La semana que viene cumple 88 años, pero esta vez no habrá fiesta, solo un discreto almuerzo
Cayetana Fizt James, físicamente debilitada, abandona su otrora intensa vida social y se repliega en palacio a ver cine, arropada por sus íntimos.
. Ha sido precisamente el doctor Trujillo, su médico de cabecera y una de las personas que tiene más cerca estos días, quien se ha encargado de organizar el 88 cumpleaños de Cayetana Fitz-James Stuart y Silva en uno de sus restaurantes favoritos de Sevilla
. La duquesa de Alba, 14 veces Grande de España, suma el próximo viernes un año más a una larga e intensa vida que la ha llevado a recorrer medio mundo, a conocer a grandes personalidades —fue compañera de juegos de Isabel de Inglaterra— y a protagonizar momentos que quedan ya para la historia.
Cayetana es una aristócrata peculiar, que vive en palacios, pero es feliz cuando pisa la calle, algo que no ocurre con tanta asiduidad en los últimos meses.
“Está bien, pero desde que se cayó en Roma el año pasado y se fracturó el fémur se ha dado cuenta de que debe cuidarse más”, cuenta Carmen Tello, su fiel amiga y confidente
. Ella y su esposo, el torero Curro Romero, mantienen un contacto diario con la duquesa. “Ha cogido miedo a salir, a hacerse daño. Además, ya no posee la misma movilidad. Pero los análisis los tiene fenomenal”.
Para la duquesa, sus palacios —a los que ella llama casas— son su tesoro más preciado. Los recorre cada año en su ya famosa tournée veraniega.
Comienza en San Sebastián y acaba en Ibiza. Pero siempre regresa a Dueñas, a Sevilla.
Allí es donde ha confesado ser más feliz y donde vive en esta época de retiro.
Alfonso Díez, su marido, le ha organizado una sala para proyectar cine, una de sus grandes aficiones. En una pantalla enorme se pasa las horas viendo sus películas favoritas, entre las que están Retrato en negro, de Lana Turner y Anthony Quinn; Gigante, con Rock Hudson, Elizabeth Taylor y James Dean, y Lo que el viento se llevó, con Vivien Leigh, Clark Gable y Olivia de Havilland.
Algunas veces también, pocas, se escapa a los últimos estrenos en salas de cine y a los de teatro. Hace unos días fue a ver a Lola Herrera, actriz de quien se declara admiradora.
Esta ausencia de Cayetana de Alba de la vida social ha disparado las alarmas sobre su estado de salud.
Hasta hace unos meses, era frecuente verla en dos o tres sitios en un día, escucharla planear largos viajes y protestar si alguno de sus seis hijos le pedía que bajara el ritmo.
Tanto Carmen Tello como su familia aseguran que no hay motivo de alarma, que su salud es la que corresponde a una mujer de su edad. Lo que ha cambiado ha sido su estilo de vida. “Ahora selecciona los sitios a los que va a ir. Necesita ayuda para no caerse.
Tiene miedo. No puede estar mucho tiempo de pie y, además, en su casa no hay ascensor”.
Aun así, sus hijos se sorprenden todavía de su vitalidad. Carlos, el primogénito, no entra en detalles, pero asegura que su madre “se encuentra bien”.
De vez en cuando, la duquesa regresa a Madrid para darse una vuelta por el palacio de Liria, donde nació y desde donde sus hijos manejan los hilos de la Casa de Alba.
Esta misma semana ha estado en la capital con su marido.
La pareja acudió a almorzar con Naty Abascal al restaurante Ten Con Ten, uno de los que están más de moda en la ciudad y que ella quería conocer desde hace tiempo.
A la salida negó estar enferma.
Cayetana lee todos los días los periódicos y ve la televisión. Sus amigos cuentan que no hay nada que la enfade más que oír que no está bien de salud. “Tenía fiebre, estaba muy acatarrada, pero escuchó en la tele decir que estaba mala y, desoyendo a los médicos, se fue al Rastrillo para demostrar que no era cierto”, recuerda Carmen Tello, sobre su aparición en la feria solidaria de Sevilla de hace casi dos meses.
El 5 de octubre se cumplirán tres años de su boda con Alfonso Díez.
Fue su último acto de rebeldía.
Logró convencer a sus seis hijos de que tenía derecho a casarse pese a haber alcanzado los 85 años, con el argumento de que si ella no se había metido en sus bodas y divorcios, ellos tampoco debían opinar.
Eso sí, antes repartió su patrimonio y condensó el legado de la Casa de Alba en una fundación que dirige su hijo mayor con ayuda de Cayetano, el pequeño de los varones
. Ellos son los encargados de buscar la liquidez necesaria para mantener a flote los tesoros de la familia.
A Cayetana le sorprendió inicialmente la idea de alquilar el palacio de Liria para fiestas o reuniones de empresa, costumbre muy arraigada entre nobles europeos para poder mantener sus mansiones, pero cuando le contaron las cuentas, vio la necesidad de hacerlo
. Carlos, su hijo mayor, explica que en ese tema su madre se muestra ahora “muy participativa”. Y añade: “Nosotros le contamos todas las cosas importantes de la Casa, está informada”. Por eso, aunque ha cedido el mando, los administradores siguen acudiendo a explicarle cómo va todo. A Cayetana de Alba le preocupa la crisis.
“En mayor o menor grado, la situación económica nos afecta como al resto de la sociedad”, reconoce el duque de Huéscar.
Por ello, toda la familia se está adaptando a los nuevos tiempos y ha tomado algunas decisiones sin precedentes como comercializar algunos productos alimenticios con el sello de la Casa de Alba. Cayetana está encantada con el éxito de ventas que tienen los aceites, las naranjas y la carne
. “Para estar en sus inicios, ya que es un proyecto de futuro, el negocio va bastante bien. Estamos contentos”, explica el duque.
En este tiempo de tranquilidad, la aristócrata también se ha reconciliado con su hijo Jacobo, conde de Siruela, con el que mantuvo fricciones por
el reparto de la herencia y por unas declaraciones críticas con su esposa, Inka Martín.
Y es que si hay algo que los años no han logrado, eso ha sido acabar con su peculiar carácter.