3 may 2014
Soy bisexual, ¿por qué no me crees?.................................................. Prado Campos
Un rumor sobre la sexualidad de Kristen Stewart resucitó en Internet el debate sobre la existencia de la bisexualidad. ¿Por qué?.
Internet decidió esta semana que Kristen Stewart era bisexual.
Hacía tiempo que se estaban publicando en varias revistas del corazón fotos de la protagonista de Crepúsculo y otrora novia-no novia-novia-drama-loquesea de Robert Pattinson con su mejor amiga, Alicia Cargile, pero nunca los rumores sobre la vida íntima de esta actriz habían cuestionado su sexualidad con tanto ahínco.
Dio igual. Al poco se había desarrollado una teoría entera sobre cómo le gustaban los hombres y las mujeres a la vez.
Y, como suele pasar cada vez que suena la palabra bisexualidad, Internet se llenó de escépticos recordándole a quien quisiera escucharles que la bisexualidad no existe.
Que es, como dice el tópico, refugio de homosexuales que no quieren asumir su condición, o de personas particularmente libidinosas.
Es algo que lleva ocurriendo desde hace décadas, por mucho que el resto de los casos se dieran con historias más arraigadas en la realidad que la de esta semana.
Muchas otras actrices han declarado públicamente su bisexualidad, desde Drew Barrymore a Anna Paquin, Megan Fox, Fergie, Angelina Jolie, Lady Gaga, Cynthia Nixon, Amy Winehouse o Evan Rachel Wood, quien además lo reafirmó en su Twitter hace dos años.
También hay casos de hombres, si bien son menos notables o están más ocultos. Clive Davis, Alan Cumming, David Bowie o el saltador de trampolín inglés Tom Daley –aunque a principios de abril se desdijo y aseguró “soy un hombre gay ahora”– han declarado su condición sexual.
Pocos varones que reafirman la teoría del estudio estadounidense Bisexual Invisibility, que recoge que un 70% de los hombres que tienen relaciones con hombres se consideran gais frente a un 65% de mujeres que se considera bisexuales.
Este estecipcismo cíclico ante la opción sexual menos mediatizada conduce inevitablemente a la misma pregunta: ¿Qué tiene la bisexualidad para resultarle tan poco creíble a tanta gente?
“No nos respetan”
“Yo no empleo la palabra bisexual porque a nadie le gustan los bisexuales.
Todo el mundo le tira los tratos a los bisexuales… No nos respetan”. Esto decía Cynthia Nixon, una de las protagonistas de Sexo en Nueva York, en una entrevista.
La falta de respeto, la consideración de que no es una opción sexual sino una “fase” hacia el reconocimiento de la homosexualidad, los estereotipos y clichés sociales que nos etiquetan como a o b, en este caso como homosexuales o heterosexuales, son el día a día al que se enfrentan los bisexuales.
Es una opción que parece no contemplarse socialmente.
Y la consecuencia más evidente es su invisibilidad.
“La realidad es que la bisexualidad existe
. Es una orientación madura y tan válida como la homosexualidad y la heterosexualidad, pero somos educados en un contexto en la que no se considera una opción válida, solo hay dos opciones y hay que elegir una.
Cuando alguien sale del armario se asume que es gay o lesbiana pero no se considera que sea una opción posible la bisexualidad.
De hecho, las personas bisexuales sufrimos en el proceso de descubrir quiénes somos porque nunca se ha considera una opción real. La mayor parte hemos pasado por creernos hetero, homo y, finalmente, aceptar que somos bisexuales”, explica Esperanza Montero, presidenta del COGAM.
“Yo salí del armario con 20 años como lesbiana y con 30 como bisexual porque me habían educado así y fue una liberación absoluta”, ejemplifica.
Por eso, dice, lo primero que hay que tener claro es qué es la bisexualidad
. Frente a la definición de la RAE –“dicho de una persona que alterna las prácticas homosexuales con las heterosexuales”–, Montero matiza que la bisexualidad es “la capacidad de sentir atracción emocional, sexual, romántica y/o física por personas de más de un género y/o sexo no necesariamente de la misma manera ni con la misma intensidad ni en el mismo tiempo”.
