Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

7 jun 2014

Madre Charlene.................................................................................... Luz Sánchez-Mellado

La gran víctima olvidada de la hecatombe informativa de la real renuncia se me antoja, no obstante, Charlene de Mónaco y su anuncio de embarazo.

Charlene, en el Gran Premio de F1 de Mónaco a finales de mayo. / WIREIMAGE

A ver por dónde empiezo. Por el principio ni loca, o no me pincháis el enlace, perdón, link, en la dichosa pantallita ni a tiros, que os conozco
. El tiempo es oro, de acuerdo, pero el orden cronológico ha muerto.
 Porque si yo ahora te cuento que a un tal Enrique López le pillaron yendo en moto, sin casco, saltándose un semáforo detrás de otro y con al menos un número pi de lingotazos en el coleto, tú me contestarás, con toda la razón del mundo: López, ¿qué López? Pues hija, el togado más encantado de conocerse, con permiso de Elpidio Silva.
 Uno de los 12 apóstoles del Constitucional. El que se daba un aire a Clooney y además se lo creía a pies juntillas.
Ese. Un drama, chica
. Un muerto en vida. Y lo peor es que, encima, ni agradecido ni pagado
. Su gesto, digo. Porque, para una vez que un jerarca dimite ipso facto de su puestazo, va Su Majestad don Juan Carlos, abdica del trono, y si se ha hecho el harakiri el magistrado López, ya ni nos acordamos.
Porque, claro, hay noticias bomba, noticias cataclismo y noticias apocalipsis.
 Y mucho río de tinta —y de jabón del bueno— con los que se van y los que entran, pero de los daños colaterales de la Sucesión Borbónica nadie da cuenta.
 Otro día hablaremos del infortunio de las exinfantas Elena y Cristina, pobres, que pasarán de alteza real a doña, como cualquier hija de vecina, imputen o no a esta última.
 Lamentaremos asimismo la desgracia de Chabelita Pantoja, que, recién parida como quien dice, se ha desenganchado de las ubres de su madre, se ha puesto a currar cual bestia como imagen de la dieta de la alcachofa y ha reinvertido los beneficios poniéndose peras para mejorar su oferta; si eso no es inteligencia emprendedora, que venga Guindos y lo vea.
La gran víctima olvidada de la hecatombe informativa de la real renuncia se me antoja, no obstante, Charlene de Mónaco
. Tres años de reloj con toda la peña echándole al careto que no concebía, para que ahora se quede preñada de repente una noche tonta, de gemelos nada menos, y vaya ¡Hola!, le niegue la portada y la relegue a una mísera página, par para más inri, como a esta columnista que estáis leyendo y que se ha de tragar la tierra.
 Que, mira, ahí el orden cronológico sí que va a tener su importancia.
 Es lo que tienen las monarquías: que no entienden de familias alternativas, porque ya me contarás si, teniendo Alberto como tiene dos hijos criados desperdigados por el mundo, ha de haber ahora en el paritorio un notario cronómetro en mano para ver cuál de los dos neonatos es el heredero.
En fin, Charlene, ánimo.
 Cuando pase el terremoto en La Zarzuela, tus admiradores españoles te reconoceremos el mérito de ser la auténtica madre salvadora de tu patria microscópica.
 Otra cosa es que tu hermana política Carolina te perdone el hecho de haber desplazado a su primogénito en la línea sucesoria, con lo a pulso que se han currado Andrea Casiraghi y Tatiana Santodomingo el acceso al trono del Principado.
 Y te dejo, que mientras yo estoy aquí metiéndome donde no me llaman, una picapleitos le ha echado el lazo a Clooney y se me casa el mito en septiembre
. Por cierto, ¿alguien se acuerda de unos tales Cañete y Valenciano? A mí no me suenan.

 

La caja de Pandora.......................................................................... Boris Izaguirre

Habrá que observar lo que harán esos periodistas críticos con Letizia para realinearse ahora que va a ser reina indiscutible y la más delgada de todas.

