Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

22 mar 2014

La duquesa de Alba se retira a sus aposentos

La semana que viene cumple 88 años, pero esta vez no habrá fiesta, solo un discreto almuerzo

Cayetana Fizt James, físicamente debilitada, abandona su otrora intensa vida social y se repliega en palacio a ver cine, arropada por sus íntimos.

La duquesa de Alba sale de un restaurante de Madrid, con Alfonso Díez y Naty Abascal. / EUROPA PRESS

Este año no habrá una gran celebración, solo un almuerzo al que acudirán una decena de amigos íntimos. También la visitarán algunos de sus hijos. “Yo iré”, anuncia el primogénito Carlos, el futuro duque de Alba
. Ha sido precisamente el doctor Trujillo, su médico de cabecera y una de las personas que tiene más cerca estos días, quien se ha encargado de organizar el 88 cumpleaños de Cayetana Fitz-James Stuart y Silva en uno de sus restaurantes favoritos de Sevilla
. La duquesa de Alba, 14 veces Grande de España, suma el próximo viernes un año más a una larga e intensa vida que la ha llevado a recorrer medio mundo, a conocer a grandes personalidades —fue compañera de juegos de Isabel de Inglaterra— y a protagonizar momentos que quedan ya para la historia.
 Cayetana es una aristócrata peculiar, que vive en palacios, pero es feliz cuando pisa la calle, algo que no ocurre con tanta asiduidad en los últimos meses.
“Está bien, pero desde que se cayó en Roma el año pasado y se fracturó el fémur se ha dado cuenta de que debe cuidarse más”, cuenta Carmen Tello, su fiel amiga y confidente
. Ella y su esposo, el torero Curro Romero, mantienen un contacto diario con la duquesa. “Ha cogido miedo a salir, a hacerse daño. Además, ya no posee la misma movilidad. Pero los análisis los tiene fenomenal”.
Para la duquesa, sus palacios —a los que ella llama casas— son su tesoro más preciado. Los recorre cada año en su ya famosa tournée veraniega.
 Comienza en San Sebastián y acaba en Ibiza. Pero siempre regresa a Dueñas, a Sevilla.
 Allí es donde ha confesado ser más feliz y donde vive en esta época de retiro.
Alfonso Díez, su marido, le ha organizado una sala para proyectar cine, una de sus grandes aficiones. En una pantalla enorme se pasa las horas viendo sus películas favoritas, entre las que están Retrato en negro, de Lana Turner y Anthony Quinn; Gigante, con Rock Hudson, Elizabeth Taylor y James Dean, y Lo que el viento se llevó, con Vivien Leigh, Clark Gable y Olivia de Havilland.
Algunas veces también, pocas, se escapa a los últimos estrenos en salas de cine y a los de teatro. Hace unos días fue a ver a Lola Herrera, actriz de quien se declara admiradora.
Esta ausencia de Cayetana de Alba de la vida social ha disparado las alarmas sobre su estado de salud.
 Hasta hace unos meses, era frecuente verla en dos o tres sitios en un día, escucharla planear largos viajes y protestar si alguno de sus seis hijos le pedía que bajara el ritmo.
 Tanto Carmen Tello como su familia aseguran que no hay motivo de alarma, que su salud es la que corresponde a una mujer de su edad. Lo que ha cambiado ha sido su estilo de vida. “Ahora selecciona los sitios a los que va a ir. Necesita ayuda para no caerse.
