La galería Blokker expone 'Mi querida España', seis óleos con los que Borja Bonafuente busca romper tópicos y abrir debate
Tomar distancia y aprender. Esa es la receta de Borja Bonafuente (Madrid, 1978) para superar de una vez el silencio hostil que despierta hablar de la Guerra Civil.
"Han pasado 80 años y cada vez que se saca este tema, cualquiera, de un
bando o de otro, te miran como si te fueran a soltar una hostia",
confiesa el artista rodeado por los seis óleos de su Mi querida España, la exposición que estrena en la Blokker Gallery
de Madrid desde el pasado 14 de marzo hasta el 30 de abril. Los motivos
de sus cuadros, mujeres bellas pintadas con hiperrealismo y en
actitudes nada hostiles, muchas veces sonriendo.
Sonríe la pieza central de la muestra, titulada también Mi querida España (5.000 euros), que nos muestra a una recluta con la cara ensangrentada pero con una mirada que el artista describe como "serena". "Este fue el primero que pinté y resume todo lo que quiero contar.
Todos los golpes que se le dio a esa España a la que se mató o se echó del país y como se levantó con una sonrisa, como diciendo: '¡Aquí estoy!"
. El que el estilo de Bonafuente sea hiperrealista no es, ni más ni menos, que la senda artística que el pintor ha ido siguiendo, sin que haya que buscar mayor justificación en ello.
Marrones... verde oscuro... según el día y la hora.
El amor por los Beatles.
Café.
Spaguettis con tomate.
No veo raro ninguno de los sitios en los que me haya acostado con nadie.
Niño: Que las interpretaciones sobre última profecía de Nostradamus tuviesen razón.
Adulto: No morir de golpe.
Amigo: El que te hace la cobertura con la amiga borde.
Viaje al fin de la noche de Celine.
Zazie en el metro de Louis Malle.
Tener obra en esos cuatro grandes museos que te quitan el hipo.
El cuadro que rompe en parte la unidad es Ay Carmen. Aquí no
hay sonrisa.
De hecho, no sabemos qué dibujan los labios de la retratada. Su mano derecha esconde la emoción, la misma mano sobre la que se dibuja un código concentracionario: 7301. "Es un homenaje a toda esa gente que se fue de España a países como Francia pensando que les iría mejor y luego acabaron en Mauthausen". Sobre el pecho desnudo de la mujer, una S encerrada en un triángulo invertido y azul que recuerda una peculiar anécdota histórica: "Franco consideró a todos los que habían huido de España desterrados.
Al principio, en los campos de concentración se identificaba a los comunistas con el rojo
. Pero Franco pidió que se les quitara este color tan simbólico para España y se les cambió por el azul.
Tal vez eso los hizo pasar más desapercibidos.
Aunque mucho no les ayudó: el número que lleva en la mano mi retratada es 7301 porque fueron enviados 7300 a Mathausen. Pocos volvieron".
Que las mujeres sean hermosas, aunque no se trate de una belleza impostada, de canon de anuncio, no es casual. Bonafuente buscó entre sus amigas modelos que le permitieran acercar la Guerra Civil al espectador, invitarlo a mirar al conflicto a través de una femeneidad que atrae, que invita a mirar el conflicto de otra manera: "Busco un contraste con las imágenes tópicas de la guerra. No quería violencia explícita, imágenes que repelieran.
Sino todo lo contrario. Por eso retratar la belleza femenina, aunque con señales del sufrimiento [la sangre, las lágrimas, los labios que se esconden], me parecía lo adecuado".
El realismo histórico va parejo al hiperrealismo en el estilo. En el óleo Por siempre Madrid una mujer sostiene una portada de La Vanguardia del 29 de marzo de 1939 con el titular: Madrid se ha incorporado a España. Y hasta los anuncios de la contra son los de ese ejemplar. Igual de verídico es el póster franquista que hace jirones la protagonista Aunque me tiren puente, verso de la canción..., un cartel encabezado por "Gloria" en el que la figura tapa el siguiente mensaje, dejando apenas intuirlo: "A los que derraman su sangre por el caudillo". El pintor cree que ser lo más detallista posible contribuye a que se vea este periodo no como algo de lo que no se puede hablar, sino como un período histórico ya superado y que necesita estudiarse al "detalle en las escuelas" y "debatirse con normalidad en la calle".
