Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

30 jul 2014

Francis Montesinos, durante la entrevista. / JOSÉ JORDÁN


Francis Montesinos, durante la entrevista. / JOSÉ JORDÁN

Una semana después de archivarse su caso por la supuesta comisión de los delitos de abuso sexual, corrupción de menores, pornografía infantil y tráfico de drogas, el diseñador Francis Montesinos ha dado la cara ante los medios de comunicación.
 Aunque los testigos y los peritos psicológicos le han exonerado de todos los cargos, los 51 días que ha pasado imputado por los supuestos abusos de dos menores pasan una factura muy alta.
"Psíquica y económicamente me siento como si estuviera muerto.
 Estoy que no sé dónde tengo la cabeza", afirma, sentado en un céntrico hotel de Valencia, ciudad donde nació hace 64 años y donde mantenía su tienda de moda desde hace más de 30 años, con interrupciones.
 La "falsas acusaciones" han precipitado el cierre este viernes de este céntrico establecimiento, a la espera de tiempos mejores, si bien contará con un atelier para sus clientes más fieles.
"Me han retirado un contrato importante.
 También una serie de bolos que tenía y diversas actividades.
 Pero pienso continuar y volver a empezar.
 Como el ave fénix, como ya hemos hecho en otras ocasiones
. Lo profesional se resolverá, lo que no sé es si se resolverá dentro de la cabeza", apunta Montesinos.
Habla en un tono tranquilo, que se trunca cuando recuerda cómo llegaron a su casa para registrarla "11 guardias civiles, con perros, y con helicóptero incluido".
 "Era todo tan exagerado que, sentado en mi casa, llegué a pensar que como no iban a encontrar nada, a ver si me iban a poner algo por ahí, no sé, heroína, cocaína", comenta
. Pero no.
 De hecho, el modisto tiene palabras de agradecimiento por el trato recibido tanto por la juez, que ha actuado con celeridad en su caso, como por los guardias civiles.
 Y hacia los profesionales del mundo de la moda española, de la que él es uno de sus más relevantes representantes desde la pasada década de los ochenta, que le han expresado su apoyo.
Ha habido gente que le ha negado el saludo.
 "En Valencia es difícil pasar desapercibido porque se me conoce", dice el modisto
También ha habido gente que le ha negado el saludo. "En Valencia es difícil pasar desapercibido porque se me conoce", dice Montesinos resignado, pero se queda con la reacción de la mayor parte de la gente
. Como la de los vecinos de la población valenciana de Llíria, donde tiene su chalé, el día después de su detención.
"Mientras almorzaba en el pueblo, pasaba gente que me decía en valenciano:
 'Francis, que estem amb tu; que sabem que no has fet res (Francis, que estamos contigo; que sabemos que no has hecho nada)'", explica.
Tuerce el gesto y adopta una expresión entre perpleja e indignada rememorando "las mentiras y las acusaciones" que se han vertido contra él por los supuestos abusos de dos menores. Acusaciones que incluso se pretendieron ampliar a otras dos personas especialmente significativas para él por considerarlos hijos adoptivos.
 Ambos tienen 52 años y padecen síndrome de Down. "Los querían meter en la denuncia, también. En fin, qué voy a decir...".
Atribuye las denuncias a dos mujeres, "una madre y una abuela", con problemas vinculados a la custodia de una niña y de un niño, supuestos objetos de abusos por parte del diseñador, que conoce a la familia de ambos. Él dice que se vio envuelto en una disputa familiar, cuando el responsable de los hechos es el "portugués", un antiguo ayudante de Montesinos que ejercía de casero del diseñador. Su abogado estudia la posibilidad de formular acciones penales contra "quienes vertieron acusaciones falsas, prestadas a veces por personas desequilibradas".