 Tiene miedo. No puede estar mucho tiempo de pie y, además, en su casa no hay ascensor”.
 Aun así, sus hijos se sorprenden todavía de su vitalidad. Carlos, el primogénito, no entra en detalles, pero asegura que su madre “se encuentra bien”.
De vez en cuando, la duquesa regresa a Madrid para darse una vuelta por el palacio de Liria, donde nació y desde donde sus hijos manejan los hilos de la Casa de Alba.
 Esta misma semana ha estado en la capital con su marido.
 La pareja acudió a almorzar con Naty Abascal al restaurante Ten Con Ten, uno de los que están más de moda en la ciudad y que ella quería conocer desde hace tiempo.
 A la salida negó estar enferma.
Cayetana lee todos los días los periódicos y ve la televisión. Sus amigos cuentan que no hay nada que la enfade más que oír que no está bien de salud. “Tenía fiebre, estaba muy acatarrada, pero escuchó en la tele decir que estaba mala y, desoyendo a los médicos, se fue al Rastrillo para demostrar que no era cierto”, recuerda Carmen Tello, sobre su aparición en la feria solidaria de Sevilla de hace casi dos meses.
El 5 de octubre se cumplirán tres años de su boda con Alfonso Díez.
 Fue su último acto de rebeldía.
 Logró convencer a sus seis hijos de que tenía derecho a casarse pese a haber alcanzado los 85 años, con el argumento de que si ella no se había metido en sus bodas y divorcios, ellos tampoco debían opinar.
 Eso sí, antes repartió su patrimonio y condensó el legado de la Casa de Alba en una fundación que dirige su hijo mayor con ayuda de Cayetano, el pequeño de los varones
. Ellos son los encargados de buscar la liquidez necesaria para mantener a flote los tesoros de la familia.
A Cayetana le sorprendió inicialmente la idea de alquilar el palacio de Liria para fiestas o reuniones de empresa, costumbre muy arraigada entre nobles europeos para poder mantener sus mansiones, pero cuando le contaron las cuentas, vio la necesidad de hacerlo
. Carlos, su hijo mayor, explica que en ese tema su madre se muestra ahora “muy participativa”. Y añade: “Nosotros le contamos todas las cosas importantes de la Casa, está informada”. Por eso, aunque ha cedido el mando, los administradores siguen acudiendo a explicarle cómo va todo. A Cayetana de Alba le preocupa la crisis.
“En mayor o menor grado, la situación económica nos afecta como al resto de la sociedad”, reconoce el duque de Huéscar.
Por ello, toda la familia se está adaptando a los nuevos tiempos y ha tomado algunas decisiones sin precedentes como comercializar algunos productos alimenticios con el sello de la Casa de Alba. Cayetana está encantada con el éxito de ventas que tienen los aceites, las naranjas y la carne
. “Para estar en sus inicios, ya que es un proyecto de futuro, el negocio va bastante bien. Estamos contentos”, explica el duque.
En este tiempo de tranquilidad, la aristócrata también se ha reconciliado con su hijo Jacobo, conde de Siruela, con el que mantuvo fricciones por
el reparto de la herencia y por unas declaraciones críticas con su esposa, Inka Martín.
Y es que si hay algo que los años no han logrado, eso ha sido acabar con su peculiar carácter.