Doña Letizia, vestida con corona y banda para una cena en el Palacio Real. / REUTERS

¿Quién nos iba a decir el domingo que junio iba a ser el principio de una nueva era? Por más que las alabanzas al Monarca nos hagan pensar en el pasado con un poquito de nostalgia, nada puede quitarle al presente la adrenalina del cambio
. Desde el lunes vivimos con preguntas y dudas. Para algunos incluso miedos.
Esta semana ha sido como recuperar una verdad mitológica: la vida no es una caja de bombones.
 Es la caja de Pandora.
Ahora los dos grandes partidos políticos tienen dos cosas más para actuar al unísono: la constatación de su perdida de poder tras las elecciones europeas y la defensa de la Monarquía.
 Después de 39 años sin una ley para la abdicación, se han esmerado muchísimo en tenerla lista y bien redactada en un tiempo récord.
Pero esa ágil capacidad de improvisación, tan española, tiene una pega: que la coronación tenga que ser no solo exprés, sino también austera.
 Y encajonada entre el final del rubalcabismo y el inicio del Mundial de fútbol.
 Y es que para las coronaciones existimos dos grupos de espectadores: a los que nos gustan a todo trapo y a los que no les interesan nada.
 Para empezar, ya tenemos algo novedoso en la coronación de Felipe VI: parece diseñada para aquellos que prefieren el término medio.
O sea, que nada de ver una reinona encantada y sobrevestida como Máxima de Holanda, ni disfrutar el secreto sadismo de observar cómo Carlos de Inglaterra encaja una vez más que “lo suyo” sigue siendo una lucha contra el infinito.
 Con pompa o circunstancia, o sin ella, la abdicación de Juan Carlos es en parte el triunfo de la clase media y de su lógica, porque convierte en reina a una representante de esa amplia mayoría de contribuyentes que lo han sobrevivido todo, incluso a la familia y a una crisis como la que aún atravesamos
. Entre las cosas más interesantes del comienzo del nuevo reinado estarán observar cómo llevarán el ascenso los Ortiz Rocasolano y lo que harán esos periodistas críticos con Letizia para realinearse ahora que va a ser reina indiscutible y la más delgada de todas
. Quizá Letizia ya esté hasta la coronilla de tener a la reina Sofía como referente, pero ahora puede inclinarse por estudiar a otras reinas, empezando por la salerosa Eugenia de Montijo o María Estuardo, probablemente la más moderna y poliédrica de las reinas católicas.
 Pero también a las bravas reinas del rock, Patti Smith o Tina Turner, referentes históricos más próximos y estimulantes para todos.
En ese concierto donde Zarzuela y rock se dan la mano, la familia real pasa de ser una coral con diferentes voces a quedar reducida a una potente banda de rock ligero, con seis miembros.
 Pero ¿dónde vivirá el Rey? En cenas y embajadas madrileñas se ha hablado de un tiempo nuevo compartido entre Madrid y Londres.
 Sí, Londres, y específicamente en el barrio de Belgravia.
 Aunque doña Sofía prefiere el barrio de Mayfair, mejor abastecido de tiendas. ¿Qué pasara con la reina Sofía? ¿Debemos observar cómo ha sido la vida de Fabiola de Bélgica o de Noor de Jordania una vez que la sucesión también les cambió la vida?
 A muchos les ha gustado que la Reina mantuviera la apariencia de normalidad perpetua y no alterara su calendario de causas humanitarias y festejos en Nueva York.
 Porque la normalidad, curiosamente, es algo que tanto a los Reyes como a muchísimos súbditos les fascina mantener en momentos anormales.
Normalmente pueden resultar incómodas, pero las manifestaciones de los republicanos durante la tarde del lunes permitieron ver que hay tela y que se siguen fabricando banderas tricolores, porque no se veían viejas o roídas por la polilla.
 Pudimos comprobar que la combinación de colores no es tan desacertada, algo que no siempre es fácil, pero es una cuestión de gustos.
 Al final esas manifestaciones fueron un pie de página, porque otra de las conclusiones que nos deja la abdicación es que se trata del mayor ejercicio de relaciones públicas y de promoción de la Casa del Rey en mucho tiempo
. Es increíble lo que consigue una retirada, te vas y le caes superbien a todo el mundo.
 Te aplauden tanto en el Círculo de Empresarios como en la plaza de toros.
Si hubiera pasado antes, cuando estalló el caso Nóos, todo habría sido muy diferente.
 Y Botsuana seguiría siendo un lugar en el África ardiente donde las cosas privadas son siempre privadas.
En la miríada de cosas que hemos visto publicadas esta semana de la abdicación ha llamado la atención un artículo en El Periódico de Aragón que, en el mismo instante que el Rey nos dejaba… sin habla, explicaba lo que debe hacerse para sacarle brillo a los metales.
 Cubiertos y coronas, por ejemplo. Parece que los limpiadores de metales que se encuentran en las tiendas contienen ingredientes agresivos y tóxicos.
 Es preferible limpiarlos con un simple paño humedecido en vinagre aguado.
O dejarlos un día entero sumergidos en refresco de cola, que eliminará cualquier resto de oxidación. O echarles bicarbonato para recuperar el brillo de los metales oscurecidos o empañados.
 Nunca un artículo sobre el cuidado de los objetos de oro, plata o bronce fue más apropiado
. Entre otras cosas, por resaltar que la vida, aunque latosa, es una caja de Pandora.