Y eso último es lo que quiere remarcar porque, además de que la bisexualidad “es un término paraguas” asegura, el componente de tener simultáneamente parejas de distintos sexos es otro de los tópicos que se les cuelgan.
“No es un cupón
. Hablamos de emociones y no hay que sentir exactamente lo mismo por un hombre que por una mujer porque, realmente, las orientaciones son fluidas. No es una cuestión de porcentajes sino de capacidad de sentir”, afirma.
"La realidad es que los seres humanos somos sexuales y poner etiquetas es como poner barreras al viento.
Y una forma de control social también en la sexualidad de la población.
La bisexualidad siempre ha generado mucha polémica. Desde que Freud dijo que todos somos bisexuales
. Se ha debatido mucho, incluso dentro de los colectivos LGTB porque se ha considerado como un paso para poder asimilar la homosexualidad cuando, en realidad, hay estudios que sostienen la realidad de la bisexualidad. Desde Kinsey, el primero que estudió el comportamiento sexual, que aseguró que entre el 5-10% de la población es homosexual o heterosexual y el resto se encuadra dentro de escalas de bisexualidad”, explica Cristina Corbella, psicóloga, sexóloga, presidenta de la Asociación Garaia de Bilbao y miembro de la Junta Directiva de la Federación Española de Sociedades de Sexología.
Eclipsados e invisibles
Un estudio estadounidense de 2010, publicado en el Journal of Sexual Medicine, encontró que el 3,1% de los adultos se identifican como bisexuales frente a un 2,5% de gays o lesbianas. En el caso de los adolescentes, el porcentaje subía hasta un 4,9% en el primer caso y bajaba al 1% en el segundo.
Y las mujeres, arrojaba la investigación, era “sustancialmente más propensas que los hombres a identificarse como bisexual”.
Frente esta realidad, la de calle, la cotidiana, nos demuestra que cuando alguien ve a una pareja de hombre y mujer piensa automáticamente que son heteros, si son dos hombres, gays y si son dos mujeres, lesbianas.
No se contempla otra opción.
No aparece si quiera en nuestro pensamiento.
Y si lo hace, el otro arquetipo es el de “solo es una fase” al reconocimiento de una orientación homosexual. Algo que genera, explica Montero, una doble discriminación. “Parece que ser bisexual es como una excusa o un disfraz para no mostrar tu verdadera homosexualidad cuando la realidad es que existimos. Creen que es una manera como más fácil de salir ahí del armario. Y sufrimos homofobia y bifobia.
El problema es que es muy complicado de demostrar la bisexualidad. Para poder dar a conocer mi orientación sexual o me creen o conocen mi histórico”.
Y añade que para ver esa impuesta condición binaria (homo-hetero) solo hay que mirar un poco hacia atrás. “Es frecuente asumir que un personaje de ficción o histórico que ha tenido relaciones con personas sus mismo sexo es automáticamente gay o lesbiana porque no se asume que pueda ser bisexual”.
¿Ejemplos? Nos cita a Oscar Wilde pero también podríamos nombrar a Marlene Dietrich, Freddie Mercury o Eleanor Roosevelt.
Otro estudio realizado con mujeres, recogido por el informe Bisexual Invisility de San Francisco, determinaba la estabilidad de esta orientación sexual.
Sobre una muestra de mujeres categorizadas como lesbianas, bisexuales o sin etiqueta, la investigación aseguraba que en 10 años “más mujeres adoptaron identidades bisexuales/sin etiquetar a las que renunciaron” así como que de las que se identificaron como bisexuales, el 92% mantenían esa etiqueta o la de sin etiquetar una década después y del 61% de las que comenzaron sin etiqueta lo hicieron de nuevo como tales o bisexuales.
Pero además de la invisibilidad, podríamos decir, social, la presidenta del COGAM señala que también existe la discriminación dentro del colectivo homosexual “porque a veces nos perciben como una orientación que hace uso de determinados privilegios” y el rechazo en la propia pareja “porque se confunde la atracción con las relaciones a la vez con hombres y mujeres
. Como en todo, hay personas monógamas o no pero eso no está relacionado con su orientación sexual.
