En plena sinfonía de créditos ilimitados y burbuja inmobiliaria todo
sonaba perfectamente afinado. Pero, como tantos otros proyectos nacidos
en el esplendor económico español, el Palau de les Arts de Valencia —una
ópera que a golpe de talonario logró colocarse entre las grandes de
Europa muy poco después de su inauguración en 2005— está hoy al borde
del abismo
. En una situación igual de peligrosa se encuentran muchos
otros teatros de ópera dentro y fuera de España
. Algunos, como la New
York City Opera, ya han cerrado
. Otros están amenazados de quiebra
total, como la Ópera de Roma, fundada en 1880
. Y el Metropolitan de
Nueva York se enfrenta a un inminente cierre patronal por un desacuerdo
con los sindicatos.
Todos buscan un nuevo modelo de financiación para
ser viables después de la gran tormenta económica.
El proyecto del Palau fue un empeño de la Generalitat valenciana, que
gastó 478 millones de euros en el rutilante y hoy ruinoso edificio de
Santiago Calatrava: el
trencadís de la fachada se tuvo que
arrancar tras un desprendimiento y el arquitecto y las contructoras
serán demandadas por no poder garantizar que la reparación del
recubrimiento cerámico durará 10 años.
La Generalitat lleva además otros
169 millones invertidos en su funcionamiento.
La subvención del
gobierno autonómico sigue siendo la principal, pero insuficiente, fuente
de ingresos del Palau, ya que con la crisis, los patrocinios
desaparecieron y la venta de entradas cayó.
La excelente propuesta artística del Palau contó en su momento con
dos variables que ya no existen: una economía esplendorosa en el momento
de su inauguración en 2005 y un presidente de la Generalitat (Francisco
Camps) entregado al proyecto
. Con la chequera en la mano y la
experiencia y buen gusto de Helga Schmidt, su intendente, los
prestigiosos directores Lorin Maazel —que cobró 4,5 millones de euros en
tres años— y Zubin Mehta —2,5 millones por el mismo periodo— lograron
crear una magnífica orquesta, para muchos la mejor de España.
La calidad de las producciones llegó a cotas de excelencia con montajes como
El anillo del Nibelungo
de La Fura dels Baus en 2008 / 2009
. Incluso en plena crisis la música
no dejó de sonar: la temporada pasada, el Palau fue capaz de llevar a
cabo fantásticas producciones como el
Otello que dirigió en el
foso Zubin Mehta.
Hoy, el equipo técnico está a punto de desfallecer.
La
intendente, Helga Schmidt, ya ha comunicado su intención de abandonar
el Palau la próxima temporada.
Y sobre la orquesta pende la amenaza de
más deserciones entre sus intérpretes.
El Palau busca patrocinios sin éxito: este año consiguió solo 200.000 euros
A pesar de la caída de su presupuesto total (de 43 millones de euros
en 2008 a los alrededor de 20 millones de 2014), el Palau sigue siendo
el teatro de ópera con un porcentaje más alto de financiación pública,
el 64% del total, que procede casi exclusivamente de la Generalitat.
El
Liceo de Barcelona cuenta con alrededor de un 45% de subvenciones, la
Maestranza de Sevilla con un 58% y el Teatro Real de Madrid con un 25%.
La pregunta es recurrente en tiempos de crisis: si se cierran camas
de hospital, ¿por qué debe pagarse con dinero público el costoso telón
de las óperas?
La queja podría parecer populista, pero plantea una
cuestión de fondo
. En plenos recortes en educación y sanidad, aquella
máxima de que la ópera no puede ser rentable ya no parece aceptable.
Como en otras instituciones culturales españolas, el modelo de
financiación tradicional ya no sirve. Nadie cree que las grandes
subvenciones vayan a volver.
Y los patrocinios privados no terminarán de
llegar sin una ley de mecenazgo que el PP se comprometió a aprobar en
esta legislatura pero que aún no está ni en fase de anteproyecto.
Entonces, ¿cómo debe pagarse la ópera?
Hoy existen tres grandes modelos de financiación en el mundo: el de
Centroeuropa, extremadamente subvencionado; el de EE UU, basado en el
mecenazgo y en un taquilla potente, facilitada por los grandes aforos de
sus recintos y por una programación más popular; y el mixto, sustentado
por un equilibrio entre taquilla, mecenazgo y subvención.
En el modelo centroeuropeo las subvenciones públicas suponen entre el
80 y el 90% del presupuesto total; el resto procede de la taquilla
.
Este sistema, apoyado en los pilares de una gran tradición operística
(Alemania, por ejemplo, tiene al año 7.230 representaciones frente a las
531 de España), permite mantener precios bajos y una programación
artística arriesgada.
Esta había sido la apuesta hasta ahora del Palau de les Arts. Al
igual que Alemania tiene importantes teatros de ópera en sus principales
ciudades, Valencia quiso el suyo.
Pero solo logró dinero público de la
Generalitat. El Gobierno central no entró a sufragar el nuevo teatro.
Cuando el Ejecutivo valenciano se quedó sin fondos, nadie salió al
rescate del Palau.
Hoy, la aportación estatal es solo de 426.000 euros
al año.
Si se cierran camas de hospital, ¿debe pagarse con dinero público la ópera?