Escarnio

"El portugués es el que tiene que pagar y es el que está pagando", sostiene Montesinos, sobre el único imputado que ha quedado en esta causa y que está procesado en otra por unos hechos acaecidos el pasado año
. El portugués se encuentra en prisión preventiva por intento de violación a un menor de 13 años en el chalé del modisto.
El caso fue denunciado por los padres. "Cuando fui yo a denunciarlo, la Guardia Civil me dijo que ya había puesto una denuncia por esos hecho, que lo denunciase por robo de mi vehículo", cuenta. Montesinos asegura que el portugués nunca mostró comportamientos de ese tipo durante los cinco años que trabajó en su casa.
 "Se le vio el plumero a raíz de ese caso. Nunca se le había visto esa forma de actuar.
Estaba en mi casa, pero le podría ocurrir a cualquiera", sostiene el modisto, que ha declarado en el juicio como testigo.
Montesinos cree que algunos medios han hecho escarnio de su caso, pero tampoco quiere echar leña al fuego
. En algún programa se ha llegado a recordar las grandes fiestas de los años ochenta que se celebraban en su casa, con presencia de conocidos artistas de la movida madrileña.
 "Es la fama con la que tengo que vivir y en ocasiones he vivido de ello.
 Pero ahora, a los 64 años, no estoy para torear yo...
Lo que estoy es a punto de salir de la plaza", comenta.

Pura energía informativa In Memoriam....................................................................... Juan Cruz


La periodista María Antonia Iglesias, en 2003. / RICARDO GUTIÉRREZ

Fue comunista practicante, católica practicante, madre, periodista practicante
. Su energía rebasaba lo probable y se dedicó por igual a todas esas tareas; descolló en todas, en ninguna se quedó atrás: ni como madre, que lo fue con orgullo muy pregonado de su hija, ni como periodista, que fueron sus dos ocupaciones vitales más queridas y más absorbentes.
 La también escritora ha muerto a los 69 años de edad en Vigo.
María Antonia Iglesias era periodista, y últimamente polemista, requerida en las tertulias ahora al uso no sólo porque demandaba la polémica y la cumplía con amplia audiencia pública, sino porque además daba unas muestras de rigor que no eran disminuidas por el apasionamiento.
Su trabajo como periodista fue muy anterior y mucho más de bajo perfil en la Televisión Española, donde entró como redactora en 1984, desde la prensa escrita (Informaciones, Triunfo), y terminó siendo directora de Informativos en la última etapa, la más conflictiva, de los gobiernos de Felipe González.
 Suya fue la decisión de emitir entrevista, desde la cárcel, hecha por Paloma Cañadas, al director general de Seguridad, Sancristóbal, que fue puesto en prisión por su implicación en los asesinatos del GAL
. Esa entrevista se emitió en un telediario, abriendo, y esa emisión quizá fue lo más sonado de sus contribuciones personales a tan discutido puesto mediático.
Ella arrostró siempre dificultades así y asumió, en ese puesto, decisiones igualmente arriesgadas; la fragilidad de su físico no fue jamás un elemento que la arredrara, al contrario; hasta el final de su vida siguió asistiendo a tertulias televisivas con una constancia que a veces desataba la solidaridad de sus oponentes más encarnizados, que la echaban de menos cuando no iba.
 Los telespectadores también la echábamos de menos, porque en discusiones en las que el tópico formaba parte de los razonamientos ella siempre sacaba a relucir su información compleja por encima de las opiniones sencillas.
Tuvo un privilegiado acceso (y no por los puestos que desarrolló, sino porque su personalidad se lo permitió) a grandes personajes de la Transición, como Adolfo Suárez, Xabier Arzallus, Manuel Fraga y el ahora tan popular de nuevo Jordi Pujol.
 Ese acceso provenía de la fiabilidad de su trabajo, y de su encanto personal; pero también de su independencia para abordar a estos personajes como si les estuviera tomando a todos ellos la lección sobre lo que hacían.
Ese carácter suyo de patrona de sus amigos y también de sus adversarios la convirtió en una mujer querida y temida a la vez, querida y temida por los suyos y por los contrarios.
  De esa pasión suya por conversar con los políticos y conseguir de ellos confesiones que otros no iban a alcanzar surgieron no sólo entrevistas memorables a esos personajes señalados, sino también libros en los que se recogen diálogos que son imprescindibles ahora para entender la Transición, tal como ella la vio, tal como la vieron los otros.
Últimamente dedicó muchos esfuerzos (sus editores lo saben) a desentrañar las venas abiertas en el País Vasco; ese territorio, y sus habitantes sobre todo, fue objeto perpetuo de su preocupación civil y periodística.
Hay algo más que reseñar en la urgencia de su adiós: en los últimos tiempos, decían sus convocantes en las tertulias de la televisión, ella iba a los estudios, estaba allí durante el programa en el que fuera a intervenir, y desde mucho antes, y no se iba hasta que aquello no terminada del todo, aunque ella interviniera quince minutos.
 Estaba allí como agarrada del oficio, hasta el fin.
 Su energía era proverbial, le nacía del amor al periodismo, que sólo era menos grande, en su caso, que la devoción que sentía por su hija.