En COGAM vemos muchos casos de bisexuales cuyas parejas tienen desconfianza, basada en clichés y mitos y en la falta de información, porque piensan que tienen relaciones simultáneas o que no les van a dar algo que necesitan”.
La bisexualidad masculina
Como decíamos antes, y utilizando simplemente los casos más célebres de famosos que han declarado ser bisexuales, la presencia de los hombres es notablemente inferior.
Las teorías de por qué ocurre esto son tan diversas, y en ocasiones tan peregrinas, que van desde que para las mujeres es más natural por su forma de relacionarse más íntima con las mujeres hasta el ya comentado “camino” para reconocer que es gay.
“Es verdad que, en general y entre comillas, se soporta mejor e incluso se admite algo más la sexualidad de mujeres entre mujeres.
Entre hombres parece que violenta más pero creo que es por la no valoración de la sexualidad de las mujeres.
Tradicionalmente la sexualidad de la mujer, independientemente de su orientación, es invisible.
Solo hay que mirar a los entornos más cercanos y a los calificativos que se escuchan para ver que aún sigue siendo ofensivo que una mujer tenga derecho a manifestarse sexuada.
En el fondo es un pensamiento tradicional basado en que la sexualidad de las mujeres no es tan importante como la de los hombres.
Mientras que en el caso de los hombres se cree que lo que está en juego es la masculinidad
. La orientación sexual es más difícil de asumir por un hombre y hacerla pública en una sociedad homófoba con sus barnices progresistas”, agrega Corbella.
A este respecto, Montero confirma que “los hombres bisexuales están más discriminados que incluso los homosexuales.
Son más invisibles porque no se ha considerado la bisexualidad como una opción real, estructuralmente no hay otra opción
. Siempre hemos sido los grandes desconocidos dentro del movimiento y socialmente”.
Hacía tiempo que se estaban publicando en varias revistas del corazón fotos de la protagonista de Crepúsculo y otrora novia-no novia-novia-drama-loquesea de Robert Pattinson con su mejor amiga, Alicia Cargile, pero nunca los rumores sobre la vida íntima de esta actriz habían cuestionado su sexualidad con tanto ahínco.
Dio igual. Al poco se había desarrollado una teoría entera sobre cómo le gustaban los hombres y las mujeres a la vez.
Y, como suele pasar cada vez que suena la palabra bisexualidad, Internet se llenó de escépticos recordándole a quien quisiera escucharles que la bisexualidad no existe.
Que es, como dice el tópico, refugio de homosexuales que no quieren asumir su condición, o de personas particularmente libidinosas.
Es algo que lleva ocurriendo desde hace décadas, por mucho que el resto de los casos se dieran con historias más arraigadas en la realidad que la de esta semana.
Muchas otras actrices han declarado públicamente su bisexualidad, desde Drew Barrymore a Anna Paquin, Megan Fox, Fergie, Angelina Jolie, Lady Gaga, Cynthia Nixon, Amy Winehouse o Evan Rachel Wood, quien además lo reafirmó en su Twitter hace dos años.
También hay casos de hombres, si bien son menos notables o están más ocultos. Clive Davis, Alan Cumming, David Bowie o el saltador de trampolín inglés Tom Daley –aunque a principios de abril se desdijo y aseguró “soy un hombre gay ahora”– han declarado su condición sexual.
Pocos varones que reafirman la teoría del estudio estadounidense Bisexual Invisibility, que recoge que un 70% de los hombres que tienen relaciones con hombres se consideran gais frente a un 65% de mujeres que se considera bisexuales.
Este estecipcismo cíclico ante la opción sexual menos mediatizada conduce inevitablemente a la misma pregunta: ¿Qué tiene la bisexualidad para resultarle tan poco creíble a tanta gente?
“No nos respetan”
“Yo no empleo la palabra bisexual porque a nadie le gustan los bisexuales.
Todo el mundo le tira los tratos a los bisexuales… No nos respetan”. Esto decía Cynthia Nixon, una de las protagonistas de Sexo en Nueva York, en una entrevista.
La falta de respeto, la consideración de que no es una opción sexual sino una “fase” hacia el reconocimiento de la homosexualidad, los estereotipos y clichés sociales que nos etiquetan como a o b, en este caso como homosexuales o heterosexuales, son el día a día al que se enfrentan los bisexuales.
