional para
primavera/verano 2015.
Tras un mes de desfiles, la conclusión es que se trata de una temporada muy poco memorable
. Ni quiera la cercanía con el arte de los últimos días sirvió para que la cita se elevara.
Nicolas Ghesquière (Comines, 1971) presentó su tercera colección para Louis Vuitton en un espacio espectacular.
El edificio que el arquitecto Frank Gehry ha proyectado como sede de la Fundación que lleva el nombre de la casa parece una nave espacial anclada en el bosque, ya que se encuentra en pleno Bois de Bologne
. Un prodigio arquitectónico que albergará un museo del que mucho se espera y poco se sabe. Bernard Arnault, presidente del grupo Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH), no ha querido desvelar demasiado sobre el contenido artístico del centro. Se trata de un entorno que —incluso vacío— supera cualquiera de las escenografías ideadas por el antecesor de Ghesquière en el cargo, Marc Jacobs. Cada centímetro emana un poderío apabullante.
La colección se empapó de ese aura de misterio
. La audiencia era conducida hasta las entrañas del sinuoso edificio y distribuida por oscuras galerías atravesadas por haces de luz diagonales que enfatizaban la sensación de estar embarcando para un viaje espacial
. Los espejos que cubrían las paredes no permitían hacerse una idea de las dimensiones reales del lugar generando una sensación de laberinto.
Antes de que las modelos empezaran a desfilar, una instalación en vídeo mostraba a varios rostros hablando al público.
Aseguraban que la audiencia se encontraba “en un lugar que no existe” y se le proponía “un viaje al universo sin moverse” en un decorado con la dirección artística de Es Devlin.
Ghesquière nunca ha ocultado su fascinación por la ciencia ficción, tema que pobló muchos de sus diseños en los 15 años que pasó como director creativo de Balenciaga.
En esta ocasión, vuelve al tema con una mirada distinta. En su nuevo hogar, Ghesquière se aleja de la vanguardia radical que le dio la fama y apuesta por una estética mucho menos compleja y más pragmática.
Tal vez porque la magnitud comercial de Louis Vuitton, la mayor firma de lujo del mundo, no deja espacio para tantos experimentos.
En todo caso, el vocabulario de Ghesquière se ha simplificado y se acerca a la realidad cotidiana del vestir. En lugar de recurrir a la manida visión del futuro que se tuvo en los sesenta, fabula con el porvenir que habría podido imaginarse en la década siguiente. Como tantos otros esta temporada, Ghesquière mira a los setenta (el tiempo de su primera infancia) y su retrofuturismo se nutre de vestidos de croché, pantalones de campana, terciopelo y estampados art noveau. Elementos que conviven con un cuero blanco ilustrado con objetos de uso diario: coches, secadores de pelo, auriculares…
Una auténtica declaración de intenciones porque con él lo pragmático llega al corazón de la gran nave de Louis Vuitton.
El trabajo de la holandesa Iris van Herpen también se presentó en un museo, en este caso, el Pompidou
. La diseñadora, nacida en 1984, es la última ganadora del premio ANDAM, dotado con 250.000 euros y un año de tutoría por parte de François-Henri Pinault, presidente del grupo Kering. Van Herpen ha hecho buen uso de los medios que el galardón le ha facilitado en una impecable colección para primavera/verano 2015
. A partir de una visita al CERN, Van Herpen decidió explorar el dinamismo de las fuerzas de atracción y repulsión sobre las partículas
. Sus vestidos finales simulan el estallido de un cristal y consiguen que este material parezca elástico en unas esculturas corporales de efecto hipnótico que mezclan la ciencia, la naturaleza y el diseño. Los zapatos crecen de forma irregular formando escarpados perfiles
. Pero no solo hay piezas artísticas en su colección, vestidos y chaquetas de vocación más realista se bordan con plumas de plástico.
La decana en esto de la moda en un entorno artístico es la italiana Miuccia Prada, que mostró su colección de Miu Miu en el Palais d’Iéna como es habitual desde 2011.
Una joya arquitectónica de Auguste Perret de 1937 que sirve de sede a diversas actividades culturales y que, en esta ocasión, estaba intervenida con arcos de madera que lograban un efecto religioso.
Pero nada de eso había en una colección de perversas muchachas de cejas finamente dibujadas y que seducen en verano con materiales toscos e invernales.
Con sus altas plataformas y abrigos ovalados, las chicas de Miu Miu transmiten nostalgia de un pasado oscuro en una primavera un poco triste.
Lo que, finalmente, es un buen resumen de la temporada.