 

Con dos dedos................................................................ Eduardo Mendoza


La bandera arcoíris de la paz en la recepción del Papa Francisco, el pasado enero en el Vaticano. / Getty

No soy aficionado a las películas de terror y no sé lo que ahora predomina, pero tengo la impresión de que los efectos especiales permiten y fomentan una visión directa del horror físico, con especial hincapié en deformidades y mutaciones.
 En mi infancia los recursos técnicos no eran tan convincentes y el terror se basaba en situaciones que escenificaban los miedos atávicos del ser humano, la materia de la que están hechas nuestras pesadillas.
 Un tema recurrente era la hipnosis: individuos muy perversos se hacían con el control de la mente del o de la protagonista y le obligaban a realizar actos tremendos. Bela Lugosi, Peter Lorre, Vincent Price y unos cuantos más poseían esta rara habilidad, además de contar con el vestuario adecuado. Más tarde, la guerra fría trajo la variante política del lavado de cerebro
. Los rusos, los chinos e incluso los coreanos del norte dominaban una técnica que el mundo occidental ignoraba o prefería ignorar por repugnancia ética, y mediante la cual un detenido, sometido a interrogatorio prolongado, en el cuarto de las ratas, con acompañamiento de incesante goteo, se convertía en el brazo ejecutor de actos infames, generalmente magnicidios, con solo ver una imagen o escuchar una palabra trivial.
 Contra esta dominación, hipnótica o de lavado sin mácula (el inicio de la guerra fría coincide con el auge de los electrodomésticos) no cabía resistencia ni antídoto: una vez hipnotizado, solo el hipnotizador podía devolver al sujeto la libertad mental, en lenguaje escolástico, el libre albedrío; cualquier intervención externa, así fuera del psicólogo más versado en estos casos, no solo era infructuosa sino que podía redundar en grave perjuicio de la víctima, si no en su muerte instantánea. En cambio, para el hipnotizador la cosa no ofrecía dificultad.
 Bastaba hacer clic con el pulgar y el dedo medio y la persona sometida volvía en sí como si tal cosa, sonriente y feliz y sin recordar nada de lo que había hecho durante el trance.
Cuando veía estas películas experimentaba una gran angustia.
 No me preocupaba caer en manos de un desalmado que se valiera de sus poderes magnéticos para inducirme al crimen, pero sí me aterraba la posibilidad de estar sometido a alguien que se divirtiera a mi costa y me obligara a hacer patochadas en público.
 Hacer el ridículo es uno de los terrores de la adolescencia.
Ahora sigo sin temer que la CIA o el KGB me utilicen como instrumento de sus pérfidos planes y he perdido en buena medida el miedo al ridículo escénico.
 En cambio, con el paso de los años recuerdo de un modo especial aquel gesto nimio que en una fracción de segundo transformaba una máquina en un ser humano, un asesino sin piedad en un probo ciudadano y una sucesión de actos sangrientos en algo ajeno, de lo que su autor no tenía que responder ni arrepentirse.
Esta larga reflexión me vino a la cabeza hace unos meses a propósito del Papa Francisco, el cual, a poco de colocarse la tiara pontificia, pronunció una frase memorable
. ¿Quién soy yo para juzgar a un gay?
 Creo entender lo que quiso decir el pontífice. Lo que no entiendo es por qué ninguno de los presentes le aclaró quién era, es decir, la cabeza visible de una institución que desde hace dos milenios se dedica precisamente a juzgar a todo el mundo. Francisco, che, que sos el Papa.
 Pero seguramente soy yo el que se equivoca
. Seguramente aquellas películas en blanco y negro, disparatadas y sobreactuadas tenían razón, y basta con oír el chasquido de unos dedos para salir del sueño y despertar en un mundo normal y bondadoso y olvidar un largo trayecto de delitos y culpas. Me equivoco yo como se equivocaba el juicioso psicólogo que pretendía arreglar las cosas de un modo científico, con remedios proporcionados a los hechos.
 Porque la víctima no quería saber nada de los hechos y menos aún del papel desempeñado en su realización.
 Solo quería atravesar una puerta y encontrarse en otra dimensión, y para eso la solución es algo tan sencillo como chascar dos deditos.