Es una opción que parece no contemplarse socialmente.
Y la consecuencia más evidente es su invisibilidad.
“La realidad es que la bisexualidad existe
. Es una orientación madura y tan válida como la homosexualidad y la heterosexualidad, pero somos educados en un contexto en la que no se considera una opción válida, solo hay dos opciones y hay que elegir una.
Cuando alguien sale del armario se asume que es gay o lesbiana pero no se considera que sea una opción posible la bisexualidad.
De hecho, las personas bisexuales sufrimos en el proceso de descubrir quiénes somos porque nunca se ha considera una opción real. La mayor parte hemos pasado por creernos hetero, homo y, finalmente, aceptar que somos bisexuales”, explica Esperanza Montero, presidenta del COGAM.
“Yo salí del armario con 20 años como lesbiana y con 30 como bisexual porque me habían educado así y fue una liberación absoluta”, ejemplifica.
Por eso, dice, lo primero que hay que tener claro es qué es la bisexualidad
. Frente a la definición de la RAE –“dicho de una persona que alterna las prácticas homosexuales con las heterosexuales”–, Montero matiza que la bisexualidad es “la capacidad de sentir atracción emocional, sexual, romántica y/o física por personas de más de un género y/o sexo no necesariamente de la misma manera ni con la misma intensidad ni en el mismo tiempo”.
Y eso último es lo que quiere remarcar porque, además de que la bisexualidad “es un término paraguas” asegura, el componente de tener simultáneamente parejas de distintos sexos es otro de los tópicos que se les cuelgan.
“No es un cupón
. Hablamos de emociones y no hay que sentir exactamente lo mismo por un hombre que por una mujer porque, realmente, las orientaciones son fluidas. No es una cuestión de porcentajes sino de capacidad de sentir”, afirma.
"La realidad es que los seres humanos somos sexuales y poner etiquetas es como poner barreras al viento.
Y una forma de control social también en la sexualidad de la población.
La bisexualidad siempre ha generado mucha polémica. Desde que Freud dijo que todos somos bisexuales
. Se ha debatido mucho, incluso dentro de los colectivos LGTB porque se ha considerado como un paso para poder asimilar la homosexualidad cuando, en realidad, hay estudios que sostienen la realidad de la bisexualidad. Desde Kinsey, el primero que estudió el comportamiento sexual, que aseguró que entre el 5-10% de la población es homosexual o heterosexual y el resto se encuadra dentro de escalas de bisexualidad”, explica Cristina Corbella, psicóloga, sexóloga, presidenta de la Asociación Garaia de Bilbao y miembro de la Junta Directiva de la Federación Española de Sociedades de Sexología.
Eclipsados e invisibles
Un estudio estadounidense de 2010, publicado en el Journal of Sexual Medicine, encontró que el 3,1% de los adultos se identifican como bisexuales frente a un 2,5% de gays o lesbianas. En el caso de los adolescentes, el porcentaje subía hasta un 4,9% en el primer caso y bajaba al 1% en el segundo.
Y las mujeres, arrojaba la investigación, era “sustancialmente más propensas que los hombres a identificarse como bisexual”.
Frente esta realidad, la de calle, la cotidiana, nos demuestra que cuando alguien ve a una pareja de hombre y mujer piensa automáticamente que son heteros, si son dos hombres, gays y si son dos mujeres, lesbianas.
No se contempla otra opción.
No aparece si quiera en nuestro pensamiento.
Y si lo hace, el otro arquetipo es el de “solo es una fase” al reconocimiento de una orientación homosexual. Algo que genera, explica Montero, una doble discriminación. “Parece que ser bisexual es como una excusa o un disfraz para no mostrar tu verdadera homosexualidad cuando la realidad es que existimos. Creen que es una manera como más fácil de salir ahí del armario. Y sufrimos homofobia y bifobia.
El problema es que es muy complicado de demostrar la bisexualidad. Para poder dar a conocer mi orientación sexual o me creen o conocen mi histórico”.
Y añade que para ver esa impuesta condición binaria (homo-hetero) solo hay que mirar un poco hacia atrás. “Es frecuente asumir que un personaje de ficción o histórico que ha tenido relaciones con personas sus mismo sexo es automáticamente gay o lesbiana porque no se asume que pueda ser bisexual”.