Las recetas de los muertos......................................................... Pablo León


La chef junto a su marido en el Ritz. / Fede Serra

Existe una particular tradición literaria en Tailandia: cuando alguien muere, sus amigos y familiares se encargan de editar un libro mortuorio como homenaje al fallecido.
 Imágenes, anécdotas, dedicatorias y recetas se alternan en sus páginas.
 Una costumbre de principios del siglo XIX y un diamante en bruto para curiosos, historiadores y también cocineros. “Muchos de nuestros platos son únicos; no los hace nadie porque los hemos sacado de estas publicaciones”, cuenta la chef tailandesa Duangporn Songvisava, que lleva años coleccionando estos volúmenes por los trucos de cocina centenarios que contienen. “Llamadme simplemente Bo”, se presentó a sí misma tras ser reconocida como la mejor cocinera asiática de 2013 por Asia’s 50 Best Restaurants.
 Desde el restaurante Bo.Lan, que fundó en Bangkok con su marido y también chef Dylan Jones, reivindica con firmeza las esencias de la cocina thai.
Ni fusión ni contemporánea, Bo define su estilo culinario como antiguo
. “La gastronomía está muy vinculada a la gente y al lugar donde se desarrolla. La globalización ha cambiado eso: se puede obtener cualquier producto en cualquier lugar, pero nosotros creemos que la cultura gastronómica, que se ha gestado poco a poco como resultado de cientos de años de conocimiento, no se puede impostar”, afirma la cocinera.
 De ahí su interés por la tradición y por esas fórmulas que aparecen en los libros de los muertos; los nangsu anuson ngansop, que surgieron en Tailandia en torno a 1835.
 “Se incineraban con el difunto”, cuenta Jones, “pero las familias más adineradas comenzaron a realizar varias copias, para repartir entre los asistentes al funeral
. De ahí que empezaran a conservarse”.
 Su contenido incluye desde versos budista hasta leyendas, pasando por los secretos gastronómicos del difunto o la elaboración de sus platos favoritos.
Ofrecemos una cocina para personas que quieran dejarse sorprender de manera grata por lo que hay en el plato. Y no hay que confundir sorpresa con agrado”
“Encontrarlos no es fácil”, continúa el australiano
. Estas publicaciones se esconden en puestos de mercadillos, tiendas de antigüedades, bibliotecas, librerías o en el desván de alguna casa.
 Y muchas veces no tienen información interesante para los cocineros.
 “Comenzamos nuestra investigación literaria hace años. Y aún seguimos buscando nuevos ejemplares para añadir a nuestra colección.
 Ya es más fácil porque la gente lo sabe y nos avisan si ven alguno”, continúa Bo.
 El conocimiento que han extraído de los libros de los muertos es uno de los ejes de su filosofía culinaria, pero no son los únicos chefs con interés en esas lecturas: David Thompson, fundador de Nahm, el mejor restaurante thai del mundo según Restaurant y con una estrella Michelin, también es aficionado a los recetarios de ultratumba
. Además, fue mentor de Dylan y Bo, que se conocieron bajo sus órdenes en Londres. “Yo era su jefe entonces”, recuerda Dylan Jones mostrando una amplia sonrisa que no puede esconder el orgullo que siente
. Ahora, además de su marido, es su socio.
