Llevaba mucho tiempo el corazón de María Antonia Iglesias amenazando
con darnos el último disgusto, que ya nos había asustado en otras
ocasiones.
Y la noticia final llegó anoche desde Vigo.
Ahora, tras su triste marcha, ganará su figura y la gran periodista —y persona— que fue, quizá obtenga, aunque no las tengo todas conmigo, el reconocimiento que se merece.
Nunca fue esta madrileña de nacimiento y gallega de sentimiento, una periodista que pasara desapercibida. Había nacido el 15 de enero de 1945
. Comenzó su trabajo periodístico en el desaparecido Informaciones, y allí pude trabajar con ella. Nos conocíamos de antes, porque en aquella época de la Transición —ella fue siempre una profesional volcada en el periodismo político— era casi obligado el contubernio entre los periodistas, sin importar para qué medios trabajábamos.
Y allí, en Informaciones, pronto nos dimos cuenta todos de con quién nos jugábamos los cuartos.
Fuerte de carácter, entera de ánimo, necesitó toda la energía del mundo para sobrellevar con una soltura envidiable una vida personal no exenta de complicaciones, que supo combinar con una carrera profesional de primer nivel, en la que tuvo que aguantar los despiadados ataques de toda la extrema derecha que tanta y tanta presencia tiene en la política y los medios de comunicación.
De aquel diario, tristemente desaparecido en 1979, pasó a colaborar en los años ochenta en medios escritos como Triunfo, Tiempo o Interviú, además de participar en las primeras tertulias políticas que se escucharon en la cadena SER.
Pero quizá fue su etapa en RTVE la que la catapultó al primer escalón del periodismo.
Comenzó en 1984, como informadora política, con José María Calviño como director general de RTVE, y Enric Sopena, como director de los servicios informativos.
Pronto empezó a colaborar en Informe semanal, programa que dirigió entre 1989 y 1990.
Ahora, ante el desastre de una gestión vergonzosa, convendría recordar la importancia —y la audiencia— que tuvo aquel gran programa de TVE, uno de los mejores a lo largo de su historia. Y María Antonia, por supuesto que con otros cientos de profesionales, colaboró en elevar el nivel de aquel semanal.
Y es entonces, en 1980, cuando Ramón Colom la propone para dirigir los Servicios Informativos de TVE, cargo que ocupó hasta mayo de 1996, cuando Aznar ganó las elecciones.
Su salida era obligada.
Nadie como ella sabía hasta dónde podía llegar la virulencia de una derecha montaraz que la hizo blanco de sus insultos y ataques sin cuento.
No era fácil, en cualquier caso, ser directora de los informativos de la entonces todopoderosa TVE, con Felipe González cabalgando en un Gobierno que se tenía que enfrentar un día sí y otro también a escándalo tras escándalo.
Sus broncas con la derecha, pero también con el PSOE, que las hubo y notables, dan fe de las dificultades.
Se reinventó María Antonia en EL PAÍS, a partir de 1997 —de nuevo volvíamos a trabajar juntos— con una larga serie de entrevistas extraordinarias, muchas de ellas afortunadamente recogidas en el libro Cuerpo a cuerpo. Cómo son y cómo piensan los políticos españoles, editado por Aguilar en 2007.
Sus entrevistas eran, simplemente, magníficas.
Por eso, sin duda, soportábamos en la redacción el martirio de tener que cortar aquellos gigantescos textos, que siempre sobrepasaban en varios folios el encargo que se le había hecho.
Y además, escritos a máquina, y a un espacio: desconocía qué cosa era un ordenador.
Pero si su trabajo como periodista, continuado con gran éxito popular en las tertulias radiofónicas y sobre todo televisivas —magnífico ring para una púgil que nunca se arredraba— es bien conocido, también es obligado recordar algunos de sus libros.
Además del ya citado, me gustaría destacar dos títulos a mi modestísimo juicio de una calidad extraordinaria. La memoria recuperada. Lo que nunca han contado Felipe González y los dirigentes socialistas, Editorial Aguilar, 2003, una colección de largas entrevistas a quienes se cita en el título, y que en ocasiones son auténticas confesiones con material nunca antes sabido
. Permítanme destacar, también, Maestros de la República, los otros santos, los otros mártires, de La Esfera de los Libros, 2010, uno de los testimonios libros más emocionantes que se han escrito sobre aquella machacada etapa de la historia española.
Fue siempre una mujer de izquierdas. María Antonia Iglesias tenía, y estaba orgullosa de ello, ideología. ¿Pasa algo?, le hubiera espetado con su fiereza habitual nuestra amiga a cualquier petimetre que en público o en privado le afeara esa condición.
La queríamos mucho y muchos.
Echaremos de menos su inteligencia y su corazón.
Débil, sí, pero enorme. Eva lo sabe
. Seguro que la esperan en el cielo de los católicos, porque para acabar el retrato, María Antonia, además de roja, era creyente.