¿Ejemplos? Nos cita a Oscar Wilde pero también podríamos nombrar a Marlene Dietrich, Freddie Mercury o Eleanor Roosevelt.
Otro estudio realizado con mujeres, recogido por el informe Bisexual Invisility de San Francisco, determinaba la estabilidad de esta orientación sexual.
Sobre una muestra de mujeres categorizadas como lesbianas, bisexuales o sin etiqueta, la investigación aseguraba que en 10 años “más mujeres adoptaron identidades bisexuales/sin etiquetar a las que renunciaron” así como que de las que se identificaron como bisexuales, el 92% mantenían esa etiqueta o la de sin etiquetar una década después y del 61% de las que comenzaron sin etiqueta lo hicieron de nuevo como tales o bisexuales.
Pero además de la invisibilidad, podríamos decir, social, la presidenta del COGAM señala que también existe la discriminación dentro del colectivo homosexual “porque a veces nos perciben como una orientación que hace uso de determinados privilegios” y el rechazo en la propia pareja “porque se confunde la atracción con las relaciones a la vez con hombres y mujeres
. Como en todo, hay personas monógamas o no pero eso no está relacionado con su orientación sexual.
En COGAM vemos muchos casos de bisexuales cuyas parejas tienen desconfianza, basada en clichés y mitos y en la falta de información, porque piensan que tienen relaciones simultáneas o que no les van a dar algo que necesitan”.
La bisexualidad masculina
Como decíamos antes, y utilizando simplemente los casos más célebres de famosos que han declarado ser bisexuales, la presencia de los hombres es notablemente inferior.
Las teorías de por qué ocurre esto son tan diversas, y en ocasiones tan peregrinas, que van desde que para las mujeres es más natural por su forma de relacionarse más íntima con las mujeres hasta el ya comentado “camino” para reconocer que es gay.
“Es verdad que, en general y entre comillas, se soporta mejor e incluso se admite algo más la sexualidad de mujeres entre mujeres.
Entre hombres parece que violenta más pero creo que es por la no valoración de la sexualidad de las mujeres.
Tradicionalmente la sexualidad de la mujer, independientemente de su orientación, es invisible.
Solo hay que mirar a los entornos más cercanos y a los calificativos que se escuchan para ver que aún sigue siendo ofensivo que una mujer tenga derecho a manifestarse sexuada.
En el fondo es un pensamiento tradicional basado en que la sexualidad de las mujeres no es tan importante como la de los hombres.
Mientras que en el caso de los hombres se cree que lo que está en juego es la masculinidad
. La orientación sexual es más difícil de asumir por un hombre y hacerla pública en una sociedad homófoba con sus barnices progresistas”, agrega Corbella.
A este respecto, Montero confirma que “los hombres bisexuales están más discriminados que incluso los homosexuales.
Son más invisibles porque no se ha considerado la bisexualidad como una opción real, estructuralmente no hay otra opción
. Siempre hemos sido los grandes desconocidos dentro del movimiento y socialmente”.
Pareja de reyes...................................................................Luz Sánchez-Mellado
Llámame cursi, blanda, Igartiburu, incluso, pero hoy estoy más mística que Esperanza Gracia y Sandro Rey
juntos.
Al final va a ser verdad eso de qué bonito es el amor, sobre todo en primavera
. Cuando llega mayo, no sé, estoy como abierta a todo
. Ilusa. Brilla el sol, estallan las glicinias, salen de la osera hordas de chicas con sus shorts intrauterinos, y nada vuelve a ser lo mismo.
Que a las de mi quinta no nos miran ni los seguratas del aeropuerto, vamos.
Porque, claro, en cuanto pasamos de 25 grados, o te quitas las medias ultraopacas, o coges una candidiasis de caballo, perdón, yegua, eso es incontrovertible.
Y así: sin misterio, sin licra, a pelo de la dehesa, las comparaciones son odiosas.
De tal guisa andaba yo estos días: lánguida, melancólica, asténica, mortificada con lo del tempus fugit, el carpe diem y el gaudeamus igitur, cuando se materializó ante mis ojos el renacimiento del romance de Sus Majestades, y me puse chota yo sola
. Confirmado, coetáneas: hay amor después de los 70.
