NICOLÁS SARTORIUS
La crisis financiera ha sido uno de los “saqueos”
más espectaculares de la historia económica de Occidente o, si se
prefiere, de Europa.
El descontrol y la mala gestión de las finanzas
junto a la incapacidad de los gobiernos o quizá su nula voluntad
política de intervenir a tiempo ha significado que multimillonarias
deudas privadas se transformen en deudas soberanas, con el resultado de
que el desaguisado nos ha costado a los contribuyentes, es decir, a usted y a mí, la friolera de centenas de miles de millones de euros. Solamente en España alrededor de 60.000 millones de euros, de los que ya veremos lo que se recupera.
Al mismo tiempo, el BCE que se supone maneja el dinero de todos, ha prestado a los bancos, incluidos los españoles, cientos de miles de millones de euros a un tipo de interés del 1%
(¿por qué no a otras empresas privadas que producen bienes reales?), al
tiempo que estas instituciones financieras se lo prestaban a los
estados al interés del 3,4 ,5 % o incluso más, con el doble efecto
perverso de que los gobiernos van dependiendo cada vez más de los “mercados” y se va restringiendo el crédito a las familias y a las pymes, con el consiguiente aumento del desempleo.
Luego, una vez saneados los bancos en crisis, con el dinero de los
ciudadanos, se suelen vender a un precio muy beneficioso a otras
entidades financieras redondeándose así la conocida operación de
“socializar pérdidas y privatizar ganancias”.
Una vez los Estados se encuentran duramente endeudados, los gobiernos consideran que la única manera de reducir déficits y deudas es recortando los gastos y las inversiones, la famosa política de austeridad, que empobrece a las grandes mayorías y acrecienta el desempleo.
Con la unión bancaria, la idea era que este saqueo no volviera a ocurrir,
es decir, que las crisis de los bancos no las paguemos los
contribuyentes sino los accionistas, los grandes acreedores y, en última
instancia, a través de un mecanismo único de resolución mediante un
fondo capaz de hacer frente a estas crisis
. Pues bien, después de muchas horas de negociación se ha llegado a un acuerdo entre el Consejo y el Parlamento en esta línea si bien, en mi opinión, claramente insuficiente.
Es cierto que el BCE se va convirtiendo en el supervisor principal y que se crea un fondo- en ocho años- de 55.000 millones de euros.
Una cifra ridículamente insuficiente a tenor de lo ocurrido en el
pasado y lo que puede suceder en el futuro cuando se sepa de verdad la
situación real de algunas instituciones financieras.
Se arguye que se
trata de un paso adelante, que mejor esto que nada.
Es un argumento
pobre, muy corriente en los temas europeos. En política, los supuestos “pasos adelante” no siempre lo son, pues depende de lo rápido que cambien las circunstancias y las necesidades de hacer frente a los problemas.
La realidad es como una cinta continua que si adquiere una velocidad superior a la de tus pasos lo más probable es que te caigas.
Así puede suceder en este caso a pesar de los loables esfuerzos del
Parlamento europeo que ha conseguido mejorar el acuerdo hasta un límite.
Ese límite viene marcado porque los eurodiputados no son seres
independientes de los gobiernos o de los partidos y cuando se trata de
las cosas de comer suelen hacer lo que esos gobiernos o partidos les
dicen que hagan sobre todo si se acercan las elecciones
. Demostración de
que el Parlamento europeo es muy importante pero no debemos olvidar que
su importancia y dirección depende de a quien se vote en cada país.
En conclusión: ¿se acabará el “saqueo” con este acuerdo sobre la unión bancaria? En mi opinión, continuará con menor intensidad
que en el pasado pues este despojo solo terminará el día que las crisis
bancarias las paguen quienes las han provocado- para lo que se
necesitan mucho más que 55.000 millones de euros- y el control del
sistema financiero sea mucho más estricto.
Nicolás Sartorius es vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas, periodista, abogado y escritor.
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