Dos de los grandes baluartes del Palau, el director de orquesta Zubin
Mehta y el tenor español Plácido Domingo, han puesto el grito en el
cielo en los últimos meses reclamando al Gobierno central que financie
el teatro al igual que hace con otros coliseos: el Real recibe 8,7
millones al año, el Liceo 6,7 millones y la Maestranza 1,4.
El
Ministerio de Cultura estudia la posibilidad de entrar en su patronato,
pero solo si se les informa con detalle de la “estrategia de
viabilidad”, explican fuentes del Instituto Nacional de Artes Escénicas.
Y esta estrategia pasará, necesariamente, por hallar fondos más allá de
las subvenciones.
Ese es, precisamente, el camino que sigue el modelo de financiación
estadounidense, basado en el mecenazgo
. En EE UU las contribuciones
privadas oscilan entre el 50% y el 60% , la taquilla supone un 35% del
presupuesto y el resto se obtiene gracias a eventos especiales.
El
Metropolitan, por ejemplo, puede llegar a tener 150 millones de euros
solo en patrocinios. Algo impensable hoy en España debido a la escasa
cultura de mecenazgo y la inexistencia de una regulación fiscal que lo
favorezca
. Además, esta vía requiere concesiones más populistas en la
programación para no perder la batalla en la taquilla, que ha bajado en
todas las óperas españolas.
Finalmente, el modelo mixto, empleado por algunos teatros como el
Covent Garden, la Ópera de París o la de Múnich.
Podría ser una solución
para los teatros españoles, pero, de nuevo, sin una ley de mecenazgo
sigue siendo complicado atraer a los patrocinadores privados.
El Teatro Real de Madrid ha sufrido la transformación más radical de
los teatros europeos en los últimos años. Desde 2009 se ha volcado en el
capítulo de patrocinios y ha pasado de los 5,5 millones de euros de
entonces a 11,6 de 2014.
De este modo ha creado un modelo de
financiación que en el teatro madrileño denominan 30/30/30, en el que
mecenazgo, subvenciones y taquilla tienen prácticamente el mismo peso
(además de un 10% por ingresos atípicos de alquiler de espacios y otros
eventos).
Su director general, Ignacio García-Belenguer, sostiene que el
enorme esfuerzo dedicado al departamento de patrocinios y la
internacionalización de la marca del Real, gracias a la programación de
los últimos años diseñada por Gerard Mortier, han ayudado mucho.
Pese a
todo, cree García-Belenguer, el volumen de subvención no puede ser
inferior al 30%.
Ese es el límite para asegurar la viabilidad de una
ópera que quiera mantener una programación equilibrada.
En tiempos de escasez, la vanguardia, la innovación artística y las
composiciones modernas (sobre las que hay que pagar un 10% de derechos
de autor) son las principales perjudicadas.
Tanto el Palau de les Arts
como el Liceo (donde la ocupación ha caído del 80%), ya han empezado a
hacer concesiones al teatro musical con
Los Miserables para
acercarse a un público más amplio. También ofrecen visitas guiadas y
empiezan a buscar a los espectadores en la calle con oficinas de venta
de entradas en plenas Ramblas.
En el Liceo las subvenciones públicas han pasado de 28,9 millones en
2007 a 18,6 millones en 2013/2014 y los patrocinios, de casi 7 millones a
5,7 (el 17% del total presupuestario).
Como explica un portavoz del
coliseo catalán, “ahora hay que incrementar todos los capítulos por
igual porque desde el inicio de la crisis ha habido disminución en todos
ellos”. “Hay que apostar por nuevas modalidades.
No pensamos en un
porcentaje ideal, pero tenemos claro que los teatros hemos de ser
capaces de generar recursos con iniciativa privada”, explican desde el
Liceo que se ha sometido a un plan de ajuste despidiendo a 29 de los 349
empleados que había en plantilla.
En el Palau de les Arts también buscan patrocinios privados, por
ahora sin demasiado éxito. Ese ingreso por el que todos suspiran, se ha
desplomado: este año han conseguido solo alrededor de 200.000 euros,
según su administrador Francisco Potenciano, de los 1,5 millones que
esperaban. El año que más fondos se lograron por este concepto fue 2008,
con 4,8 millones. El Palau llegó a tener 31 contribuyentes, entre
“benefactores, espónsores y patronos”.
Ahora son solo siete.
La crisis
económica se llevó a buena parte de las firmas, muchas de ellas
vinculadas a la construcción
. También se dejó notar la implosión de las
cajas valencianas que colaboraban, Bancaja y CAM, y la salida de
Iberdrola y Telefónica.
El objetivo fundamental para sostener el Palau pasa por “recuperar la
confianza e implicar al tejido empresarial”, así como lograr que la
Diputación de Valencia entre en el patronato aportando fondos y que el
Ministerio de Cultura y el Ayuntamiento de Valencia aumenten sus
asignaciones, añade el administrador
. A ello se suma un plan para sacar
mayor rendimiento a un edificio de 44.000 metros cuadrados, vigilados
por 130 cámaras, cuyo coste de explotación (mantenimiento, limpieza,
seguridad… ) se eleva a siete millones de euros al año
. De momento, se
han rebajado los alquileres de sus cuatro salas de teatro y de otros 32
espacios ofertados para intentar incrementar su ocupación.