Aunque sea por la corona.
Empecé a barruntármelo el Domingo de Resurrección, larga que es una
. Mientras las revistas más pasteleras, perdón, palaciegas, entraban en coma diabético glosando lo monísimas que están las infantitas, yo, que a amargada no me gana nadie, díjeme: date, aquí hay tomate
. La noticia no eran las nietas, sino los abuelos. Ahí tenías a los reales yayos codo con codo, hechos dos chavales, conjuntados en celeste como Felipe y Letizia en los buenos tiempos.
Vale que cada uno llegó por su lado y que era la primera Pascua que coincidían en la misma provincia desde que, en 2012, él saliera pitando a no sé qué cacería y volviera con la cadera rota y el prestigio por los suelos. Menudencias.
Ahí había algo.
El martes fueron a la fiesta del Cervantes con Poniatowska, mexicanísima, como su nombre indica. El miércoles, al Cervantes propiamente dicho.
El sábado, a la cena de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II.
El domingo, a la santificación de los santos padres en San Pedro, será por santos: ella, de blanco ilusión; él, de terno oscuro, como para festejar urbi et orbi las bodas de oro que nunca celebraron
. El lunes, superarmónicos, recibieron la bendición de Francisco.
Y de allí, sin perderse de vista, se plantaron en la jura de la ministra Tejerina, te lo prometo. Inseparables, ya te digo.
Como que, cronómetro en mano, han pasado más tiempo juntos en los últimos ocho días que en los últimos ocho años.
Lo malo es que vuelve la rutina
. Él fue a vender la marca España a sus homólogos del Golfo, y ella quedose en tierra, ya se sabe que los jeques no son de monogamias
. Para eso estaba la ministra Pastor al quite
. El calorazo que habrá pasado esa santa con ese sayón, perdón, abaya, para darle gusto a los jeques no está agradecido ni pagado.
Mi bochornazo, tampoco, pero eso van a ser los sofocos.
Menos mal que en La Zarzuela han florecido los capullos. Y aún hay quien dice que lo de la real pareja es una operación de imagen y que cada uno hace su vida. Agoreros.
Esos no han leído lo de Fermina Daza y Florentino Ariza en El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez. ¿No caes?
Sí, mujer: Gabo.
Al final va a ser verdad eso de qué bonito es el amor, sobre todo en primavera
. Cuando llega mayo, no sé, estoy como abierta a todo
. Ilusa. Brilla el sol, estallan las glicinias, salen de la osera hordas de chicas con sus shorts intrauterinos, y nada vuelve a ser lo mismo.
Que a las de mi quinta no nos miran ni los seguratas del aeropuerto, vamos.
Porque, claro, en cuanto pasamos de 25 grados, o te quitas las medias ultraopacas, o coges una candidiasis de caballo, perdón, yegua, eso es incontrovertible.
Y así: sin misterio, sin licra, a pelo de la dehesa, las comparaciones son odiosas.
De tal guisa andaba yo estos días: lánguida, melancólica, asténica, mortificada con lo del tempus fugit, el carpe diem y el gaudeamus igitur, cuando se materializó ante mis ojos el renacimiento del romance de Sus Majestades, y me puse chota yo sola
. Confirmado, coetáneas: hay amor después de los 70.
Aunque sea por la corona.
Empecé a barruntármelo el Domingo de Resurrección, larga que es una
. Mientras las revistas más pasteleras, perdón, palaciegas, entraban en coma diabético glosando lo monísimas que están las infantitas, yo, que a amargada no me gana nadie, díjeme: date, aquí hay tomate
. La noticia no eran las nietas, sino los abuelos. Ahí tenías a los reales yayos codo con codo, hechos dos chavales, conjuntados en celeste como Felipe y Letizia en los buenos tiempos.
Vale que cada uno llegó por su lado y que era la primera Pascua que coincidían en la misma provincia desde que, en 2012, él saliera pitando a no sé qué cacería y volviera con la cadera rota y el prestigio por los suelos. Menudencias.
Ahí había algo.
El martes fueron a la fiesta del Cervantes con Poniatowska, mexicanísima, como su nombre indica. El miércoles, al Cervantes propiamente dicho.
El sábado, a la cena de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II.
El domingo, a la santificación de los santos padres en San Pedro, será por santos: ella, de blanco ilusión; él, de terno oscuro, como para festejar urbi et orbi las bodas de oro que nunca celebraron
. El lunes, superarmónicos, recibieron la bendición de Francisco.
Y de allí, sin perderse de vista, se plantaron en la jura de la ministra Tejerina, te lo prometo. Inseparables, ya te digo.
Como que, cronómetro en mano, han pasado más tiempo juntos en los últimos ocho días que en los últimos ocho años.
Lo malo es que vuelve la rutina
. Él fue a vender la marca España a sus homólogos del Golfo, y ella quedose en tierra, ya se sabe que los jeques no son de monogamias
. Para eso estaba la ministra Pastor al quite
. El calorazo que habrá pasado esa santa con ese sayón, perdón, abaya, para darle gusto a los jeques no está agradecido ni pagado.
Mi bochornazo, tampoco, pero eso van a ser los sofocos.
Menos mal que en La Zarzuela han florecido los capullos. Y aún hay quien dice que lo de la real pareja es una operación de imagen y que cada uno hace su vida. Agoreros.
Esos no han leído lo de Fermina Daza y Florentino Ariza en El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez. ¿No caes?
Sí, mujer: Gabo.
El reino del zapato O el Mito de Cenicienta
Viajamos al interior del 'atelier' donde Louis Vuitton confecciona sus deseados pares.
Aquí cada prototipo se lleva al límite hasta hacer de él una pieza sublime....
Un martillo
automático golpea 14.000 veces un tacón.
Una prensa atornilla un empeine
mientras un brazo mecánico tira del tacón hacia atrás hasta partir el
zapato en dos.
Un horno calienta cada par durante días a 50 grados y a
un 95% de humedad para bajar después hasta los 20 grados bajo cero
.
Bienvenidos a la cámara de torturas de Louis Vuitton.
Nada de este dolor
resulta gratuito. Lo descrito sirve para comprobar la resistencia de un
stiletto al caminar, hasta dónde puede estirarse si queda
preso en un agujero en el pavimento o lo que aguanta a temperaturas
extremas.
“Esto último resulta fundamental, porque vendemos los mismos
modelos en lugares muy diferentes, de Rusia a Dubái, donde las
condiciones climatológicas pueden ser duras”, nos explica la persona que
nos guía. Mucho de lo que aquí acontece es secreto.
Estamos en el laboratorio de donde salen los prototipos de Louis Vuitton.
Una sala de apenas 30 metros cuadrados que acoge decenas de
instrumentos muy poco atractivos que, sin embargo, certifican la calidad
de algunos de los zapatos más deseados del planeta.
Es, posiblemente,
el rincón menos glamuroso del taller de la firma en Fiesso D’Artico,
a 33 kilómetros de Venecia
. Hemos comenzado por aquí la visita porque
lo que no supera todas estas pruebas se desechará para siempre.
Antes tomamos un
desayuno de cortesía en la galería de arte dedicada al zapato, rodeados
de una biblioteca básica, reliquias del andar del siglo XVII al XIX y
una colección de arte donde destacan las ilustraciones originales
dedicadas al calzado de Andy Warhol y Ralph Pomeroy.
En un panel aún se yergue orgullosa la colección de inspiración
africana que presentó Marc Jacobs para la primavera-verano 2009, cuando
aún no había cedido el cetro de director creativo de la línea femenina a Nicolas Ghesquière.
“Tanto Marc como Nicolas tienen una pasión fuera de lo común por los
zapatos. Nicolas los trabaja como un elemento en sí mismo, que
posteriormente formarán parte de una silueta completa”, dice Serge
Alfandary, director de zapatería de Louis Vuitton desde hace 11 años y
su único portavoz autorizado.
Jacobs fue el responsable de inventarse el prêt-à-porter
y las líneas de complementos a partir del ADN de esta emblemática firma
de marroquinería en 1997.
LVMH invirtió entonces en la pequeña empresa
familiar italiana que haría su calzado.