“Pensamos que el mejor restaurante thai tenía que estar en Tailandia”, dice con vehemencia la atractiva cocinera de 33 años.
 Su maestro, Thompson, compartía esa visión y trasladó su local de la capital británica al sureste asiático.
Bo siempre soñó con abrir su propio negocio, pero quería hacerlo a su manera.
 “Nos gusta la tradición y la calidad del producto, por lo que nuestras creaciones se basan en ingredientes endémicos, ya sean pescados, vegetales o carnes”, explica.
 De ahí que antes de inaugurar Bo.Lan, acrónimo de sus nombres, se dedicaran a buscar una red de proveedores locales recorriendo mercados y granjas.
 “Además de representar un compromiso con la sociedad y el medio ambiente, el slow food es muy práctico para nosotros: nos permite abastecernos de productos de gran calidad”, defiende Jones.
En las mesas de su espacio gastronómico, inaugurado en la capital de Tailandia en enero de 2010 y con capacidad para 60 comensales, Bo se muestra inflexible.
 “Muchas personas ya tienen ideas preconcebidas sobre la cocina thai.
 Pero esa visión es irreal y errónea
. Ofrecemos una cocina para quienes quieran dejarse sorprender de manera grata por lo que hay en el plato.
 Y no hay que confundir sorpresa con agrado”, avisa. Ella manda y reivindica el papel de la mujer en la cocina:
 “Siempre hemos estado ahí. Ahora empiezan a escucharnos
. Aunque para nosotras es fácil dirigir una cocina, una mujer destacará antes en la gastronomía si cuenta con la ayuda de un hombre”, opina.
 “Cocinar implica un notable esfuerzo físico.
Necesitamos que nos ayuden con el trabajo duro.”
Uno de los platos de Bo. / Fede Serra
Siguiendo la tradición tailandesa, en el restaurante se comparten los platos.
 “Nuestros clientes pueden obviar la recomendación, pero esa no es nuestra propuesta: la mezcla forma parte de la receta”, dice.
 Esa estricta formalidad no asusta a los gastrónomos que han oído hablar de sus creaciones y peregrinan a su local con el cubierto en torno a los 80 euros.
 “Ahora queremos abrir otro espacio en ­Bangkok más casual.
 La base es la misma (producto local, tradición culinaria y técnica), pero en un ambiente funky y relajado”
. Consideran que en Tailandia hay muy buenos cocineros.
 “Realizan platos suculentos, pero no variados, y muchas veces carecen de alma.
No valoran lo que les rodea.
 Es una pena porque si respetas eso, obtienes sabores inimaginables”, se queja la chef, que nunca rompe ese vínculo.
Cuando sale de su cocina, viaja siempre con su mortero de granito y con las maletas cargadas de ingredientes
. Si va a cocinar, necesita el utensilio para mezclar un número inusitado de elementos.
 “En la cocina thai, cuanto más pones, mejor está
. Los ingredientes por separado son jugosos; juntos, mágicos”, asegura Bo gesticulando con emoción. “Puedes cocinar thai solo en base a los olores: si huele bien, estará bueno”.
 Para demostrarlo, acerca su cabeza al enorme mortero en el que lleva un rato machacando diversas sustancias.
 Primero huele. Luego prueba una pizca y, con naturalidad, invita a meter el dedo en su mezcla.
 No detalla todo lo que lleva.
 Se trata de una de esas recetas extraídas de uno de los libros de los muertos.
 No comparte el secreto; ofrece el resultado en forma de un plato de verdadera cocina thai.