Lo de pintar hiperrealismo en el siglo XXI lo lleva muy bien. De hecho, "salvo que me diera una vuelta a la cabeza mañana", asegura, piensa seguir por esta senda. Bonafuente es de los que creen que la abstracción en el arte contemporáneo tuvo su momento de dominio, pero que ya es hora de contar cosas más allá de obsesionarse por lo novedoso, por epatar llamando la atención a toda costa. "Esta edición de Arco fue muy buena. Pero en otras, cuando veía cosas como un saco de cemento como una obra, tuve la sensación, que creo que tiene mucha gente, de tomadura de pelo. Creo que los artistas deberíamos ser más humildes y limitarnos a contar las cosas que nos muevan. No buscar la sorpresa, sino aquello en lo que creemos".
Sonríe la pieza central de la muestra, titulada también Mi querida España (5.000 euros), que nos muestra a una recluta con la cara ensangrentada pero con una mirada que el artista describe como "serena". "Este fue el primero que pinté y resume todo lo que quiero contar.
Todos los golpes que se le dio a esa España a la que se mató o se echó del país y como se levantó con una sonrisa, como diciendo: '¡Aquí estoy!"
. El que el estilo de Bonafuente sea hiperrealista no es, ni más ni menos, que la senda artística que el pintor ha ido siguiendo, sin que haya que buscar mayor justificación en ello.
Autorretrato
Borja Bonafuente Gonzalo. Madrileño.Marrones... verde oscuro... según el día y la hora.
El amor por los Beatles.
Café.
Spaguettis con tomate.
No veo raro ninguno de los sitios en los que me haya acostado con nadie.
Niño: Que las interpretaciones sobre última profecía de Nostradamus tuviesen razón.
Adulto: No morir de golpe.
Amigo: El que te hace la cobertura con la amiga borde.
Viaje al fin de la noche de Celine.
Zazie en el metro de Louis Malle.
Tener obra en esos cuatro grandes museos que te quitan el hipo.
De hecho, no sabemos qué dibujan los labios de la retratada. Su mano derecha esconde la emoción, la misma mano sobre la que se dibuja un código concentracionario: 7301. "Es un homenaje a toda esa gente que se fue de España a países como Francia pensando que les iría mejor y luego acabaron en Mauthausen". Sobre el pecho desnudo de la mujer, una S encerrada en un triángulo invertido y azul que recuerda una peculiar anécdota histórica: "Franco consideró a todos los que habían huido de España desterrados.
Al principio, en los campos de concentración se identificaba a los comunistas con el rojo
. Pero Franco pidió que se les quitara este color tan simbólico para España y se les cambió por el azul.
Tal vez eso los hizo pasar más desapercibidos.
Aunque mucho no les ayudó: el número que lleva en la mano mi retratada es 7301 porque fueron enviados 7300 a Mathausen. Pocos volvieron".
Que las mujeres sean hermosas, aunque no se trate de una belleza impostada, de canon de anuncio, no es casual. Bonafuente buscó entre sus amigas modelos que le permitieran acercar la Guerra Civil al espectador, invitarlo a mirar al conflicto a través de una femeneidad que atrae, que invita a mirar el conflicto de otra manera: "Busco un contraste con las imágenes tópicas de la guerra. No quería violencia explícita, imágenes que repelieran.
Sino todo lo contrario. Por eso retratar la belleza femenina, aunque con señales del sufrimiento [la sangre, las lágrimas, los labios que se esconden], me parecía lo adecuado".
El realismo histórico va parejo al hiperrealismo en el estilo. En el óleo Por siempre Madrid una mujer sostiene una portada de La Vanguardia del 29 de marzo de 1939 con el titular: Madrid se ha incorporado a España. Y hasta los anuncios de la contra son los de ese ejemplar. Igual de verídico es el póster franquista que hace jirones la protagonista Aunque me tiren puente, verso de la canción..., un cartel encabezado por "Gloria" en el que la figura tapa el siguiente mensaje, dejando apenas intuirlo: "A los que derraman su sangre por el caudillo". El pintor cree que ser lo más detallista posible contribuye a que se vea este periodo no como algo de lo que no se puede hablar, sino como un período histórico ya superado y que necesita estudiarse al "detalle en las escuelas" y "debatirse con normalidad en la calle".
Lo de pintar hiperrealismo en el siglo XXI lo lleva muy bien. De hecho, "salvo que me diera una vuelta a la cabeza mañana", asegura, piensa seguir por esta senda. Bonafuente es de los que creen que la abstracción en el arte contemporáneo tuvo su momento de dominio, pero que ya es hora de contar cosas más allá de obsesionarse por lo novedoso, por epatar llamando la atención a toda costa. "Esta edición de Arco fue muy buena. Pero en otras, cuando veía cosas como un saco de cemento como una obra, tuve la sensación, que creo que tiene mucha gente, de tomadura de pelo. Creo que los artistas deberíamos ser más humildes y limitarnos a contar las cosas que nos muevan. No buscar la sorpresa, sino aquello en lo que creemos".