Hoy muchas otras marcas de lujo
operan en la Riviera del Brenta, donde hay tradición desde el siglo
XIII, pero solo Louis Vuitton tiene factoría propia.
En 2009 renació
como este atelier (evitan llamarlo fábrica): una robusta mole de hormigón, acero y cristal concebida por el arquitecto Jean-Marc Sandrolini como una “caja de zapatos mágica” autosostenible de 14.000 metros cuadrados donde prima lo humano frente a lo tecnológico.
Trabajan unas 620
personas. Muchas han heredado la tradición de sus padres.
Y refuerzan
su formación en un taller. Cada par, explican, lleva entre 120 y 250
pasos.
“El reto es desarrollarlos como una categoría en sí misma, más
que como un mero accesorio. Nuestros clientes buscan cada temporada un
modelo de moda, pero también la seguridad de una calidad sin
concesiones
. Por eso todas nuestras suelas están pintadas a mano,
planchadas con calor, con el tintado de los detalles artesanal, las
plantillas de cuero, los refuerzos en piel encolados a mano…”, enumera
Alfandary.
La fórmula funciona. Aunque no den cifras concretas sobre
producción, los beneficios globales de LVMH, donde Louis Vuitton ejerce
de buque insignia, han ascendido en el primer cuarto de 2014 un 4%,
hasta 7.200 millones de euros.
En 2013 superó los 29.000 millones.
El ambiente en el
edificio es pulcro, ordenado, disciplinado.
En la sala de diseño hay
una puerta infranqueable: donde se diseña la próxima colección. Sí hay
acceso a los moldes.
El hormero los elabora a partir de madera de carpe
bajo una única premisa: la comodidad. Por eso cuentan permanentemente
con una modelo de pie. “Siempre se hacen en el 37, es la medida más
armónica”, detallan. Cuando se le da el OK, la horma se pasa a plástico.
A un paso, el
almacén de pieles funciona como una librería de materiales. En los
últimos años, uno se alza como signo definitivo de estatus: el
cocodrilo.
En 2011, LVMH adquirió el 51% de Heng Long, una compañía que
regenta granjas de este reptil en Singapur.
Se utilizan siempre dos
ejemplares de cocodrilo blanco de unos tres años, uno por zapato; y se
busca que ambas pieles, de las que solo se usa el vientre, tengan un
dibujo similar.
Una sola muesca las echa a perder, de ahí que en las
granjas se extreme el cuidado para evitar que unos se peleen con otros.
Según informa Bloomberg Businessweek,
de esta piel procede el 10% de los beneficios de las firmas de lujo en
la actualidad.
La otra estrella es la pitón, que mide unos tres metros
.
Unos mocasines de este material cuestan a partir de 835 euros.
Las botas
de cocodrilo más caras ascienden a 17.800.
Un largo pasillo comunica con los ateliers:
mocasines, zapatillas, hombre y mujer.
La secuencia de la cadena de
montaje quizá sea lo que más se asemeja a otras fábricas; solo que los
detalles manuales (diminutos clavos en lugares estratégicos, los
tornillos de refuerzo en el tacón, el cosido de la etiqueta interior a
mano) revelan un temperamento diferencial.
El último estadio es el made to order masculino.A partir de 2.000 euros se pueden encargar unos zapatos al gusto
. Hasta 3.500 variaciones en 64 pieles a elegir. Desde que se toman las medidas en tienda (solo hay nueve que lo ofertan) hasta que llegan al cliente transcurren dos semanas.
Un veterano afanado en un cosido noruego (doble costura en la suela) muestra un par en cocodrilo que acaba de teñir en verde.
Al día siguiente los meterá en un horno con la horma dentro para que se acabe de fijar el color. Después le añadirá el brillo y listo
. Sus compañeros rematan en la cadena una partida de un modelo más económico
. El Rockabilly Richelieu, reza la etiqueta. Las cajas, apiladas, con los pares primorosamente envueltos en papel reciclado, recalarán en París antes de viajar a tiendas de todo el mundo
. Nuestro artesano solo tiene otros cuatro pares, cuidadosamente guardados en diferentes bandejas, con su correspondiente hoja de pedido.
Uno irá a Shanghái; otro, a Sidney.
Porque todavía hay categorías y categorías dentro del lujo.
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