Tras un mes de desfiles, la conclusión es que se trata de una temporada muy poco memorable
. Ni quiera la cercanía con el arte de los últimos días sirvió para que la cita se elevara.
Nicolas Ghesquière (Comines, 1971) presentó su tercera colección para Louis Vuitton en un espacio espectacular.
El edificio que el arquitecto Frank Gehry ha proyectado como sede de la Fundación que lleva el nombre de la casa parece una nave espacial anclada en el bosque, ya que se encuentra en pleno Bois de Bologne
. Un prodigio arquitectónico que albergará un museo del que mucho se espera y poco se sabe. Bernard Arnault, presidente del grupo Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH), no ha querido desvelar demasiado sobre el contenido artístico del centro. Se trata de un entorno que —incluso vacío— supera cualquiera de las escenografías ideadas por el antecesor de Ghesquière en el cargo, Marc Jacobs. Cada centímetro emana un poderío apabullante.
La colección se empapó de ese aura de misterio
. La audiencia era conducida hasta las entrañas del sinuoso edificio y distribuida por oscuras galerías atravesadas por haces de luz diagonales que enfatizaban la sensación de estar embarcando para un viaje espacial
. Los espejos que cubrían las paredes no permitían hacerse una idea de las dimensiones reales del lugar generando una sensación de laberinto.
Antes de que las modelos empezaran a desfilar, una instalación en vídeo mostraba a varios rostros hablando al público.
Aseguraban que la audiencia se encontraba “en un lugar que no existe” y se le proponía “un viaje al universo sin moverse” en un decorado con la dirección artística de Es Devlin.
Ghesquière nunca ha ocultado su fascinación por la ciencia ficción, tema que pobló muchos de sus diseños en los 15 años que pasó como director creativo de Balenciaga.
En esta ocasión, vuelve al tema con una mirada distinta. En su nuevo hogar, Ghesquière se aleja de la vanguardia radical que le dio la fama y apuesta por una estética mucho menos compleja y más pragmática.
Tal vez porque la magnitud comercial de Louis Vuitton, la mayor firma de lujo del mundo, no deja espacio para tantos experimentos.
En todo caso, el vocabulario de Ghesquière se ha simplificado y se acerca a la realidad cotidiana del vestir. En lugar de recurrir a la manida visión del futuro que se tuvo en los sesenta, fabula con el porvenir que habría podido imaginarse en la década siguiente. Como tantos otros esta temporada, Ghesquière mira a los setenta (el tiempo de su primera infancia) y su retrofuturismo se nutre de vestidos de croché, pantalones de campana, terciopelo y estampados art noveau. Elementos que conviven con un cuero blanco ilustrado con objetos de uso diario: coches, secadores de pelo, auriculares…
Una auténtica declaración de intenciones porque con él lo pragmático llega al corazón de la gran nave de Louis Vuitton.
El trabajo de la holandesa Iris van Herpen también se presentó en un museo, en este caso, el Pompidou
. La diseñadora, nacida en 1984, es la última ganadora del premio ANDAM, dotado con 250.000 euros y un año de tutoría por parte de François-Henri Pinault, presidente del grupo Kering. Van Herpen ha hecho buen uso de los medios que el galardón le ha facilitado en una impecable colección para primavera/verano 2015
. A partir de una visita al CERN, Van Herpen decidió explorar el dinamismo de las fuerzas de atracción y repulsión sobre las partículas
. Sus vestidos finales simulan el estallido de un cristal y consiguen que este material parezca elástico en unas esculturas corporales de efecto hipnótico que mezclan la ciencia, la naturaleza y el diseño. Los zapatos crecen de forma irregular formando escarpados perfiles
. Pero no solo hay piezas artísticas en su colección, vestidos y chaquetas de vocación más realista se bordan con plumas de plástico.
La decana en esto de la moda en un entorno artístico es la italiana Miuccia Prada, que mostró su colección de Miu Miu en el Palais d’Iéna como es habitual desde 2011.
Una joya arquitectónica de Auguste Perret de 1937 que sirve de sede a diversas actividades culturales y que, en esta ocasión, estaba intervenida con arcos de madera que lograban un efecto religioso.
Pero nada de eso había en una colección de perversas muchachas de cejas finamente dibujadas y que seducen en verano con materiales toscos e invernales.
Con sus altas plataformas y abrigos ovalados, las chicas de Miu Miu transmiten nostalgia de un pasado oscuro en una primavera un poco triste.
Lo que, finalmente, es un buen resumen de la temporada.