 

¿El fin del saqueo?

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NICOLÁS SARTORIUS
La crisis financiera ha sido uno de los “saqueos” más espectaculares de la historia económica de Occidente o, si se prefiere, de Europa.
 El descontrol y la mala gestión de las finanzas junto a la incapacidad de los gobiernos o quizá su nula voluntad política de intervenir a tiempo ha significado que multimillonarias deudas privadas se transformen en deudas soberanas, con el resultado de que el desaguisado nos ha costado a los contribuyentes, es decir, a usted y a mí, la friolera de centenas de miles de millones de euros. Solamente en España alrededor de 60.000 millones de euros, de los que ya veremos lo que se recupera.
Al mismo tiempo, el BCE que se supone maneja el dinero de todos, ha prestado a los bancos, incluidos los españoles, cientos de miles de millones de euros a un tipo de interés del 1% (¿por qué no a otras empresas privadas que producen bienes reales?), al tiempo que estas instituciones financieras se lo prestaban a los estados al interés del 3,4 ,5 % o incluso más, con el doble efecto perverso de que los gobiernos van dependiendo cada vez más de los “mercados” y se va restringiendo el crédito a las familias y a las pymes, con el consiguiente aumento del desempleo. Luego, una vez saneados los bancos en crisis, con el dinero de los ciudadanos, se suelen vender a un precio muy beneficioso a otras entidades financieras redondeándose así la conocida operación de “socializar pérdidas y privatizar ganancias”.
 Una vez los Estados se encuentran duramente endeudados, los gobiernos consideran que la única manera de reducir déficits y deudas es recortando los gastos y las inversiones, la famosa política de austeridad, que empobrece a las grandes mayorías y acrecienta el desempleo.
Con la unión bancaria, la idea era que este saqueo no volviera a ocurrir, es decir, que las crisis de los bancos no las paguemos los contribuyentes sino los accionistas, los grandes acreedores y, en última instancia, a través de un mecanismo único de resolución mediante un fondo capaz de hacer frente a estas crisis
. Pues bien, después de muchas horas de negociación se ha llegado a un acuerdo entre el Consejo y el Parlamento en esta línea si bien, en mi opinión, claramente insuficiente.
Es cierto que el BCE se va convirtiendo en el supervisor principal y que se crea un fondo- en ocho años- de 55.000 millones de euros. Una cifra ridículamente insuficiente a tenor de lo ocurrido en el pasado y lo que puede suceder en el futuro cuando se sepa de verdad la situación real de algunas instituciones financieras.
 Se arguye que se trata de un paso adelante, que mejor esto que nada.
 Es un argumento pobre, muy corriente en los temas europeos. En política, los supuestos “pasos adelante” no siempre lo son, pues depende de lo rápido que cambien las circunstancias y las necesidades de hacer frente a los problemas.
La realidad es como una cinta continua que si adquiere una velocidad superior a la de tus pasos lo más probable es que te caigas.
 Así puede suceder en este caso a pesar de los loables esfuerzos del Parlamento europeo que ha conseguido mejorar el acuerdo hasta un límite. Ese límite viene marcado porque los eurodiputados no son seres independientes de los gobiernos o de los partidos y cuando se trata de las cosas de comer suelen hacer lo que esos gobiernos o partidos les dicen que hagan sobre todo si se acercan las elecciones
. Demostración de que el Parlamento europeo es muy importante pero no debemos olvidar que su importancia y dirección depende de a quien se vote en cada país.
En conclusión: ¿se acabará el “saqueo” con este acuerdo sobre la unión bancaria? En mi opinión, continuará con menor intensidad que en el pasado pues este despojo solo terminará el día que las crisis bancarias las paguen quienes las han provocado- para lo que se necesitan mucho más que 55.000 millones de euros- y el control del sistema financiero sea mucho más estricto. 
Nicolás Sartorius es vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas, periodista, abogado y escritor.