María Antonia Iglesias, la pasión por el periodismo........................................... José María Izquierdo

María Antonia Iglesias, en 2003. / LUIS MAGÁN

Llevaba mucho tiempo el corazón de María Antonia Iglesias amenazando con darnos el último disgusto, que ya nos había asustado en otras ocasiones.
Y la noticia final llegó anoche desde Vigo.
 Ahora, tras su triste marcha, ganará su figura y la gran periodista —y persona— que fue, quizá obtenga, aunque no las tengo todas conmigo, el reconocimiento que se merece.
 Nunca fue esta madrileña de nacimiento y gallega de sentimiento, una periodista que pasara desapercibida. Había nacido el 15 de enero de 1945
. Comenzó su trabajo periodístico en el desaparecido Informaciones, y allí pude trabajar con ella. Nos conocíamos de antes, porque en aquella época de la Transición —ella fue siempre una profesional volcada en el periodismo político— era casi obligado el contubernio entre los periodistas, sin importar para qué medios trabajábamos.
Y allí, en Informaciones, pronto nos dimos cuenta todos de con quién nos jugábamos los cuartos.
Fuerte de carácter, entera de ánimo, necesitó toda la energía del mundo para sobrellevar con una soltura envidiable una vida personal no exenta de complicaciones, que supo combinar con una carrera profesional de primer nivel, en la que tuvo que aguantar los despiadados ataques de toda la extrema derecha que tanta y tanta presencia tiene en la política y los medios de comunicación.
De aquel diario, tristemente desaparecido en 1979, pasó a colaborar en los años ochenta en medios escritos como Triunfo, Tiempo o Interviú, además de participar en las primeras tertulias políticas que se escucharon en la cadena SER.
Pero quizá fue su etapa en RTVE la que la catapultó al primer escalón del periodismo.
 Comenzó en 1984, como informadora política, con José María Calviño como director general de RTVE, y Enric Sopena, como director de los servicios informativos.
 Pronto empezó a colaborar en Informe semanal, programa que dirigió entre 1989 y 1990.
 Ahora, ante el desastre de una gestión vergonzosa, convendría recordar la importancia —y la audiencia— que tuvo aquel gran programa de TVE, uno de los mejores a lo largo de su historia. Y María Antonia, por supuesto que con otros cientos de profesionales, colaboró en elevar el nivel de aquel semanal.
Sufrió la virulencia de una derecha montaraz y tuvo broncas con el PSOE
Y es entonces, en 1980, cuando Ramón Colom la propone para dirigir los Servicios Informativos de TVE, cargo que ocupó hasta mayo de 1996, cuando Aznar ganó las elecciones.
 Su salida era obligada.
 Nadie como ella sabía hasta dónde podía llegar la virulencia de una derecha montaraz que la hizo blanco de sus insultos y ataques sin cuento.
 No era fácil, en cualquier caso, ser directora de los informativos de la entonces todopoderosa TVE, con Felipe González cabalgando en un Gobierno que se tenía que enfrentar un día sí y otro también a escándalo tras escándalo.
 Sus broncas con la derecha, pero también con el PSOE, que las hubo y notables, dan fe de las dificultades.
Se reinventó María Antonia en EL PAÍS, a partir de 1997 —de nuevo volvíamos a trabajar juntos— con una larga serie de entrevistas extraordinarias, muchas de ellas afortunadamente recogidas en el libro Cuerpo a cuerpo. Cómo son y cómo piensan los políticos españoles, editado por Aguilar en 2007.
 Sus entrevistas eran, simplemente, magníficas.
 Por eso, sin duda, soportábamos en la redacción el martirio de tener que cortar aquellos gigantescos textos, que siempre sobrepasaban en varios folios el encargo que se le había hecho.
 Y además, escritos a máquina, y a un espacio: desconocía qué cosa era un ordenador.
Pero si su trabajo como periodista, continuado con gran éxito popular en las tertulias radiofónicas y sobre todo televisivas —magnífico ring para una púgil que nunca se arredraba— es bien conocido, también es obligado recordar algunos de sus libros.
 Además del ya citado, me gustaría destacar dos títulos a mi modestísimo juicio de una calidad extraordinaria. La memoria recuperada. Lo que nunca han contado Felipe González y los dirigentes socialistas, Editorial Aguilar, 2003, una colección de largas entrevistas a quienes se cita en el título, y que en ocasiones son auténticas confesiones con material nunca antes sabido
. Permítanme destacar, también, Maestros de la República, los otros santos, los otros mártires, de La Esfera de los Libros, 2010, uno de los testimonios libros más emocionantes que se han escrito sobre aquella machacada etapa de la historia española.
Fue siempre una mujer de izquierdas. María Antonia Iglesias tenía, y estaba orgullosa de ello, ideología. ¿Pasa algo?, le hubiera espetado con su fiereza habitual nuestra amiga a cualquier petimetre que en público o en privado le afeara esa condición.
La queríamos mucho y muchos.
 Echaremos de menos su inteligencia y su corazón.
 Débil, sí, pero enorme. Eva lo sabe
. Seguro que la esperan en el cielo de los católicos, porque para acabar el retrato, María Antonia, además de roja, era creyente.