Y la noticia final llegó anoche desde Vigo.
Ahora, tras su triste marcha, ganará su figura y la gran periodista —y persona— que fue, quizá obtenga, aunque no las tengo todas conmigo, el reconocimiento que se merece.
Nunca fue esta madrileña de nacimiento y gallega de sentimiento, una periodista que pasara desapercibida. Había nacido el 15 de enero de 1945
. Comenzó su trabajo periodístico en el desaparecido Informaciones, y allí pude trabajar con ella. Nos conocíamos de antes, porque en aquella época de la Transición —ella fue siempre una profesional volcada en el periodismo político— era casi obligado el contubernio entre los periodistas, sin importar para qué medios trabajábamos.
Y allí, en Informaciones, pronto nos dimos cuenta todos de con quién nos jugábamos los cuartos.
Fuerte de carácter, entera de ánimo, necesitó toda la energía del mundo para sobrellevar con una soltura envidiable una vida personal no exenta de complicaciones, que supo combinar con una carrera profesional de primer nivel, en la que tuvo que aguantar los despiadados ataques de toda la extrema derecha que tanta y tanta presencia tiene en la política y los medios de comunicación.
De aquel diario, tristemente desaparecido en 1979, pasó a colaborar en los años ochenta en medios escritos como Triunfo, Tiempo o Interviú, además de participar en las primeras tertulias políticas que se escucharon en la cadena SER.
Pero quizá fue su etapa en RTVE la que la catapultó al primer escalón del periodismo.
Comenzó en 1984, como informadora política, con José María Calviño como director general de RTVE, y Enric Sopena, como director de los servicios informativos.
Pronto empezó a colaborar en Informe semanal, programa que dirigió entre 1989 y 1990.
Ahora, ante el desastre de una gestión vergonzosa, convendría recordar la importancia —y la audiencia— que tuvo aquel gran programa de TVE, uno de los mejores a lo largo de su historia. Y María Antonia, por supuesto que con otros cientos de profesionales, colaboró en elevar el nivel de aquel semanal.
Y es entonces, en 1980, cuando Ramón Colom la propone para dirigir los Servicios Informativos de TVE, cargo que ocupó hasta mayo de 1996, cuando Aznar ganó las elecciones.
Su salida era obligada.
Nadie como ella sabía hasta dónde podía llegar la virulencia de una derecha montaraz que la hizo blanco de sus insultos y ataques sin cuento.
No era fácil, en cualquier caso, ser directora de los informativos de la entonces todopoderosa TVE, con Felipe González cabalgando en un Gobierno que se tenía que enfrentar un día sí y otro también a escándalo tras escándalo.
Sus broncas con la derecha, pero también con el PSOE, que las hubo y notables, dan fe de las dificultades.
Se reinventó María Antonia en EL PAÍS, a partir de 1997 —de nuevo volvíamos a trabajar juntos— con una larga serie de entrevistas extraordinarias, muchas de ellas afortunadamente recogidas en el libro Cuerpo a cuerpo. Cómo son y cómo piensan los políticos españoles, editado por Aguilar en 2007.
Sus entrevistas eran, simplemente, magníficas.
Por eso, sin duda, soportábamos en la redacción el martirio de tener que cortar aquellos gigantescos textos, que siempre sobrepasaban en varios folios el encargo que se le había hecho.
Y además, escritos a máquina, y a un espacio: desconocía qué cosa era un ordenador.
Pero si su trabajo como periodista, continuado con gran éxito popular en las tertulias radiofónicas y sobre todo televisivas —magnífico ring para una púgil que nunca se arredraba— es bien conocido, también es obligado recordar algunos de sus libros.
Además del ya citado, me gustaría destacar dos títulos a mi modestísimo juicio de una calidad extraordinaria. La memoria recuperada. Lo que nunca han contado Felipe González y los dirigentes socialistas, Editorial Aguilar, 2003, una colección de largas entrevistas a quienes se cita en el título, y que en ocasiones son auténticas confesiones con material nunca antes sabido
. Permítanme destacar, también, Maestros de la República, los otros santos, los otros mártires, de La Esfera de los Libros, 2010, uno de los testimonios libros más emocionantes que se han escrito sobre aquella machacada etapa de la historia española.
Fue siempre una mujer de izquierdas. María Antonia Iglesias tenía, y estaba orgullosa de ello, ideología. ¿Pasa algo?, le hubiera espetado con su fiereza habitual nuestra amiga a cualquier petimetre que en público o en privado le afeara esa condición.
La queríamos mucho y muchos.
Echaremos de menos su inteligencia y su corazón.
Débil, sí, pero enorme. Eva lo sabe
. Seguro que la esperan en el cielo de los católicos, porque para acabar el retrato, María Antonia, además de roja, era creyente.
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