El día en que la mueca de Jagger se congeló

Hubo un tiempo en que nada podía detener el circo, pero la muerte de L'Wren Scott, su pareja durante 13 años, ha alcanzado al corazón del 'rolling stone'.

 La diseñadora era una 'rara avis' entre la aristocracia del rock. Formaba una extraña pareja con el ‘playboy’ devenido en empresario.

 Su pérdida ha recordado a sus satánicas majestades su propia mortalidad

 

Mick Jagger, durante la actuación de los Stones en Shanghái el pasado 14 de marzo, cinco días antes de fallecer L’Wren Scott. / GETTY

Esta vez, sí. Mick Jagger y los Rolling Stones han sido alcanzados debajo de la línea de flotación.
 La decisión de suspender los conciertos en Australia y Nueva Zelanda, tras conocerse el suicidio de L’Wren Scott, de 49 años, no tiene precedentes.
 Los tres miembros oficiales de la banda se han unido públicamente a la consternación de Mick Jagger, que mantuvo una relación de 13 años con la diseñadora.
Que se sepa que, anteriormente, las muertes cercanas no detenían el circo
. En 1969, reaparecieron en Hyde Park dos días después del ahogamiento de Brian Jones en su piscina. Brian llevaba un mes fuera del grupo y los Stones supieron convertir su show londinense en un homenaje al desaparecido.
Al que, en realidad, detestaban y habían dejado por imposible.
En 1976, Tara, el segundo hijo de Keith Richards y Anita Pallemberg, fue hallado muerto en su cuna, en Suiza; tenía poco más de dos meses. Richards estaba en París pero no se movió: decidió que el concierto de esa noche seguiría adelante
. En 2006, cuando falleció el padre de Jagger, tampoco se suspendió la actuación prevista en Las Vegas.
Los otros stones no celebraron la llegada de una mujer con ideas de como vestir a unos rockeros maduros
Así eran los Stones. Duros, profesionales, aparentemente insensibles. En los años salvajes, viajaban con un séquito que vivía al límite.
 Si alguien tropezaba y caía, ni siquiera miraban atrás. Aunque fuera un íntimo, como Gram Parsons, que les introdujo en las secretas claves del country: le derribó una sobredosis en 1973 y nadie viajó a Estados Unidos para presentar sus respetos al cadáve
r. Que, por cierto, fue robado e incinerado en el desierto. Lo más disparatado suele hacerse realidad entre la aristocracia del rock.
No es un mundo al que cualquiera puede acceder. Para alternar, los Stones prefieren gente libre de compromisos laborales, con encanto personal y carteras profundas. L’Wren Scott no daba el tipo: era una emprendedora muy ocupada, que de modelo saltó a diseñadora, tras funcionar como estilista para estrellas de Hollywood.
Dirigía una empresa de moda, LS Fashion Ltd, que, según se ha publicado estos días, acumulaba pérdidas millonarias, algo desmentido ayer por un portavoz de la diseñadora.
 Su autoestima, su orgullo de creadora hecha a sí misma, impedía que se quejara o que pidiera a Mick Jagger que la rescatara.
En la tropa stoniana, era la última en llegar; no podía provocar el mínimo rumor de que se trataba de una cazadora de fortunas
. Y mucho menos entre la extensa familia Jagger, que incluye hijas e hijos de cuatro madres diferentes (su nieta Assisi, hija de Jade, le va a convertir en bisabuelo). Los otros miembros del grupo, con estéticas bien definidas, tampoco celebraron la llegada de una mujer altísima, con conceptos muy claros sobre cómo debían vestir en los escenarios unos rockeros maduros
. Con zafio machismo, algunos asociados insistían en denominarla “la Yoko Ono de Mick”.
L’Wren Scott y Mick Jagger, retratados en julio de 2012. / billy farrell (cordon)
La propia convivencia con Jagger estaba llena de inconvenientes. Asumía sus infidelidades, siempre que fueran discretas
. Durante años, se instalaron en una suite del hotel londinense Claridge’s; luego, se hicieron su nido en el barrio de Chelsea. Encargaron obras, habitaciones especiales en previsión de que ella se quedara embarazada, pero no ocurrió.
La logística de juntar las agendas de dos personas tan atareadas resultaba endiablada
. En materia de impuestos, Jagger es un residente en el extranjero, lo que le obliga a contabilizar escrupulosamente sus días de estancia en territorio británico, para no superar los 180 permitidos por Hacienda. No le faltan residencias —en Francia, Nueva York, la isla caribeña de Mustique—, pero las disfruta menos de lo que quisiera.
En contra de su imagen de playboy, Mick Jagger ejerce de hombre de negocios a tiempo completo
. Su fortuna, estimada en 200 millones de libras esterlinas, se mueve. Superada la frustración por no haber logrado establecerse como cantante solista o actor, Mick invierte en negocios cercanos a sus pasiones. Como aficionado al críquet, fue pionero en ofertar transmisiones de grandes encuentros por Internet. Es uno de los productores de Get on up, una película biográfica sobre James Brown que se estrena en agosto. También tiene los derechos cinematográficos de Último tren a Memphis, la biografía canónica de Elvis, y prepara una serie para HBO en compañía de Martin Scorsese.

Una abeja obrera

La gente de la moda está indignada
. En las noticias sobre la muerte de L’Wren Scott aparecía primero el nombre de Mick Jagger; ella era “la novia de”
. Una vida plena quedaba reducida a una relación sentimental. Justo lo contrario de lo que ella ansiaba: en 2008, afirmaba “quiero ser conocida por lo que hago, no por a quien conozco”. Efectivamente, había vestido a Angelina Jolie, Michelle Obama o Nicole Kidman.
 Trabajó a las órdenes de Bruce Weber, Karl Lagerfeld, Herb Ritts, Thiery Mugler. Lanzó líneas de ropa, pero también de cosméticos o bolsos.
Y ahora es un cliché: “El alma torturada de una gacela glamurosa”, titulaba el Daily Mail. A la hora de las comparaciones con el mundo animal, ella lo tenía claro: “Soy una abeja obrera”.
Educada en una familia mormona, L’Wren no estaba habituada al estilo de vida del rock; ni siquiera era aficionada a esa música
. Se encontró compartiendo techo con un perfeccionista que se parece más a un atleta que a los rockeros de leyenda.
 Alguien calculó que, en sus buenos tiempos, Jagger andaba/corría unos veinte kilómetros en dos horas de concierto. Y eso no se consigue por casualidad o por genética. Mick hace ejercicio todos los días laborables, con un entrenador personal. Tiene su dietista particular y se ha pasado a la comida orgánica. ¿Drogas? Quizás si alguien invita y son días de asueto. ¿Alcohol? Solo si urge celebrar algo.
No le cuesta compartir sus secretos de salud y belleza.
 Por el contrario, mantiene la discreción —encaja malamente en la mitología del rock— sobre sus actividades como gestor. Gestor de su carrera y la de sus compañeros. Y esa es su gran hazaña, nunca reconocida.
Conviene recordar que los Rolling Stones fueron expoliados en los años sesenta por su segundo manager, Allen Klein
. Cuando comenzaban los setenta, como Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó, juraron que eso jamás se repetiría. Y se transformaron en una eficaz máquina de hacer dinero. Cabalgaron sobre las olas más lucrativas: los conciertos en estadios, el merchandising, los patrocinios, los discos compactos.
A partir de los ochenta, los Stones no han tenido demasiados éxitos multimillonarios, pero han procurado que su catálogo de grabaciones clásicas esté siempre disponible y dinamizado por reediciones cuidadas.
Al timón, el antiguo estudiante de la London School of Economics. Asesorado discretamente por banqueros y otras figuras del establishment, Jagger ha logrado el prodigio de mantener unido a un grupo sometido a brutales tormentas internas y poderosas fuerzas centrífugas.
Cierto que no podían imaginar que, con 70 años (72 en el caso de Charlie Watts, 66 en el de Ronnie Wood), estarían de gira por el mundo. En 2013, salieron a la carretera empujados por la demanda popular y mediática, por la coincidencia con el 50º aniversario de su debut. No montaron grandes producciones escenográficas, como era habitual. También incumplieron su promesa implícita de presentarse con un disco nuevo bajo el brazo, el detalle que proporcionaba dignidad a sus expediciones y les diferenciaba del resto de comerciantes en nostalgia.
No, no parece haber disco en marcha, aunque Jagger asegure que compone todo el tiempo.
 Ya es suficientemente complicado el reunirles con los músicos contratados para ensayar. Esta no es la típica banda perfectamente engrasada: los Stones requieren semanas de preparaciones para que aquello suene. Íntimamente, agradecen que varios de los conciertos previstos para este verano en Europa se desarrollen en festivales: menos presión, recitales más cortos. Se acabaron los excesos: todos economizan en energía.
Y llevan mal que L’Wren Scott les haya recordado su propia mortalidad.

El Uniqlo que puede con Zara

Deslumbrado por la mentalidad estadounidense, Tadashi Yanai ha montado su imperio textil desde Japón. Sus detractores creen que es despiadado. Él tiene un lema: “Crece o muere”.

Tadashi Yanai, presidente de Fast Retailing Co. / Reuters

Soy un hombre muy corriente”. Para ratificar esas palabras, a Tadashi Yanai, el ciudadano más rico de Japón, le gusta mostrar su anodino reloj Swatch y hacer hincapié en los orígenes humildes de su famili
a. Pero sabe que miente. Es el propietario de Fast Retailing, el imperio de la moda que, bajo la marca Uniqlo y al grito de Made for All (Hecho para todos), se extiende por todo el mundo con el objetivo de arrebatarle a Inditex el trono del mayor conglomerado del sector textil. Su empresa ya cuenta con más de mil establecimientos en 14 países, y este año plantará cara al grupo de Zara en España con una macrotienda en el corazón de Barcelona.
 Muestra de que lo suyo no es un farol son las conversaciones que está llevando a cabo para adquirir la cadena estadounidense J. Crew. Si se consuma esta operación, estimada en 3.700 millones de euros, Inditex ya quedaría a tiro de piedra de Yanai.
A diferencia de su homólogo español, Amancio Ortega, el directivo japonés no se esconde
. De hecho, se le conoce por sus polémicas declaraciones y porque representa todo lo contrario de lo que se espera de un empresario nipón: habla de forma clara y contundente, resulta tan cercano que no duda en mostrar sus calzoncillos para certificar lo cómodo que es el tejido del que están hechos, y se define como un “admirador incondicional de la innovación sin prejuicios de Estados Unidos”, país que alumbró a uno de sus grandes ídolos y fuente de inspiración empresarial: Steve Jobs.
Además, Yanai es uno de los empresarios japoneses más críticos con el rumbo de su propio país: “Los mayores problemas de Japón son el conservadurismo y la cobardía, y en el mundo de los negocios falta individualismo”, escribió en un artículo publicado por McKinsey. “A la gente le digo que ha de ser valiente y expresar lo que siente, pero nadie me hace caso”, añadió en una entrevista con el diario The Wall Street Journal. Partidario del liberalismo que abandera el primer ministro Shinzo Abe, sentencia que “si Japón continúa aislado y protegido terminará convirtiéndose en una segunda Grecia o una tercera Portugal”. Su lema es “crece o muere”, y en lo empresarial reniega del modelo tradicional del país del Sol Naciente.
A diferencia de su homólogo español, Amacio Ortega, Yanai no se esconde
Sin duda, lo conoce a fondo. Yanai nació en la ciudad minera de Ube en 1949, en un país humillado y en ruinas tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial. Sus padres regentaban una tienda de ropa de corte occidental, y sobrevivían a duras penas. “Japón era todavía territorio ocupado. Muy pobre. Teníamos la tienda en la planta baja y vivíamos en el primer piso”, recordó en una entrevista con el diario Financial Times. Las minas cerraban y la población se desplazaba en busca de trabajo. “En mi niñez comprendí que toda industria tiene una fecha de caducidad”, aseguró el empresario, que por entonces sólo aspiraba a comer algo de chocolate, beber una taza de café, y ser un asalariado cualquiera.
Pero, tras licenciarse en Economía y Política por la prestigiosa Universidad Waseda, Yanai regresó a la tienda de su padre. Su mentalidad había cambiado y su horizonte estaba cada vez más lejos. En 1984 abrió el primer establecimiento de Unique Clothing Warehouse a las afueras de Hiroshima. Poco a poco, con la denominación original reducida a Uniqlo, comenzó a expandir su negocio con la meta puesta en Tokio, adonde llegó en 1998 cuando ya poseía cien tiendas en el resto del archipiélago. Poco después dio su campanada más sonada: inventó el forro polar fleece, una prenda que se comercializó en un impresionante abanico de colores a 20 euros y que compró uno de cada cuatro japoneses. Se acuñó entonces el ligeramente despectivo término unibare para referirse a la omnipresencia de sus prendas.
Con dos hijos, tiene claro que la sucesión familiar no da buen resultado
Pero Yanai lo interpretó como un gran éxito.
 Y comprendió que su futuro estaba tan ligado a la innovación como el del sector de la electrónica. Desde entonces, Uniqlo ha centrado su trabajo en dos áreas: el desarrollo de nuevos materiales —entre los que destacan Heattech para el invierno y Airism para verano, diseñados en colaboración con una empresa que produce materiales para el nuevo Boeing 787— al servicio de una ropa casi minimalista con muy pocas variaciones de estilo cada año, y la creación de una cantera de talento. De su escuela Yanai espera que salgan los futuros gestores de la empresa, porque tiene claro que “la sucesión familiar no da buenos resultados”. Sus dos hijos cuentan con un 10% de la empresa, pero no heredarán su control. “Quiero que sea la gente que ha luchado por Uniqlo quien la dirija en el futuro”, sentencia.
A pesar de las apariencias, quienes le conocen aseguran que la personalidad de Yanai es japonesa al 100%. Dicen que su ambición coquetea con el imperialismo —de hecho, se ha marcado como meta que la marca ingrese 50.000 millones de dólares al año en 2020, cuatro veces la cifra actual—, y que rara vez delega su responsabilidad. Pero sus detractores le achacan que puede ser tan despiadado como un samurái, que su carácter endogámico y machista se refleja en la nula presencia de extranjeros y de mujeres entre los altos cargos de la empresa, y que, en un país acostumbrado a los puestos de trabajo vitalicios, alrededor del 50% de los nuevos empleados de Uniqlo no dura ni tres años. Varios trabajadores han confirmado a EL PAÍS que Yanai exige un trato reverencial hacia el cliente y una dedicación laboral que raya en el esclavismo.
Por si fuera poco, el presidente de Fast Retailing quiere poner en práctica un controvertido plan salarial. “Debería ser inconcebible para una empresa que lleva a cabo una expansión global que empleados que hacen la misma función con iguales resultados cobren menos por el simple hecho de vivir en otro país”, ha dicho en varias ocasiones Yanai. “El salario debe ir ligado a los resultados que producen”. Claro que su intención no es mejorar los sueldos de quienes trabajan en países en vías de desarrollo, sino bajar los de quienes cobran más, sobre todo en Japón. “Será duro, pero es natural”. Él, sin embargo, disfruta de una gigantesca mansión con minigolf en Tokio y ha triplicado su fortuna en el último lustro hasta amasar, según Forbes, la nada desdeñable fortuna de 13.200 millones de euros.