Darío, el intrépido..................................................................................................... Rosa Rivas


Imagen con la que Darío Barrio ilustraba su cuenta de Twitter.

Darío Barrio (Madrid, 1972) murió con las alas puestas, ejecutando una de sus pasiones: el salto base. La otra, la que le daba de vivir, era la cocina
. Justo en mayo pasado celebró el décimo aniversario de su restaurante madrileño, Dassa Bassa, un proyecto personal, familiar, en el que su mujer, Itziar Ortega, formaba parte activa como jefa de sala y sus hermanos, Héctor (arquitecto) y Silka (decoradora), habían hecho posible en 2004 la transformación de una carbonería del siglo XIX en un modernísimo espacio gastronómico.
Y hace unos pocos días, el siempre sonriente cocinero presentaba su “gastronomía de diseño” para el rincón MINI de Casa Decor, un espacio efímero con ecos automovilísticos.
 Como efímera ha sido la carrera de un cocinero prometedor, una de las figuras de la escuadra gastronómica madrileña.
Practicante de una cocina de mercado, creativa, cosmopolita e informal, Darío Barrio cimentó fama televisiva con uno de los primeros realities culinarios, Todos contra el chef (en 2005), para la cadena Cuatro. En Canal Cocina presentó Darío y Cía y Bombón. Haciendo gala de su buena forma física, participó en el concurso acuático de Antena 3 Splash!
Deportista impeninente, corría todas las mañanas por el parque del Reitiro cercano a su restaurante y a su domicilio, y por allí también circulaba con sus hijos (de corta edad) en bicicleta. Como corredor entusiasta, participó en maratones, incluido el de Nueva York
. Con su afición quería demostrar su rechazo a la vida sedentaria y en cuantas ocasiones podía participaba en actividades a favor de la alimentación saludable
. Lo proclamaba en su libro de recetas caseras Cocina, disfruta, vive
. Partidario de la producción ecológica, formaba parte de la red de cocineros Fish to fork, comprometidos con la pesca sostenible.
 Su faceta solidaria se había incrementado últimamente con la incorporación a su restaurante de uno de los chavales en exclusión social que encuentran oportunidades laborales en los fogones gracias a la iniciativa Cocina Conciencia de Fundación Raíces.
Pero este cocinero inquieto, atractivo y optimista, en su cuenta de twitter no aparecía con chaquetilla de chef, sino luciendo su atuendo de saltador, con una imagen en pleno vuelo.
 Ahora, el cocinero con estrella, se ha estrellado contra un castillo en un momento inoportuno –como todas las muertes- y cuando aún le quedaban muchos menús y muchas aventuras más.
No era un saltador de última hora.
 Barrio había entrenado su afán volador en Noruega, Groenlandia, Venezuela, Italia… Atrevido , efectuado saltos “como nunca se han hecho” en Picos de Europa, Sierra Nevada o Gredos.
 Y con su traje de alas (wingsuit) era la imagen de una marca deportiva.
“Ha sido un vuelo glorioso rascando la torre del castillo”, tuiteó Barrio el pasado 26 de mayo cuando con “rascó” las almenas del castillo de la Sierra de Segura (Jaén) en una prueba de lo que sería su acrobacia final.
 Contra esas piedras antiguas y con su “traje de alas” ha encontrado la muerte en un fatal vuelo de exhibición el viernes 6 de junio, un “día negro para la gastronomía española”, como ha dicho su amigo Alberto Chicote, y como han dicho también en las redes sociales (ya tienen otro triste trending topic) otros colegas como David Muñoz, Paco Torreblanca, Marcos Morán, Quique Dacosta y muchos más
. La consternación es general entre la profesión.
“Continuará”, decía un rótulo final en uno de los vídeos de los ensayos de salto base sobre el castillo. No ha sido así.
Destino ingrato el de este aventurero que precisamente falleció durante el homenaje a otro apasionado del deporte de riesgo, Álvaro Bultó, muerto de la misma forma.
 Barrio hacía lo que le gustaba, y lo que le gustaba era el reto, arriesgar.DEP: